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El cristianismo. Esencia e historia - Laicos

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C.II. EL PARADIGMA ECUMÉNICO-HELENISTA DE LA ANTIGÜEDAD CRISTIANA<br />

Por consiguiente, también en las reflexiones siguientes deberemos prestar<br />

lúcida atención a la relatividad histórica de determinadas evoluciones<br />

y de las resultantes formas de constitución. Puesto que según el Nuevo<br />

Testamento mismo existen otras posibilidades o, en todo caso, no<br />

están excluidas, cada Iglesia tiene que mantenerse abierta a otras opciones.<br />

y no le está permitido estigmatizar como acristianas, no evangélicas<br />

o no eclesial es otras estructuras eclesiales de constitución. <strong>El</strong> único criterio<br />

para la verdad o no verdad de un desarrollo en la Iglesia tiene que<br />

ser el evangelio mismo, y aquí hay que prestar atención estricta a si se<br />

trata de una evolutio contra evangelium (una evolución contra el evangelio),<br />

una evolutio secundum evangelium (una evolución según el evangelio)<br />

o una evolutio praeter evangelium (una evolución al margen del evangelio).<br />

Precisamente con el análisis de paradigmas puede lograrse relativizar<br />

desde lo «absoluto» evoluciones en la Iglesia tenidas por absolutas,<br />

poner en tela de juicio desde la originaria voluntad de Dios (atestiguada<br />

en el evangelio) órdenes que gozan de supuesta sanción divina, e introducir<br />

así en el diálogo ecuménico entre las Iglesias cristianas dinamismo<br />

evolutivo a la par que fidelidad a los orígenes.<br />

Pero tras esta breve y crítica reflexión de pasada tenemos que centrarnos<br />

en la ulterior <strong>historia</strong> de la joven Iglesia cristiano-gentil; <strong>historia</strong><br />

que, com()'es natural, no podemos recoger aquí en detalle, pero que<br />

hay que analizar ahora con la mirada puesta en la evolución posterior<br />

de este paradigma de la Iglesia antigua.<br />

3. Persecución de los cristianos y polémica sobre la fe<br />

En el imperio romano, cien años después del ajusticiamiento del Nazareno<br />

bajo Poncio Pilato, ¿quién hubiera dado al <strong>cristianismo</strong> una oportunidad<br />

de abrirse paso en el mundo greco-romano con sus numerosas<br />

religiones y filosofías, con sus miles y miles de templos y teatros, con<br />

sus arenas y gimnasios?59.<br />

Una minoría perseguida<br />

<strong>El</strong> ilustrado <strong>historia</strong>dor británico Edward Gibbon, en la introducción a<br />

su famosa Historia del declive y ocaso del Imperio Romano, de siete<br />

volúmenes, escribe (no sin un cierto exceso de optimismo) sobre la<br />

época posterior a Nerón y a Domiciano: «En el siglo II de la era cristiana,<br />

el imperio romano abarcaba la mayor parte de la tierra y la parte<br />

más civilizada de la humanidad. Las fronteras de esta expandida monarquía<br />

fueron garantizadas mediante antiquísimo prestigio y disciplinada<br />

valentía. La suave pero poderosa influencia de las leyes y costumbres<br />

había consolidado de forma paulatina la unión de las provincias.<br />

Sus pacíficos habitantes disfrutaban y abusaban de las ventajas de la<br />

146<br />

3. PERSECUCiÓN DE LOS CRISTIANOS Y POLÉMICA SOBRE LA FE<br />

riqueza y del lujo. La imagen de una constitución libre fue conservada<br />

con el conveniente respeto. <strong>El</strong> senado romano parecía detentar la autoridad<br />

suprema y había transferido a los emperadores todo el poder<br />

ejecutivo del gobierno. Durante un período tranquilo de más de ochenta<br />

años, la administración pública fue dirigida mediante la virtud y las<br />

habilidades de un Nerva, Trajano, Adriano y los dos Antoninos»60.<br />

De ese tiempo (en concreto del año 112) proviene el primer informe<br />

oficial romano sobre los cristianos, la ya citada carta de Plinio el Joven,<br />

gobernador de la provincia de Bitinia en el mar Negro, donde había ya<br />

muchos cristianos incluso en el campo, al ya citado emperador Trajano:<br />

bastantes templos estaban vacíos y la carne del sacrificio era prácticamente<br />

invendible. De hecho, los cristianos recusaban el culto a los dioses<br />

del Estado y al emperador. Pero la negativa a dar culto al Estado y a<br />

sentir con el Estado era un crimen de Estado (crimen laesae Romanae<br />

religionis); por eso, ningún cristiano estaba seguro de no ser objeto de<br />

acusación y castigo. Él habría mandado ejecutar a algunos cristianos que<br />

no eran ciudadanos rOmanos, escribe Plinio sin la menor condolencia;<br />

pero a otros envió a Roma para que se les procesara. Pero por lo demás,<br />

y de ahí su petición de pauta de conducta, no había podido constatar<br />

ningún otro de los crímenes de los que se les inculpaba. Circulaban entonces<br />

numerosos rumores sobre ateísmo y traición de Estado, aún más,<br />

incesto (¿en conexión con el ágape?) y canibalismo (¿en conexión con la<br />

eucaristía?) en sus reuniones nocturnas. Seguía diciendo Plinio que esas<br />

gentes se reunían sólo en un día determinado (de seguro que en domingo)<br />

antes del alba, cantaban de forma alternativa un canto (¿salmo?) a<br />

«Cristo como Dios» y que habían jurado (¿el voto del bautismo?) abstenerse<br />

de robo, rapiña, adulterio, abuso de confianza y engañ0 61 •<br />

La famosa respuesta (

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