El cristianismo. Esencia e historia - Laicos
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C.III. EL PARADIGMA CATÓLICO-ROMANO DE LA EDAD MEDIA<br />
tendió de forma rápida, primero en Europa occidental, como confesión<br />
auricular.<br />
- Partiendo de la veneración de mártires en su tumba de la Iglesia<br />
antigua se desarrolló en los primeros tiempos de la Edad Media una<br />
masiva veneración de santos y reliquias en las iglesias. <strong>El</strong> «mediador<br />
único entre Dios y los hombres, el hombre Cristo J esús»71, se aleja cada<br />
vez más hacia Dios y es identificado lisa y llanamente con Dios -lo que<br />
en la polémica antiarriana sería un monofisismo práctico- (el Dios<br />
Cristo triunfa sobre el dios Wotan). Así, apenas se acude ya a él en la<br />
práctica de la devoción y es suplantado por otros mediadores, más<br />
próximos al hombre y capaces de obtener casi todo de Dios (Cristo):<br />
María y los santos.<br />
- Debido a su mentalidad arcaica, los germanos introdujeron en el<br />
<strong>cristianismo</strong> una dosis notable de superstición: como en todas las sociedades<br />
primitivas, la piedad popular estaba marcada por una creencia en<br />
espíritus. Se sospechaba por doquier la presencia de espíritus buenos y,<br />
sobre todo, malos; también detrás de fenómenos naturales, y se trataba<br />
de defenderse .de ellos o de ganárselos mediante obras, dones y prácticas<br />
del tipo más diverso. Se fue conformando así una piedad de obras<br />
primitiva, cosificada, exteriorizada, bastante alejada de la Biblia.<br />
- Mientras qUe los grandes teólogos de la patrística griega y latina se<br />
esforzaban por lograr una formulación autónoma de la verdad cristiana<br />
y corregían con frecuencia la devoción popular, los teólogos del tiempo<br />
de transición se limitaban a la repetición, extracto y colección de sentencias.<br />
Tampoco existía apenas una élite de formación intelectual, que presuponía<br />
unas condiciones urbanas y las correspondientes escuelas.<br />
- En vez de en la formación, se ponía el acento cada vez más no sólo<br />
en el clero regular, sino también en el clero secular, en la obligación del<br />
celibato de los diáconos, sacerdotes y obispos, aunque el matrimonio de<br />
sacerdotes era todavía habitual en la temprana Edad Media. Al mismo<br />
tiempo se suprimió la consagración de la mujer para diaconisa, todavía<br />
habitual en el siglo Y, de forma que ahora le estaba prohibido a la mujer<br />
todo servicio al altar. Sin embargo la Iglesia apenas osó arremeter contra<br />
situaciones claramente paganas, por ejemplo en el reino de los francos,<br />
en el ámbito del matrimonio (las concubinas de los príncipes), en el<br />
sistema jurídico (cruel juicio de Dios en lugar de dilucidar los hechos),<br />
en la esclavitud (todavía hasta la época carolingia).<br />
- En paralelo con la estructura jerárquica de obispos y de sus diócesis<br />
se formó, como consecuencia del movimiento monástico franco-irlandés<br />
provocado en la Galia por el monje irlandés Columbano el Joven<br />
(t615), una enorme red de monasterios (a finales del siglo YII había<br />
unos 550 sólo en la Galia). Éstos (en el signo de la obediencia al abad<br />
habían unido en la mayoría de los casos la regla de Columbano con la<br />
de los benedictinos) difundieron el sistema irlandés de penitencia, pero<br />
desarrollaron también una intensa cultura de la escritura en un buen<br />
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4. CONSTANTES, VARIABLES Y EL CAMBIO DE ORIENTE A OCCIDENTE<br />
latín. Al mismo tiempo consiguieron para sí una posición jurídica especial:<br />
en contra de las disposiciones del concilio de Calcedonia (sometimiento<br />
de los monasterios al obispo), existía ahora la libertad frente al<br />
obispo: exención respecto al nombramiento de abad y corrección de la<br />
disciplina del monasterio, unida a veces a la inmunidad frente a intervenciones<br />
estatales.<br />
De esta evolución salió fortalecido, sobre todo, el episcopado. Porque<br />
en los tiempos confusos carentes de organización estatal el obispo<br />
era también, con frecuencia, competente en lo tocante a la asistencia<br />
social, al sistema judicial y a la recaudación de impuestos, de manera que<br />
ejercía muchas veces, en los siglos Y-YI, el dominium político sobre la ciudad.<br />
<strong>El</strong> episcopado se convierte así en monopolio de las familias dirigentes<br />
y pasa a ser el cargo más alto en el escalafón social. Precisamente el<br />
episcopado galo controlado por el rey y su primado, seguro de sí mismo<br />
y poco preocupado por Roma, se opone en diversas ocasiones a las indicaciones<br />
pontificias. Si con el ocaso del reino merovingio no hubiera<br />
desaparecido también el primado y la actividad sinodal, el episcopado<br />
galo -tras la caída del <strong>cristianismo</strong> primero en el norte de África y luego<br />
en España a consecuencia de la invasión musulmana- hubiera podido<br />
constituir un auténtico contrapeso al centralismo romano que se perfilaba<br />
ya con claridad.<br />
Pero, así, el obispo romano quedó sin rival en Occidente, desde el<br />
punto de vista eclesiástico. Y tras la caída definitiva del imperio romano<br />
occidental en el 476, la evolución de la comunidad cristiana hacia una<br />
corporación autónoma fue promovida también por los obispos romanos<br />
que sucedieron a León I, no tan importantes como él -todavía<br />
bajo soberanía bizantina-, con el objetivo de dirigir no sólo la Iglesia<br />
romana, sino toda la Iglesia, mediante un derecho basado en la fe. Pero<br />
¿qué perfiles presentaba la realidad?<br />
Humillante dependencia de los papas romanos<br />
<strong>El</strong> desajuste entre la muy desarrollada teoría de la soberanía pontificia y<br />
el débil poder de dominación pontificio siguió siendo considerable durante<br />
largo tiempo. Porque tras la caída del último simulacro de emperador<br />
romano y de Odoacro (el «rey de Italia»), caudillo germánico de<br />
mercenarios, los ostrogodos de Teodorico el Grande (489/493-526),<br />
que habían irrumpido en el 488, se convirtieron en el principal poder<br />
político de Occidente. Con ello comenzaba para el papado un período<br />
de humillante dependencia de los soberanos ostrogodos arrianos. Éstos<br />
se asentaron en Rávena, construyeron allí edificios suntuosos y, como<br />
señores únicos de Italia, nombraron papas del todo sumisos a ellos. Así,<br />
Teodorico, que de suyo seguía una política religiosa tolerante incluso<br />
respecto de los judíos, envió sin más al papa Juan I a Constantinopla<br />
para una acción de mediación en favor de los adeptos al arrianismo, y,<br />
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