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Revista Herencia, vol 2

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De pronto el mar se lo tragó, desapareció como<br />

una ola pulverizada contra las rocas. La fantasía<br />

de un mundo de pequeños caballeros armados<br />

con palas de plástico y castillos medievales con forma<br />

de balde se rompió en un grito con nombre de niño.<br />

Pudo apenas con su abultada panza de ocho meses y<br />

se lanzó al último punto donde divisó al secuestrado.<br />

-Maldito traidor, hace un momento eras una charca<br />

pacífica luego de las últimas gotas de invierno y<br />

ahora estás recogiendo almas con una hoz espumosa,<br />

desquitandote con un inocente que poco conoce de<br />

tus caprichos-. Pensaba mientras abrazaba las olas<br />

para avanzar y colgarse de cualquier vestigio sólido.<br />

Su cintura desaparecía bajo la superficie cuando<br />

recordó la otra vida en juego, el bebé sentía como<br />

la presión aumentaba y agitaba su cálida alcoba, las<br />

paredes con fuertes espasmos lo obligaron a cambiar<br />

de posición.<br />

El mar era un torbellino impresionista azul, verde,<br />

luego blanco y café, un cruel escenario que no dejaba<br />

asomar el único color que a ella le habría gustado ver,<br />

el pantaloncillo de rayas rojas y blancas. La textura<br />

arenosa del agua cortaba sus dedos cuando todo el<br />

peso del cielo la derribó, afortunadamente aun tocaba<br />

el fondo y logró ponerse de pie, pero desorientada,<br />

miró al horizonte y se dió cuenta que buscaba la playa<br />

en lugar de la profundidad donde el pequeño bulto<br />

de tres años se re<strong>vol</strong>caba entre corrientes. Siguió<br />

escarbando la humedad, la impotencia la superaba<br />

y en un último derroche de ira y esperanza golpeó<br />

la superficie. De pronto la calma se dispersó en el<br />

inmenso azul, la suave resaca levantaba y suspendía<br />

en la ingravidez el cuerpo de la mujer que resignada<br />

dejaba sus brazos abiertos y rendidos al vaivén de la<br />

corriente, sus lágrimas subían el nivel del mar cuando<br />

sintió una suave fibra deslizandose entre el anular<br />

y su corazón. Un reflejo fue todo lo que necesitó<br />

para aprisionarlo cuando este ya escapaba del puño.<br />

Otra vez la bestia despertó para reclamar su presa y<br />

sacudió el brazo de la mujer como un lobo furioso<br />

desgarrando el cuello de una liebre, pero la mujer no<br />

iba a soltar lo que era suyo, estiró la otra mano y logró<br />

agarrar el bañador del elástico que lo sujeta a la<br />

cintura del infante, tiró con tanta fuerza que el traje se<br />

deslizó hasta los tobillos del niño, un infortunio que<br />

Raúl Ortega<br />

Furia Azul<br />

Raúl Ortega<br />

<strong>Herencia</strong><br />

no alcanzó a provocar miedo porque en un arriesgado<br />

movimiento ya había intercambiado el cordel por un<br />

pierna.<br />

La corriente se fue, el mar <strong>vol</strong>vió a reflejar el cielo<br />

con unas delicadas ondas que escoltaron la mujer<br />

a tierra firme y alivianando el peso de la arena y la<br />

víctima. El niño seguía con el rostro bajo el agua porque<br />

la mujer no se atrevía a reacomodar su postura,<br />

quien sabe si el mounstro despierta de nuevo. Apenas<br />

lo tenía sujeto y su piel estaba resbaladiza por efecto<br />

de la centrifuga de arena y sal, no correría el riesgo<br />

otra vez.<br />

Cuando el agua pasaba un meñique sobre sus rodillas,<br />

levanto y abrazó a la víctima que no paraba de<br />

toser y escupir restos de oceano, un poco de sangre<br />

manaba de su espalda de cuatro arañazos que dejarían<br />

una cicatriz que le recordaría por siempre el carácter<br />

del que lo quiso llevar antes de tiempo.<br />

La mujer se desplomó en la arena mirando un color<br />

azul que le agradaba más que el anterior, un azul<br />

al que daría las gracias el resto de sus días para siempre.<br />

Ese mismo día el segundo inquilino fue desalojado<br />

de su habitación, el esfuerzo de las paredes abdominales<br />

lo sacaron de su sueño antes de tiempo, fue un<br />

día largo, pero un buen día, porque a fin de cuentas,<br />

pocas veces el mar se lleva a dos para de<strong>vol</strong>ver tres.<br />

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