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Revista Herencia, vol 2

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ciones de alegres recuerdos con aquellas tres increíbles<br />

escritoras que tenían de común denominador<br />

un extraordinario sentido del humor y gran conocimiento<br />

literario. Se sumaba además el talento y las<br />

sabrosas anécdotas que relataban de escritores. María<br />

Urzúa contaba que estando con Gabriela Mistral<br />

en Brasil, se había suicidado su misterioso sobrino<br />

Yin Yin. A causa de ello, sumida en una profunda<br />

depresión, la escritora había escrito unas famosas<br />

oraciones que hacía leer a las personas que trabajaban<br />

con ella para orar por el alma de Yin Yin.<br />

Al poco tiempo, toda esa convivencia literaria en el<br />

salón de Sara Vial se iba a terminar. Mejor dicho, iba a<br />

ser reemplazada por otras experiencias que vendrían<br />

más tarde, ya que había obtenido una beca del Instituto<br />

de Cultura Hispánica para estudiar literatura en<br />

España. Era una gran oportunidad para perfeccionar<br />

mis estudios en el país de mis antepasados y conocer<br />

mis raíces visitando el pueblo donde había nacido mi<br />

padre en la frontera con Portugal. Con mucha alegría<br />

y profunda nostalgia, dejé Chile en enero de 1976.<br />

Días antes de partir, fui a despedirme de María<br />

Luisa Bombal. Estaba muy contenta con mi viaje,<br />

pero me dijo que me iba a extrañar porque se había<br />

acostumbrado a mis visitas y conversaciones.<br />

En aquella oportunidad, me invitó a tomar un<br />

aperitivo en el Chez Gerald de la avenida Perú que<br />

le gustaba mucho. Recuerdo que era muy especial<br />

el ambiente: parejas jóvenes en todas las mesas. En<br />

una de ellas, una mujer madura, muy pálida, vestida<br />

con un grueso abrigo de piel y un joven de veinte<br />

años, hablando de libros y poetas, del mar y de las<br />

avenidas de ceibos en Buenos Aires, del jacarandá<br />

y de cierto gomero. Yo me sentía como el dueño<br />

de un tesoro y no podía entender cómo a nuestro<br />

lado, la gente se mantenía sin saber que en una<br />

mesa estaba nada menos que María Luisa Bombal.<br />

Regresamos a su casa y nos despedimos amigablemente<br />

en el antejardín de las rosas blancas.<br />

Me dijo que me iba a anotar la dirección para que<br />

le escribiera, pero no teníamos pluma ni papel.<br />

La señora que estaba regando el jardín nos facilitó<br />

un lápiz y riéndose nos dijo “En casa de herrero,<br />

cuchillo de palo”. Días después, en enero de<br />

1976, viajé rumbo a España lleno de ilusiones...<br />

En Madrid viví en un comienzo en el Colegio<br />

Mayor Nuestra Señora de Guadalupe, en la avenida<br />

Séneca, cerca del Instituto de Cultura Hispánica<br />

que me había becado y donde realizaba estudios de<br />

lengua y literatura española. Al poco tiempo, me<br />

inscribí en los cursos de doctorado en Filología Hispánica<br />

en la Universidad Complutense de Madrid,<br />

María Luisa Bombal: tres cartas inéditas, un prólogo...<br />

<strong>Herencia</strong><br />

cuyos cursos fueron muy interesantes y profundos.<br />

Al cabo de un tiempo, el profesor Federico Sánchez<br />

Castañer que era mi tutor, me indicó que debía<br />

buscar un tema para investigar. No tardé mucho en<br />

encontrarlo. Haría mi tesis doctoral sobre el tema<br />

“Vida y obra de María Luisa Bombal” en una época<br />

en que todavía no comenzaba ese creciente interés<br />

por estudiarla que vino después con las tesis de<br />

investigación en las universidades norteamericanas<br />

y los libros de Hernán Vidal, Agata Gligo, Margorie<br />

Agosin y Lucía Guerra Cunningham entre otros.<br />

Le escribí en mi habitación del Colegio Mayor<br />

una carta a María Luisa Bombal contándole mi<br />

deseo de realizar una investigación en torno a su<br />

obra como tema de mi tesis doctoral. Al poco tiempo,<br />

recibí la respuesta de su puño y letra, escrita con<br />

bolígrafo azul, con esa caligrafía nerviosa que la caracterizaba<br />

y ese uso tan particular de los guiones:<br />

Señor Manuel Peña.<br />

Colegio Mayor N.S. de Guadalupe.<br />

Habitación 125. Av.Séneca 4.<br />

Madrid 3.<br />

España.<br />

Santiago, 24 agosto 1976.<br />

Yayo querido:<br />

¡Cuánto me emocionó tu carta de Madrid del 26 de<br />

mayo pasado! ¡Cuánto, tú no sabes! Ha sido un consuelo<br />

espiritual dentro del pesar y tristeza por las que<br />

he pasado últimamente. Mi mamá murió el 14 de junio<br />

pasado. Se fue en cuatro días - pulmonía doble - pero<br />

no sufrió y se veía muy linda y joven, muerta, cuando<br />

se la llevaron. También llevaba un semblante de paz<br />

muy grande y casi de dulzura. Bueno Yayo, yo estaba<br />

en Santiago y ella me tenía guardada tu carta que tanto<br />

aprecio y leo y releo para darme ánimos y sentirme<br />

una razón de ser. Estoy muy desanimada a ratos y atacada<br />

por la gran tentación de Satanás: la melancolía.<br />

Por favor, Yayo. ¡Pedirme el consentimiento<br />

para ocuparte de mi pequeña obra! Si más que consentimiento<br />

te doy las gracias y todo mi entusiasmo<br />

por ello. Ojalá no te haya desanimado el no recibir<br />

contestación inmediata mía. Mi único anhelo ha<br />

sido ser conocida y publicada en nuestra Madre Patria.<br />

¡Y ahora tú y tu valiosa ayuda ayudándome a<br />

conseguirlo! No puedes haberme dado una alegría y<br />

esperanza mayores. Y me siento orgullosa de ser presentada<br />

allá por el Profesor y escritor Manuel Peña.<br />

Me alegra aún sobremanera lo que me cuentas sobre<br />

tus estudios y además el enterarme que no olvidas<br />

tu libro mitológico. Va a ser grande. Sobretodo si los<br />

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