You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
gonistas) era de izquierda a derecha, luz, sombra, luz,<br />
sombra, luz. Lo que dejaba interferir o interpretar que<br />
las siluetas ya no se movían por el proscenio, sólo<br />
quietud, esa instancia artística que estira el argumento<br />
hasta sus límites con el objeto que en una sola acción<br />
soltara aquella tensión, como si fuera un elástico<br />
y azotar los extremos de los argumentos de frente y<br />
retorcerlos hasta hacer un pequeño ovillo, no obstante,<br />
de mil nudos y enredados en todas sus uniones.<br />
Sólo había quietud, una tregua de sombras, segundos<br />
hechos siglos se torno el tiempo en aquel taburete<br />
accidental; distancia entre las siluetas tan frágil<br />
y minúsculo, pero eterno como lo es una cucaracha<br />
¡chaz! Se rompió la distancia, la tensión, el silencio,<br />
la inmovilidad, la fragilidad y la eternidad, se enredaron<br />
los extremos y sólo hay una mano en alto y otra<br />
mano en una mejilla, la silueta golpeada cubrió su<br />
rostro con ambas manos, quizás para llorar y la otra<br />
silueta desapareció del recuadro. La ampolleta de 60<br />
watts se apagó y con ella la función.<br />
Los actores salieron por el patio y vieron al niño,<br />
a su único espectador, agazapado en el improvisado<br />
taburete; le tomaron de la mano diciéndole: “¡vamos<br />
al mall! El niño fue…<br />
La obra se acabó dejando al mensaje artístico<br />
como el único momento activo, trepanador del instante,<br />
para hacer un legado dentro del baúl de juguetes<br />
que es el recuerdo de aquel niño sentado sobre una<br />
vieja rueda, oliendo grasa rancia en un patio oscuro.<br />
Mauricio Saavedra<br />
<strong>Herencia</strong><br />
105