Utopía realizada Bután, el reino <strong>del</strong> dragón de trueno Es natural de la raza humana especular sobre el sitio ideal: el reino perfecto donde las alegrías son eternas, la edad no pasa y el rey es bondadoso. En su novela de los años treinta, James Hilton inventó un sitio así nombrándolo Shangri-La. Desde entonces, tal nombre quedó en el imaginario colectivo como sinónimo de utopía y felicidad máxima. Para mi sorpresa, Shangri-La existe no sólo en la ficción, sino verdaderamente enclavado en la cordillera de los Himalaya rodeando por China al norte e India al sur. Bután es el nombre de esta pequeña monarquía parlamentaria que apenas hace cuarenta años comenzó incipientemente a abrir sus puertas al mundo exterior. Su apertura ha sido tan gradual que no fue sino hasta 1998 que la televisión y el internet hicieron su aparición. Bután, con sus aproximadamente 800 mil habitantes, es quizá el último reducto en el mundo con escaso contacto con la cultura occidental y con toda una política de estado para asegurar que sus tradiciones, su cultura y sobre todo, la felicidad de sus habitantes se conserven permanentemente. Su aislamiento al resto <strong>del</strong> mundo les ha permitido mantener casi intacto su sistema de valores espirituales y morales, mismos que aseguran un nivel de vida muy superior al que supondría la pobre cifra de PIB per cápita de esta nación (apenas U$650, casi diez veces menos que el PIB per cápita mexicano). La política de estado persigue la acumulación de felicidad y no de riquezas, de ahí que desde hace más de una década, el rey ha enfocado sus esfuerzos por desarrollar el Gross National Happines (Felicidad Nacional Bruto) en contraposición <strong>del</strong> occidentalizado Gross Nacional Product (Producto Nacional Bruto). La población, mayormente rural y dedicada a la agricultura, vive de forma decorosa dividiendo su tiempo entre la producción de autoconsumo y la oración, meditación y goce de la vida. No hay pobreza extrema aparente en este pequeño reino, ni corrupción, ni cultura de la acumulación material. Simple y sencillamente, existe una población feliz con su cultura y su estilo de vida, rodeada de paisajes sólo hallados en cuentos de hadas. Es así, que conocer este sitio “utópico” se convirtió en necesidad imperante para quien escribe. Constatar y disfrutar un sitio donde la gran mayoría de la población viste su atuendo tradicional, un destino que sólo recibe 17 turistas diarios y que nos remonta al 8 • P E R S O N A E estilo de vida de la época feudal en China. Dedicamos 9 días para pasear y conocer lo más posible <strong>del</strong> Reino <strong>del</strong> Dragón de Trueno, como es conocido Bután en su lengua local. Programar un viaje a Bután toma un poco más de tiempo y dinero que a cualquier otro destino. El turismo está fuertemente regulado por el gobierno a fin que no rompa el equilibrio social, cultural y espiritual <strong>del</strong> país. De tal forma, que la obtención de visa, el pago <strong>del</strong> paquete y los boletos de avión, todo queda interrelacionado a la espera de un único permiso gubernamental que la agencia de viajes (en Bután) debe procurar. Todo este proceso requiere confianza y paciencia pues todo debe hacerse vía fax y transferencia bancaria. Sin embargo, dentro de todo, este servicio es relativamente eficiente. ¿Cuánto cuesta viajar a Bután? Mucho y sin grandes pretensiones. Como una forma de limitar el número de visitantes, el gobierno ha establecido una cuota única de U$200 diarios por persona (cifra que aumenta si se viaje en un grupo de menos de tres personas). Además, siendo Druk-Air la única aerolínea viajando al país, los vuelos son más bien limitados, quedando Delhi y Bangkok como los aeropuertos más convenientes para conectar hacia Bután. La llegada al único aeropuerto <strong>del</strong> país ya prometía el tipo de geografía que hallaríamos por todo el país. Ante la voz <strong>del</strong> capitán que decía “Estamos a punto de aterrizar. Favor de acatar las recomendaciones de cinturones de seguridad ajustados…” volteamos a la ventanilla de avión para verificar que nos hallábamos volando entre montañas, a escasos metros de ellas (no sobre ellas, sino entre ellas) de forma que podíamos ver los pájaros en las copas de los árboles. Segundos después el avión nos depositaba en un estrecho valle, una pequeña porción de tierra de no más de 3kms de anchura, rodeado de montañas superiores a los 3,500m. Thimphu La capital, Thimphu, está a cerca de dos horas <strong>del</strong> aeropuerto de Paro. Enclavada en un valle más pequeño que el de Paro y atravesado por un río, Thimphu ofrece un acercamiento a la arquitectura, cultura y sociedad de todo Bután. Lo más impactante es encontrar que todas las casas están decoradas de forma tradicional en un laberinto de colores y diseños en madera, incluso los nuevos edificios de departamentos guardan estos diseños. El edificio más característico de la arquitectura bhutanesa, y eje central para las vida e historia de la nación es el dzong. Fortalezas anteriormente, los dzong son ahora la sede de la administración gubernamental y eclesiástica de cada uno de los distritos en que se divide Bután. Es en el dzong de Thimphu donde se hallan las oficinas <strong>del</strong> Rey y <strong>del</strong> Je Gampo (máximo jerarca de la religión budista en Bután), pero también encontramos finos ejemplos <strong>del</strong> trabajo de decorado en madera que tan bien identifica a Bután. Lo masivo de tales fortalezas impidió en varias ocasiones las invasiones tibetanas, y es que Bután, nunca fue colonia ni dominio de potencia extranjera. Punakha Sin embargo, hasta hace pocos años, la sede de la capital era compartida con Punakha, que por su clima más benigno en invierno se convertía en capital de Bután. Aún ahora, en invierno recibe a todo el cuerpo monástico. Hoy, como desde hace cientos de años, Punakha no es más que un pueblito de no más de 2 mil personas con cientos de casas repartidas en las faldas de los cerros adyacentes. La actividad dentro <strong>del</strong> dzong durante nuestra visita era intensa, pues había más de 250 monjes dedicados a labores administrativas propias <strong>del</strong> budismo, a la meditación y la oración. Trongsa y su Tsechu Nuestro destino inmediato era otro pueblito de escasos mil habitantes, donde se llevaría a cabo el festival religioso llamado “tsechu”. Este festival, que se realiza de forma anual en todos los dzongs <strong>del</strong> país, es en honor a Guru Rinpoche, el santo que adoctrinara hace
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