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Gorki Máximo - Dias De Infancia.pdf - Biblioteca Revolucionaria

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Librodot Días de <strong>Infancia</strong> <strong>Máximo</strong> <strong>Gorki</strong><br />

Si pones el cuerpo tieso te duele mucho más; debes estar flojo y lacio, como si fueras<br />

de gachas. Y tampoco debes contener el aliento, sino respirar con todos tus pulmones<br />

y gritar todo lo que puedas. Fijate en esto, que es muy importante.<br />

-¿Es que me volverán a pegar? -pregunté yo.<br />

-¡Pues claro! -dijo el "Gitanillo" con toda ingenuidad-. ¡Claro que te volverán a<br />

pegar! ¡Y te pegarán muy a menudo!<br />

-¿Por qué?<br />

-Ya encontrará tu abuelo pretextos.<br />

Y mirando otra vez, receloso, a la puerta, prosiguió sus instrucciones:<br />

-Cuando te pegue de arriba a abajo y la vara caiga plana, debes quedarte quieto y<br />

flojo, como te decía; pero si te pega de lado y si tira de la vara hacia si, para levantarte<br />

el pellejo, entonces tienes que mover el cuerpo hacia él, siempre siguiendo la<br />

dirección de la vara, ¿comprendes? Así se aliviará la cosa.<br />

Y mirando ladinamente con los negros ojos bizcos, me dijo:<br />

-Yo sé de esas cosas más que el mismo jefe de Policía. Con mi pellejo, hijo mío,<br />

podrían hacerse guantes de manopla.<br />

Miré su animado semblante y pensé en los héroes de los cuentos que me habían<br />

contado mi abuela; en el zarevich Iván y en Ivanuska la Tonta.<br />

Capitulo III<br />

Cuando me levanté, no tardé en percatarme de que el "Gitanillo" ocupaba en la<br />

casa una posición muy especial: el abuelo no le chillaba tanto ni tan fuerte como a sus<br />

hijos, y cuando no estaba delante decía de él, sonriendo y moviendo la cabeza con<br />

satisfacción:<br />

-Bien sabe Dios que este Vania tiene manos de oro. Recordad lo que os digo:<br />

todavía ha de llegar a ser un gran hombre.<br />

Mis dos tíos se mostraban también corteses y afables con el "Gitanillo", sin<br />

gastarle nunca "bromas" como las que tan indicadas les parecían con Grigorii, el<br />

capataz. A éste, casi todas las noches le jugaban una mala pasada: le calentaban los<br />

ojos de las tijeras o le hincaban en el asiento un clavo de punta, o le ponían delante<br />

dos pedazos de tela de colores distintos, y como era medio ciego, se divertían a hurtadillas<br />

cuando las cosía y el abuelo le armaba una bronca.<br />

Un día, cuando el pobre viejo estaba echando su siesta después de comer en la<br />

cocina, en el escalón del hogar, le embadurnaron la cara con fucsina y el hombre<br />

anduvo así pintado mucho rato, con un semblante al propio tiempo pavoroso y<br />

grotesco. Sobre la cerrada barba gris resaltaban los oscuros cristales de las gafas,<br />

como dos manchas redondas. y la larga nariz pintada de rojo colgaba debajo de ellos,<br />

enteramente como una lengua. El ingenio de mis tíos era inagotable en estas<br />

ocurrencias, pero el capataz siempre toleraba sus bromas en silencio, o a lo sumo,<br />

refunfuñando en voz baja; y como medida de precaución, cada vez que tenía que tocar<br />

la plancha, las despabiladeras, el dedal o cualquier otro objeto metálico, se untaba los<br />

dedos con saliva. Esto llegó a ser su costumbre constante y hasta en la mesa procedía<br />

así con el tenedor y el cuchillo, sin darse por aludido al oír a los niños reírse. Pero<br />

cuando sus enemigos conseguían alguna que otra vez producirle un dolor, en su ancha<br />

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