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Gorki Máximo - Dias De Infancia.pdf - Biblioteca Revolucionaria

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Librodot Días de <strong>Infancia</strong> <strong>Máximo</strong> <strong>Gorki</strong><br />

que su marido y no me cabía en la cabeza que pudiera dominarla.<br />

-¿Es que tiene más fuerza que tú? -pregunté.<br />

-Más fuerza, no; pero sí más años. Y además, es mi marido. El ha de responder<br />

ante Dios de lo que me haga, y yo no tengo más remedio que soportarlo con paciencia<br />

y humildad.<br />

Era muy instructivo para mí el contemplarla cuando quitaba el polvo a los iconos y<br />

limpiaba su marco de metal. Las imágenes estaban provistas de abundantes adornos y<br />

la corona de rayos era de plata, incrustada de perlas y de gemas de colores. Levantaba<br />

cuidadosamente el cuadro de la pared, lo contemplaba risueña y decía conmovida:<br />

-¡Qué carita tan mona!<br />

Luego se santiguaba y besaba el cuadro.<br />

-Está muy empolvada y ahumada, la pobre Madre bondadosa, el consuelo de los<br />

afligidos. Mira, hijo mío, qué finas son las letras y qué pequeñas son las figuras; y<br />

cada una está separada de las otras. Esto se llama aquí "los doce días de fiesta", y en el<br />

centro está la Misericordiosa Madre de Dios de Feodorovsk. Y aquí dice: "No me<br />

llores, ¡oh Madre!, cuando me veas en el sepulcro".<br />

A veces, parecía jugar con los iconos tan sería y gravemente corno jugaba con sus<br />

muñecas la ingenua Catalina, la hija del tío Jacobo.<br />

No pocas veces veía diablos, en ocasiones varios juntos y otras aisladamente.<br />

-Una vez, en la época de los grandes ayunos, fui a casa de Rodolfo por la noche; la<br />

luna lucía clara y, de pronto, vi que el Maligno estaba sentado a horcajadas en el<br />

tejado, sobre la chimenea, y sorbía y resollaba. Era grande y muy peludo; no paraba<br />

de dar con la cola en el tejado y escarbaba y se bamboleaba sin cesar. Yo le hice la<br />

cruz y dije: "¡Mira, el Señor resucitará y sus enemigos se dispersarán como el polvo!".<br />

Entonces, profirió un leve gemido, se tiró del tejado al patio, dando un salto mortal y,<br />

en efecto, se deshizo en polvo. Probablemente en casa de Rodolfo habían comido<br />

carne aquel día, aunque era vigilia, y él lo había olido y se alegraba.<br />

Me reí al figurarme como se tiraba el diablo desde el tejado dando un salto mortal,<br />

y también la abuela sonrió, diciendo:<br />

-En ocasiones son descaradísimos, materialmente como los niños chicos. Un día<br />

tenía yo, en la caseta de baño, una colada grande, que me duró hasta media noche. <strong>De</strong><br />

pronto se abrió la puertecita de la estufa del baño y se precipitó fuera toda una legión<br />

de diablillos, a cual más pequeño, rojos, verdes y negros como cucarachas. Yo quise<br />

irme a la puerta, pero no la pude alcanzar, pues me caí en medio de aquellos<br />

arrapiezos. El cuarto de baño estaba atestado de ellos y no me dejaban ni rebullir; se<br />

me metían entre los pies y me acosaban de tal manera, que ni siquiera podía<br />

persignarme. Eran peludos, suaves y calientes como gatitos, solo que andaban sobre<br />

las patas traseras; corrían de un lado a otro como unos sinvergüenzas y tenían<br />

dientecitos de ratón, y ojos verdes, y colitas como los lechones, y los cuernos no les<br />

habían salido aún del todo, sino que eran nada más que unas puntitas en la cabeza. Por<br />

último, me desmayé, y cuando recobré el sentido apenas alumbraba la luz y el agua de<br />

la artesa se me había quedado fría; pero la ropa blanca estaba en el suelo muy bien<br />

lavada. ¡Ah, diablillos malos!, pensé ¿por qué no se lo comerán los ratones?<br />

Yo habia cerrado los ojos y veía cómo de las abiertas fauces del agujero del horno,<br />

entre las piedras grises, brotaba el melenudo y polícromo enjambre de diablillos,<br />

cómo llenaban la caseta de baño, cómo apagaban las velas y sacaban como unos<br />

desvergonzados las menudas lenguas de color de rosa. También esto excitaba la risa,<br />

pero al propio tiempo tenia algo de horripilante. Mi abuela meneaba la cabeza, callaba<br />

un rato y luego proseguía muy animada:<br />

-Otra vez vi también, cara a cara, a los espíritus del Invierno. Era de noche, en<br />

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