Gorki Máximo - Dias De Infancia.pdf - Biblioteca Revolucionaria
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Librodot Días de <strong>Infancia</strong> <strong>Máximo</strong> <strong>Gorki</strong><br />
en la abundancia, se ha vuelto avaro en su vejez; tiene más amor al dinero que a sus<br />
hijos, y por eso se alegra cuando obtiene algo gratis. Sí; y Mijailo y Jacobo…<br />
Hizo un ademán que, indudablemente, quería decir lo poco bueno que podía<br />
esperarse de sus hijos, y después de estarse callada un rato, prosiguió con acento<br />
gruñón, mirando la abierta caja de rapé:<br />
-Estas son cosas muy desagradables, hijo mío, que nosotros dos no entendemos. Si<br />
alguna vez cogen a Vania hurtando, lo matarán a palos...<br />
Al día siguiente rogué a "Gitanillo" que no robara más, porque de lo contrario lo<br />
matarían a palos.<br />
-¡Oh, no me atraparán! Para eso soy listo y hábil, y "Scharap" es todavía más listo<br />
que yo -me dijo sonriendo; pero en seguida volvió a tomar un tono grave-. Ya sé que<br />
el robar es pecado y, además, peligroso. Yo sólo lo hago por aburrimiento. Además,<br />
tampoco puedo ahorrar, porque tus tíos me lo quitan todo durante la semana. Siempre<br />
se lo llevan, y yo no me aflijo. ¡Con tal de tener la tripa llena!...<br />
Súbitamente me cogió en brazos y me zarandeó con suavidad.<br />
-Eres ligero y tierno, pero tienes los huesos fuertes... Llegarás a ser un hombre<br />
robusto. ¿Quieres un consejo? Aprende a tocar la guitarra; pídele al tío Jacobo que te<br />
enseñe. Claro que eres todavía muy pequeño, y ahora no podría ser. Pequeño, pero<br />
testarudo... ¿Verdad? Tú no quieres a tu abuelo.<br />
-No lo sé.<br />
-Yo no puedo sufrir tampoco a ningún Kachirin. Así cargue el diablo con ellos.<br />
¡Sólo quiero a la abuela!<br />
-¿Y a mí?<br />
-Tú no eres Kachirin, sino Pieskov; otra sangre, otra ascendencia...<br />
Y de repente, me apretó contra su pecho y me dijo, gimiendo casi:<br />
-¡Ah, si yo tuviera una voz bonita, Dios mío! ¡Volvería loca a la gente! Ahora vete,<br />
chiquillo, que tengo que trabajar.<br />
Me dejó escurrirme al suelo, se echó en la boca un puñado de tachuelas y empezó a<br />
tender un pedazo húmedo de tela negra sobre una tabla grande y cuadrada y a<br />
sujetarlo con ellas.<br />
Voy a contar en seguida su prematuro fin, que sobrevino de este modo.<br />
En el patio, junto al portalón, había apoyada en la valla una gran cruz de roble, con<br />
un extremo de tronco grueso y ramificado. Hacía muchísimo tiempo que estaba allí.<br />
Yo me había fijado en ella apenas llegué a la casa; entonces estaba más fresca, más<br />
amarilla de color, y durante el otoño las lluvias la habían oscurecido mucho. Exhalaba<br />
un olor acre a tanino, y en el estrecho y sucio patio parecía estar totalmente de sobra.<br />
El tío Jacobo había comprado aquella cruz para ponerla en el sepulcro de su mujer;<br />
había hecho voto de llevarla a hombros hasta el cementerio el día del aniversario de la<br />
muerte de su esposa. Aquel año cayó el aniversario en un sábado de principios de<br />
invierno; hacía viento, helaba, y de los tejados caía la nieve. Todos salieron de la casa<br />
al patio. Los abuelos, con sus tres nietos, habían salido por delante hacia el<br />
cementerio, para asistir a un oficio de difuntos; a m¡ me habían dejado en casa en<br />
castigo de no sé qué diablura. Mis tíos, vestidos ambos con pellizas iguales, cortas y<br />
negras, levantaron la cruz del suelo y se pusieron uno debajo de cada brazo; Grigorii y<br />
otro levantaron con esfuerzo el pesado larguero por su extremo y lo cargaron todo en<br />
las anchas espaldas de "Gitanillo". Este empezó a vaciar y abrió mucho las piernas.<br />
-¿Podrás llevarla? -preguntó Grigorii.<br />
-No lo sé; un poco pesada es...<br />
Mi tío Mijailo gritó, enfadado, al capataz:<br />
-¡Abre la puerta, cegato del demonio!<br />
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