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Gorki Máximo - Dias De Infancia.pdf - Biblioteca Revolucionaria

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Librodot Días de <strong>Infancia</strong> <strong>Máximo</strong> <strong>Gorki</strong><br />

haber encontrado a Vania, porque siempre me han gustado mucho los pequeños. Lo<br />

dejamos, pues, en casa y lo bautizamos, y el chico creció y se hizo un real mozo. Al<br />

principio, yo le llamaba el abejorro, porque a veces zumbaba de un modo raro,<br />

enteramente como un abejorro; se arrastraba por todos los cuartos y zumbaba,<br />

zumbaba. Pero tú, quiérele mucho, Alioska, porque es un alma buena y sencilla.<br />

Yo lo quería de veras y a veces le admiraba tanto, que me quedaba petrificado de<br />

asombro.<br />

Los sábados, cuando el abuelo después de castigar a los niños que habían hecho<br />

alguna barrabasada durante la semana, se iba al oficio de la tarde, empezaba en la<br />

cocina una vida de indescriptible alegría: "Gitanillo" cogía detrás del hogar unas<br />

cuantas cucarachas negras y enormes, hacia rápidamente con hilos una especie de<br />

arneses, recortaba un trineo de papel y pronto por la mesa amarilla y muy limpia<br />

empezaba a correr una cuadriga de corceles, que Venia dirigía con una varilla<br />

delgada, exclamando alegremente:<br />

-¡Hala! ¡Ahora van a recoger al obispo!<br />

Luego, pegaba al dorso de la quinta cucaracha un pedacito de papel, la hacia correr<br />

detrás del trineo y decía:<br />

-Se les ha olvidado la cebadera. Ahora, el fraile la tiene que llevar detrás de ellos.<br />

¡Hala, tú!<br />

Tomaba el sexto bicho, le ataba las patas y lo soltaba; la cucaracha, dando siempre<br />

con la cabeza contra la mesa, se arrastraba lentamente, y Vania batía palmas y<br />

exclamaba:<br />

-¡El sacristán sale de la taberna para ir a misa!<br />

Nos presentaba ratones que, a una orden suya, se sentaban sobre las patas traseras y<br />

andaban, arrastrando de un modo cómico las largas colas y mirando astutamente con<br />

las negras cuentas de cristal de sus brillantes ojillos. Con sus ratones tenía Vania gran<br />

cuidado; los llevaba en el seno de la camisa, les dejaba tomar azúcar de su boca, les<br />

daba besos y decía, en tono de gran convencimiento:<br />

-El ratón es un animal muy listo y cariñoso y el espíritu de la casa; yo le quiero<br />

mucho. Al que da de comer a los ratones, le protege el espíritu.<br />

Hacía toda clase de juegos de manos con naipes y monedas, chillaba más fuerte<br />

que todos los chicos juntos y en todo se portaba como una verdadera criatura. Una<br />

vez, los chicos se pusieron a jugar con él a los naipes, y "Gitanillo" perdió dos veces<br />

seguidas. Esto le puso muy triste; contrajo, ofendido, la boca, dejó el juego y luego se<br />

lamentó conmigo, arrugando la nariz.<br />

-Sé que se han puesto de acuerdo contra mi. Se han hecho señas y se han dado<br />

cartas por debajo de la mesa. ¿Es eso jugar? Yo sé hacer trampas mejor que ellos.<br />

Tenía entonces, diecinueve años. Me acuerdo de él, con especial viveza, al recordar<br />

las tardes de los domingos, en que la casa estaba muy alegre. Cuando el abuelo y el tío<br />

Mijailo habían salido para hacer cualquier visita, mi tío Jacobo, el del pelo crespo y<br />

desgreñado, se presentaba en la cocina con la guitarra, y la abuela mandaba traer té y<br />

una merienda abundante. También ponían aguardiente sobre la mesa, en una gran<br />

botella verde, cuyo fondo estaba adornado ingeniosamente con flores rojas de cristal<br />

fundido. "Gitanillo", con su traje dominguero, danzaba como una peonza alrededor de<br />

la mesa; el capataz, avanzando los hombros, se calaba lentamente en la nariz ¡as<br />

grandes gafas oscuras y recorría la habitación, y la menuda y rechoncha niñera<br />

Yevgueniya, la de la cara cacarañosa, los ojos ladinos y la voz de trompeta, se colaba<br />

también en la cocina. A veces, se presentaba, además, el melenudo sacristán de la<br />

iglesia de la Ascensión, con algunos conocidos de mala catadura, que tenían aspecto<br />

de lucios y renacuajos.<br />

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