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Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2

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heridas para descargar otro mandoble, y sintió con satisfacción cómo se abría la carne<br />

de la víctima.<br />

Entonces el drow avanzó contra los corbis, lanzando estocadas desde todos los<br />

ángulos posibles.<br />

Herido una docena de veces antes de haber podido lanzar un zarpazo, el primer<br />

corbi murió antes de tocar el suelo. Después cayeron un segundo y un tercero. Cuando<br />

Drizzt los obligó a retroceder hasta una parte más ancha de la pasarela, lo atacaron en<br />

grupos de tres.<br />

Murieron en grupos de tres.<br />

—Acaba con ellos, elfo oscuro —murmuró Belwar, al ver que por fin su amigo<br />

entraba en acción.<br />

<strong>El</strong> corbi que se disponía a lanzarse sobre el capataz volvió la cabeza para ver qué<br />

había llamado la atención del rival. Cuando miró otra vez al frente, recibió en el rostro<br />

el golpe de la mano-martillo. Trozos del pico saltaron en todas las direcciones, y el<br />

infortunado corbi fue el primero de su especie en volar en varios milenios de evolución.<br />

En su corta excursión aérea empujó a sus compañeros, apartándolos del enano, y luego<br />

aterrizó muerto, a varios metros de Belwar.<br />

<strong>El</strong> enfurecido enano no había acabado aún con el rival. Echó a correr y lanzó al<br />

vacío al único corbi que salió a su encuentro. Cuando llegó junto al hombre-pájaro sin<br />

pico, Belwar le clavó la mano-pica en el pecho y lo levantó en el aire con un solo brazo,<br />

al tiempo que soltaba un grito estremecedor.<br />

Los demás corbis vacilaron. Belwar miró a Drizzt, y el corazón le dio un vuelco.<br />

Una veintena de corbis se amontonaban en la parte más ancha de la pasarela<br />

donde el elfo se había hecho fuerte. Una docena de muertos yacían a sus pies, y la<br />

sangre que se derramaba por el borde provocaba estallidos en el lago de ácido cada vez<br />

que una gota tocaba la superficie. Pero no era el número de enemigos lo que preocupaba<br />

a Belwar, pues resultaba evidente que Drizzt, gracias a su increíble pericia en el manejo<br />

de las armas, llevaba las de ganar. Sin embargo, en las alturas otro corbi y su piedra<br />

habían iniciado un descenso suicida.<br />

Belwar comprendió que Drizzt estaba a punto de morir.<br />

<strong>El</strong> cazador advirtió el peligro.<br />

Un corbi intentó sujetar al drow, pero las cimitarras relampaguearon, y los dos<br />

brazos del hombre-pájaro cayeron al suelo. En el mismo movimiento, Drizzt devolvió<br />

las armas ensangrentadas a las vainas y corrió hacia el borde de la plataforma. Con un<br />

salto prodigioso voló hacia Belwar, mientras el corbi suicida montado en la roca se<br />

estrellaba en el suelo y arrastraba con él al lago de ácido buena parte de la pasarela junto<br />

con una veintena de sus congéneres.<br />

Belwar arrojó su trofeo a los corbis que tenía delante y se dejó caer de rodillas,<br />

con la mano-pica extendida en un intento por ayudar al amigo. Drizzt consiguió<br />

sujetarse de la mano del capataz y del borde al mismo tiempo, aunque no pudo evitar<br />

que su rostro chocara contra la piedra.<br />

<strong>El</strong> golpe desgarró el piwafwi, y Belwar observó impotente cómo la estatuilla de<br />

ónice saltaba del bolsillo y caía hacia el ácido.<br />

Drizzt la atrapó entre los pies.<br />

Belwar casi se echó a reír ante la inutilidad de tantos esfuerzos. Miró por encima<br />

del hombro y vio a los corbis que reanudaban el avance.<br />

—¡Balancéame! —gruñó Drizzt con tal tono de mando que Belwar lo obedeció<br />

antes de darse cuenta de lo que hacía.<br />

<strong>El</strong> drow se apartó de la pared y después, impulsado por el movimiento pendular,<br />

se acercó a gran velocidad a la pasarela. Al aproximarse al borde utilizó todos los<br />

músculos del cuerpo para añadir potencia al salto.<br />

En cuanto consiguió encaramarse, rodó por el suelo para situarse detrás del

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