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Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2

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Aventuras, aventuras, aventuras<br />

—¿Lo has preparado? —le preguntó Drizzt a Belwar cuando el capataz se reunió<br />

con él en el sinuoso pasaje.<br />

—He hecho el hoyo del fogón —contestó Belwar, golpeando orgulloso las<br />

manos de mithril sin hacer demasiado ruido—. Dejé las mantas arrugadas en un rincón<br />

y rasqué con las botas por todas partes. Tu bolsa está en un lugar donde no costará<br />

mucho encontrarla. Incluso dejé unas cuantas monedas de plata entre las mantas; no<br />

creo que vaya a necesitarlas.<br />

<strong>El</strong> enano acompañó estas últimas palabras con una risita, pero Drizzt pudo ver<br />

que a su amigo le dolía haberse desprendido del metal precioso.<br />

—Un buen engaño —lo felicitó Drizzt, para hacerle olvidar el sacrificio.<br />

—¿Y tú qué has hecho, elfo oscuro? —dijo Belwar—. ¿Has oído o visto algo?<br />

—Nada —respondió Drizzt. Señaló uno de los túneles—. He enviado a<br />

Guenhwyvar para que explore la zona. Si hay alguien, no tardaremos en saberlo.<br />

—Buena idea —comentó Belwar—. Montar un falso campamento bien lejos de<br />

Blingdenstone mantendrá a tu madre apartada de mi gente.<br />

—Y quizá convenza a mi familia de que todavía estoy en la región y que no<br />

tengo la intención de marcharme —añadió Drizzt, esperanzado—. ¿Has pensado adonde<br />

iremos?<br />

—Da igual cualquier camino —repuso el enano, abriendo los brazos—. No hay<br />

ninguna ciudad cercana, excepto las nuestras. Al menos, que yo sepa.<br />

—Entonces, vayamos hacia el oeste —propuso Drizzt—. Rodearemos<br />

Blingdenstone y nos adentraremos en las profundidades, en la dirección opuesta a<br />

Menzoberranzan.<br />

—Bien pensado —dijo el capataz.<br />

Belwar cerró los ojos y se concentró en las emanaciones de la piedra. Como<br />

muchas otras razas de la Antípoda Oscura, los enanos podían distinguir las variaciones<br />

magnéticas de la piedra, una capacidad que les permitía seguir el rumbo con tanta<br />

precisión como un habitante de la superficie que se guiara por el sol. Al cabo de unos<br />

instantes, Belwar asintió y señaló el túnel adecuado.<br />

—Por allí se va al oeste —manifestó el enano—. Vamos, deprisa. Cuanta más<br />

distancia nos separe de tu madre, más seguros estaremos todos.<br />

Hizo una pausa para mirar a Drizzt durante un rato mientras pensaba si la<br />

próxima pregunta no sería una intromisión en los asuntos privados de su nuevo amigo.<br />

—¿Qué ocurre? —le preguntó éste al ver la inquietud del enano.<br />

Belwar decidió arriesgarse, sólo para descubrir hasta qué punto había llegado la<br />

intimidad entre ellos dos.<br />

—Cuando te enteraste de que tú eras la causa de la actividad drow en los túneles<br />

orientales —dijo el enano, sin rodeos—, me pareció ver que te temblaban las rodillas.<br />

<strong>El</strong>los son tu familia, elfo oscuro. ¿De verdad son tan terribles?

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