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Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2

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aquí.<br />

—¿Qué quieres? —preguntó el enano, impaciente.<br />

—Un enano —contestó Drizzt—. Creo que de esta ciudad. Sí, tenía que ser de<br />

—¿Conoces a alguien de mi gente, elfo oscuro? —inquirió el svirfnebli,<br />

acercándose a la silla de piedra—. Dime el nombre.<br />

—No lo sé —respondió el drow—. Yo formaba parte de una patrulla, hace años,<br />

quizás una década. Luchamos contra un grupo de svirfneblis que habían entrado en<br />

nuestra región. —Hizo una mueca al ver que el enano fruncía el entrecejo pero no calló,<br />

consciente de que aquel superviviente podía ser la única esperanza de salvación—.<br />

Recuerdo que sólo sobrevivió un enano y que regresó a Blingdenstone.<br />

—¿Cómo se llamaba? —insistió el svirfnebli, colérico, con los brazos cruzados<br />

sobre el pecho y golpeando el suelo con la contera de la bota.<br />

—No lo recuerdo —admitió Drizzt.<br />

—Entonces ¿a qué viene todo esto? —gruñó el enano—. Pensaba que eras<br />

diferente de...<br />

—Perdió las manos en la batalla —lo interrumpió Drizzt, empecinado—. Por<br />

favor, tienes que conocerlo.<br />

—¿Belwar? —respondió el enano, en el acto. <strong>El</strong> nombre refrescó la memoria del<br />

drow.<br />

—¡Belwar Dissengulp! —gritó Drizzt—. ¡Entonces está vivo! Quizás él pueda<br />

recordar...<br />

—¡Jamás olvidará aquel día aciago, elfo oscuro! —afirmó el enano casi sin<br />

poder controlar la furia—. ¡Nadie de Blingdenstone olvidará aquel día tan funesto!<br />

—Llámalo. Busca a Belwar Dissengulp —suplicó Drizzt.<br />

<strong>El</strong> enano caminó hacia la puerta sin dejar de sacudir la cabeza ante las continuas<br />

sorpresas del elfo oscuro.<br />

La puerta se cerró con el ruido de una lápida, y Drizzt volvió a estar solo.<br />

Mientras reflexionaba sobre la mortalidad intentó no hacerse demasiadas esperanzas.<br />

—¿Pensabas que podía hacerte algún mal? —le decía Malicia a Rizzen cuando<br />

Dinin entró en la antecámara de la capilla—. Aquello no fue más que un engaño para no<br />

despertar las sospechas de SiNafay Hun'ett.<br />

—Muchas gracias, madre matrona —respondió Rizzen, mucho más tranquilo.<br />

Se apartó del trono de Malicia sin dejar de hacer reverencias a cada paso.<br />

—Nuestras semanas de trabajo han dado su fruto —anunció Malicia a todos los<br />

presentes—. ¡Zin-carla está acabado!<br />

Dinin se frotó las manos, entusiasmado. Sólo las mujeres de la familia habían<br />

visto el producto de su trabajo. A una seña de Malicia, Vierna se acercó a una cortina en<br />

el extremo de la sala y la corrió. Allí se erguía Zaknafein, el maestro de armas; ya no era<br />

un cadáver en descomposición sino que mostraba el mismo aspecto lozano que había<br />

tenido en vida.<br />

Dinin se balanceó sobre los talones cuando el maestro de armas avanzó para<br />

colocarse delante de la matrona Malicia.<br />

—Tan guapo como siempre, mi querido Zaknafein —le dijo Malicia,<br />

complacida.<br />

<strong>El</strong> espectro no respondió.<br />

—Y más obediente —añadió Briza.<br />

<strong>El</strong> comentario provocó las carcajadas de las demás mujeres.<br />

—¿Esto..., él... perseguirá a Drizzt? —se atrevió a preguntar Dinin aunque sabía<br />

muy bien que no tenía permiso para hablar.<br />

Malicia y las demás estaban demasiado interesadas en Zaknafein y pasaron por<br />

alto la falta del hijo mayor.

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