Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2
Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2
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que antes para sobrevivir a solas en las profundidades de la Antípoda Oscura? ¿Has<br />
olvidado el riesgo de la soledad?<br />
—No estaré en la Antípoda Oscura —manifestó Drizzt.<br />
—¿Acaso piensas volver con tu gente? —gritó Belwar, tan sorprendido y fuera<br />
de sí, que se puso de pie y arrojó el taburete contra la pared.<br />
—¡No, nunca! —respondió Drizzt, con una carcajada—. Nunca más volveré a<br />
Menzoberranzan a menos que me lleven sujeto por las cadenas de la matrona Malicia.<br />
<strong>El</strong> capataz buscó el taburete y se sentó, intrigado.<br />
—Tampoco me quedaré en la Antípoda Oscura —explicó Drizzt—. Éste es el<br />
mundo de Malicia, más adecuado para el negro corazón de un auténtico drow.<br />
Belwar intuyó los propósitos del compañero, pero no podía dar crédito a sus<br />
oídos.<br />
—¿De qué hablas? —preguntó—. ¿Adonde pretendes ir?<br />
—A la superficie —respondió Drizzt muy tranquilo.<br />
Belwar volvió a levantarse y esta vez el taburete voló todavía más lejos.<br />
—Ya estuve allí una vez —añadió Drizzt, sin inmutarse por el comportamiento<br />
de Belwar—. Participé en una incursión drow que acabó en una masacre. Recordar las<br />
acciones de mis compañeros todavía me produce un dolor muy profundo. Los olores del<br />
mundo de la superficie y la frescura del viento no me asustan.<br />
—La superficie —murmuró Belwar, con la cabeza gacha y la voz convertida en<br />
un gemido—. Magga cammara, nunca se me ocurrió ir allí. No es lugar para un<br />
svirfnebli. —De pronto Belwar descargó un puñetazo contra la mesa y miró a su<br />
compañero, con una sonrisa decidida—. Pero si Drizzt va, entonces Belwar estará a su<br />
lado.<br />
—Drizzt irá solo —replicó el drow—. Como tú mismo acabas de decir, la<br />
superficie no es lugar para un svirfnebli.<br />
—Ni para un drow —señaló el enano.<br />
—No encajo en lo que se supone que es un drow —replicó Drizzt—. Mi corazón<br />
no es el suyo, ni su casa es la mía. ¿Hasta cuándo tendré que recorrer los túneles para<br />
verme libre del odio de mi familia? Y si, al escapar de Menzoberranzan, tropiezo con<br />
alguna de las otras grandes ciudades de los elfos oscuros, Ched Nasad o cualquiera de<br />
las demás, ¿no se sumarán a la caza para cumplir los deseos de la reina araña que quiere<br />
mi cabeza? No, Belwar, no encontraré paz debajo de los techos de este mundo cerrado.<br />
Tú, en cambio, nunca serías feliz apartado de la piedra de la Antípoda Oscura. Tu lugar<br />
está aquí, un lugar de honor entre tu gente.<br />
Belwar permaneció en silencio un buen rato, digiriendo todo lo que Drizzt había<br />
dicho. Habría seguido a su amigo al fin del mundo si él lo hubiera deseado, pero de<br />
verdad no quería abandonar la Antípoda Oscura. Tampoco podía oponerse a las<br />
intenciones de Drizzt. Un elfo oscuro podría pasar muchas penurias en la superficie,<br />
pero ¿serían más terribles que los sufrimientos que le aguardaban en la Antípoda<br />
Oscura?<br />
<strong>El</strong> svirfnebli metió una mano en el bolsillo y sacó el broche luminoso.<br />
—Llévalo contigo, elfo oscuro —dijo con voz suave, arrojándoselo—, y no te<br />
olvides de mí.<br />
—Ni por un solo día de los siglos que me toquen vivir —prometió el drow—. Ni<br />
uno solo.<br />
La semana transcurrió demasiado rápida para Belwar, que no quería ver marchar<br />
a su amigo. <strong>El</strong> capataz sabía que nunca más volvería a ver a Drizzt, pero comprendía la<br />
sensatez de la decisión. Como correspondía a un amigo, Belwar asumió la<br />
responsabilidad de abastecer a Drizzt. Lo llevó a los mejores artesanos de<br />
Blingdenstone y pagó las provisiones de su propio bolsillo.