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Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2

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—Tu madre pidió el zin-carla —exclamó Jarlaxle, irritado—. Es el mayor regalo<br />

de Lloth, y sólo se da para que la reina araña obtenga a cambio un gran placer. La<br />

matrona Malicia conocía el riesgo cuando solicitó el zin-carla. Sin duda comprendes,<br />

hijo mayor, que los espectros se conceden para el cumplimiento de una tarea específica.<br />

—¿Y cuáles son las consecuencias del fracaso? —preguntó Dinin con<br />

brusquedad, casi tan alterado como el mercenario.<br />

La incrédula mirada de Jarlaxle fue una respuesta la mar de elocuente.<br />

—¿De cuánto tiempo dispone Zaknafein? —insistió Dinin.<br />

Jarlaxle encogió los hombros sin comprometerse y respondió con otra pregunta.<br />

—¿Quién puede saber los planes de Lloth? —dijo—. La reina araña puede ser<br />

muy paciente, si la ganancia justifica la espera. ¿Tanto vale Drizzt? —Una vez más el<br />

mercenario encogió los hombros—. Eso es algo que únicamente Lloth puede decidir.<br />

Dinin observó a Jarlaxle durante un buen rato, hasta convencerse de que el<br />

mercenario no tenía nada más que agregar. Entonces buscó su montura y se cubrió la<br />

cabeza con la capucha. En cuanto se acomodó en la silla, volvió la cabeza con la<br />

intención de hacer un último comentario, pero el mercenario y los guardias se habían<br />

esfumado.<br />

—Bivrip! —gritó Belwar para completar el hechizo.<br />

<strong>El</strong> capataz golpeó las manos metálicas entre sí, y esta vez casi no sintió dolor.<br />

Una lluvia de chispas voló por los aires cuando chocaron las manos, y el amo de Belwar<br />

aplaudió entusiasmado. No podía esperar un segundo más para ver a su gladiador en<br />

acción. Buscó un objetivo y vio el hueco de la nueva habitación a medio excavar. Una<br />

serie de instrucciones telepáticas invadieron la mente del svirfnebli cuando el illita le<br />

transmitió las dimensiones y el diseño que deseaba para la habitación.<br />

Belwar no perdió ni un instante. Poco seguro de la fuerza del hombro herido, el<br />

que guiaba la mano-martillo, empleó la mano-pica. La piedra estalló en una nube de<br />

polvo como consecuencia del golpe mágico, y el desollador inundó de placer los<br />

pensamientos del enano. ¡Ni la coraza de un oseogarfio podía resistir semejante<br />

impacto!<br />

<strong>El</strong> amo de Belwar reforzó las instrucciones que le había dado, y después se retiró<br />

a otro cuarto a estudiar. Abandonado a su trabajo, tan parecido al que había realizado<br />

durante casi un siglo de vida, Belwar comenzó a pensar.<br />

No surgió nada especial en los pocos pensamientos coherentes del capataz; la<br />

necesidad de satisfacer al amo illita era lo más importante de sus movimientos. No<br />

obstante, por primera vez desde la captura, Belwar pensó.<br />

¿Quién era? o ¿qué propósito tenía?<br />

La canción mágica de sus manos de mithril sonó otra vez en su mente y se<br />

convirtió en el foco de su decisión inconsciente de escapar de la confusión provocada<br />

por las insinuaciones de los captores.<br />

—Bivrip? —repitió.<br />

La palabra despertó un recuerdo más reciente: la imagen de un elfo oscuro, de<br />

rodillas y dedicado a masajear al cerebro-dios de los desolladores.<br />

—¿Drizzt? —murmuró Belwar, pero el nombre se perdió en el estruendo del<br />

siguiente martillazo dado para cumplir con las órdenes del amo.<br />

La habitación debía ser perfecta.<br />

Un trozo de carne se sacudió debajo de la mano negra, y una oleada de angustia<br />

originada por el cerebro central de la comunidad desolladura invadió a Drizzt. La única<br />

respuesta emocional del drow fue una profunda tristeza, porque no podía soportar el<br />

más mínimo sufrimiento del cerebro. Sus dedos masajearon y acariciaron; Drizzt cogió

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