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Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2

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7<br />

Muy honorable capataz<br />

—Muchas gracias por haber venido, muy honorable capataz —dijo uno de los<br />

enanos reunidos fuera de la pequeña habitación que encerraba al prisionero drow.<br />

Todo el grupo de ancianos saludó con una reverencia la llegada del capataz.<br />

Belwar Dissengulp hizo una mueca ante el gracioso recibimiento. No conseguía<br />

acostumbrarse a los muchos honores que su gente le dispensaba desde aquel día infausto<br />

hacía más de una década, cuando los elfos oscuros habían descubierto al grupo de<br />

mineros en los corredores al este de Blingdenstone, cerca de Menzoberranzan. Mutilado<br />

y casi muerto por la pérdida de sangre, Belwar había conseguido regresar a<br />

Blingdenstone como el único superviviente de la expedición.<br />

<strong>El</strong> grupo se apartó para dejar paso a Belwar, de modo que pudiese ver el interior<br />

de la habitación y al drow. Para los prisioneros encadenados a la silla, la habitación<br />

circular era como una cueva de piedra sin otra abertura que la puerta reforzada con<br />

hierros. Pero en realidad había una ventana, invisible gracias a un hechizo que tampoco<br />

dejaba pasar ningún sonido, que permitía a los svirfneblis mantener sometidos a los<br />

prisioneros a una vigilancia constante.<br />

—Es un drow —declaró el capataz con voz resonante, aunque con una cierta<br />

preocupación en el tono, después de observar a Drizzt durante unos momentos. No tenía<br />

muy claro para qué lo habían hecho acudir—. Es igual a cualquier otro elfo oscuro.<br />

—<strong>El</strong> prisionero afirma que os conoció en la Antípoda Oscura —le informó uno<br />

de los ancianos. Su voz apenas era un susurro, y miró al suelo mientras completaba la<br />

frase—. <strong>El</strong> día de la gran pérdida.<br />

Belwar frunció el entrecejo al escuchar la mención. ¿Hasta cuándo tendría que<br />

revivirlo?<br />

—Quizá —dijo Belwar sin darle importancia—. No distingo a un elfo oscuro de<br />

otro, y tampoco me interesa intentarlo.<br />

—De acuerdo —manifestó el anciano—. Todos se parecen.<br />

Mientras hablaba el anciano, Drizzt se volvió hacia la ventana y los miró de<br />

frente, aunque no podía ver ni oír más allá del hechizo.<br />

—Tal vez recordáis su nombre, capataz —señaló otro svirfnebli, que hizo una<br />

pausa al ver el súbito interés de Belwar por el drow.<br />

La habitación circular estaba a oscuras y, en estas condiciones, los ojos de una<br />

criatura que utilizaba la visión infrarroja brillaban con toda claridad. Por lo general, los<br />

ojos aparecían como puntos de luz roja, pero no era éste el caso de Drizzt Do'Urden.<br />

Incluso en el espectro infrarrojo, los ojos del drow tenían un brillo lila.<br />

Belwar recordaba esos ojos.<br />

—Magga cammara —exclamó Belwar—. Drizzt —murmuró en respuesta a la<br />

pregunta del enano.<br />

—¡Lo conocéis! —gritaron varios svirfneblis. Belwar levantó los brazos; uno de<br />

los muñones tenía implantada la cabeza de una pica, el otro la cabeza de un martillo.

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