Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2
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Ahora volvía a ocupar la posición de honor que le correspondía por ser la hija<br />
mayor de la casa Do'Urden.<br />
¡Muy astuto! —transmitió la doncella a la mente de Malicia—. ¡Nos has<br />
complacido!<br />
En aquel instante, el cadáver animado cayó al suelo como si no tuviese huesos.<br />
Malicia miró a la doncella y puso manos a la obra.<br />
—¡Deprisa! ¡Poned a Zaknafein en el ara! —ordenó a las hijas menores.<br />
Sin perder un segundo, las dos apartaron sin miramientos los cuerpos de Rizzen<br />
y SiNafay para colocar en su sitio a Zaknafein.<br />
Por su parte, Briza comenzó a ordenar con mucho cuidado los numerosos<br />
frascos de ungüentos preparados para la ocasión. La fama de los ungüentos de Malicia<br />
se enfrentaba a una dura prueba.<br />
—¿Zin-carla? —preguntó la madre matrona con la mirada puesta en la doncella.<br />
¡No has recuperado el favor de Lloth! —respondió la doncella, con tanta fuerza<br />
que Malicia cayó de rodillas. Se llevó las manos a la cabeza, convencida de que el<br />
cráneo le estallaría por la presión. Poco a poco disminuyó el dolor—. Pero hoy has<br />
complacido a la reina araña, Malicia Do'Urden —añadió la yochlol—. Y se acepta que<br />
los planes para acabar con tu hijo sacrílego son apropiados. Se te otorga el zin-carla,<br />
pero has de saber que es la última oportunidad, matrona Malicia Do'Urden. ¡<strong>El</strong> castigo<br />
por el fracaso será terrible!<br />
La doncella desapareció en una explosión de fuego que sacudió la capilla de la<br />
casa Do'Urden. Los reunidos gritaron frenéticos ante la muestra de poder de la deidad, y<br />
Dinin los dirigió en otro himno de alabanza a Lloth.<br />
¡Diez semanas!<br />
<strong>El</strong> postrer aviso de la doncella resonó con tanta fuerza que los plebeyos se<br />
acurrucaron con las manos sobre las orejas.<br />
De modo que, durante diez semanas —setenta ciclos de Narbondel, el reloj de<br />
Menzoberranzan—, toda la casa Do'Urden se reunió en la gran capilla. Dinin y Rizzen<br />
dirigían a los plebeyos en las plegarias y letanías a la reina araña, mientras Malicia y sus<br />
hijas frotaban el cadáver de Zaknafein con los ungüentos mágicos.<br />
La reanimación de un cadáver era un hechizo sencillo para una sacerdotisa, pero<br />
el zin-carla era mucho más complicado. <strong>El</strong> resultado de esta operación sería un espectro<br />
dotado con todas las habilidades de la vida anterior y sometido al control de la madre<br />
matrona designada por Lloth. Era el regalo más precioso de la reina araña, algo que muy<br />
pocos se atrevían a suplicar y que casi nunca se concedía, porque el zin-carla—la<br />
devolución del espíritu a la materia— era una práctica muy peligrosa. Sólo a través de la<br />
fuerza de voluntad de la sacerdotisa se podían separar las aptitudes del espectro de las<br />
memorias y emociones. Mantener el control en esta fina línea divisoria resultaba difícil<br />
incluso para la disciplinada mente de una gran sacerdotisa. Además, la reina araña<br />
únicamente otorgaba el zin-carla para realizar unas tareas específicas, por lo que<br />
apartarse de ellas conduciría al desastre. Lloth no toleraba el fracaso.