Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2
Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2
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olsa y sacó el medallón, el emblema de Daermon N'a'shezbaernon. Creado por la<br />
magia, poseía la suya propia, un duomer específico de la casa. Sólo un noble de la casa<br />
Do'Urden podía llevarlo.<br />
Drizzt pensó un momento; después guardó el medallón en la bolsa y la colgó del<br />
cuello de Guenhwyvar.<br />
—Es hora de que la presa se convierta en cazador —le susurró a la pantera.<br />
—Sabe que lo seguimos —transmitió Dinin a Briza, que no se dignó rubricar la<br />
afirmación con una respuesta.<br />
Desde luego que Drizzt estaba enterado y también era obvio que intentaba<br />
despistarlos. Briza no se preocupaba. Las señales del medallón de Drizzt eran para ella<br />
como un faro.<br />
De todos modos, la sacerdotisa hizo un alto cuando el grupo llegó a una<br />
bifurcación del túnel. La señal llegaba desde más allá de la bifurcación aunque sin<br />
definir cuál de los dos brazos.<br />
—Izquierda —señaló Briza a tres de los soldados—. Derecha —indicó a los<br />
otros dos.<br />
Retuvo a su hermano; permanecerían en la bifurcación para servir de reserva al<br />
primero de los grupos que pidiera refuerzos.<br />
Por encima de la patrulla, oculto entre las sombras del techo cubierto de<br />
estalactitas, Drizzt sonrió complacido por su astucia. La patrulla podía seguir su ritmo<br />
de marcha, pero no tenía ninguna posibilidad de atrapar a Guenhwyvar.<br />
<strong>El</strong> plan había dado un resultado perfecto, porque Drizzt sólo pretendía alejar a la<br />
patrulla a la mayor distancia posible de sus dominios y convencerla de la inutilidad de la<br />
misión. Pero ahora, mientras levitaba en las alturas, con la mirada puesta en los<br />
hermanos, descubrió que ansiaba algo más.<br />
Drizzt esperó un rato hasta convencerse de que los soldados se encontraban bien<br />
lejos. Desenvainó las cimitarras y pensó que no estaría mal tener una reunión con los<br />
hermanos.<br />
—Se aleja cada vez más —le informó Briza a Dinin, sin preocuparse del sonido<br />
de su voz, segura de que el renegado estaba muy lejos—. A gran velocidad.<br />
—Drizzt nunca ha tenido problemas para moverse en las profundidades de la<br />
Antípoda Oscura —opinó Dinin—. Será muy difícil atraparlo.<br />
—Se cansará mucho antes de que mis hechizos pierdan eficacia —presumió<br />
Briza—. Lo encontraremos agotado en algún agujero oscuro.<br />
Pero la petulancia de Briza se transformó en asombro cuando una silueta oscura<br />
apareció entre ella y Dinin.<br />
<strong>El</strong> hermano mayor casi ni tuvo tiempo de sorprenderse. Vio al joven sólo por<br />
una fracción de segundo, y después sus ojos se pusieron bizcos al seguir el movimiento<br />
descendente de la empuñadura de una cimitarra. Dinin se desplomó como abatido por<br />
un rayo, y su rostro golpeó contra el suelo.<br />
Mientras con una mano se ocupaba de Dinin, Drizzt acercó la punta de la<br />
segunda cimitarra a la garganta de Briza con el propósito de conseguir su rendición.<br />
Pero la sacerdotisa no se dejó sorprender. Retrocedió con gran agilidad, levantó el<br />
látigo, y las seis cabezas de serpiente se enrollaron sobre sí mismas listas para lanzar su<br />
ataque a la primera oportunidad.<br />
Drizzt se volvió hacia Briza y movió las dos cimitarras en una finta defensiva<br />
para mantener a raya a las serpientes. Recordaba el terrible dolor de las mordeduras;<br />
como todos los varones drows había sido azotado infinidad de veces.<br />
—¡Hermano Drizzt! —gritó Briza, con la esperanza de que la patrulla escuchara<br />
el grito y comprendiera la llamada de ayuda—. Aparta tus armas. No hay necesidad de<br />
comportarnos de esta manera.