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Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2

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desolladores se enfrentaban a un nuevo enemigo, ésta podría ser la oportunidad para<br />

escapar.<br />

La mirada de Clak se posó en la palanca del puente, y después en sus<br />

compañeros en la isla. <strong>El</strong> puente era retráctil, y la palanca se inclinaba hacia la isla. Un<br />

proyectil bien dirigido podría echarla hacia atrás. Clak entrechocó las zarpas —un gesto<br />

que le hizo recordar a Belwar— y cogió a un enano gris como si fuese una piedra. La<br />

infortunada criatura voló hacia la palanca pero le faltó alcance. Se estrelló contra la<br />

pared del abismo y se desplomó hacia la muerte.<br />

Clak pateó furioso y se volvió en busca de otro proyectil. No sabía cómo llegaría<br />

hasta Drizzt y Belwar, y en aquel instante ni siquiera pensó en ellos. Ahora mismo el<br />

problema principal era salir de su prisión.<br />

Esta vez le tocó el turno a una vaquilla.<br />

No hubo sutilezas ni secretos en la entrada de Zaknafein. Como no tenía miedo<br />

de los primitivos métodos de ataque de los desolladores, el espectro avanzó sin más por<br />

la caverna larga y angosta, sin ocultarse de nadie. Un grupo de tres desolladores<br />

descendieron sobre él inmediatamente, lanzando sus conos paralizantes.<br />

Una vez más el espectro atravesó las descargas de energía sin inmutarse, y los<br />

tres desolladores sufrieron la misma suerte que los cuatro que se habían enfrentado a<br />

Zaknafein en los túneles.<br />

Entonces llegaron los esclavos. Dispuestos a complacer a los amos, goblins,<br />

enanos grises, orcos e incluso un puñado de ogros cargaron contra el drow invasor.<br />

Algunos blandían armas, pero los demás sólo contaban con las manos y los dientes,<br />

confiados en que la fuerza del número sería suficiente para acabar con el guerrero<br />

solitario.<br />

Las espadas y los pies de Zaknafein resultaron demasiado rápidos para unas<br />

tácticas tan directas. <strong>El</strong> espectro se movió con la destreza de un esgrimista consumado,<br />

haciendo fintas en una dirección para después cambiar de movimiento y atacar a los<br />

oponentes más cercanos.<br />

Más allá de donde se libraba el combate, los desolladores formaron sus propias<br />

líneas de defensa, mientras reconsideraban las virtudes de sus tácticas. Los tentáculos<br />

fustigaban el aire a medida que fluían las comunicaciones telepáticas que intentaban<br />

encontrar alguna explicación a los acontecimientos. No confiaban lo suficiente en los<br />

esclavos como para darles armas, pero a medida que las bajas aumentaban, los<br />

desolladores comenzaron a lamentar tantas pérdidas. De todos modos, creían que podían<br />

obtener la victoria. No tardarían en sumarse a la pelea nuevos grupos de esclavos. <strong>El</strong><br />

guerrero acabaría por cansarse, disminuirían sus fuerzas, y la horda acabaría<br />

imponiéndose.<br />

Los desolladores desconocían la verdad de Zaknafein. No podían saber que era<br />

una entidad no muerta, un ser movido por la magia y dotado de una energía inagotable.<br />

Belwar y su amo observaron los movimientos espasmódicos de uno de los<br />

cuerpos, la señal inconfundible de que el espíritu regresaba del viaje astral. <strong>El</strong> enano no<br />

comprendía el significado de los movimientos convulsivos, pero notaba el placer de su<br />

dueño, y esto lo complacía.<br />

Sin embargo, el amo de Belwar también estaba un tanto preocupado porque sólo<br />

regresaba uno de los compañeros y las llamadas del cerebro central tenían la máxima<br />

prioridad y no se podían pasar por alto. <strong>El</strong> desollador vio que los espasmos del<br />

compañero adoptaban un ritmo regular, y entonces aumentó su confusión al ver que una<br />

niebla negra aparecía alrededor del cuerpo.<br />

En aquel mismo instante el illita entró en el plano material, y el dueño del

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