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Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2

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perder tiempo en hacer preguntas, la sacerdotisa corrió por el túnel en pos de Dinin.<br />

<strong>El</strong> cazador consiguió zafarse del cuerpo del felino y se levantó de un salto.<br />

—¡Guenhwyvar! —gritó—. ¡Ve tras ella! ¡Mátala!<br />

La pantera se sentó y respondió a la orden con un bostezo; a continuación,<br />

enganchó con una pata el cordón de la bolsa colgada del cuello y lo cortó.<br />

—¿Qué haces? —chilló el cazador, ciego de rabia al tiempo que recogía la<br />

bolsa.<br />

¿Guenhwyvar se había vuelto en su contra? Drizzt retrocedió un paso y,<br />

vacilante, levantó las cimitarras como si creyera que la pantera fuera a atacarlo. <strong>El</strong><br />

animal no se movió y continuó sentado sin dejar de observar al joven.<br />

Un momento más tarde, el chasquido de una ballesta le demostró que estaba en<br />

un error. <strong>El</strong> dardo habría acertado en su cuerpo de no haber sido porque Guenhwyvar<br />

dio un salto e interceptó el vuelo del proyectil. <strong>El</strong> veneno drow no tenía ningún efecto<br />

en los animales mágicos.<br />

Tres guerreros drows aparecieron por un lado de la bifurcación y dos más por el<br />

otro. Drizzt se olvidó en el acto de perseguir a Briza y, escoltado por Guenhwyvar,<br />

emprendió la huida por los túneles. Sin la guía de la suma sacerdotisa y la magia, los<br />

soldados ni siquiera intentaron perseguirlo.<br />

Después de muchos minutos de carrera, Drizzt y Guenhwyvar se refugiaron en<br />

un pasaje lateral, atentos a cualquier ruido de persecución.<br />

—Ven —ordenó Drizzt, y echó a andar sin prisa, convencido de que había<br />

repelido la amenaza de Dinin y Briza. Una vez más la pantera se sentó.<br />

—He dicho que me acompañes —gruñó Drizzt, un tanto desconcertado.<br />

Guenhwyvar lo miró de una manera que despertó una sensación de culpa en el<br />

drow. Entonces el felino se levantó y caminó poco a poco hacia su amo.<br />

Drizzt asintió, seguro de la obediencia de la pantera. Le volvió la espalda y<br />

reanudó la marcha, pero el felino pasó junto a él y le impidió el paso. Guenhwyvar<br />

describió un círculo al tiempo que aparecía la típica niebla que acompañaba sus<br />

apariciones y desapariciones.<br />

—¿Qué haces? —preguntó Drizzt.<br />

Guenhwyvar no se detuvo.<br />

—¡No te he ordenado que desaparezcas! —chilló el drow mientras se esfumaba<br />

el cuerpo de la pantera. <strong>El</strong> guerrero corrió y tendió las manos en un intento inútil por<br />

retenerla—. ¡No he dicho que te vayas! —repitió, desesperado.<br />

Guenhwyvar había desaparecido.<br />

Aquella última imagen de Guenhwyvar acompañó a Drizzt en el largo camino de<br />

regreso a la cueva que era su casa. Le parecía sentir la mirada de la pantera clavada en<br />

la espalda. Comprendió que su amiga lo había juzgado y encontrado en falta. Llevado<br />

por la cólera había estado a punto de matar a Briza, y lo habría hecho de no haber sido<br />

por la intervención de Guenhwyvar.<br />

Por fin, Drizzt se arrastró por el túnel que comunicaba con el pequeño recinto de<br />

piedra.<br />

Las preocupaciones no lo abandonaron. Una década antes, Drizzt había matado a<br />

Masoj Hun'ett, y en aquella ocasión había jurado que nunca más mataría a un drow.<br />

Para Drizzt, su palabra era el sostén de sus principios, aquellos principios por los que<br />

había renunciado a tantas cosas.<br />

Sin duda, ese día habría faltado a la palabra de no haber sido por las acciones de<br />

Guenhwyvar. Si era así, ¿qué lo diferenciaba de los demás elfos oscuros?<br />

Drizzt había vencido en el encuentro contra sus hermanos y tenía confianza en<br />

que sería capaz de esconderse de Briza y de cualquier otro enemigo enviado por la<br />

matrona Malicia. Pero en la soledad de la pequeña cueva, Drizzt comprendió algo<br />

mucho más grave.

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