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Salvatore, R A – El Elfo Oscuro 2

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—Zaknafein se encargará de aplicar el castigo que se merece tu hermano —<br />

prometió Malicia, con un brillo de alegría en los ojos—. Pero falta algo —añadió la<br />

matrona, coqueta, mientras miraba primero a Zak y después a Rizzen—. Es demasiado<br />

guapo como para inspirar miedo a aquel renegado.<br />

Los demás se miraron los unos a los otros, intrigados por la actitud de la<br />

matrona. ¿Acaso pretendía compensar a Rizzen por el mal rato que le había hecho<br />

pasar?<br />

—Ven, esposo mío —le dijo Malicia a Rizzen—. Coge la espada y marca el<br />

rostro de tu rival muerto. Te sentirás mejor, y servirá para inspirar terror a Drizzt<br />

cuando vea a su viejo maestro.<br />

Rizzen vaciló pero ganó confianza a medida que se aproximaba al espectro.<br />

Zaknafein permanecía inmóvil, sin respirar ni parpadear, al parecer ajeno a lo que<br />

ocurría a su alrededor. Rizzen apoyó una mano en el pomo de la espada y miró a<br />

Malicia para pedir una confirmación.<br />

Ésta asintió. Con una mueca feroz, Rizzen desenvainó la espada y lanzó un<br />

mandoble contra el rostro de Zaknafein.<br />

Ni siquiera consiguió acercarse a él.<br />

<strong>El</strong> espectro entró en acción con tanta rapidez que los presentes casi ni vieron los<br />

movimientos. Empuñó las dos espadas y paró el golpe al tiempo que atacaba. La espada<br />

de Rizzen voló por los aires y, antes de que el infortunado patrón de la casa Do'Urden<br />

pudiese expresar una palabra de protesta, uno de los aceros de Zaknafein le cortó la<br />

garganta y el otro le atravesó el corazón.<br />

Rizzen ya estaba muerto cuando cayó al suelo, pero el espectro no se dio por<br />

satisfecho con la rapidez y la limpieza del ataque. Zaknafein continuó con los<br />

mandobles y estocadas dispuesto a reducir a trozos el cadáver del rival, hasta que<br />

Malicia, complacida con la demostración, le ordenó parar.<br />

—Me aburría —explicó la matrona al ver la incrédula mirada de los hijos—. Ya<br />

he escogido un nuevo patrón entre los plebeyos.<br />

Sin embargo, no era la muerte de Rizzen lo que motivaba las expresiones de<br />

asombro de los hijos de Malicia; no les interesaba en lo más mínimo ninguno de los<br />

amantes que la madre pudiera escoger como patrón de la casa, una posición siempre<br />

temporal, sino la habilidad y la rapidez del espectro en el manejo de las armas.<br />

—Tan magnífico como cuando vivía —comentó Dinin.<br />

—¡Mejor! —afirmó Malicia—. Zaknafein conserva intactas y exclusivamente<br />

las cualidades de guerrero y no hay nada que lo distraiga de su cometido. Miradlo bien,<br />

hijos míos. Zin-carla, el regalo de Lloth.<br />

Se volvió hacia Dinin y le sonrió con picardía.<br />

—No pienso acercarme a esa cosa —exclamó Dinin, al suponer que su madre<br />

podía desear una segunda demostración.<br />

—No temas, primer hijo —lo tranquilizó Malicia, con una carcajada—. No<br />

tengo ningún motivo para desearte mal.<br />

Dinin no hizo caso del consejo. Malicia no necesitaba razones. <strong>El</strong> cuerpo<br />

despedazado de Rizzen era la mejor demostración.<br />

—Te encargarás de guiar al espectro al exterior —añadió la matrona.<br />

—¿Al exterior?<br />

—A la región donde encontraste a tu hermano —explicó Malicia.<br />

—¿Tendré que ir delante de la cosa? —preguntó Dinin.<br />

—Sólo tienes que guiarlo hasta allí—contestó su madre—. Zaknafein conoce la<br />

presa. Está imbuido con hechizos que lo ayudarán en la caza.<br />

Briza, que se mantenía a un lado, parecía preocupada.<br />

—¿Qué ocurre? —quiso saber la matrona al ver la expresión de su hija.<br />

—No pongo en duda el poder del espectro, o la magia con que lo has dotado —

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