13.05.2013 Views

Barioná el hijo del Trueno - JMJ Rio 2013

Barioná el hijo del Trueno - JMJ Rio 2013

Barioná el hijo del Trueno - JMJ Rio 2013

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Primer cuadro<br />

En casa de LEVÍ, <strong>el</strong> publicano.<br />

Escena I<br />

LELIUS, EL PUBLICANO<br />

LELIUS (inclinándose hacia la puerta).— Mis respetos, señora. Querido, vuestra esposa es<br />

encantadora. ¡Hum! Vamos, tenemos que hablar cosas importantes. Sentaos. Sí, sí, sentaos y<br />

hablemos. Estoy aquí por lo d<strong>el</strong> censo ese…<br />

EL PUBLICANO.— ¡Cuidado, Señor Superintendente, cuidado!<br />

Se quita su zapatilla y golpea <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o.<br />

LELIUS.— ¿Qué era? ¿Una tarántula?<br />

EL PUBLICANO.— Una tarántula. Pero en esta época d<strong>el</strong> año <strong>el</strong> frío las atonta notablemente.<br />

Ésta, se arrastraba, pero iba medio dormida.<br />

LELIUS.— Encantador. Y también tenéis escorpiones, por supuesto. Escorpiones igual de<br />

dormidos que matarían limpiamente, mientras bostezan de sueño, a un hombre de ciento<br />

ochenta libras. El frío de vuestras montañas puede aterir a un ciudadano romano pero no<br />

puede hacer que revienten vuestros sucios bichos. Se debería advertir, en Roma, a los jóvenes<br />

que se preparan en la escu<strong>el</strong>a colonial, que la vida de un administrador de las colonias es un<br />

condenado tormento.<br />

EL PUBLICANO.— Oh, Señor Superintendente…<br />

LELIUS.— Lo dicho: un condenado tormento, querido. Llevo dos días vagando a lomos de<br />

mula por estas montañas y no he visto ni un ser humano; ni siquiera una planta, ni tan siquiera<br />

una mala hierba. Sólo bloques de piedras rojas, bajo un ci<strong>el</strong>o implacable de un azul h<strong>el</strong>ado, y<br />

con este frío, siempre este frío que me pesa como <strong>el</strong> plomo y, de cuando en cuando, un<br />

poblacho como éste, una boñiga de vaca. Brrr… ¡Qué frío!… Incluso aquí, en vuestra casa…<br />

Por supuesto, los judíos, no sabéis calentaros; cada año os sorprende <strong>el</strong> invierno, como si fuese<br />

<strong>el</strong> primer invierno d<strong>el</strong> mundo. Sois verdaderos salvajes.<br />

EL PUBLICANO.— ¿Puedo ofreceros un poco de aguardiente para haceros entrar en calor?<br />

LELIUS.— ¿Aguardiente? Hum… Os diré que la administración colonial es muy estricta: no<br />

debemos aceptar nada de nuestros subordinados cuando estamos en ronda de inspección.<br />

Veamos, tendré que hacer noche aquí. Partiré para Hebrón pasado mañana. Por supuesto, ¿a<br />

que no hay albergue?<br />

EL PUBLICANO.— El pueblo es muy pobre, señor Superintendente; nunca viene nadie. Pero yo<br />

me atrevería…<br />

LELIUS.— …¿me ofreceríais una cama en vuestra casa? Pobre amigo mío, sois muy amable,<br />

pero es lo de siempre: prohibido hospedarse en casa de nuestros subordinados cuando<br />

estamos de servicio. Qué queréis, nuestros reglamentos han sido redactados por funcionarios<br />

que nunca han salido de Italia y que no tienen ni idea de lo que es la vida en las colonias.<br />

¿Dónde debería pasar la noche? ¿Al raso? ¿En un establo? Esto no se corresponde con la<br />

dignidad de un funcionario romano.<br />

EL PUBLICANO.— ¿Puedo permitirme insistir?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!