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Barioná el hijo del Trueno - JMJ Rio 2013

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PABLO.— Y tú, Simón, ¿qué le regalarás a Nuestro Señor?<br />

SIMÓN.— Por hoy no le regalo nada porque me ha cogido desprevenido, pero he<br />

compuesto una canción para enumerarle todos los regalos que le haré más ad<strong>el</strong>ante. Mi<br />

dulce Jesús en vuestra fiesta ...<br />

LA MUCHEDUMBRE.— ¡Ay! ¡Ay!<br />

PRIMER ANCIANO.— Silencio! Entremos en orden y con <strong>el</strong> sombrero en la mano. Si <strong>el</strong><br />

viento y la carrera han desaliñado vuestros vestidos, ajustároslos.<br />

Entran uno detrás de otro.<br />

BARIONÁ.— Sara está ahí, con todos. Está pálida ... Mientras esta larga marcha no la haya<br />

agotado. Sus pies sangran. ¡Ah! ¡ Qué f<strong>el</strong>icidad respira! Tras esos ojos luminosos no<br />

queda ni <strong>el</strong> más pequeño recuerdo de mí. (LA MUCHEDUMBRE termina de entrar en <strong>el</strong><br />

establo) ¿Qué hacen? No se oye ni un ruido, pero este silencio no es como <strong>el</strong> de nuestras<br />

montañas, como <strong>el</strong> silencio h<strong>el</strong>ado y vacío que reina entre las moles de granito. Es un<br />

silencio más denso que <strong>el</strong> de un bosque. Un silencio que se <strong>el</strong>eva hacia <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o y que<br />

acaricia las estr<strong>el</strong>las como un inmenso árbol con la copa mecida por <strong>el</strong> viento. ¿Estarán<br />

arrodillados? ¡Ah, si pudiera estar entre <strong>el</strong>los sin que me vieran! Porque,<br />

verdaderamente, <strong>el</strong> espectáculo no debe ser nada corriente; todos esos hombres, duros<br />

y austeros, resistentes al dolor y a la ambición, arrodillados d<strong>el</strong>ante de un niño que<br />

gime. El <strong>hijo</strong> de Shalam, que le dejó a los quince años por haber recibido demasiados<br />

mamporros, se hartaría de reír al ver a su padre adorar a un niño de teta. ¿Será esto <strong>el</strong><br />

reino de los <strong>hijo</strong>s sobre los padres? (Silencio) Ahí están, ingenuos y f<strong>el</strong>ices, en <strong>el</strong> establo<br />

tibio después de su gran caminata bajo <strong>el</strong> frío. Han juntado sus manos y piensan: algo<br />

acaba de comenzar. Y se equivocan, por supuesto. Han caído en una trampa y lo<br />

pagarán caro más tarde; pero, incluso así, siempre les quedará este minuto; tienen suerte<br />

de poder creer en un nuevo comienzo. ¿Hay algo más conmovedor para <strong>el</strong> corazón de<br />

un hombre que <strong>el</strong> comienzo de un mundo, que la incipiente juventud, que <strong>el</strong> comienzo<br />

de un amor, cuando todo es todavía posible, cuando <strong>el</strong> sol, antes d<strong>el</strong> amanecer, flota en<br />

<strong>el</strong> aire y en las caras como un fino polvo y cuando se presienten en la frescura agria de<br />

la mañana las torpes promesas de un nuevo día?<br />

En este establo se levanta una nueva mañana... En este establo ya ha amanecido. Y<br />

aquí, fuera, es de noche. Noche en los caminos, noche en mi corazón. Una noche sin<br />

estr<strong>el</strong>las, profunda y tumultuosa como <strong>el</strong> alta mar. ¡Ay!, la noche me zarandea con sus<br />

olas como a un ton<strong>el</strong> y <strong>el</strong> establo, detrás de mí, luminoso y cerrado, navega como <strong>el</strong><br />

Arca de Noé a través de la noche encerrando en él la mañana d<strong>el</strong> mundo. Su primera<br />

mañana. Porque <strong>el</strong> mundo nunca había tenido una mañana. Había huido de las manos<br />

de su indignado creador y caía en un horno ardiente, en la oscuridad. y las inmensas<br />

lenguas ardientes de esa noche sin esperanza pasaban sobre él, cubriéndole de ampollas<br />

y regalándole escorpiones y tarántulas. Y yo, yo, habito en la inmensa noche terrestre,<br />

en la noche tropical d<strong>el</strong> odio y la desgracia. Pero —¡oh poder engañoso de la fe!—para<br />

mis hombres, millones de años después de la creación, en este establo, se levanta, con<br />

la tenue claridad de un pábilo, la primera mañana d<strong>el</strong> mundo.<br />

LA MUCHEDUMBRE canta un villancico.<br />

Cantan como peregrinos que se han puesto en camino durante la fresca noche con la<br />

calabaza, las sandalias, <strong>el</strong> bordón, y que ven aparecer a lo lejos la primera palidez

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