You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
MARCOS, BARIONÁ<br />
MARCOS (con un farol).— Hola buen hombre, ¿qué venís a hacer aquí?<br />
BARIONÁ.— ¿es vuestro este establo?<br />
MARCOS.— Sí<br />
BARIONÁ.— ¿No albergaréis aquí a un hombre llamado José y a una mujer por nombre<br />
María?<br />
MARCOS.— Anteayer vinieron un hombre y una mujer pidiéndome hospitalidad. Duermen<br />
ahí, en efecto.<br />
BARIONÁ.— Busco a mis primos de Nazaret que debían venir aquí por <strong>el</strong> censo. La mujer<br />
está encinta, ¿a que sí?<br />
MARCOS.— Sí. Es una mujer muy joven de aspecto modesto con sonrisas y ademanes de<br />
niña. Pero tiene en su modestia un señorío como no había visto a nadie. ¿Sabéis que ha<br />
dado a luz anoche?<br />
BARIONÁ.— me verdad? Me alegro, si es que es mi prima. mi niño ha nacido bien?<br />
MARCOS.— Es un chico. Un pequeño muy hermoso. Mi madre me dice que yo me parecía<br />
a él cuando nací. ¡Cuánto parece que le quieren! La madre, apenas nacido <strong>el</strong> niño, lo<br />
lavó y lo puso sobre sus rodillas. Ahí está, muy pálida, apoyada en una viga, y le mira<br />
sin decir palabra. Él, <strong>el</strong> hombre, no es tan joven, ¿verdad? Sabe que ese niño pasará por<br />
todos los sufrimientos que él ha conocido ya. Y me imagino que debe pensar: ojalá<br />
convierta mis fracasos en éxitos.<br />
BARIONÁ.— No lo sé. No tengo <strong>hijo</strong>s.<br />
MARCOS.— Entonces sois como yo. Y me dais pena. Nunca tendréis esa mirada. La mirada<br />
luminosa y un poco cómica d<strong>el</strong> hombre que se mantiene en segundo plano, incómodo<br />
con su corpachón, que lamenta no haber padecido por su <strong>hijo</strong> los sufrimientos d<strong>el</strong><br />
parto.<br />
BARIONÁ.— ¿Quién eres tú? ¿y por qué me hablas así?<br />
MARCOS.— Soy un áng<strong>el</strong>, <strong>Barioná</strong>. Soy tu áng<strong>el</strong>. No mates a ese niño.<br />
BARIONÁ.— ¡Vete!<br />
MARCOS.— Sí, me voy. Porque nosotros, los áng<strong>el</strong>es, nada podemos contra la libertad d<strong>el</strong><br />
hombre. Pero piensa en la mirada de José.<br />
Sale.<br />
Escena IV