13.05.2013 Views

Barioná el hijo del Trueno - JMJ Rio 2013

Barioná el hijo del Trueno - JMJ Rio 2013

Barioná el hijo del Trueno - JMJ Rio 2013

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

LELIUS.— Se tiene que hacer cargo de toda esta historia d<strong>el</strong> censo; debería poderme dar las<br />

listas mañana por la tarde.<br />

EL PUBLICANO.— A vuestras órdenes.<br />

LELIUS.— ¿Cuántos sois?<br />

EL PUBLICANO.— Alrededor de ochocientos<br />

LELIUS.— ¿Es rico <strong>el</strong> pueblo?<br />

EL PUBLICANO.— ¡Ay…!<br />

LELIUS.— ¡Ah, ah!<br />

EL PUBLICANO.— Me pregunto cómo la gente puede vivir. Hay algunos pastos ralos; pero hay<br />

que hacer entre diez y quince kilómetros para encontrarlos. Eso es todo. La aldea se va<br />

despoblando poco a poco. Cada año, cinco o seis de nuestros jóvenes bajan a B<strong>el</strong>én. La<br />

proporción de viejos supera ya a la de jóvenes. Además, la natalidad es baja.<br />

LELIUS.— ¿Qué esperáis? No se puede criticar a los que se van a la ciudad. Nuestros colonos<br />

han instalado fábricas admirables en B<strong>el</strong>én. Puede ser que por ahí venga la luz. Una civilización<br />

tecnificada, ya sabéis lo que quiero decir, ¿eh? No he venido solamente por lo d<strong>el</strong> censo.<br />

Decidme, cuántos impuestos recaudáis.<br />

EL PUBLICANO.— Bueno, hay doscientos indigentes que no aportan nada y los demás pagan<br />

sus diez dracmas. Contad, año bueno con año malo, cinco mil quinientos dracmas. Una<br />

miseria.<br />

LELIUS.— Sí. Hum… Bien, sin embargo habría que tratar de sacar ocho mil. El procurador<br />

<strong>el</strong>eva la capitación a quince dracmas.<br />

EL PUBLICANO.— Quince dracmas… Es… Es imposible.<br />

LELIUS.— ¡Ah!, esa es una palabra que no debisteis oír a menudo cuando estuvisteis en Roma.<br />

Vamos, seguro que tienen más dinero d<strong>el</strong> que dicen. Y, además… Hum… Sabéis que <strong>el</strong><br />

gobierno no quiere meter las narices en los asuntos de los publicanos, pero, de todas maneras,<br />

creo que vos no perdéis con <strong>el</strong>los, ¿no es así?<br />

EL PUBLICANO.— No digo que no… No digo que no… ¿Son dieciséis dracmas lo que habéis<br />

dicho?<br />

LELIUS.— Quince.<br />

EL PUBLICANO.— Sí, pero <strong>el</strong> decimosexto es para mis gastos.<br />

LELIUS.— Hum… Ah… (Se ríe). Vuestro jefe… ¿Qué clase de persona es?… Se llama <strong>Barioná</strong>,<br />

¿no es así?<br />

EL PUBLICANO.— Sí, <strong>Barioná</strong>.<br />

LELIUS.— Esto es d<strong>el</strong>icado. Muy d<strong>el</strong>icado. Se ha cometido un gran error en B<strong>el</strong>én. Su cuñado<br />

vivía en la ciudad, tuvo allí no sé qué embrollada historia de un robo y, finalmente, <strong>el</strong> tribunal<br />

judío le condenó a muerte.<br />

EL PUBLICANO.— Lo sé. Fue crucificado. La noticia nos llegó hace más o menos un mes.<br />

LELIUS.— Sí. Hum… Y, ¿cómo se ha tomado la cosa <strong>el</strong> jefe?<br />

EL PUBLICANO.— No ha dicho nada.<br />

LELIUS.— Sí. Malo. Muy malo eso… ¡Ah!, es un grave error. Sí. Entonces, ¿que clase de<br />

persona es <strong>el</strong> <strong>Barioná</strong> ese?<br />

EL PUBLICANO.— Duro de trato.<br />

LELIUS.— De la raza de los pequeños jefes feudales. Me lo temía. Estos montañeses son rudos<br />

como sus rocas. ¿Recibe dinero nuestro?<br />

EL PUBLICANO.— No quiere aceptar nada de Roma.<br />

LELIUS.— ¡Lástima! ¡Ah!, eso no hu<strong>el</strong>e nada bien. No nos quiere mucho, me imagino.<br />

EL PUBLICANO.— No sé. No dice nada.<br />

LELIUS.— ¿Casado? ¿Niños?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!