1 PÁGINA DE CRÉDITOS Obra subvencionada por el ... - Asanart
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ámbito de la locura en un estricto sentido. No se sitúa, en general, al poeta primero o al<br />
artista después en <strong>el</strong> terreno de la locura como enfermedad, sino en otro espacio intermedio.<br />
Como señala Trilling, “de Platón en ad<strong>el</strong>ante, <strong>el</strong> de la imaginación inspirada fue<br />
considerado, como hemos dicho, un proceso especial de cierto interés, que la similitud<br />
con la locura hacía un tanto int<strong>el</strong>igible. Pero esto no es lo mismo que decir que <strong>el</strong><br />
poeta es la víctima de una aberración mental real” (Trilling 1971: 201).<br />
En términos generales, en la tradición cultural se habla de una locura un tanto especial o<br />
particular de los poetas, como afirma Platón; de una m<strong>el</strong>ancolía entre los individuos<br />
sobresalientes, como sostiene Aristót<strong>el</strong>es; de un toque de locura en los grandes genios, que<br />
dice Séneca, o la noble m<strong>el</strong>ancolía d<strong>el</strong> artista que se ensalza tras la revisión neoplatónica<br />
renacentista. Igualmente, y progresando en <strong>el</strong> tiempo, se habla de “<strong>el</strong> genio que vaga<br />
salvaje en la tierra de la fantasía, reinando sobre su propio imperio de quimeras”, que<br />
caracteriza Edward Young en <strong>el</strong> s.XVIII, o de “<strong>el</strong> genio de sensibilidad extrema, capaz de<br />
contravenir las leyes de la razón”, al que se refiere Diderot, o d<strong>el</strong> “genio sometido a vivos<br />
afectos y a pasiones poco razonables, que linda con la locura”, como le sitúa Schopenhauer,<br />
<strong>por</strong> ejemplo. Nada hay en todo <strong>el</strong>lo de locura en sentido estrictamente médico, sino más<br />
bien una pretensión de hacer int<strong>el</strong>igible, como decía Trilling, algo que se resistía a ser<br />
comprendido y aprehendido en su naturaleza y funcionamiento.<br />
Se expresa en todos estos casos una r<strong>el</strong>ación entre <strong>el</strong> artista y la locura en sentido muy<br />
amplio, pero no tanto una categorización como enfermo mental. Se trata de explicar, o al<br />
menos ilustrar para hacerlo comprensible, algo que escapa a la razón, algo excepcional y<br />
enigmático, mediante ese apartamiento de la razón y de la normalidad en <strong>el</strong> creador. La<br />
diferencia cualitativa sería, <strong>por</strong> tanto, una de las claves en esa imagen cultural d<strong>el</strong> artista<br />
cercano a la locura. Ese artista sería, finalmente, alguien diferente, alguien que no es como<br />
los demás, que no se com<strong>por</strong>ta como los otros, que no se guía <strong>por</strong> los mismos principios,<br />
que desarrolla su trabajo <strong>por</strong> otras vías y para otros fines muy distintos a los de la gente<br />
común. Por eso sería, según esa tradición, alguien especial, señalado <strong>por</strong> los dioses, y <strong>por</strong><br />
eso también estaría marcado <strong>por</strong> la enfermedad, <strong>el</strong> sufrimiento, la locura, en último<br />
término, aqu<strong>el</strong>lo que es diferente. De esta manera se otorgaba un cierto sentido a una esfera<br />
de la actividad humana, <strong>el</strong> trabajo artístico y creador, que parecía escapar a su aprehensión<br />
o comprensión.<br />
Curiosamente, esa imagen resultó servir bien al artista desde un principio en ciertos<br />
casos: <strong>por</strong> un lado, suministraba una forma de entender o aprehender —que no<br />
explicar— la actividad creadora; <strong>por</strong> otro, le otorgaba un aura de grandeza y misterio,<br />
apreciable cuando se trataba de diferenciarse de los demás y ser adecuadamente<br />
valorado. La necesidad, primero, de reclamar un cierto prestigio social para <strong>el</strong> arte y<br />
<strong>el</strong> artista, y la necesidad de diferenciarse de los demás creadores después, cuando <strong>el</strong><br />
mercado de la sociedad industrial impuso sus condiciones y las academias dejaron de<br />
ofrecer su marco protector, permiten entender parte d<strong>el</strong> éxito de ese mod<strong>el</strong>o cultural<br />
como imagen d<strong>el</strong> creador, al menos desde <strong>el</strong> lado de éste y atendiendo a los posibles<br />
“beneficios” de la enfermedad o la diferencia.<br />
Resulta paradójico cómo la locura, <strong>el</strong> sinsentido, es lo que parece venir a dar un cierto<br />
sentido a esa inspiración o a otras facetas difícilmente comprensibles de la actividad<br />
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