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Devocionario - FUNDACIÓN OBRA CULTURAL Roger de

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Francisco:<br />

- Señor, ten piedad.<br />

- Contra Ti sólo pequé. Cristo, ten piedad.<br />

- Cristo, ten piedad.<br />

- Hazme oír el gozo y la alegría. Señor, ten piedad.<br />

- Señor, ten piedad.<br />

ORACIÓN<br />

Dirijamos nuestra mirada a María e invoquémosla con las palabras <strong>de</strong>l Hermano<br />

«Virgen, Santa María, en el mundo jamás ha nacido mujer que se te parezca, Hija y<br />

Esclava <strong>de</strong>l Rey Altísimo, Madre <strong>de</strong> nuestro Señor Jesucristo, Esposa <strong>de</strong>l Espíritu Santo...Salve,<br />

Dama santa, Reina santísima. Oh María, Madre <strong>de</strong> Dios y perpetuamente Virgen, escogida por el<br />

santísimo Padre celestial, consagrada por El y su Hijo muy amado y el Espíritu Paráclito. En ti<br />

estuvo y permanece la plenitud <strong>de</strong> gracia y Aquel que es todo Bien...Santa Madre <strong>de</strong> Dios, dulce<br />

y hermosa, ruega por nosotros al Rey entregado a la muerte, tu Hijo Jesucristo, que vive y reina<br />

por los siglos <strong>de</strong> los siglos. Amén.»<br />

REFLEXIÓN<br />

En la espiritualidad franciscana Jesús no viene solo. A su lado está María como en el<br />

Evangelio, recibiéndolo y entregándolo. Jesús y María, inseparables, fueron para Francisco <strong>de</strong><br />

Asís la personalización <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>al.<br />

San Buenaventura nos lo presenta en la Capilla <strong>de</strong> la Porciúncula «suplicando con<br />

suspiros interminables a Aquélla que concibió al Verbo lleno <strong>de</strong> gracia y <strong>de</strong> verdad que se<br />

dignara ser su madre e intercesora...», y aña<strong>de</strong>: «Tal era el tierno culto que profesaba Francisco<br />

a la bendita Virgen, consi<strong>de</strong>rándola Madre suave y amiga preciosa, que, confiando en Ella<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Jesucristo, le había constituido abogada suya y <strong>de</strong> sus hijos».<br />

Tomás <strong>de</strong> Celano nos <strong>de</strong>scribe que «hervía y se abrasaba en amor hacia la Madre <strong>de</strong><br />

toda bondad y que le solía cantar tales alabanzas, recitarle tales oraciones y ofrecerle tales<br />

afectos que resulta muy difícil repetirlos en humano lenguaje...».<br />

En una <strong>de</strong> sus oraciones marianas Francisco la invoca con estos títulos: «¡Salve, palacio<br />

<strong>de</strong> Dios! ¡Salve, tabernáculo <strong>de</strong> Dios! ¡Salve, casa <strong>de</strong>l Señor! ¡Salve, vestidura <strong>de</strong> Dios! ¡Salve,<br />

esclava <strong>de</strong>l Señor! ¡Salve, Madre <strong>de</strong> Dios!...»<br />

Tres eran las razones fundamentales en que basa San Francisco su amor a María:<br />

Porque Ella nos dio a Jesucristo -«María ha convertido al Dios <strong>de</strong> majestad en hermano<br />

nuestro»-, porque es nuestra Madre y por ser mo<strong>de</strong>lo y protectora...La Or<strong>de</strong>n Franciscana<br />

recogió <strong>de</strong> Francisco ese amor a María, y así la historia nos cita a sus hijos - frailes, monjas,<br />

terciarios seglares- como <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> María y <strong>de</strong> sus privilegios y como hijos suyos<br />

predilectos. Don<strong>de</strong> ha habido un franciscano allí estaba un fervoroso <strong>de</strong>voto <strong>de</strong> María.<br />

¿Y nosotros? ¿Colocamos a Jesús y María como centro <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>voción?<br />

¿Recordamos a María como Madre y Reina, como mo<strong>de</strong>lo y protectora? ¿Sabemos amarla <strong>de</strong><br />

verdad y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r sus privilegios?<br />

Medita unos momentos y pi<strong>de</strong> la gracia que <strong>de</strong>seas alcanzar.<br />

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