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Ana Galbis - Jarabe para el Alma

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Muchas asociaciones de ayuda en <strong>el</strong> du<strong>el</strong>o organizan aulas o talleres de música. La Asociación “Cami-<br />

nar” es una de <strong>el</strong>las. Trabajan con música clásica y otras músicas r<strong>el</strong>ajantes como sonidos de la natura-<br />

leza, sonidos de cuencos tibetanos, e incluso bailan en las clases. Para bailar utilizan músicas tribales y<br />

de percusión <strong>para</strong> aumentar la fuerza primaria, <strong>el</strong> arraigo a la tierra.<br />

“La música dentro de las artes es un lenguaje universal que se saborea no importa <strong>el</strong> idioma y ayuda a<br />

LA MÚSICA AMANSA LAS FIERAS<br />

nutrir la sensibilidad de los seres humanos porque penetra en los sentidos<br />

y trabaja con las emociones”<br />

(Música Against Drugs)<br />

La guerra había estallado hacía dos años. Las tropas avanzaban sin demora conquistando <strong>el</strong> terreno<br />

enemigo. Los soldados escuchaban y acataban. Tenían que vencer al enemigo a costa de todo. Su es-<br />

trategia era todo un éxito, y cada día conseguían un pedacito más de tierra.<br />

Un buen día las tropas llegaron a una pequeña aldea situada junto a un profundo río. La misión era<br />

sencilla, debían conquistar <strong>el</strong> pueblo y matar a los disidentes, pero <strong>para</strong> <strong>el</strong>lo tenían que cruzar <strong>el</strong> único<br />

puente que había. Un puente cercado por <strong>el</strong> enemigo.<br />

El general pasó noches enteras en v<strong>el</strong>a trazando <strong>el</strong> plan, pero cada vez que intentaban avanzar por <strong>el</strong><br />

puente, morían en <strong>el</strong> intento.<br />

La aldea era un lugar tranquilo. Desde que habían llegado estaba sumida en un silencio sepulcral, que<br />

solamente rompían los pájaros con sus cantos y <strong>el</strong> sonido d<strong>el</strong> borboteo d<strong>el</strong> río. El enemigo era casi<br />

imperceptible, parecía un pueblo fantasma. Solamente se oía <strong>el</strong> estruendo de los disparos cuando se<br />

aproximaban al puente.<br />

Las tropas se habían establecido en una pequeña ladera. Allí habían montado <strong>el</strong> campamento. Desde<br />

ese lugar podían ver <strong>el</strong> otro lado d<strong>el</strong> río. Divisaban una enorme casa de piedra, robusta y solemne, de<br />

la que cada día salía un d<strong>el</strong>icioso aroma. Los soldados imaginaban que era una panadería y soñaban<br />

con enormes y jugosos panes que se cocían en un gran horno de piedra. Pero la extraña casa guardaba<br />

más sorpresas.<br />

Todos los días los soldados seguían la misma rutina. Se levantaban al alba, se acercaban al puente<br />

desde varios frentes e intentaban cruzarlo distrayendo al enemigo en otros puntos. Ambos bandos se<br />

enzarzaban en largas horas de fuego cruzado, hasta que las tropas invasoras se retiraban abatidas sin

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