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AZ -MXCMO. SMWOM DON RAMÓN JOSEF DE ARCE, Arzobispo ...

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328 EXERCICIOS ESPIRITUALES.<br />

gos del alma luchan contra el corazón humano, aparentando<br />

pretextos, y representando razones para<br />

que no ame á solo Dios. Vencidas innumerables personas<br />

de estos formidables enemigos , cierran los ojos<br />

á la divina luz, ensordecen sus oidos para que no escuchen<br />

los preceptos del Señor, endurecen el corazón<br />

para que se oponga á los movimientos saludables<br />

de la gracia, y obscurecen el entendimiento para que<br />

no vea las divinas perfecciones; y cayendo de cosas<br />

leves en graves, y de graves en enormísimas, viven en- :<br />

tregadas al desorden de sus pasiones , siguen las máximas<br />

criminales del mundo, y se esclavizan voluntarios<br />

al tirano poder de los malignos espíritus, hasta<br />

que desgraciadamente acaban con una muerte pésima,<br />

por no haber llevado la vida dulce y segura del<br />

amor de Dios.<br />

Ved á que términos tan desgraciados llegan los,<br />

que pretenden unir en un mismo templo el ídolo Dagon<br />

con el arca del Testamento: el fuego sagrado mandado<br />

por Dios, con un fuego extraño y profano.<br />

¡O que doctrina, venerables Religiosas, tan pura<br />

y tan perfecta! Si el Dios de la sabiduría escudriña<br />

el templo de nuestros corazones ¡quántos idolitos hallará<br />

ocultos! ¡quanto fuego de amor indebido para coa<br />

las criaturas, de una naturaleza tan opuesta al sagrado<br />

incendio del amor de Dios! ¡Quántos ídolos todavía<br />

en el siglo! ¡Quántos en la celda! ¡Quántos;<br />

en el hábito religioso, que es una triste mortaja!-<br />

¡Quántos en el apego de la propia voluntad á ciertas<br />

vanidades y pequeneces , harto miserables! ¡ Quántos<br />

en el puntillo del honor, y de la propia reputación!<br />

¡O quanto disminuimos , Señoras, el amor de<br />

Dios por estas menudencias, quando por desgracia<br />

no le desterremos por el excesivo apego del corazón<br />

á ellas! ¡O qué infelices seriamos si por no levantar<br />

los ojos al cielo dexaramos de ver estas grandes<br />

verdades, y de amar ardientemente, y únicamente al

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