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acredita por lo menos soma prudencia
de parte vuestra, y os felicito,
señora, de todo corazón por esa
fortaleza de alma, que sacrifica sin
vacilar-el amor al interés.
Al oir una ofensa Van directa, levantó
madama de Claviercs la cabeza
con altivez, y con la enerjia
que en aquel momento le daba su
indignación, repuso con tono firme y
seco:
—Yo habría podido asociarme a
la suerte de un hombre que solo
hubiese tenido que reconvenirse de
imprudentes disipaciones do una loca
juventud; pero hay faltas que
desacreditan para siempre al que las
ha cometido ó premeditado... Vos
mismo, caballero, que me habláis do
cálculos interesados, ¿habéis olvidado
los que haciais respecto á una rica
heredera? ¿habéis olvidado aquella