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30 terminantemente: te lo mando! Será preciso, pues, obedecerla. Mientras que la joven lloraba y reia á un mismo tiempo, Rosita la miraba con aire sobresaltado. Implicóle su ama que ibau á partir ambas á paises lejanos, y entonces la muda se puso á danzar alrededor del cuarto y á brincar como una cabra. Un momento después entró la señorita de Clavieres, la cual se había quedado aterrada del golpe; pero conocía que no babia resistencia posible y que nada podía impedir aquel viaje. Consolábase sin embargo con la esperanza de recuperar pronto su víctima, y con este objeto se mostró muy complaciente en facilitar los preparativos para la marcha. Cuando el conde de Albys acudió coasternad.© al saber aque-
31 lia noticia, que le kabia sido anunciada por medio de Dorotea, le habló Serafina un momento en particular, y le dijo con tono de confianza: —No tengáis cuidado, caballero, que no se ausenta para siempre, y yo os respondo de que estará de vuelta dentro de poco tiempo. Es una felicidad al presente que no haya sospechado vuestras intenciones y que yo no me haya declarado abiertamente en vuestro favor, pues de este modo volverá con toda confianza. Tened, pues, buenas esperanzas, señor conde, y procurad no descubriros al despediros de ella. El dia de la marcha le dijo la viuda á su cuñada con alguna turbación, y mostrándole nna llave que tenia en la mano: —Aquí tienes la Uaye del gabi-
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Pajinas. VII. Venganza secreta. . .
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