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á una noche serena; pero en el vasto
paisaje que se ofrecía á la vista de la
viuda, ninguna belleza se notaba, sino
un cielo de azul purísimo y un lejano
horizonte me dio velado entre nubes. El
aspecto de la llanura era monótono y árido:
ningún rio la corlaba, ni se descubrían
árboles frondosos y elevados; los
secos vastagos de las viñas se arrastraban
por entre los surcos, en donde principiaban
á reverdecer los trigos nuevos
y en que se vcian hileras de olivos
de amarillas hojas.
La hacienda de Flambiers era un
terreno de no grande eslcnsion, situado
en el centro de aquella vasta
llanura, y que nada ofrecía da
pintoresco. Todo él estaba sembrado
de hortaliz as, y el hucrtecillo que
c ullivaba Verónica, representaba á la
vez el jardín, la huerta y el parque.
Algunos morales, plantados alrededor