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175 con la sangre fría y la moderación que babia mostrado el doctor en su última entrevista, que dudaba que fuese el mismo hombre el que le estaba hablando. En lugar de responderle, volvió la cabeza á otro lado, y continuó su lectura. —Caballero, volvió á decir el módico, siempre á media voz; pero con acento terrible, os mando que salgáis de aquí. — ¡Qué diablos me quiere esc cojo! eselamó Gastón con un movimiento de cólera y dando un puñetazo sobre la mesa. Pero apenas babia concluido de pronunciar estas palabras, cuando M. de Ramsay levantó la mano, y de un bofetón echó por tierra al dandxj. —Me has pégalo! gritó Altefaye, levantándose con el rostro pá-
176 lido de cólera y marcado con la señal del golpe; mas con ademau amenazador. Espera un poco, horrible vulcano, infame cojo, espera . Interpusiéronse los concurrentes, y una infinidad de curiosos se reunió en la parle de afuera. Los mozos, aturdidos, corrieron á cerrar las puertas, pues como Gastón tomaba muchas veces almuerzos que no acostumbraba pagar, y pasaba por un calavera que vivia de recursos inciertos, todo el establecimiento tomó partido contra él. —Ha insultado á este caballero, que le hablaba con la debida moderación, dijeron los mozos: todos lo hemos oido, todos —Ah, canalla! ¡miserable! esclamó el elegante: —Salgamos de aquí caballero, y
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