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ARGUMENTO:<br />

SHEILA O'FLANAGAN<br />

¿Cómo lo reconoceré?<br />

How Will I Know? (2005)<br />

Claire se enamoro de Bill Hudson cuando sólo tenía cinco años. Primero fueron amigos,<br />

luego amantes, más tarde marido y mujer, y por último padres. Una historia de amor perfecta<br />

que terminó de manera inesperada con la muerte de Bill.<br />

Tres años después, la vida de Claire gira en torno a Georgia, su hija adolescente. Ésta<br />

necesita que alguien la oriente con los chicos, pero Claire no puede ayudarla, pues jamás<br />

experimentó el mal trago de una ruptura ni tuvo que padecer largas esperas junto al teléfono.<br />

Así que, por primera vez en su vida, decide que ha de ponerse al día en cuestión de hombres.<br />

El pequeño y seguro mundo en el que Claire se había refugiado está a punto de cambiar, y<br />

en ese nuevo entorno es donde podrá recuperar la ilusión perdida tras la muerte de su marido.<br />

SOBRE LA AUTORA:<br />

Sheila O'Flanagan nació en Dublín. Cuando era niña le gustaba leer y contar<br />

historias y todo el mundo pensaba que terminaría en un trabajo que tuviera algo que ver con<br />

los libros y la literatura. Pero aunque solicitó un trabajo en la biblioteca, tan solo recibió ofertas<br />

relacionadas con el comercio. Fue en el Banco Central de Irlanda donde comenzó una brillante<br />

carrera en el mundo de las finanzas. Ha trabajado en la banca, en el comercio de divisas y en<br />

la tesorería durante varios años.<br />

Pero seguía amando la lectura y la escritura y comenzó a escribir su primera novela,<br />

Dreaming of a Stranger, que dos años después se publicó, en 1997. Un contrato con la otra<br />

editorial la llevó a renunciar a su trabajo y dedicarse a escribir a tiempo completo. También<br />

escribe una columna semanal en el periódico The Irish Times.<br />

Según Sheila hay dos consejos a la hora de escribir una buena novela: Contar una buena<br />

historia y hacer que el lector se sienta feliz con ella.


CAPÍTULO 01<br />

Anchusa (raíz de fuego): flores con forma de estrella en colores<br />

blanco, azul, malva o rosa que crecen a lo largo de todo el tallo.<br />

Regar en climas secos.<br />

CLAIRE SE LEVANTÓ MÁS TEMPRANO de lo habitual la mañana en que Georgia se<br />

marchaba al campamento de verano por un mes. Durante un par de minutos se quedó tumbada<br />

en la cama, con los ojos cerrados, mientras trataba de recordar qué era diferente aquel día.<br />

De repente cayó en la cuenta. Lo que la había despertado era la ausencia de ruido, en<br />

particular la ausencia del suave siseo de la lluvia que había estado presente cada mañana de<br />

las últimas dos semanas. Lo único que se oía eran los pájaros cantando en los manzanos del<br />

jardín.<br />

Abrió los ojos y salió de debajo de las sábanas. La luz del alba, que no había visto en años,<br />

se filtraba a través del resquicio de las pesadas cortinas de damasco. Las abrió y parpadeó<br />

ante la inesperada claridad del día. Después cogió su bata blanca de seda del colgador de la<br />

puerta y bajó de puntillas para no despertar a su hija de catorce años. Aunque tampoco había<br />

muchas posibilidades de que eso sucediera. La mayor parte de las mañanas una taladradora<br />

no lograría sacar a Georgia de la cama, Claire se podía pasar años sacudiéndola y llamándola<br />

antes de que se moviera, pero tenía la impresión de que ese día sería diferente, porque<br />

Georgia estaba entusiasmada con su viaje al Irish College, en Galway, y la noche anterior<br />

había estado tremendamente excitada. Claire había necesitado de toda su capacidad de<br />

persuasión para convencerla de que se acostase, y sabía que Georgia había pasado por lo<br />

menos una hora leyendo o escuchando música en su iPod rosa en su habitación, porque había<br />

visto la luz por debajo de la puerta. Así que no quería despertarla demasiado temprano.<br />

Fue a la cocina y abrió la puerta trasera. Phydough, su perro de dos años, en gran parte un<br />

bobtail (su madre era preciosa y de pura raza, pero su padre la había montado ilícitamente en<br />

un momento de lujuria), le ladró alegre. Claire había escogido la estrafalaria grafía del nombre<br />

Fido de un libro infantil que a Georgia le encantaba, porque estaba convencida de que un perro<br />

de su indudable inteligencia y dignidad necesitaba llamarse de una manera especial.<br />

—Quieto, Phy —susurró—. ¡No hace falta que despiertes a todo el vecindario!<br />

El perro dio un breve ladrido y se puso a menear la cola con entusiasmo. Claire le rascó<br />

detrás de las orejas y cogió la bolsa de comida del armario. Phydough se puso a dos patas<br />

sobre la puerta del mismo; sus ojos marrón claro reflejaban su deseo y anticipación.<br />

—Abajo, Phy—le dijo—. Siéntate.<br />

Llenó de comida el plato azul claro de cerámica que Georgia le había comprado las<br />

navidades pasadas y se lo puso delante. El perro resopló feliz, comiendo la mezcla de pollo y<br />

verduras, mientras Claire llenaba la tetera eléctrica y la enchufaba. Después salió al patio<br />

trasero y examinó su descuidado jardín.<br />

Era alargado y estrecho, y en aquellos momentos era también un completo caos. El césped<br />

necesitaba con urgencia un repaso y las arizónicas de los muros estaban creciendo<br />

descontroladas, asfixiando a los rosales, que se habían visto obligados a luchar por la luz


extendiendo a gran altura sus tallos. Los parterres estaban asediados por las malas hierbas y<br />

los dos manzanos necesitaban desesperadamente una poda. Parte del problema era la lluvia<br />

incesante de los últimos días, que había hecho que todo creciera un par de centímetros más y<br />

había aplastado algunas de las flores, dejándolas con un aspecto más propio del otoño que del<br />

verano. Aunque la verdadera razón por la que el jardín estaba descuidado y crecido era que<br />

siempre había sitio el dominio de Bill, no el de Claire. Ésta, en los últimos tres años, no había<br />

sido capaz de meterse en ello, y de lo único que se había visto con ánimo de forma más o<br />

menos regular había sido de cortar el césped. Se mordió el labio mientras miraba las malas<br />

hierbas que invadían la zona del patio y las ranas de bambú empapadas junto al muro. «Pronto<br />

—se prometió a sí misma—, pronto haré algo al respecto.»<br />

El agua ya estaba caliente. Claire echó dos cucharadas de café en su taza favorita, cogió<br />

una magdalena de arándanos de la lata, le quitó el papel y se sentó sobre las piernas en una<br />

silla de la cocina. Se acercó el periódico del día anterior y echó un vistazo a las noticias. Pero<br />

tenía la cabeza en otra parte. Estaba pensando en Georgia y su viaje al campamento de<br />

verano en la Irlanda de habla gaélica. Durante el mes que estaría fuera esperaba que lo<br />

pasara en grande. Aunque, para ser sincera, también se preguntaba cómo se las arreglaría<br />

ella misma todo un mes sin su hija.<br />

Hasta entonces, lo más cerca que había estado Claire de vivir sola habían sido las semanas<br />

que pasó como au pair en Francia. Y en realidad aquello no contaba, porque, aunque no<br />

estaba con su familia ni sus amigos, la casa estaba llena de los gritos y chillidos de los dos<br />

hijos de los Carmichael. Era cierto que los padres no habían estado mucho en la casa, pero<br />

Amy y Raúl le ocupaban todo el tiempo.<br />

—No me voy a obsesionar con lo de estar sola —murmuró mientras tiraba la magdalena a<br />

medio comer al césped del jardín—; miles de mujeres viven solas. Sólo es un mes. No será tan<br />

difícil. Además tengo muchísimo trabajo por hacer y unos plazos muy ajustados para<br />

entregarlo. Con ella fuera, me podré concentrar en acabarlo todo en lugar de quejarme de lo<br />

mucho que me cuesta encontrar tiempo.<br />

Se terminó el café y volvió a doblar el periódico, después comenzó a lidiar con la montaña<br />

de ropa para planchar que tenía apilada en la mecedora de la esquina de la cocina. Era la<br />

segunda tanda de plancha en las últimas veinticuatro horas. El día anterior se había dedicado a<br />

las cosas urgentes: todas las prendas que Georgia se quería llevar al campamento. Claire<br />

había intentado convencerla de que seguramente no necesitaba una camiseta para cada día y<br />

que, sin duda, llevarse siete pares de vaqueros idénticos era un poco excesivo, pero Georgia<br />

la había mirado con esa expresión de pena que adoptan los adolescentes cuando tienen que<br />

enfrentarse a padres negados y le recordó lo importante que era tener la ropa apropiada y<br />

que, a saber a qué tipo de eventos sociales tendría que asistir, y que de ninguna de las<br />

maneras iba a ser la única que no tuviera nada que ponerse.<br />

—Pero, Georgey, te vas a llevar ocho camisetas blancas todas iguales —protestó Claire—.<br />

Ya sé que necesitas cosas diferentes para cada evento, pero «diferente» no significa ponerse<br />

otro par de vaqueros.<br />

Georgia señaló un montón de minifaldas de vivos colores que Claire había pasado por alto.<br />

—No puedes quejarte, también me llevo esas que me compraste tú —le dijo triunfalmente.<br />

En ese momento, Claire sacó de la montaña una de sus propias camisetas y comenzó a<br />

planchar. De hecho, no era una tarea que le molestara en exceso; en comparación con otras<br />

cosas más bien le parecía relajante. Encendió la radio y sintonizó uno de esos programas de


debate de las mañanas mientras la plancha se deslizaba por el algodón.<br />

Había terminado con tres camisetas, un par de fundas de almohada y estaba a punto de<br />

empezar con las sábanas (ésas sí odiaba plancharlas, a pesar de que no tenían recovecos<br />

raros, eran demasiado grandes para la tabla) cuando Georgia entró en la habitación con su<br />

pijama azul, frotándose los ojos y bostezando.<br />

—Te has despertado pronto. —Claire echó un vistazo al reloj de la pared.<br />

—No he podido dormir más —dijo Georgia—. Le he enviado un mensaje a Robyn y ella<br />

también está levantada.<br />

—Su madre y ella se pasarán por aquí sobre las diez, ¿verdad? —preguntó Claire.<br />

—Supongo que sí. —Georgia se encogió de hombros mientras abría la nevera y cogía un<br />

batido de frutas.<br />

—Tendrás que desayunar algo más que eso —comentó Claire.<br />

—Lo sé, lo sé. No te preocupes.<br />

—¿Quieres que te prepare algo?<br />

—No seas boba, mamá. —Georgia abrazó a su madre por la cintura—. Soy capaz de cocer<br />

un huevo, ¿sabes?<br />

—¿Eso es lo que vas a comer? —preguntó Claire escéptica.<br />

—Sí. —Georgia se apoyó en la espalda de Claire de forma que su cabello pelirrojo caía en<br />

cascada sobre los hombros de su madre—. También me haré una tostada. Pero para ser<br />

sincera, no tengo mucha hambre.<br />

—¿Nerviosa? —Claire se volvió para mirar a su hija. Los ojos de Georgia, con motas color<br />

ámbar, como los de Claire, brillaban ilusionados.<br />

—Será divertido —contestó Georgia—, divertido de veras.<br />

—Aunque no sé cómo demonios te vas a hacer entender en un colegio irlandés si ni yo<br />

misma te entiendo apenas nada últimamente —le tomó el pelo Claire cariñosamente.<br />

—Eso es porque tú no estás en la onda —le contestó sonriendo Georgia a su madre—.<br />

Aunque la verdad es que no estoy muy segura sobre lo del irlandés. ¡Ya me veo sin abrir la<br />

boca!<br />

Se produjo un repentino y tenso silencio y las dos se quedaron mirándose.<br />

—No me refería a eso —dijo Georgia rápidamente al ver un destello de preocupación en los<br />

ojos de Claire—. Ya sabes... Me refiero a no saber qué decir.<br />

—Lo entiendo, lo entiendo —asintió Claire decidida—. Pero apuesto lo que quieras a que lo<br />

coges en seguida.<br />

Georgia hizo una mueca.<br />

—Eso espero. Ya sé que es mi lengua nativa, y quiero entenderlo, pero es superdifícil.<br />

—Sólo porque no lo hablamos habitualmente —dijo Claire—. Pero es como todo, en cuanto<br />

vuelvas a usarlo no te costará nada.<br />

—Me conmueve la fe que me tienes —sonrió Georgia.<br />

—Venga, prepárate el desayuno —ordenó Claire—. Y vuelve a poner la tetera al fuego, por<br />

favor, me encantaría tomar otro café.<br />

Leonie O’Malley y su hija Robyn, que era la mejor amiga de Georgia desde primaria,<br />

llegaron puntuales a recoger a Claire y a Georgia para llevarlas a la estación, donde Georgia y


Robyn tomarían el tren hacia Galway. Algunos padres iban a acompañar ellos mismos a sus<br />

hijos al Irish College, pero el grupo del colegio de Georgia había decidido ir en tren. Un<br />

profesor del Irish los esperaría en Dublín para supervisar su viaje al oeste.<br />

—Creo que ir en tren es una idea genial —dijo Leonie—. Lo hace aún más emocionante<br />

para ellos. Por otra parte, la idea de conducir de ida y vuelta a Galway un sábado, como quien<br />

dice en el cénit del verano, es demasiado horrible como para expresarlo con palabras —dijo<br />

con gesto de espanto.<br />

Claire se limitó a asentir y llamó a Georgia y Robyn, que por razones desconocidas se<br />

habían fugado a la habitación de Georgia, para que bajaran de una vez.<br />

—¿Estás segura de que quieres venir a la estación con nosotras? —preguntó Leonie.<br />

—Absolutamente —contestó Claire. Cogió la maleta de Georgia, hizo una mueca al<br />

comprobar lo que pesaba y la metió en el maletero del 4x4—. Menos mal que esta maleta<br />

tiene ruedas —le dijo a su hija cuando ésta reapareció—, porque pesa una tonelada.<br />

—Por eso elegí una con ruedas —contestó Georgia.<br />

—Por eso te dije que no te llevaras muchas cosas —replicó Claire, pero de todas formas le<br />

dedicó a Georgia una amplia sonrisa.<br />

—¡Todas listas! —exclamó Leonie.<br />

—¿Estás segura de que quieres venir? —preguntó Georgia repitiendo las palabras de<br />

Leonie.<br />

—Por supuesto que estoy segura —respondió Claire—. Tengo que saber que partes sana y<br />

salva, ¿o no?<br />

—Puedes saberlo desde aquí —dijo Georgia—. La madre de Robyn se asegurará de que<br />

llegamos bien al tren.<br />

—Lo sé —Claire se humedeció los labios—, pero quiero verte partir yo misma.<br />

—Vale. —Sin embargo había ansiedad en los ojos de Georgia.<br />

Claire respiró hondo y se montó en el Subaru. Se subió a la parte de atrás, con Georgia a<br />

su lado, mientras Leonie y Robyn se sentaban delante.<br />

—¿Todo el mundo bien ahí atrás? —preguntó Leonie.<br />

—Sí —contestó Georgia. Y cuando Leonie giró la llave y encendió el motor, la chica deslizó<br />

la mano por el asiento y sujetó la de Claire.<br />

Esta sintió cómo se le aceleraban los latidos del corazón en cuanto el coche se alejó del<br />

bordillo. Cerró los ojos y los mantuvo así. Sabía que si no los volvía a abrir, si no se reconocía<br />

a sí misma que estaba en un coche, estaría más o menos bien. Y, como siempre se decía a sí<br />

misma en las raras ocasiones en que tenía que ir en uno, no era a los coches a lo que debía<br />

temer. El problema no había sido un coche. Pero de algún modo eran éstos los que desataban<br />

los sentimientos de pánico en su interior.<br />

Sintió cómo aumentaba la presión de los dedos de Georgia a medida que aceleraban y<br />

respondió envolviendo con sus propios dedos la mano de su hija. «Verdaderamente debería<br />

hacer algo al respecto —se dijo a sí misma por enésima vez—. No puedo pasar el resto de mi<br />

vida aterrorizada por algo tan inocuo como ir en un coche. Y me resulta muy difícil darle<br />

órdenes a Georgia sobre cualquier cosa cuando sabe que algo tan sencillo puede dejarme<br />

paralizada de miedo. Sin duda acabará perdiéndome el respeto.»<br />

Pero Claire se reconoció a sí misma que eso no había sucedido por el momento. De hecho


Georgia era una hija estupenda, a pesar de que Claire estaba preocupada porque aún no se<br />

había convertido en uno de esos monstruos gruñones como la mayoría de los adolescentes.<br />

—Dale tiempo —le había dicho Leonie, que tenía dos hijos y una hija mayores que Robyn—.<br />

Al final pasará. Aunque como Georgia es una chica genial, no será tan horrible como piensas.<br />

Claire odiaba pensar que el lazo entre Georgia y ella se tensaría cuando su hija comenzara<br />

a hacerse más mayor. En aquellos momentos, Georgia era lo mejor de su vida. No era justo,<br />

se decía Claire a veces, pensar en su hija como en su roca, como la parte más importante de<br />

su existencia. Pero fuera como fuese, era un hecho.<br />

El coche se detuvo en un semáforo al lado de los muelles. Claire se permitió parpadear y<br />

volvió a cerrar los ojos con fuerza. «Voy a buscar ayuda para esto —se prometió a sí misma<br />

—. Lo voy a hacer.»<br />

—¿Estás bien, mamá? —susurró Georgia.<br />

—Claro que sí —contestó Claire—. Estoy bien si mantengo los ojos cerrados, Georgey. Ya<br />

lo sabes.<br />

—Lo sé. —La voz de Georgia estaba cargada de apoyo y Claire le volvió a apretar la mano.<br />

Cuando se bajó del coche en la estación Houston, sabía que estaba temblando. Leonie la<br />

miró interrogante, pero ella le aseguró que estaba bien. Sacó la pesada maleta del maletero y<br />

la dejó caer sobre el asfalto.<br />

—¿Estás segura de que no quieres dejar unas cuantas cosas? —le preguntó a su hija.<br />

—¡Mamá!<br />

—¿Sabes que te excedes por lo menos diez veces en la ropa básica que os recomendaron?<br />

Georgia se echó a reír.<br />

—Tienes razón, mamá, pero evidentemente esas recomendaciones eran para refugiados de<br />

los cincuenta o algo así.<br />

Claire también se echó a reír. El pulso se le había vuelto a relajar y ya se sentía mucho<br />

mejor. Entraron en el vestíbulo de la estación y luego se dirigieron hacia el andén del tren que<br />

iba a Galway. Una mujer bajita, rechoncha y canosa con una chaqueta azul marino y un polo<br />

con una insignia de colegio, que llevaba una carpeta gigante, las escrutó.<br />

—Coláiste Cian? {1} —preguntó.<br />

—Sí—respondió Leonie—. Robyn O’Malley y Georgia Hudson.<br />

La mujer consultó su lista.<br />

—Robyn agus {2} Georgia. Fáilte {3} —saludó mientras marcaba sus nombres.<br />

Las chicas se miraron y se rieron.<br />

—Vamos —las azuzó Claire—, tenéis que subir al tren. Y que de vosotras no salga ni una<br />

palabra más de inglés hasta dentro de un mes.<br />

Georgia rodeó con los brazos a su madre y la abrazó con fuerza.<br />

—Te echaré de menos —dijo. De repente su voz sonó más infantil y nerviosa.<br />

—Yo también te echaré de menos —contestó Claire—. Pero lo pasarás en grande.<br />

—Ya lo sé —replicó Georgia—. Pero tú ¿te cuidarás? ¿No harás nada loco o arriesgado?<br />

—¿Yo? ¿Algo loco o arriesgado? —Claire le sonrió—. ¿Cuándo he hecho algo así?<br />

La sonrisa de Georgia tembló.


—Bueno, ya sabes, ahora, con la casa vacía, puede que empieces a llevar una agitada vida<br />

social.<br />

—Puede que lo haga —dijo Claire con una risa ahogada.<br />

—Pero nada de discotecas sórdidas o de hombres inapropiados, ¿eh? —añadió Georgia.<br />

—Por supuesto que no —contestó Claire—, aunque tal vez alguna que otra discoteca<br />

cutre...<br />

Georgia le sonrió.<br />

—Estarás bien, ¿verdad?<br />

—Georgey, se supone que soy yo la que tendría que estar preocupada porque tú estés bien<br />

—le recordó Claire—. Estaré en casa, Phydough cuidará de mí. No te preocupes.<br />

—No lo haré —dijo Georgia—. Es sólo que...<br />

—Estaré bien —le aseguró Claire—, y tú también. Espero que lo pases genial.<br />

—No te importa que me vaya ni nada de eso, ¿verdad?<br />

—¡Georgia! Claro que no, y me parece estupendo que decidieras que te apetecía ir. Será<br />

tan divertido que seguramente no querrás volver a casa.<br />

—No me veo queriéndome quedar en los bosques del oeste —replicó Georgia sonriendo—.<br />

En el fondo soy una chica de ciudad.<br />

—Brostaigh oraibh {4} —dijo la mujer canosa, impaciente.<br />

—Será mejor que te vayas ya —le aconsejó Claire—. Cuídate, cariño. Pásalo bien.<br />

Mantenme informada.<br />

—Te mandaré mensajes —prometió Georgia.<br />

—As Gaelige? {5} —preguntó su madre.<br />

—Pero ¡qué dices! Si casi no entiendes la mitad de mis mensajes en inglés —se rió Georgia<br />

—, no te veo descifrando mensajes en gaélico.<br />

—Puede que tengas razón —concedió Claire, y volvió a abrazar a Georgia—. Bueno,<br />

tesoro, tienes que irte ya.<br />

—Nos vemos, mamá.<br />

Georgia y Robyn traspasaron la barrera y se dirigieron al tren. Claire conservó firme la<br />

sonrisa mientras las veía subirse al vagón.<br />

—Supongo que será mejor que esperemos hasta que salga el tren, por si alguna de las dos<br />

cambia súbitamente de idea —le dijo a Leonie.<br />

—Si Robyn cambia de idea de repente, la mataré —contestó Leonie—. Dejando a un lado el<br />

precio de la estancia, me ha hecho comprarle un guardarropa nuevo para el verano. ¡Así que<br />

más le vale ir a lucirlo en Galway!<br />

Claire se echó a reír.<br />

—Bueno, yo sólo le tuve que comprar a Georgey unas cuantas faldas, aunque a saber si se<br />

las pondrá o no; en estos momentos está atravesando una fase de vaqueros.<br />

—Los vaqueros están bien —comentó crípticamente Leonie—. Los vaqueros quieren decir<br />

que por lo menos van tapadas. Tendrías que ver algunos de los tops que Robyn piensa que<br />

son prendas adecuadas.<br />

—Ya, ya lo sé —asintió Claire—. Es imposible saber lo que está de moda y lo que no. Yo


no quiero ser una madre pesada, pero a veces...<br />

Las dos mujeres cruzaron una mirada de comprensión. Después, el tren salió de la estación<br />

y ambas suspiraron aliviadas.<br />

—Perfecto —dijo Leonie—. Sé que se supone que debería echarla de menos durante este<br />

mes, y naturalmente lo haré, pero también es cierto que me da un margen para recuperar mi<br />

vida.<br />

Claire sonrió reservada.<br />

—¿Y tú? —prosiguió Leonie—. ¿Tienes algún plan salvaje y maravilloso?<br />

Claire negó con la cabeza.<br />

—Estoy hasta arriba de trabajo —explicó—. Reconozco que este mes será una oportunidad<br />

fantástica para acabarlo todo sin tener a Georgey interrumpiéndome a cada momento para<br />

preguntarme dónde está el mando de la tele o qué he hecho con su iPod o qué puede hacer<br />

porque está muerta de aburrimiento.<br />

Leonie se echó a reír.<br />

—Pero también es una oportunidad para que tú entres y salgas sin tener que preocuparte<br />

por ella —añadió a continuación.<br />

—Ah, sí, claro —dijo Claire sin tomárselo en serio—. Aunque tampoco es que necesite ir a<br />

ningún sitio.<br />

—Mira, si tienes algún problema o lo que sea...<br />

—Es un detalle por tu parte, Leonie, pero estaré bien, de verdad.<br />

Durante un instante, pareció que Leonie iba a seguir con el tema, pero al final asintió<br />

brevemente con la cabeza y le preguntó a Claire sin más si quería que la dejara en casa.<br />

Claire negó con la cabeza.<br />

—No gracias, creo que daré una vuelta por el centro y haré algunas compras.<br />

—Entonces, ¿quieres que te acerque a la calle O’Connell? —le ofreció Leonie.<br />

—No, gracias —respondió Claire—, me apetece caminar.<br />

—¿Segura?<br />

—Absolutamente —dijo—. Absolutamente.


CAPÍTULO 02<br />

Dianthus (clavel anual): amplia variedad de colores, sobre todo<br />

rojos y rosas. Regar en climas secos.<br />

CLAIRE NO PASÓ TANTO TIEMPO en el centro como había previsto, porque sus zapatos<br />

de piel azules empezaron a rozarle los talones, además de que la temperatura había seguido<br />

subiendo y se le habían hinchado los pies. Así que, al cabo de una hora, cogió el autobús en<br />

dirección a casa, intentando no pensar en lo mucho que le dolían las ampollas, que sabía que<br />

seguían creciendo a cada segundo que pasaba. Para cuando se bajó y recorrió los cinco<br />

minutos de camino hasta su estrecha y alta casa, cercana al mar, estaba conteniendo ya los<br />

aullidos de dolor. Empujó la verja de entrada, se quitó los zapatos asesinos y, agradecida,<br />

disfrutó de la humedad del césped en los pies mientras miraba la fachada de su vivienda.<br />

Cuando contaba a la gente que Bill y ella se iban a comprar una casa de tres pisos con un<br />

sótano, la miraban completamente atónitos, pensando que debía de ser enorme y que les iba a<br />

costar una fortuna. Había que reconocer que no se equivocaban en lo segundo, pero la casa<br />

se había construido para sacarle partido a una parcela estrecha, así que era mucho más<br />

pequeña de lo que todo el mundo imaginaba, a pesar de la altura. Habían comprado aquella<br />

casa porque estaba en una buena zona para la consulta de Bill y el sótano era ideal para<br />

adaptarlo al negocio, gracias a que tenía una entrada independiente a la altura de la calle,<br />

mientras que la puerta principal de la casa quedaba escaleras arriba.<br />

Al mudarse, la cocina estaba en el sótano. Les llevó bastante tiempo y esfuerzo<br />

transformarla en una consulta médica con sala de espera y lavabo, y después trasladar la<br />

cocina un piso más arriba, con el comedor al lado. Originalmente, el primer piso tenía un salón,<br />

un dormitorio y un baño, mientras que en el piso superior había dos habitaciones (una de las<br />

cuales era ahora el despacho de Claire) y otro baño. Reformar la casa había sido una tarea<br />

trabajosa y difícil, especialmente construir una salida de la nueva cocina al jardín, pero<br />

finalmente habían conseguido acabar. Claire sabía que, aunque no hubiera hecho falta hacer<br />

obras para la consulta, ella habría cambiado la cocina de sitio de todas formas. El sótano era<br />

demasiado oscuro para lo que ella creía que debía ser una estancia alegre y familiar.<br />

Caminó hacia la casa por el césped disfrutando del agradable frescor en sus pies. Cuando<br />

abrió la puerta y accedió al pasillo también agradeció la frescura de las baldosas blancas y<br />

negras bajo los pies, a pesar de que normalmente pensaba que eran un poco frías y nada<br />

acogedoras, y quería cambiarlas en cuanto tuviera la oportunidad.<br />

Phydough, que se había quedado en su cesta cuando ella salió con Georgia, se puso a dos<br />

patas sobre ella para saludarla. Claire le dio unas palmaditas distraídamente y fue a por el<br />

botiquín, que estaba encima de la nevera, en busca de dos tiritas, que se puso sobre las<br />

ampollas.<br />

—Esto te enseñará a no pasear con calzado inapropiado —se reprendió en voz alta.<br />

Al oír la palabra «pasean», Phydough ladró ilusionado.<br />

—No puedo —le dijo—. Todavía no. Me duelen demasiado los pies. Más tarde.<br />

El perro entendió las palabras «más tarde» y la miró con reproche.


—Te lo prometo —le aseguró, rascándole en su sitio preferido, bajo la mandíbula—. Más<br />

tarde.<br />

El perro se alejó disgustado y se dejó caer en su cesta. Antes de enchufar la tetera, Claire<br />

abrió la puerta de la cocina para que entrara un poco de aire.<br />

El sonido del timbre, alto e insistente para que pudiera oírse tanto en la casa como en el<br />

jardín, le hizo dar un salto. Fue descalza hasta la entrada, comprobó por la mirilla quién<br />

llamaba, y abrió la puerta.<br />

—Hola, Eavan —saludó—, ¿qué te trae por aquí?<br />

—¿Ésa es la bienvenida que me das? —Eavan Keating arqueó una ceja y miró curiosa a su<br />

amiga con sus ojos azules.<br />

—Lo siento —dijo Claire—. No quería sonar poco acogedora. Es sólo que hacía mucho que<br />

no te pasabas por aquí.<br />

—Porque siempre estás demasiado ocupada. —Había una nota de desaprobación en la voz<br />

de Eavan.<br />

—Eavan ya sabes cómo son las cosas en Locum Libris —explicó Claire—. ¡Siempre hay<br />

mucho que hacer y poco tiempo para hacerlo!<br />

—Ajá. —Eavan era escéptica.<br />

—¡Es la verdad! —insistió Claire enfatizando con la cabeza, de forma que unos mechones<br />

color canela tostada le cayeron sobre la cara; ella se los apartó con impaciencia—. Están a<br />

punto de sacar un texto sobre el efecto de una maldita bacteria en el intestino y me está<br />

costando un infierno acabarlo. Tengo una pila de papeles del tamaño del Everest en mi mesa y<br />

sé que, cuando abra mi correo, habrá más cosas incomprensibles esperándome.<br />

—Trabajas demasiado —comentó Eavan— y no te pagan bien.<br />

—Pero se portan bien conmigo —apuntó Claire—. Me dejan tener mi propio horario y<br />

trabajo desde casa... Me conviene.<br />

—Eres demasiado blanda con ellos, ¿lo sabías? —El tono de Eavan era de broma—. Pero<br />

bueno, yo he venido para decirte que hemos quedado para tomar algo más tarde. Con el grupo<br />

del club. Y no digas que no puedes venir. Tu excusa es siempre que tienes que quedarte en<br />

casa por Georgia, así que ahora que estará un mes fuera, podrás entrar y salir un poco.<br />

Claire la miró dubitativa.<br />

—Saldré y entraré —dijo—, pero no estoy segura de lo de esta noche. Tengo un montón de<br />

cosas pendientes y necesito ponerme al día.<br />

—Tendrás todo el fin de semana para ponerte al día.<br />

—Es que... —Mientras charlaban, Claire había servido el agua que había calentado en unas<br />

tazas, retirado las bolsitas de té y después las había echado a la basura. Abrió la puerta de la<br />

nevera y sacó un cartón de leche—. Sabes que adoro a la gente del club, Eavan, pero tengo la<br />

sensación de que ya no tengo nada en común con ellos.<br />

—Eso es una tontería, y lo sabes.<br />

—No es ninguna tontería —se reafirmó Claire mirando a su amiga—. No puedo jugar, así<br />

que no participo en los partidos ni nada. Tengo la sensación de que ya no puedo pasarme por<br />

allí como solía hacerlo antes.<br />

—Puedes jugar —la contradijo Eavan—. Quizá no tan bien como antes, pero puedes.


—Paul Hanratty y yo ganamos los dobles mixtos de bádminton antes del accidente —la<br />

cortó Claire secamente—. Ahora ya no me puedo mover como debería en la pista. Lo sabes.<br />

No puedo correr y no estoy lo suficientemente en forma.<br />

—Pero Claire, ¡tú siempre estuviste en buena forma!<br />

—Eso era entonces —dijo Claire.<br />

Eavan tomó un sorbo de su té y no dijo nada.<br />

—Haré todo lo que pueda por ir —aseguró Claire finalmente—. Pero no quiero que me<br />

presiones.<br />

—Yo nunca te presiono —la tranquilizó Eavan—. Nunca. Pero venga, Claire... tienes todo un<br />

mes para vivir un poco. Y ya es hora.<br />

—No me digas cosas así —replicó fieramente Claire—. Tengo una buena vida, Eavan<br />

Keating. Georgey y yo nos hemos esforzado por superarlo. No me paso las noches sentada en<br />

casa, llorando, con un whisky en la mano. Entro y salgo. Asisto a los actos de Georgia, saco a<br />

Phydough a pasear, voy a Locum Libris. Tengo una vida completa y ocupada, y que no la pase<br />

en clubes y bares con la gente que solía frecuentar no quiere decir que no haya conseguido<br />

rehacerla.<br />

Eavan la miró fijamente.<br />

—Claire, todo eso está bien. Pero te falta salir con las chicas, sentarte a no hacer nada o<br />

cualquiera de las cosas que hacen que la vida merezca la pena.<br />

—He perdido a la persona que hacía que mi vida mereciera la pena —la atajó Claire<br />

enfadada—. Y no ha sido fácil superarlo, lo sabes. Pero lo he hecho. A mi manera. Y la<br />

verdad, no necesito que vengas a echarte encima de mí tan pronto como me quedo sin<br />

Georgia medio minuto, sólo porque creas que no puedo funcionar como una persona normal<br />

cuando me quedo sola.<br />

—¡Yo no pienso eso! —se defendió Eavan.<br />

—Sí, sí lo haces. Todo el mundo lo hace. Crees que me voy a desmontar en pedacitos,<br />

pero no es así. ¡Por el amor de Dios! Era la mujer de un médico, sé lo del duelo, el sufrimiento<br />

y todo lo demás. No puedes decirme nada que no haya oído ya.<br />

—Pero es diferente cuando se trata de ti y no de un paciente —dijo Eavan.<br />

—Por favor, dame un respiro.<br />

—¿Has ido a ver a alguien por lo de la fobia?<br />

—Pues para que lo sepas, esta mañana Leonie O’Malley nos ha llevado a Georgia y a mí a<br />

la estación Houston —le espetó Claire—. Así que si crees que todavía soy incapaz de subirme<br />

a un coche, te equivocas por completo.<br />

—Leonie me ha llamado —dijo Eavan—. Me ha contado que no la has dejado acompañarte<br />

a casa y que has tenido los ojos cerrados durante todo el trayecto.<br />

—¿Quién demonios se cree Leonie que es para meterse en mi vida? —gritó Claire—. Vale,<br />

sí, tenía los ojos cerrados. Hay gente que cierra los ojos en los aviones, ¿no?, pues yo lo hago<br />

en los coches. ¿Y qué, Eavan? Y no acepté su oferta de acercarme a casa porque quería ir a<br />

comprar unas cosas.<br />

Eavan llevó su taza medio llena al fregadero y la enjuagó.<br />

—No se te puede decir nada, ¿verdad?


—Si estuvieras hablando conmigo, no tendría ningún problema en escuchar —dijo Claire ya<br />

sin enfado en la voz—. Pero tú y todo el mundo seguís dándome charlas. Todos tenéis<br />

grandes ideas sobre lo que debería estar haciendo. Pero es mi vida, Eavan. Mía. Y está<br />

perfectamente bien como está.<br />

—¿No quieres conocer a alguien? —preguntó su amiga—. Han pasado casi tres años,<br />

Claire.<br />

—¡Por el amor de Dios! —Claire la miró con impaciencia—. Por supuesto que no quiero<br />

conocer a nadie. Tuve a Bill. No hay nadie más. Nunca lo habrá.<br />

—Nunca digas nunca —le aconsejó Eavan con suavidad.<br />

—En este caso sí. —Claire se pasó la mano por el pelo—. Mira, Eavan, te lo agradezco.<br />

Pero te estás preocupando por nada.<br />

—Entonces, ¿vendrás esta noche?<br />

—Haré lo que pueda —contestó Claire.<br />

—Vale. —Eavan cogió el bolso de la mesa de la cocina—. Entonces nos vemos más tarde.<br />

Claire la acompañó hasta la entrada y, justo mientras sujetaba la pesada puerta principal,<br />

llegó el camión de reparto del supermercado con la compra que había pedido por Internet.<br />

Claire se despidió de Eavan con la mano y sonrió al repartidor, encantada de que al menos él<br />

no fuera a darle lecciones sobre su vida.<br />

Cuando Eavan llegó cargada con la compra que había hecho de camino a casa, Glenn<br />

estaba jugando con Saffy, su hija de casi tres años, en el jardín. Entró dando zancadas a la<br />

cocina y sonrió a su mujer.<br />

—¿Cómo está Claire? —preguntó.<br />

Eavan hizo una mueca.<br />

—No lo sé —contestó ella—. La he invitado a venir a tomar algo esta noche con nosotros y<br />

se ha puesto como una loca, me ha dicho que dejara de meterme en su vida.<br />

—Creo que no la culpo —comentó Glenn—. Me imagino que yo también odiaría que todo el<br />

mundo estuviera encima de mí continuamente.<br />

—¡Yo no estoy encima de ella! —exclamó Eavan encendida.<br />

—Lo sé. Pero desde su punto de vista, es probable que cada vez que la llamas para<br />

invitarla a algún sitio y después la regañas si no va, tenga esa impresión.<br />

—Hace siglos que no la llamo para ir a ningún sitio —protestó Eavan—. Y cuando lo he<br />

hecho, siempre ha usado a Georgia como excusa; sin embargo ahora que está fuera no puede<br />

hacerlo.<br />

—¿Y qué ha dicho esta vez?<br />

—Pues que estaba hasta las cejas con un libro de medicina y que tenía cosas que hacer en<br />

casa —resopló Eavan—. Aunque también ha dicho que no estaba precisamente loca de ganas<br />

de quedar con la gente del club, porque todos la conocen de antes, cuando estaba bien. He<br />

intentado decirle que está bien, pero no me ha dejado ni acabar.<br />

—Bueno, tal vez aparezca por allí.<br />

Eavan suspiró.


—Tal vez. Pero lo dudo. No sé, Glenn, allí está, en una casa demasiado grande para ella,<br />

trabajando a destajo para gente que realmente no hace nada por ella. Finge que no tiene<br />

tiempo para nada y, cada vez que sale, siempre se vuelve volando a casa porque está muy<br />

ocupada o tiene que estar con Georgia, pero en realidad no tiene ninguna ocupación y Georgia<br />

ya no es un bebé. Son todo pamplinas.<br />

—Tal vez se mantiene ocupada para... bueno, para superarlo.<br />

—Vale, pero superarlo también debería incluir volver a tener vida. Estoy harta de ver cómo<br />

rechaza mi amistad. Las cosas tienen un límite. Ya han pasado tres años.<br />

—Eres una buena amiga —la consoló Glenn—. Cualquiera puede ver lo mucho que te estás<br />

esforzando.<br />

—Ella también lo fue conmigo cuando trabajábamos juntas —le recordó Eavan—. Yo pasé<br />

una mala época... y ella me apoyó.<br />

De repente tenía los ojos llenos de lágrimas.<br />

—¡Eh, no hay necesidad de apenarse! —Glenn miró a su mujer sorprendido—. Es tu amiga,<br />

ha sido buena contigo y por eso tú sigues siendo buena con ella. A veces demasiado, Evs,<br />

porque no lo aprecia como debería.<br />

—Tienes razón. —Eavan se secó las lágrimas sin derramar—. Claro que sí. Pero es que<br />

Claire... solía ser divertida, se soltaba el pelo con nosotros. No necesitaba a Bill a su lado para<br />

pasarlo bien. Por ejemplo, no tenía reparos para dejarlo en casa con Georgia y venirse al club<br />

dos noches por semana. Es ridículo que ahora, no habiendo nadie en casa, no quiera salir. Es<br />

una lástima.<br />

—Además es una mujer muy guapa —añadió Glenn pensativo—, por su aspecto parece que<br />

todavía esté en los veinte.<br />

—Bueno, eso es un poco exagerado —dijo Eavan cortante mientras se miraba en el reflejo<br />

de la ventana.<br />

Glenn se echó a reír.<br />

—Pero es atractiva —le dijo Glenn—, aunque ahora se la vea un poco abandonada.<br />

—No tendrá anorexia, ¿verdad? —se preguntó Eavan—. Tienes razón con lo del aspecto de<br />

abandono. Recuerdo una vez en que las dos hicimos una de esas dietas insalubres, ya sabes,<br />

comer sólo repollo, o remolacha, porque nos habíamos puesto un par de kilos encima. Claire<br />

estaba realmente molesta porque no cabía en unos pantalones en particular. Claro que Bill se<br />

ponía como loco si ella hacía dietas absurdas. ¡Ése es el problema de tener un marido médico!<br />

—¿Anorexia no es lo que tienen las adolescentes? —preguntó Glenn—. Yo hubiera dicho<br />

que si alguna de las dos tenía un problema con la comida ésa era Georgia.<br />

—Vi a Georgey en el centro comercial la semana pasada —comentó Eavan—. Era la viva<br />

imagen de la salud. Si Claire fuera tan sensata como su hija...<br />

—Dale tiempo —le aconsejó Glenn cariñosamente—. Tiene que enfrentarse a las cosas a<br />

su manera.<br />

Eavan lo besó.<br />

—Eres un hombre maravilloso —dijo—. Cariñoso, comprensivo... el sueño de cualquier<br />

mujer.<br />

—Lo único que importa es que sea el de tus sueños.<br />

—Sin duda alguna lo eres —le aseguró Eavan mientras deslizaba la mano por debajo de su


camisa. A continuación abandonó la acción porque Saffy, que les había estado mirando desde<br />

el jardín, gritó que quería un zumo y que lo quería ya.


CAPÍTULO 03<br />

Helipterum (flor eterna): flores similares a las margaritas,<br />

normalmente de color blanco, rosa o amarillo con delicados tallos.<br />

Se pueden secar para hacer adornos navideños.<br />

DESPUÉS DE SACAR y colocar la compra golpeando las puertas de los armarios enfadada<br />

por la visita de Eavan, Claire subió la escalera pisando con fuerza en dirección a su despacho,<br />

que había montado en el piso más alto de la casa. A Eavan le había dicho la verdad respecto<br />

a que tenía un montón de trabajo pendiente: las pilas de papel rodeaban su ordenador blanco<br />

Apple y casi cubrían por completo su escritorio de madera de arce. En la habitación había<br />

también una silla de mecanógrafa color naranja brillante, un archivador imitación a madera, una<br />

pequeña nevera (que en el fondo sentía que debería estar llena de champán, aunque<br />

normalmente sólo contenía agua) y una variada selección de estanterías en las que los<br />

manoseados manuales médicos se disputaban el espacio con las exitosas y gruesas novelas<br />

que secretamente prefería leer.<br />

A Claire le gustaba aquella habitación. La verdad era que le encantaba estar allí cuando se<br />

encontraba sola en casa. Era un espacio exclusivamente suyo, diseñado, amueblado y utilizado<br />

sólo por ella. Nunca había sido otra cosa que su estudio y, de algún modo, eso la hacía<br />

sentirse aliviada y segura. A veces se sentaba en la silla de mecanógrafa con las piernas<br />

subidas y las rodillas dobladas bajo la barbilla y se decía a sí misma que su vida había debido<br />

de convertirse en algo especialmente aterrador si sentía que su despacho era un lugar<br />

confortable en el que estar. Pero lo era.<br />

Se sentó a su escritorio pero ni siquiera se molestó en acercarse el manuscrito en el que<br />

estaba trabajando. Lo que hizo fue mirar fijamente la pantalla del ordenador y pensar en la<br />

visita de Eavan.<br />

Eavan Keating era su mejor amiga. Claire la conoció en su primer día en Locum Libris, una<br />

editorial que publicaba libros de texto de medicina y revistas médicas especializadas. Claire no<br />

tenía ningún conocimiento especializado cuando entró a trabajar allí como administrativa, pero<br />

aprendió mucho con el paso del tiempo y, desde luego, estar casada con un médico ayudó.<br />

Aunque cuando empezó en Locum Libris no estaba casada con Bill Hudson, pero sí sabía que<br />

se casaría con él. Lo supo desde el principio.<br />

Cerró los ojos y se permitió recordar la primera vez que vio a Bill. Era el día en que ella<br />

cumplía cinco años y su madre había invitado a la fiesta a todos los niños de la calle donde<br />

vivían enviando invitaciones de papel rosa con sobres también rosa. Claire aún recordaba la<br />

emoción por su vestido nuevo color rosa, la enorme tarta de cumpleaños con gruesas velas<br />

rosa, los regalos envueltos en papel rosa y los globos rosa clavados con chinchetas por la<br />

habitación. Todos los niños habían traído regalos envueltos en papel rosa, excepto Bill Hudson,<br />

el niño de seis años de dos casas más abajo. Él le dio una caja sin envoltorio.<br />

—He roto el papel —dijo con brusquedad—. Era de chica.<br />

Curiosamente, Claire ya no recordaba qué había dentro de la caja. Caramelos, pensó. O tal<br />

vez ceras de colores. Algo colorido. Pero no le prestó ninguna atención, porque sintió que algo<br />

tiraba de su corazón al mirar a Bill Hudson; sus desafiantes ojos marrón caramelo la


observaban fijamente.<br />

—No importa —le dijo ella—. Puedes tomar tarta de todos modos.<br />

Lo cogió de la mano y lo llevó hasta la mesa, donde le pidió a su madre que cortara la tarta<br />

para darle un trozo a Bill.<br />

—No hasta que hayan llegado todos tus invitados —le dijo Eileen.<br />

Claire resopló y le dijo que todo el mundo que le importaba ya estaba allí, y que quería<br />

hacer lo de la tarta y las velas en ese momento.<br />

Aquello estuvo a punto de convertirse en una escena, pero de repente, Bill le apretó la mano<br />

y le dijo que todavía no quería tarta, pero que estaría bien una limonada y, tal vez, si podía<br />

ser, unas patatas fritas. Entonces Eileen le sirvió limonada y patatas, él le dio las gracias<br />

amablemente y se fue corriendo al jardín, seguido de Claire.<br />

Ella nunca dejó de seguirle.<br />

Una vez, su madre dijo que eran almas gemelas, aunque también le dijo que antes o<br />

después superaría su devoción por Bill Hudson, y le advirtió que quizá algún día él se<br />

enamoraría de otra. A Eileen le preocupaba que ninguno de los dos parecía querer buscar a<br />

otra persona. Más tarde se tranquilizó cuando Bill se trasladó desde Dundalk, donde vivían, a<br />

Dublín, a ochenta kilómetros escasos, y Claire decidió pasar un año como au pair en Francia<br />

(a pesar de que a Eileen no le gustaba nada la idea de tener a su única hija lejos durante un<br />

año).<br />

—Será bueno que os separéis una temporada —le dijo el primer fin de semana después de<br />

que Bill se marchase a Dublín y mientras Claire se preparaba para irse a Montpellier.<br />

Claire no le confesó a Eileen que Bill y ella habían decidido lo mismo. Que habían acordado<br />

que conocerse desde hacía tanto y quererse durante tanto tiempo no era bueno. Nadie se<br />

casaba con el chico de al lado al que conocía desde los cinco años. Esas cosas no pasaban.<br />

Y si no experimentaban más cosas, le había dicho Claire a Bill solemnemente una noche en<br />

que estaban sentados en el muro de su casa, con las cabezas pegadas, podrían lamentarlo<br />

para siempre.<br />

Así que Bill se había ido a Dublín y Claire había volado a Francia, prometiéndose que se<br />

mantendrían en contacto y que no se apenarían cuando, inevitablemente, conocieran a otras<br />

personas.<br />

Claire fue la primera. No lo esperaba, atrapada en la diminuta ciudad de Floret, a unos diez<br />

kilómetros al sudoeste de Montpellier, y trabajando a todas horas (como le escribió a su<br />

madre) para la pareja irlandesa con la que estaba viviendo. Lo conoció un día en la plaza del<br />

pueblo. Roger Simenon, alto, moreno, guapo, y tan diferente al atractivo y amigable Bill Hudson<br />

como era posible serlo. Claire vio que Roger era un rompecorazones. Conocía los pasos que<br />

había que dar, las cosas adecuadas que decir y la halagó sin cesar hasta que al fin ella<br />

accedió a ir a Montpellier al cine con él. Y después la llevaría a cenar, le prometió. A un<br />

restaurante realmente bueno.<br />

No cabía ninguna duda de que Roger era encantador, guapísimo y hacía que su corazón<br />

latiera más de prisa. Entonces, una noche, él le dijo que había reservado una habitación en una<br />

pequeña pensión.<br />

Claire lo miró sin decir nada.<br />

—Quieres hacerlo, ¿verdad? —le preguntó—. No quiero que hagas nada que no desees,<br />

ma mie, pero me parece que ya ha llegado el momento, ¿no crees?


—¿Cómo se llamaba el pez que mi padre tiró por el retrete? —le preguntó Claire<br />

bruscamente una vez que salieron del restaurante, que, en efecto, era buenísimo.<br />

—¿Eh? —Él la miró atónito.<br />

—¿Cuál es mi color preferido?<br />

—Claire, chérie, yo no...<br />

—¿Quién fue mi ídolo musical en la adolescencia?<br />

Roger se echó a reír.<br />

—Claire, Claire. ¡Nada de eso es importante!<br />

—Goldie {6} —soltó ella—, no es muy original, ya lo sé. Magenta. George Michael. Aún me<br />

gusta, aunque no estoy convencida de que él vaya a interesarse por mí.<br />

—Bueno, ahora ya lo sé —rió Roger—. Para tu información, nunca he tenido un pez de<br />

colores, pero tuve un conejo llamado Dejeuner. Mi color favorito es el negro y Siobhán Fahey<br />

es muy atractiva.<br />

—No te quiero —le dijo—. Y no quiero acostarme contigo.<br />

—Bueno, entonces, ¿de qué iba todo lo que ha pasado durante este mes? —quiso saber él.<br />

—Me estaba asegurando —respondió Claire.<br />

Cuando volvió a la casa, en Floret, Claire llamó al número del estudio de Bill Hudson en<br />

Rathmines, Dublín.<br />

—¿Cuál era el nombre del pez de colores que mi padre tiró por el retrete? —le preguntó a<br />

bocajarro cuando finalmente él contestó el teléfono.<br />

—¡Claire! —Bill parpadeó unas cuantas veces y miró la hora—. Es la una de la mañana y<br />

me estás llamando desde Francia. ¿Por qué me haces una pregunta así a la una de la<br />

mañana?<br />

—¿Cómo se llamaba? —insistió ella.<br />

—Goldie —contestó—. Como el pez de colores que enterró en una caja de cerillas debajo<br />

del grosellero y como cada uno de los peces de colores que has tenido, que yo recuerde.<br />

—¿Mi color favorito? —preguntó ella.<br />

—Púrpura rosado —dijo él—. Tirando a oscuro.<br />

—¿Mi ídolo musical juvenil?<br />

Bill se echó a reír.<br />

—Más o menos esperaba ser yo tu ídolo juvenil.<br />

—¿ídolo musical? —le aclaró con urgencia.<br />

—El maldito George-sal del armario de una vez-Michael —contestó Bill.<br />

—Te quiero —le dijo Claire.<br />

—Yo también te quiero —respondió Bill—. Ahora, ¿hay alguna posibilidad de que vuelva a la<br />

cama? Mañana tengo un examen.<br />

—Lo siento. —De repente, Claire se dio cuenta de lo estúpida que había sido.<br />

—No lo hagas —le pidió Bill suavemente—. Te he echado de menos, Claire. Me alegro de<br />

que hayas llamado.<br />

—Voy a volver a casa —le informó—. No puedo vivir sin ti.


Claire le dijo a la familia irlandesa de Floret que ya se había cansado de ser au pair. Niall y<br />

Theresa Carmichael se quedaron desolados al saber que se iba, porque Claire era realmente<br />

buena con Amy y Raúl, ambos la adoraban, y también trabajaba muchísimo en la casa. (Su<br />

anterior au pair se había negado en redondo a hacer las tareas del hogar que Theresa le<br />

había asignado, como pulir sus muebles de roble o fregar el suelo todos los días.) Le<br />

ofrecieron más dinero para que se quedara, pero Claire ya había tomado una decisión. Seis<br />

meses sin Bill Hudson eran demasiados.<br />

Con y Eileen Shanahan también estaban desolados. No les gustaba especialmente la idea<br />

de que Claire se hubiera ido a Francia todo un año, pero ambos creían que era bueno para ella<br />

mantenerse alejada de Bill durante una temporada. Sin embargo ahora había vuelto, y les<br />

había dicho que iba a conseguir un trabajo en Dublín.<br />

—Si es que puede —le dijo Con a Eileen.<br />

En aquella época, el mercado laboral no estaba muy boyante.<br />

A Claire le llevó dos semanas encontrar el trabajo en Locum Libris. Gracias al curso de<br />

mecanografía que Eileen había insistido en que hiciera durante el último año de instituto, Claire<br />

era bastante buena escribiendo a máquina, se le daba bien coger el teléfono con amabilidad y<br />

estilo y dominó la jerga médica realmente de prisa.<br />

—Me caías mal —le contó Eavan tiempo después—. Eras demasiado rápida comparada<br />

con el resto de nosotros.<br />

Las dos chicas se llevaban bien, a pesar de que Eavan puso el grito en el cielo cuando un<br />

par de semanas después de entrar a trabajar en la empresa, Claire llegó con un anillo de zafiro<br />

en el anular de su mano izquierda y les anunció que Bill y ella se casarían el año siguiente.<br />

—No es que crea que no debas casarte si verdaderamente quieres a ese tipo —le dijo a<br />

Claire esa noche, cuando salieron a tomar algo para celebrarlo—. Es sólo que no sé por qué<br />

tienes que atarte a un único hombre. Estás en el mejor momento de tu vida, Claire. Deberías<br />

estar yendo a discotecas y pasándolo bien.<br />

—Y buscando desesperadamente a Míster Perfecto. —Claire matizó—. ¿Es que no te das<br />

cuenta, Eavan? Yo ya lo he encontrado.<br />

Y, en efecto, cuando Bill apareció con Claire en la fiesta de Navidad de Locum Libris<br />

increíblemente atractivo con su esmoquin de alquiler, Eavan concedió que tal vez Claire tenía<br />

razón en casarse cuanto antes. Como le dijo Eavan, Bill era tan atractivo y guapo que, a<br />

menos que se diera prisa, no cabía ninguna duda de que alguna otra mujer intentaría<br />

quitárselo.<br />

—Yo no estaría interesado —le dijo él a Claire esa noche, cuando ella le contó la<br />

conversación—. Nunca he estado interesado en nadie que no seas tú.<br />

Ella tenía diecinueve años y él veinte. Nunca, ni por un segundo, lamentó haberse casado<br />

con él.<br />

Se tapó la cara con las manos y se obligó a no llorar. Al principio se había permitido<br />

hacerlo. Bill le había explicado que las lágrimas eran una parte importante de los mecanismos<br />

de curación del organismo y ella sabía que tenía razón. Pero había un momento, pensó, en<br />

que las lágrimas debían parar. Y sería una maldición, pensó mordiéndose el labio con fuerza,<br />

que volviera a llorar por primera vez desde hacía meses, justo cuando estaba sola en casa.<br />

Sería como dar la razón al entrometido discurso de Eavan, y eso no iba a permitirlo.<br />

Eileen lloró en su boda. Con, su padre, no. Éste le había apretado la mano con fuerza


cuando se bajaron del coche al llegar a la iglesia, y le dijo que esperaba que fuera muy, muy<br />

feliz, y que Bill era un gran hombre que se convertiría en un médico maravilloso. Añadió que no<br />

podía haber escogido mejor. Le sonrió y le dijo que, cuando Eileen llorara, como seguramente<br />

haría, Claire no debía pensar que era porque su madre albergara dudas respecto a ellos sino<br />

simplemente porque todo el mundo lloraba en las bodas.<br />

La noche anterior Eileen le había preguntado si estaba completamente segura de que<br />

aquello era lo que quería hacer. Estaba a punto de casarse con una persona que todavía<br />

estaba estudiando. El trabajo de ella sería el principal ingreso de ambos. Iba a ser duro.<br />

—No me importa —le dijo Claire—. Le quiero.<br />

—No lo he dudado en ningún momento —le aseguró Eileen—. Es sólo que..., te estás<br />

comprometiendo, endeudándote, preocupándote por un montón de cosas cuando deberías<br />

estar divirtiéndote.<br />

—Eavan dijo algo parecido —le contó Claire—. Bill Hudson es lo mejor que me ha pasado<br />

en la vida. Siempre lo ha sido. Será un médico brillante y el dinero llegará antes o después.<br />

En realidad, pasó un tiempo hasta que el dinero comenzó a llegar.<br />

La semana en que Bill entró a trabajar en una clínica de North Strand, Claire descubrió que<br />

estaba embarazada. Nunca le había contado a Georgia que fue un embarazo no planeado; a<br />

fin de cuentas, como una vez le dijo a Eavan, ellos siempre habían pensado en tener niños,<br />

sólo que no exactamente en aquella época. Pero aceptaron que había pasado y, además, su<br />

hija era sin duda el bebé más bonito del mundo. Luego se convirtió en una niña preciosa y en<br />

una adolescente impresionante, pensó Claire. Una mezcla afortunada de sus rasgos buenos<br />

(como una cabellera espesa y pómulos altos) y los enormes ojos castaños de Bill, de pestañas<br />

larguísimas. También era una chica feliz y equilibrada. Lo habían hecho realmente bien con<br />

Georgia.<br />

Claire sintió cómo volvía a mortificarla el dolor. Bill estaba tan orgulloso de su hija. Se<br />

acordaba del día en que Georgia había empezado en un colegio nuevo y él se había quedado<br />

mirándola. Llevaba uniforme, y el pelo recogido en una gruesa trenza, al estilo Lara Croft. Bill<br />

se quedó sin habla, y no reaccionó hasta que Georgia le dio un beso en la mejilla y le dijo que<br />

deberían irse ya, porque tenía que llevarla al colegio, o es que se había olvidado.<br />

«No es justo —pensó Claire—. No es justo que él no pueda verla crecer, tener una carrera<br />

y, con un poco de suerte, un matrimonio maravilloso. No es justo que él nunca vaya a disfrutar<br />

de la casa y el jardín, cuando comprarla era su sueño del presente y el futuro hecho realidad.»<br />

No era justo que alguien que había sido tan bueno toda su vida, hubiera muerto tan<br />

horriblemente pronto.<br />

Cerró los ojos y se mordió el labio. A veces parecía que no hubiese pasado el tiempo desde<br />

que sucedió, y aun así, ella sabía que sí había pasado, pero le resultaba casi imposible<br />

comprender lo que había sucedido mientras tanto. Aquellos días se habían fundido en una<br />

maraña de tiempo, durante el que sabía que había sido capaz de salir adelante, aunque no<br />

recordaba cómo. No obstante, recordaba el día en que todo cambió. Fue al final de una<br />

semana maravillosa. De hecho, después de su boda y del nacimiento de Georgia, ésa había<br />

sido la mejor semana de su vida.


CAPÍTULO 04<br />

Dicentra (corazón sangrante): flores con forma de medallón,<br />

sobre todo de color rosa y rojo, de tallos curvados y finos. Los<br />

vientos fríos pueden dañarlos.<br />

ERAN SUS PRJMERAS VACACIONES fuera del país en cinco años y habían pasado diez<br />

días absolutamente maravillosos en un resort de cinco estrellas todo incluido en Jamaica. Lo<br />

mejor de todo era que les había salido gratis. Para sorpresa de Claire, había sido la ganadora<br />

de un concurso de una marca de cereales. Ella nunca se había acabado de creer que de<br />

verdad hubiera gente que ganara ese tipo de concursos. Pero la carta que llegó a su casa un<br />

día especialmente lúgubre de noviembre, con nubes bajas y llovizna incesante, decía que las<br />

vacaciones familiares debían ser disfrutadas en los próximos doce meses y que debían<br />

contactar directamente con el operador turístico.<br />

Claire a duras penas podía esperar a que terminara la consulta de aquel día. El mundo<br />

parecía conspirar contra ella, porque había una cola interminable de pacientes con tos y<br />

mocos, lo típico de la época. Era en días como aquél cuando Claire deseaba no haber dejado<br />

Locum Libris para trabajar a tiempo completo como recepcionista y administrativa de Bill. Joe<br />

Halpin, el gerente de la editorial e imprenta, trató por todos los medios de persuadirla para que<br />

se quedara. A lo largo de los años, Claire, con sus conocimientos de corrección y edición de<br />

textos, se había convertido en una persona valiosa para la empresa, por no mencionar lo<br />

rápido que había aprendido los programas informáticos que habían transformado la industria.<br />

Sin embargo, le explicó a Joe que la necesidad que su marido tenía de ella era mayor. Su<br />

última recepcionista acababa de presentar la dimisión (había decidido tomarse un año para<br />

irse de trekking al Himalaya) y ya había comenzado a reducir su ritmo de trabajo. Las<br />

respuestas al anuncio que pusieron en el periódico no correspondían en absoluto a las<br />

expectativas, porque, a pesar de que había mucha gente bien formada y dispuesta a trabajar<br />

media jornada, nadie quería jornada completa en una clínica. Así que Claire decidió que lo más<br />

sensato era dejar de atravesar la ciudad para llegar a las nuevas oficinas de Locum Libris en<br />

Dun Laoghaire, e ir al trabajo bajando la escalera de su casa. Además, como le dijo a Bill, eso<br />

le dejaría más tiempo para estar con Georgia.<br />

Eavan (que se había casado unos años antes a pesar de que siempre le había dicho a<br />

Claire que nadie la arrastraría al altar antes de su treinta y cinco cumpleaños) le dijo a Claire<br />

que, para un matrimonio, trabajar juntos no era una buena idea; que se hartarían de verse el<br />

uno al otro. También le preguntó lúgubremente cómo demonios reaccionaría si Bill le hablaba<br />

de forma brusca y le decía que no había hecho lo bastante bien su trabajo o lo que fuera.<br />

¿Cómo podría mandarle al cuerno y decirle que estaba hasta las cejas de trabajo y tenía por<br />

tanto derecho a pasar un rato en la luna si le apetecía?<br />

Claire se echó a reír y le contestó a Eavan que su trabajo siempre sería lo suficientemente<br />

bueno, y que pocas veces se quedaba mirando las musarañas. Después de todo, ¿acaso Joe<br />

Halpin y Trinny Armstrong, la ayudante de éste, no le habían suplicado que se quedara porque<br />

decían que no podrían salir adelante sin ella? Tampoco se les hubiera ocurrido ofrecerle un<br />

aumento de sueldo, mezquino por supuesto, como no podría ser de otra forma, si no pensaran


que ella era buena en su trabajo.<br />

Las profecías más extremas de Eavan no se cumplieron. A Claire le encantaba trabajar con<br />

Bill y la clínica marchaba mejor que nunca. A veces, cuando estaban en la cama por la noche,<br />

Claire se preguntaba a qué se debería que ella hubiera sido tan afortunada de conocer a su<br />

alma gemela cuando veía que para mucha gente no había sido así. Como Margaret Reilly, que<br />

iba a menudo a la clínica diciendo que se había golpeado con el canto de la puerta, cuando<br />

todo el mundo sabía que, después de un par de pintas, Terry Reilly le pegaba. A pesar de los<br />

consejos de Bill, la mujer ni lo denunció ni quería dejarlo. A Claire se le encogía el corazón<br />

cada vez que Margaret entraba con una mejilla o la frente lastimada. Samantha Walton era<br />

otra habitual de la clínica que no había tenido suerte al elegir marido. Martin Walton era un<br />

mujeriego empedernido que le había pegado la tricomoniasis. Bill tuvo que hablar seriamente<br />

con ella sobre la posibilidad de que Martin cogiera una enfermedad de transmisión sexual más<br />

grave y también se la contagiara. Había otras mujeres, algunas que dejaban a sus maridos, o<br />

a las que sus maridos habían dejado; otras que eran infelices... Todas iban a la clínica con<br />

enfermedades que a veces eran físicas, pero que a menudo eran el resultado del estrés de<br />

sus vidas. Cada vez que Claire veía a Margaret o a Samantha o a Fiona, Sharon, Esther, Lillian<br />

o Beatrice, daba gracias por tener a Bill Hudson.<br />

Lo único que se le podía reprochar a Bill era su ética del trabajo. Trabajaba tanto en la<br />

clínica que tenían poco tiempo para estar juntos en familia. Así que, cuando aquella mañana de<br />

noviembre abrió el sobre y se enteró de la increíble noticia de que había ganado el concurso,<br />

no le cupo ninguna duda de que iba a ser el viaje de sus vidas. Irían.<br />

Bill estuvo de acuerdo. La levantó en brazos y la hizo girar en el aire, Georgia entró en la<br />

habitación y miró a sus padres completamente asombrada, después se sumó a los gritos de<br />

alegría y la emoción de pasar una semana en Jamaica.<br />

Fueron en febrero, dejando atrás una ciudad inmersa en una ola de frío tan fuerte que las<br />

casas no se podían calentar del todo ni teniendo la calefacción todo el día puesta<br />

(especialmente una casa como la de Bill y Claire, que a pesar de todas las reformas dejaba<br />

escapar el calor por algún sitio). En Londres, donde hicieron escala, hacía aún más frío. El<br />

cielo estaba pesado y gris debido a la nevada que se avecinaba. Cuando el enorme avión en el<br />

que iban despegó y se elevó atravesando las nubes, Claire cerró los ojos y se aferró con<br />

fuerza a los apoyabrazos de su asiento; estaba aterrorizada por las sacudidas y la agitación<br />

del avión, y convencida de que éste caería en picado y todos morirían.<br />

Bill y Georgia se rieron de ella. Bill le estuvo explicando lo seguro que era viajar en avión y lo<br />

fiable que era el empuje del motor, mientras que Georgia decía alegremente que era como<br />

subir a una montaña rusa y que era divertidísimo. Claire, no obstante, siguió agarrándose a los<br />

apoyabrazos y suplicándoles que no se movieran para que no se desestabilizara el avión.<br />

Logró recuperarse una vez que atravesaron las nubes y alcanzaron el cielo azul y despejado<br />

y las turbulencias pararon. Cuando sobrevolaban el océano Atlántico ya había conseguido<br />

soltar el apoyabrazos. Al aterrizar en Jamaica casi había superado el pánico.<br />

—Pero tú fuiste a Francia en avión sola —le dijo Bill cuando ella le contó que también lo<br />

había pasado fatal cada minuto del vuelo desde Dublín hasta Londres—. No tenía idea de que<br />

entonces también hubieras pasado tanto miedo.<br />

—En realidad, cuando fui a Francia no me di cuenta —dijo—. Estaba demasiado ocupada<br />

echándote de menos como para preocuparme. Además —añadió—, las dos veces hacía muy<br />

buen tiempo, y creo que no hubo ni una sola sacudida.


—Eres tan tonta.<br />

Pero de todos modos le dio un beso en los labios mientras Georgia trataba de hacer como<br />

que no los conocía.<br />

El hotel, próximo a la bahía de Montego, era absolutamente maravilloso. A pesar de que<br />

tenía casi doscientas habitaciones y estaba prácticamente lleno cuando llegaron, gracias a los<br />

enormes jardines y a la larguísima playa privada, nunca parecía demasiado concurrido. Bill,<br />

Claire y Georgia pasaron los días tomando el sol, practicando windsurf y buceando. Por las<br />

noches, se ponían las botas con el menú de pollo a la jamaicana, un pescado local llamado<br />

peto y langosta, mientras bebían alegremente (en el caso de Bill, y un poco menos en el de<br />

Claire) una variedad de exóticos y coloridos cócteles. Georgia también disfrutaba de ponches<br />

de brillantes frutas aderezados con cerezas en almíbar y trozos de piña. Bill les dijo que<br />

aquello era comida sana. Claire, que había ganado por lo menos cinco kilos durante esa<br />

semana, lo había mirado incrédula, arqueando las cejas.<br />

—Por supuesto que es saludable —insistió—. Comida recién hecha, fruta fresca y toneladas<br />

de vitamina D del sol. ¿Qué puede ser más sano?<br />

—Planteado así... —le dio la razón Claire arrimándose a él.<br />

—Tendríamos que irnos de vacaciones más a menudo —dijo Bill—. Es mi culpa, Claire. He<br />

estado tan absorbido por la clínica intentando que ésta saliera adelante, que no os he<br />

dedicado tiempo suficiente ni a Georgia ni a ti.<br />

—Nos dedicas mucho tiempo —lo contradijo Claire—. Siempre estás ahí para nosotras.<br />

—No —protestó él—. Estoy ahí porque la clínica está en casa, pero no es lo mismo. No es<br />

que vaya a reducir drásticamente el horario de la clínica ni nada de eso, pero necesito<br />

equilibrar mejor mi vida.<br />

Y la tuya. Y la de Georgia.<br />

—Ella no se negará a verte más —reconoció Claire—. Y supongo que también yo sería feliz<br />

si te viera más fuera de nuestra relación laboral.<br />

—Bueno, pues me verás más —aseguró Bill con firmeza—. Este viaje me ha abierto los<br />

ojos, Claire. El trabajo no lo es todo.<br />

—Me alegra que pienses así. —Lo besó delicadamente en la oreja—. Porque me parece<br />

que, de todas formas, el equilibrio del hogar va a cambiar un poco.<br />

—¿Eh?<br />

Él la miró.<br />

—¡Y luego dices que eres médico! —sonrió ella—. ¿Por qué crees que he estado tan<br />

moderada con los cócteles?<br />

—¡Claire! —Él cayó de repente en la cuenta—. ¡Estás embarazada!<br />

—¡Exacto, doctor Hudson! —confirmó, y se echó a reír.<br />

—¡Es fantástico! —exclamó Bill—. ¡Es absolutamente maravilloso! Georgia estará<br />

encantada.<br />

—Espero que sí. —Claire parecía un poco preocupada—. Ha sido hija única tanto tiempo...<br />

—Eso también es culpa mía —reflexionó Bill—. Sé que dijimos que esperaríamos antes de<br />

tener otro hijo, pero no pretendía que fuera tanto.<br />

—Me parece que no es tu culpa que no me quedara embarazada justo después de dejar de


tomar la píldora —dijo Claire.<br />

—Tal vez no, pero...<br />

—Pero ya no importa, porque ahora sí lo estoy —concluyó ella.<br />

—Tendría que haberme dado cuenta. —Bill frunció el cejo—. Soy un mal marido y un mal<br />

médico.<br />

Ella volvió a reír.<br />

—Siempre sois los peores pacientes —le dijo—. Así que tal vez también sea normal que se<br />

os dé mal diagnosticar a la familia.<br />

—Te quiero —dijo él.<br />

—Yo también te quiero.<br />

—Te quiero desde el momento en que puse los ojos en ti.<br />

—Lo sé —replicó ella—, porque a mí me pasó lo mismo.<br />

—Me pregunto cuánta gente podrá decir que conoció a su futura pareja en la fiesta de su<br />

quinto cumpleaños.<br />

—Yo me pregunto cuánta gente siguió con ellos si eso les sucedió.<br />

—Estoy tan contento de que hayamos logrado que funcione.<br />

Claire lo besó.<br />

La última vez que lo besó fue estando tumbados en la plataforma flotante que había delante<br />

de la playa del hotel. Era la última mañana de las vacaciones y los tres habían nadado hasta<br />

allí porque Claire había dicho que así, cuando volvieran al gélido aire de febrero de casa,<br />

podrían cerrar los ojos y recordarse a sí mismos tostándose al sol del Caribe. A Georgia le<br />

gustaba especialmente tumbarse allí, dejar que los rayos del sol calentaran su cuerpo mientras<br />

la plataforma se mecía arriba y abajo con el oleaje. Cuando tenía demasiado calor, se poma<br />

de pie y se zambullía ágilmente en el agua clara y cristalina. A veces, Georgia retaba a Bill o a<br />

Claire a echar una carrera hasta la playa y finalmente uno de los dos cedía a sus<br />

provocaciones. El día del accidente a ninguno de los dos le apetecía moverse.<br />

—Yo competiré con ella —dijo Bill finalmente—. Y por una vez no voy a darle ventaja. Esta<br />

chica se está convirtiendo en una chula. ¡Se va a enterar!<br />

—Macho man —se burló Claire—. No te preocupes, tú quédate aquí y ya iré yo. Me vendrá<br />

bien un poco de ejercicio para empezar a bajar peso. Estoy segura de que el bebé lo<br />

agradecerá.<br />

—Vas a perder —le dijo.<br />

—Lo sé —contestó ella besándole.<br />

Cuando se puso de pie y se zambulló, ya había oído a lo lejos el ruido de un motor. Lo que<br />

no sabía era que ese sonido procedía de una moto de agua fuera de control que se dirigía<br />

directamente hacia ellos. Casi en el momento en que Claire empezaba a nadar hacia la costa,<br />

la moto de agua chocó contra la plataforma de madera lanzando por el aire al conductor de<br />

diecisiete años y partiendo por la mitad la madera sobre la que estaba Bill Hudson. Acto<br />

seguido, la moto continuó su frenética trayectoria hacia las rocas y el embarcadero de<br />

hormigón que había a unos cuantos metros de distancia.


Claire se percató del enorme torrente de oleaje que la sumergió bajo el agua, del súbito<br />

silencio y del burbujeo y, después, del estruendo más estrepitoso que había oído en toda su<br />

vida.<br />

Eso era lo último que recordaba hasta que despertó en el hospital con Eileen sentada a su<br />

lado.<br />

El primer pensamiento desesperado que le vino a la cabeza fue Georgia. Eileen la cogió de<br />

la mano y le dijo en seguida que no tenía que preocuparse, que Georgia estaba viva y que ella<br />

se pondría bien. Claire tenía heridas, dijo Eileen, pero se trataba sobre todo de cortes y<br />

golpes superficiales. Sin embargo, Eileen tuvo que tragar saliva para decir aquello, Georgia<br />

había perdido un dedo en el accidente. El dedo meñique de la mano izquierda. Se le había<br />

aplastado entre una roca y una pieza del vehículo que saltó durante el choque. No se lo<br />

pudieron salvar. Claire había escuchado a su madre en un estado de shock silencioso mientras<br />

pronunciaba aquellas palabras.<br />

A continuación, susurró:<br />

—¿Bill? —A pesar de que sabía que no tenía sentido preguntar.<br />

Lo supo. Desde el momento en que Eileen le había dicho que Georgia estaba bien, supo<br />

que Bill no lo estaba.<br />

—Él... se rompió el cuello —le explicó Eileen—. La moto de agua lo golpeó y... bueno... fue<br />

instantáneo, Claire. No sufrió. El conductor de la moto de agua también murió.<br />

Claire no podía hablar ni llorar. Miró fijamente a su madre con los ojos secos.<br />

—Fue un caos. —Las lágrimas comenzaron a rodar por el rostro de Eileen—. Al principio la<br />

gente pensó que Georgia y tú os habíais ahogado. No os veían. Cuando la moto chocó contra<br />

el embarcadero, hubo una explosión, ¿sabes? Algunos turistas hicieron fotos. Nos las han dado<br />

para el seguro. Es... increíble.<br />

—Tú estás bien —le dijo Con—. La herida más grave que tienes es en la pierna. Te golpeó<br />

un trozo de metal que salió por los aires dañándote la rodilla. También estás herida en la<br />

cadera.<br />

—Mi bebé —murmuró Claire—. ¿Qué ha pasado con mi bebé?<br />

—Además de lo del dedo —prosiguió Con como si no la hubiese oído—, Georgey tiene<br />

muchos arañazos y golpes. Ella estaba más lejos que vosotros, pero la enorme ola la estampó<br />

contra el embarcadero.<br />

Eileen cogió la otra mano de Claire.<br />

—El bebé —dijo con dificultad—. Oh, Claire. Lo siento tanto. Lo has perdido.<br />

Entonces Claire lloró; al principio con sollozos silenciosos y apesadumbrados, pero más<br />

tarde tan fuerte que al final una enfermera entró a toda prisa en la habitación e hizo salir a Con<br />

y a Eileen antes de sedarla.<br />

Abrió los ojos y miró de nuevo la pantalla del ordenador. En muy pocas ocasiones permitía<br />

que los recuerdos del accidente volvieran a su mente. Los médicos, amigos de Bill, le habían<br />

recomendado que fuera a terapia, pero ella se negó. Con frecuencia, Claire había sugerido


terapia a algunos pacientes de Bill a los que se les informaba de que tenían enfermedades<br />

graves, pero ella nunca tuvo la sensación de que eso fuera algo que personalmente pudiera<br />

ayudarla. Una vez contó a Bill que ella tenía una alternativa a la terapia. Cuando él le preguntó<br />

cuál era, ella le contestó que saber que alguien como él la quería. Ahora Bill ya no estaba,<br />

pero ella aún seguía teniendo sus reservas y no necesitaba hablar con nadie. Además, no<br />

quería revivir aquel día una y otra vez, le había farfullado a Eileen cuando le preguntó al<br />

respecto. Quería olvidarlo. No quería hablar de cómo se sintió cuando descubrió que su marido<br />

estaba muerto. No quería recordar cómo era caminar tambaleándose hasta la habitación de<br />

Georgia y ver a su pequeña como un fantasma sobre una almohada de hospital, con un corte<br />

en la mejilla que necesitó seis puntos, y que destacaba en medio del color púrpura del golpe<br />

que lo rodeaba. Georgia había abierto sus ojos oscuros cuando Claire fue a verla y le sonrió<br />

débilmente a pesar de su labio hinchado.<br />

Claire la había rodeado con los brazos y le había dicho que estaba bien. Georgia había<br />

suspirado profundamente y se había vuelto a dormir sin decir nada. Ella se sintió aliviada al ver<br />

que su hija estaba consciente y, a pesar de sus heridas, fuera de peligro. En la segunda visita,<br />

cuando Claire tuvo que contarle lo de la muerte de Bill, Georgia la miró en silencio y rompió a<br />

llorar. Al principio, Claire ni siquiera se dio cuenta de que Georgia había dejado de hablar. Las<br />

palabras parecían fútiles. Pero cuando todas las preguntas que le hacía a su hija eran<br />

respondidas por ésta con un movimiento de hombros o un apretón en la mano, Claire supo de<br />

repente que algo iba verdaderamente mal.<br />

El médico le explicó que Georgia estaba traumatizada por el accidente y que podría hablar<br />

tan pronto como fuera capaz de enfrentarse a todo ello. Le dio a entender a Claire que<br />

Georgia hablaría en un par de días, cuando se sintiera capaz de hacerlo. Pero cuando pasó<br />

una semana y su hija seguía sin articular palabra, Claire comenzó a sentir cómo crecía el<br />

pánico en su interior. Al mismo tiempo tenía que dedicarse a los trámites para volver a casa.<br />

También estaba el funeral de Bill, aunque ella dejó casi todo en manos de sus suegros, Jessie<br />

y Seamus, dispuesta a aceptar cualquier cosa que decidieran. Muy poca gente se dio cuenta<br />

de que Georgia no dijo nada aquel día, a pesar de que Jessie le comentó a Claire que la<br />

pequeña estaba muy callada. Esperó hasta después del funeral para decirles a los padres de<br />

Bill que el accidente había dejado a Georgia temporalmente incapacitada para hablar. Ellos la<br />

miraron horrorizados. En sus caras se reflejaba el mismo miedo que tenía Claire de que<br />

Georgia quizá no volviera a hablar nunca.<br />

En realidad nadie podía darle mucha información sobre el repentino silencio de Georgia. Los<br />

médicos, y ella tenía los mejores gracias a Bill, dijeron que no había ningún problema físico.<br />

Georgia fue revisada por uno de los mejores neurólogos. Un psiquiatra le dijo a Claire que<br />

Georgia necesitaba tiempo para aceptar lo que había pasado. Era frecuente, le explicó, que la<br />

gente se recluyera en el silencio cuando tenían que enfrentarse a un trauma que les cambiaba<br />

la vida. Pero no fue capaz de decirle cuándo Georgia recuperaría el habla, si es que lo hacía.<br />

Le recomendó que fuera a ver a un terapeuta, a lo que Claire accedió de inmediato (a pesar<br />

de que ella misma no quería tener nada que ver con ninguno). Georgia aceptó ir a cada visita<br />

pero permanecía en absoluto silencio todo el tiempo. Claire sabía que su hija podía entender<br />

todo lo que se le decía. Sabía que no tenía ningún problema neurológico. Pero a la vez se<br />

temía lo peor.<br />

Lo raro fue que, casi de inmediato, Georgia desarrolló un método para comunicarse con<br />

ella. Naturalmente, Claire hablaba con su hija sin cesar, y ésta le contestaba con signos o<br />

gestos muy fáciles de comprender, incluso en asuntos complicados. Claire tenía que


esforzarse para evitar usar a su vez signos como respuesta. También intentó hacerle a<br />

Georgia preguntas difíciles, esperando que eso la forzara a hablar, pero su hija continuó<br />

obstinadamente callada. Claire entendía que no era que no quisiera hablar, sino que,<br />

sencillamente, no era capaz de poner palabras a sus pensamientos.<br />

El gran paso, cuando llegó, fue repentino e inesperado. Estaban juntas en el salón viendo un<br />

episodio de «Malcom in the Middle», cuando Phydough —Claire lo había llevado a casa unas<br />

semanas antes con la esperanza de que acabara con el silencio de Georgia— entró al trote en<br />

la habitación meneando la cola nervioso. La botella de naranjada de Georgia, que estaba en<br />

precario equilibrio sobre el apoyabrazos del sofá pese a la advertencia de Claire de que la<br />

pusiera en un sitio más seguro, se balanceó peligrosamente. La cola del perro le dio de lleno, y<br />

la botella acabó en el regazo de Georgia. Esta dio un brinco consternada y gritó el nombre de<br />

Phydough.<br />

El perro, que nunca había oído su voz, y Claire, que por un momento no se dio cuenta de lo<br />

que acababa de pasar y estaba mirando cómo el líquido naranja brillante manchaba su sofá<br />

verde pálido, miraron a Georgia atónitos. Esta, por su parte, siguió susurrando el nombre de<br />

Phydough una y otra vez, como si tuviera miedo de parar. Hicieron una pequeña fiesta familiar<br />

para celebrar el retorno de la voz de Georgia. Fue una fiesta reducida: los cuatro abuelos, el<br />

hermano pequeño de Bill, Graham, y su mujer Colette, su hermana mayor, Lissa, y su marido<br />

Matthew. Georgia habló con todos ellos, aunque su voz era todavía un poco ronca, y todos<br />

ellos rieron y bromearon con ella, como hacían cuando Bill estaba vivo.<br />

—Le echo de menos —le dijo a Claire con la voz desgarrada más tarde aquella noche,<br />

cuando todos se habían ido a casa—. Preferiría haber muerto yo.<br />

—¡Georgia! —Claire estaba horrorizada—. Tu padre no habría querido que hubieses muerto<br />

tú. Eres joven, tienes toda la vida por delante.<br />

—Pero él sólo vivió la mitad de la suya —dijo la niña con tristeza—. No es justo.<br />

—No. —Claire la abrazó con fuerza—. No es justo, pero la vida no es justa, Georgey,<br />

pequeña.<br />

—Tú también le echas de menos —prosiguió Georgia—. Lo sé. Lo veo. Tú no querías que<br />

él muriera.<br />

—Por supuesto que no —respondió Claire apoyando la cabeza sobre el pelo largo y<br />

ondulado de Georgia—. Pero sin lugar a dudas, tampoco lo cambiaría por ti. Ha sido terrible<br />

para todos. Pero tú y yo tenemos que seguir con nuestras vidas.<br />

Y por eso, pensó mientras pulsaba una tecla y despertaba al ordenador de su letargo, era<br />

por lo que había vuelto a trabajar con Locum Libris. Llamó a Joe Halpin, que ya le había<br />

enviado una tarjeta dándole el pésame, ya que la trágica muerte de Bill había salido en los<br />

periódicos y en la televisión. Le preguntó si había algún trabajo que pudiera hacer para ellos<br />

desde casa, porque tenía que estar allí con Georgia, pero a la vez necesitaba ganar algo de<br />

dinero. Tenía lo del seguro, le explicó, y otra reclamación que aún debía resolverse, pero de<br />

ninguna manera pensaba quedarse sentada mano sobre mano. No sería capaz de permanecer<br />

inactiva y no recordar un día tras otro todo aquello que no quería recordar.<br />

Joe le dijo que estaría encantado de contar con ella otra vez. Podría corregir y editar desde<br />

casa, le dijo, y si quería ir un par de mañanas por semana, siempre habría trabajo que hacer<br />

en las revistas.<br />

Claire le dio las gracias efusivamente y volvió a trabajar. Utilizó parte del dinero del seguro


para equipar su despacho. Llevó a Georgia con ella para elegir el ordenador blanco y el<br />

escritorio de arce, así como el resto de muebles. La silla naranja de mecanógrafa y los<br />

archivadores habían sido elección de Georgia. Ahora Claire estaba verdaderamente ocupada.<br />

Joe se había tomado al pie de la letra lo que ella le dijo de que estaba preparada para hacer<br />

tanto trabajo como pudiera darle.<br />

—Así que, cuando le digo a alguien como Eavan Keating que estoy demasiado ocupada<br />

como para salir a tomar algo con la gente del club Smash and Grab no miento —murmuró<br />

mientras miraba algunos de los muchos archivos que tenía en el escritorio de su ordenador—.<br />

Tengo montañas de cosas a las que debo dedicarme, esté Georgia aquí o no. —Se enjugó las<br />

lágrimas que habían aparecido en sus ojos y abrió el programa de correo. Sabía que Joe tenía<br />

pensado enviarle algunos archivos más la noche anterior y ella no se había conectado durante<br />

toda la mañana, así que iba a descargarlos en ese momento.<br />

Además de los archivos de Joe, había una foto de Georgia y Robyn delante del colegio que<br />

le había enviado su hija desde el móvil.<br />

Kmo vs aki todo ok. hst pront, había escrito Georgia.<br />

«La quiero tanto —pensó Claire mientras miraba la foto de las dos chicas sonriendo—. No<br />

quiero que le pase nunca nada. Es lo más importante de mi vida. Para ser sincera, es la única<br />

cosa importante que me queda en la vida.»


CAPÍTULO 05<br />

Ligularia (rayos dorados): flores amarillas y naranjas. Necesita<br />

espacio y sombra. Regar abundantemente en climas secos.<br />

LAS ESPONJOSAS NUBES BLANCAS que moteaban el cielo por la mañana habían<br />

desaparecido gradualmente durante el día dejando una vasta extensión de azul impoluto.<br />

Eavan Keating y el resto de la gente del club Smash and Grab que habían quedado para tomar<br />

algo decidieron llegar al pub tan pronto como pudieran para asegurarse sillas en la terraza, que<br />

sabían que estaría hasta los topes. Eavan y Glenn (que no jugaban al tenis ni al bádminton,<br />

pero que acudían regularmente al club, que quedaba cerca de Sutton Cross) llegaron primero y<br />

se hicieron con una mesa.<br />

—Espero que Saffy no le dé mucha guerra a Candida esta noche —comentó Eavan<br />

mientras comprobaba que no tenía ningún mensaje de su canguro de dieciocho años—. Se ha<br />

portado como un diablo todo el día.<br />

—Como su madre —dijo Glenn—, es una lucha.<br />

—Cállate. —Eavan le dio un suave empujón—. Yo no soy difícil en absoluto. Al contrario,<br />

soy una persona maravillosa para convivir.<br />

Glenn se echó a reír y fue a la barra a buscar unas bebidas. Regresó con una copa de vino<br />

blanco para Eavan y agua con gas para él.<br />

—Estaba pensando en dedicarme al agua esta noche —le comentó al sentarse de nuevo a<br />

su lado—. Te dan dos por cualquier agua con sabor.<br />

—¿De qué sabor es ésa? —preguntó Eavan señalando con la cabeza la bebida que él tenía<br />

delante.<br />

—Normal —contestó—. La he pedido antes de ver lo de la oferta.<br />

—¿Así que te vas a meter una sobredosis de arándanos y manzana? —le preguntó<br />

divertida.<br />

—Tal vez.<br />

Glenn tomó un sorbo de su agua con gas y Eavan le sonrió. Cuando empezó a salir con él,<br />

le sorprendía que no tomara nada de alcohol, pero más adelante él le explicó que era<br />

alcohólico, y que algunos de los peores momentos de su vida habían tenido lugar en los pubs.<br />

Por entonces, llevaba cinco años sin beber.<br />

Al saberlo, Eavan se alarmó porque ella había propuesto quedar en un pub, pero Glenn la<br />

tranquilizó diciéndole que le seguían gustando la atmósfera y la naturaleza social de los pubs, y<br />

que no había dejado de ir aunque ya no bebiese. Al principio ella tenía sus dudas, pero<br />

después de cinco años de matrimonio sabía que le había dicho la verdad. Por otra parte,<br />

Glenn no era de esos abstemios conversos que dan lecciones a todo el mundo sobre los males<br />

del alcohol, aunque, como él le había explicado, a veces era difícil mantener el tipo cuando<br />

toda la gente a su alrededor se emborrachaba.<br />

—¿Y nunca te apetece beber? —le había preguntado ella.<br />

—Uf, a veces me muero de ganas —reconoció con sinceridad—. A veces pienso que nada


me gustaría más en el mundo que abrir una cerveza y tomármela de un trago, pero sería un<br />

placer pasajero comparado con lo que me pasaría después.<br />

—Así que si dices que sólo tomarás un trago...<br />

—Eso no es una opción —replicó él con firmeza—. Nunca jamás me permitas tomarme una<br />

sola bebida.<br />

Al recordar todo eso, Eavan se inclinó sobre la mesa y lo besó en los labios.<br />

—¿A qué se debe esto? —preguntó él.<br />

—Porque sí —le contestó ella.<br />

—Pues lo mismo digo —dijo Glenn devolviéndole el beso—. Ya están aquí los demás. —Se<br />

puso de pie e hizo señas con la mano a la gente que acababa de llegar, y después ayudó a<br />

trasladar las sillas de madera hasta formar un círculo.<br />

—Paul, vamos, cuéntanos cosas de Oz {7} —le pidió Eavan al hombre de treinta y pocos que<br />

se acababa de unir al grupo, que llevaba unos pantalones azules y una camiseta de un verde<br />

vivo—. ¿Ha merecido la pena el año sabático?<br />

—Ha sido absolutamente genial —le contestó Paul—. Sin ninguna duda, dejar el trabajo<br />

para irme ha merecido la pena. Lo he pasado muy bien.<br />

—Admiro tu carácter —dijo Glenn—. No me imagino haciendo las maletas y dejándolo todo.<br />

—Eso es porque tú tienes a Eavan y Saffy —replicó Paul—. Yo no tengo ataduras, ¿por<br />

qué no iba a viajar un poco por el mundo?<br />

—No me pesa tener lazos familiares —reconoció Glenn—, pero sí lamento haber perdido mi<br />

oportunidad de viajar por el mundo.<br />

—Yo no conozco todo el mundo ni de lejos —explicó Paul—, pero lo curioso es que, allá<br />

donde vayas, la gente busca en todas partes a la persona perfecta para asentarse.<br />

—¿Qué tal las australianas? —le tomó el pelo Eavan—. ¿Ninguna ha intentado clavarte las<br />

garras?<br />

—Sigo esperando que aparezca la mujer perfecta —contestó Paul.<br />

Glenn se rió a carcajadas.<br />

—Pues puedes esperar sentado, colega... Ay. —Hizo una mueca de dolor cuando Eavan le<br />

dio una suave colleja.<br />

—Machista —dijo Paul mientras levantaba la copa—. Bueno, ¡salud, amigos!<br />

—¡Salud! —respondió con entusiasmo el resto del grupo.<br />

Eavan miró su reloj y frunció el cejo.<br />

—Ni rastro de Claire —le comentó a Glenn.<br />

—Hemos llegado pronto —la tranquilizó—. Puede que todavía aparezca.<br />

—Apuesto lo que sea a que no viene —contestó Eavan.<br />

—Es el primer día que está sola —respondió su marido—. No tienes que inquietarte sólo<br />

porque no hayas conseguido que salga esta noche.<br />

—¿Crees que me estoy entrometiendo demasiado?<br />

—No. —La rodeó con el brazo—. Creo que eres una gran amiga, y que ella tiene mucha<br />

suerte de contar contigo.<br />

—¡Oh, no! —De repente Eavan se llevó la mano a la boca consternada—. Me acabo de dar


cuenta de que...<br />

—¿Qué?<br />

—Le dije que íbamos a quedar para tomar algo, pero no le dije dónde. Puede que crea que<br />

estamos en el club. Puede que haya ido allí.<br />

—¿Cómo va pensar eso? —objetó Glenn—. Siempre que quedamos para tomar algo es<br />

aquí.<br />

—Sí, pero como hace tanto desde la última vez que vino con nosotros... —insistió Eavan.<br />

—¿Quieres llamarla? —preguntó él.<br />

—Tal vez debería —reflexionó Eavan—. Aunque después del roce que hemos tenido... no<br />

estoy segura de que sea una buena idea. Hablar conmigo puede que la eche definitivamente<br />

atrás.<br />

Claire había pasado la mayor parte de la tarde en su despacho, peleándose con un tratado<br />

sobre la Helicobacter pylori, una bacteria que al parecer era la responsable de las úlceras del<br />

aparato digestivo. Se preguntaba por qué motivo la gente que era especialista en<br />

determinados campos escribía de una forma tan aburrida. Sin duda, la información sobre la<br />

Helicobacter pylori se podría redactar de manera más interesante. Pero tal vez no hacía falta<br />

que fuera más interesante, porque sólo lo iban a leer otros médicos. Aun así, pensó Claire,<br />

podrían hacerlo un poco menos soporífero, aunque sólo fuera por consideración hacia los<br />

correctores.<br />

Todavía estaba leyendo cuando oyó el sonido de las patas en la escalera. Acto seguido<br />

Phydough empujó la puerta y entró. Claire siguió leyendo hasta que el perro apoyó la cabeza<br />

en su regazo. Entonces se dio cuenta de que el animal tenía la correa en la boca.<br />

—¡Uy, Phy! —Lo miró sintiéndose culpable—. Tu paseo. Se me había olvidado.<br />

El perro le ladró.<br />

—Lo sé, lo sé. Soy una mala persona —le dijo—. ¿Puedes esperar a que termine otras<br />

cinco páginas?<br />

El perro volvió a ladrar y Claire se removió incómoda sobre la silla.<br />

—Lo sé, tienes razón —prosiguió—. Te prometí que te sacaría a pasear más tarde y ya es<br />

más tarde. Mucho más tarde. —Miró el reloj—. Casi las siete, Phy. He perdido la noción del<br />

tiempo, probablemente porque el día es claro y soleado. Deja que me ponga el chándal y las<br />

zapatillas y salimos.<br />

Phydough siguió a Claire a su habitación con la correa en la boca. Ella se quitó los<br />

pantalones azules y la camisa estampada. Se quedó en ropa interior delante del espejo. Miró<br />

su reflejo e hizo una mueca.<br />

Demasiado delgada. Cuando la gente decía que era imposible ser demasiado rico o estar<br />

demasiado delgado sin duda no se referían a su tipo de delgadez. Hablaban de modelos altas,<br />

espigadas, de piel perfecta y cuerpos tonificados. La piel de Claire no era perfecta (¿cómo<br />

demonios se podía estar en el lado malo de los treinta, es decir, después de los treinta y<br />

cinco, y que todavía le salieran granos? Se preguntaba qué tipo de broma pesada le estaba<br />

jugando la madre naturaleza) y sin duda su cuerpo no estaba tonificado. Además, puede que<br />

en ese momento estuviera delgada, pero tenía piel de naranja en los muslos, y en la parte baja


del abdomen todavía se le veía la cicatriz de la cesárea (aunque ya habían pasado catorce<br />

años). Y, claro, estaba también la cicatriz más reciente de la operación de la rodilla, y otras<br />

pequeñas marcas en las piernas que todavía eran dolorosamente visibles. Cogió su camiseta y<br />

su pantalón de chándal. Mejor esconderlo todo, pensó. La mayoría de la gente tenía mejor<br />

aspecto con ropa. Claire nunca había acabado de comprender el atractivo de las playas<br />

nudistas.<br />

Sin lugar a dudas, cualquiera que estuviera remotamente preocupado por su aspecto,<br />

tendría una crisis sólo con pensar en mostrarse como Dios lo trajo al mundo para que la gente<br />

lo viera.<br />

Phydough continuaba mirándola mientras ella se ataba las zapatillas y comprobaba que no<br />

le rozaban en las ampollas. El perro se apresuró escaleras abajo y esperó impaciente en la<br />

puerta a que Claire conectara la alarma y cogiera las llaves de la mesita de la entrada.<br />

—Tranquilo —exclamó cuando Phydough la arrastró por el caminito del jardín y se dirigió de<br />

inmediato hacia la playa—. ¡Phydough! ¡Mis talones!<br />

Estaba bien entrenado, pero también entusiasmado por salir a pasear. Claire dejó que la<br />

llevara calle abajo hacia la playa. El paseo ajardinado del lado norte de la bahía estaba<br />

atestado de gente aprovechando el cambio de tiempo. Claire mantuvo firmemente cogida la<br />

correa de Phydough, ya que era consciente de que había más perros paseando por la zona.<br />

No habían sacado al perro aquella mañana, como solían, por la partida de Georgia, y ahora a<br />

Claire le estaba costando controlarlo. No tenía pensado dar un paseo muy largo, pero se<br />

sentía culpable, y decidió que las bacterias podían esperar, mientras que Phydough<br />

necesitaba con urgencia hacer ejercicio.<br />

—Iremos a Dollymount —le dijo—, allí podrás correr en las dunas.<br />

«¿Qué oirá cuando le hablo? —se preguntó—. ¿Sólo un revoltijo de sonidos o cada palabra<br />

le sonará diferente? Y si entiende paseo, siéntate y no, ¿cómo puede ser que no entienda<br />

otras palabras?»<br />

La brisa, que soplaba desde el sur en lugar de desde la bahía, como siempre, era cálida.<br />

Claire sintió cómo se iba animando mientras acomodaba su paso al del perro. Había pasado<br />

demasiado rato delante del ordenador y le dolía el cuello. Era bueno estirar las piernas y<br />

caminar al aire libre.<br />

Sin embargo, cuando llegaron a las dunas, tenía las piernas cansadas, y el tobillo empezaba<br />

a dolerle un poco. Se quitó las zapatillas y los calcetines y caminó sobre la arena todavía<br />

húmeda, mientras que Phydough corría entusiasmado por las dunas.<br />

En el momento en que dejó de intentar seguir el ritmo del perro y se echó en la punzante<br />

hierba sonó su móvil.<br />

—¡Hola, mamá! —saludó Georgia—. ¿Qué tal?<br />

—Muy bien —contestó, feliz de escuchar la voz de su hija—. ¿Cómo estás tú? ¿Cómo es<br />

eso?<br />

—¡Es estupendo! —exclamó Georgia—. Robs y yo compartimos habitación en una casa<br />

preciosa. Es un poco Laura Ashley, pero muy mona. Sive y Emma también están alojadas<br />

aquí. El resto del grupo está en una casa, a cinco minutos. ¿Has recibido mi mail?<br />

—Claro —respondió Claire—. Muchas gracias por mandarlo.<br />

—El tiempo aquí es increíble —continuó Georgia—. Esta tarde nos hemos registrado y esas


cosas y esta noche hay una gran fiesta de bienvenida en el colegio.<br />

—¿Qué tal va lo del irlandés? —preguntó Claire.<br />

—Bueno, aún no hemos tenido clase ni nada, claro —contestó Georgia—, así que de<br />

momento sólo tenemos que decir cosas como gracias y por favor. Al parecer no nos dejarán<br />

tener el móvil encendido durante el día, para que no nos contaminemos con influencias<br />

externas.<br />

—Ah.<br />

—Supuestamente no podemos llamar a casa y hablar as Bearla {8} . La Bean an Tís nos<br />

controla. ¿Verdad que es una expresión increíble? La mujer de la casa.<br />

Claire se rió.<br />

—Tiene su encanto, sí.<br />

—Pero te llamaré cuando pueda, y te enviaré un mensaje cada noche —prometió Georgia.<br />

—No te metas en líos por llamarme —le pidió Claire—. Un mensaje será perfecto. Lo único<br />

que necesito es saber que estás bien y que te diviertes.<br />

—Creo que va a ser divertido —dijo Georgia—. Además también hay algunos chicos muy<br />

guapos.<br />

—¡Georgia Hudson! No te he mandado a la Gaeltacht para ligar.<br />

—No es mi objetivo principal —aseguró su hija—, pero nunca se sabe, ¿no?<br />

—Eso es cierto.<br />

—Tengo que colgar —dijo Georgia—. ¿Qué estás haciendo?<br />

—Ahora mismo estoy paseando a Phydough —contestó Claire—. Cuando he vuelto a casa<br />

se me ha pasado, pero él ha venido por la tarde a arrancarme de mi escritorio.<br />

—Pobre Phy.<br />

Normalmente era responsabilidad de Georgia sacarlo a pasear por las tardes, cuando<br />

llegaba del colegio.<br />

—¿Me echa de menos?<br />

—Estoy segura de que sí.<br />

—Bueno, cuídate, mamá. No trabajes mucho y no te olvides de sacarlo.<br />

—No lo haré —le prometió Claire.<br />

—¡Y recuerda lo que te he dicho sobre las discotecas de mala muerte!<br />

Claire se echó a reír.<br />

—No te preocupes, lo recordaré.<br />

—Hablamos pronto —dijo Georgia.<br />

—Cuídate —dijo Claire, y volvió a guardar el teléfono en el bolsillo. Se puso nuevamente los<br />

calcetines y las zapatillas y silbó a Phydough, que estaba persiguiendo a las gaviotas como un<br />

loco, pero trotó hacia ella con la lengua fuera.<br />

—Vamos —dijo—. Es hora de irse.<br />

Le enganchó la correa al collar y se encaminó a casa. Su móvil volvió a sonar y Claire lo<br />

sacó del pantalón.<br />

—Hola —contestó sin mirar quién era en la pantalla.


—Claire Hudson, ¿dónde demonios estás? —preguntó Eavan.<br />

—Ah, hola, Eavan.<br />

—Claire, estamos todos en la terraza. No habrás ido al club, ¿verdad?<br />

Durante un segundo, Claire se sintió tentada de mentir y decir que en efecto había ido a<br />

Sutton en vez de a Howth. Sabía que si le decía que se había olvidado de lo de las copas de<br />

esa noche su amiga no la creería. Lo cierto era que no se había olvidado. Simplemente, lo<br />

había puesto en otra parte de su cabeza.<br />

—Mmm, no, no he ido al club —admitió finalmente.<br />

—Bueno, entonces, ¿dónde estás? —preguntó Eavan—. Creía que vendrías esta noche.<br />

—No te he prometido nada —dijo Claire—. Estoy paseando al perro. Después de que te<br />

marcharas me he liado con algunas cosas y me he olvidado de sacarlo, así que lo estoy<br />

haciendo ahora.<br />

—Claire, escucha, lo siento si has pensado... bueno, antes he sido un poco brusca contigo.<br />

—No pasa nada —la tranquilizó Claire.<br />

—De todos modos, aún no es tan tarde. ¿Por qué no te vienes? Hace un día maravilloso y<br />

estamos todos aquí. Nos lo estamos pasando en grande. Paul Hanratty acaba de volver de<br />

Oz. Ha preguntado por ti ahora mismo. Espera un momento...<br />

Claire oyó un barullo de fondo y a continuación la profunda voz de Paul. La voz más sexy del<br />

club, como alguien había dicho una vez. Realmente era cierto, pensó Claire. Lástima que<br />

tuviera las piernas tan delgadas.<br />

—Ey, Paul, ¿qué tal tu viaje?<br />

—Me lo he pasado muy bien —le respondió él—. ¿Qué es de tu vida?<br />

—Todo bastante bien —contestó—. Ahora estoy paseando al perro.<br />

—Pensaba que vendrías a tomar algo con nosotros. Eres la única razón por la que he<br />

venido. —Pero se rió para demostrarle que estaba bromeando.<br />

—Lo siento, Paul. Ya sé que he dicho más o menos que iría, pero he estado ocupada.<br />

—Bueno, me encantaría verte, recordar los viejos tiempos.<br />

—Uf, no sé si hay mucho que recordar.<br />

—Venga, Claire. Eras mi compañera. ¡Formábamos el mejor equipo del club!<br />

—Hacerme la pelota no te va a llevar a ninguna parte —le advirtió ella seria.<br />

—Además así te enseño mis fotos de Australia —añadió—. Se me ve moreno y en forma,<br />

mucho más sano que el tío pálido al que conocías.<br />

Claire se echó a reír.<br />

—No eras pálido en absoluto —le dijo—. Sabes muy bien que tenías un pequeño ejército de<br />

mujeres que pensaban que eras bastante atractivo.<br />

—Pero por desgracia tú no.<br />

Claire no dijo nada.<br />

—Mierda, lo siento, Claire. No quería decir eso. —Paul sonaba incómodo—. Estaba<br />

bromeando. No ha sido muy delicado por mi parte.<br />

—Está bien, no pasa nada —lo tranquilizó Claire rápidamente.<br />

—Entonces quedemos para tomar algo. Para demostrarme que me perdonas.


—Bueno, tal vez. ¿Puedo...? ¡Oh, mierda! ¡Phydough!<br />

—¿Qué pasa? —preguntó Paul.<br />

—Nada. Se me ha escapado la correa y ahora el perro se ha ido alegremente. Tengo que<br />

dejarte, Paul. —Colgó bruscamente y salió corriendo detrás de Phydough.<br />

—Eso ha sido todo —concluyó Paul devolviéndole el teléfono a Eavan—. Se ha ido a<br />

perseguir a su perro.<br />

—¡Ese maldito perro! —dijo Eavan haciendo una mueca—. Se preocupa por él casi tanto<br />

como por Georgia. Entonces no ha habido suerte con lo de tomar algo, ¿verdad?<br />

Paul frunció el cejo.<br />

—Ha dicho que tal vez.<br />

—¿En serio? —La cara de Eavan se iluminó—. Eso es un gran paso.<br />

—¿Sí? A mí me ha parecido que sólo estaba intentando quitárseme de encima.<br />

—Ya veremos —dijo Eavan—. Si no sabes nada de ella en...<br />

—Eh, me cae bien, es una amiga. Una buena amiga, antes conectábamos en la pista, ya lo<br />

sabes, pero no voy a volver a llamarla. Si no quiere salir a tomar algo conmigo, es problema<br />

suyo.<br />

—Quizá llamará. Sé que no había nada entre vosotros porque ella estaba casada y es<br />

mayor que tú... además, por aquel entonces, tú estabas saliendo con alguien... pero... pero<br />

puede que lo haya.<br />

—Dios nos asista, Eavan, te estás precipitando un poco. Como te he dicho era una amiga y<br />

me cae bien. Eso es todo.<br />

—¿Debería dejar de meterme en los asuntos de los demás? —Eavan se había vuelto hacia<br />

Glenn, que los había estado escuchando—. ¿Insisto demasiado? No sé, igual quiere pudrirse<br />

en casa sola durante un mes es asunto suyo.<br />

—Probablemente —contestó Glenn—. Además, como celestina eres una negada. —Le<br />

sonrió a Paul—. Lo siento, amigo, no puede evitarlo.<br />

—No te preocupes —dijo Paul devolviéndole la sonrisa—. Vamos, olvidemos a Claire y<br />

pasémoslo bien.<br />

—¡Phydough!—gritó Claire mientras corría detrás de él—. ¡Para! ¡Para! Demonios...<br />

El perro corría en zigzag por el césped y se había cruzado a toda velocidad en el camino de<br />

un par de corredores. Una chica de veintitantos había conseguido esquivarlo, pero su<br />

compañero se había tropezado con él y ahora estaba tirado en el césped con Phydough<br />

encima, lamiéndole la cara alegremente.<br />

—¡Aparta! —dijo el hombre mientras se ponía en pie—. ¡Aléjate de mí, chucho loco!<br />

—Lo siento tanto —dijo Claire casi sin aliento cuando ya tenía a Phydough de nuevo cogido<br />

con la correa—. Ha sido un accidente. No había peligro de que os mordiera ni nada, es un<br />

auténtico buenazo.


—La gente que tiene rottweilers dice lo mismo hasta que sus perros atacan ferozmente a<br />

algún pobre niño —replicó el hombre, que Claire calculaba que era más o menos de su edad y<br />

que se estaba sacudiendo la ropa.<br />

—Phydough no atacaría a nadie —replicó Claire a la defensiva—. Sólo estaba un poco<br />

excitado.<br />

—Es precioso. —La chica se inclinó y lo acarició—. Vamos, Nate, es una monada.<br />

—No es una monada, es un elefante en miniatura —gruñó Nate—. Creo que me he torcido<br />

el tobillo.<br />

—¡Eres tan infantil! —La chica le guiñó un ojo a Claire—. Me disculpo por su<br />

comportamiento —dijo—. Normalmente no es tan gruñón, pero últimamente hemos estado un<br />

poco estresados lanzando nuestra empresa. Además, Nate tiene un montón de cosas de las<br />

que preocuparse. No te imaginas cómo...<br />

—¡Sarah! —Nate la miró severamente—. No hace falta que cuentes nuestra vida.<br />

—Lo siento. —Ahora era Sarah la que parecía avergonzada—. Hablo un poco demasiado.<br />

—Está bien —dijo Claire—. Además ha sido culpa mía. Se me escapó la correa. Espero<br />

que no estés herido.<br />

—Si no puedes controlar al perro no deberías sacarlo —insistió Nate, que se estaba<br />

frotando con cuidado la espalda—. Vamos, Sarah, sigamos corriendo. Estábamos haciendo un<br />

tiempo muy bueno antes de que me derribaran.<br />

—Ya te he dicho que lo siento. —Ahora Claire estaba molesta con él—. Como puedes<br />

comprobar es inofensivo.<br />

—Es un amor. —Sarah se ajustó la goma alrededor de lo que Claire imaginó que sería una<br />

mata de pelo rojo brillante que se había recogido en una cola. La luz arrancó un destello a un<br />

enorme anillo que llevaba en el dedo anular de la mano izquierda. Claire no pudo evitar fijarse<br />

también en la alianza de oro—. Nate está siendo incomprensiblemente maleducado. Lo único<br />

que tiene herido es el orgullo.<br />

Claire le sonrió y los ojos verdes de Sarah brillaron. Su marido (aunque Claire no acababa<br />

de comprender por qué un hombre tan malhumorado estaba casado con una chica tan<br />

amigable) había terminado de sacudirse el césped de la ropa y miraba molesto a Claire. Se<br />

sorprendió al descubrir que uno de sus ojos era verde, como los de Sarah, y el otro azul. Hacía<br />

que su mirada irritada fuera aún más desconcertante.<br />

—Mi orgullo no está herido —dijo—, pero mi espalda y mi tobillo sí lo están.<br />

—Venga, estás bien —replicó Sarah—. De verdad. Hombres... Cualquiera diría que te has<br />

caído desde una altura de diez metros o algo así. —De repente ella se echó a reír—. Menos<br />

mal que no eres más alto. Estarías aún más irritado.<br />

Era bastante alto, pensó Claire. Por lo menos un metro ochenta, y tenía las espaldas<br />

anchas. Pero debía de ser poco masculino para que lo hubiera derribado un perro tan dócil<br />

como Phydough. Aunque era posible que Phy pesara lo mismo que él.<br />

—Estoy bien —concedió apartando bruscamente la mirada de Claire—. Pero deberías ser<br />

capaz de controlar a un perro de ese tamaño.<br />

—¡Lo controlo! —Ella estaba a punto de protestar otra vez, pero en ese momento Sarah<br />

cogió a Nate del brazo.<br />

—Vamos, pesado —le dijo alegremente—. Te echo una carrera.


Claire empezó a temblar en cuanto se fueron. Era incapaz de oír a alguien decir esas<br />

palabras, «te echo una carrera», sin acordarse de su zambullida para echar una carrera con<br />

Georgia justo antes de que la moto de agua colisionara con la plataforma de madera. Exhaló<br />

aire lentamente. Las imágenes se sucedían sin cesar en su cabeza: el ruido del motor, la<br />

zambullida, la ola de agua... después el hospital y, finalmente, el viaje en taxi al aeropuerto el<br />

día en que ya se marchaban a casa. Fue ese recorrido en taxi lo que despertó su aversión a<br />

los coches, porque fue entonces cuando se dio cuenta. Había estado a punto de ahogarse.<br />

Georgia estaba mutilada de por vida. Bill, el único hombre al que siempre había amado, estaba<br />

muerto y a punto de ser enviado a casa en una caja; y no sólo había perdido a su marido, sino<br />

también a su deseadísimo segundo hijo. De repente comenzó a temblar, los dientes le<br />

castañeteaban y tenía el cuerpo helado a pesar de la temperatura perfecta del exterior.<br />

Todavía le vino un flash del momento anterior al accidente, cuando todo era exactamente como<br />

debía, cuando Georgia, Bill y ella estaban pasando las vacaciones de su vida; del momento<br />

anterior a que todo cambiara.<br />

Eileen se dio cuenta de que estaba temblando y la rodeó con el brazo. Georgia, al otro lado<br />

de Claire, no pareció notar nada. Estaba mirando por la ventanilla, en un silencio que duraría<br />

tres meses dominados por la ansiedad. Claire luchaba por controlarse y ser fuerte por su hija,<br />

a pesar de que creía que iba a desmayarse en el suelo del taxi.<br />

En el avión había estado bien. No le importó cuando atravesaron una zona de turbulencias,<br />

porque en ese momento pensó que si el 747 cayera al mar en picado, eso no representaba<br />

una gran diferencia en su vida. O en la de Georgia. La familia al completo volvería a estar<br />

unida. Y aunque trataba de no pensar de ese modo, no podía evitarlo. De camino a casa<br />

desde el aeropuerto de Dublín, en el coche, comenzó a temblar otra vez en cuanto los<br />

recuerdos volvieron a su mente, más nítidos que nunca. Durante las siguientes semanas le<br />

daba la impresión de que sólo pensar en subirse a un coche la hacía temblar. Desde luego,<br />

sabía que sería incapaz de conducir uno ella misma.<br />

Al principio nadie se dio cuenta. Georgia y ella se quedaron una semana con Eileen y Con,<br />

pero no fueron a ninguna parte. Cuando llegó el momento de volver a Dublín, Claire dijo que<br />

quería coger el tren.<br />

—¿Por qué? —Con la miró totalmente asombrado—. Tienes que llevarte las maletas.<br />

—Traedlas la próxima vez que vengáis —dijo Claire—. La mayor parte de las cosas son de<br />

verano. No las necesitamos.<br />

Eileen le dijo a Con que dejara que Claire y Georgia cogieran el tren, si eso era lo que<br />

querían, y que él llevaría en coche sus cosas a Dublín.<br />

Finalmente, Claire acabó vendiendo el Toyota dorado de Bill, y le explicó a Georgia que lo<br />

hacía porque, con lo de su pierna, no iba a poder conducir en siglos. Su hija se encogió de<br />

hombros y siguió mirando la tele. Nunca le había preguntado acerca de comprar otro coche.<br />

Los recuerdos se disiparon y Claire volvió a ser consciente de que estaba en la playa.<br />

Phydough estaba tranquilamente sentado a sus pies.<br />

—Lo sabes, ¿verdad? —le susurró inclinándose hacia él con los ojos llenos de lágrimas—.<br />

Tú sabes cuando estoy triste. No das guerra ni te comportas como un loco en esos momentos.<br />

Eres un perro muy, muy bueno.<br />

Phydough ladró.<br />

—Ya estoy bien —dijo—. Vamos a casa.


CAPÍTULO 06<br />

Torenia fournieri (torenia): flores abundantes de colores<br />

variados. Necesita cuidados. Prefiere sol o sombra parcial.<br />

CASI UNA SEMANA DESPUÉS, Georgia Hudson estaba sentada con las piernas cruzadas<br />

en una de las dos camas individuales de la pequeña pero acogedora habitación de la casa de<br />

Galway en la que Robyn y ella, además de otras cuatro chicas que también asistían al Irish<br />

College, se hospedaban. Estaba jugando al Triple Pop en su móvil, haciendo girar las bolitas<br />

de colores con una facilidad que habría dejado perpleja a Claire si hubiera estado allí para<br />

verlo. En la otra cama, Robyn O’Malley estaba enviando mensajes a las amigas que todavía<br />

estaban fuera.<br />

—Lo mejor de enviar mensajes es que no hay que hacerlo en irlandés —le dijo a su amiga<br />

en un susurro—. Aunque creo que estoy mejorando.<br />

—En esta semana, yo he mejorado en cuanto a hablarlo. —Georgia no levantó la vista de su<br />

juego—. Pero no puedo escribirlo ni de coña. Aunque tampoco es que se me dé bien la<br />

ortografía en general. Mamá siempre me pega el rollo con eso. Pero como yo le digo, ¿para<br />

qué hace falta dominar eso si ya hay correctores?<br />

Robyn asintió con la cabeza mientras enviaba un mensaje general a otro grupo de chicas de<br />

Dublín que habían ido con ellas al oeste de Irlanda.<br />

—Pero no está tan mal, ¿verdad? —dijo finalmente levantando la vista hacia Georgia.<br />

Ella terminó la partida y asintió.<br />

—Siento lo de esta noche. Sé que tenías muchas ganas de ir al céili {9} .<br />

Robyn se encogió de hombros.<br />

—¿Ya estás bien?<br />

—Sí —contestó Georgia—. Siento haberte estropeado la noche. Pero me dolía mucho el<br />

estómago.<br />

Robyn dejó su móvil en la mesita de noche.<br />

—Pero ¿era el estómago de verdad o eran Jamesie y sus amigos? —le preguntó de forma<br />

directa.<br />

Georgia le hizo una mueca.<br />

—Era el estómago. Lo otro en realidad es su problema. Creo que es por toda esa carne<br />

roja que nos dan aquí; mi madre no hace ni la mitad. Esa especie de albóndiga de la comida<br />

era bastante fuerte. Yo también quería salir, ¿sabes? Lo pasé bien el miércoles a pesar de...<br />

—Se rascó la mano izquierda distraída—. Es su problema, no el mío. No ha sido por él por lo<br />

que quería quedarme en casa esta noche, Robs, de verdad. Algunas personas son cerdos<br />

ignorantes. Así que no ha sido eso, sino que me sentía un poco mal. Lo siento, porque ahora<br />

ya estoy bien. No deberías haberte quedado conmigo. Te podría haber ido bien con Peadar...<br />

—Si está interesado, lo seguirá estando mañana —soltó Robyn balanceando su melena<br />

rubia—. Y también hay otros chicos ahí fuera para ti. Stiofán Ó Sé, por ejemplo.<br />

—Oh, vamos, a Steve yo no le intereso. —Georgia se puso roja.


—Desde luego que sí.<br />

—No, de verdad —dijo Georgia—. Sé realista; al cabo de un tiempo no le gusto a nadie.<br />

—Tonterías —le contestó Robyn—. Además, Steve se lo dijo a Annelise McNally y ella se lo<br />

contó a Laureen Keogh... Le gustas seguro, Georgia.<br />

—No durará.<br />

—No seas tan estúpida. —Robyn volvió a sacudir su pelo nuevamente y cogió un espejo de<br />

mano para examinarse un minúsculo grano que tenía en la mejilla—. Eres de lejos la más<br />

guapa de todas, y tienes unas tetas increíbles.<br />

Georgia se rió y se volvió a poner roja.<br />

—Las tienes. —Robyn se rascó el grano—. Me encantaría tener unos pechos como los<br />

tuyos.<br />

—No, no te gustaría —la contradijo Georgia—. Lo que quiero decir es, ¿qué pasará si no<br />

paran de crecer? ¿Y si las tengo inmensas en un par de años?<br />

—Como si eso fuera un problema. —Robyn la miraba alucinada.<br />

—No quiero ser la típica tetona —dijo Georgia—. Como Jordan o alguna de esas otras. Es<br />

ordinario.<br />

—Serás preciosa —le aseguró Robyn.<br />

—De ningún modo.<br />

—Seguro que sí —insistió su amiga.<br />

—Las chicas preciosas no tienen cicatrices que hacen que los tíos idiotas les hagan<br />

comentarios groseros.<br />

—Georgia Hudson, tienes una marca en la mejilla que sólo se ve con un microscopio —<br />

replicó Robyn severa—. Eso casi no cuenta.<br />

—¿Y qué me dices de esto? —Georgia alzó la mano—. No es que a mí me importe ya,<br />

pero Jamesie y compañía no fueron muy agradables al respecto.<br />

Robyn miró la mano de Georgia casi con indiferencia, estaba acostumbrada a verla sin el<br />

dedo que le faltaba.<br />

—Como tú misma has dicho, es su problema —dijo, quitándole importancia—. No merece la<br />

pena relacionarse con alguien capaz de hacer comentarios así. Además, no tener ese dedo no<br />

te impide hacer nada, ¿o sí?<br />

—Me entorpece para escribir en el teclado —le explicó Georgia.<br />

Robyn resopló.<br />

—Mira, ya sé que no soy un monstruo ni nada por el estilo —concedió Georgia—, sin<br />

embargo, el dedo es una diferencia. No importa lo que digas. Lo sé, lo sé —añadió en cuanto<br />

Robyn abrió la boca para hablar—. Es un idiota. Sólo que... yo pensaba que no lo era, y...<br />

además, no sólo tengo cicatrices en la cara, también las tengo en los brazos. —Los extendió<br />

para que Robyn pudiera ver las pequeñas marcas blancas que cruzaban sus delgadas y<br />

morenas extremidades—. Así que... vamos a ver, Robyn, ¿por qué querría alguien estar<br />

conmigo si puede tener a otra persona sin marcas a quien no le falte nada y de quien no se<br />

puedan reír sus amigos?<br />

—Porque no son las marcas o las cosas que no se tienen lo que cuentan —dijo Robyn.<br />

—Ojalá tuvieras razón —suspiró Georgia—. Pero por algún motivo no pienso lo mismo.


—Te lo he dicho, no merece la pena relacionarse con alguien a quien sólo le importa la<br />

apariencia —dijo Robyn con firmeza.<br />

—Pero, Robs, si lo piensas bien, a casi todo el mundo le importa —comentó Georgia<br />

apesadumbrada mientras comenzaba otro juego en su móvil.<br />

Claire estaba sentada en la terraza de un pub, en el centro comercial Pavilion, de Dun<br />

Laoghaire. No era capaz de recordar la última vez que había estado en un bar (ni siquiera en la<br />

puerta de alguno) a las ocho de la noche de un viernes, pero cuando se había pasado por<br />

Locum Libris esa tarde, con una pila de trabajo, Trinny Armstrong la había invitado a tomar<br />

algo con el resto del departamento de producción. Estaban celebrando el trigésimo cuarto<br />

cumpleaños de Trinny, que, con su habitual estilo, había pedido una botella de champán. Claire<br />

estaba tomando un trago de su copa e intentando no pensar en que la última vez que había<br />

bebido champán había sido durante las vacaciones de Jamaica, con Bill.<br />

Escuchaba distraídamente la conversación de sus compañeros, que admiraban el delicado<br />

colgante con un diamante que Josh, el novio de Trinny, le había regalado por su cumpleaños, y<br />

le tomaban el pelo diciéndole que el próximo diamante que le compraría sería el de su anillo de<br />

compromiso. Trinny, como siempre, insistía en que no tenía ningún interés en comprometerse,<br />

que era todavía demasiado joven como para pensar en ello y que había un montón de cosas<br />

que quería hacer antes de que la arrastraran hasta el altar. Claire vació su copa y observó<br />

pensativa a Trinny. En realidad esa chica no era mucho más joven que ella, pero aun así<br />

parecía ser de una generación completamente diferente. «¿Seré la única que piensa que estar<br />

enamorada es lo más importante que nos puede pasar en la vida? —se preguntó Claire—, ¿o<br />

era sólo porque se trataba de Bill? Si no lo hubiera conocido, ¿sería como Trinny, o como casi<br />

todas las personas que están aquí? ¿Pensaría sólo en pasarlo bien y rechazaría la idea de<br />

asentarme con un hombre?»<br />

—¡Aquí tienes! —Joanna Harris puso una copa de vino delante de Claire, que la miró<br />

sorprendida.<br />

—Estabas en tu mundo cuando pedimos —le aclaró Joanna.<br />

—No estoy segura... —protestó Claire.<br />

—Oh, venga, Claire. —El tono de Trinny era de lo más persuasivo—. Casi nunca sales con<br />

nosotros. ¡Y es mi cumpleaños! Vamos a celebrarlo.<br />

—Yo... por supuesto —dijo Claire. Por la falta de costumbre, la copa de champán se le<br />

había subido a la cabeza, y en realidad no le apetecía tomar nada más, pero no podía decir<br />

que no. Siempre estaba diciendo que no. Levantó la copa con desgana—. Felicidades otra vez,<br />

Trinny.<br />

—Gracias —contestó ésta sonriendo.<br />

—No sé por qué lo celebras —murmuró Joanna—. Yo ahora ya finjo que no cumplo años.<br />

—Yo también —dijo Rosie, la ayudante de Trinny con tristeza—. Puede que tú quieras estar<br />

libre y sin compromiso Trinny, pero yo hace seis meses que no salgo con nadie, y sólo soy un<br />

año mayor que tú.<br />

«Ja! —pensó Claire triunfal—. No soy la única que piensa que el amor es importante. Rosie<br />

también lo cree.»<br />

—No, no —insistió Trinny negando con la cabeza—. Los hombres te atan.


—Pues a mí no me importaría —dijo Rosie en broma—. Creo que esas esposas recubiertas<br />

de piel pueden ser muy excitantes.<br />

—A mí me gustan —reconoció Petra Matthews con una sonrisa, mientras las demás reían a<br />

carcajadas—. Y también me gusta que me tapen los ojos.<br />

Claire miró a Petra sorprendida. ¡Esposas de piel! ¡Ojos vendados! Nunca se hubiera<br />

imaginado que a Petra le fueran ese tipo de cosas. Parecía demasiado normal y corriente<br />

como para eso. Ahora era Celia, la última incorporación al equipo de producción, la que estaba<br />

asintiendo con conocimiento de causa mientras Trinny describía las virtudes de los vibradores y<br />

otros juguetes sexuales en el dormitorio. «Soy tan negada y estoy tan fuera de onda —pensó<br />

Claire—. Bill y yo debíamos de tener la vida sexual menos frívola del mundo, aunque a mí<br />

siempre me pareció bien.»<br />

—Pero aun así... —continuó Rosie con un tono más serio—. Me gustaría que hubiera<br />

alguien en mi vida otra vez. Hace seis meses que Steve y yo lo dejamos y, si os soy sincera,<br />

parece absolutamente imposible encontrar a un tipo decente ahí fuera. Estoy harta de saltar<br />

de un lío de una noche a otro.<br />

—Por lo menos tienes líos de una noche —comentó Petra entre dientes—. Yo ni siquiera<br />

recuerdo la última vez que tuve una cita; así que ni hablar de un rollo de una noche. Y la<br />

verdad, echo mucho de menos un poco de sexo.<br />

Joanna se echó a reír.<br />

—Eso depende del sexo. El rendimiento de David en ese aspecto fue rápidamente a peor.<br />

Lo que quiero decir es que él creía que lo hacía muy bien, que ponerse dale que te pego era lo<br />

que yo quería, a pesar de que le había dicho que un poco de sutileza no estaría mal de vez en<br />

cuando.<br />

—¿Por eso acabó con la rubia? —preguntó Petra.<br />

—Cariño, hubo muchas rubias —exclamó Joanna—. Y también pelirrojas y morenas. Estoy<br />

segura. Bastardo infiel.<br />

—Pero ¿qué iba mal exactamente? —Claire no se podía imaginar viviendo con un marido<br />

infiel.<br />

—Era un mujeriego empedernido. Pero que le den —resopló Joanna y sacó un pañuelo<br />

arrugado de su bolso. Se sonó la nariz y después miró desafiante a Claire—. Sé que no te<br />

vemos mucho, pero ¿qué tal va tu vida amorosa últimamente? —le preguntó—. ¿Alguien nuevo<br />

en el horizonte?<br />

Claire la miró atónita.<br />

—Bueno, ha pasado bastante tiempo, ¿no? —prosiguió Joanna—. ¿Has salido con alguien?<br />

—No —contestó Claire seca.<br />

—¿Y no quieres salir con nadie? —preguntó Rosie.<br />

—No —repitió Claire.<br />

—Me encantaría poder pensar así —suspiró Petra—. Me encantaría quitarme a los<br />

hombres de la cabeza para siempre. Pero me gustan demasiado, incluso cuando sé que todo<br />

va a salir fatal. Por lo menos siempre hay esa breve etapa en la que piensas que todo saldrá<br />

bien, y también cuando estás entusiasmada sólo de pensar en verle.<br />

—Tengo que marcharme. —Claire se levantó rápidamente y la silla de metal chirrió contra<br />

las baldosas—. Tengo que ir a casa a sacar al perro.


—Quédate —le pidió Trinny—. Ni siquiera te has acabado el champán.<br />

—No puedo —le aseguró Claire—. El pobre Phydough se volverá loco en casa.<br />

—Eh, Claire, siento si te he hecho ponerte triste. —Joanna la miró nerviosa—. No te<br />

marches por mi culpa, por favor.<br />

—No estoy triste —dijo Claire—. En absoluto. De verdad. Me lo lie pasado muy bien<br />

tomando algo con vosotras. Tengo que hacerlo más a menudo, pero ahora me tengo que ir a<br />

casa. No tiene nada que ver contigo, Joanna.<br />

—Bueno, mira, antes de que... —la detuvo Rosie—. Si estás interesada en salir, Claire,<br />

creo que tengo algo ideal para ti. De hecho, es ideal para cualquiera que quiera conocer a<br />

alguien.<br />

—Yo no quiero conocer a nadie —aclaró Claire.<br />

—Yo sí —dijo Petra—. ¿De qué se trata, Rosie?<br />

—Es una cosa nueva para quedar con gente —explicó ésta—. Se llama Cena a Oscuras.<br />

—Suena como cenar en mi casa —dijo Joanna sombría—. Normalmente estoy sola porque<br />

Antonia sale con sus amigos, así que me siento a cenar con la tele encendida y las luces<br />

apagadas.<br />

—No seas ridícula —replicó Rosie—. Esto es totalmente diferente. Hay que comprar las<br />

entradas y básicamente es una reunión de mucha gente en la que te sientas a una mesa con<br />

desconocidos para cenar a oscuras.<br />

—Vale, Rosie, creo que has perdido la cabeza —sentenció Trinny.<br />

—Escucha —dijo Rosie impaciente—. La idea es que es para solteros y que tienes que<br />

conocer a las personas que tienes a tu alrededor sin juzgarles por su aspecto.<br />

—¿Dónde demonios te has enterado de esto? —preguntó Joanna alucinada.<br />

Rosie estaba avergonzada.<br />

—Me he apuntado a una agencia de citas en Internet.<br />

Las chicas la miraron incrédulas y Trinny murmuró que Rosie se estaba metiendo en algo<br />

poco fiable. Pero ésta negó con la cabeza y afirmó que todo era legal. Petra y Celia<br />

escuchaban con interés mientras Rosie explicaba las ventajas de la agencia y de la noche de<br />

Cena a Oscuras.<br />

—¿Sabes?, no es mala idea —comentó luego Petra—. Chicas, afrontémoslo, sabemos que<br />

encontrar un hombre es difícil, ya no digamos el hombre adecuado. Creo que eres muy<br />

valiente, Rosie, y yo me apunto a lo de la Cena a Oscuras. Además, para mí puede que esté<br />

bien. Porque... ¡con esta nariz que tengo! Apuesto lo que sea a que es por esto por lo que los<br />

hombres no se me acercan. Es la nariz más fea del mundo.<br />

—No, no lo es —la contradijo Claire, que aún estaba de pie, al lado de la silla que había<br />

retirado de la mesa—. Y la idea en general me parece una locura. Al final, cuando enciendan la<br />

luz, vas a acabar viendo a la gente de todos modos.<br />

—Sí, pero para ese momento ya sabrás si te gustan por su personalidad —apostilló Rosie.<br />

—Suena divertido —dijo Celia—. Ya me veo enrollando a oscuras la pasta con el tenedor;<br />

suena sensual...<br />

—Se come con los dedos —le aclaró Rosie—. Al parecer eso fortalece la sensualidad de la<br />

situación.


—Vaya. Cuenta conmigo —le pidió Celia decidida.<br />

—Mmm... Creo que tienes que darte de alta en la agencia —le explicó Rosie—. Se llama<br />

«CómoLoReconoceré.com».<br />

—¡Rosie! No será uno de esos timos en los que tienes que dar la dirección de un montón de<br />

amigos para que te dejen registrarte gratis, ¿verdad? —exclamó Trinny.<br />

—No es nada de eso. —Rosie la miró molesta—. Supongo que tienes que registrarte sólo<br />

para que puedan localizarte en el caso de que resultes ser un loco o algo por el estilo. Os<br />

pasaré por mail la dirección de la página. Merece la pena echarle un vistazo. Hay muchísimos<br />

tíos registrados.<br />

—Probablemente riéndose de la gente que está apuntada —dijo Trinny.<br />

Claire se alegraba de que alguien más fuera escéptica al respecto.<br />

—No me importa —comentó Petra—. Merece la pena intentarlo. Yo también me apunto.<br />

—Y yo —la secundó Joanna—. Espero que también acepten a mujeres mayores.<br />

—Es para todo el mundo —le aseguró Rosie.<br />

—Me tengo que ir, de veras —intervino Claire—. Rosie, siento mucha curiosidad por saber<br />

si finalmente has conocido a alguien en la oscuridad, pero yo de ti no me emocionaría mucho.<br />

—Siempre es mejor que no intentarlo —contestó Rosie con vehemencia.<br />

Claire no dijo nada y las chicas intercambiaron una mirada.<br />

—Os veré dentro de una semana más o menos. —Sonrió fugazmente, cogió su bolso y se<br />

encaminó rápidamente hacia la estación de metro. Cuando vio que éste se acercaba, echó a<br />

correr. Se metió en el primer vagón que pudo e hizo una mueca de dolor. Con la carrera, sus<br />

zapatos planos habían vuelto a rozar las ampollas de la semana anterior.<br />

Se apoyó en el asiento y suspiró. Lo había pasado bien esa noche, por lo menos hasta que<br />

todas habían comenzado a hablar de hombres. Se preguntaba por qué sería que todo el<br />

mundo parecía pensar que ella necesitaba a alguien en su vida, cuando esas mismas personas<br />

no hacían más que quejarse de sus vidas amorosas. En general, tenía la impresión de que los<br />

hombres no daban más que problemas. Su experiencia debía de ser única. Si tienes pareja,<br />

estás constantemente preocupada por el estado de la relación; si no la tienes, estás<br />

preocupada por no ser lo bastante atractiva o inteligente como para conseguirla. El mundo<br />

exterior parecía un campo minado, y encima, Rosie estaba metiendo la tecnología en el<br />

asunto. Claire se sentía mucho más tranquila no implicándose. Las cosas le parecían bien<br />

como estaban. Sin embargo, se reconoció a sí misma, sería agradable relacionarse un poco<br />

más. Aquella noche, durante un rato, se había vuelto a sentir como una persona adulta, en<br />

compañía de mujeres que sólo querían charlar y relajarse, aun cuando luego la conversación<br />

se hubiese vuelto absurda. Tal vez debería aceptar alguna de las invitaciones de Eavan, por lo<br />

menos esos encuentros no serían tan ridículos como ligar por Internet y cenar a oscuras.<br />

Claire se mordió el labio. Le costaba averiguar lo que debería hacer con su vida. De repente<br />

se veía comparándola con la de los demás, y se daba cuenta de que la suya podía parecer<br />

vacía y poco satisfactoria. Sin embargo, ella no estaba en la misma montaña rusa emocional<br />

que las mujeres de Locum Libris. «Qué es mejor —se preguntó—, una vida sosa y aburrida y<br />

preservar el corazón intacto, o vivir acelerada de un lado a otro buscando algo o a alguien que<br />

le dé emoción a mi vida.» Sonrió con ironía. «Una vez que ya has tenido a esa persona, no<br />

podrás volver a encontrarla.» Si para la mayoría de las mujeres era tan difícil encontrar una<br />

vez al hombre adecuado, ¿cómo demonios se lo podía encontrar dos veces? ¿Qué sentido


tenía dejar que destrozaran tu corazón en el intento?<br />

Phydough estaba dormido debajo del enorme arbusto de lilas de California, en la parte de<br />

atrás del jardín, pero en cuanto Claire abrió la puerta de la cocina, el perro dio un salto y fue<br />

hacia ella brincando. Se agachó y hundió la cara en su suave pelaje. Lo increíble de los<br />

animales era que nunca decían nada que pudiera herirte, nunca te criticaban o te hacían sentir<br />

que en tu vida hubiera cosas que no eran como debían.<br />

—Deja que me ponga las chanclas y nos vamos a pasear —le dijo al perro—, he sido una<br />

tonta y me he vuelto a poner zapatos de piel, aunque esta vez sin tacón.<br />

Phydough ladró aprobando los planes. Se sentó pacientemente en la entrada hasta que ella<br />

bajó y le enganchó la correa al collar.<br />

—Sólo una vuelta corta alrededor de la manzana, no te olvides de que te he sacado a la<br />

hora de comer, ¿eh? —le advirtió.<br />

«¿Será que estoy un poco loca? Me cuesta menos tener una conversación con un perro que<br />

con la gente.»<br />

Cuando llegaron al final de la calle, Phydough se volvió para ir hacia la playa, pero Claire<br />

tiró de la correa en dirección contraria.<br />

—Tengo que comprar leche —le explicó—. Además, la última vez que fuimos allí me<br />

avergonzaste derribando a una persona.<br />

Y puede que se comportara muy groseramente, pero desde luego se puede decir que<br />

tuvimos suerte de que no nos amenazara con denunciarnos por daños emocionales o algo así.<br />

Phydough siguió trotando a su lado, feliz de oír el sonido de su voz y despreocupado por lo<br />

que estaba diciendo en realidad.<br />

—Eh, Phy, mira eso. —Se detuvo delante de una tienda de la zona comercial de Marino<br />

Mart—. Es una tienda nueva.<br />

La fachada de ésta estaba pintada de color verde oscuro y alrededor de las letras del<br />

nombre, que era Floristería Taylor, se enroscaban flores de colores. Claire se acercó al<br />

escaparate, pero era imposible ver mucho a través de la reja verde de seguridad. Un cartel en<br />

el cristal decía infórmate sobre nuestro servicio de jardinería.<br />

—¿Debería hacerlo? —Miró al perro—. Phy, el arbusto bajo el que estabas durmiendo<br />

ahora tendría que ser pequeño, y estar limpio, sin embargo crece casi salvaje.<br />

Phydough tiró de la correa para darle a entender a Claire que ya estaba aburrido de estar<br />

fuera de una floristería, aunque fuera tan bonita como la Floristería Taylor.<br />

—La cuestión es que era el jardín de Bill —continuó Claire—. Sería horrible ver a otra<br />

persona trabajando allí.<br />

Phydough ladró.<br />

—Pero sé que no le gustaría nada ver el caos en que se ha convertido ahora —dijo con<br />

tristeza—. Y no puedo permitir que siga creciendo y creciendo, ¿no? Está bien —añadió<br />

cuando el perro ladró nuevamente—. Ya nos vamos.


Cuando llegó a casa vio que tenía dos llamadas perdidas en el móvil. Se había olvidado de<br />

llevárselo (lo que la sorprendió, porque se había acostumbrado a ir con él a cuestas a<br />

cualquier lado, a pesar de que a una parte de sí misma le molestaba estar siempre<br />

localizable). También había dos mensajes en el contestador de la casa. El primero era de su<br />

madre, preguntándole cómo estaba. El segundo era de Eavan, preguntándole exactamente lo<br />

mismo. Las dos sonaban un poco nerviosas y sorprendidas de que no estuviera allí. Miró con<br />

más detenimiento el móvil y se dio cuenta de que las llamadas también eran de ellas. ¿Por qué<br />

demonios no podían dejarla en paz cinco minutos?<br />

No le había importado tanto después de la desgraciada muerte de Bill, de hecho la<br />

reconfortaba que se preocuparan tanto, pero ahora la estaban volviendo loca. «Ni que fuera a<br />

hacer alguna estupidez porque esté sola —farfulló en voz baja—. Aunque estar sin Bill sea<br />

como estar sin una parte de mí misma.»<br />

Georgia le había contado una vez que lo más duro de haber perdido el dedo era que a<br />

veces no se daba cuenta de que ya no lo terna. A veces incluso le picaba, aunque no había<br />

nada que rascar.<br />

—Tengo que mirar y comprobar que verdaderamente no está —le había explicado a Claire<br />

—. Es difícil creer que algo que no está pueda ser tan real.<br />

Claire cogió el teléfono y marcó el número de su madre. Como suponía, ésta estaba<br />

preocupada porque antes no la había encontrado.<br />

—Estaba paseando a Phydough —le dijo—. Antes de eso he ido a la editorial a entregar<br />

unos trabajos, y me he quedado a tomar una copa con las chicas.<br />

—¿Que qué? —Eileen parecía totalmente sorprendida.<br />

—Todavía hago cosas de las que hacen los seres humanos —le aclaró Claire—. No es<br />

precisamente que no vaya nunca a ningún sitio.<br />

El silencio de Eileen le reveló a Claire que su madre no la creía del todo.<br />

—¿Por qué no me acerco la semana que viene a veros a ti y a papá? —preguntó Claire de<br />

repente—. Hace siglos que no voy a Dundalk.<br />

—¿La semana que viene? —Eileen sonaba ligeramente distraída—. ¿Tú... Yo...? Bueno, sí,<br />

por qué no. Sí, Claire, ven cuando quieras.<br />

Claire frunció el cejo. La confusión de su madre ante algo tan sencillo no era habitual.<br />

—¿Va todo bien? —preguntó—. ¿Estás segura de que quieres que vaya?<br />

—Claire, cariño, por supuesto —exclamó Eileen—. Y mucho más con este tiempo tan<br />

maravilloso. Podremos sentarnos en el jardín.<br />

—Estupendo. Entonces quedamos así —confirmó Claire.<br />

—¿Por qué no te quedas a pasar la noche? —le sugirió Eileen.<br />

—Lo siento, mamá, no puedo —contestó Claire—. Phy se volvería loco si lo dejo solo.<br />

—Claro, claro. —Eileen no quería discutir con su hija, sin embargo no creía que fuera a<br />

pasar nada si Claire dejaba al perro solo una noche—. Te veo la semana que viene. —Suavizó<br />

la voz y añadió—: Tengo muchas ganas de verte.<br />

—Y yo —dijo Claire.<br />

Después de colgar de hablar con su madre llamó a Eavan.<br />

—¿Dónde estabas? —la interrogó su amiga.


—Eres como mi madre —dijo Claire—. Ella también ha llamado a casa y al móvil.<br />

—Es que normalmente es fácil dar contigo —respondió Eavan—. Estaba preocupada.<br />

—¿Por qué la gente se preocupa tanto por mí? —inquirió Claire—. Yo no me preocupo por<br />

ti, ¿sabes?<br />

—Claire...<br />

—Bueno, da igual. ¿Era por algo especial?<br />

—Sólo para recordarte que dentro de poco es el cumpleaños de Saffy; Glenn y yo<br />

queríamos invitarte a la celebración. Pensamos que te gustaría venir.<br />

—¿Quién más va a ir? —preguntó Claire.<br />

—En realidad nadie —reconoció Eavan—. Sólo Glenn, tú, yo y Candida, su niñera. El<br />

miércoles a las seis.<br />

—Vale —estuvo de acuerdo Claire.<br />

—¿Vale? —Eavan parecía atónita—. Estaba segura de que encontrarías una razón para no<br />

venir.<br />

—¿Por qué iba a hacer algo así? —preguntó Claire—. Saffy es mi ahijada, quiero ir.<br />

—Ya lo sé —dijo Eavan—. Es sólo que normalmente estás trabajando. O lo que sea. —Su<br />

tono dejaba claro que no se creía del todo las habituales excusas de Claire.<br />

—¿Quieres que vaya o no? —preguntó Claire tensa.<br />

—Claro que sí.<br />

—Entonces nos vemos el miércoles —concluyó Claire.<br />

—Perfecto.<br />

—Bueno, entonces te dejo, voy a tomarme una taza de té.<br />

—De acuerdo —contestó Eavan dubitativa.<br />

—Hasta pronto —se despidió Claire, y colgó el teléfono.<br />

Eavan se volvió hacia Glenn, que estaba sentado a su lado, y lo miró todavía asombrada.<br />

—Ha dicho que sí, así, sin más.<br />

—Eso me había parecido.<br />

—Es tan raro viniendo de ella.<br />

—Pensaba que estarías encantada —dijo Glenn.<br />

—Y lo estoy. —Sin embargo, Eavan tenía el cejo fruncido—. Esta tarde ha salido por ahí,<br />

pero no me ha dicho adonde.<br />

Glenn arqueó las cejas.<br />

—¿Un amante secreto?<br />

Eavan se echó a reír.<br />

—Nunca habrá uno de ésos —dijo ella—. Puede que Claire vuelva a las filas de la raza<br />

humana y asista a fiestas de cumpleaños de niños de tres años, pero estoy segura de que no<br />

volverá a meter a nadie en su vida. Ha convertido a Bill Hudson en un modelo de perfección, y<br />

nadie será capaz de igualarlo nunca.


—¿Qué harías tú si yo muriese? —preguntó Glenn súbitamente.<br />

Eavan le miró fijamente.<br />

—¿Si me pasara algo, si tuviera cáncer o me atropellaran? —insistió él.<br />

—No lo sé —contestó Eavan.<br />

—¿De qué dependería? —inquirió Glenn—. ¿Sería más probable que quisieras encontrar a<br />

alguien si muriera de una enfermedad que si tuviera un accidente, como Bill?<br />

—No digas esas cosas —le pidió Eavan incómoda.<br />

—A mí no me gustaría que estuvieras sola —dijo su marido.<br />

—Tendría a Saffy —respondió Eavan.<br />

—Igual que Claire tiene a Georgia —dijo él.<br />

Eavan se quedó callada.<br />

—¿Saldrías con alguien del club Smash and Grab? —preguntó Glenn.<br />

—No tengo ni idea —replicó Eavan—. No me lo había planteado.<br />

—Si yo no estuviera, ¿crees que intentarías buscar a alguien?<br />

—¡Glenn Keating! Estás aquí. Te quiero. Deja de hablar así.<br />

—Pero ¿dependes de mí? —preguntó Glenn.<br />

—Por supuesto que dependo de ti.<br />

—¿Te las podrías arreglar si yo no estuviera?<br />

Esta vez Eavan lo miró alterada.<br />

—¿De qué demonios estás hablando? —inquirió—. Me estás asustando.<br />

—Lo siento. —La rodeó con sus brazos—. No era mi intención. Sólo estaba... bueno, ya<br />

sabes..., pensando.<br />

—Pues deja de pensar si vas a ir por ese camino —dijo Eavan mientras se acurrucaba<br />

contra él—. Si quieres pensar en algo, piensa en mí en la cama, con el conjunto de lencería<br />

que compré la semana pasada.<br />

—¡Hace demasiado calor para llevar algo puesto en la cama! —Glenn se rió entre dientes y<br />

la besó.<br />

Eavan suspiró aliviada al comprobar que el tema sobre la mortalidad de Glenn ya se había<br />

terminado.


CAPÍTULO 07<br />

Oenothera (prímula vespertina): flores principalmente rosas y<br />

amarillas, es una planta de floración nocturna. Crece con fuerza si<br />

tiene mucho sol.<br />

ERA CASI MEDIANOCHE cuando el teléfono volvió a sonar. Claire había estado mirando la<br />

televisión y tomando una copa de vino. De hecho estaba un poco achispada; como ya no solía<br />

beber alcohol, éste se le subía a la cabeza con facilidad. A pesar de que el champán y el vino<br />

que había tomado más temprano, aquella misma tarde, no le habían afectado mucho, supuso<br />

que el efecto debía de ser acumulativo. Cuando el teléfono sonó estaba pensando, con cierto<br />

pesar, en que probablemente le dolería la cabeza la mañana siguiente. Le divertía pensar que<br />

pudiera tener resaca. Pensaba que habían quedado atrás los días en que Bill y ella podían<br />

emborracharse con una botella de las grandes de Pedrotti y sentirse bien al día siguiente. Pero<br />

cuando sonó el teléfono se despejó de inmediato. Nadie llamaba a medianoche a menos que<br />

pasara algo malo. Antes, cuando Bill estaba vivo, estaba acostumbrada. Había pacientes que<br />

no dudaban en telefonear a cualquier hora del día o de la noche para hacerle una consulta,<br />

pero ahora era diferente.<br />

Descolgó el teléfono con aprensión.<br />

—Mamá. —La voz de Georgia sonaba débilmente. Claire sintió cómo la adrenalina le<br />

recorría el cuerpo.<br />

—¿Qué pasa? —preguntó.<br />

—Nada —respondió Georgia suavemente.<br />

—¿Por qué estás susurrando?<br />

«Dios —pensó Claire—, tal vez se trata de su voz. Quizá alguien le ha dicho algo que le ha<br />

alterado la voz otra vez.» Sujetó tensa el auricular e intentó con todas sus fuerzas no dejar que<br />

el pánico la dominara.<br />

—Robyn está durmiendo —le explicó Georgia.<br />

—Ah. —Claire sintió que se relajaba un poco. Cogió su copa y bebió un sorbo de vino—.<br />

¿Algo va mal?<br />

—En realidad no —contestó Georgia.<br />

—¿En realidad no?<br />

—Es una tontería. —Ahora que había llamado a su madre, Georgia deseó no haberlo<br />

hecho. Pero llevaba un buen rato tumbada en la cama, sin poder conciliar el sueño, y de<br />

repente sintió que necesitaba hablar con ella.<br />

—Nada es una tontería, Georgey, pequeña —le dijo Claire con ternura.<br />

—¡Me gustaría que no me llamaras así!<br />

—Lo siento. —Claire se quedó esperando. Algo iba mal, y Georgia necesitaba contárselo a<br />

su propio ritmo.<br />

—Mamá, me preguntaba cómo supiste que papá era la persona adecuada para ti —planteó<br />

Georgia muy despacio.


Claire dejó de preguntarse por qué demonios su hija la había llamado a aquella hora para<br />

hacerle precisamente aquella pregunta. Esperó un momento antes de contestar.<br />

—Simplemente lo supe —dijo al fin—. No es muy útil, ¿verdad, Georgia?<br />

—¿Ves? La gente dice eso, pero no entiendo cómo «simplemente» lo sabes —protestó la<br />

chica—. Tiene que haber algo más concreto.<br />

—Ojalá lo hubiera —respondió Claire—. Tal vez en el caso de otras personas sí lo haya.<br />

Puede que sólo sea que tu padre y yo éramos... bueno...<br />

—Ya lo sé. Almas gemelas.<br />

—Lo siento —prosiguió Claire—. Sé que es la típica respuesta inútil para ti. Eso fue lo que<br />

nos pasó a nosotros, pero en realidad no sucede a menudo. Precisamente hoy he estado<br />

hablando con otras mujeres y ninguna de ellas estaba demasiado entusiasmada con su vida<br />

amorosa. Pero, cariño, aun así, conocerás a alguien y lo sabrás. A la gente le pasa.<br />

—He conocido a alguien.<br />

Claire contuvo el aliento. En su cabeza se formó una imagen instantánea de Georgia y ese<br />

chico, fuera quien fuese, juntos. En la cama. En teoría no podía pasar. Pero tal vez sí.<br />

«¿Cómo demonios tengo que reaccionar si me cuenta que está teniendo relaciones sexuales a<br />

su edad, a los catorce? No puede ser. Ella no haría algo así. ¿O sí?»<br />

—Pensaba que era alguien especial —continuó Georgia—. Pero no ha sido así.<br />

Claire exhaló lentamente.<br />

—¿Por qué no lo ha sido? —preguntó.<br />

—No es el tipo de persona que yo creía —contestó Georgia.<br />

—Georgey, peq... Georgia... él no... no ha intentado nada, ¿verdad?<br />

—¡Mamá! —De repente la voz de su hija había subido al volumen normal y estaba cargada<br />

de enfado.<br />

—Bueno, cariño, ¿cómo quieres que yo lo sepa? —preguntó Claire—. Me llamas a casa<br />

muy tarde, me preguntas estas cosas...<br />

Georgia dejó escapar súbitamente una risilla nerviosa.<br />

—Supongo que es un poco raro —aceptó—. Lo siento. Sólo quería hablar contigo de esto.<br />

—Me hace muy feliz que me hayas llamado —le aseguró Claire—, así que sigue, cuéntame<br />

todos los detalles.<br />

Su nombre era Jamesie, dijo Georgia, y lo había conocido el primer día. Era absolutamente<br />

guapísimo, añadió. Estaban de pie, el uno al lado del otro, en el comedor del colegio y<br />

empezaron a hablar. Más tarde, ella volvió a hablar con él y le gustó muchísimo. Él le preguntó<br />

si estaría en el próximo céili. Ella le dijo que sí, y él le contestó que estaba deseando volver a<br />

verla allí.<br />

—¿Y todo eso hablando en irlandés? —preguntó Claire curiosa.<br />

—Más o menos —respondió Georgia. Siguió contándole a Claire que todo el mundo asistió<br />

a l céili y que hubo un montón de danzas tradicionales, que fueron sorprendentemente<br />

divertidas. Pero cuando fue a buscar a Jamesie, él estaba hablando con algunos de sus<br />

amigos y la ignoró. Al tratar de captar su atención, él se dio la vuelta deliberadamente. Más<br />

tarde, lo vio conversando muy juntos con otra chica, Zoë King, que le puso el brazo en la<br />

cintura a Jamesie cuando vio que Georgia se acercaba a ellos. Jamesie también rodeó a Zoë y


volvió a rehuir a Georgia. Después, uno de los otros chicos le dijo que estaba perdiendo el<br />

tiempo con él; un chico como Jamesie O’Sullivan no iría con alguien que ni siquiera tenía todos<br />

los dedos.<br />

—¡Georgia! —Claire estaba horrorizada—. ¡Él no diría eso!<br />

—Al parecer sí. —A Georgia le tembló la voz—. La cuestión, mamá, es que antes había<br />

sido tan agradable. De verdad. Y seguramente entonces ya me había visto la mano. Así que<br />

pensé... bueno, ya sé que no podía estar enamorada de él... es sólo que... si me he<br />

equivocado tanto, ¿cómo demonios lo sabré en el futuro?<br />

—Oh, Georgia, nadie lo sabe con certeza —le explicó Claire—. Y ese chaval necesita un<br />

buen tortazo.<br />

Georgia se echó a reír como una loca.<br />

—Te lo digo en serio —insistió Claire—. Me cuesta creer que haya alguien capaz de ser tan<br />

gilipollas.<br />

—¡Mamá! —Georgia se rió más—. Nunca me dejas decir eso.<br />

—Lo sé. No me gusta la expresión, pero en este caso... —Suavizó el tono de voz—. Tienes<br />

que tener en cuenta que algunos chicos son idiotas.<br />

—Lo sé —dijo Georgia—. Pero me gustaría saber cómo averiguar quién es idiota y quién<br />

no. Pensé que tal vez había alguna forma y que tú la sabías.<br />

—Ojalá tuviera alguna fórmula —suspiró Claire—. Debo de ser la peor madre del mundo<br />

para estas cosas.<br />

—No, no lo eres —dijo Georgia—. Supongo que papá y tú erais un ejemplo demasiado<br />

bueno.<br />

—¿Estás bien ahí? —preguntó Claire—. No estás tan triste como para querer volver a casa,<br />

¿verdad?<br />

—No. —Georgia levantó la voz—. Estaré bien. Creo que... bueno, con sinceridad, sólo ha<br />

sido un poco de nostalgia. Supongo que estaba un poco triste porque, aunque al parecer me<br />

odia, me besó, pero lo superaré.<br />

—¡Te besó!<br />

—Es lo que hace todo el mundo —dijo Georgia—. Y no fue un beso de verdad, sólo un beso<br />

en los labios.<br />

—Sólo tienes catorce años. No te imagino besando a nadie.<br />

—Pues imagínatelo, mamá —contestó Georgia—. Hace un rato al parecer pensabas que<br />

estaba haciendo cosas mucho peores. Además, hay muchas chicas de catorce años que se<br />

acuestan con chicos.<br />

—Pues espero que tú no —replicó Claire—. Por algo es ilegal. Además, bueno, no creo que<br />

te gustase hacerlo ahora.<br />

—¿Cuántos años tenías tú?<br />

A Claire le costaba creer que estuviese teniendo esa conversación con Georgia a<br />

trescientos kilómetros. Daba por sentado que eso pasaría alguna tarde, en casa, de forma<br />

tranquila y reflexiva, y no hablando por el móvil. «Los tiempos han cambiado —pensó—. Han<br />

cambiado de verdad.»<br />

—No me precipité —dijo—. Y pienso que fue muy positivo. Hoy en día se le da demasiada


importancia a acostarse con la gente.<br />

Georgia se rió.<br />

—Sólo si quieres —le explicó a su madre—. También tenemos derecho a decir que no.<br />

—Pues más te vale ejercer ese derecho mientras estés por debajo de la edad legal de<br />

consentimiento —le dijo a Georgia—. Además, el sexo es...<br />

—No te molestes en decirme que es precioso y maravilloso, y aún mejor si es con la<br />

persona adecuada —la interrumpió Georgia—. Eso ya nos lo dicen en el colegio. No tengo<br />

ninguna intención de acostarme con nadie, mamá. Me besó, eso es todo. Ya sé que, como soy<br />

una adolescente, soy una masa de hormonas en rebelión, pero un beso es sólo un beso,<br />

¿sabes? Sólo me preguntaba cuándo lo hiciste por primera vez.<br />

—Tenía diecinueve años —contestó su madre—. Así que ya tienes un ejemplo a seguir.<br />

—Y... ¿te has acostado con alguien más, aparte de papá?<br />

Claire pensó en Roger Simenon. Naturalmente, él quería, pero ella se horrorizó tanto al<br />

pensar en hacerlo con alguien que no fuera Bill que se había ido a casa presa del pánico. No<br />

estaba segura de si sólo había sido su inocencia o bien que el lazo entre Bill y ella era tan<br />

fuerte que le había resultado imposible acostarse con otra persona.<br />

—No —respondió con sinceridad—. No me he acostado con nadie más.<br />

—¿Te arrepientes?<br />

—Supongo que debería —contestó—. Después de todo, hoy dicen que lo más importante<br />

es la experiencia, pero cuando estaba con tu padre, él era suficiente para mí.<br />

—¿Y ahora? —preguntó Georgia de forma casual.<br />

—Ahora tengo una vida diferente —dijo Claire.<br />

—Me gustaría que Jamesie no hubiera sido tan mierda —reflexionó Georgia, arriesgándose<br />

a incluir otra palabra que normalmente Claire no le dejaría decir.<br />

—Ojalá pudiera abrazarte —respondió ésta.<br />

—Te quiero, mamá.<br />

—Yo también te quiero. Y te echo de menos.<br />

—¿En serio? —Georgia se rió—. El año pasado intentabas echarme de casa todo el rato.<br />

—Eso fue cuando estabas atravesando tu fase irritante —explicó Claire divertida, a pesar<br />

de que la verdadera razón por la que quería que Georgia saliera de casa era para que se<br />

mezclara con otra gente, y no le influyeran sus sentimientos depresivos—. Ahora te echo de<br />

menos cuando no estás.<br />

—Pues espera a que entre en la fase de los cambios de humor adolescentes —la amenazó<br />

Georgia—, porque aún no la he pasado, ¿no? Y llegará, sí o sí.<br />

—Estaré preparada —le prometió Claire—. Pero ahora será mejor que te vayas a dormir,<br />

cariño. Seguro que mañana tienes un día ocupadísimo.<br />

—Sí, así es. Me iré a dormir. Gracias, mamá.<br />

—Buenas noches, Georgey, pequeña —dijo Claire.<br />

—Te he pedido que no me llames así —le recordó Georgia—. Era mi nombre de pequeña.<br />

—Buenas noches, Georgia —corrigió Claire.<br />

—Buenas noches —contestó la chica—. Que duermas bien.


En la habitación hacía un calor insoportable incluso con las ventanas abiertas. Claire estaba<br />

desnuda tumbada en la cama de matrimonio, medio cubierta con una sábana de algodón. Un<br />

rayo de luna plateado caía sobre Phydough, que estaba acostado en el suelo, a su lado, con<br />

la lengua fuera. El perro se había subido a la cama cuando Claire finalmente se metió entre las<br />

sábanas, pero se había bajado de inmediato al sentir la agobiante temperatura.<br />

Claire tenía la vista clavada en el techo. Hacía demasiado calor para dormir. No era capaz<br />

de recordar haber tenido demasiado calor para dormir cuando Bill estaba a su lado. Por lo<br />

menos no en Irlanda. Una vez fueron de vacaciones a Mallorca, donde los termómetros<br />

alcanzaron los cuarenta y pico grados, y el minúsculo apartamento que habían alquilado se<br />

convirtió en un mini-horno. Pidieron que les conectaran el aire acondicionado, pero resultó que<br />

los aparatos no funcionaban, así que terminaron sacando las dos camas individuales al<br />

pequeño balcón cada noche, donde la brisa les permitía conciliar el sueño, aunque los<br />

mosquitos los devoraban, y cada mañana se levantaban cubiertos de picaduras. Al final, como<br />

Claire le decía a Bill, les producía más placer rascarse las picaduras el uno al otro que<br />

acostarse juntos. Eran sus segundas vacaciones juntos y habían conseguido un viaje barato de<br />

última hora. Se preguntaban cómo era posible que todo el mundo que conocían que conseguía<br />

gangas de última hora acabaran en casitas bajas, cubiertas de buganvillas, que normalmente<br />

hubieran costado un riñón, mientras que ellos habían ido a parar a un edificio altísimo, sin<br />

personalidad, sin aire acondicionado y lleno de insectos. Pero en realidad no importaba. Era lo<br />

único que se podían permitir y el verano en Irlanda había sido húmedo y frío.<br />

—Así que mejor no nos quejemos —le había dicho Bill mientras se asfixiaban una noche de<br />

calor—. En casa aún no tenemos la calefacción arreglada.<br />

Claire sintió un súbito escalofrío y se levantó de la cama. Se puso una camiseta larga de<br />

algodón. Phydough la miró y meneó la cola desde el suelo. Ella pasó por encima de él y bajó a<br />

la cocina. El corazón le latió con fuerza al abrir la puerta. Odiaba andar por la casa a oscuras,<br />

pero se obligaba a hacerlo de vez en cuando para demostrarse que no había nada<br />

espeluznante ni fantasmas que la pudieran asustar, se decía a sí misma. También se intentaba<br />

convencer de que, si la visitaba algún espíritu, sería de los buenos. Pero no acababa de<br />

creérselo. No tuvo necesidad de darle al interruptor de la cocina porque el destello plateado de<br />

la luna llena daba suficiente luz como para ver. Exhaló lentamente y soltó un grito de miedo<br />

cuando Phydough la empujó para pasar.<br />

—Lo siento —le dijo mientras el perro le aullaba—. No pretendía asustarte, como tú<br />

tampoco querías asustarme a mí.<br />

Claire se quedó mirando a Phydough, que se acercó a su plato de comida, olisqueó los<br />

restos de su pienso de cordero y clavó en ella una mirada expectante.<br />

—Cómete lo que hay ahí —le ordenó severa.<br />

Phydough volvió a aullar.<br />

—Hay que ver, comes más que Georgey y yo juntas —le dijo. Sin embargo, se acercó al<br />

armario y sacó una bolsa de pienso de ternera y verduras—. Seguro que no es bueno que<br />

comas a media noche. —Abrió la bolsa y le sirvió una ración en el plato. El perro resopló feliz<br />

mientras comía y Claire le sonrió.<br />

Ella se sirvió un vaso de agua y abrió la puerta trasera. A pesar de que eran las tres de la


mañana, hacía bochorno y no corría ni un soplo de brisa que hiciera susurrar las hojas de los<br />

manzanos o ulular las largas varas de bambú.<br />

Claire se sentó en una de las sillas del jardín y bebió un sorbo de agua. Esperaba que<br />

Georgia se hubiera quedado dormida al fin en Galway. Todavía sentía rabia por lo que le<br />

había sucedido a su hija. ¡Cómo osaba ese niñato (seguramente un adolescente lleno de<br />

granos, aunque Georgey dijera que era guapo) darle importancia a su amputación! ¿Es que<br />

nadie se imaginaba el efecto que eso podía tener en ella? Claire reconocía que Georgia<br />

parecía llevarlo verdaderamente bien, pero quién sabía si los comentarios hirientes o<br />

desconsiderados podían tener consecuencias. ¡Sin duda podría ser suficiente para que dejara<br />

de hablar!<br />

Claire se estremeció a pesar del calor. No podía soportar la idea de que Georgia volviera a<br />

retirarse a su mundo de silencio. Aun así, debía ser pragmática. Los niños, en especial los<br />

adolescentes, podían ser extremadamente crueles. Recordaba a aquella chica de su clase con<br />

la que se metían sin piedad por el aparato que tenía que llevar en los dientes. A veces la niña<br />

se iba a casa llorando. Por supuesto, las gafas, sobre todo el horrible modelo de la época que<br />

daban en la sanidad pública, siempre fueron una invitación abierta a las burlas.<br />

Claire suspiró. Georgia tendría que lidiar con todo eso. Lo estaba haciendo. Pero esperaba<br />

que fuera capaz de salir adelante. ¿Y las demás preguntas que le había hecho su hija? ¿Y<br />

todo aquello sobre enamorarse? Claire se sentía especialmente incapaz de contestar ese tipo<br />

de cuestiones. ¿Cómo sabía la gente que estaba enamorada? ¿Cómo había que comportarse<br />

en una primera cita? ¿Cómo se reaccionaba ante el rechazo? ¿Cómo decirle a una persona<br />

que ya no la quieres? El último interrogante era el único que medio podía contestar, porque ella<br />

había dejado a Roger Simenon, pero no era lo mismo. No se había enamorado y después<br />

desenamorado. En realidad, él nunca le había importado.<br />

«No puedo ayudarla —pensó Claire con tristeza—. No he hecho las cosas que otras madres<br />

han hecho. Nunca me he sentado a esperar a que el teléfono sonara. Nunca me ha preocupado<br />

que mi novio me pudiera estar engañando. No tengo experiencias reales en el mundo de los<br />

chicos. Todo por Bill.» Observó otra vez su jardín descuidado. Gracias a él todo había sido<br />

fácil para ella. Habían crecido juntos sabiendo todo lo que necesitaban saber el uno del otro,<br />

confiando el uno en el otro. Así que no había tenido que aprender nada. Pero ahora, por el<br />

bien de Georgia, tal vez debería hacerlo.<br />

Pero se preguntaba cómo.<br />

De repente se levantó de la silla y volvió a la cocina.<br />

Había ordenado las revistas en la estantería a principios de semana. La mayoría eran<br />

magacines para mujeres a los que Bill se había suscrito para tener en la sala de espera. Lila<br />

nunca se había molestado en llamar para cancelar la suscripción, así que las revistas seguían<br />

llegando cada mes. A pesar de que Claire no acostumbraba a leerlas sabía que eran una mina<br />

de información. Mientras las hojeaba constató que contenían muchísimos consejos. Pero<br />

¿alguno era verdaderamente práctico? ¿Funcionaban? ¿Se podía depender del criterio de una<br />

redactora encerrada en una oficina de Londres?<br />

Para ayudar a Georgia tendría que haber experimentado por sí misma algunas cosas. Tal<br />

vez pudiera intentarlo. Después de todo, era por su culpa por lo que Georgia ya no tenía<br />

padre. Era por su culpa que fuera Bill el que estaba en la plataforma cuando la moto de agua<br />

chocó con ella, porque fue Claire la que se levantó para disputar la carrera con Georgia; ella<br />

fue quien impidió que Bill lo hiciera. Fue por Claire por quien fueron a Jamaica.


Si hubiera dejado que fuera Bill quien compitiese con Georgia, habría sido Claire quien<br />

habría muerto. Intentaba no pensarlo a menudo, pero a veces no podía evitarlo. A veces se<br />

preguntaba si Georgia no hubiera estado mejor con Bill que con ella. ¿Se le habría dado bien a<br />

él compartir con su hija esa etapa de su vida? ¿Habría tenido más mano para contestar cómo<br />

debían comportarse las chicas de catorce años con los chicos? El hecho de ser médico le<br />

había supuesto tener que lidiar con muchos problemas femeninos, así como con la angustia.<br />

Probablemente, Bill había conocido a más chicas adolescentes que Claire a lo largo de su vida.<br />

Pero no hubiera sabido qué se sentía como mujer cuando un hombre se burlaba de ti. Claire<br />

sentía empatía con Georgia aun cuando se tratara de cosas que nunca le habían pasado. Así<br />

que, si adquiría algo de experiencia en el mundo de las citas... Tenía que reconocer que no<br />

sería fácil encontrar citas con las que probar su pintalabios ultra brillante o la última minifalda.<br />

Además era demasiado mayor para esas cosas. ¿Y si intentaba salir a tomar algo con algún<br />

hombre? Sólo para hacerse una idea. ¿Sería posible? Seguramente no debía de ser tan difícil<br />

conocer a alguien, ¿o sí? Sabía que las mujeres se quejaban de sus dificultades para<br />

encontrar hombres; ninguna de sus compañeras de Locum Libris estaba contenta con ellos, o<br />

con la ausencia de ellos, en sus vidas. ¿Tendría que hacer lo que había hecho Rosie, es decir,<br />

apuntarse a una agencia? Después de todo, tendría que competir con un montón de mujeres<br />

jóvenes y hermosas. ¿Cómo demonios se podía conocer a alguien soltero de tu edad sin ir a<br />

pubs o discotecas? Tal vez algo como la Cena a Oscuras fuera en realidad una buena idea en<br />

una ciudad en la que había que luchar para encontrar a la persona adecuada.<br />

Podía intentarlo. Además no había nadie como Bill. No había por tanto ninguna posibilidad<br />

de que se enamorase. Sabía que nunca volvería a sentir eso. Se trataba sólo de investigación.<br />

Y merecía la pena. Por el bien de Georgia.


CAPÍTULO 08<br />

Ipomoea (campanillas): flores conforma de trompeta blancas,<br />

azules, púrpuras y rojas que duran sólo un día. Les afectan<br />

negativamente los vientos fríos.<br />

LA MAÑANA SIGUIENTE se levantó más tarde de lo previsto porque había vuelto a<br />

acostarse pasadas las cuatro de la madrugada, cuando el sol del alba ya había comenzado a<br />

teñir el cielo por el este de un color rosáceo dorado. Había corrido bien las cortinas de<br />

damasco para que no penetrase la luz, pero fue el sonido de los ladridos de Phydough a un<br />

pájaro de vuelo rasante en el jardín lo que finalmente la despertó. Se sentía<br />

sorprendentemente descansada y volvió a salir al patio para desayunar un batido de frutas del<br />

bosque y media magdalena.<br />

Los meteorólogos habían anunciado que el país se encontraba en el punto álgido de una ola<br />

de calor que se esperaba que durase por lo menos otra semana. Cada noche, la información<br />

del tiempo de la televisión hacía comparativas con otros puntos calientes de Europa, y<br />

explicaban a los espectadores que las temperaturas de Irlanda y del Reino Unido estaban<br />

siendo incluso más altas que las de algunos de los mejores lugares de vacaciones del<br />

Mediterráneo. Enviaban equipos de reporteros agobiados de calor a playas abarrotadas,<br />

donde entrevistaban a familias que explicaban con suficiencia que España e Italia ese año no<br />

eran competencia.<br />

Después de desayunar, Claire sacó las revistas al jardín y volvió a hojearlas. Recordaba<br />

vagamente un artículo sobre mujeres modernas que gastaban una fortuna en encontrar al<br />

hombre adecuado por Internet, pero en su momento no lo había leído. Ahora le parecía que<br />

podía ser una información útil. Por supuesto, no tenía ninguna intención de gastar una fortuna<br />

en encontrar a nadie, pero tal vez le fuese útil para familiarizarse con todo el tema de<br />

contactos y citas por Internet, y advirtiera a las lectoras cómo podían evitar ser timadas.<br />

El reportaje iba de los contactos por Internet, pero no de los del tipo que había comentado<br />

Rosie. Ése hablaba sobre contactos de alto nivel, diseñados para conocer sólo al más apto de<br />

todos los candidatos. Hombres ricos. Hombres que ganaban alrededor de un millón al año. El<br />

artículo no mencionaba el nombre de la agencia, había que enterarse por el boca a oreja.<br />

Claire hizo una mueca. No tenía ni la más remota posibilidad de averiguar el nombre de una<br />

agencia de ese tipo por ese medio porque ella no conocía a nadie lo bastante rico como para<br />

que pudiera estar metido en algo así. Además, como se dio cuenta más tarde, ser miembro<br />

costaba 75.000 euros. ¡Sí claro, pensó mientras miraba la foto de una atractiva mujer sentada<br />

en un yate atracado en Saint Tropez, por ese dinero podía tener un millón de citas en Dublín!<br />

Leyó que, a cambio de la cuota, la agencia le asignaría un consejero personal que prepararía<br />

citas para ella en eventos de prestigio (asintió interesada con la cabeza al pensar en asientos<br />

VIP en Wimbledon, ¡siempre había querido ir!) o le coordinaría desplazamientos para que se<br />

encontrara con el hombre de sus sueños en una cena para dos en Nueva York.<br />

No obstante, todo parecía aún más engañoso y comercial de lo que había imaginado.<br />

Cuando la noche anterior había pensado en salir con hombres por el bien de Georgia, había<br />

supuesto que podría conocer a alguno de la zona. Pero no se había parado a pensar en cómo


iba a lograr algo así, y empezaba a caer en la cuenta de que lo de toparse con alguien sin más<br />

no era una opción realista. Había que salir al mercado y trabajárselo. Y era como todo en la<br />

vida. Si se quiere un servicio de lujo, hay que pagar la tarifa correspondiente.<br />

«Pero yo no quiero un servicio de lujo —se recordó a sí misma—. Sólo quiero empaparme<br />

un poco del asunto y ver cómo es salir con un hombre al que apenas se conoce. Así que, tal<br />

vez, lo de los contactos por Internet normales y corrientes que Rosie utilizaba sería una buena<br />

idea. ¿O me estoy volviendo loca de remate? Ojalá lo supiera.»<br />

Recogió las revistas y volvió al interior de la casa. Una vez en su despacho, en el piso de<br />

arriba, encendió el ordenador y se conectó a Internet. Introdujo la dirección<br />

CómoLoReconoceré.com y se quedó atónita al ver la página que tenía delante. Por algún<br />

motivo, esperaba que ésta tuviera un estilo sórdido y desesperado, pero no era así. Un<br />

enorme titular le daba la bienvenida al mundo de CómoLoReconoceré.com y le anunciaba que<br />

su círculo de amigos se expandiría cada vez más. Cuando se hubo registrado, leyó que podría<br />

acceder a las salas de chat, a las de mensajes y a los eventos oficiales, además de recibir<br />

invitaciones para las fiestas de CómoLoReconoceré durante todo el año.<br />

Hizo clic en la casilla «Buscar» y completó los campos diciendo que estaba buscando un<br />

hombre de entre treinta y cinco y cuarenta y cinco años (como si los hombres de treinta y cinco<br />

años fueran a salir con una mujer un par de años mayor, pensó; probablemente los hombres<br />

de treinta y cinco años estaban demasiado ocupados buscando mujeres de veinte), y que no le<br />

importaba su lugar de procedencia.<br />

Se quedó atónita al ver la larguísima lista de candidatos de CómoLoReconoceré que<br />

apareció en la pantalla, todos con sus alias. Un icono le indicó que había fotos disponibles de<br />

cada hombre, y que había que ser miembro para poder verlas.<br />

El primer nombre de la lista era «Stargazer {10} ». Le dio a «Más información sobre<br />

Stargazer» y descubrió que era un hombre de treinta y cinco años que vivía en Dublín. Era un<br />

escorpio no fumador de peso «medio», de pelo oscuro y ojos azules. Según la información,<br />

trabajaba en una consultoría. Claire frunció el cejo. Nunca había comprendido del todo qué<br />

hacían realmente en una consultoría. Glenn Keating trabajaba en marketing y ventas, pero<br />

antes había trabajado como consultor, y una vez le contó que su cometido era facturar a las<br />

empresas por decirles cosas evidentes. De modo que, en realidad, Stargazer podía ser<br />

cualquier cosa, pensó mientras miraba el final de la página del hombre. Se describía a sí<br />

mismo como abierto y romántico (Claire no pudo evitar una punzada de dolor al leer eso) y sus<br />

actividades preferidas eran viajar y la música. Por lo que veía, Stargazer cubría una amplia<br />

gama de requisitos, ya que le gustaban los pubs, las discotecas, el cine, los restaurantes y<br />

también las galerías de arte. Su material de lectura eran los libros de viajes y los thrillers. Su<br />

colección de CD incluía a Simon & Garfunkel y Dido. Su película favorita era Casablanca (se<br />

preguntaba por qué a tantos hombres les parecía una película genial, ¿para demostrar que<br />

eran capaces de ver películas lacrimógenas?). Se quedaba en casa viendo los programas de<br />

viajes y la Fórmula 1. Quería una mujer que también fuera abierta, disfrutara de la buena mesa<br />

y el buen vino, además de la conversación adulta y a la que le gustara visitar sitios nuevos.<br />

A Claire le molestó un poco no poder ver la foto de Stargazer. Era una persona totalmente<br />

inadecuada para ella, ya que viajar no entraba en sus planes a causa de Georgia. Y también<br />

porque no se podía subir a un coche, se recordó a sí misma. Pero después de haber leído<br />

tantas cosas sobre él, le fastidiaba no poder verle la cara.<br />

Hizo clic sobre unos cuantos nombres más: Tiger (intrépido y romántico, le gustaba la


comida picante y la música tecno); Adonis (sí, soy atractivo y no me importa que lo sepas; le<br />

gustaban las películas comerciales y los cochazos); Tai-Pan (un piloto dispuesto a volver a<br />

tierra) y JustMe (bastante normal, abierto, del montón, le gustaban los deportes y la música).<br />

De todos ellos, el candidato más probable para salir parecía JustMe. Aunque también parecía<br />

el más aburrido, reconoció. Pero por lo menos casi seguro que estaba diciendo la verdad<br />

sobre sí mismo. ¡La mayoría de la gente era del montón!<br />

Para registrarse como miembro en CómoLoReconoceré había que pagar una cuota<br />

mensual, lo que permitía introducir el propio perfil y acceder al de los demás. Claire se mordió<br />

las uñas. ¿Lo haría? Era una auténtica locura. Abrió su bolso y sacó la tarjeta de crédito. La<br />

cuota era muy inferior a los 75.000 euros que pedían por apuntarse a la agencia de lujo cuyo<br />

nombre no sabía y probablemente no podría descubrir nunca. Por otro lado, una inversión de<br />

20 euros no era nada si podía aprender cosas que ayudaran a Georgia. Además, no tenía que<br />

salir con nadie si no quería. Dudó; tenía la tarjeta en la mano. Phydough, que se había unido a<br />

ella en su estudio, como siempre, comenzó a roncar con suavidad en su cesta. «¿Cuántos de<br />

aquellos hombres considerarían de veras salir con una mujer que tenía un perro y una hija?»,<br />

se preguntó. ¿Y si nadie quería salir con ella?<br />

Eso también era aprendizaje, se dijo a sí misma. Y significaría que podría decirle a Georgia<br />

que todos los hombres eran bastardos superficiales, como al parecer pensaban algunas chicas<br />

de Locum Libris.<br />

—¡Bah, qué demonios! —exclamó en voz alta. Pulsó sobre el botón de «Registrarse ahora»<br />

e introdujo los números de su tarjeta de crédito. Decidió no introducir su perfil. Sería ella quien<br />

decidiera cuándo, cómo y si quería contactar con alguien. De esa forma, por lo menos tendría<br />

algún tipo de control. Unos segundos más tarde, comprobó su correo para obtener su número<br />

privado de registro, y volvió a la página para ver las fotos. Stargazer era tan increíblemente<br />

guapo, con piel olivácea, pelo oscuro y ojos ardientes, que no se creyó ni por un instante que el<br />

de la imagen fuera él. Tiger parecía un rubio cualquiera de un grupo musical. La cara de Tai-<br />

Pan estaba casi oculta por la visera de la gorra de béisbol de los Miami Dolphins que llevaba<br />

puesta. JustMe, como su perfil, parecía bastante normalito, pelo castaño, ojos azules y una<br />

cara amigable y abierta.<br />

«¿Seré capaz de hacer esto? —se preguntó Claire—. ¿Puedo contactar con él de verdad?<br />

¿O sería mejor esperar hasta la Cena a Oscuras y conocer a alguien allí?» Se frotó la nuca al<br />

darse cuenta de que se estaba planteando en serio ir a la Cena a Oscuras.<br />

«Me estoy volviendo completamente loca —pensó—. He pasado de ser una persona que la<br />

semana pasada no tenía la más remota intención de volver a salir con nadie nunca más, a<br />

alguien que de repente piensa que está bien escribir mails y querer tener contactos con<br />

completos desconocidos. Pero por lo menos no me va la vida en ello.» Volvió a mirar la<br />

pantalla. Después desvió la vista hacia la foto enmarcada que tenía en su escritorio. Era de Bill<br />

y Georgia, tomada el primer día en que su hija fue al colegio. Georgia, expectante, tenía los<br />

ojos muy abiertos. La expresión de Bill era de absoluto orgullo. «Él querría que lo hiciera —<br />

pensó—. Él querría que yo fuera capaz de ayudar a nuestra hija lo máximo posible.» Pero<br />

dudó. No estaba segura de si ése era el mejor modo.<br />

Su programa de correo electrónico emitió un pitido para avisarle de que tenía un mensaje.<br />

Claire descargó la nueva pila de trabajo que Trinny le había enviado. Las citas por Internet<br />

podían esperar un poco más, se dijo a sí misma. No había necesidad de apresurarse cuando<br />

tenía cosas mucho más urgentes que hacer.


Al día siguiente, otro día de altas temperaturas y cielos despejados, Claire decidió ir a ver a<br />

su madre. Se vistió para ir cómoda, con sandalias planas, una falda ligera y el tipo de camiseta<br />

escotada de tirantes que no sabía con certeza si era apropiada para una mujer cuyo próximo<br />

cumpleaños importante contendría un enorme cuatro, pero era bonita y veraniega. Se compró<br />

un billete de primera clase para el tren Enterprise, diciéndose a sí misma que el dinero que se<br />

ahorraba al no tener un coche ni el seguro correspondiente, bien podía gastárselo en viajar en<br />

una clase mejor siempre que pudiera. Después de sentó en su comodísimo asiento y sacó<br />

unas cuantas revistas de su bolsa de girasoles amarillos.<br />

Aunque su intención era buscar en las revistas algo que le permitiera hacerse una mejor idea<br />

sobre salir con hombres (porque todavía no había reunido valor para contactar con JustMe), su<br />

atención se vio atraída de inmediato por las fotos de celebridades de primera en una entrega<br />

de premios y por la increíble ropa que llevaban. Algunas eran indiscutiblemente atractivas<br />

(Claire tenía la sensación de que Nicole Kidman estaría elegante incluso con un saco), pero<br />

otras daban miedo. Se preguntaba si a los hombres les gustarían de verdad las mujeres que<br />

llevaban vestidos con escotes hasta la cintura y rajas en la falda. En su opinión, era de mal<br />

gusto, pero tal vez se equivocaba de cabo a rabo. Quizá sólo se debía a que a Bill le gustaba<br />

cuando ella se hacía lo que llamaba su «esfuerzo elegante» y se peinaba el pelo hacia atrás y<br />

se ponía vestidos ajustados pero no demasiado provocativos. «¿Me quedaría mejor una<br />

minifalda y unas botas?», se preguntó por un instante, antes de recordar que no le preocupaba<br />

su propia apariencia sino la de Georgia, además de que mataría a su hija si salía de casa con<br />

una falda que no le tapara las bragas.<br />

«Conocer hombres —pensó mientras seguía hojeando las páginas—. ¿Cómo lo haces si no<br />

tienes el valor de hacerlo por Internet?» Se dio cuenta de que, naturalmente, para Georgia<br />

sería distinto. Después de todo, ya estaba conociendo chicos (aunque fueran pequeños idiotas<br />

insensibles) en el colegio irlandés. Era de suponer que tan pronto como tuviera edad suficiente,<br />

iría a bares y discotecas, donde habría hombres de sobra esperando conocerla. Claire tuvo un<br />

escalofrío al imaginarse a chicos poco adecuados compitiendo por la atención de su única hija,<br />

exhibiéndose como siempre hacen los chicos jóvenes, intentando parecer estupendos. Sonrió<br />

con ironía. Todo el mundo quería ser estupendo, ¿o no? Sobre todo durante la adolescencia.<br />

Si empezaba a criticar a los chicos sólo porque le parecía que ninguno sería nunca lo bastante<br />

bueno para Georgia, se estaría comportando como una mujer chapada a la antigua. Además,<br />

su hija tenía que vivir su propia vida, y Claire sólo podía esperar que su forma de criarla<br />

hubiera sido buena, de forma que, al final, Georgia conociera a alguien de quien se enamorara,<br />

y con quien viviera el mismo tipo de relación maravillosa que ella había tenido y que sus padres<br />

también tuvieron.<br />

Levantó la vista y cruzó la mirada con el pasajero de enfrente, un hombre de veinte-pocos<br />

que estaba relajado en su asiento, escuchando música. Él sonrió y ella le devolvió la sonrisa,<br />

sintiéndose indescriptiblemente agradecida de que alguien más joven que ella y lo bastante<br />

atractivo (cara delgada, pelo casi negro azabache, ojos muy azules) se percatara de su<br />

presencia.<br />

«Allá vamos —se dijo a sí misma—. He conocido a un hombre atractivo en un tren. Vale,<br />

éste es demasiado joven para mí y demasiado mayor para Georgia, pero está aquí y, si<br />

quisiera, podría entablar conversación con él. Porque se ha fijado en mí. Y, la verdad, eso es


astante halagador.»<br />

El chico volvió a sonreírle y se inclinó hacia ella. Esa vez Claire se asustó un poco. «Vale —<br />

pensó—, es agradable que me haya sonreído. Está bien que alguien se fije en mí. Pero ¿qué<br />

demonios quiere?»<br />

—Disculpa. —El chico se quitó los auriculares, estiró la mano y le rozó la camiseta de<br />

tirantes justo por encima de su pecho derecho.<br />

«Por Dios —pensó Claire desesperada—, estoy siendo acosada en un tren.»<br />

—¡La tengo! —El chico sonrió y Claire se quedó boquiabierta. Vio que tenía una araña<br />

pequeña de patas largas en la mano. Abrió la ventanilla del vagón y la dejó marchar—.<br />

Disculpa —repitió él—, temía que, si te advertía, empezaras a chillar y dieras un salto. Podría<br />

habérsete metido en la camiseta y entonces te habrías vuelto loca. No podría matarla, soy un<br />

blando para estas cosas.<br />

—Gracias —dijo ella sin aliento—. Pero no habría chillado.<br />

—Tengo una hermana —le explicó él—. N o puede soportar a los bichos. Chilla como una<br />

histérica. He basado en la suya las reacciones de todas las mujeres a las arañas.<br />

—No puedo decir que me gusten mucho —reconoció Claire—, pero me he acostumbrado a<br />

ellas.<br />

—En cualquier caso, disculpa si has creído que era algún tipo de pervertido.<br />

—No, claro que no —mintió Claire.<br />

Él se echó a reír y volvió a colocarse los auriculares mientras ella se escondió otra vez<br />

detrás de su revista y pensó que, si era capaz de malinterpretar las acciones de los hombres<br />

hasta ese punto, sin duda necesitaba clases para tratar con ellos antes de intentar salir con<br />

uno.<br />

«Pero bueno —pensó—, no se me da tan mal. No en una situación normal. Tengo un montón<br />

de amigos masculinos en el club Smash and Grab y me llevo bien con ellos. Tipos como Paul<br />

Hanratty, por ejemplo. No tengo problemas para relacionarme con los hombres como<br />

personas. Sólo los tengo para tratarles como objetos sexuales.»<br />

Habían pasado casi tres años desde la última vez que se había acostado con alguien.<br />

Suspiró profundamente. No tenía la impresión de echarlo de menos. ¿Cómo podría? En su<br />

cabeza el sexo, el amor y el placer físico estaban indisolublemente unidos a Bill Hudson,<br />

exactamente como le había dicho a Georgia. Después del accidente, el sexo era la última cosa<br />

de la que se había acordado. Cada día que pasaba era más fácil descartarlo como algo<br />

relevante en su vida. Sabía que echaba de menos la intimidad, pero eso era distinto. De todos<br />

modos, pensó mientras miraba por encima de la revista al atractivo chico de delante, volver a<br />

experimentar el placer físico no estaría mal.<br />

Se ruborizó violentamente. «¿Qué demonios pensaría él si se diera cuenta de que la mujer<br />

que tiene delante, una mujer que le lleva por lo menos quince años, estaba imaginando hacer el<br />

amor con él? —se preguntó—. ¿Y qué está pasando en mi propia cabeza para que, por un<br />

instante, haya podido llegar a pensarlo?»<br />

Él levantó la vista y la vio mirándolo. Volvió a sonreír, pero esta vez un poco incómodo.<br />

Claire se puso roja. «¿Estaré perdiendo el control? —se preguntó preocupada—. Es un<br />

extraño. No puedo ir por ahí teniendo fantasías sexuales con hombres que veo en los trenes. Y<br />

menos con jóvenes atractivos.»<br />

¿Estaría bien si la fantasía fuera con un hombre más mayor? Sin embargo, ¿no era ése el


problema de las mujeres de su edad, que no había hombres disponibles? ¿No era por eso por<br />

lo que Rosie y Petra estaban tan preocupadas por encontrar pareja antes de cumplir los treinta<br />

y cinco? ¿Acaso no pensaban que, una vez se había pasado de los treinta y pocos ya no había<br />

esperanza? De repente se acordó de un mail que Trinny Armstrong había reenviado una vez a<br />

todas las empleadas de Locum Libris. Las había hecho reír a todas, pero también asentir con<br />

la cabeza por lo cierto que era.<br />

Los hombres agradables son feos. Los hombres atractivos no son agradables.<br />

Los atractivos y agradables son gays. Los atractivos, agradables y heterosexuales<br />

están casados. Los hombres que no son tan atractivos, pero son agradables, no<br />

tienen dinero. Los hombres que no son tan atractivos, pero son agradables y<br />

tienen dinero, piensan que las mujeres sólo los perseguimos por su dinero. Los<br />

hombres atractivos sin dinero persiguen nuestro dinero. Los hombres atractivos<br />

que no son tan agradables y más o menos son heterosexuales, piensan que no<br />

somos lo bastante guapas. Los hombres que creen que somos guapas, que son<br />

heterosexuales, más o menos agradables y tienen dinero, son unos cerdos. Los<br />

hombres que son más o menos guapos, más o menos agradables, tienen algo de<br />

dinero y gracias a DIOS son heterosexuales, son tímidos y NUNCA dan el primer<br />

paso. Los hombres que nunca dan el primer paso pierden el interés<br />

automáticamente cuando nosotras tomamos la iniciativa. POR LO TANTO,<br />

¿QUIÉN ENTIENDE A LOS HOMBRES? Los hombres son como el vino bueno. Al<br />

principio todos son uvas, así que es nuestro trabajo pisotearlos y mantenerlos en<br />

la oscuridad hasta que maduran y se transforman en algo con lo que te gustaría<br />

cenar.<br />

Su teléfono sonó avisándole que tenía un nuevo mensaje. Rebuscó en su bolso y lo leyó. El<br />

mensaje era de Georgia, hoy d 1 a , m lo stoy psndo mb. Tq. G., leyó.<br />

Bueno, por lo menos Georgia estaba bien otra vez, aunque se hubiera encontrado con un<br />

chaval que terminaría por ser un cerdo de los del mail de Trinny. Claire sintió de nuevo una<br />

punzada de rabia por su hija. Ése era el motivo por el que era importante que averiguara cosas<br />

sobre los hombres, se reafirmó en ello. Aunque sus circunstancias fueran completamente<br />

diferentes. Sólo así podría aconsejar a Georgey sobre la forma correcta de encarar las cosas.<br />

Continuó hojeando la revista, pero no era demasiado interesante, así que se alegró de que<br />

el tren llegara a Dundalk a la hora prevista. El andén de hormigón estaba realmente caliente<br />

bajo sus pies, tanto que Claire se sentía como si estuviera de vacaciones en el extranjero. Se<br />

compró un helado enorme en una tienda próxima a la estación y lo lamió alegremente mientras<br />

se dirigía hacia la casa de sus padres. Lo terminó justo al llegar a la puerta.<br />

Eileen estaba en el jardín de delante, podando las rosas de los rosales que delineaban el<br />

camino de entrada.<br />

—¿Eso no es trabajo de papá? —preguntó Claire abriendo la puerta—. Se pondrá como<br />

loco contigo por entrometerte. ¿Cómo estás? —Le dio un beso a su madre en la mejilla—.<br />

¿Dónde está papá?<br />

Eileen le sonrió brevemente.<br />

—Ahora no está. Casi he terminado. ¿Por qué no entras y enchufas la tetera? ¿Te apetece


comer algo? En la nevera hay cosas para hacer una ensalada.<br />

—Una ensalada estaría muy bien —estuvo de acuerdo Claire—. Creo que es lo único que<br />

se puede comer con este calor.<br />

—Todavía estás demasiado delgada. —Las palabras de Eileen fueron severas, así que<br />

sonrió cálidamente a Claire para quitarles hierro.<br />

—Lo sé. —Claire tuvo que hacer un esfuerzo para no discutir con su madre por el tema del<br />

peso, luego siguió caminando hacia la casa.<br />

—Hay algunos panecillos con semillas en la panera —dijo Eileen detrás de ella—. Voy en un<br />

minuto.<br />

Claire dejó su bolso en la mesa de la cocina y abrió la puerta del armario. Los mismos viejos<br />

platos de siempre, decorados con delicados motivos azules y blancos, estaban apilados<br />

dentro. Se acordó de cuando una vez le pidió a su madre que compraran platos nuevos,<br />

mostrándole un anuncio de una vajilla de estilo más moderno en una revista. Pero Eileen le<br />

había contestado que los platos de porcelana estaban en perfecto estado y que ella no tenía<br />

ninguna intención de convertirse en una esclava de la moda. Mientras sacaba los platos<br />

grandes y los medianos, además de las tazas y los platillos a juego, Claire se percató de que<br />

algunos ya estaban desportillados. Tenían casi cuarenta años. Era increíble que hubieran<br />

durado tanto.<br />

Los ingredientes que había en la nevera de Eileen para la ensalada también estaban<br />

pasados de moda. Lechuga, tomates, huevos duros y unas lonchas de jamón cocido. Era un<br />

menú de verano sacado directamente de algún libro de recetas para niños de Enid Blyton...<br />

Nada de los canónigos o la lombarda que Claire solía utilizar. Ni mozzarella o piñones. Tomates<br />

normales en vez de la variedad cherry que ella prefería. Claire se preguntó con un poco de<br />

pesar si había sucumbido al estilo de vida de los chefs famosos o si realmente le gustaban<br />

más esos ingredientes modernos.<br />

Eileen entró en la cocina y tiró sus guantes de jardinería en el fregadero.<br />

—¿Quieres que comamos fuera? —preguntó Claire.<br />

—Sí, estaría bien —convino Eileen.<br />

Claire llenó dos vasos altos con agua de la nevera y los sacó fuera mientras Eileen buscaba<br />

los cubiertos y los condimentos. Se sentaron y Claire se quitó las sandalias para estirar los<br />

dedos de los pies al sol. Espantó a una avispa que voló delante de su cara.<br />

—Comételo —dijo Eileen, que había untado mantequilla en un panecillo y se lo estaba<br />

pasando a Claire—. Te convendría ganar un poco de peso.<br />

—Por el amor de Dios, mamá. La conversación sobre mi delgadez ya se ha acabado.<br />

—Me preocupas —se justificó Eileen—. Ya lo sabes.<br />

—Sí —dijo Claire—. Pero no tienes por qué. De verdad. ¿Papá y tú vais este año de<br />

vacaciones a algún sitio bonito? —preguntó para cambiar de tema—. Todavía no has dicho<br />

nada al respecto y, para estas fechas, normalmente ya os habéis marchado a algún lugar de<br />

clima cálido.<br />

—Este año no hace falta —respondió Eileen—. Ya ves que aquí hace bastante calor para<br />

cualquiera.<br />

—Cierto —convino Claire—, pero salir sería agradable.<br />

—Sí. —Eileen tenía la vista perdida en el horizonte.


—¿Algo va mal, mamá? —Claire de repente se sintió inquieta. Miró a su madre y se dio<br />

cuenta de que las arrugas de su frente eran un poco más profundas que habitualmente, la<br />

expresión de sus ojos preocupada.<br />

—Bueno, en un sentido —dijo Eileen.<br />

Al instante, Claire sintió cómo el terror arraigaba en su interior. Sus padres no eran mayores<br />

según el estándar actual, pero iban envejeciendo, como es lógico. Y ella no quería ni pensar<br />

que hubiesen llegado a la edad en que comenzarían a tener achaques. Los dos habían sido<br />

personas muy sanas hasta el momento. Miró expectante a su madre, tratando de mantener la<br />

expresión lo más calmada posible.<br />

—No me mires así —la reprendió Eileen—. No nos pasa nada ni a tu padre ni a mí.<br />

Claire suspiró aliviada. Nunca se le habían dado bien las expresiones calmadas.<br />

—Entonces, ¿de qué se trata? —preguntó.<br />

—Te vas a reír —contestó Eileen—. Aunque no sé si reír es lo más apropiado teniendo en<br />

cuenta las circunstancias.<br />

—¿Qué circunstancias?<br />

—Te habríamos llamado para contártelo si no hubieras telefoneado diciendo que venías.<br />

—¿Contarme el qué? —preguntó Claire.<br />

—Contarte que nos separamos —respondió Eileen.<br />

Claire miró a su madre totalmente alucinada. Una avispa aterrizó en el borde de su plato y<br />

comenzó a explorar un jugoso tomate, pero ella la ignoró.<br />

—¿Separaros? —repitió incrédula—. ¿Separaros?<br />

—Sí —asintió Eileen.<br />

—Pero... pero ¡habéis estado juntos durante años! —exclamó—. ¿Por qué demonios os<br />

separáis? Es lo más estúpido que he oído en toda mi vida. Me estás tomando el pelo.<br />

—¿Por qué te iba a tomar el pelo con algo como eso? —preguntó Eileen.<br />

Claire se había quedado sin palabras.<br />

—Tu padre y yo hemos decidido —continuó Eileen— que lo mejor para nosotros es<br />

separarnos.<br />

—Pero ¿por qué? —inquirió Claire de nuevo—. Siempre he creído que erais felices juntos.<br />

¿Por qué demonios queréis separaros ahora?<br />

—Porque hemos llegado al último cuarto de nuestras vidas —replicó Eileen—, y no<br />

queremos desperdiciarlo siguiendo el uno con el otro.<br />

—¿Eh? —Claire clavó la mirada en su madre.<br />

—Hemos perdido tanto tiempo juntos... ¿Por qué seguir haciéndolo?<br />

—No habéis perdido el tiempo —la interrumpió Claire—. Erais Felices.<br />

Eileen arqueó una ceja y Claire la miró desconcertada.<br />

—¿No erais felices? —preguntó—. No. No me puedo creer eso.<br />

—Depende de a qué te refieras con feliz —replicó Eileen.<br />

—Pues ¡quiero decir feliz! —declaró Claire enérgicamente—. Disfrutabais de vuestra mutua<br />

compañía, ibais a sitios juntos. No discutíais... No lo entiendo, mamá. Siempre hemos sido una<br />

buena familia, ¿o no?


—Me casé con tu padre porque estaba embarazada —dijo Eileen.<br />

—De mí. Sí. Lo sé —replicó Claire—. No es que hayáis tratado de ocultármelo<br />

precisamente, pero también me contaste que papá se esforzó mucho por que vuestro<br />

matrimonio funcionara. Cuando yo era pequeña no parabais de dar la lata con eso,<br />

explicándome que en la vida todo era un toma y daca.<br />

—Tal vez eso era para convencerme a mí misma —le dijo Eileen irónicamente.<br />

—No.<br />

—Nunca he querido a tu padre —afirmó su madre—. Y él nunca me ha querido a mí.<br />

—¡Mamá! —En ese momento, Claire estaba verdaderamente en estado de shock. Podría<br />

obligarse a creer que de alguna forma sus padres se habían distanciado con el paso de los<br />

años, pero le resultaba imposible aceptar que nunca se habían querido. ¿No le habían dicho<br />

siempre que era una hija de amor, producto de lo que sentían el uno por el otro?<br />

—Naturalmente que te dijimos eso —dijo Eileen irritada cuando Claire se lo recordó—. ¿Qué<br />

otra cosa podíamos decirte? Tenías trece años. No quería que pensaras que eras el resultado<br />

de un polvo rápido detrás de una estación eléctrica.<br />

—¡Mamá!<br />

—Lo siento —suspiró Eileen—. Es una expresión horrible; se me ha pegado de esos<br />

programas espantosos, como «Ibiza al descubierto», en la tele. Son auténtica telebasura, pero<br />

cuando los pongo no puedo evitar mirarlos. No sé por qué...<br />

—Mamá —interrumpió Claire los pensamientos digresivos de Eileen—. Papá y tú ¿nunca os<br />

habéis querido? ¿Nada de nada?<br />

Eileen jugueteó con el tenedor que tenía en la mano.<br />

—Mmm, supongo que decir que no he querido a tu padre y que él no me ha querido a mí tal<br />

vez no sea muy exacto. Nosotros... estábamos bien juntos. Ya me entiendes.<br />

Claire se removió incómoda en la silla al pensar en la vida sexual de sus padres. «Eso es<br />

más información de la que necesito», se dijo a sí misma. Pero no le dijo nada a su madre.<br />

—De modo que pensé que lo quería. —Las palabras salían a borbotones de la boca de<br />

Eileen—. Quizá no a largo plazo, pero entonces descubrí que estaba embarazada. —Se<br />

encogió de hombros—. En aquella época no había elección, Claire. Nos casamos.<br />

—Pero a mí me parecía que todo os iba bien —protestó Claire—. Porque, por ejemplo, los<br />

padres de Jacinta O’Brien se casaron por su hermano mayor, ¿verdad?, pero estaban siempre<br />

discutiendo. Se gritaban. En un momento dado, el señor O’Brien llegó incluso a pegar a la<br />

madre de Jacinta, ¿no?<br />

Eileen asintió con la cabeza.<br />

—Entre tu padre y yo las cosas no eran así —dijo—, por supuesto que no. Tu padre no es<br />

un hombre violento, Claire. No era en absoluto así. Al principio nos dijimos mutuamente que<br />

estábamos enamorados. Después de que tú nacieras... bueno, sin duda entonces pensamos<br />

que lo estábamos...<br />

—Por tanto tenéis que haberlo estado —la interrumpió Claire—. ¡Eso no se puede fingir, por<br />

el amor de Dios!<br />

—Deseábamos amarnos —continuó Eileen—. Y también queríamos que el matrimonio<br />

funcionase, sobre todo por ti. Así que seguimos. Pero éramos personas muy diferentes,<br />

cariño.


Claire se frotó las sienes. Eso sí era cierto. Su madre era una mujer tranquila y hogareña a<br />

la que entusiasmaban las cosas domésticas. Su padre en cambio siempre había sido el<br />

extrovertido, el dispuesto a pasarlo bien, el último en irse de las fiestas. Pero Claire siempre<br />

había creído que se complementaban el uno al otro, no que su madre había odiado cada<br />

momento que salía con su padre, o que él había detestado tener que quedarse en casa.<br />

Parecía como si los pilares de su vida se estuvieran desmoronando bajo sus pies y no podía<br />

hacer nada al respecto. Estaba pasando otra vez, pensó desesperada. Exactamente igual que<br />

tres años atrás. «Todo lo que creía sobre mi vida y mi futuro se está desvaneciendo.»<br />

Reaccionó cortando drásticamente el sentimiento de pánico que empezaba a sobrecogerla.<br />

—Sin embargo, nos acostumbramos —prosiguió Eileen—, además, desde mi posición, ¿qué<br />

podía hacer? El único trabajo que había tenido había sido en una fábrica. No tenía alternativas.<br />

Claire, no podía dejar a tu padre. Y él no ganaba lo suficiente como para mantener dos casas.<br />

Hicimos lo mismo que mucha gente de nuestra generación: llevamos vidas separadas.<br />

—Pero os ibais de vacaciones juntos —protestó Claire débilmente una vez más—. Y más<br />

tarde, cuando yo era más mayor, ¿qué os impedía separaros si eso era lo que queríais?<br />

—Cuanto más tiempo pasa, más difícil es —explicó su madre—. Y, naturalmente, yo<br />

todavía seguía en la misma situación, seguía dependiendo de tu padre.<br />

—¿Y cuando me fui de casa?<br />

—Tendríamos que habernos separado en aquel momento —convino Eileen—, aunque por<br />

aquel entonces teníamos un acuerdo que funcionaba. A pesar de que no nos queríamos,<br />

tampoco nos odiábamos. Era más fácil mantener el statu quo. Pero no estaba bien.<br />

Claire se horrorizó al darse cuenta de que una lágrima rodaba por su mejilla. Se la secó<br />

rápidamente.<br />

—¿Y por qué cambiar ahora? —preguntó agitada.<br />

—La cuestión es que tu padre ha encontrado a otra persona —respondió la mujer.<br />

Claire sintió cómo literalmente se le abría la boca.<br />

—¡Tiene más de sesenta años! —exclamó—. Por Dios, mamá, esto es ridículo.<br />

—Bueno, la vida no te deja de lado sólo porque envejeces —replicó su madre ácidamente<br />

—. Tu padre tiene derecho a encontrar a alguien si quiere.<br />

—No me puedo creer que me estés diciendo esto.<br />

—Quieren estar juntos —dijo Eileen—, y yo estoy cansada de aguantarlo.<br />

—¿Aguantarlo? —Claire la miró asombrada—, ¿quieres decir que dura hace algún tiempo?<br />

—Alrededor de cuatro años —precisó su madre.<br />

Claire se quedó callada.<br />

—Su nombre es Lacey Dillon —prosiguió Eileen—. Se conocieron en el club de bolos de tu<br />

padre.<br />

Claire la miró fijamente.<br />

—¿Mi padre tiene una relación con alguien que se llama Lacey? ¿Qué tipo de nombre es<br />

ése para una persona adulta? —Abrió los ojos como platos—. ¡No me digas que es una<br />

veinteañera pechugona! No estará teniendo un lío con una chica de veinte años, ¿verdad?<br />

—¡Vamos, Claire! —Miró a su hija con impaciencia—. No seas tan tonta. ¡Te acabo de decir<br />

que la conoce hace cuatro años! Tiene cincuenta y dos y dirige una empresa de selección de


personal.<br />

—Pero...<br />

—Ha sido beneficiosa para él —continuó Eileen—. Gracias a ella, tu padre es un hombre<br />

diferente.<br />

—¡Es tu marido! —protestó Claire—. Mi padre. No es posible que él...<br />

—¿Por qué no?<br />

Miró a su madre fijamente.<br />

—Mira, ya sé que es un poco impactante —dijo ésta—, pero tenía que contártelo.<br />

Claire permanecía muda.<br />

—No quiero seguir viviendo con él —prosiguió—. Antes de Lacey era distinto. Había otras<br />

mujeres, pero nada serio.<br />

—¡Otras mujeres! —Claire había vuelto a encontrar su voz—. Mamá, no me puedo creer lo<br />

que estoy escuchando.<br />

—Bueno, ¿y qué quieres? —preguntó—. Yo ya no estaba interesada, y él... él sí.<br />

—Dios mío.<br />

—Yo habría seguido interesada si hubiera aparecido el hombre adecuado —dijo su madre<br />

suavemente—. Pero no fue así. De haberlo sido, tal vez hubiera sido yo la que diera el paso.<br />

Las cosas han venido de esta manera, por lo que es tu padre quien toma la iniciativa.<br />

—Entonces, ¿se muda para estar con la tal Lacey?<br />

—La verdad es que es bastante agradable —replicó Eileen.<br />

—Simple y llanamente no me lo puedo creer. —Claire por fin espantó bruscamente la avispa<br />

de su plato—. ¿Por qué ahora? ¿Por qué cuando lleva cuatro años con ella? ¿Por qué no<br />

pueden seguir como estaban?<br />

—Porque yo no quiero que la situación siga igual —replicó Eileen, mirando pensativa a<br />

Claire—. Además, lo habían hablado hace tiempo. Todos lo hicimos. Íbamos a decírtelo, pero<br />

entonces... pasó lo del accidente. No nos pareció oportuno que tuvieras que lidiar también con<br />

eso en aquel momento.<br />

Claire levantó sus ojos moteados de ámbar para mirar a su madre.<br />

—¿Me estás diciendo que seguisteis juntos para protegerme, que siempre habéis estado<br />

juntos para protegerme?<br />

—No siempre —contestó Eileen—. Cuando eras joven sí. Después podría haberle dejado,<br />

pero no quise. En realidad me estaba protegiendo a mí misma. Pero ya no tiene sentido.<br />

Tengo que seguir adelante.<br />

Claire apoyó la cabeza en las manos.<br />

—No me lo esperaba —dijo lentamente—. De todas las cosas que me podrías haber<br />

dicho... esto es... increíble.<br />

—Siempre creí que lo descubrirías —comentó Eileen—. Por ejemplo, cuando yo me pasaba<br />

a visitaros a Bill y a ti sin tu padre, o cuando llamabas y él no estaba. Me sorprendía que<br />

nunca preguntaras.<br />

—Nunca se me ocurrió siquiera. —Claire levantó la cabeza—. Estaba tan convencida de que<br />

vuestro matrimonio funcionaba. Hoy mismo... —Se mordió el labio—. Hoy mismo, estaba<br />

pensando que sería una suerte que Georgey tuviera el tipo de matrimonio que yo tuve. O el


que teníais papá y tú.<br />

—Evidentemente lo vuestro era muy especial —le dijo Eileen—. Lo que tu padre y yo<br />

teníamos era... —se encogió de hombros—, supongo que era una mentira.<br />

—Todavía no doy crédito. —Claire frunció el cejo—. ¿Estáis absolutamente seguros? No<br />

sé, ¿papá no estará pasando una especie de estúpida menopausia masculina?<br />

—No —respondió su madre tajante.<br />

—Y a lo largo de vuestro matrimonio, mientras yo era pequeña... ¿Hubo otras mujeres?<br />

—No se acostaba con una mujer distinta cada semana —le explicó Eileen—. No era así,<br />

Claire, por supuesto que no. Pero él no es como yo y quería cosas diferentes. Al principio<br />

pensé que yo podría ser la persona adecuada, pero luego me di cuenta de que no, de modo<br />

que hubo otras mujeres. No todo el tiempo, pero sí de vez en cuando. Sin embargo, con<br />

ninguna era nada serio. Pero ahora con ésta sí lo es.<br />

—Lacey Dillon. —Claire apenas podía evitar que el desdén se reflejara en su tono de voz.<br />

—Es una mujer agradable, Claire.<br />

—¿La conoces en persona?<br />

Eileen asintió con la cabeza.<br />

—¡Es todo tan ridículo!<br />

—No —objetó Eileen—. Seguir juntos sin querernos es lo ridículo.<br />

—¿Dónde está papá ahora? —Claire miró a su alrededor como si su padre fuera a salir de<br />

repente de entre los arbustos que tenían a sus espaldas.<br />

Eileen se encogió de hombros.<br />

—¿Ya se ha mudado? ¿Sabe que me estás contando todo esto?<br />

Su madre asintió con la cabeza.<br />

—¿Y no quería estar aquí?<br />

—No le veía sentido. Dijo que te llamaría. Tenía miedo de que se montara una escena, y ya<br />

sabes cómo es con esas cosas.<br />

—¡Típico! —resopló Claire.<br />

—No tomes partido —suplicó Eileen—. Es cosa de ambos. Los dos cometimos un error y<br />

los dos queremos arreglarlo.<br />

—¿Y qué pasa con la casa? —preguntó Claire de repente—. ¿Qué pasará con ella?<br />

—La hemos puesto a la venta —contestó su madre—. El agente de la inmobiliaria ha venido<br />

ya un par de veces con dos parejas de compradores potenciales, sin embargo aún no se ha<br />

firmado nada. Lacey tiene su propia casa cerca de Lusk; también la va a vender. Tu padre y<br />

ella se comprarán una juntos, y yo me compraré una casa en otro sitio.<br />

—¡Pero no volverás a tener una casa como ésta! —Claire observó el enorme jardín,<br />

atestado de coloridas plantas con flores y arbustos que su padre había plantado a lo largo de<br />

los años—; ni un jardín así.<br />

—Tampoco lo quiero —replicó Eileen—. Ya sabes que el jardín era el dominio de tu padre.<br />

Además, es una casa con cuatro habitaciones. Es demasiado grande para mí.<br />

—No me lo creo —repitió Claire—. De verdad. —Espantó otra avispa—. ¿Sabes?, cuando<br />

Bill y yo discutíamos, yo solía decirle que deberíamos ser como papá y tú y arreglarlo todo.


—Bill y tú casi nunca discutíais —le recordó Eileen.<br />

—Ya lo sé, pero cuando lo hacíamos... —Claire se dio cuenta de que se le estaban llenando<br />

los ojos de lágrimas otra vez— yo os utilizaba a papá y a ti como modelos.<br />

Eileen se mordió el labio.<br />

—Siento decepcionarte —dijo.<br />

—Yo también lo siento —murmuró Claire—. Mucho.<br />

Cogió su vaso y bebió un largo trago de agua. Era incapaz de mirar a su madre a los ojos.<br />

Todo le parecía tan irreal... era como si su infancia se hubiera basado en una fantasía. Nunca<br />

había sabido que sus padres no eran felices. Ni siquiera lo sospechó siendo adulta. Se<br />

preguntó si algo no funcionaría bien con ella. ¿Cómo era posible que no pudiera notar los<br />

sentimientos de otras personas?<br />

—A Georgia tampoco le gustará —comentó finalmente.<br />

—Pero es inevitable, cariño —le contestó su madre—. Toda la vida he hecho cosas que<br />

eran lo que se esperaba de mí, o porque me preocupaba cómo reaccionarían los demás. No<br />

quiero que Georgia sufra, pero es una chica moderna que crece en un entorno moderno. Ella<br />

puede comprender este tipo de cosas.<br />

—Pero ¡no de sus propios abuelos!<br />

—Tal vez no, pero ha sucedido, Claire, y ni tu padre ni yo queremos dar marcha atrás.<br />

Claire se mordió el labio.<br />

—Siento como si se estuvieran desmoronando todos mis recuerdos —reflexionó Claire<br />

lentamente en voz alta—. Todo lo que siempre he creído. Todos los lugares que significaban<br />

algo...<br />

—En realidad no —dijo Eileen—. Los lugares continuarán estando en su sitio, tan sólo la<br />

gente será distinta.<br />

—¿Desde cuándo te has vuelto tan sensible?<br />

—Siempre he sido sensible —afirmó Eileen.<br />

—Tal vez —Claire se frotó la nuca—. ¿Alguien más lo sabe? —preguntó—. ¿Lo tuyo y lo de<br />

papá?<br />

—Hemos vivido aquí toda la vida —respondió su madre secamente—. Todo el mundo se<br />

enteró de lo de tu padre mucho antes que yo. Era algo conocido, ¿sabes? Tenía debilidad por<br />

las mujeres.<br />

—Nadie me ha dicho nunca nada —protestó Claire.<br />

—¿Y por qué habrían de hacerlo? ¿Acaso no te liaste la manta a la cabeza y te fuiste a<br />

Dublín tan pronto como pudiste?<br />

—Primero me fui a Francia —apuntó Claire.<br />

Su madre se encogió de hombros.<br />

—¿Por qué no te mudas a Dublín cuando vendas la casa? —preguntó Claire—. Estarías<br />

más cerca de mí, y podría echarte un ojo.<br />

Eileen se echó a reír.<br />

—¡Echarme un ojo! ¿Qué temes que haga?<br />

—Nada —respondió Claire rápidamente—. Quería decir...


—¿Querías decir que, ahora que soy una mujer mayor abandonada, te parece que deberías<br />

pasarte por mi casa a llevarme una sopita?<br />

—No. —Claire súbitamente también se echó a reír, sorprendiéndose a sí misma—. Es sólo<br />

que... bueno, estar sola no es fácil.<br />

—Sin embargo creo que es mejor que vivir con alguien que no te quiere —replicó Eileen.<br />

—¿Era tan horrible? —preguntó Claire.<br />

—Es algo que mina tu confianza —confesó su madre—. Vale, la magia ha desaparecido<br />

para los dos, pero es inevitable preguntarte por qué ya no te encuentra atractiva.<br />

—Oh, mamá. —Claire rodeó a su madre por los hombros.<br />

—Así es —replicó Eileen—. Pero al menos por fin vamos a hacer algo al respecto.<br />

Claire consultó su reloj.<br />

—¿Papá espera que vaya a verlo? ¿Aquí o en otro sitio?<br />

—Le dije que le llamaría si querías verlo esta noche —respondió su madre—. Depende de<br />

ti. Puedes quedar con él donde quieras.<br />

—Quiero hablar con él —dijo Claire—, pero tal vez hoy no. No estoy segura de estar aún<br />

lista.<br />

—Estaría bien que lo siguieras queriendo —añadió Eileen.<br />

—Lo entiendo —asintió Claire—. Y por supuesto que todavía lo quiero. Puedes decírselo.<br />

Lo llamaré más tarde, o tal vez le envíe un mensaje y se lo diga yo misma.<br />

—A él le gustaría —dijo Eileen—. Estaba preocupado por ti.<br />

—¿Qué puedo hacer? —preguntó Claire inexpresiva—. Los dos habéis tenido mucho tiempo<br />

para pensar sobre todo esto. Lo único que cabe esperar es que estéis haciendo lo correcto.<br />

—Estamos haciéndolo —le aseguró su madre—. Tu vaso está vacío, cariño. ¿Quieres más<br />

agua o crees que te hace falta algo más fuerte?<br />

Claire y Eileen permanecieron sentadas en el jardín hasta que llegó la hora en que Claire<br />

tenía que coger su tren. Eileen le contó cosas sobre los agentes inmobiliarios, la mudanza y lo<br />

raro que era mirar pisos y apartamentos a esas alturas de su vida. Pero, añadió, algunos eran<br />

preciosos. Ideales para una persona sola. Decorar una casa nueva iba a ser divertido.<br />

Súbitamente, Claire se dio cuenta de que su madre parecía mucho menos grave que antes, y<br />

que sus ojos brillaban de una forma que no había visto en mucho tiempo.<br />

—¿Eras muy infeliz? —le volvió a preguntar Claire a su madre cuando la abrazó para<br />

despedirse.<br />

—No te das cuenta de ello hasta que las cosas cambian —respondió—. Entonces te<br />

preguntas cómo era posible que lo aguantaras.<br />

—Ojalá lo hubiera sabido.<br />

—¿Qué hubieras podido hacer? —Eileen sonrió débilmente—. Era nuestro error, no el tuyo.<br />

—Un error de larga duración por mí.<br />

—Debimos haber hecho algo antes —convino la mujer—. Me culpo de haber permitido que<br />

las cosas fueran a la deriva. Nunca permitas que las cosas se te escapen de las manos —dijo<br />

estrechando a su hija—. Sal ahí fuera y vive tu vida, Claire.


Ésta tragó con fuerza.<br />

—Yo estoy bien —la tranquilizó.<br />

—No quiero que tengas remordimientos —le pidió su madre.<br />

Claire la miró con pesar.<br />

—Siempre tendré remordimientos —dijo.<br />

—Es hora de que le dejes marchar. —Eileen apretó la mano de Claire.<br />

Claire quería enfadarse con su madre por decir esas palabras, pero no podía. No ese día.<br />

—Por si te hace sentir un poco mejor —soltó de repente—, he quedado con alguien para<br />

tomar una copa.<br />

—Claire. —Los ojos de Eileen se iluminaron—. ¿En serio?<br />

Claire se mordió el labio. No había quedado con nadie, pero podía hacerlo. Podía enviarle<br />

un mail a JustMe y proponerle una cita. Podía llamar a Eavan y pedirle el número de Paul<br />

Hanratty y quedar para tomar la copa de reencuentro que él había propuesto. Podía quedar<br />

con otros y tener vida social, así su madre dejaría de mirarla con desesperación cada vez que<br />

la visitaba; además, Eileen no tenía por qué enterarse nunca de que en realidad lo hacía por el<br />

bien de Georgia.<br />

—Tengo que llamarle. —Claire estaba pensando en Paul—. Es un viejo amigo. Sólo se trata<br />

de una copa.<br />

—Pero Claire, eso es fantástico.<br />

—No es fantástico —cortó ésta—. Es nada más que una copa. Y sólo te lo he contado para<br />

que te convenzas de que estoy bien. Georgia está bien. Las dos estamos bien. No hace falta<br />

que te preocupes por nosotras. Cuida de ti misma.<br />

—Necesitas encontrar a alguien —le dijo su madre.<br />

—Ojalá pudiera meterte en la cabeza que el objetivo de mi vida no consiste en encontrar a<br />

alguien —replicó Claire—. Georgia y yo seguimos siendo una familia.<br />

—Pero es bonito tener a alguien a quien querer —insistió Eileen cariñosa.<br />

—Eres la persona menos indicada para decirlo, ¿no crees? —espetó Claire—. Sobre todo<br />

teniendo en cuenta que me acabas de contar que has vivido la mayor parte de tu vida con un<br />

hombre al que no querías. —Cogió su bolso—. Tengo que irme. Te llamaré, y también llamaré<br />

a papá.<br />

—Claire...<br />

—Ya te contaré cómo me ha ido —la cortó ésta—, pero es sólo una copa. Créeme, por<br />

favor.<br />

—Vale —dijo Eileen—, pásalo bien.<br />

De repente, Claire sonrió.<br />

—Todavía no he confirmado la cita —explicó—, y si lo hago no tengo nada que ponerme.<br />

Está acostumbrado a verme con ropa de deporte.<br />

Eileen también sonrió.<br />

—Ponte una falda. Luce las piernas ante él y te apuesto lo que quieras a que se quedará<br />

prendado de ti.<br />

—¡Mamá!


—Tienes unas piernas preciosas, Claire. Todo el mundo lo dice.<br />

—¡Por el amor de Dios! —Claire miró a su madre divertida.<br />

—A por él.<br />

—No voy a enseñar las piernas, por lo menos no al natural. Tengo demasiadas cicatrices,<br />

pero si te hace feliz, creo que me pondré mis vaqueros más ajustados. Con ellos parezco un<br />

palillo.<br />

—Como quieras —le dijo su madre—. Pásalo bien.<br />

—Seguro. —Claire la besó fugazmente en la mejilla—. Tengo que marcharme. Te llamaré.<br />

—Vale —contestó Eileen—. No te olvides.


CAPÍTULO 09<br />

Lavatera (malva): flores rosas y blancas durante todo el verano.<br />

Crece de prisa, pero se debe podar afondo cada año.<br />

EL VIAJE DE VUELTA A CASA se le hizo mucho más corto que el de ida a Dundalk. Claire<br />

se sentó y observó por la ventana el paisaje de costa, mientras iba rememorando todo lo que<br />

su madre le había contado sobre su relación con su padre. Le costaba horrores creer que<br />

Eileen y Con no habían sido felices juntos, pensó Claire. Para ella parecían la pareja ideal. En<br />

la casa de los Shanahan nunca hubo discusiones, dramas ni nada que indicara que no estaban<br />

llevando las vidas que deseaban. Su madre le acababa de contar que todo había sido una<br />

farsa. Que aquellas noches familiares viendo la tele o sentados en el jardín no habían sido más<br />

que una ilusión. Era simplemente inconcebible, pensó Claire en vano. Le costaba creer que<br />

toda su infancia, toda su vida de hecho, estaba basada en una ficción. Con y Eileen no se<br />

querían. Nunca se habían querido. Sólo se casaron por ella.<br />

Se mordió una uña. Eso era lo que le resultaba más difícil de aceptar. A causa de ella<br />

habían vivido más de treinta y cinco años juntos. Años durante los que se aferraron a algo que<br />

no era cierto. Años durante los que hubieran sido más felices por separado. ¿Cómo era<br />

posible que ella no se hubiera dado cuenta? ¿Es más, cómo era posible que no hubiera notado<br />

que, al parecer, su padre se había estado viendo con una plétora de mujeres? Y a esas<br />

alturas de la vida, a una edad ridículamente alta, había encontrado a la mujer con la que quería<br />

vivir para siempre. Eso resultaba verdaderamente increíble. Su padre tenía casi edad de<br />

jubilarse. Claire no era capaz de visualizarlo avanzando hacia al altar con otra persona en ese<br />

punto de su vida. ¿Y lo de la otra, la tal Lacey? Tenía cincuenta y tantos, recordó. ¿También<br />

había estado casada antes? ¿Tenía otra familia a sus espaldas? ¿Esperaría su padre que esa<br />

nueva mujer a ella le gustara y que aceptara el bagaje que llevara consigo?<br />

¿Sería Lacey alguien como ella?, se preguntó Claire de golpe. ¿Sería una viuda que<br />

finalmente se había decidido a rehacer su vida? ¿O era una mujer que había visto la<br />

oportunidad y se había lanzado, sin importarle que Con ya estuviera casado? ¿Cuál de las dos<br />

sería? ¿Una arpía o una santa?<br />

Pensó que lo mejor sería llamar a su padre en cuanto llegara a casa. Sin duda, Eileen ya le<br />

habría puesto al corriente, y le habría contado lo que ella había dicho. Todo era demasiado<br />

civilizado, se dijo a sí misma. Demasiado realista. Supuso que debería estar contenta de que<br />

sus padres hubieran tomado la decisión, si eso era lo que querían, pero aun así... Le parecía<br />

una demostración de que, ni sorteando el campo minado que eran los hombres, se podían<br />

obtener garantías de que las cosas salieran bien. No importaba en absoluto lo fantástico que<br />

pudiera parecerle al resto de la gente.<br />

A pesar de que nunca lo hubiera reconocido en voz alta, a Eavan Keating le encantaba ser<br />

ama de casa. Cuando comenzó a trabajar en Locum Libris, nunca había programado ser una<br />

madre de las que se quedan en casa. Era en la misma época en que se sentaba enfrente de<br />

Claire Shanahan y se preguntaba por qué demonios querría Claire casarse con Bill Hudson y


luchar con la vida matrimonial y una hipoteca antes cíe haber cumplido los veintiuno. Eavan<br />

había discutido a gritos con su amiga porque consideraba que ésta se estaba atando y<br />

comprometiendo demasiado pronto: a menudo, Eavan decía que había que casarse después<br />

de haber jugado un poco. Y quedarse en casa, bueno, eso era para mujeres a las que no les<br />

importaban sus propios logros. Reconocía que, cuando Claire dejó Locum Libris no se estaba<br />

doblegando del todo, ya que iba a trabajar ayudando a Bill, pero como le había dicho a su<br />

amiga, en realidad no era lo mismo que tener un trabajo propio, completamente separado de lo<br />

que hiciera tu marido.<br />

Eavan nunca se había considerado a sí misma una profesional dedicada a su trabajo al cien<br />

por cien, pero desde luego tampoco había pensado nunca en dejar su trabajo y dedicar su<br />

tiempo a su marido y a su hija. Sin embargo, mientras se esforzaba por encontrar una<br />

guardería donde hubiera plazas para Saffy y así volver a trabajar, se sentía más y más<br />

desolada por la decisión que estaba tomando. No quería dejar a su precioso y sonriente bebé<br />

con extraños durante la mayor parte del día. No quería salir corriendo para llegar a casa,<br />

soportar los estresantes atascos para recoger a su hija y luego darse cuenta de que estaba<br />

demasiado cansada como para jugar con ella por las tardes. No quería que nada en su vida<br />

fuera más importante que el bienestar y la felicidad de Saffy.<br />

Por lo tanto, tan sólo un par de semanas antes de incorporarse de nuevo a la empresa<br />

editorial e imprenta, Eavan se sentó en el sofá con Glenn y le preguntó si no sería posible, con<br />

algunos recortes, que ella dejara su trabajo en Locum Libris. Sabía que se trataba de una<br />

proposición delicada. A lo largo de los años le había ido bien en la empresa, y había sido<br />

ascendida varias veces. Aun ahorrándose los gastos de la guardería, si ella dejaba de trabajar<br />

tendrían que asumir un importante recorte de ingresos. Y su casa de ensueño en Howth ya se<br />

llevaba una parte importante del sueldo de Glenn.<br />

—Ya sé que será difícil —susurró ella (porque Saffy estaba durmiendo en su moisés, detrás<br />

del sofá, y no quería despertarla)—, pero nos las podremos arreglar, ¿no?<br />

Una expresión de ansiedad cruzó fugazmente el rostro de Glenn.<br />

—Haremos lo que te parezca mejor —le dijo él, y después la besó suavemente en la boca.<br />

Terminaron haciendo el amor en el sofá mientras Saffy dormía. Eavan sabía que habían<br />

tomado la mejor decisión posible para su familia, aunque significara que Glenn se vería<br />

obligado a trabajar aún más duro.<br />

Eavan seguía sorprendida de lo fácilmente que se había acostumbrado a ser madre. Y lo<br />

sencillo que le había resultado cambiar las reuniones de personal y las fechas de entrega por<br />

tomar café con otras mamás e intercambiar consejos sobre el cuidado infantil. Por supuesto, a<br />

veces su hija la volvía loca: Saffy todavía estaba pasando la fase de los terribles dos años y a<br />

veces era la niña más difícil de tratar del mundo; un jueves por la tarde había insistido en<br />

escuchar una y otra vez su CD de «Las ruedas en el autobús» hasta que Eavan deseó coger el<br />

maldito autobús y dejarlo caer por un acantilado; otro día, Saffy se había apoderado de todo el<br />

maquillaje de Eavan y lo había tirado al retrete. Ésas eran las ocasiones en que estar<br />

trabajando hubiera sido una opción más fácil, pensó Eavan.<br />

Pero en general, como aquel momento, era infinitamente feliz con el papel que había<br />

elegido. Se sentó en el jardín de atrás y se permitió el lujo de tomarse una copa de vino blanco<br />

frío para recompensarse después de haber hecho una limpieza a fondo de la cocina. Saffy y su<br />

mejor amiga, Rachel Gorman, estaban jugando alegremente en el foso de arena que había en<br />

la esquina menos soleada del jardín, absortas en su mundo de fantasía. Eavan había accedido


a quedarse un par de horas con Rachel mientras su madre, Ruth, iba a la peluquería. Ruth<br />

normalmente le devolvía los favores.<br />

«No hay nada mejor que esto —pensó Eavan mientras tomaba un sorbo de su copa. Cerró<br />

los ojos y se regodeó en su momento de placer y satisfacción por tener una casa perfecta y un<br />

marido perfecto—. No es malo que me sienta satisfecha —se dijo a sí misma sintiéndose<br />

culpable, cuando volvió a abrir los ojos—. Hemos trabajado duro. Glenn sigue trabajando duro.<br />

Tenemos derecho a las cosas buenas.»<br />

Y lo eran. Miró posesivamente a su alrededor, su césped perfectamente cortado y sus<br />

abetos cuidados con tanto esmero; también se fijó en el resplandor de color de sus parterres<br />

de flores amarillas, azules y rojo intenso. Entonces se mordió el labio al posar la vista en el<br />

hermoso arbusto de malvas de flores rosadas. Era un regalo que le había hecho Bill Hudson<br />

años atrás. «Pobre Claire —pensó con tristeza—. Entiendo que no quiera venir más a menudo.<br />

Los cuatro solíamos pasarlo tan bien juntos. Ver ese arbusto probablemente también le<br />

recuerde a Bill. Nunca lo había pensado.»<br />

Miró la hora y frunció el cejo. Casi las cuatro. Glenn llegaba tarde. Había tenido que ir a la<br />

oficina ese día porque había una reunión de personal realmente importante. A Eavan no le<br />

hacía ninguna gracia que trabajara en sábado, pero sucedía a menudo. Lo de las treinta y<br />

cinco horas semanales era una cosa del pasado, sobre todo en el sector de Glenn. No<br />

obstante, le había prometido que estaría de vuelta a las tres. Con frecuencia llegaba tarde a<br />

casa, pero en general la llamaba para avisarla primero. Era una de sus reglas de convivencia.<br />

Mantenerse informados mutuamente todo el tiempo. No permitir que la preocupación y la<br />

sospecha encontraran lugar en su matrimonio. Habían convenido que no se trataba de saber<br />

dónde estaba el otro cada segundo del día, pero sí informar de los cambios de las rutinas.<br />

Cuando los dos trabajaban no era tan importante, pero desde que Eavan había dejado el<br />

trabajo para quedarse en casa, ella se preocupaba más. A Eavan no le agradaba la idea de<br />

que Glenn estuviera manteniendo su antiguo estilo de vida mientras que el suyo había<br />

cambiado. Y aunque no podía ser más feliz con el cambio, era consciente de que en los<br />

entornos laborales todavía había la idea general de que las madres que se quedaban en casa<br />

no contribuían tanto como la gente que trabajaba como animales al bien colectivo. De boquilla<br />

decían que apoyaban el trabajo de las mujeres que se dedicaban al hogar, pero no se lo<br />

acababan de creer. Ni siquiera ella misma antes de hacer el cambio.<br />

Volvió a consultar su reloj. Probablemente la reunión se había alargado un poco. Ella<br />

también había asistido a ese tipo de reuniones en las que, cuando pensabas que ya estaba<br />

todo, alguien salía con una pregunta estúpida y todo volvía a empezar otra vez. Y además<br />

había que sumar el tráfico. La oficina de Glenn estaba en Blanchardstown, una zona de<br />

circulación notoriamente densa, sobre todo en sábado, cuando todo el mundo iba al enorme<br />

centro comercial. De todos modos, Glenn solía llamar cuando estaba atrapado en un atasco.<br />

«No soy su guardiana», se dijo firmemente. Pero sabía que estaría pendiente de su retraso<br />

hasta que llegara a casa. Y se preocuparía, un poco, hasta que no oyera el coche entrar en el<br />

garaje.<br />

Se preguntó si Glenn alguna vez se preocupaba respecto a ella. Naturalmente, no había<br />

necesidad. Su vida estaba tan atada a la de Saffy que no podía hacer nada que le preocupara.<br />

Volvió a fruncir el cejo y se mordió el labio. Siempre que se preocupaba por Glenn, y tenía que<br />

reconocer que eran pocas veces, era porque temía que hubiera caído en la tentación de<br />

aceptar una bebida alcohólica y que eso hundiera sus vidas.


En cierto modo le hubiera gustado conocer a Glenn en sus días de alcohólico. Al no haberlo<br />

visto con sus ojos, era muy consciente de que en su cabeza concebía aquella época como un<br />

período de excesos hedonistas y luego profundas depresiones. Le aterrorizaba que eso<br />

pudiera volver a suceder. Podía ser que no fuera tan horrible, pero por los artículos que había<br />

leído y por los programas de televisión que había visto, sabía que vivir con un alcohólico era un<br />

auténtico infierno. No creía que pudiera afrontarlo. «Ahora vivo con uno —se recordó a sí<br />

misma con severidad—. Que no beba no cambia eso. Vivo con él y no es un infierno. Todo va<br />

perfectamente bien. Tengo que dejar de aterrorizarme y pensar lo peor cada vez que llega un<br />

segundo tarde. ¿Por qué demonios debería pensar lo peor si por lo que a mí concierne<br />

siempre ha sido lo mejor?»<br />

Claire seguía aturdida por las noticias que le había dado su madre cuando se sentó delante<br />

del ordenador y volvió a abrir el buscador. Todavía le parecía imposible poder encajar todas<br />

las consecuencias de la separación de sus padres. Se sentía aún más estúpida e ignorante<br />

respecto a las relaciones entre hombres y mujeres que antes. Era peor que un desastre, se<br />

dijo a sí misma. Georgia no tenía ninguna oportunidad con ella como madre. Tenía que hacer<br />

algo.<br />

Decidió que se daría a sí misma dos opciones. Contactaría con JustMe y también llamaría a<br />

Paul Hanratty. Si tenía dos citas, su madre difícilmente le daría la vara por pasar demasiado<br />

tiempo en casa. Además recabaría el doble de información sobre el tema «salir con hombres».<br />

Se conectó a la página de CómoLoReconoceré, encontró a JustMe, hizo clic sobre el botón<br />

de «Contactar» y comenzó a escribirle un mail.<br />

Soy una persona tranquila, no fumadora, bebo vino y trabajo desde casa. Altura media y<br />

pelo rubio rojizo. Hizo una pausa por un momento. ¿Qué quería decirle en realidad? Además,<br />

qué importaba si sólo pensaba verle una vez. Me gusta el tiempo cálido, los animales y los<br />

deportes. Volvió a detenerse y se encogió de hombros, no tenía sentido no ser sincera. Tengo<br />

una hija. Pero no le diría la edad de Georgia. No iba a poner nada sobre Georgia en la red.<br />

Ponte en contacto conmigo si quieres que quedemos.<br />

Antes de enviarlo, su dedo planeó sobre el botón de «Enviar» por lo menos durante un<br />

minuto.<br />

Algo no funcionaba. En absoluto. Eavan no estaba exactamente segura de cuál era el<br />

problema, pero sabía que a Glenn le pasaba algo. Había llegado a casa y dejado su maletín<br />

en la barra de la cocina, como siempre. La había saludado, mirado por la ventana hacia donde<br />

estaba Saffy (sola, ya que Rachel se había ido a casa un poco antes) demoliendo los castillos<br />

de arena que habían levantado juntas, y después había subido la escalera y se había metido<br />

en el baño. Eavan oyó el sonido de la ducha y se quedó delante de la puerta, preguntándose<br />

qué demonios pasaba y qué se suponía que ella debía hacer al respecto.<br />

Glenn permaneció en el cuarto de baño durante siglos y ella volvió al piso de abajo antes de<br />

que cesara el murmullo de la ducha. Cuando Glenn se reunió con la familia, Eavan y Saffy<br />

estaban reconstruyendo los castillos de arena.<br />

«Parece cansado», pensó Eavan. Tenía ojeras y la frente fruncida, pero sonrió cuando las


vio, y abrió los brazos para que Saffy corriera a refugiarse en ellos. Le dio vueltas en el aire<br />

mientras la niña chillaba y reía y le pedía que girase más y más de prisa.<br />

—Me caeré si voy mucho más de prisa —le dijo él dejándola con suavidad en el suelo y<br />

tambaleándose ligeramente—. Ya estoy mareado.<br />

Glenn se sentó en el banco de madera.<br />

—¿Estás bien? —le preguntó Eavan.<br />

—Por supuesto —contestó—. Sólo mareado.<br />

—¿Quieres que te traiga un vaso de agua?<br />

—Sí, por favor —aceptó él—. Un poco de agua será fantástico. Todavía hace mucho calor,<br />

me estoy muriendo de sed.<br />

Eavan le llevó un vaso alto lleno hasta el borde de agua fría.<br />

—Has llegado muy tarde —comentó ella.<br />

—Uf, ya sabes cómo son las reuniones —comentó relajado—. Todo el mundo tiene algo que<br />

decir. Estamos expandiendo la red, pero todavía tenemos que recortar costes. Durante las<br />

próximas semanas estaré fuera de la oficina.<br />

—¿Fuera dónde? —preguntó Eavan.<br />

—Con los clientes —le explicó—. Ni te molestes en llamarme a la oficina. Llámame sólo al<br />

móvil.<br />

—¿Estás contento con el cambio? —le preguntó.<br />

—¿Qué puedo hacer? —replicó él—. Hay mucha presión para incrementar el negocio.<br />

Tengo que hacer lo que tengo que hacer.<br />

—Bueno, pero no te mates —le aconsejó Eavan.<br />

—Cariño, no es cuestión de que me mate o no. Haré lo que haga falta para pagar la<br />

hipoteca.<br />

Eavan se sintió preocupada.<br />

—¿Es un problema? —preguntó.<br />

—Naturalmente que no —contestó él con firmeza.<br />

—Porque si lo es...<br />

—No te preocupes —la cortó Glenn—. Todo va bien. Venga, ¿quieres salir a cenar fuera<br />

esta noche?<br />

—¿Fuera? —Eavan parecía sorprendida.<br />

—Saffy, tú y yo. Una salida nocturna familiar.<br />

—¿Adónde?<br />

—El mexicano de Howth es agradable —propuso—, también para los niños.<br />

—Vale. —Ella le sonrió y después lo besó en la mejilla—. Te quiero, ¿sabes?<br />

—Yo también te quiero —dijo Glenn mientras la abrazaba con fuerza.<br />

Claire no llamó a su padre hasta casi por la noche, después de sacar a pasear a Phydough<br />

por la playa. Durante el paseo, le habló del matrimonio roto de sus padres. Phydough ladraba


de vez en cuando, como si así mostrara su acuerdo sobre que toda la situación era increíble.<br />

Después le contó lo de que se había registrado en CómoLoReconoceré. El perro también ladró<br />

al escuchar eso. Tras el paseo, Claire se sentía mejor, pero cuando llegó a casa todavía no<br />

había reunido el valor suficiente como para llamar. No estaba totalmente segura de que<br />

quisiera escuchar lo que Con tuviera que decir, ni de descubrir que Eileen le había dicho la<br />

verdad cuando le contó que nunca había habido amor verdadero en su matrimonio. Claire no<br />

quería creérselo.<br />

Así que se quedó sentada a la mesa de la cocina, hojeando más revistas (esta vez las<br />

revistas para adolescentes de Georgia) y preguntándose si todas las chicas entre los doce y<br />

los diecisiete años se pasaban la vida preocupadas por los granos de la frente, el mal aliento,<br />

besar como era debido y desear a algún chico del que ni siquiera sabían el nombre. Se<br />

preocupaban por si sus prendas y su cabello no eran los adecuados, por si estaban demasiado<br />

gordas, demasiado delgadas, por si tenían los pechos demasiado grandes o demasiado<br />

pequeños. Se preocupaban por todo. «Yo no me enteré de nada», pensó mientras leía un<br />

artículo sobre «Cómo saber si de verdad quiere decir lo que dice», «Yo siempre supe lo que<br />

Bill quería decir.»<br />

Colocó las revistas en una pila y cogió el teléfono inalámbrico. No podía postergarlo más.<br />

Salió fuera, al atardecer oscuro, con el teléfono en la mano. Marte, cerca del horizonte,<br />

destellaba con luz anaranjada en el cielo. La luna creciente, de color cremoso, estaba por<br />

encima. Marcó el número de móvil de su padre.<br />

—Hola, cariño —dijo éste después del primer tono.<br />

—Hola, papá.<br />

—¿Cómo estás?<br />

—Estoy bien. ¿Y tú?<br />

—Estupendamente —respondió Con—. Me alegro de que hayas llamado.<br />

—Tenía que hacerlo —dijo Claire—. Para escuchar tu versión del asunto.<br />

—Pensaba que tu madre te habría dejado claro que no hay bandos. —Con sonaba irritado<br />

—. Es una decisión conjunta, Claire.<br />

—Lo sé —contestó—. Mamá ha sido muy explícita en ese punto. Pero me cuesta mucho<br />

creerlo. Yo pensaba que os queríais.<br />

—Mira, sé que tu madre dice que nunca nos quisimos —le explicó Con—, pero eso no es<br />

del todo cierto. Nos queríamos al principio. Y después de que tú nacieras. Pero no éramos las<br />

personas adecuadas para estar casadas el uno con el otro.<br />

—Pues para mí, si os las habéis arreglado para estar juntos todo este tiempo, no veo el<br />

sentido de cambiar ahora —le espetó ella.<br />

—Claire, no lo dices en serio.<br />

—Claro que sí —replicó—. Papá, estás hablando de mudarte con otra mujer. ¡A tu edad!<br />

Creía que tenías más sentido común.<br />

—Es precisamente porque tengo esta edad por lo que creo que ya debo hacerlo —dijo Con<br />

—. Tu madre y yo vivimos una mentira. No siempre fue una mentira incómoda. A Eileen le<br />

tengo mucho cariño, pero no la quiero. Quiero a Lacey y deseo casarme con ella.<br />

—¡Esa etapa ya ha quedado atrás en tu vida! —exclamó Claire.<br />

—¿Ha quedado atrás querer amar a alguien y estar con esa persona? No lo creo. —Con


sonaba desafiante.<br />

—No se trata de que no piense que no debas tener a alguien a quien querer... —A Claire le<br />

costaba expresar lo que verdaderamente sentía—. No entiendo qué necesidad tienes de<br />

casarte con ella.<br />

—No me estoy apresurando —aclaró Con secamente—. Ha sido una relación larga.<br />

—Bueno, no me importa —dijo Claire tan desdeñosamente como fue capaz—. Haz lo que te<br />

parezca correcto.<br />

—Lo haré —le aseguró Con—. ¿Cuándo vendrás a conocerla?<br />

—En estos momentos estoy muy ocupada —respondió Claire—. Tengo mucho trabajo y<br />

estoy aprovechando para adelantar al máximo mientras Georgey está fuera... y... y tengo que<br />

ver gente... Además... mmm... vendrá alguien para hacerme un presupuesto para limpiar el<br />

jardín. Así que mejor ya te llamaré yo.<br />

Con no dijo nada.<br />

—Te llamaré —prometió Claire.<br />

—Estaré en la ciudad el lunes a mediodía —dijo Con—, y creo que sería el momento ideal.<br />

—Ah.<br />

—Después de todo, sólo serán un par de horas. Lacey también podrá hacer un hueco.<br />

—¿Ya has hablado con ella?<br />

—Cuando tu madre me ha contado que hoy te lo había explicado todo, he hablado con<br />

Lacey sobre la posibilidad de conocerte. A ella le gustaría, Claire. De verdad. Le he hablado<br />

muchísimo de ti.<br />

—Sigo sin entender por qué tanta prisa por conocernos —replicó Claire agriamente.<br />

—Vamos —insistió Con—. Una comida rápida, presentación y saludo, nada importante. En<br />

serio.<br />

—Es que...<br />

—Por favor, Claire.<br />

—Vale. —Deseó no haber sonado tan maleducada, pero no podía evitarlo. Se sentía como<br />

si sus padres la estuvieran machacando con su nueva etapa. Una etapa para la que ella no<br />

estaba preparada.<br />

—Magnífico. —Con parecía aliviado—. Lacey trabaja en la calle Nassau. ¿Por qué no nos<br />

encontramos en Fitzer a la una? A lo mejor conseguimos mesa fuera, aunque de todas formas<br />

haré una reserva.<br />

Claire no había oído a su padre tan decidido en la vida.<br />

—Vale —dijo.<br />

—Gracias, Claire.<br />

—Está bien.<br />

—Entonces, nos vemos, ¿no?<br />

—Sí. Sin falta.<br />

—Tengo muchas ganas —le dijo él—. Hace siglos que no veo a mi hija favorita.<br />

—Tu única hija —le recordó ella automáticamente, siguiendo un ritual que había empezado<br />

muchos años atrás.


—Por eso eres mi favorita —replicó él.<br />

Ella notó cómo se le llenaban los ojos de lágrimas.<br />

—Te quiero —dijo Claire.<br />

—Yo también te quiero —contestó él antes de colgar.<br />

Volvió a la cocina y se sentó en la silla. Le daba la impresión de que ella era la única que<br />

estaba triste con la ruptura de sus padres. Tanto Eileen como Con parecían contentos. Y<br />

supuso que eso era lo más importante. Pero todavía no conseguía hacerse a la idea de que<br />

ambos estuvieran dispuestos a cambiar completamente. «Supongo que entiendo por qué papá<br />

puede estar contento, ¡tiene a esa mujer de cincuenta y dos años a su lado! —pensó—, pero<br />

¿y mamá? Estará sola. Y estar sola no es precisamente un camino de rosas.»<br />

Frunció el cejo. Ella también estaba sola. Y estaba bien. Salía adelante. ¿O no? Si ignoraba<br />

la persistente tristeza de echar de menos a Bill, el resto de su vida estaba bien. Además, se<br />

recordó a sí misma, tenía a Georgia. Eileen no tenía a nadie. Sin lugar a dudas, a pesar de lo<br />

que dijera, su madre también necesitaría a alguien en su vida.


CAPÍTULO 10<br />

Tellima (saxífraga): planta semiperenne de grandes flores<br />

blancas. Expurgar y dividir cada pocos años.<br />

CUANDO LA ALARMA SONÓ el siguiente lunes por la mañana, Eavan rodó sobre la cama y<br />

le dio al botón de off apretando con fuerza los ojos para no despertarse todavía del todo. Saffy<br />

acostumbraba a dormir hasta más o menos las siete y Eavan quería aprovechar cada minuto<br />

de sueño extra que pudiera. Esperó a que Glenn se levantara para envolverse más en las<br />

sábanas. Aun con la temperatura más tórrida le gustaba taparse casi hasta la cabeza.<br />

Volvió a la duermevela, esperando sentir el movimiento de Glenn saliendo de la cama.<br />

Cuando se dio cuenta de que él no se había movido en absoluto, de repente se despertó del<br />

todo.<br />

Se incorporó, bostezó y le sacudió el hombro.<br />

—Llegarás tarde —susurró—. Levántate.<br />

Glenn parpadeó un par de veces y después la miró sorprendido.<br />

—¿Qué passsa?<br />

—He apagado la alarma hace quince minutos —le explicó—. No has oído el despertador.<br />

Glenn cerró los ojos.<br />

—Estoy cansado —dijo.<br />

—¡Glenn! —Eavan lo miró atónita—. Tienes que levantarte. Dijiste que hoy tenías la agenda<br />

a tope.<br />

—Mmm. —Permaneció inmóvil tumbado sobre su espalda mientras ella lo observaba.<br />

Después abrió los ojos y se sentó—. Dios. Perdona. No estaba despierto del todo. No me he<br />

dado cuenta de lo que me decías. —Retiró la sábana—. Tienes razón. Voy a llegar tarde.<br />

Eavan lo miró al abrir la puerta del baño de la habitación y meterse dentro. Al instante lo oyó<br />

cantar con su sonora voz de barítono dominando el sonido de la ducha. Se pasó las manos por<br />

el pelo alborotado. Algo no iba bien. Glenn se había comportado de manera extraña desde su<br />

reunión del sábado. No podía ser sólo preocupación por el trabajo. Eavan sabía que el<br />

mercado de la telefonía estaba entrando en una etapa de recesión, pero Glenn era bueno en<br />

su trabajo, y estaba segura de que si le habían marcado objetivos desde la dirección no<br />

tendría problema en alcanzarlos. Sin embargo, tal vez estaba preocupado por el futuro a largo<br />

plazo de Trontec, la empresa para la que trabajaba.<br />

Se enrolló las puntas del cabello entre los dedos. Tal vez, como muchas otras empresas<br />

que se habían creado durante los últimos años, la viabilidad de Trontec era discutible, y Glenn<br />

no quería preocuparla con el tema, porque si Trontec... Eavan se estremeció. Si Trontec<br />

quebraba, entonces la familia Keating tendría graves problemas financieros. Notó cómo se le<br />

encogía el estómago por la tensión.<br />

O quizá, se dijo a sí misma mientras exhalaba el aliento que había retenido, quizá estaba<br />

sacando las cosas de quicio. Tenía que relajarse un poco. No tenía que preocuparse tanto.<br />

Se dio cuenta de que ésa era una de las desventajas de no tener un trabajo propio por el


que preocuparse: en lugar de eso se preocupaba por todo lo demás.<br />

Claire también se despertó temprano. Abrió los ojos a las seis completamente despejada,<br />

así que se levantó y fue al piso de abajo. Era demasiado pronto para que el sol diera en el<br />

patio de la casa, pero la temperatura era agradablemente cálida, incluso a la sombra. Se<br />

sentó en el borde de la mesa, con los pies apoyados en el banco de madera, y pensó sobre la<br />

comida con su padre y su nueva novia.<br />

«Mi padre y su novia. Dios —pensó—, ¿cómo demonios me voy a hacer a la idea? ¿Cómo<br />

se supone que debo comportarme con ella? No quiero que me caiga bien, pero eso es porque<br />

no quiero aceptar lo que ha pasado. Sin embargo, no sería justo con papá ser desagradable<br />

con ella. ¿Y si es agradable? ¿Y si pienso que es perfecta para él? Pero ¿cómo podría<br />

pensar algo así? Después de todo, soy la idiota que creía que mi madre era perfecta para él.»<br />

Dejó escapar un enorme suspiro y Phydough, que se había instalado debajo del banco,<br />

levantó la vista hacia ella.<br />

—La gente debería limitarse a los perros —le dijo mientras estiraba las piernas para<br />

hacerle cosquillas con los pies descalzos—. Dan muchos menos problemas.<br />

Miró fijamente el jardín y frunció el cejo cuando sus ojos se detuvieron en unas malas<br />

hierbas que de repente habían entrado en su campo visual. Le había dicho a su padre que iba<br />

a contratar a alguien para que le hiciera un presupuesto de arreglo del jardín. Lo había dicho<br />

porque lo tenía en mente desde hacía siglos, y porque así parecía estar muy ocupada, de<br />

modo que Con no fuera a pensar que ella podía dejarlo todo y salir corriendo para ir a conocer<br />

a la tal Lacey. Aunque en realidad no había planeado hacer nada todavía. Sin embargo, ahora,<br />

al observarlo, se dio cuenta de que necesitaba que se le metiera mano lo antes posible. La<br />

combinación de las fuertes lluvias de principios de mes y el tórrido sol de la última semana<br />

habían hecho que creciera aún más rampante y fuera de control. Las preciosas tritonias rojas<br />

estaban altas pero anémicas, los parterres de guisantes de olor estaban secos por la falta de<br />

cuidados. En el apogeo del verano, cuando el jardín debería ser un homenaje a Bill, estaba<br />

descuidado y olvidado.<br />

Pero ¿a quién contratar? Sabía que, tiempo atrás, Eavan y Glenn habían recurrido a una<br />

empresa de paisajismo grande y (según ellos) prestigiosa para que diseñara su jardín, pero no<br />

habían quedado contentos al cien por cien con el trabajo. Pseudo jardineros, los llamaba Eavan<br />

resoplando, y le contó que estaban más interesados en facturar por cosas raras que en poner<br />

plantas que crecieran bien.<br />

Claire se levantó de la mesa, salió fuera y caminó descalza por el césped sin cortar. Se dio<br />

cuenta de que la hierba estaba infestada de tréboles, y que, bajo los manzanos y perales,<br />

había crecido el musgo a placer. Aunque ahora estaba seco. Lo empujó con el talón y de él<br />

emergió una nube de polvo. Evitó una avispa que pasó a su lado, y después otra. Frunció<br />

ligeramente el cejo. Todas iban en la misma dirección, hacia la casa. Y prestando más<br />

atención vio que todas desaparecían debajo del canalón. «Mierda —pensó—. Un nido de<br />

avispas. Hacía unos años habían tenido uno y al final hubo que contratar a un profesional<br />

después de que los intentos caseros de Bill casi acabaran con su vida a causa de las<br />

picaduras. Cuando el experto llamó al timbre, vestido con el traje protector para diversión de<br />

Georgia, les explicó que un nido podía llegar a albergar hasta cincuenta mil ejemplares. Pensar<br />

en esa cantidad de avispas en el tejado dejó a Bill horrorizado y a Georgia maravillada. No


obstante, todos se sintieron muy aliviados una vez que fue destruido.<br />

«No se hable más —se dijo—. El tema del jardín. O lo hago yo o contrato a alguien. Y debo<br />

encontrar a un exterminador de nidos de avispas. Cuanto antes mejor. Pero hoy no.» Ese día<br />

no conseguía pensar en nada más que en la comida del mediodía. Lo que no tenía que olvidar,<br />

pensó mientras volvía a concentrarse en su padre y Lacy, era que esa mujer llevaba en la vida<br />

de su padre cuatro años, así que jugaba con ventaja. Claire sabía que le habría explicado todo<br />

sobre ella y su vida con Bill. Lacey ya estaba rondando por allí en la época del accidente y por<br />

supuesto durante las secuelas. Sabría cosas sobre Claire que ésta probablemente preferiría<br />

que no supiera.<br />

Volvió a entrar en la casa y fue al piso de arriba. Decidió sacar a pasear a Phydough<br />

temprano, así tendría más tiempo luego para prepararse. El perro estuvo más que encantado<br />

de salir pronto y ella le permitió elegir su camino favorito, la playa. En la carretera, todavía se<br />

veía una larga hilera de coches camino de la ciudad. «Mi vida no está nada mal —pensó de<br />

repente—. Aquí estoy, paseando con mi perro una mañana soleada, mientras toda esa gente<br />

está atrapada en sus coches.» De repente se sintió increíblemente alegre.<br />

—¡Vamos, Phy! —exclamó—. ¡Adelante!<br />

Los dos echaron a correr por el paseo de hierba; el pelo de Claire flotaba a su espalda y<br />

sus piernas se estiraban con cada zancada. Finalmente, se detuvieron y ella se dejó caer<br />

sobre las rodillas.<br />

—No estoy en forma —le explicó al perro—. Decididamente no lo estoy.<br />

Pero para sus adentros reconoció que por lo menos había sido capaz de correr. No se<br />

había caído, no le había dolido nada y había sido divertido. Phydough le ladró suavemente.<br />

—No puedo volver a hacerlo —dijo—. Estoy bañada en sudor, Phydough. Vamos a ser un<br />

poco más comedidos en la vuelta a casa.<br />

A Phydough le hubiera gustado volver a correr, pero se conformó con trotar alegremente a<br />

su lado mientras emprendían el camino a casa.<br />

Cuando llegaron, Claire fue al cuarto de baño y llenó la bañera de agua tibia. Añadió aceite<br />

de rosas y se deslizó en el agua sedosa. Apoyó la cabeza en el borde y cerró los ojos. Hacía<br />

mucho tiempo que no se permitía el lujo de darse un baño, así que dejó que su mente se<br />

impregnara del delicado perfume de la relajante esencia. «Si puedo correr así —pensó—,<br />

quizá pueda volver a jugar al tenis o al bádminton otra vez. Sé que no lo mismo, y que no sería<br />

tan buena como antes, pero ¿acaso importa? Tal vez a mi orgullo sí, porque era de las<br />

buenas, pero ¿y poder jugar otra vez? ¿No es eso lo más importante?»<br />

Cuando salió del baño, fue a su despacho y comprobó el correo electrónico. Lo había<br />

revisado un par de veces después de escribirle a JustMe, sin embargo, no había llegado<br />

ninguna respuesta. Pero esa vez sí que tenía un mensaje nuevo en la bandeja de entrada. Se<br />

sorprendió al darse cuenta de que estaba nerviosa por abrirlo.<br />

Hola, Soft Cell —leyó, haciendo una mueca de extrañeza al ver por escrito su nombre de<br />

usuario. Sonaba y parecía estúpido—. Gracias por tu mensaje. Pareces realmente agradable<br />

y dulce. La cuestión es que la semana pasada salí con alguien, y creo que es la persona<br />

adecuada para mí, así que voy a quitar mi nombre de la lista. Además, para ser sincero, no<br />

soporto a los niños. Mucha suerte, JustMe.<br />

El mensaje la sorprendió. La había rechazado. No daba crédito. Tanta agonía para escoger<br />

a la persona adecuada y escribir el mail apropiado y ¡la había rechazado! Le asombró lo


ofendida que se sentía. Y lo menospreciada. Seleccionó el mensaje y lo borró. Pensó en volver<br />

a conectarse a CómoLoReconoceré otra vez y buscar a otra persona, pero en ese momento<br />

no tenía moral para hacerlo. Cerró el correo y abrió un archivo de trabajo. A veces la vida era<br />

mejor por compartimentos estancos.<br />

A las doce en punto dejó de trabajar para arreglarse para la comida.<br />

—¿Qué piensas, Phy? —le preguntó al perro, que la había seguido hasta su habitación—.<br />

Voy a conocer a la novia de papá. ¿Debería intentar parecer chic y sofisticada o normal?<br />

Phydough la miró; sus ojos marrones quedaban medio ocultos por su pelaje blanco y gris.<br />

—Tal vez debería echar un vistazo a las revistas para ver qué se lleva en maquillaje —<br />

continuó—, aunque la mayor parte del mío tiene un montón de años. —Hizo una mueca.<br />

Precisamente había estado leyendo cosas sobre las bacterias en el documento en el que<br />

estaba trabajando, y allí decía que había que tirar el maquillaje después de unos meses,<br />

porque de otro modo se convertía en un caldo de cultivo para formas de vida microscópicas.<br />

«Bueno —pensó mientras rebuscaba en su neceser su rímel de hacía dos años—. Tendré que<br />

salir con las pestañas al natural. Puf.»<br />

Abrió la puerta del armario y se quedó mirando su ropa. Tenía que reconocer que era una<br />

colección bastante triste. Nunca había sido una esclava de la moda, pero cada falda, camiseta<br />

o pantalón tenía por lo menos dos años, si no más. Algunas prendas, las faldas de antes del<br />

accidente en particular, eran demasiado grandes y demasiado cortas como para podérselas<br />

poner sin que se viera la cicatriz de la rodilla. Los pantalones eran anchos, y ese año se<br />

llevaban ajustados. Casi todas sus camisetas eran blancas, un color que no pasaba de moda,<br />

pero poco atrevidas. «¿Aunque por qué debería parecer atrevida? —se preguntó de mal<br />

humor mientras sacaba una del cajón—. Voy a conocer a una mujer de mediana edad que se<br />

quiere casar con mi padre. ¿Eso convierte a Lacey en mi potencial madrastra? —pensó Claire<br />

de repente—. ¿Ésa es la palabra que debe utilizar una hija adulta para la segunda mujer de su<br />

padre después de un divorcio?»<br />

—Necesitamos más palabras para llamar a las cosas en nuestras vidas progresivamente<br />

más y más complicadas —murmuró.<br />

Al final se decidió por un vestido verde oliva de algodón suave que realzaba sus ojos color<br />

ámbar y los destellos dorados de su cabello; además, era lo bastante largo como para cubrirle<br />

las rodillas. Se aplicó maquillaje compacto de tono oscuro en la cara (estaba definitivamente<br />

menos pálida que una semana antes, gracias al sol), añadió sombra gris en los párpados y<br />

terminó con un suave toque de pintalabios. Se dejó algunos rizos sueltos alrededor de la cara,<br />

se puso unos pendientes de oro y se colocó el medallón que Bill le había regalado por su<br />

veintiún cumpleaños. Eligió unas sandalias de tacón bajo que no le rozaran la zona de las<br />

ampollas, que estaban ya casi curadas, pero que a la vez le daban altura suficiente como para<br />

llevar un vestido ceñido.<br />

—Tendrá que valer —le explicó a Phydough—, aunque, asumámoslo, tampoco importa<br />

demasiado. Se va a casar con papá tenga yo el aspecto que tenga.<br />

Cogió el autobús al final de Malahide Road, después atravesó los muelles y subió la calle<br />

Westmoreland hasta el Trinity College, en dirección al restaurante. La ciudad estaba atestada,<br />

tanto de turistas como de dublineses; todos disfrutando del calor del sol mientras recorrían las<br />

calles serpenteantes. Claire cruzó a la altura del Trinity, continuó por la calle Nassau y giró por<br />

Dawson. El restaurante estaba cerca, veía mesas y sillas sobre la acera, y deseó que su<br />

padre hubiera podido hacer una reserva para la terraza.


De hecho, él ya estaba allí sentado, pero estaba solo. El corazón de Claire se detuvo un<br />

instante. Tal vez Lacey había cambiado de idea. Quizá sacarlo todo a la luz había cambiado su<br />

relación y ya no quería estar con Con.<br />

—Hola. —Claire se sentó delante de su padre, que le sonreía.<br />

—Hola, cariño —dijo él—. Tienes buen aspecto.<br />

—Gracias.<br />

—No —insistió Con—. Lo digo en serio. Se te ve muy bien. Mejor de lo que te he visto<br />

desde hace años.<br />

—Es el sol —le explicó—. He cogido un poco de color.<br />

—Te sienta bien —comentó él—. Has estado demasiado pálida durante demasiado tiempo.<br />

Llegó un camarero a la mesa y Claire pidió agua mineral. Con ya tenía un vaso delante.<br />

—Bueno —dijo cuando el camarero se marchó—, ¿y dónde está tu nueva mujer?<br />

Con fijó en ella la mirada. Claire había intentado parecer despreocupada, pero sólo había<br />

logrado sonar crispada. Su padre sabía que todo aquello era difícil para ella, pero no iba a<br />

permitir que juzgara a Lacey antes de conocerla. Claire tomó un sorbo de agua.<br />

—No es precisamente nueva —aclaró cuidadosamente—. La conozco desde hace mucho.<br />

—Es nueva para mí.<br />

—Llegará en un minuto, y apreciaría mucho si dejaras ese tono de desaprobación de lado.<br />

—Papá, yo no apruebo ni condeno —exclamó falsamente Claire—. No depende de mí,<br />

¿verdad? Sólo estoy un poco sorprendida. —Bajó la vista hacia la mesa, pero luego la levantó<br />

para mirarlo—. Y preferiría que las cosas fueran diferentes.<br />

—Yo también preferiría que fueran diferentes —dijo Con—. Por lo menos, bueno... ojalá tu<br />

madre y yo hubiéramos hecho esto hace años.<br />

—Lo entiendo. —Pero Claire notó que la atención de su padre se había desviado de ella<br />

hacia la mujer que acababa de entrar en el restaurante, que se detuvo ante su mesa y sonrió.<br />

Claire no sabía qué aspecto esperaba que tuviera la novia de su padre. Tenía dos imágenes<br />

mentales, la que se creó inmediatamente cuando Eileen le dijo el nombre, una hortera, de una<br />

mujer con mucho pecho y más joven que su padre, que lo había seducido con sus encantos<br />

físicos. Y otra que se hizo cuando Eileen le aclaró que Lacey tenía cincuenta y dos. En ésa,<br />

Lacey era una versión de Eileen ligeramente más joven, regordeta, de cabello oscuro algo<br />

grisáceo, ropa informal y aspecto relajado.<br />

Ninguna de las dos se acercaba a la realidad. Lacey Dillon era una mujer diminuta, como<br />

mucho medía un metro cincuenta y cinco, calculó Claire. Tenía el pelo rubio ceniza, y lo llevaba<br />

corto, rodeando su cara con forma de corazón. Sus ojos eran azul claro, y se había puesto un<br />

vestido clásico azul turquesa con zapatos sin talón a juego, todo ello complementado con un<br />

conjunto de collar y pendientes de cuentas de cristal. Se le podían echar desde treinta y cinco<br />

hasta cincuenta y cinco, a pesar de que Claire le hubiera echado menos. «De hecho —pensó<br />

—, no parece mucho más mayor que yo. ¡Qué deprimente!»<br />

—¡Hola a los dos! —Lacey besó a Con en la mejilla y luego se volvió hacia Claire—. Soy<br />

Lacey —dijo mientras extendía la mano—. Estoy encantada de conocerte al fin.<br />

Claire no tenía más remedio que darle la mano. El apretón fue decidido y firme.<br />

—Siento llegar tarde. —Lacey se sentó en la silla libre—. El teléfono ha sonado justo


cuando estaba saliendo de la oficina. Ya sabéis cómo es eso.<br />

—Trabajas demasiado.<br />

Claire abrió los ojos como platos. Nunca había oído a su padre usar ese tono de voz.<br />

Solícito, atento y con un ligero toque de reproche. Lacey se echó a reír.<br />

—Lo sé, lo sé. Pero no lo puedo evitar. —Le hizo una seña al camarero y después sonrió a<br />

Claire—. Tu padre me ha contado que trabajas por tu cuenta, desde casa.<br />

—No es exactamente así —aclaró ella—. La mayor parte del trabajo lo hago desde casa,<br />

pero es todo para la misma empresa, y me paso por allí un par de veces al mes. Soy algo así<br />

como una colaboradora externa, supongo.<br />

—Yo también trabajaba desde casa —le contó Lacey— cuando monté la empresa de<br />

selección de personal. Luego me la compraron y me pidieron que me quedara como directora.<br />

Está bien, pero no es lo mismo.<br />

—Ya me imagino que no.<br />

—Yo quiero que se retire —intervino Con—. Y que viaje conmigo alrededor del mundo.<br />

—No te puedes permitir viajar alrededor del mundo —espetó Claire secamente.<br />

Lacey cogió la carta y empezó a leerla.<br />

—Tomaré la ensalada César —dijo—. Es ideal para un caluroso día de verano.<br />

Con y Claire también cogieron las cartas.<br />

—Lo mismo para mí. —Claire dejó la carta en la mesa.<br />

Con dirigía miradas a una y a otra.<br />

—Yo lenguado —dijo—, con ensalada de guarnición.<br />

—¡Papá! —Claire lo miró atónita—. ¿Nada de patatas asadas?<br />

—No —contestó él—. Estoy intentando cuidarme un poco.<br />

Pidieron la comida a uno de los camareros y se volvieron a apoltronar en sus asientos.<br />

—Bueno, Claire —empezó Lacey—. Supongo que querrás saber algo de mí.<br />

—Imagino que sí —replicó Claire.<br />

—Bien, todo es bastante sencillo. Tengo cincuenta y dos años, soy madre soltera de dos<br />

hijos adultos, vivo cerca de Lurk, pero tu padre y yo queremos comprar algo más pequeño y<br />

cercano a la ciudad. Como te he comentado antes, soy directora de una empresa de selección<br />

de personal. Conocí a tu padre cuando visité la fábrica de Dundalk en la que trabaja, pero en<br />

realidad no hablé con él hasta unos meses después. Comenzamos a vernos y hemos seguido<br />

juntos desde entonces. Lo quiero muchísimo y deseo casarme con él.<br />

Claire tragó saliva. No había conocido a nadie tan directo en su vida. Y, por lo que podía<br />

observar, Eileen y Lacey no tenían nada en común. Excepto que eran madres. Frunció el cejo y<br />

miró a la mujer.<br />

—¿Madre soltera? —preguntó—. ¿Estás divorciada? ¿Eres viuda? —Suavizó ligeramente<br />

su tono de voz.<br />

—No —respondió Lacey—. Cuando he dicho soltera, quería decir eso exactamente. Nunca<br />

he estado casada con los padres de mis hijos.<br />

—¡Padres! —chilló Claire sin darse cuenta.<br />

—Me quedé embarazada de mi primer hijo cuando empecé a trabajar —explicó Lacey—. En


aquel momento era muy joven. Fue un terrible error. Pero soy irlandesa y católica. Tuve el<br />

bebé. Dylan tiene ya treinta y cuatro años. Está casado y tiene una hija, Melanie, de un año y<br />

medio; es un tesoro. Unos años después de que naciera Dylan conocí a un hombre maravilloso<br />

y tuvimos una relación fantástica, pero se le olvidó decirme que ya estaba casado. Estaba<br />

embarazada cuando rompimos. Se lo dije, pero después de que el bebé ya hubiera nacido.<br />

Solange tiene veinticuatro años, y ahora está viviendo en Canadá.<br />

Claire la miró fijamente.<br />

—Así que tu nueva etapa es mi padre.<br />

Lacey se echó a reír.<br />

—No es así para nada—replicó ella—. Sé que, según como cuento mi historia, parezco un<br />

caso de asistencia social, pero la verdad, Claire, la vida trae ciertas cosas. La primera vez que<br />

me quedé embarazada fue por ignorancia y estupidez. La segunda, pura mala suerte. Pero soy<br />

una buena madre, sé que lo soy. Y quiero a tu padre. Muchísimo.<br />

—No dudo que quieras a mi padre —explicó Claire—, lo que no entiendo es por qué tienes<br />

que separar a nuestra familia.<br />

—Sabes que lo que dices no es cierto —respondió Lacey—. Yo no tengo nada que ver con<br />

la separación.<br />

—Ahora mismo me cuesta mucho aceptar eso —dijo Claire—. ¿Sabes?, no me había dado<br />

cuenta de que hubiese problemas en el matrimonio de mis padres. Debo de ser muy idiota.<br />

—No, no lo eres —intervino Con—. Y además, la mayor parte de tu vida ha estado centrada<br />

en Bill Hudson. Tu madre y yo sólo éramos actores secundarios.<br />

Ella miró a su padre.<br />

—Eso no es cierto.<br />

—Claire, desde el momento en que pusiste los ojos en él, se convirtió en la persona más<br />

importante para ti.<br />

Se quedó callada.<br />

—Ahora yo tengo a alguien importante para mí —prosiguió Con—. Tu madre se alegra de<br />

ello. Quiero que tú también te alegres por mí.<br />

—Por supuesto que me alegro por ti —aclaró Claire—. Sé que Lacey y tú lleváis juntos<br />

mucho tiempo, pero para mí todo esto acaba de suceder.<br />

—Entiendo perfectamente lo que dices —intervino Lacey—. No queremos abrumarte, pero<br />

tu padre y yo hemos tomado una serie de decisiones que es lógico que conozcas.<br />

—Estoy preocupada por cómo reaccionará Georgia —confesó Claire.<br />

—Lo sé —dijo Con—, pero Eileen cree que se lo tomará con calma.<br />

—Pero ¡tiene un límite! —exclamó Claire—. Ya ha tenido que aceptar un montón de cosas.<br />

—Sí. —La voz de Lacey era suave—. Siento muchísimo todo lo que te ha pasado. Estoy<br />

segura de que para ti ha sido una época muy difícil.<br />

Claire tragó saliva y se mordió el labio. Ojalá no se sintiera como si le golpearan el<br />

estómago cada vez que alguien se refería al accidente, aunque fuera de pasada. Pero no<br />

podía evitarlo. La salvó el camarero, que llegó con la comida en ese instante. Para cuando<br />

hubo dejado los platos en la mesa, Claire había recuperado la compostura.<br />

—Por lo que sé, tu hija parece una chica increíble —comentó Lacey mientras añadía


pimienta negra a su ensalada.<br />

—Lo es —confirmó Claire.<br />

—Ahora está fuera, ¿verdad?<br />

—Sí, y lo está pasando muy bien. —Claire no pudo evitar sonreír—. Pero estaré encantada<br />

de tenerla de vuelta. La echo de menos.<br />

—Yo también echo de menos a Solange —confesó Lacey—. Sé que lo está pasando en<br />

grande en el extranjero; trabaja para una productora de cine y están grabando series de<br />

televisión en Canadá, porque, al parecer, allí hay muchas ventajas fiscales, pero prefiero<br />

tenerla en casa.<br />

—¿Ve a su padre a menudo? —preguntó Claire.<br />

Lacey apretó los dientes.<br />

—No. Él me dejó muy claro que ya tenía una familia y que en su vida no había lugar para<br />

Solange. Cuando ella cumplió los dieciocho se vieron por primera vez. No lo tiene en gran<br />

estima. Me dijo que mi gusto para los hombres era bastante malo.<br />

—¿Qué dirá cuando se entere de lo tuyo con mi padre?<br />

—Ya lo sabe —respondió Lacey con calma—. Se lo dije hace poco.<br />

—¿Y tu hijo?<br />

—Él también lo sabe.<br />

—¿Soy la única que no lo sabía? —quiso saber Claire volviéndose hacia Con—. Mamá, y al<br />

parecer todo el vecindario..., la familia de Lacey... ¿Sólo yo no estaba al tanto?<br />

—Claire, cariño, queríamos decírtelo antes. Pero no creímos que estuvieras preparada. —<br />

Con extendió la mano y cogió la de su hija—. ¿Sabes?, íbamos a decírtelo antes... cuando...<br />

cuando...<br />

Claire apartó la mano de la de su padre y habló con dureza:<br />

—Cuando mataron a Bill.<br />

—Después de aquello teníamos que darte tiempo —prosiguió Con con cariño—. Para que lo<br />

superaras.<br />

—Pero si todo el mundo parece convencido de que aún no lo he superado —replicó Claire<br />

—. Mamá ha vuelto a darme la lata con el tema. Eavan sigue persiguiéndome para que salga y<br />

conozca gente y siga adelante con mi vida.<br />

—¿No lo has hecho? —preguntó Lacey cautelosamente.<br />

—¡Métete en tus asuntos!<br />

—¡Claire! —Con miró a su hija enfadado.<br />

—Lo siento —dijo ella, y apartó su plato. No había probado la ensalada, pero no tenía<br />

hambre—. Lo siento de veras, Lacey. Quiero alegrarme por lo vuestro. Me alegro. Sólo estoy<br />

un poco sorprendida. Eso es todo. Es vuestra vida. Y la de mamá. Haced lo que os parezca.<br />

Se puso de pie.<br />

—Claire...<br />

—No pasa nada —interrumpió a su padre—. Estoy bien. No te preocupes por mí. No tengo<br />

hambre y, la verdad, no estoy lista para volver a tener este tipo de conversaciones. Lacey, me<br />

alegro de haberte conocido. Estoy algo impactada, pero iré asumiéndolo.


—Yo también estoy encantada de haberte conocido —dijo Lacey tranquila.<br />

—Claire...<br />

—Papá, no pretendo ofenderos ni a ti ni a Lacey al marcharme. De verdad que no. Te<br />

llamaré. —Claire cogió su bolso y salió del restaurante sin mirar atrás.<br />

Recorrió a grandes zancadas la calle Dawson y atravesó la calle Duke hasta llegar a<br />

Grafton. El lugar estaba lleno de gente, artistas callejeros, personas haciendo trencitas y<br />

lectores del tarot; todos luchando por hacerse un hueco en las puertas de los grandes<br />

almacenes y las boutiques. Hacía siglos que no iba al centro y no lidiaba con las masas de<br />

consumidores de la calle Grafton. Todavía le martilleaba el corazón en el pecho, como llevaba<br />

martilleándole desde que había quedado con Lacey y su padre.<br />

La mujer estaba bien, reconoció, pero era tan distinta a sus expectativas que le costaba<br />

aceptarla. Nunca hubiera imaginado que su padre acabaría con una persona tan dinámica y<br />

formal, tan absolutamente diferente de Eileen. Entonces Claire se dio cuenta de repente de<br />

que tal vez por eso Con quería estar con ella. «Pero desde luego —masculló delante del cajero<br />

donde había parado a sacar dinero— que no se esperaba a una persona con dos hijos. ¡Y una<br />

nieta! E hijos de dos padres distintos.» Lacey tenía razón en lo de que sonaba a caso de<br />

asistencia social, pero parecía una mujer muy centrada. Había conseguido resolver su vida.<br />

«Probablemente me desprecia —pensó Claire mientras se metía el dinero en la cartera—.<br />

Lloriqueando por el matrimonio de mis padres como si hubiera algo que yo pudiera hacer.<br />

Comportándome como una estúpida niña. Pero... pero... —agarró con fuerza su cartera— todo<br />

está cambiando a mi alrededor otra vez. Todo está saliendo mal y no puedo hacer nada para<br />

detenerlo.»<br />

Inspiró profundamente el cálido aire veraniego. De repente le costaba respirar. «No quiero<br />

que las cosas cambien —pensó con tristeza apoyándose en la pared de ladrillo rojo del banco<br />

—. Quiero saber que algunas cosas nunca cambiarán. Quiero que mis padres sigan<br />

queriéndose.» Parpadeó a la luz de la tarde y dejó que su vista se perdiera en la larga calle.<br />

Súbitamente recordó las noches en las que su madre se sentaba delante de la tele, con las<br />

agujas de tejer entrechocando interminablemente, mientras su padre trabajaba hasta tarde. Se<br />

preguntó cuántas veces llegaría tarde de trabajar en realidad. Y qué había supuesto para<br />

Eileen mantener la farsa. Un mujeriego empedernido, como el marido de Joanna. Y sabía que<br />

Joanna no se equivocaba al divorciarse.<br />

«No puedo obligarles a que se quieran —se dijo a sí misma finalmente—. No puedo hacer<br />

que sigan juntos. No hay nada que permanezca siempre igual.»<br />

Un ligero sentimiento de pánico volvió a inundarla. Se alejó del cajero y se detuvo ante el<br />

colorido y alegre escaparate de una floristería. Había azucenas rojas, girasoles amarillos y<br />

claveles de colores. Pensó en la cantidad de floreros vacíos que había esparcidos por su casa<br />

y sacó la cartera. Las flores ayudarían. Las flores siempre ayudaban.<br />

Estaba pagando cuando de repente vio a Glenn Keating a lo lejos. Estaba sentado en una<br />

terraza, con un vaso casi vacío delante, leyendo el periódico. Claire estaba tan sorprendida de<br />

verle que estuvo a punto de olvidarse de coger el cambio del florista.<br />

Caminó hasta el bar y se detuvo delante de él.<br />

—Hola, Glenn.


El levantó la vista del periódico, claramente sobresaltado.<br />

—¡Claire! —exclamó—. ¿Qué haces por aquí?<br />

—He quedado con mi padre para comer—frunció el cejo—. ¿Y tú?<br />

—¿Ah, yo? Estaba con unos clientes —le explicó.<br />

—¿En el centro? —Claire parecía desconcertada—. Creía que todos tus clientes estaban<br />

por Castleknock.<br />

Glenn se echó a reír.<br />

—Hemos extendido mucho nuestras garras durante los últimos años —le dijo—, y estamos<br />

haciendo una gran expansión de mercado. ¿No te lo ha contado Eavan? Creía que vosotras<br />

dos os contabais hasta el último detalle.<br />

—No tanto. ¿Así que estás ocupado?<br />

—Hasta arriba —dijo, y miró su reloj—. De hecho, Claire, me tengo que ir. Tengo otra cita<br />

en unos minutos y ya llego tarde.<br />

—Sí, claro —contestó ella.<br />

Se metió la mano en el bolsillo y sacó una corbata de seda color malva.<br />

—Es mejor ir preparado —comentó, mientras se la colocaba alrededor del cuello.<br />

—Por supuesto.<br />

—Nos vemos. —Glenn cogió su maletín y caminó enérgicamente calle abajo.<br />

—Te olvidas el periódico —dijo Claire a sus espaldas; pero él ya había sido engullido por la<br />

multitud.


CAPÍTULO 11<br />

Laurus (laurel): hojas ovaladas brillantes. Crece mejor en<br />

maceta, has heladas pueden dañarlo.<br />

ALGO MÁS TARDE, aquella semana, mientras estaba sentada delante del ordenador<br />

leyendo sobre un nuevo procedimiento quirúrgico menos invasivo que estaban probando para<br />

sustituir uno antiguo, y que permitía a los pacientes pasar menos tiempo ingresados en el<br />

hospital, se le ocurrió de repente que a veces los cambios eran buenos. Evidentemente,<br />

algunos de los cambios que había vivido no habían sido positivos. Su vida fue devastada. Pero<br />

de una forma completamente diferente, la vida de Eileen también. Y la de Joanna. Y,<br />

naturalmente, la de Georgia. De hecho, toda su familia y amigos habían pasado épocas<br />

difíciles. Sin embargo, todos, incluida su hija, estaban afrontando nuevos retos, mientras que<br />

ella estaba luchando para evitarlos.<br />

¿Era tan malo?, pensó. Si ya había tenido la suerte de tenerlo todo, ¿por qué no debía<br />

recordarlo? Nada podría ser mejor pasara lo que pasase. Siempre echaría de menos a Bill por<br />

las noches. Siempre estaría sola. Siempre lloraría en la oscuridad. Incluso si ganara la lotería,<br />

o Georgia se convirtiera en una superestrella internacional o en una exitosa mujer de negocios<br />

o lo que su hija más deseara, o si ella misma conocía a un hombre atractivo y obscenamente<br />

rico en CómoLoReconoceré, aunque cualquiera de esas cosas sucediera, no la harían más<br />

feliz de lo que ya lo había sido. Por eso no quería cambiar. Porque ningún cambio podría<br />

devolverle el pasado.<br />

La pantalla se oscureció y apareció el salvapantallas. Llevaba mucho rato mirando el<br />

ordenador sin hacer nada. Se levantó y fue a su habitación. Abrió el armario y miró la barra<br />

donde estaba colgada su ropa. Una colección triste y aburrida, pensó mientras la miraba.<br />

Tendría que haber ido de compras cuando estuvo en la calle Grafton, aprovechar el rato que<br />

había pasado en el centro.<br />

La manga de un jersey asomaba del estante que había encima de la barra y Claire volvió a<br />

empujarla a su sitio. Al hacerlo, su raqueta de bádminton, que había tirado y olvidado en ese<br />

estante, de repente se cayó golpeándole en la cabeza.<br />

Claire se masajeó la coronilla y recogió la raqueta. Probó las cuerdas. Todavía estaban<br />

tensas, le había cambiado el cordaje el año en que fueron de vacaciones a Jamaica.<br />

Súbitamente, recordó que se había perdido un partido mientras estaba fuera, y que se había<br />

disculpado profusamente con su equipo por no poder jugar. Eavan, que era la capitana ese<br />

año, le dijo que no se preocupara, que era sólo un partido y que por una vez se las podrían<br />

arreglar sin ella. Sólo que no fue un único partido. Nunca volvió a jugar.<br />

En lo alto del armario también había volantes de bádminton. Cogió uno del tubo y lo golpeó<br />

con la raqueta una y otra vez. Luego pasó a dar golpes de derecha e izquierda sin dejar que<br />

cayera al suelo. Una vez, obtuvo el récord del club por el mayor número de golpes sin que la<br />

pelota cayera al suelo, pero ya ni siquiera recordaba cuántos fueron. Ganó una botella de vino.<br />

Sonrió al recordarlo. Después dejó de golpear el volante y lo cogió con la mano. ¿Qué<br />

pasaría si volviera? ¿En qué equipo la pondrían si es que la ponían en uno? Había que estar<br />

en forma para jugar en las categorías altas, y ella no lo estaba. Nunca volvería a estar bien del


todo. Se quedó de pie, indecisa, con la raqueta en una mano y el volante en la otra.<br />

—Tampoco es que fueras una jugadora internacional —farfulló—. No es tan importante.<br />

Podrías volver por la parte social, como Eavan te ha pedido una y otra vez.<br />

Recuperó el tubo y metió en él el volante. La temporada no empezaba hasta septiembre.<br />

Tenía mucho tiempo para pensarlo. A saber lo que podía pasar hasta entonces. No tenía<br />

sentido alterarse por la posibilidad de volver a jugar a un estúpido juego. Sin embargo, su<br />

corazón latía más de prisa ante la idea de volver a ganar un partido. Guardó otra vez la<br />

raqueta y los volantes en el armario. Mientras tanto, se dijo a sí misma, había muchas cosas<br />

que podía hacer en lugar de pensar en su vida de aquella forma melodramática. Tenía que<br />

contratar a alguien para el jardín, ¿o no? Le había dicho a Con que lo iba a hacer, así que<br />

debía hacerlo. Y... le había contado a Eileen que iba a salir a tomar algo con un viejo amigo.<br />

Bueno, eso era algo que también podía organizar.<br />

Y lo del nido de avispas. Tenía que arreglar ese asunto, o al menos buscar a un experto.<br />

Además estaba la reunión social de la semana: la fiesta por el tercer cumpleaños de Saffy, en<br />

casa de Glenn y Eavan. No podía decirse que no tuviera una vida ocupada. Tenía un montón<br />

de cosas en marcha.<br />

Volvió a su estudio y se, sentó delante del ordenador nuevamente. No tenía ningún trabajo<br />

pendiente, pero se conectó al programa de correo.<br />

Había muchos más mails de lo que esperaba, todos sobre lo mismo. Rosie había reenviado<br />

la convocatoria para la Cena a Oscuras a todo el equipo de producción de Locum Libris un par<br />

de días atrás. Hasta el momento, todas excepto ella habían decidido asistir.<br />

Claire pensó que la cosa sonaba fatal. No se podía imaginar cenando en la oscuridad con un<br />

grupo de desconocidos. Y menos pasándolo bien. ¿Era necesario que se divirtiera?, se<br />

preguntó. ¿No podía incluirlo en la investigación sobre hombres que estaba haciendo para<br />

Georgia? Tal vez ese tipo de eventos fueran el futuro de las citas, y Georgia acudiría a cosas<br />

semejantes. Si Claire asistía, por lo menos sabría cómo era. Sin embargo... Miró la pantalla<br />

con pesimismo... Se suponía que los contactos por Internet también eran el futuro. Y para ella<br />

había sido un buen chasco.<br />

Para su desilusión, los otros dos mensajes que había enviado (Danno: enérgico, amante de<br />

la diversión, interesado en los deportes, los libros y la música; Guru: pensativo, alegre,<br />

interesado en las cosas cotidianas) seguían sin respuesta. No podía evitar sentir que si no era<br />

capaz de conseguir una cita por Internet, es que debía de ser la persona más negada del<br />

mundo. Echó un vistazo a su agenda y se preguntó si lo de la Cena a Oscuras era una idea tan<br />

descabellada. Por lo menos allí habría hombres, y tendrían que hablar con ella lo quisieran o<br />

no.<br />

Compró otra pila de revistas y estaba claro que había escasez de hombres pasables, sobre<br />

todo para mujeres de su edad. De hecho, si creía lo que decían algunos artículos, simplemente<br />

debía olvidarse de su plan y dejar a los hombres disponibles para mujeres más jóvenes y<br />

desesperadas. No obstante, otros reportajes insistían en que las mujeres entre treinta y<br />

muchos y cuarenta y pocos estaban en el mejor momento de sus vidas, tenían experiencia en<br />

el sexo (algo que a los hombres les encantaba), pero ya no eran tan estúpidas como para<br />

creerse el cuento de hadas. Recomendaban las opciones estándares y no tecnológicas para<br />

conocer hombres, pero Claire estaba más que segura de que ella era demasiado mayor para<br />

los clubes nocturnos (además, nunca había frecuentado ese mundo, aunque se preguntaba si<br />

debería probar algunos para ver por dónde se movería Georgia en el futuro); mentalmente,


había descartado los clubes deportivos, porque todavía no estaba preparada para admitir que<br />

tendría que competir a un nivel inferior al que estaba acostumbrada, pero, por otra parte,<br />

golpear el volante con la raqueta un rato antes había despertado sus instintos competitivos<br />

durante un instante; también estaba la posibilidad del gimnasio: había leído en algún sitio que<br />

los gimnasios estaban llenos de hombres y mujeres observándose mutuamente. Sin embargo,<br />

¿le apetecía que la observaran cuando estaba sudada, acalorada y llevando una ropa que sin<br />

duda resaltaría los aspectos menos apetecibles de su anatomía?<br />

En ese caso, cerrando el círculo, ¿lo de la Cena a Oscuras no sería bastante mejor? Por lo<br />

menos nadie estaría mirando su cuerpo. ¿Acaso no sería una buena manera de hacer su<br />

investigación sobre el mundo de las citas? Porque allí seguro que hablaría con hombres que<br />

buscaban salir con mujeres. Tal vez ese tipo de eventos se harían cada vez más populares y<br />

Georgia podría acabar siendo invitada a algo así.<br />

Lo mejor sería comprobarlo y descubrir si era en realidad, como afirmaba la página de<br />

CómoLoReconoceré, una nueva y excitante manera de conocer al hombre o a la mujer de tus<br />

sueños. Claire no podía evitar pensar que una cena a oscuras de tres platos junto a perfectos<br />

desconocidos era una manera infalible de terminar con manchas de sopa en el vestido y<br />

atrapada al lado del aburrido comensal que le hubiese tocado. Pero también era una apuesta<br />

mejor que sudar en un gimnasio o ser ignorada por los hombres en el ciberespacio.<br />

Respondió a Rosie y le dijo que se había apuntado a CómoLoReconoceré y que asistiría a<br />

la cena. Envió el mail antes de que pudiera cambiar de opinión. Todo ese asunto de las citas<br />

era un campo minado, decidió. No le extrañaba que hubiera tantas solteras obsesionadas con<br />

las relaciones. Ella también lo estaría si le importara de veras. Por otra parte, era un campo<br />

minado que Lacey Dillon había sorteado con éxito, ¿o no? A su pesar, soltó una risita<br />

ahogada. Tal vez Lacey Dillon, y no ella, fuera la persona adecuada para darle consejos a<br />

Georgia sobre los hombres. Lacey tenía mucha experiencia.<br />

Todavía quedaba tiempo antes de la Cena a Oscuras, así que siempre cabía la remota<br />

posibilidad de que Danno o Guru se pusieran en contacto con ella. Entretanto podía contar con<br />

Paul. Frunció el cejo. ¿Terna sentido llamarlo si sus propósitos no eran absolutamente<br />

honestos? Habían sido amigos. No era nada malo llamar a un amigo, ¿verdad? Cogió su móvil<br />

y revisó la agenda. Cuando jugaban en el club, ella lo llamaba a menudo para hablar de los<br />

partidos y los entrenamientos. Hacía siglos que no miraba la agenda, pero el número de Paul<br />

debería seguir allí.<br />

Lo encontró. Lo miró, sonriendo al recordar la vez que ganaron el torneo de tenis de dobles<br />

mixtos, Paul la había alzado por encima de su cabeza gritando «Somos los campeones», a voz<br />

en cuello. Era un recuerdo alegre; por primera vez podía recordar aquel día sin sentir una<br />

punzada de añoranza por cómo eran las cosas entonces. Había sido divertido. Todavía<br />

recordaba la diversión.<br />

Se mordió el labio. Lo llamaría. Ese mismo día. No en ese instante, porque necesitaba un<br />

poco de tiempo para pensar qué le diría, pero lo haría más tarde sin falta. Miró por la ventana,<br />

contenta de haber tomado una decisión. El cielo seguía del mismo azul brillante de la última<br />

semana, tan sólo con unas pocas nubes altas desperdigadas. Los pájaros piaban con fuerza<br />

en las ramas de los árboles y el aroma de la madreselva flotaba en el aire.<br />

—El jardín —dijo en voz alta—. También llamaré a alguien por lo del jardín.<br />

Una avispa entró por la ventana abierta y zumbó cerca de su oído. «Vale —farfulló para sus<br />

adentros mientras sacudía el periódico y trataba de sacar la avispa por la ventana—, también


tengo que arreglar eso.» Quizá en un centro de jardinería supieran de alguien que pudiera<br />

ocuparse.<br />

Cogió el listín de teléfonos y, cuando estaba a punto de buscar centros de jardinería,<br />

recordó la floristería que había visto al pasar. Le había gustado la pinta que tenía y, en<br />

general, siempre que podía prefería contratar a empresas locales. Así que decidió acercarse<br />

a la zona comercial y preguntar allí primero. Si no le parecía que dieran la talla, entonces<br />

buscaría en el listín.<br />

Phydough la miró esperanzado al verla bajar la escalera, pero sabía que, aunque ella se<br />

hubiera colgado el bolso al hombro no era la hora de su paseo. Claire le acarició la cabeza y le<br />

dio una galletita, que el perro sacó al jardín para comérsela a la sombra del arbusto de<br />

escalonia.<br />

—Hasta luego —le dijo y cerró la verja a sus espaldas.<br />

Calor, calor, calor. No recordaba temperaturas tan altas. Ni siquiera durante los veranos de<br />

su infancia, que, hasta entonces, siempre le habían parecido más cálidos y soleados que los<br />

de su vida adulta. Sus chanclas color rosa golpeaban suavemente el asfalto agrietado y su<br />

ligera falda de algodón se arremolinaba entre sus piernas. Llevaba de nuevo una camiseta de<br />

tirantes blanca. Una adolescente de piernas morenas, con un top y una minifalda naranja<br />

brillante a juego pasó a su lado. Claire la miró con envidia. «Debe de ser agradable ir a todas<br />

partes con ropa diminuta y sentirte bien contigo misma.» Entonces se echó a reír, porque ese<br />

tipo de ropa estaba bien a los diecinueve, pero no era adecuado para una madre con una hija<br />

de catorce años, con las rodillas hechas polvo y cicatrices en las piernas, ¡aunque tu madre<br />

insista en que tienes buenas piernas!<br />

La puerta de la floristería estaba abierta. Claire se apresuró por la calle principal, detrás de<br />

la adolescente. Todavía la estaba mirando, envidiando su belleza y juventud, cuando se<br />

dispuso a entrar en la floristería. Por eso chocó bruscamente con el hombre que salía, llevando<br />

un arbusto de laurel real en una maceta de terracota.<br />

—¡Mierda! —El hombre se tambaleó adelante y atrás, y a continuación la maceta con el<br />

árbol se le cayó sobre la acera, justo delante de la tienda, donde se partió en cinco grandes<br />

trozos.<br />

—Ups. —Claire miró horrorizada la maceta rota y el malogrado árbol—. Ha sido por mi<br />

culpa. Lo siento muchísimo. —Abrió los ojos como platos al ver al hombre con el que había<br />

chocado—. Oh —dijo—. Eres tú.<br />

—¿Qué pasa contigo? —preguntó Nate— ¿Estás en campaña de derribo de hombres?<br />

¿Dónde está el chucho esta vez?<br />

«Por qué sigo encontrándome a este tipo tan desagradable —pensó Claire—. Si fuera más<br />

simpático, podría parpadear e incluirlo en mi proyecto de investigación, pero siendo como es,<br />

ni loca.»<br />

—He dicho que lo siento —repitió—. Me disculpé entonces y me he disculpado ahora. Y la<br />

otra vez no te tiré yo, fue mi perro. Ahora todavía estás de pie, sólo se ha roto la maceta, así<br />

que relájate.<br />

—El laurel podría haber sufrido un shock —replicó el hombre—. Dile a él que se relaje.<br />

—Si se muere lo pagaré —dijo Claire—. ¿Eso te hace más feliz?<br />

Él contempló la maceta rota, la pila de tierra y el arbusto caído, y después la miró a ella con<br />

seriedad.


—Supongo que no es ninguna desgracia —comentó, a pesar de que su tono implicaba lo<br />

contrario—. Estoy seguro de que al laurel no le ha pasado nada, y tenemos muchas macetas.<br />

Bueno, ¿estabas pensando realmente en entrar en la tienda de verdad o tu plan era quedarte<br />

fuera y atacar a los clientes?<br />

Frunció el cejo.<br />

—¿No quieres entrar tú también y que le pongan una maceta nueva? —preguntó Claire.<br />

—Lo haré yo mismo —contestó él.<br />

—Vale, pero ¿cómo te lo llevarás a casa?<br />

La cara de Nate reflejó que acababa de caer en la cuenta de algo.<br />

—Trabajo aquí —dijo—. Estaba sacando la planta fuera para decorar la entrada.<br />

—Ah. —Claire se sintió como una tonta.<br />

Él siguió mirándola; su mirada era desconcertante.<br />

—¿Estabas buscando algo? —preguntó.<br />

—Yo... mmm... yo.<br />

El hombre pareció impacientarse.<br />

—Jardinería —contestó ella finalmente—. Quería preguntar por servicios de jardinería.<br />

Tenéis un anuncio en el escaparate que dice que os dedicáis también a eso y yo necesito a<br />

alguien que haga algunos trabajos en mi casa.<br />

—Doy por hecho que te refieres a tu jardín —quiso asegurarse él—, no a tu casa. No<br />

estaremos hablando de jardinería interior, ¿verdad?<br />

—No, no. Claro que no. —Lo miró malhumorada. Era un hombre extremadamente<br />

fastidioso, y aquellos extraños mirándola tan fijamente la ponían nerviosa.<br />

—Entonces, ¿en qué habías pensado? —preguntó.<br />

—Alguien que cuide el jardín. Que lo limpie.<br />

—¿Nada de diseño? —Su tono sonó decepcionado.<br />

—No —dijo ella—. Está bien como está. Sólo que está crecido.<br />

—Ya veo.<br />

—¿Lo hacéis o no? —preguntó impaciente—. En el anuncio dice jardinería, ¡míralo! —Lo<br />

señaló—. Así que supongo que eso quiere decir que podáis árboles y arbustos, sembráis<br />

parterres y cortáis el césped. Si no es así, no pasa nada, dilo y ya está.<br />

—Puedo hacer esas cosas —respondió el hombre.<br />

A Claire de repente se le cayó el alma a los pies. Si finalmente lo contrataba para hacer el<br />

trabajo, un hombre que no le caía bien estaría paseándose por el jardín de Bill, utilizando las<br />

cosas de Bill, cortando los árboles y setos de Bill. La idea ya no le parecía tan buena.<br />

—Pasa —le pidió él—. Déjame mirar nuestra agenda.<br />

No tuvo más remedio que seguirlo al interior de la colorida tienda. Las flores abarrotaban<br />

cada hueco libre, el sombrío local estaba iluminado por enormes girasoles amarillos y naranjas,<br />

por preciosas margaritas rojas y blancas, por increíbles amapolas negras y rojas y una enorme<br />

selección de rosas.<br />

Detrás del mostrador estaba sentada su bellísima mujer. Llevaba sus espléndidos rizos<br />

pelirrojos recogidos sobre la cabeza con un montón de horquillas de colores decoradas con


flores y mariquitas. Los diamantes de su anillo de compromiso destellaban mientras ella<br />

montaba un llamativo centro utilizando gipsófilas como marco de otras flores que iba insertando<br />

cuidadosamente en una esponja verde. Claire se preguntó por qué no habría salido a investigar<br />

al oír el ruido de la maceta rota, pero entonces se dio cuenta de que llevaba unos auriculares y<br />

tenía un reproductor de mp3 encima del mostrador.<br />

Levantó la vista cuando entraron y entrecerró los ojos al reconocer a Claire, sin acabar de<br />

ubicarla. Cuando se quitó los auriculares, Claire reconoció la melodía que estaba sonando, era<br />

una canción que le gustaba a Georgia.<br />

—La agenda de jardinería, por favor, Sarah —dijo el hombre enérgicamente.<br />

Ella metió la mano por debajo del mostrador y le entregó una agenda DINA-4 encuadernada<br />

en plástico y decorada con motivos florales.<br />

—Hola —saludó a continuación a Claire—. ¿Nos conocemos?<br />

—Su perro nos atacó cuando estábamos corriendo por la playa —explicó el hombre al<br />

tiempo que abría la agenda.<br />

—Ah, sí —sonrió a Claire—. Pero no nos atacó en absoluto, Nate —añadió—. En realidad,<br />

te vio, te reconoció como a una alma gemela y decidió hacerse amigo tuyo.<br />

—Me parece poco probable. —Nate echó una mirada a la agenda—. Más bien parece que<br />

ha aprendido las técnicas de saludo de su ama. Acaba de chocar contra mí cuando estaba<br />

sacando el laurel real. Necesitamos otra maceta.<br />

Sarah se echó a reír.<br />

—Cariño, te dije que se te caería.<br />

—No se me ha caído —replicó Nate—. Bueno, no se me habría caído si no me hubiera<br />

empujado.<br />

—Mira, he venido a preguntar sobre el servicio de jardinería —soltó Claire—, no a que nadie<br />

se meta conmigo. Te he dicho que te pagaría tu maldita maceta y así lo haré. De modo que<br />

olvídalo<br />

Una sombra de preocupación cruzó el rostro de Sarah.<br />

—Ya te he dicho que tienes las habilidades comerciales de un rinoceronte especialmente<br />

inútil —le espetó Sarah—. Se supone que no debes acusar de asalto a los clientes.<br />

—Por favor —pidió Claire—, olvídalo. Ha sido mi culpa. No miraba por dónde iba. Estaba<br />

distraída. Ya le he dicho que lo sentía un millón de veces, pero parece que no le basta. Dado<br />

que al parecer él es quien se encarga del tema de jardinería, no creo que sea una buena idea<br />

contrataros. Como he dicho antes, olvidadlo.<br />

Y salió de la tienda a la resplandeciente claridad temblando de rabia. Estaba muy bien lo de<br />

apoyar a las empresas locales, pero no cuando pertenecían a auténticos imbéciles como<br />

aquél. Volvió a mirar hacia la tienda y el montón de tierra que había en la puerta y sintió un<br />

aguijonazo de culpa. Después, el magnífico escaparate volvió a llamar su atención. No cabía<br />

ninguna duda de que Sarah era una experta florista. Tal vez Nate fuera un jardinero buenísimo,<br />

pero Claire no estaba dispuesta a darle una oportunidad. Miró los ramos de claveles y fresias<br />

que había en los cubos de metal fuera de la tienda, listaría bien tener algunas flores frescas en<br />

casa, pensó, pero no de allí. Pensó un momento. Había un Spar un poco más lejos.<br />

Normalmente no compraba flores en supermercados, pero eso era exactamente lo que<br />

pensaba hacer ese día.


Estuvo a punto de cambiar de opinión mientras miraba las flores empaquetadas en los<br />

cubos del exterior del autoservicio. No eran ni la mitad de llamativos que los de la Floristería<br />

Taylor, pero no le importaba. A veces no era necesario algo llamativo, bastaba con algo<br />

agradable. Las varas de color rojo cálido y amarillo lo eran y también bonitas, que era<br />

exactamente lo que ella quería.<br />

Sarah Taylor miró a Nate con los ojos brillando de furia.<br />

—¡Estúpido! —lo insultó—. ¿Es que quieres que nos hundamos antes de empezar? Has sido<br />

increíblemente maleducado con esa mujer, que lo que quería era encargarnos un trabajo.<br />

¡Idiota!<br />

—No miraba por dónde iba —replicó Nate—. Ha venido directa hacia mí. Yo tenía un<br />

maldito laurel delante de la cara. ¿Cómo demonios iba a verla?<br />

—Puede que haya sido su culpa, pero ¿nunca has oído eso de que el cliente siempre tiene<br />

razón? ¿Qué pasa contigo?<br />

—¿Disculpa? —La miró enfadado—. Lo que pasa conmigo es que estoy en esta tienda, en<br />

el culo de Europa, porque a pesar de todo me importas, y esto es lo que tú querías.<br />

Sarah le miró sin decir nada.<br />

—Dios, Sarah... Lo siento. —Suspiró profundamente—. En serio lo siento. Es que...<br />

—Ya sé qué es —dijo ella rápidamente—, pero tienes que verlo con perspectiva, Y desde<br />

luego no me puedes echar la culpa.<br />

—No te culpo, Sarah —respondió él, y suavizó tanto la voz que de repente parecía otra<br />

persona totalmente diferente—. Uf, Sarah, eres la única persona que me importa. Tienes<br />

razón. Soy un idiota.<br />

Se echó a reír y la rodeó con los brazos.<br />

—Lo sé —susurró Sarah—, pero aun así sigues siendo un completo idiota.<br />

Él también soltó una carcajada.<br />

Todavía se estaban riendo cuando Claire volvió a pasar junto a la tienda. Había comprado<br />

más flores de las que pretendía comprar y apenas veía por encima de ellas. Pero sí vio lo<br />

suficiente como para distinguir a Nate y Sarah Taylor abrazándose.<br />

«A saber por qué están tan contentos —pensó ásperamente—; si él continúa tratando a los<br />

clientes de esa forma se hundirán en un mes.» Inhaló con aires de moralizadora y prosiguió su<br />

camino carretera abajo, sujetando delante de sí las coloridas flores que agitaba la brisa.<br />

Eavan no encontraba las llaves del jardín del cobertizo. Normalmente estaban guardadas<br />

con el resto de llaves de la casa en uno de los cajones de la cocina, pero aunque había<br />

vaciado todo el contenido de éste, seguía sin encontrarlas. Recordaba que Glenn las había<br />

cogido el fin de semana para sacar el cortacésped. Ahora la piscina hinchable tenía un<br />

pequeño pinchazo y el kit de reparación estaba en el cobertizo. Admitió que tampoco era<br />

ninguna catástrofe al ver a Saffy por la ventana de la cocina sentada alegremente en la piscina<br />

desinflada, jugando con su cubo amarillo en el palmo de agua que quedaba. No obstante, le<br />

gustaría arreglarlo antes de que fuera a peor.


Cogió el teléfono y marcó el número de móvil de Glenn.<br />

—¿Sí? —contestó éste.<br />

—¿Te interrumpo?<br />

—No, la verdad es que no.<br />

Eavan frunció el cejo.<br />

—¿Dónde estás? Suena como si estuvieras en medio de la calle o algo así.<br />

—Estoy camino de una reunión —contestó Glenn.<br />

Eavan asintió y le preguntó por las llaves del cobertizo.<br />

—No me puedo creer que me llames para preguntarme eso —respondió Glenn tenso—. Las<br />

llaves están donde deberían.<br />

—No las encuentro.<br />

—Oye, tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo hablando contigo<br />

sobre las llaves —dijo Glenn bruscamente.<br />

Eavan agarró con fuerza el teléfono. Glenn nunca le levantaba la voz. Normalmente, si<br />

discutían, era incluso demasiado amable, siempre manteniendo la compostura cuando ella<br />

empezaba a perderla. Eavan no estaba acostumbrada a que él fuera desagradable.<br />

—Sólo preguntaba —protestó.<br />

—¿Por qué no buscas bien primero?<br />

—He buscado bien. Lo he vaciado todo.<br />

—Entonces las habrás cogido antes. Yo no te puedo ayudar. Estoy ocupado.<br />

Eavan se quedó mirando el teléfono. Le había colgado, ¡así sin más! Se sintió tentada de<br />

volver a llamarle y decirle cuatro cosas, pero se refrenó. Últimamente Glenn estaba bajo<br />

mucha presión, lo sabía. Todo ese asunto de ampliar el mercado estaba absorbiendo todo su<br />

tiempo y energía. Pero no tenía por qué tomarla con ella. Quizá por esa vez podía pasárselo.<br />

Colgó el teléfono y volvió a la cocina. Si lo pensaba con calma seguro que terminaría por<br />

recordar dónde estaban las llaves.<br />

Glenn se detuvo en el cruce de la calle Trinity con Dame y se enjugó las perlas de sudor que<br />

habían aparecido en su frente. No le gustaba que Eavan le llamara durante el día sin más para<br />

preguntar cosas estúpidas creyendo que eran importantes. Por otra parte, no podía evitarlo,<br />

antes o después ella se iba a enterar. Pero todavía no era capaz de decírselo. Tampoco<br />

estaba seguro de cuándo lo aceptaría él mismo. Y no sabía cómo esperaría Eavan que él lo<br />

arreglara una vez fuera capaz de afrontarlo.


CAPÍTULO 12<br />

Tithonia (girasol mexicano): flores naranja, rojas o amarillas<br />

que pueden alcanzar hasta 1,50 metros. Crecen con fuerza a<br />

pleno sol.<br />

CUANDO CLAIRE LLEGÓ A CASA, colocó las flores en un par de jarrones de cristal.<br />

Después sacó un batido de plátano y mango de la nevera y se lo bebió cié inmediato. «Es<br />

como una patada en el culo —pensó al recordar otra vez su encuentro con Nate Taylor—. Esa<br />

es la cuestión. Te metes en todo el asunto de la citas para luego terminar tropezando con<br />

alguien como él.»<br />

Abrió una revista que también había comprado en el Spar.<br />

«Cómo conocer a hombres extraordinarios en lugares normales», decía el titular. Según el<br />

artículo se podía ligar con hombres ideales en talleres (pídele que abra el capó de tu coche);<br />

en paradas de autobús (pregúntale el número del autobús que se aproxima a la parada); en el<br />

supermercado (pregúntale si sabe dónde está la comida para perros). Claire resopló. «Qué<br />

tipo de mujer se supone que eres si no eres capaz de abrir el capó de tu coche o encontrar la<br />

comida para perros tú sola», se preguntó. Lo del tema del perro (según la revista) le hará<br />

darse cuenta de que eres una mujer cariñosa y no obsesiva, como las que tienen gatos. Claire<br />

pensó que el fallo del artículo era que si tenías un perro, lo normal era que supieras dónde<br />

estaba la comida para perros, y si no lo tenías, él se daría cuenta muy rápido. Sin embargo, le<br />

gustó lo de preguntar el número del autobús. Era bastante sensato. Aunque no estaba segura<br />

de que cómo demonios se suponía que ibas a terminar entablando una relación con un hombre<br />

diez segundos antes de que el 44A llegara a la parada. También estaba su propia experiencia<br />

de chocar contra hombres en floristerías. Si Nate fuera un hombre más agradable, tal vez<br />

romper una maceta y estropear una planta podía ser una forma genial de conocerle. Pero él<br />

era horrible (bueno, no era del todo feo una vez que te acostumbrabas al extraño color de<br />

ojos) y, detalle importante, estaba casado con la preciosa Sarah. Claire tuvo la sensación de<br />

que la norma que no especificaba el artículo sobre cómo conocer a hombres extraordinarios en<br />

lugares normales era que debían estar disponibles.<br />

En cualquier caso, antes de ponerse a conocer hombres, iba a llamar a Paul. Se dio cuenta<br />

de que iba postergándolo porque la asustaba que él dijera que no. No sabía cómo le sentaría<br />

un cuarto rechazo. Imaginó que aquello debía de ser lo de los nervios del quedar, pensó de<br />

repente. «Si yo fuera una mujer tratando de conseguir una cita, hubiese conocido a alguien y<br />

quisiera llamarle, ¿no me sentiría así, nerviosa y aprensiva?»<br />

Pero no sabía por qué estaba nerviosa y aprensiva en aquel caso. Paul era su amigo. Él<br />

había estado en su casa. Había conocido a Bill y conocía a Georgia. Y no se trataba más que<br />

de quedar para tomar una copa. «Además —pensó súbitamente—, será agradable volver a ver<br />

a Paul y saber qué tal le ha ido su año sabático en Australia.»<br />

Apretó el botón de llamada y esperó. Estaba a punto de colgar pensando que tal vez él<br />

había cambiado de número, cuando Paul contestó.<br />

—Soy Paul.<br />

—Ah, hola, Paul. —Estaba nerviosa otra vez.


—¿De verdad eres tú, Claire Hudson?<br />

—Sí —confirmó.<br />

—Cuando he visto tu nombre en la pantalla no me lo podía creer. —Su voz sonaba alegre—.<br />

¿Cómo demonios estás?<br />

Claire sonrió.<br />

—Bien, ¿y tú?<br />

—Bien, disfrutando el verano.<br />

—Imagino que uno especialmente largo para ti, teniendo en cuenta que acabas de volver de<br />

Oz —dijo Claire.<br />

—¡Es increíble! —exclamó él—. Hace semanas que no he visto llover. Y tampoco creas que<br />

me apetece que cambie pronto.<br />

—¿Lo has pasado bien? —preguntó.<br />

—De maravilla.<br />

—¿Y qué tal estar de vuelta?<br />

Paul se echó a reír.<br />

—La voy llevando más o menos. Me alegro de volver a oírte, Claire.<br />

—Gracias —replicó ella—. Me preguntaba, si, bueno, si te apetecería quedar.<br />

Paul se quedó callado un momento y Claire sintió de repente que la atravesaba otra vez la<br />

puñalada del rechazo. «Tú también no —pensó—. ¡Dependía de ti!»<br />

—Me encantaría quedar —dijo finalmente—. Te eché de menos cuando quedamos todos el<br />

otro día.<br />

—Lo sé. Iba a ir y al final no fui. Eavan se enfadó conmigo —explicó Claire.<br />

—No era en serio —la tranquilizó Paul.<br />

—Yo diría que sí —insistió Claire—, pero no importa. Así, ¿te apetece quedar?<br />

—Me encantaría —repitió él—. ¿Dónde?<br />

Esa vez fue Claire la que se quedó callada.<br />

—¿Claire?<br />

—No se me ocurre dónde —dijo por fin—. Hace tiempo que no salgo y...<br />

—Estoy viviendo al otro lado de la ciudad, así que, ¿qué te parece si quedamos en el<br />

centro? —propuso Paul—. Por ejemplo en el Thomas Read’s, enfrente del castillo.<br />

—No lo conozco —comentó Claire.<br />

—Es agradable —dijo él—. Si vamos pronto no estará demasiado lleno.<br />

—¿Quedamos mañana? —preguntó ella—. O algún día de esta semana, como quieras.<br />

—Mañana no puedo —contestó Paul apesadumbrado—. He quedado para cenar con unos<br />

amigos. ¿Qué te parece el jueves?<br />

—Vale.<br />

—Estupendo —exclamó él—. Nos vemos allí pues, ¿sobre las siete y media?<br />

—Vale —repitió Claire.<br />

Después de despedirse de Paul, hizo un gesto de triunfo con el móvil en la mano. Lo había<br />

hecho. Tenía una cita con un hombre. Vale, se trataba de Paul, y bueno, eso no iba a conducir


a nada, no era ésa su intención, pero lo había hecho. En líneas generales, lo que le podía decir<br />

a Georgia era que simplemente había que reunir valor y llamar. ¡Tampoco era tan difícil!<br />

—¡Vamos, Phy! —llamó y el perro la miró—. Me apetece pasear.<br />

Phydough ladró para que Claire supiera que estaba de acuerdo y se fue a buscar la correa.<br />

Claire volvió a mirar la montaña de revistas. «Preguntar dónde está la comida para perros —<br />

pensó—. Todo eso es basura.» Y los contactos por Internet: ¡una pérdida de tiempo!<br />

Georgia estaba sentada en la hierba, al lado de la pista de baloncesto mirando un partido.<br />

Se había embadurnado con protector solar de factor altísimo porque el sol caía a plomo desde<br />

el cielo azul. Se bajó la visera de la gorra de béisbol azul marino para que le protegiera la cara.<br />

Robyn y Sive, otra de las chicas de su colegio, formaban parte de uno de los equipos y de<br />

vez en cuando les gritaba cosas para animarlas. Su partido había terminado antes, su equipo<br />

había llegado a la final. A Georgia le gustaba el baloncesto. Su altura le daba ventaja respecto<br />

a otras chicas de su edad, y lo sabía; a pesar de que tenía la misma constitución espigada de<br />

su madre, era fuerte. También se le daba bien el bádminton (la señorita Grainger le había<br />

dicho que era una atleta natural), pero no estaba segura de que a Claire le gustara que<br />

Georgia jugara a bádminton a nivel de competición ahora que ella lo había dejado. Sin<br />

embargo, ¿qué pasaría si la cogieran para ese deporte en el primer equipo el siguiente curso?<br />

No podía decepcionar a sus compañeros. Masticó una brizna de hierba y se preguntó por qué<br />

la vida tenía que ser tan complicada.<br />

El equipo se apiñó a un lado de la pista durante un tiempo muerto. Georgia, distraída, cogió<br />

unas margaritas del césped en el que estaba sentada e hizo una cadena con ellas. Le vino a la<br />

mente un recuerdo, como si alguien hubiera deslizado una fotografía ante sus ojos. Ella, con<br />

unos cuatro o cinco años. Un día precioso, como aquél. Llevaba un vestido blanco de organza,<br />

con calcetines y zapatos blancos. No recordaba qué celebraban, pero estaba claro que era<br />

algo familiar, por lo que Claire la había vestido de forma especial. Entonces su padre se había<br />

acercado a ella y le había colocado una pequeña corona de margaritas sobre sus rizos<br />

dorado-rojizos. «Mi pequeña princesa», le dijo, y la había levantado en brazos para darle un<br />

beso. Recordó haberle rodeado el cuello con los brazos y haberlo estrechado con fuerza, y<br />

entonces sintió su olor, un aroma de almizcle, masculino, tan distinto al de su madre. En aquel<br />

momento, el corazón casi le estalló de amor.<br />

Le echaba de menos, naturalmente, pero sabía que no con la misma intensidad que Claire.<br />

En la actualidad, sus recuerdos de él se estaban desvaneciendo, como el dolor por su pérdida,<br />

a pesar de que a veces se sentía culpable por ello. También se sentía mal por los meses<br />

posteriores al accidente, cuando dejó de hablar y Claire intentaba que ella no se diera cuenta<br />

de lo preocupada que estaba.<br />

—¿Puedo sentarme?<br />

Levantó la vista. Antes de que pudiera contestar, Jamesie O’Sullivan se había dejado caer a<br />

su lado.<br />

—¿Cómo estás? —le preguntó él.<br />

—El señor O Dálaigh está a quinientos metros —le dijo—. Así que lo que tengas que decir,<br />

dilo as Gaelige o tendremos problemas los dos.<br />

—Quería decirte que lo siento —respondió Jamesie.


—¿Por qué? —Hizo un corte en la última margarita con el borde de la uña y cerró la<br />

cadena.<br />

—Te dije que bailaría contigo en el céili, pero no lo hice. Y sé que Nicky Carr te hizo<br />

algunos comentarios que no fueron muy amables...<br />

—Tú dijiste algo sobre vernos en el céili, eso es todo —comentó Georgia—. El hecho de<br />

que no bailaras conmigo no es importante.<br />

—Pero es que yo quería hacerlo —empezó Jamesie—, sólo que Zoë...<br />

Georgia se puso de pie y se sacudió la hierba de los pantalones cortos grises que llevaba.<br />

—No me importáis ni tú ni Zoë —lo interrumpió ella—. Me tengo que ir. Debo cambiarme.<br />

Esta noche hay un grupo que va a Spiddal.<br />

—Georgia...<br />

Ella lo miró inquisitiva.<br />

—Me preguntaba si te gustaría venir esta noche conmigo a ver la película en el colegio.<br />

—¿No me has oído que he dicho que voy a Spiddal?<br />

—Sí, pero...<br />

—Me gustas, Jamesie —le dijo sin levantar la voz—, pero no eres lo bastante maduro para<br />

mí. —Volvió a sacudirse la hierba inexistente de los pantalones—. De todas formas, gracias<br />

por invitarme.<br />

Se alejó de la pista de baloncesto y volvió a los edificios del colegio. El corazón le latía con<br />

fuerza y le estaba costando no darse la vuelta.<br />

«Vale —se dijo a sí misma mientras abría la puerta pintada de azul y entraba en el edificio<br />

—, creo que he manejado muy bien la situación. Jamesie es un chico bastante agradable, y<br />

que haya venido a disculparse también ha estado bastante bien, porque no tenía por qué<br />

hacerlo, no me había hecho ninguna promesa para el céili y no es su culpa que Nicky Carr sea<br />

un mierda, pero él es del tipo de los que hacen lo que haga el grupo. Así que si los del grupo<br />

consideran que no soy lo bastante buena para ellos, me dejará. Será mejor que se quede con<br />

Zoë. Aunque... —volvió a pensarlo un instante— Zoë es de largo la chica más guapa. Quizá le<br />

ha dejado ella, por eso ha venido a por mí. —Sacudió la cabeza para apartarse los rizos de la<br />

cara—. Pues bueno, no soy la segunda opción de nadie. ¡De nadie!» Se masajeó la nuca y<br />

exhaló lentamente. De ninguna de las maneras quería ser plato de segunda mesa, pero<br />

¿llegaría el momento en que sería la primera opción de alguien?<br />

—¡Eh, Georgia!<br />

Ya en el pasillo, se dio la vuelta y vio a Steve Ó Sé de pie.<br />

—Steve —saludó ella.<br />

—Me preguntaba si hoy irías a montar en kayak —preguntó él—. No he visto tu nombre en<br />

la lista.<br />

Steve no era tan guapo como Jamesie, pero según Robyn a Steve le gustaba Georgia. ¿Por<br />

qué?, se preguntó. ¿Por qué se sentiría alguien atraído por ella? Vale que Robyn dijera que<br />

era porque tenía las tetas grandes, pero ella no quería gustarle a los chicos por eso.<br />

—Claro que sí —contestó—. Me he apuntado tarde.<br />

—¡Bien! —dijo Steve—. He oído que tu equipo ha pasado a la final de baloncesto.<br />

Felicidades.


—Gracias. —Georgia le sonrió—. Ah, y yo he oído que has conseguido las notas más altas<br />

en la prueba esa de gramática que nos pusieron el viernes pasado.<br />

—Para mí lo difícil es hacerlo mal —dijo Steve—. Mi familia habla irlandés la mayor parte<br />

del tiempo. Para mí es casi como estar de vacaciones en casa.<br />

—Ah.<br />

—Mis padres se han ido a Estados Unidos tres semanas —le explicó—, a ver a mi<br />

hermana. Mandarme aquí les resultaba de lo más conveniente para librarse de mí.<br />

—Ya veo.<br />

—No está tan mal. —Él notó la expresión compasiva en el rostro de Georgia—. Tres meses<br />

con mi familia hubiera sido una tortura, y tampoco quería irme de excursión por Escocia con mi<br />

tía y el lerdo de mi primo, que era la tortura alternativa.<br />

—A mí tampoco me atraería nada. —Se detuvo delante de la puerta que decía Mná—.<br />

Bueno, nos vemos.<br />

Steve se quedó de pie, mirándola.<br />

—Creo que no me puedes seguir al baño de chicas —añadió ella mientras señalaba el cartel<br />

de la puerta con la barbilla.<br />

—No. No. Claro que no. Lo siento.<br />

Georgia sonrió.<br />

—¿Nos vemos en el autobús a Spiddal?<br />

Él asintió con la cabeza.<br />

—Estupendo.<br />

—Estupendo —repitió ella, y abrió la puerta.


CAPÍTULO 13<br />

Antirrhinum (conejitos o boca de dragón): flores tubulares de<br />

varios colores. Los capullos marchitos pinchan.<br />

EL MIERCOLES POR LA TARDE parecía que el intervalo de buen tiempo podía acabar.<br />

Nubes densas y oscuras se deslizaban por la zona, aunque la temperatura se había mantenido<br />

cálida, volviendo la atmósfera bochornosa y pesada. Claire se tomó dos Anadin para el dolor<br />

de cabeza que la aquejaba antes de coger el autobús para ir a la casa de Eavan, para la<br />

celebración de cumpleaños de Saffy. Claire había aceptado ser la madrina de Saffy cuando<br />

Eavan estaba embarazada y le había pedido que aceptara serlo porque, así se lo dijo<br />

entonces, no había nadie mejor que ella. Eavan no tenía hermanas que pudieran ofenderse si<br />

no se lo pedían, y además Claire era una de las personas más espirituales que conocía.<br />

—¿Yo espiritual? —Claire había abierto mucho los ojos y había mirado incrédula y divertida<br />

a Eavan.<br />

—No religiosa —dijo Eavan—. Tan sólo... bueno, satisfecha.<br />

Saffy nació un par de meses antes del accidente, por lo que, más tarde, Eavan le preguntó<br />

a Claire si todavía quería ser la madrina de la niña. El bautizo ya estaba organizado, dijo<br />

incómoda, pero sabía que a Claire podía resultarle difícil. En aquel momento, Eavan no sabía<br />

nada del bebé que Claire había perdido. Ella no le había contado a nadie que estaba<br />

embarazada antes de irse de vacaciones y creía que no tenía sentido hablar de ello cuando<br />

volvió. Así que tampoco le comentó entonces nada a Eavan, pero insistió en que se sentía feliz<br />

y honrada de ser la madrina de Saffy. Sin embargo, fue muy duro sostener al bebé en los<br />

brazos y no pensar en lo que podría haber sido. Lo que debería haber sido. Cada vez que veía<br />

a Saffy, no podía evitar pensar en el bebé que había perdido, y en que podrían haber sido<br />

amigos.<br />

Dejó que los recuerdos la asaltaran una vez más mientras el autobús rodaba lentamente por<br />

la carretera de la costa, pero los apartó con firmeza de su cabeza en cuanto llegó a la entrada<br />

de la casa de Glenn y Eavan.<br />

Siempre la impresionaba la rotunda enormidad de la casa: grande, moderna, aislada, con<br />

habitaciones inmensas y todas las comodidades imaginables. Claire prefería su propia casa,<br />

alta y estrecha, más cercana a la ciudad, pero tenía que reconocer que el espacio y la luz de<br />

la casa de Eavan y Glenn eran maravillosos. Llamó al timbre y su amiga le abrió la puerta.<br />

—Estamos en el jardín —le dijo mientras besaba a Claire en la mejilla—. Ya sé que<br />

probablemente van a empezar la maldita lluvia y los truenos en cualquier momento, pero hace<br />

tanto calor que no se puede estar dentro.<br />

—Hola, Claire. —Glenn Keating se levantó y la besó en la mejilla—. Qué placer verte. Esta<br />

es Candida, la canguro de Saffy.<br />

Claire sonrió a la joven a modo de saludo.<br />

—¡Claire! ¡Claire! —Saffy se bajó de la mesa de jardín y le rodeó las piernas con los brazos<br />

—. Te quiero, Claire.<br />

Eavan se echó a reír.


—Hoy quiere a todo el mundo, por los regalos —le explicó a Claire.<br />

—Mira por dónde, pues yo he traído uno. —Claire le entregó a Saffy un paquete envuelto<br />

con papel brillante y la pequeña lo rompió emocionada, revelando una muñeca<br />

impresionantemente realista.<br />

—Le encantan las muñecas —comentó Eavan—. En parte, estoy preocupada, y pienso que<br />

debería hacerla jugar con el Meccano o lo que sea para estimular una parte distinta de su<br />

cerebro.<br />

—Hay tiempo de sobra para eso —dijo Claire—. Georgia también tuvo su etapa de<br />

muñecas y a continuación las desmembró a todas.<br />

—Nuestra querida Georgia —exclamó Eavan—. ¿Qué tal lo está pasando?<br />

—Bastante bien. —Claire se sentó a la mesa—. Tiene sus momentos buenos y malos, pero<br />

por lo que puedo deducir son más los buenos, lo que es muy positivo.<br />

—¿Y tú? —preguntó Glenn—. ¿Qué tal lo estás pasando?<br />

—Bien. —De repente, Claire recordó que había visto a Glenn en la ciudad el día que quedó<br />

con su padre y Lacey Dillon. Se le había borrado completamente de la cabeza—. ¿Llegaste a<br />

tiempo a tu reunión?<br />

La mirada de Eavan iba de su marido a Claire.<br />

—Ah, sí, por supuesto. —Glenn se volvió hacia Eavan—. Se me olvidó contarte que el otro<br />

día me encontré con Claire —explicó él—, pero yo iba loco de prisa.<br />

—Ah. —Eavan parecía sorprendida, y Claire frunció el cejo.<br />

La descripción de Glenn de su encuentro era precisa en los hechos, pero no en los matices.<br />

En realidad no se habían encontrado. Él estaba sentado en un bar. Entonces, Claire se dio<br />

cuenta de que él no quería que Eavan supiera que estaba en un bar. Se mordió el labio.<br />

¿Habría alguna razón especial? Seguramente no. Sin duda, él no estaría bebiendo otra vez. Se<br />

preguntó si debería decirle algo a Eavan, pero en seguida descartó la idea. No era asunto<br />

suyo, y había otros temas de los que quería hablar con su amiga. Todavía no le había contado<br />

nada de la separación de sus padres. En parte había aceptado asistir al cumpleaños de Saffy<br />

para poder hacerle esas confidencias. Hacía siglos, pensó, que no hablaban de algo que no<br />

estuviera relacionado con Bill, el accidente o cómo se las estaban arreglando.<br />

—¿Saco la tarta, Eavan? —preguntó Candida.<br />

—¡Tarta! —exclamó Saffy.<br />

La intervención de Candida detuvo muy oportunamente a Eavan de preguntarle a Claire<br />

sobre su encuentro con Glenn, aunque Claire sabía que su amiga sentía curiosidad respecto al<br />

asunto. Decidió que si el tema volvía a salir, le cedería la palabra a Glenn. Entretanto celebró<br />

con Saffy la llegada de la tarta de chocolate con forma de ciempiés, al que le habían hecho las<br />

patitas con Smarties de colores. Después de que Saffy apagara dos veces sus tres velas (la<br />

segunda para que Glenn pudiera hacer una foto del evento, porque la primera Saffy lo había<br />

hecho demasiado de prisa), todos tomaron una porción. Eavan sacó una botella de champán.<br />

—Sé que es un poco tonto, porque es el cumpleaños de Saffy y estamos comiendo tarta de<br />

chocolate —les dijo a Claire y a Candida—, pero pensé que estaría bien.<br />

Glenn abrió la botella y llenó las copas de las tres. Claire se dio cuenta de que él estaba<br />

bebiendo un botellín de agua.<br />

Saffy corría por el jardín sobreexcitada. Era por eso por lo que no habían hecho una fiesta


con otros niños, explicó Eavan. Demasiada histeria; tenían muchos años por delante para<br />

organizar fiestas. Además, le explicó a Claire con desesperación, ya no se podía dar una fiesta<br />

con tarta y limonada, ahora había que ofrecer entretenimientos. Un castillo hinchable por lo<br />

menos, y mejor si iba acompañado de un mago o de una representación de marionetas.<br />

Candida le dio la razón. Cuidaba a muchos niños en la zona y asistía por tanto a un montón<br />

de fiestas infantiles. Por otra parte, los pequeños regalos que antes se hacía a los niños<br />

asistentes también habían ido subiendo de valor, le recordó a Eavan. En la última fiesta a la<br />

que la habían invitado, a cada niño le habían dado un reloj.<br />

Glenn resopló indignado y farfulló algo entre dientes sobre que la gente tenía más dinero<br />

que sentido común. Eavan le dio la razón en que era estúpido, pero había que hacerlo, y Glenn<br />

volvió a resoplar. Después de eso se levantó de la mesa, les dijo que tenía un dolor de cabeza<br />

horrible y que necesitaba echarse.<br />

—A mí también me duele un poco la cabeza —dijo Candida—. Es el tiempo, estoy segura.<br />

De hecho, me parece que me voy a ir, si te parece bien, Eavan.<br />

—Claro. —Eavan le sonrió—. Nos vemos el viernes.<br />

—Hasta pronto. Adiós, Saffy. —Candida abrazó a la pequeña y le dio un beso—. Adiós,<br />

Claire, encantada de conocerte.<br />

—¿Necesitas que te acerque a casa? —preguntó Glenn.<br />

—No, gracias —dijo Candida—. Es un paseo de diez minutos y creo que me ayudará a<br />

despejarme.<br />

Saludó a todo el mundo con la mano y entró en la casa. Glenn la siguió.<br />

Eavan se volvió hacia Claire.<br />

—¿Y tú qué? ¿Quieres que entremos?<br />

Claire negó con la cabeza.<br />

—Ya sé que aquí fuera está gris y lúgubre, pero aun así prefiero estar al aire libre.<br />

—No sé qué le pasa a Glenn. —Eavan rellenó sus copas con lo que quedaba del champán<br />

mientras se volvían a sentar.<br />

—¿Problemas en el trabajo? —sugirió Claire.<br />

—Algo está pasando por allí —convino Eavan—. Viaja todo el tiempo, y sé que no es lo<br />

suyo, así que tal vez sea eso.<br />

—¿Has hablado con él? —preguntó Claire.<br />

—No sé qué decirle. —Eavan se mordió el labio—. Sé que suena ridículo, pero no me<br />

atrevo a preguntarle.<br />

—Tal vez deberías.<br />

—Seguramente.<br />

Bebieron el champán. Claire se preguntó si debía contarle a Eavan que había visto a Glenn<br />

sentado en la terraza de un bar. Aunque eso no era ningún crimen. Y no sabía si él estaba<br />

bebiendo algo más fuerte que 7Up. No quería preocupar a Eavan sin necesidad. Además, ¿por<br />

qué iba a volver a beber Glenn?<br />

Se quedaron calladas. Saffy había entrado en la casa detrás de Glenn y estaba viendo su<br />

vídeo de Buscando a Nemo.<br />

—Mis padres se van a separar. —Claire no tenía intención de soltarlo así sin más, pero no


pudo evitarlo.<br />

Eavan la miró completamente atónita.<br />

—¿¡Qué!?<br />

Claire le contó que había ido a ver a Eileen, y que ella había afirmado que nunca se habían<br />

querido de verdad. Después le contó lo de la comida con su padre y Lacey Dillon.<br />

—¿Lacey Dillon? —Eavan abrió los ojos como platos—. ¿No es el nombre de la empresa<br />

de selección de personal?<br />

Claire asintió con la cabeza.<br />

—¿Cómo lo sabías?<br />

—Son bastante conocidos —le explicó Eavan—. Trabajan para Trontec, pero siempre creí<br />

que eran los apellidos de dos personas.<br />

—Sí, bueno, pues ya ves que no. Yo creo que suena a nombre de estrella porno.<br />

Eavan se rió.<br />

—Es verdad, pero por tu descripción no lo parece.<br />

—No, es la persona más fría y formal que he conocido en mi vida. Pero lo de dos hijos de<br />

padres diferentes... y mi padre quiere casarse con ella.<br />

—Entiendo que estés alucinando. Yo tampoco me lo puedo creer.<br />

—Es más que alucinar. —Claire jugueteó con su copa.<br />

—Aunque supongo que si no eran felices...<br />

—Pero es que nunca me parecieron infelices. Ésa es la cuestión. —Claire miró a su amiga<br />

—. Nunca me lo imaginé, ni de lejos. Y eso es algo que hace que me sienta especialmente<br />

idiota.<br />

—A veces no sabemos qué está pasando en la vida de otras personas —dijo Eavan—.<br />

Creemos que sí, pero nos equivocamos.<br />

—He llegado a la conclusión de que no tengo ni idea de las relaciones —comentó Claire—.<br />

Georgey me llamó el otro día para contarme que estaba un poco triste por un chico del<br />

campamento y me di cuenta de que no sabía qué decirle.<br />

—¡Georgey y un chico! —Eavan se echó a reír—. Bien por ella.<br />

—No me parece tan bien si estaba triste —la contradijo Claire—, pero me gustó que me<br />

llamara. En fin, quería saber cómo supe yo que Bill y yo nos queríamos.<br />

—¡Oh! —Eavan hizo una mueca—. ¿Cómo contestaste a eso?<br />

—No pude —reconoció Claire—. Pero se me ha ocurrido una idea. En cierto modo, ya he<br />

comenzado a ponerla en práctica.<br />

—¿De qué estás hablando?<br />

Mientras Claire le explicaba su plan de salir con hombres para adquirir un poco de<br />

experiencia y poder entender lo que Georgia estaba viviendo, Eavan permaneció sentada en un<br />

silencio atónito.<br />

—Claire, ya sé que he estado encima de ti insistiéndote para que salgas y, aunque soy una<br />

entusiasta desaforada de que hagas cosas nuevas, no estoy totalmente segura de que intentar<br />

conocer a hombres en serie sea una buena idea —comentó cuando su amiga hubo terminado<br />

de hablar—. Es un poco desconsiderado, ¿no te parece?


—¿Desconsiderado?<br />

—Bueno, estás hablando de salir con hombres porque sí.<br />

—Lo sé —dijo Claire—, ¿qué tiene de malo?<br />

—Bueno... ¿Qué pasará si alguien busca algo más de lo que tú le das?<br />

—Si lees las revistas femeninas, sabrás que todos buscan más de lo que tú quieres darles<br />

—se rió Claire—. No voy a conocer a alguien y fingir que estoy enamorada. Sólo quiero<br />

enterarme de qué va todo eso, así cuando Georgey me diga que un chico le ha dicho esto o lo<br />

otro sabré a qué se refiere.<br />

—¿Qué te hace pensar que los chicos de la edad de Georgia se comportan de la misma<br />

forma que los adultos? —preguntó Eavan.<br />

—Oh, venga —respondió Claire—. ¿Acaso no decimos siempre que los chicos nunca crecen<br />

realmente?<br />

—Aun así —suspiró Eavan—, Claire, no es que no crea que salir con hombres puede ser<br />

fantástico para ti, pero tienes que hacerlo porque quieres, no como parte de un plan<br />

demencial.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque..., Claire.<br />

—Pensaba que te parecería bien —la cortó ésta—, aunque por lo visto es imposible<br />

conseguir una cita en esta ciudad. Por eso he intentado lo de Internet, pero ha sido un<br />

auténtico fracaso. Nadie quiere salir conmigo. ¡Lo de la maldita cena es mi último recurso!<br />

¿Qué sentido tiene decidir salir con hombres si no puedes encontrarlos? Pero bueno, al fin he<br />

conseguido mi primera cita.<br />

—¡Claire! ¿Con quién?<br />

—Paul Hanratty —dijo Claire.<br />

—¿Paul? —Eavan abrió los ojos—. No me había dado cuenta de que te gustaba.<br />

—¡No me gusta!<br />

—¡Claire, no puedes herir los sentimientos de Paul!<br />

—No lo haré —replicó Claire—. Es sólo una cita de viejos amigos para tomar algo. Nada<br />

más.<br />

—¿Sabes que tuvo una ruptura complicada con su última novia? —preguntó Eavan—. En<br />

parte por eso se fue a Australia. Estaba hecho polvo.<br />

—No lo sabía —contestó Claire—, pero tendré cuidado. Eavan, lo conozco hace años. Es<br />

un amigo. No le considero una cita y él a mí tampoco. Éramos compañeros, por el amor de<br />

Dios. Es como salir con mi hermano.<br />

—No puedo evitar sentir que estás jugando con fuego —la advirtió su amiga—. Y no creo<br />

que nada de esto te ayude a comprender a Georgia.<br />

—Tal vez no —concedió Claire—, pero, Eavan, ¿no te das cuenta de que no tengo<br />

experiencia con los hombres? No sé nada de maquillaje ni de rupturas. Nada. Puede que me<br />

sea útil.<br />

—Si tú lo dices —dijo Eavan, pero su tono era especialmente escéptico.


Por la noche, cuando le contó a Glenn el plan de Claire, seguía siendo muy escéptica. Su<br />

marido se encogió de hombros y comentó que, a priori, hubiese creído que estaría contenta de<br />

que Claire al fin saliera de casa.<br />

—Eso es también lo que ella cree —exclamó Eavan—, pero ¿no te das cuenta de que esto<br />

es completamente diferente?<br />

—No —dijo Glenn, y volvió a cerrar los ojos.<br />

—¿Has tomado algo para el dolor de cabeza? —le preguntó Eavan.<br />

—Esas estúpidas cosas naturales —masculló él—. Ojalá pudiera tomar un par de<br />

comprimidos.<br />

—Sí, pero...<br />

—Lo sé, lo sé. Tengo una personalidad adictiva, probablemente me engancharía a<br />

Solpadeine.<br />

—Glenn...<br />

—Estoy cansado —la cortó irritado—. Estoy cansado y me duele la cabeza. No me apetece<br />

hablar.<br />

—¿Va todo bien? —preguntó ella.<br />

—Sólo me duele la cabeza —le contestó con brusquedad—. Por el amor de Dios, dame un<br />

respiro.<br />

—Vale, vale. —Eavan giró sobre sus talones y se encaminó al salón. Cogió su libro y se fue<br />

al invernadero. No podía concentrarse, así que finalmente cerró el libro de golpe. Cuando<br />

volvió a la casa, Glenn estaba dormido. Pensó que sería mejor no despertarle.


CAPÍTULO 14<br />

Lunaria (lunaria): frutos planos, como discos nacarados. Se<br />

puede cortar y dejar secar.<br />

COMENZÓ A LLOVER A MEDIANOCHE. Claire, que estaba leyendo en la cama, se levantó<br />

al oír el sonido de la lluvia contra las cristaleras. Aún hacía un calor sofocante, así que no<br />

cerró del todo la ventana. Confió en que, al despertar, no se encontrase con una pequeña<br />

inundación.<br />

Los truenos comenzaron sobre las tres; retumbaban tanto que la despertaron de su sueño<br />

irregular. A Claire le gustaban los truenos y los rayos, siempre disfrutaba del espectáculo de<br />

las tormentas, pero aquella noche era una nimiedad: más ruido que acción, como le dijo en un<br />

murmullo a Phydough, que se había metido en su habitación al oír el primer estruendo. No<br />

creía que aquello bastara para despejar el ambiente, pero nunca se sabía.<br />

A la mañana siguiente continuaba lloviendo, lo que hizo que a Claire le resultara más fácil<br />

sentarse al ordenador y trabajar todo el día, a pesar de que, cada tanto, paraba para mirar su<br />

mail y chascar la lengua cada vez que comprobaba que Danno y Guru seguían ignorándola.<br />

«Tal vez debería añadir mi propio perfil —pensó—. Si lo hago lo bastante interesante, tal<br />

vez alguien se ponga en contacto conmigo. En realidad, parecía muy aburrida en mis<br />

mensajes. No me extraña que no se hayan molestado en contestar.»<br />

Terminó de trabajar a última hora de la tarde. Cogió un cuaderno de espiral de su escritorio<br />

y lo abrió por la primera página. Aunque todavía no había salido con nadie, había obtenido<br />

bastante información. Y, aunque Paul fuera un amigo, podía utilizarle como material de<br />

investigación, pero sin herir sentimientos, se prometió a sí misma.<br />

TODO LO QUE HAY QUE SABER SOBRE MUJERES Y HOMBRES, escribió<br />

cuidadosamente en mayúsculas.<br />

1. A las mujeres les halaga que los hombres las observen. Así que tal vez<br />

funcione a la inversa. ¿Deberíamos decirles que están atractivos con lo que llevan<br />

puesto? (A Bill nunca le importó, pero ¡no era ni de lejos la persona adecuada<br />

para usar como patrón!)<br />

2. Es horrible hacer una llamada para pedirle una cita a alguien. Así que si vas<br />

a decir que «no» hay que procurar ser muy agradable al decirlo.<br />

3. Ser rechazado duele.<br />

Se mordió el labio. Ella se había sentido dolida porque JustMe tenía pareja y porque Danno<br />

y Guru no habían contestado. Y lo más absurdo de todo era que a ella esos hombres ni<br />

siquiera le importaban. ¿Cómo sería para alguien verdaderamente implicado?<br />

4. Pero hay que recuperarse y volver a intentarlo.<br />

Miró la hora. Todavía quedaba tiempo para que Paul llamara y cancelara lo de tomar algo


aquella noche, y, teniendo en cuenta que estaba lloviendo a cántaros, no le sorprendería que<br />

utilizara la excusa del temporal. A fin de cuentas, ¿por qué iba a tomarse molestias por ella?<br />

Seguro que todo el mundo le había dicho la pérdida de tiempo que ella representaba. Pero<br />

Claire sabía que si Paul cancelaba la cita, ese rechazo sería el que más le dolería.<br />

5. Nunca conoces a Hombres Extraordinarios en Lugares Normales. Conoces a<br />

plastas irritantes.<br />

Releyó el último punto y suspiró. Estaba pensando en Nate Taylor al escribirlo, pero no<br />

podía juzgar a todo el mundo a partir de él.<br />

Sería más adecuado decir que en Lugares Normales se conocen Hombres Normales. Lo<br />

que probablemente era mucho mejor.<br />

Sonó su móvil y lo cogió convencida de que sería Paul, para can celar la cita.<br />

—Hola, Georgey... Georgia —dijo al ver el nombre de su hija en la pantalla—. ¿Cómo va<br />

todo?<br />

—Nada mal —contestó Georgia—. Está cayendo una tormenta de lo más terrorífica, puede<br />

que se me corte la llamada. ¡Rayos, truenos, todo! Es precioso.<br />

—También hubo truenos aquí ayer por la noche —le contó Claire.<br />

—Nosotros también tuvimos unos cuantos. Los profesores pensaban que se iba a volar<br />

todo, pero ahora es un millón de veces peor.<br />

—¿Estás asustada? —preguntó Claire.<br />

—¡Mamá!<br />

—Bueno, creía que me llamabas por eso.<br />

—No —negó Georgia—. Es porque tenía un rato libre y me moría de ganas de hablar en<br />

inglés.<br />

Claire se echó a reír.<br />

—Estarás de vuelta antes de darte cuenta, y probablemente no volverás a hablar nunca una<br />

palabra de irlandés.<br />

—Ya me he acostumbrado —dijo Georgia—. Supongo que por una parte tengo ganas de<br />

volver a casa, pero por otra es divertido estar aquí.<br />

—¿Alguna noticia sobre aquel chico?<br />

—¿Jamesie? —Georgia se rió—. Se disculpó.<br />

—¿De veras?<br />

—Sí. Y yo fui guay y madura y le dije que lo que había pasado no tenía importancia.<br />

—¡Eres increíble! —exclamó Claire con convicción.<br />

—Y anoche en el céili bailé con un chico que se llama Steve y es muy dulce.<br />

—¿Hacéis alguna cosa, aparte de ir a céilis? —preguntó Claire.<br />

—Ahora mismo tengo que hacer un trabajo —lloriqueó Georgia—. Tenemos que hacer un<br />

montón de cosas horribles.<br />

—Bien.<br />

Georgia se volvió a reír.<br />

—¿Y qué tal tú? ¿Qué estás haciendo?


—Bueno... —Claire dudó—. Creo que voy a salir.<br />

—¡Salir!<br />

—No te hagas la sorprendida —replicó Claire—. Yo salgo, ya lo sabes.<br />

—Pero no mucho —la contradijo Georgia—. ¿Adónde? ¿A casa de Eavan?<br />

—No —respondió Claire—. Se supone que he quedado con Paul Hanratty.<br />

—Tu compañero de tenis —hizo memoria Georgia—, ¿piernas delgadas, rodillas<br />

protuberantes?<br />

—¡Georgia Hudson! Paul no tiene las rodillas protuberantes.<br />

—Tú decías que las tenía —le recordó su hija—. Papá te preguntó qué veías en él y tú<br />

contestaste que sus rodillas seguro que no.<br />

—¿Cuándo dije yo eso? —preguntó Claire.<br />

—Una noche, la víspera de un partido; íbamos en el coche.<br />

—¿De verdad?<br />

—Sí —confirmó Georgia—; papá se rió. Y tú también.<br />

—No me acuerdo de eso.<br />

—Bueno, pues pasó.<br />

—Gracias por recordármelo —replicó Claire.<br />

—¿Así que por qué has quedado con él?<br />

—Acaba de volver de Australia —explicó—. Los del club quedaron para tomar algo y yo me<br />

lo perdí, así que he quedado hoy con él.<br />

—Dale un saludo de mi parte —dijo Georgia—, pero mejor no le menciones lo de las rodillas<br />

protuberantes.<br />

—No lo haré. —Claire se echó a reír—. Ojalá me acordara de lo que has contado.<br />

—Confía en mí —le aconsejó Georgia—. Y pásalo bien.<br />

—Lo haré —dijo Claire—. Ah, por cierto, ya he averiguado cómo funciona el programa de<br />

música del ordenador. Está bien, ¿verdad?<br />

—¡Ya era hora! —La voz de Georgia estaba cargada de sarcasmo—. Tienes el ordenador<br />

hace años, mamá. Me cuesta creer que no te hayas tomado antes la molestia de mirarlo.<br />

—A mi edad las cosas llevan más tiempo —se defendió Claire.<br />

Georgia resopló de risa, se despidió y colgó.<br />

Robyn O’Malley se acercó a ella justo cuando estaba guardándose el móvil en el bolsillo.<br />

—¿Qué tal? —preguntó—. ¿Con quién hablabas?<br />

—Con mi madre —respondió Georgia—. Sólo me aseguraba de que estaba bien, y le he<br />

contado lo de la tormenta.<br />

—Ella y tú os lleváis bien de verdad, ¿no?<br />

—No siempre —contestó Georgia—. Pero es fácil vivir con ella.<br />

Y tengo que estar en contacto para saber que está bien.<br />

—¿Sí?


—Claro. Está sola en casa, y sé que no era algo que precisamente le encantase. Estaba<br />

demasiado alegre cuando decía lo poco que le importaba, así supe que era mentira.<br />

—Estará bien —la tranquilizó Robyn.<br />

—Lo sé —suspiró Georgia—, pero no puedo evitar preocuparme por ella. Todavía echa<br />

tanto de menos a mi padre...<br />

—Pero han pasado siglos desde el accidente —comentó Robyn.<br />

—Lo sé —dijo Georgia—, pero mi madre sigue como si hubiera sido ayer. Intenta fingir que<br />

no es así y que no le echa de menos, pero claro que le echa de menos.<br />

—¿Y tú? —preguntó Robyn con curiosidad.<br />

—Yo también —contestó Georgia—. Era muy divertido.<br />

—¿Crees que tu madre volverá a casarse?<br />

Georgia pensó detenidamente en la pregunta de Robyn. Se mordió el labio inferior mientras<br />

continuaba observando los rayos iluminar el cielo gris plomo.<br />

—¿Georgey? —La voz de Robyn reflejaba su nerviosismo—. ¿Estás bien?<br />

Georgia volvió sus ojos color caramelo con destellos ámbar hacia su amiga y sonrió<br />

levemente.<br />

—¿Estás preocupada por mí? —preguntó Georgia.<br />

Robyn parecía arrepentida.<br />

—No —contestó—. Bueno, supongo que un poco —añadió.<br />

—No voy a dejar de hablar otra vez —la tranquilizó Georgia—. De verdad que no.<br />

—Es sólo... —Robyn se encogió de hombros.<br />

—Aquello fue por el shock —le explicó Georgia—. Sucede. Lo dijeron en el hospital. —Le<br />

hizo una mueca a su amiga—. Ya sé que fue raro para todo el mundo. También para mí lo fue.<br />

—Pero ¿querías hablar? —Robyn la observaba con curiosidad. Por un acuerdo tácito,<br />

nunca antes habían tocado el tema de la etapa de silencio de Georgia. Pero en ese momento,<br />

Robyn pensó que su amiga podía estar preparada para comentarlo.<br />

—No lo sé —respondió Georgia—. Parte de mí quería, pero otra parte de mí, en mi interior,<br />

bueno, parecía que hacerlo no tuviera sentido. No había nada que quisiera decir.<br />

—¿Ni siquiera a tu madre? —preguntó Robyn.<br />

—Ya sé que es extraño —dijo Georgia—, pero no podía.<br />

—Ella estaba preocupada —le explicó Robyn—. Tocios lo estábamos. Todo el mundo decía<br />

que no tenías ningún daño físico, pero sé que en el fondo pensaban que tal vez no era así.<br />

—Como si esto no fuera bastante. —Georgia levantó su mano amputada.<br />

—¡Oh, Georgey! Lo siento.<br />

—No pasa nada —la tranquilizó su amiga—. De verdad que no. Yo ya he superado lo de<br />

hablar, pero parece que todo el mundo se aterroriza cada vez que no contesto al instante.<br />

Robyn parecía avergonzada.<br />

—No debería haberte preguntado eso de tu madre. No es asunto mío.<br />

—Tranquila —dijo Georgia—. Es sólo que no se me había ocurrido nunca. Por lo menos, no<br />

en serio. —Se frotó el borde de la mano y volvió a mirar a Robyn—. Le tomé un poco el pelo<br />

antes de que viniéramos aquí, ¿sabes? Le dije que no se fuera de discotecas donde quizá


conociera a hombres poco apropiados, pero era una broma, Robs. No estoy segura de que<br />

quiera que se case de nuevo.<br />

—¿Cómo te sentirías si lo hiciera? —preguntó Robyn.<br />

—¿Cómo te sentiste tú cuando tu madre se volvió a casar?<br />

—Aquello fue diferente —contestó Robyn—. Ella está divorciada. Y Mike es bastante guay.<br />

Me cae bien.<br />

—Así que supongo que depende del hombre —comentó Georgia—. Pero para ser sincera,<br />

no me imagino a nadie a la altura de mi padre. No para mi madre. Ella estaba loca por él.<br />

Estaban enamorados desde que eran niños. —Hizo una mueca—. Siempre he dicho que era un<br />

poco de mal gusto, pero ellos no estaban de acuerdo. Eran la pareja más acaramelada que he<br />

visto.<br />

Robyn asintió con la cabeza.<br />

—Supongo que es distinto —concedió—. Ya sabes que mi padre era de lo más<br />

desagradable. Cualquiera hubiera sido mejor que él para mi madre. Pero tu padre...<br />

—Lo sé. —Georgia volvió a morderse el labio—. Él estaba bien.<br />

Robyn volvió a asentir.<br />

—Tu padre era una buena persona, no como el desagradable de Pete.<br />

—Por eso creo que será realmente difícil para mi madre encontrar a otra persona. Además,<br />

Robs, es demasiado mayor como para conocer hombres.<br />

—Sin embargo sería bueno que conociera a alguien, ¿no?<br />

—Sí, entonces dejaría de mirarme todo el rato como si fuera una delicada figurita de<br />

porcelana —concedió Georgia.<br />

—Siempre hay esperanza —prosiguió Robyn—. ¿Te acuerdas de cuando mi tía Kathy se<br />

casó? Tenía cuarenta años. ¡Cuarenta! Cualquiera hubiera pensado que ya se habría rendido,<br />

¿verdad?<br />

Georgia asintió.<br />

—Así que supongo que nunca se sabe.<br />

—Pero él tendría que ser un hombre adecuado para ella —dijo Georgia pensativa—. Le<br />

tienen que gustar los perros. Y los deportes. Ella ve mucho deporte en televisión, aunque ya no<br />

practica ninguno.<br />

—Deberías hacer una lista con los requisitos —le sugirió Robyn—. Así tu madre sabría lo<br />

que piensas.<br />

—Pero, Robs, eso sería por si hubiese alguien. Y no lo hay.<br />

—Prepárate para la posibilidad, por remota que sea —le aconsejó Robyn muy seria—. Tal<br />

vez alguien increíblemente rico —continuó—, que intentará comprar tu cariño.<br />

—Alguien que tuviera además un hijo atractivo —sonrió Georgia. —Desde luego —rió Robyn<br />

—. Y con otro hermano para mí. —Le dio un empujón en broma a su amiga. Georgia se lo<br />

devolvió.<br />

Y las dos se echaron a reír como las niñas que ya no creían ser.<br />

Más tarde, aquel mismo día, cuando se suponía que estaban escribiendo un trabajo sobre


la persona a la que más admiraban, Georgia sacó su diario de su bolso vaquero. Buscó una<br />

página en blanco y pensó unos instantes antes de comenzar a escribir.<br />

REQUISITOS PARA EL NOVIO DE MAMÁ:<br />

1. Medianamente atractivo (nada de barba/pelo largo/el pecho no demasiado<br />

peludo).<br />

2. Limpio (especialmente las uñas y las orejas).<br />

3. No condescendiente (nada de suspiros cuando yo digo algo).<br />

Asintió al releer los tres primeros puntos. «Un buen comienzo», pensó. Después siguió<br />

escribiendo.


CAPÍTULO 15<br />

Pernettya (chumbera): gran cantidad de flores a principios de<br />

verano que después se convierten en frutos rosas o blancos.<br />

Arbusto espinoso, de crecimiento lento.<br />

CONTINUÓ LLOVIENDO A CÁNTAROS hasta bien entrada la tarde y Claire, que cada vez<br />

estaba más convencida de que su cita con Paul terminaría anulada a causa del mal tiempo,<br />

finalmente le llamó para asegurarse de si él todavía quería verla.<br />

—¿Y por qué no? —preguntó él sorprendido.<br />

—Llueve tanto —respondió Claire—. He pensado que tal vez era demasiado inconveniente.<br />

—Si hubiéramos planeado un picnic puede —dijo él—, pero vamos a un bar. Es un espacio<br />

cerrado. Está seco. ¿Cuál es el problema?<br />

—Ninguno —contestó apresuradamente—. Por mí todo bien. Te veo allí.<br />

Apagó el ordenador, se aseguró de que el plato de Phydough estaba lleno de pienso y su<br />

bol con agua, y subió a cambiarse de ropa. Se puso unos vaqueros cómodos y una camiseta<br />

de manga larga. Hasta que estuvo delante del espejo, aplicándose el maquillaje, no pensó que<br />

unos vaqueros y una camiseta no darían la impresión de que se hubiese esforzado demasiado.<br />

Se quedó un momento indecisa. La cuestión era, pensó, que se trataba de Paul. Él estaba tan<br />

acostumbrado a verla con una camiseta sudada y pantalones de chándal, que con cualquier<br />

cosa que se pusiera a él le parecería que iba arreglada. Además, no podía arreglarse para él.<br />

Se sentiría ridícula. Se pintó los labios y decidió no ponerse el rímel habitado por las bacterias,<br />

a pesar de que sabía que aplicarse color en las pestañas hacía que sus ojos parecieran más<br />

grandes y claros.<br />

Su chaqueta gris marengo estaba en el perchero de la entrada. Antes de ponérsela, quitó<br />

algunos pelos que Phydough le dejaba cada vez que salían a pasear. Era bastante fácil ver los<br />

blancos, pero los grises eran casi del mismo color del tejido. Sabía que seguiría quitándoselos<br />

durante todo el trayecto hasta el bar. Finalmente, rebuscó debajo de la escalera a la caza de<br />

un paraguas y encontró uno rojo plegable que tenía una varilla rota. Recordó la última vez que<br />

lo había usado: unos meses antes, volviendo de la estación. Pd vendaval lo había vuelto del<br />

revés más de una vez y lo había dejado en su estado actual. Claire había jurado comprar otro,<br />

pero se olvidó al instante.<br />

—Tendrá que servir —se dijo entre dientes mientras salía de casa—. Lo importante es que<br />

me mantenga seca.<br />

El intenso repicar de la lluvia se convirtió en un suave siseo mientras ella bajaba la calle<br />

camino de la parada del autobús, deteniéndose a cada rato para quitar más pelos de perro de<br />

su chaqueta. Parecía como si el verano irlandés hubiera llegado y se hubiera marchado en el<br />

plazo de diez días. El país había vuelto ya a su patrón anterior al flirteo con el clima<br />

mediterráneo.<br />

Claire estuvo esperando en la parada durante cinco minutos antes de que el autobús llegara<br />

y le salpicara los pies con el charco que se había formado junto al bordillo. Se alegró de<br />

haberse puesto los botines, aunque no eran a prueba de agua; empezaba a notar la humedad


en los dedos de los pies.<br />

Mientras buscaba un asiento, se dio cuenta de que, en general, los pasajeros eran jóvenes.<br />

Las chicas iban arregladas, mientras que los chicos lucían cuidados andrajos de diseñador y<br />

una pose artificial de naturalidad; pero a ella no la engañaban. ¡Todos iban de ligue! Se<br />

preguntó cuáles serían las probabilidades de que alguno de ellos encontrara a su pareja ideal<br />

esa noche. Aunque si todos iban a bares y discotecas ya se imaginaba que pocas. No sabía<br />

cuál era el punto de encuentro de moda (debería averiguarlo, pensó, sería importante saberlo<br />

por el bien de Georgia), pero estaba casi segura de que la mayoría de la gente no se<br />

encontraba con su futura mujer o marido en un bar, y mucho menos en una discoteca. El<br />

artículo «Cómo conocer a hombres extraordinarios en lugares normales» no había mencionado<br />

ninguno de esos dos sitios como lugares de caza útiles.<br />

Caminó quince minutos desde la parada hasta el Thomas Read’s, pero aun así llegó<br />

temprano. Plegó su paraguas desvencijado y abrió la puerta del bar, sorprendida al comprobar<br />

que no estaba lleno de gente, como ella esperaba. Según las noticias que leía sobre Dublín,<br />

parecía que en la ciudad hubiese una masa importante saliendo en cuanto podían. Cualquiera<br />

que se quedara en casa era un triste perdedor en una ciudad vibrante. Se sentó a la mesa que<br />

quedaba delante de la ventana y después le pidió una copa de vino blanco al camarero de la<br />

barra.<br />

«Así que —se dijo a sí misma—, aquí estoy. Finalmente he salido a una cita, como todo el<br />

mundo quería, y no ha sido tan horriblemente difícil. En realidad todo tiene que ver con cómo te<br />

lo planteas. No importa que Paul y yo tomáramos algo en el club a menudo cuando Bill y yo<br />

estábamos casados. Sigue siendo más o menos una cita.» Dejó la vista perdida en el infinito y<br />

se preguntó si Paul pensaría en ella como en una cita, o como en una vieja amiga. Esperaba<br />

que fuera lo segundo. Habían sido las expectativas de los demás las que habían hecho que<br />

viera el tomar algo con Paul como una cita. Ser una mujer soltera y disponible (no importaba lo<br />

poco disponible que ella se sintiera) lo cambiaba todo. La forma de pensar de la gente<br />

respecto a ella también estaba cambiando y cómo pensaba Claire en relación con ellos.<br />

Aunque ella no quería cambiar, y menos con respecto a la gente a quienes consideraba<br />

amigos. Trató de recordarse a sí misma que sólo estaba allí para aprender y poder aconsejar<br />

a Georgia, pero de repente le pareció una razón estúpida para estar en un bar del centro,<br />

rodeada de gente más joven y atractiva, con prioridades completamente diferentes.<br />

La puerta del local se abrió y Paul entró. Claire observó que su aspecto era tan<br />

estudiadadamente casual como el de los chicos del autobús. «Ha hecho un esfuerzo por mí.—<br />

se dio cuenta sorprendida—. Y está muy guapo. El bronceado le sienta bien.» Su corazón se<br />

aceleró y de repente se sintió muy nerviosa.<br />

Le hizo señas con la mano y él se reunió con ella, disculpándose por llegar tarde.<br />

—No pasa nada —le dijo—, estaba aquí sentada, mirando a la gente.<br />

Paul le sonrió y pidió una bebida. Hubo un instante de silencio que estaba comenzando a<br />

hacerse largo, cuando él le preguntó de sopetón si volvería a apuntarse al club Smash and<br />

Grab cuando volviera a empezar la temporada de bádminton, en septiembre.<br />

—¿Te acuerdas de cuando ganamos los torneos de tenis y bádminton? —preguntó—.<br />

Apuesto a que podemos volver a hacerlo una vez más.<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—Ahora no tengo la suficiente movilidad.


—Estoy seguro de que podrías recuperarla si te concentraras en ello —opinó él.<br />

—No es mi cabeza, es mi cuerpo —explicó Claire—. Si alguna vez vuelvo a jugar, tendré<br />

que moverme con cuidado, y me llevará siglos. Es una posibilidad remota de la que no merece<br />

la pena hablar. Cuéntame cosas sobre tu año sabático. Estoy segura de que es mucho más<br />

interesante.<br />

Paul se encogió ligeramente de hombros, pero se lanzó a describir su año de viaje, mientras<br />

la atención de Claire iba y venía a las personas y lugares de los que le hablaba. A pesar de<br />

que le había dicho a Paul que no quería hablar del club Smash and Grab, estar con él le traía<br />

recuerdos de aquel sitio a la mente. Ganar y perder partidos, ir a entrenar, tomar algo<br />

después. A veces, Bill y Georgia iban a verla jugar; gritaban para animarla, lo celebraban con<br />

ella si ganaba y la acompañaban en su decepción cuando perdía. Todo era notablemente<br />

social, recordó. Claire intentó convencer a Bill de que se aficionara a algún deporte de raqueta,<br />

pero él estaba muy satisfecho con correr o haciendo remo en el gimnasio, y afirmaba que no<br />

era lo bastante competitivo como para querer jugar a nada con el fin de ganar. Claire se había<br />

reído de él y le había dicho que ganar era fantástico, pero que, sin duda, lo mejor era<br />

participar. Entonces fue Bill quien se rió, la besó y le dijo que sabía lo mucho que ella odiaba<br />

perder. La entendía tan bien, pensó Claire. Era la única persona que la comprendía<br />

completamente. La mayoría de la gente sólo veía algunas de las partes que conformaban la<br />

totalidad de la persona. Bill lo había visto todo de ella.<br />

Suspiró profundamente.<br />

—¿Te estoy aburriendo? —Paul levantó una ceja con curiosidad.<br />

—Claro que no —replicó ella rápidamente, volviendo a centrar toda su atención en la historia<br />

que él le estaba contando sobre alguien que se había encontrado una>araña en la tienda<br />

cuando estaban acampando—. Lo siento. Sólo estaba pensando que sería absolutamente<br />

horrible encontrar una araña así.<br />

—Estaba hablando de la serpiente en el embarcadero —aclaró Paul.<br />

—Ah, sí, lo siento —repitió Claire, dándose cuenta de que Paul había seguido adelante y<br />

avergonzada de que la hubiera pillado distraída—. Quería decir serpiente.<br />

Volvió a suspirar. «Soy una imbécil —pensó—. Paul ha sido realmente amable al invitarme a<br />

salir, y lo único que yo estoy haciendo es pensar en Bill. Que no es precisamente lo que<br />

debería hacer.» Se mordió el labio. Salir con Paul había sido un error. Estaba mal por su parte<br />

utilizarle, por importante que pensara que fuera recabar información por el bien de Georgia.<br />

Comenzó a sentirse culpable.<br />

—¿Estás bien, Claire? —Paul la miró desconcertado.<br />

—Sí —afirmó ella enérgicamente, y se tomó un buen trago de vino—. Supongo que hablar<br />

contigo me ha hecho recordar otras cosas...<br />

En esa ocasión su mirada era comprensiva.<br />

—Apenas nos hemos visto desde el accidente de Bill —le dijo con delicadeza—. Estoy<br />

seguro de que ha sido horrible.<br />

—Oh, ya estoy mejor —le explicó—. Lo que es horrible es que todo el mundo sigue<br />

diciéndome lo horrible que es.<br />

—Lo siento.<br />

—No lo decía por ti —replicó rápidamente—. Tú lo has hecho muy bien.


—No sabía si mencionarlo o no.<br />

—No te preocupes —lo tranquilizó ella—. Estoy cansada de que la gente se compadezca de<br />

mí e intenten ser cautelosos con mis sentimientos.<br />

—Supongo que yo también soy un poco susceptible respecto a mis cosas —reconoció—.<br />

Habrás oído que Bryony y yo rompimos...<br />

—Eavan me lo comentó.<br />

—Se estaba acostando con mi mejor amigo. —Paul no pudo ocultar la amargura de su voz.<br />

—¡No! —Claire estaba horrorizada—. No lo sabía.<br />

Paul asintió con la cabeza.<br />

—No es algo de lo que presumir precisamente —le explicó.<br />

Ella asintió.<br />

—Así que te comprendo cuando dices que no quieres compasión —añadió—. Sé que lo que<br />

pasó entre Bry y yo fue completamente diferente, pero uno tiende a tener la sensación de que<br />

la gente te mira y habla sobre ti, y se compadece...<br />

—Sí —convino ella.<br />

Él miró su copa casi vacía y pidió otra ronda.<br />

—Sin embargo, ya lo he superado —dijo después de que el camarero les sirviera.<br />

—¿Has conocido a alguien en Oz? —preguntó ella.<br />

Súbitamente, y para el espanto de Claire, Paul comenzó a llorar. Ella miró a su alrededor<br />

avergonzada. No estaba segura de lo que se suponía que tenía que hacer.<br />

—¿Paul? —Lo miró nerviosa.<br />

—Conocí a un par de mujeres y me acosté con ellas, pero no significó nada. Te he mentido,<br />

no he superado lo de Bryony en absoluto.<br />

Claire tragó saliva.<br />

—Y aquí estoy, con falsas intenciones, porque siempre me has gustado y todo eso, pero no<br />

quiero conocer a nadie todavía, y si quisiera, para ser honesto, Claire..., tú y Bill..., tampoco<br />

sería capaz de lidiar con eso.<br />

Claire no sabía qué decir. Al final le rodeó los hombros tentativamente con el brazo y le dijo<br />

que lo entendía a la perfección.<br />

—Pero me odiarás por haberte sacado de tu casa en una noche de mierda como ésta.<br />

Apostaría lo que fuera a que Eavan te ha obligado a salir conmigo porque puede que yo le<br />

haya dado la impresión de que me gustas. Y me gustas un poco, Claire, bueno, siempre me<br />

has gustado... pero todavía no estoy preparado.<br />

—¿Sabes?, Paul, eso.., eso está bien. —Claire esperaba que no se le notara en la voz el<br />

alivio que sentía al saber que Paul no estaba interesado en ella de verdad—. Tú también me<br />

gustabas un poco.<br />

Y tienes razón sobre Bill y yo. Sin lugar a dudas, yo tampoco estoy preparada. Pero para<br />

que lo sepas, no he hablado con Eavan sobre ti. —Cruzó los dedos.<br />

—Nunca creí que me deprimiría por una maldita mujer. —Paul sacó un pañuelo del bolsillo y<br />

se sonó la nariz.<br />

—Lo superarás. —Claire se oyó a sí misma decir las palabras que la gente le había dicho<br />

tantas veces antes y que nunca se había creído del todo.


—Claro que lo haré, pero pensaba que lo nuestro era para siempre. Me cuesta creer que<br />

me equivocara tanto.<br />

Claire se exprimió el cerebro en busca de alguna palabra de apoyo, pero no se le ocurría<br />

nada que no sonara tan a tópico trillado como haberle dicho que superaría lo de Bryony. Así<br />

que se quedó sentada en silencio mientras él se sonaba.<br />

—Agradezco mucho que me escuches —dijo Paul—. Todo el día he estado esperando que<br />

llegara este momento porque sabía que tú me escucharías. No se lo podía decir a nadie en el<br />

club. Dirían lo de que hay muchos peces en el mar, pero la cuestión es que tú creías que<br />

habías pescado el tuyo, ¿entiendes a lo que me refiero?<br />

Él la miró suplicante y Claire le apretó el hombro. No sé podía ni imaginar lo terrible que<br />

debía de ser descubrir que la persona que querías te ha traicionado. Si Bill la hubiera<br />

engañado... exhaló lentamente. No era capaz ni de contemplar esa posibilidad.<br />

—No se lo contarás a nadie, ¿verdad? —Paul parecía nervioso.<br />

—¿Contarles qué?<br />

—Esto. Lo de que estoy deprimido. Tú lo sabes, no soy el tipo de hombre que se deprime.<br />

Todo el mundo cree que supero las cosas muy rápido, pero no es verdad.<br />

—No diré ni una palabra —le prometió. Retiró el brazo y le sonrió.<br />

—Gracias.<br />

Era raro ser la persona que consolaba en lugar de a la que consolaban los demás. Y<br />

aunque Paul había dicho que no quería la compasión de la gente, no podía evitar querer<br />

confortarle.<br />

—¿Algún consejo? —le preguntó él finalmente.<br />

—Paul, ¡soy la peor persona del mundo para aconsejarte! —exclamó Claire—. Todos opinan<br />

que he sido una reclusa sin remedio desde que Bill murió. Estoy fuera de onda respecto a lo<br />

que pasa en el mundo y... —Cayó repentinamente en la cuenta y le sonrió—. Somos un par de<br />

casos perdidos.<br />

—Se van a casar, ¿sabes? Bryony y Keith. No sólo he perdido a mi novia, también he<br />

perdido a mi mejor amigo.<br />

—Oh, Paul. —Alargó la mano y estrechó la de él—. Lo siento tanto.<br />

Paul apretó a su vez la mano de ella y dejó la mirada perdida. Claire no sabía qué decir, así<br />

que permanecieron sentados en silencio hasta que él tomó aire, le soltó la mano y luego se<br />

bebió su consumición rápidamente. Pidió otra ronda antes de que Claire tuviera tiempo de<br />

oponerse.<br />

—Mmm..., sobre eso de que me gustas. —La miró con curiosidad y Claire sintió cómo su<br />

corazón palpitaba con nerviosismo en su pecho.<br />

—¿Sí? —preguntó con cautela.<br />

—No me refería a que me gustaras y quisiera hacer algo. Me refería a que eras atractiva.<br />

Claire sonrió débilmente.<br />

—Todavía lo eres —añadió rápidamente—. Estoy seguro de que no tendrías ningún<br />

problema para encontrar a un hombre.<br />

—Cuando te he dicho que no estaba preparada lo decía en serio —le aclaró Claire—.<br />

Además, me hace mucho más feliz tener amigos. No necesito complicaciones. Pero gracias


por decir que me consideras atractiva. Como te he dicho antes, yo siempre pensé que tú no<br />

estabas mal. Y... —lo miró con culpabilidad—, bueno, supongo que he venido para ver cómo<br />

sería, pero... bueno...<br />

—Tranquila —dijo él—. Es una situación contradictoria para mí también.<br />

Se acabaron sus copas y ella consultó su reloj.<br />

—Quieres irte —confirmó Paul—. Te he molestado ya mucho con mi autocompasión y<br />

siendo un amargado y un retorcido.<br />

—No eres un amargado ni un retorcido —lo contradijo Claire con suavidad—. Eres mi<br />

amigo.<br />

Paul la rodeó con los brazos y la besó con mucha delicadeza en los labios. Ella se apartó<br />

con los ojos muy abiertos. No esperaba aquello, y mucho menos después de todo lo que se<br />

habían dicho. Paul Hanratty la había besado muchas veces, pero siempre después de un<br />

partido y a modo de felicitación. Aquello era diferente. Era un hombre besándola. Un hombre<br />

que no era Bill. Y no importaba lo natural que hubiera sido el beso, o lo mucho que él había<br />

hablado sobre no estar preparado; la había besado.<br />

—Lo siento. —Había un destello de dolor en los ojos de Paul—. No pretendía...<br />

—No —dijo Claire rápidamente—. Lo siento. Nadie ha... yo no he...<br />

Paul la miró con curiosidad.<br />

—¿No lo echas de menos?<br />

—¿El qué?<br />

—Alguien que te bese. Alguien con quien acostarte.<br />

Claire negó con la cabeza.<br />

—No.<br />

—¿Nunca lo harás?<br />

—Para ser sincera, no lo creo.<br />

—No querrás hacer un pacto, ¿verdad?<br />

—¿Qué tipo de pacto?<br />

—Ya sabes, podemos ser el plan B el uno del otro. Si no hemos encontrado a nadie en<br />

cinco años, nos casamos.<br />

Claire se echó a reír.<br />

—Yo no necesito un plan B. Soy feliz.<br />

—Te envidio —dijo él.<br />

Claire lo miró con curiosidad.<br />

—Has pasado tu mala época, Claire. Sé que ha sido realmente terrible, pero has llegado al<br />

otro lado, y estás bien.<br />

—Mucha gente no lo cree —replicó ella.<br />

—Pues mucha gente se equivoca.<br />

—Siempre dices las cosas más dulces. —Esa vez fue ella quien lo besó, pero fue un beso<br />

platónico, en la mejilla.<br />

—Venga —dijo—. Vámonos.<br />

Él miró la hora.


—Sólo son las diez y media —se resistió él.<br />

—Sí, pero no quiero perder el último autobús.<br />

—¿¡Quieres coger un autobús!? —Parecía horrorizado—. Coge un taxi.<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—Nunca hago eso.<br />

—¿Qué?<br />

—No cojo taxis.<br />

—¿Por qué no?<br />

—Porque no me gustan los coches —cortó secamente.<br />

—Ah —cayó él en la cuenta. Eavan le había contado que, desde el accidente de Bill, Claire<br />

había desarrollado fobias, y la había dicho que no le gustaban los coches, pero Paul no se<br />

había percatado de hasta dónde llegaba el asunto.<br />

—Pues te acompaño hasta la parada —le propuso.<br />

—Como quieras. Pero está bastante apartada de tu camino, ¿no?<br />

—Luego cogeré un taxi hasta casa —dijo él—. A mí sí me gustan los coches.<br />

Todavía chispeaba mientras caminaban por la calle Dame y subían por la calle<br />

Westmoreland. Paul cogió el paraguas medio roto de Claire y lo sujetó sobre los dos, lo que<br />

suponía que ella tenía que agarrarse de su brazo. En cuanto llegaron a la parada, llegó el 44A.<br />

—Qué coordinación —comentó Claire.<br />

—¿Estás segura de que no prefieres coger un taxi conmigo? —preguntó Paul—. No<br />

permitiré que te pase nada malo.<br />

—El autobús es igual de rápido —respondió ella.<br />

—Está bien. —Hizo una mueca—. No sé cuánto tiempo hace desde la última vez que<br />

acompañé a una chica a la parada.<br />

—A mí nunca me habían acompañado a la parada del autobús —confesó ella.<br />

—No podía tener más de catorce o quince años —le explicó—; prefiero pensar que he<br />

dejado esa parte de mi vida atrás.<br />

Claire sonrió, cogió su paraguas y lo cerró.<br />

—Buenas noches, Paul —dijo—. Y gracias por esta noche.<br />

—Gracias a ti —replicó él—. Y si alguna vez necesitas un hombre para hablar, ya sabes,<br />

tienes mi número.<br />

—Claro.<br />

—Así que, buenas noches. —Esa vez no la besó en los labios, pero le dio un beso fugaz en<br />

la mejilla.<br />

—Buenas noches —contestó ella—. Y gracias de nuevo.<br />

—Me ha gustado mucho verte. No lo olvides, llámame si me necesitas.<br />

—Lo haré.<br />

Claire avanzó por el pasillo del autobús y se sentó. La lluvia que seguía cayendo se<br />

deslizaba por las ventanas, distorsionando su visión, pero vio a Paul despedirse con un gesto,<br />

antes de meter las manos en los bolsillos y alejarse calle abajo. Ella se recostó en el asiento.<br />

No había sido la cita que esperaba, pero había merecido la pena.


Más tarde aquella noche, Claire cogió su libreta de espiral de la estantería de su despacho<br />

y la abrió por la página en la que había estado escribiendo el día anterior.<br />

6. Los hombres también tienen sentimientos.<br />

Mordió el bolígrafo. No era que no supiera que los hombres tenían sentimientos. Ella misma<br />

había visto a Bill llorar por la enfermedad terminal de un paciente de cuatro años. Lo había<br />

visto furioso por los recortes del presupuesto para sanidad. Había visto la alegría en sus ojos<br />

la primera vez que acunó a Georgia recién nacida. Por supuesto que los hombres tenían<br />

sentimientos. Pero en el mundo de las citas se instaba a las mujeres a olvidarlo. Pensó en los<br />

artículos de las revistas, que siempre enumeraban maneras de conseguir un hombre como si<br />

éste no fuera más que una mascota para llevarse a casa y educarla. Pensó en los artículos<br />

que les decían a las mujeres cómo vestir, cómo comportarse, cómo hacer que los hombres se<br />

enamoraran de ellas. Pensó en la ex novia de Paul, Bryony, y se preguntó por qué lo habría<br />

engañado con Keith Carty, y cómo se habría sentido Bryony si Paul la hubiera engañado con<br />

su mejor amiga. Pero Bryony no quería de verdad a Paul, reflexionó Claire, así que no tenía<br />

ningún sentido pensar en ello. Aquel pensamiento la golpeó con sorprendente claridad. Ella<br />

estaba planeando salir con hombres y fingir que estaba interesada en ellos, ¿era eso justo?<br />

7. No tiene sentido fingir.<br />

«Bueno, qué demonios —pensó—. No hay forma de que me enamore de ninguno, pero tal<br />

vez pueda tener amigos. No hay ninguna regla que diga que no puedo tener amigos aunque no<br />

quiera amantes.» Se tocó los labios, donde Paul la había besado. A pesar de que ella no había<br />

querido ese beso, el tacto de sus labios le había supuesto un flujo de sensaciones. Cerró los<br />

ojos y se permitió recordar.<br />

Entonces volvió a abrirlos, se acercó el cuaderno y escribió un nuevo punto.<br />

8. Un beso sólo es un beso.


CAPÍTULO 16<br />

Jasminum (jazmín): flores blancas o amarillas de tallos<br />

delicados que necesitan apoyo o un lugar por el que trepar.<br />

LO QUE RESTABA DE LA TORMENTA estalló aquella noche. Hacia la medianoche, el<br />

estruendo de los últimos truenos había terminado y el cielo estaba claro otra vez, mientras<br />

que, al amanecer, los charcos que se habían formado durante los dos días anteriores se<br />

secaban rápidamente con el sol que salía. Eileen Shanahan estaba sentada en su invernadero,<br />

disfrutando el sol de la mañana cuando sonó el timbre. Alan Bellew, el agente inmobiliario de<br />

Bellew & Purcell estaba en la puerta acompañado por una nueva pareja que deseaba ver la<br />

casa. Alan le sonrió a Eileen cuando ésta les dejó pasar, pero la sonrisa que ella le devolvió<br />

era desganada y estaba llena de resignación. Eileen sabía que los agentes estaban<br />

encantados con el interés que la gente mostraba por Ambleside, pero ella estaba comenzando<br />

a hartarse de tener gente merodeando por la casa, fisgoneando sin pudor en sus armarios y<br />

comentando si hacía falta una reforma radical o que no había un baño en el piso de abajo.<br />

Salió al jardín de atrás y se sentó en el banco que había junto al muro mientras el agente<br />

enseñaba la casa. Naturalmente, lo ideal hubiera sido que ella no estuviera, pero se trataba de<br />

una visita no programada, y Alan la había llamado sólo unos minutos antes para cerciorarse de<br />

que no había problema. Eileen había accedido con la condición de que no tuviera que<br />

marcharse de la casa. Si tuviera un trabajo, pensó, o cualquier otra cosa que hacer durante el<br />

día. Nunca le había preocupado antes, pero ahora había empezado a estar inquieta; en casa<br />

se sentía tan atrapada como lo había estado en su matrimonio. Estaba contenta de que la<br />

ruptura de su matrimonio por fin hubiera salido a la luz. Había sido ridículo mantener en secreto<br />

el verdadero estado de la relación durante tanto tiempo. Por lo menos ante Claire, no para los<br />

vecinos más avispados, que hacía mucho que se habían dado cuenta de que los Shanahan<br />

llevaban vidas separadas, aunque nadie lo había comentado en voz alta. Pero Claire... Eileen<br />

negó con la cabeza. Claire había estado tan absorbida por su propia vida y su familia que<br />

nunca había sido consciente de los demás.<br />

Suspiró al pensar en ella, pero una ligera esperanza aleteó en su corazón. A pesar de que<br />

pensaba que su hija estaba más consumida que nunca (y eso a pesar del débil bronceado) la<br />

última vez que había ido a visitarla, también había detectado que había recuperado cierto<br />

vigor. Era evidente que las noticias de la separación y consiguiente divorcio la habían<br />

entristecido, pero había reaccionado ante la idea de que Eileen fuera a vivir sola y, aunque<br />

ésta no se trasladaría a la ciudad ni por todo el oro del mundo, secretamente se había<br />

alegrado de que Claire se preocupara lo bastante por ella como para sugerirle que debía<br />

mudarse a Dublín para así estar más cerca. «Quiero que: las cosas le vuelvan a salir bien —<br />

pensó melancólicamente—. De verdad lo deseo. Mi única hija ha vivido una vida tan afortunada<br />

que, hasta el accidente, no había tenido que preocuparse de nada. No me gusta que ahora no<br />

haga más que preocuparse.»<br />

Levantó la vista cuando los posibles compradores salieron al jardín seguidos por Alan. Le<br />

agradaba que fuera él el agente que mostraba la casa a la gente. Era mucho mayor que otro<br />

tipo que enviaban a veces, y Eileen sentía que él la entendía mejor. Además (y se sorprendió a


sí misma al pensar eso de repente), Alan Bellew era atractivo al estilo de antaño. Tenía una<br />

buena mata de pelo grisáceo en la que no había señales de calvicie, un rostro curtido pero<br />

amable, y llevaba trajes impecables y camisas con gemelos. Eileen no lo encontraba atractivo<br />

en el sentido sexual. (De hecho, tenía la sensación de que los hombres no le habían vuelto a<br />

parecer atractivos sexualmente después de Con. Estaba muy bien leer en las revistas que se<br />

podía estar interesada en el sexo hasta los sesenta, pero ella no había vuelto a estarlo desde<br />

que Claire nació.) No obstante, le gustaban los modales de Alan y su educación de caballero.<br />

Le agradaba que no presionara a los posibles compradores; se limitaba a dejarlos deambular y<br />

que captaran la sensación que les transmitía la casa. El otro agente era más agresivo, trataba<br />

de llamar la atención sobre el tamaño de las habitaciones («No encontrarán estas dimensiones<br />

en ninguna casa de nueva construcción»); las potenciales ampliaciones («Podrían convertirla en<br />

una vivienda verdaderamente magnífica»); o la disposición de plantas en el jardín («Un entorno<br />

al aire libre increíble»). Alan, como mucho, les decía que era una maravillosa casa con jardín, y<br />

los dejaba a su aire.<br />

Se encaminó hacia donde estaba ella mientras la pareja charlaba en el patio.<br />

—Ya han hecho una oferta —le dijo—. Con ésta, por el momento, ya tenemos cinco, Eileen.<br />

—¿Una oferta más alta que la última? —preguntó ella.<br />

—Dos mil más —le confirmó—. Hay mucho interés.<br />

—¿Me estás diciendo que debería seguir tu consejo y subastarla?<br />

Alan le sonrió.<br />

—Es tu decisión.<br />

Ella asintió.<br />

—Lo sé. No por qué odio tanto la idea de la subasta. Supongo que sólo me viene a la<br />

cabeza la imagen de esos postores sin escrúpulos. Ya sé que es estúpido, pero me gusta<br />

pensar que aquí vivirá gente agradable.<br />

—Todo el mundo que ve esta casa son buenas personas —le dijo con seriedad—. Todos<br />

valoran la propiedad y a todos les gustaría comprarla. Lo que sucede es que no pueden<br />

permitírselo.<br />

—Nunca lo hubiera pensado cuando nos mudamos —comentó Eileen con tristeza—. En<br />

aquella época era terriblemente vulgar. Todo el mundo tenía cuatro habitaciones y un jardín<br />

grande en la parte de atrás.<br />

—Los tiempos cambian —replicó Alan.<br />

—Eso es cierto. —Ella le sonrió—. Supongo que nunca había pensado que terminaría<br />

viviendo sola en un apartamento.<br />

—¿Estás preocupada por eso? —le preguntó él.<br />

—Dios, no —se rió Eileen—. Lo estoy deseando, Alan. He vivido toda mi vida con alguien<br />

que se limitaba a estorbar. Creo que ahora seré capaz de hacer mi vida. Para ser sincera,<br />

estoy impaciente.<br />

Claire también estaba en su jardín. La intensa lluvia había caído con fuerza sobre las flores,<br />

así que algunas tenían los tallos vencidos y los pétalos dañados. Caminó descalza sobre la<br />

hierba húmeda con las tijeras de podar en la mano. A pesar de que a Bill nunca le había


importado cortar flores (de hecho, le había explicado que, en muchos casos, eso estimulaba el<br />

crecimiento de más capullos), siempre se sentía mal al hacerlo. En una ocasión, había leído<br />

que las flores sentían dolor y lloraban al ser cortadas. Y, aunque no tenía la certeza de que<br />

eso fuera cierto, siempre sentía como si se quejasen. Pero no tenía sentido dejar las flores<br />

vencidas y maltrechas sobre la hierba para que las pisaran. Sería mucho mejor ponerlas en el<br />

jarrón de cristal de la cocina.<br />

Se arrodilló junto a los claveles rosas y comenzó a cortarlos con las tijeras de podar,<br />

intentando convencerse a sí misma de que no se estaban desangrando en sus manos. Las<br />

avispas habían salido del nido con fuerzas renovadas y, de repente, Claire recordó que no<br />

había avisado a nadie para lo del nido. Se estremeció al pensar en las miles de avispas que<br />

estaban de fiesta en su tejado y suspiró al pensar que era tan desorganizada que no había<br />

llamado a un centro de jardinería para que arreglaran el jardín ni a un exterminador para las<br />

avispas, aunque se había dicho a sí misma que ambas cosas eran urgentes.<br />

«¿Por qué no soy capaz de concentrarme como es debido? —se preguntó a sí misma—.<br />

Cuando Georgia está en casa estoy dos veces más ocupada, y aun así hago el doble de<br />

cosas. Tengo que hacer lo del nido. Y tengo que hablar con papá y decirle que me alegro de<br />

que haya encontrado una mujer a la que querer, y que espero que sea feliz.» Se puso de pie e<br />

hizo una mueca al sentir el vibrante dolor de la rodilla. «A causa de mi historia con Bill, me<br />

cuesta entender que hay relaciones fallidas —pensó con tristeza—. Y todavía me cuesta más<br />

en el caso concreto de la de mis padres. Pero la cuestión es que yo quiero que los dos sean<br />

felices. Es una pena ser infeliz.»<br />

Mientras llevaba las flores a la cocina, sonó el timbre. Las depositó en la mesa y fue hasta<br />

la entrada para abrir la puerta.<br />

Se encontró ante más flores; un ramo de rosas amarillas y lirios. Abrió los ojos como platos<br />

por la sorpresa. Y aún más cuando vio quién las llevaba.<br />

—¿Qué deseas? —preguntó.<br />

—¡Eres tú! —Nate Taylor la miró sorprendido—. La del perro. La que derriba personas. No<br />

sabía que vivías aquí.<br />

—No tenías por qué saberlo —dijo ella cortante—. Y tú también chocaste conmigo,<br />

¿sabes?<br />

Él abrió la boca como si fuera a discutir de nuevo con ella, sin embargo suspiró y no lo hizo.<br />

—¿Claire Hudson?<br />

Claire asintió.<br />

—Entonces son para ti.<br />

—¿Quién las envía?<br />

—No lo sé —contestó él irritado—. Sarah prepara los ramos y yo sólo los entrego. No<br />

pregunto quién las encarga o quién las recibe o por qué motivo ni por qué han elegido rosas en<br />

lugar de orquídeas. Las entrego y punto.<br />

Claire lo miró fijamente con la cabeza ladeada.<br />

—No entiendo por qué trabajas en un sector que implica trato con el cliente —comentó—.<br />

Odias a la gente, parece que odias las flores y eres la persona más maleducada que he<br />

conocido en mi vida.<br />

Nate volvió a abrir la boca para replicar, pero esa vez también la cerró sin decir nada. Se


quedó de pie delante de Claire, con una expresión de ironía en la cara. Después sonrió. Era<br />

una sonrisa genuina que transformó su aspecto severo e iluminó el extraño color de sus ojos.<br />

—Lo siento —dijo—. Tienes razón. Soy la persona más maleducada del universo y lo he<br />

sido especialmente contigo, por lo que te pido disculpas.<br />

Claire estaba desconcertada, por las palabras y por la sonrisa. Y también por el súbito tono<br />

de diversión en su voz. Lo observó dubitativa.<br />

—En serio. De verdad me quiero disculpar —insistió al ver su reticencia—. Sarah me leyó la<br />

cartilla el otro día, después de que te fueras de la tienda. Supongo que me pillaste en un mal<br />

día.<br />

—¿Y hoy era otro mal día?<br />

—Sí, últimamente he tenido unos cuantos —reconoció—. He dejado que algunas<br />

estupideces consuman lo mejor de mí, pero no debería pagarlo con los clientes, así que,<br />

sinceramente, siento mucho haberla tomado contigo. —La miró esperanzado y Claire no pudo<br />

evitar sonreír.<br />

—De acuerdo, acepto tus disculpas —dijo—. Todos tenemos nuestros días malos, y yo<br />

también puedo ser a veces una gruñona. Además, tú no tienes por qué saber quién demonios<br />

me ha enviado las flores.<br />

—Evidentemente, un admirador —dijo Nate—. Es un encargo bastante caro.<br />

—¿De veras?<br />

—Sí. —Él la miró—. ¿Quieres cogerlas o vas a rechazarlas?<br />

—Claro que no. —Cogió el ramo—. En este momento estoy un poco desbordada de flores.<br />

Hace unos minutos he cortado algunas del jardín.<br />

—O sobran o faltan —sentenció.<br />

—Bueno. —Claire sacó el sobre del ramo e intentó abrirlo con una mano.<br />

—Déjame —dijo Nate, que abrió el sobre por ella y leyó el mensaje en voz alta—. «Gracias<br />

por todo, Cenicienta. Lo digo en serio. Y no olvides que solías quedarte hasta pasada la<br />

medianoche. Con cariño, Paul.»<br />

Claire se puso roja.<br />

—Lo que yo decía, un admirador. —Nate le estaba sonriendo abiertamente.<br />

—En realidad, no —explicó ella avergonzada—. Es un viejo amigo.<br />

—Sí, claro. —Él se echó a reír mientras Claire volvía a poner la tarjeta en el ramo—.<br />

Entonces, ¿era éste el jardín que querías arreglar? —Nate señaló el césped de la entrada.<br />

—Se trata más bien del jardín de atrás —contestó ella. Dudó. Bueno, no pasaría nada si le<br />

pedía que le echara un vistazo, aunque, a pesar de sus disculpas y sus evidentes esfuerzos<br />

por ser agradable, Claire no estaba preparada para asumir automáticamente que él pudiera<br />

ser la persona adecuada para encargarse del jardín de Bill. Sin embargo, no le haría ningún<br />

daño dejárselo ver, y tal vez pudiera darle un presupuesto aproximado.<br />

—¿Quieres que le eche un vistazo? —preguntó volviéndose hacia ella.<br />

Asintió insegura.<br />

—Ven por aquí.<br />

Lo condujo hacia la cocina, donde dejó el extravagante ramo de Paul al lado de los claveles.<br />

Phydough, que estaba dormido en su cesta, se levantó y trotó hacia ellos. Se detuvo delante


de Nate y lo miró con curiosidad.<br />

—Es un perro precioso —comentó éste.<br />

—Dijiste que era un elefante —le recordó Claire.<br />

—¿Quieres más disculpas? —preguntó Nate.<br />

—No. Pero puedes pedirle perdón a mi perro.<br />

Él se echó a reír.<br />

—Perro, lo siento. —Y luego alborotó el pelaje de Phydough exactamente como al perro le<br />

gustaba, a continuación miró a Claire—. ¿Está bien así? ¿Soy una persona apta para ver tu<br />

jardín?<br />

Ella se encogió de hombros.<br />

—Supongo que sí. —Abrió la puerta trasera y ambos salieron al patio seguidos de<br />

Phydough.<br />

—Un buen jardín para una casa tan próxima a la ciudad —observó Nate.<br />

—Por eso elegimos la casa —le explicó Claire.<br />

—Lo entiendo. —Caminó por el césped húmedo y se paró bajo el primer manzano. Después<br />

valoró los setos descuidados, las flores marchitas y los parterres demasiado crecidos antes de<br />

mirar críticamente la mezcla de plantas en macetas de la zona del patio.<br />

—No he tenido tiempo de cuidarlas este año —explicó Claire avergonzada—. He estado<br />

muy ocupada.<br />

—¿Así que quieres arreglarlo, cortar el césped, podar los árboles, aunque eso debería<br />

hacerse más adelante, ese tipo de cosas?<br />

Ella asintió con la cabeza.<br />

—¿Quieres que te envíe un presupuesto?<br />

—Por qué no. Si te dedicas a ello...<br />

—Prefiero diseñar —comentó Nate—. Me gusta concebir los jardines desde el principio.<br />

Pero puedo hacer esto si quieres, no hay ningún problema. No es complicado.<br />

Pero ¿quería que él lo hiciera? —se preguntó Claire—. ¿Quería que lo hiciera alguien que<br />

no parecía tener en gran estima la disposición y las plantas en las que Bill había invertido tanto<br />

tiempo y esfuerzo? ¿Alguien, que a pesar de su amabilidad actual, podía seguir siendo un viejo<br />

cascarrabias? Bueno, viejo no. En realidad tendría más o menos su edad. Y tal vez tampoco<br />

era verdaderamente un cascarrabias, pero ésa no era la cuestión. Ella lo había visto gruñón. Y<br />

el jardín necesitaba cariño, no gruñidos.<br />

—Por cierto, ¿sabes que tienes un nido de avispas en el tejado? —le comentó.<br />

Ella asintió.<br />

—Tengo la intención de librarme de él, pero siempre se me olvida.<br />

—Conozco a alguien —la informó Nate—. Es bueno. Te daré su tarjeta si quieres. —Se<br />

palpó los bolsillos y al final sacó una tarjeta doblada por las esquinas.<br />

—Gracias —le dijo Claire mientras la cogía.<br />

—Si estás verdaderamente interesada, te enviaré un presupuesto para el jardín lo antes<br />

posible.<br />

—Vale —contestó ella. No le haría daño ver el presupuesto.


—Bien —concluyó Nate—. Ahora tengo que irme. —Se encaminó hacia la casa y luego se<br />

volvió a mirar de nuevo el jardín—. Me encanta el jazmín —dijo.<br />

Claire se mordió el labio. El jazmín había sido la planta favorita de Bill. Sonrió a Nate<br />

fugazmente.<br />

—A mí también.<br />

Entrecerró los ojos.<br />

—¿Algún problema? —preguntó—. ¿Estás segura de que quieres el presupuesto?<br />

—Desde luego —contestó con entereza—. Hay que hacerlo.<br />

—Es una pena que lo hayas dejado crecer tanto —observó Nate—. Pero no costará mucho<br />

devolverlo a su máximo esplendor. También puedo cambiar el parterre de atrás si quieres.<br />

—Puedes incluirlo en el presupuesto.<br />

—Claro. —Antes de irse, volvió a mirar de pasada el ramo que estaba en la mesa de la<br />

cocina—. Ese tal Paul te tiene en gran estima —repitió—. Ha sido uno de los encargos más<br />

caros que hemos hecho.<br />

Claire se había quedado sin jarrones para las flores, así que puso algunos de los claveles<br />

de Bill en los botes de cristal que tenía para reciclar. El ramo de Paul era verdaderamente<br />

bonito, pero la avergonzaba su esplendor. Cogió el móvil y le envió un mensaje de<br />

agradecimiento. A Claire le encantaba poder enviar mensajes. La liberaban de tener que hablar<br />

con la gente.<br />

Su teléfono sonó y ella sonrió mientras leía la respuesta de Paul, diciéndole que no había de<br />

qué y que se verían pronto, pero que estaría en Galway unos días. Claire le contestó que<br />

esperaba que lo pasara bien y que tal vez conociera allí a alguna mujer. Su respuesta fue un<br />

simple Jaja.<br />

Cogió los tallos y las hojas que había quitado de las flores y los llevó al montón de<br />

compostaje que tenía en la parte de atrás del jardín. Cuando volvía hacia la casa se detuvo en<br />

el jazmín y frotó una de sus flores amarillas entre los dedos. La vida con Bill había sido tan<br />

sencilla...<br />

Una avispa chocó contra ella y Claire se encaminó a la casa decidida. Había dejado la<br />

tarjeta del exterminador en la mesa. La empresa se llamaba Erradicar. Los llamó.<br />

—¿Un nido de avispas? —preguntó el hombre en respuesta a su pregunta—. Claro. No hay<br />

problema, pero tardaremos un par de días porque estamos hasta arriba de trabajo. El país<br />

está plagado este año. ¿Puedo llamarla mañana para darle una hora? Estoy de camino a una<br />

casa en Deansgrange y no puedo mirar la agenda.<br />

—Bien —contestó ella, y le dio su número.<br />

«Vale —pensó al colgar el teléfono—. Al fin me estoy organizando. Un presupuesto para el<br />

jardín y alguien para ocuparse del nido. ¡No está nada mal!»<br />

Volvió al piso de arriba y cogió una revista. «Cómo reconocer al hombre de tus sueños»,<br />

decía el titular. Se sentó y rellenó el cuestionario que había al final del artículo. Según el<br />

resultado, ella era muy exigente. Una perfeccionista. La revista decía que no debía plantearle a<br />

la gente objetivos imposibles.<br />

—Basura —dijo en voz alta, y apartó la revista—. Venga, Phy. Vamos a dar nuestro paseo.


CAPÍTULO 17<br />

Echinops (cardoyesquero): habitualmente tiene flores de color<br />

azul oscuro sobre tallos gruesos. Utilizar guantes al manipularlo.<br />

EL VIERNES POR LA MAÑANA, Eavan abrió los ojos y miró la pantalla del reloj de su<br />

mesita de noche. Eran las seis menos cuarto. Se volvió y se dio cuenta de que estaba sola. Se<br />

frotó los ojos. Glenn no podía haberse levantado tan temprano. Era demasiado pronto. Se<br />

volvió a recostar y esperó a que él regresara a la cama. Pero mientras se debatía entre el<br />

sueño y la vigilia, notó que no oía ningún ruido en el baño de la habitación, donde ella suponía<br />

que estaba Glenn. Tampoco se oía a Glenn trasteando en la cocina.<br />

Abrió los ojos de golpe y se sentó en la cama. Fue un trueno lo que la había despertado.<br />

«Otra vez no», pensó. Después de la tormenta de la semana anterior, había esperado que el<br />

tiempo se despejara definitivamente, pero estaba claro que no había sido así. Se levantó de la<br />

cama y miró por la ventana. Había nubes grises tapando el cielo. Cogió su bata blanca y rosa<br />

y se la ató antes de salir de la habitación. Después se detuvo en la puerta de la habitación de<br />

Saffy y la abrió con cuidado.<br />

Glenn estaba sentado en la silla de mimbre que había al lado de la cama; la pequeña<br />

estaba dormida en su regazo. Encima del armario había un vaso casi vacío de Coca-Cola. Él<br />

levantó la vista hacia Eavan.<br />

—Hola —saludó en voz baja.<br />

—Hola —contestó ella—. ¿Qué ha pasado?<br />

—Nada —explicó él—. Se ha despertado y la he oído; no quería que te molestara y he<br />

venido aquí con ella. Le he leído un cuento y se ha quedado dormida otra vez.<br />

—¿A qué hora ha sido eso? —preguntó Eavan.<br />

—Oh, hace más o menos una hora.<br />

—¡Hace una hora! —exclamó—. ¿Cómo puede ser que yo no la oyera? ¿Cómo puede ser<br />

que tú sí? ¡En general no la oyes nunca!<br />

—Yo estaba despierto —dijo Glenn—. Había bajado a buscar algo de beber. La he oído<br />

cuando volvía a subir.<br />

Eavan miró el vaso de Coca-Cola.<br />

—No es precisamente una bebida que induzca el sueño —observó.<br />

Glenn se encogió de hombros y se bebió lo que quedaba en el vaso mientras Eavan se<br />

apretaba las sienes con los dedos. Se había levantado con un ligero dolor de cabeza debido a<br />

la lluvia y al tiempo húmedo y bochornoso.<br />

—Tendrías que haberla vuelto a meter en la cama —le explicó—. Una vez que se queda<br />

dormida, normalmente está fuera de juego.<br />

—Lo sé —respondió Glenn—, pero ha dicho que no se encontraba bien.<br />

—¿No? —Eavan dio unos pasos y, con cuidado, puso la palma de la mano en la frente de<br />

su hija—. Está un poco caliente.<br />

—Sí —convino Glenn—, por eso me he quedado con ella.


—Ya que estoy despierta, ¿quieres que prepare el desayuno? —preguntó Eavan.<br />

Él no contestó.<br />

—¿Glenn? —repitió—. Voy a preparar el desayuno, ¿te apetece algo en particular?<br />

Él negó con la cabeza. Estaba observando a Saffy otra vez. Estaba otra vez en su mundo.<br />

Claire también se levantó temprano. Se había despertado de golpe, con el corazón<br />

latiéndole con fuerza, sudada y con las mejillas húmedas de lágrimas, como sucedía siempre<br />

que tenía aquel sueño. Naturalmente era de Jamaica y las vacaciones en familia, y, a pesar de<br />

que cada vez la asaltaba con menos frecuencia, todavía la hacía temblar. En el sueño, ella<br />

estaba de pie, al lado de Bill, en el balcón de su habitación del hotel, ambos observaban el<br />

cielo oscuro en una noche templada. Claire podía sentir el calor del cuerpo de Bill y el firme<br />

latido de su corazón junto al de ella. Era como volver a estar con él, saber que estaba allí,<br />

sentirlo, pero sin dejar de tener conciencia de que nada de aquello era real. En el sueño,<br />

siempre sabía que no estaba con Bill de verdad. Entretanto, una premonición crecía en su<br />

interior; sabía que iba a pasar algo horrible. Pero también sabía que no podía hacer nada para<br />

detenerlo. Entonces, mientras ella seguía allí con aquella creciente sensación de temor, se<br />

producía un súbito destello y un ruido. Claire sabía que aquello era lo que la horrorizaba, pero<br />

no podía hacer nada. No se podía mover, no podía hablar, no podía gritar a pesar de que<br />

sabía que tenía que advertir a Bill, quien todavía seguía mirando el océano<br />

despreocupadamente. Después, todo se volvía negro, y sentía el peso del agua sobre ella, y<br />

oía las voces de la gente diciéndole que todo era por su culpa. Ése era el momento en que se<br />

despertaba, bañada en sudor, con las sábanas enredadas alrededor del cuerpo y las mejillas<br />

húmedas de lágrimas.<br />

Normalmente, después de aquel sueño, iba a la habitación de Georgia y comprobaba que su<br />

hija estaba bien, para asegurarse de que no la había perdido también. Pero aquel día Georgia<br />

no estaba en casa y Claire tuvo que hacer un esfuerzo para no coger el teléfono y llamarla<br />

para ver cómo estaba. Lo que hizo en cambio fue bajar y entrar en la clínica de Bill. Miró las<br />

paredes, los carteles descoloridos por el sol, y se preguntó si llegaría el día en que podría<br />

olvidar.<br />

—No quiero olvidar —masculló mientras salía de la clínica y entraba en la cocina, donde<br />

Phydough le ladró con suavidad para saludarla, frotándose contra sus piernas—. Pero ¡no<br />

quiero tener nunca más ese maldito sueño!<br />

Se preparó una taza de café y vio amanecer. Entonces, a una hora más adecuada, le envió<br />

un mensaje a Georgia preguntándole si todo iba bien. La respuesta, «Por supuesto», aflojó el<br />

nudo de ansiedad que tenía en el estómago desde que se había despertado.<br />

No era capaz de quedarse delante de la pantalla del ordenador. Se sentía inquieta e<br />

irritada. Necesitaba hacer algo activo. Fue a su habitación y volvió a coger la raqueta de<br />

bádminton de la estantería del armario. No podía jugar al bádminton. Por lo menos no tan<br />

temprano y sin nadie con quien hacerlo. Y tampoco con ninguna de las personas con las que<br />

solía jugar. Tiró la raqueta sobre la cama y se sentó a su lado, con la mirada perdida en el<br />

armario.<br />

De repente, sus ojos enfocaron las prendas que colgaban de la barra y súbitamente se<br />

acordó de la Cena a Oscuras. Habían intercambiado muchos mails sobre el tema, sobre qué


ponerse, cómo comportarse y todo tipo de cotilleos tontos que eran bastante divertidos, pensó<br />

Claire, pero también bastante superficiales. Sin embargo, tenían razón en lo de qué ponerse,<br />

reflexionó, mientras repasaba su ropa con la mirada. Ella no tenía nada apropiado. Nada de<br />

nada. Se levantó. Las revistas decían que ir de compras era bueno cuando te sentías<br />

deprimida, aunque también te advertían de que no compraras cosas que no necesitabas. No<br />

obstante, ella necesitaba con urgencia un vestido nuevo. Lo necesitaba realmente. Tal vez ir de<br />

compras acabara con la sensación de desazón que siempre le quedaba después del sueño, y<br />

que ella quería dejar de sentir.<br />

En Galway había dejado de llover, y había salido el sol, que brillaba como un diamante<br />

sobre la reluciente superficie de asfalto del patio que había frente al colegio. Georgia y Steve<br />

Ó Sé estaban sentados apoyados en el muro que lo rodeaba. Georgia estaba escuchando<br />

música en su iPod y Steve leyendo un libro sobre folclore irlandés.<br />

—Que la semana que viene a esta hora estaremos de camino a casa —comentó él mientras<br />

cerraba el libro.<br />

—¿Eh? —Georgia se quitó los auriculares.<br />

—Que la semana que viene a esta hora estaremos de camino a casa —repitió él—. Cuesta<br />

imaginarlo.<br />

—¿No quieres volver a casa? —lo miró ella astuta.<br />

—Sí, sí quiero —contestó—. Aquí me aburro. Si no fuera por ti, creo que me habría ido a<br />

casa a pie hace tiempo.<br />

Ella le sonrió<br />

—¿Si no fuera por mí?<br />

—Eres la única persona interesante de este sitio —afirmó él.<br />

—No seas ridículo —le espetó Georgia—. Yo no soy interesante. Soy normal.<br />

—Eres encantadora —dijo Steve—. Mirarte es maravilloso, y conocerte también.<br />

Georgia se puso muy roja y Steve le sonrió.<br />

—Me gusta estar contigo —prosiguió—. Eres la primera chica que conozco que no... que no<br />

es como una chica.<br />

—Estupendo —se burló Georgia horrorizada—. Me ves como... ¿exactamente qué?<br />

—Ya sabes a lo que me refiero —le explicó Steve—. No eres todo risitas, tonterías y<br />

parloteos sobre los grupos de chicas o de chicos, o sobre famosos de los que nunca he oído<br />

hablar.<br />

—No hago eso contigo, pero cuando estoy con mis amigas, mi vida es un torbellino de<br />

cotilleos tontos —reconoció.<br />

—Apuesto a que tu vida no es así —sonrió Steve.<br />

—No siempre —admitió ella—, pero me gusta leer Heat, Closer y todas esas revistas sobre<br />

famosos. ¿Cómo pueden no gustarte? En realidad son tan horribles que es divertidísimo<br />

leerlas y ver a la chica del momento con un grano enorme en la mejilla o cualquier cosa. Ya sé<br />

que es superficial, y que debería estar más preocupada por mis exámenes que por la piel de<br />

Britney, pero no me importa.


Steve se rió a carcajadas.<br />

—Y eres sincera —añadió—. Eso también me gusta.<br />

—Me alegro de haber pasado tu examen —le contestó.<br />

—No se trata de eso... No quiero que pienses... —La miró de forma extraña—. No es un<br />

examen, Georgia. Sólo quería decir que me gustas, y que estoy a gusto contigo.<br />

—Bien —dijo ella.<br />

Steve miró a su alrededor.<br />

—¿Puedo besarte? —preguntó.<br />

—¿Aquí? ¿Ahora? —Georgia levantó una ceja—. Francamente, creo que no, Steve Ó Sé.<br />

El señor O Murchu viene hacia nosotros, y no me parece una buena idea. Pero tal vez antes de<br />

que nos vayamos a casa. —Se separó del muro mientras el profesor se acercaba—. Slán {11}<br />

—le dijo a Steve, y le guiñó un ojo.<br />

Después de que Glenn se marchó al trabajo, Eavan llevó a Saffy al médico. La pequeña<br />

seguía enferma al despertarse y todavía estaba febril e irritable. Eavan pensó en darle un<br />

antitérmico, pero estaba un poco preocupada por su apatía, así que la llevó a la clínica a<br />

primera hora, encontrándola llena, sobre todo de madres con niños. Para cuando Eavan y<br />

Saffy entraron en la consulta, ésta ya tenía mejor aspecto y se sentía mucho mejor.<br />

—Es mejor prevenir que curar —dijo la doctora McCormack mientras escribía algunas notas<br />

en el historial de Saffy—. Por cierto, ¿cómo está usted?<br />

—¿Yo? —preguntó Eavan—. Yo estoy bien.<br />

—¿No necesita que le haga una revisión ya que está aquí? —preguntó la doctora.<br />

—¡No! —Eavan la miró nerviosa—. No tengo mal aspecto, ¿no?<br />

La doctora McCormack se echó a reír.<br />

—Claro que no. Sencillamente creí que le podría interesar una revisión dos por uno.<br />

—Estoy bien —insistió Eavan—. De verdad.<br />

—¿Y su marido? —le preguntó la doctora McCormack—. ¿Qué tal está él?<br />

—También está bien —le confirmó Eavan.<br />

—¿Se las arregla sin problemas?<br />

—Por supuesto.<br />

—Estupendo —comentó la doctora—. Es agradable tener una familia con un historial médico<br />

limpio. El virus de Saffy remitirá pronto, si es que no lo ha hecho ya.<br />

—Gracias —se despidió Eavan.<br />

Salió de la clínica con Saffy y después sujetó a su hija a la sillita infantil. Se dirigieron a casa<br />

y, por el camino, la charla de la pequeña se iba animando segundo a segundo. «Tendría que<br />

haber hecho caso a mi instinto, que me decía que Saffy estaba bien, y me habría ahorrado la<br />

clínica, que siempre son horas de espera —pensó Eavan con desánimo—. Ahora me he<br />

retrasado muchísimo con la colada y la plancha.» Además, se reconoció a sí misma, quería<br />

terminar aquel novelón que había comprado la semana anterior en el supermercado. Estaba<br />

totalmente enganchada. Iba sobre una mujer cuyo marido la engañaba con su mejor amiga. Si<br />

Glenn hacía algo así lo mataría, pensó, lo haría sin ninguna duda.


Cuando llegaron a casa, Saffy empezó a jugar a los médicos con sus muñecas favoritas y<br />

Eavan subió al piso de arriba. El vaso de Glenn había quedado sobre el armario de Saffy, así<br />

que fue a la habitación a recogerlo. Entonces, sintiéndose terriblemente estúpida y culpable, lo<br />

olió. Lo único que pudo captar fue el aroma dulce de la Coca-Cola. Aun así... quedaba una<br />

gota de líquido. Inclinó el vaso y dejó que la gota cayera en su lengua. Parecía sólo Coca-<br />

Cola.<br />

Suspiró profundamente. Era ridículo por su parte albergar aquellas repentinas sospechas<br />

sobre su marido. En los cinco años que llevaban casados, Glenn nunca le había dado ni la más<br />

remota razón para sospechar que no hubiese dejado el alcohol por completo. Las ocasiones en<br />

que se había preguntado o preocupado al respecto... bueno, nunca se había preocupado en<br />

serio. Tan sólo era una forma práctica de poner a prueba sus sentimientos. Pero en esos<br />

momentos era diferente.<br />

Estaba preocupada porque, últimamente, Glenn se comportaba de forma extraña. Sus<br />

horarios eran muy desorganizados, a veces se iba de casa muy temprano y en ocasiones<br />

parecía que se marchaba muy tarde. La hora de vuelta también se había vuelto errática. Él lo<br />

explicaba todo con lo de la expansión del negocio y las reuniones, pero seguía siendo muy<br />

anárquico. Como su conversación. Glenn discutía con ella por las cosas más tontas. Se<br />

contradecía. A veces parecía que incluso se olvidaba de que le había dicho algo.<br />

Y no habían hecho el amor desde antes del cumpleaños de Saffy. Ahora, cuando Glenn se<br />

metía en la cama, parecía que se quedara dormido aun antes de apoyar la cabeza en la<br />

almohada. Al principio, Eavan lo atribuyó al trabajo extra, pero ya no podía evitar preguntarse<br />

si la bebida tendría algo que ver.<br />

En realidad nunca parecía estar bebido, pero ¿no decían que precisamente eso se les daba<br />

muy bien a los alcohólicos, ocultar que estaban borrachos como cubas? ¿Fingir que estaban<br />

sobrios después de haberse bebido dos botellas de alcohol? ¿No se suponía que así<br />

funcionaba?<br />

Suspiró con pesar. Si estaba bebiendo, lo hacía fuera de casa. Y si ése era el caso,<br />

entonces volvía a casa conduciendo borracho. ¿Realmente se arriesgaría a algo así?<br />

Fue al piso de abajo y abrió el armario de las bebidas. Allí no guardaban bebidas<br />

alcohólicas y, por lo que Eavan podía ver, sólo había la cantidad habitual de batidos y zumos.<br />

Pensó que si Glenn había decidido volver a beber, no guardaría las botellas a la vista, sino en<br />

algún lugar donde ella no buscaría. Glenn era mucho más listo que eso. ¡Todos los alcohólicos<br />

eran más listos que eso!<br />

Corrió de nuevo escaleras arriba y fue al baño. Levantó la tapa de la cisterna y miró en el<br />

interior. «Eres tan idiota», se dijo a sí misma avergonzada mientras volvía a colocar la tapa.<br />

Glenn no volvería a beber, no había vuelto a beber, y si lo estuviera haciendo ¿por qué<br />

demonios había pensado que iba a esconder una botella en la cisterna del váter?<br />

Probablemente eso sólo lo hacían los alcohólicos de la tele.<br />

Negando con la cabeza ante su estupidez, Eavan volvió al piso de abajo.<br />

Claire lo estaba pasando inesperadamente bien en la ciudad. Había olvidado lo divertido que<br />

era buscar la ropa perfecta, aunque no tenía ni idea de lo que se llevaba. Descubrió que le<br />

gustaban los escotes que estaban de moda y que, además, le quedaban bien. Las faldas<br />

veraniegas de gasa y lino de esa temporada eran un poco más largas, y ocultaban casi del<br />

todo las cicatrices de sus piernas. Los colores verde lima y naranja brillante, que habían<br />

tomado las calles, iban a la perfección con ella. Se compró una selección de camisetas y tops


de colores, una falda verde y una naranja y, para la Cena a Oscuras, un vestido de seda de<br />

color malva que en un principio no creyó que le quedara bien, pero que le sentaba de maravilla.<br />

Parpadeó un par de veces al verse en el espejo del probador. Era como mirar a otra persona.<br />

Ya fuera el bronceado, el color del vestido o su buen humor, Claire reconoció que, de repente,<br />

parecía más joven y más guapa y... menos infeliz. Nunca se había dado cuenta de que<br />

pareciera infeliz, pero la ausencia de esa expresión en su rostro la había cambiado<br />

completamente.<br />

La vendedora que se asomó para ver cómo iba todo, asintió con aprobación al verla con el<br />

vestido y le llevó unas elegantes sandalias de tacón para que se las probara con él. Al<br />

principio, Claire estuvo a punto de rechazarlas. Pensó que unas diminutas y delicadas<br />

sandalias con preciosas florecitas color púrpura alrededor de los tobillos podrían quedar muy<br />

bien, pero no eran en absoluto prácticas. Sin embargo se las probó y quedó encantada al<br />

instante. Así que también se las compró.<br />

Ir en el autobús con todas las bolsas e intentar encontrar un sitio fue una pesadilla. «Tengo<br />

que superar lo de los coches —se dijo a sí misma mientras se sujetaba a la barra con una<br />

mano y sostenía las bolsas con la otra—. Pero eso es para otro día.»


CAPÍTULO 18<br />

Dodecatheon (dodecatheon): flores rosa, blancas y púrpuras en<br />

tallos verticales. Florecen en verano.<br />

EN CUANTO LLEGÓ A CASA, Claire volvió a probarse todo lo que había comprado antes<br />

de guardarlo.<br />

—Tendría que haberme comprado un bolso para el vestido nuevo y las sandalias —murmuró<br />

mientras cerraba las puertas de su armario—. Entonces tendría el conjunto perfecto.<br />

Pero ya era demasiado tarde para ir a buscar un bolso, había estado una eternidad en la<br />

ciudad, y el hombre del nido de avispas llegaría en cualquier momento.<br />

Acababa de bajar cuando sonó el timbre. David Beckham, el futbolista que había hecho<br />

palpitar y había roto miles de sueños, estaba de pie en la puerta de su casa.<br />

Naturalmente, sabía que no era Becks de verdad. No había ningún motivo para que él<br />

estuviera en la puerta de su casa con un traje aislante blanco, con su pelo rubio ligeramente<br />

despeinado y una sonrisa en los labios, pero el hombre que tenía enfrente era un clon perfecto<br />

de él, y Claire, a quien siempre le había gustado Beckham, incluso cuando su suerte había<br />

cambiado, se quedó callada y alucinada.<br />

—He venido por lo del nido de avispas.<br />

Tenía la voz con la que Becks debería haber nacido. Profunda y sensual. Al oírla, Claire<br />

sintió cómo un escalofrío le recorría la espina dorsal.<br />

—Oliver Ramsey —se presentó—. La llamé hace unos días y quedamos para hoy.<br />

—Ah, sí. —No podía quitarle los ojos de encima—. Sí. El nido de avispas. Sí. Soy yo.<br />

—Teníamos una cita para hoy —prosiguió Oliver.<br />

—Claro. Sí. Claro. —Claire no se había puesto tan nerviosa desde hacía años—. Lo sé. Lo<br />

siento. Estaba... ocupada. Me ha cogido por sorpresa.<br />

—¿Le viene mal?<br />

—No. No. Para nada —negó ella.<br />

—¿Qué le parece si echo un vistazo y luego voy a mi furgoneta a coger el equipo? —Señaló<br />

con la cabeza hacia la furgoneta que había aparcada delante de su casa.<br />

—Estupendo —estuvo de acuerdo Claire—. Sí. Buena idea.<br />

Lo guió hasta el jardín de atrás y le señaló el alero, donde ambos pudieron observar un<br />

activo flujo de avispas entrando y saliendo. Oliver hizo una mueca.<br />

—Sí, es un nido.<br />

—Ya lo sabía —comentó ella un poco impaciente—. Por eso he llamado.<br />

—A veces la gente cree que hay un nido porque ven actividad, pero el verdadero nido está<br />

en otra parte —le explicó—. Cogeré la escalera y mi equipo de protección.<br />

«Tal vez la gente llame fingiendo que tiene un nido», pensó sin dejar de mirarlo mientras él<br />

iba hacia la furgoneta. Quizá las mujeres lo llamaran sólo porque querían volver a verlo. Lo<br />

entendía. No había visto a un hombre más guapo desde hacía años... si te gustaba el tipo


Beckham. Pero ¿acaso millones de mujeres de todo el mundo estaban equivocadas?<br />

Bill solía tomarle el pelo por su apoyo al ex jugador del Manchester, diciéndole que estaba<br />

sobrevalorado, y ella le contestaba que sólo se trataba de atracción física, que no tenía que<br />

preocuparse, no se fugaría con Becks por su personalidad.<br />

No se podía creer que el corazón se le hubiese desbocado al ver a Oliver Ramsey en su<br />

jardín. Se dijo a sí misma que debía controlarse. Sólo se parecía a Beckham, parte del<br />

atractivo del cual eran sus abdominales de tableta de chocolate y su destreza como futbolista.<br />

Oliver Ramsey sólo mataba avispas. Tenía que recuperar la perspectiva, por Dios.<br />

Oliver regresó con la escalera y fue de nuevo a la furgoneta a por más equipamiento.<br />

—Sería conveniente que se quedara dentro mientras aplico el spray —le advirtió a Claire—.<br />

Se vuelven un poco locas.<br />

Lo observó mientras se ponía el casco protector sobre la cara y la cabeza. El pelo, justo<br />

por encima del hombro, no lo llevaba cortado como Beckham, pero no importaba.<br />

Claire entró en la cocina y se sentó en un taburete. No se había sentido así desde la<br />

primera vez que vio a George Michael con mechas rubias cantando con Wham. (Bill insistía en<br />

que George se metía un volante de bádminton en los pantalones, aunque Claire se negaba a<br />

creerle. Sin embargo, tiempo después concedió que era posible.)<br />

Las nubes oscuras habían desaparecido del cielo y de repente había salido el sol,<br />

inundando la estancia con su luz clara. Claire abrió la nevera y cogió un batido.<br />

«No me puedo creer que me sienta así —pensó mientras desenroscaba el tapón—. Este<br />

tipo me gusta de verdad y no sé nada de él. Lo que naturalmente quiere decir que es sólo por<br />

su aspecto. Y porque se parece a un hombre que ya me gustaba. Así que no tiene ninguna<br />

importancia, pero —tomó un sorbo de batido de plátano y fruta de la pasión— es muy extraño<br />

que un hombre haga que me tiemblen las rodillas.»<br />

Oliver Ramsey abrió la puerta de la cocina mientras se quitaba el casco.<br />

—Esto debería bastar —le explicó—. Verá actividad en torno al nido durante un tiempo,<br />

porque las avispas que estaban fuera volverán, pero no podrán entrar. Diría que tenía un nido<br />

bastante grande, pero aquí estoy yo para exterminarlo.<br />

—Mmm... sí... he estado un tiempo con intención de hacerlo —comentó Claire mientras<br />

abría el bolso y sacaba su cartera.<br />

—Un segundo, le haré una factura —dijo. Sacó un taco de facturas del bolsillo y comenzó a<br />

escribir.<br />

Claire vio que sacaba un poco la lengua mientras rellenaba la factura. Pensó que era<br />

monísimo.<br />

—Aquí tiene. —Le entregó la factura—. Si tiene cualquier problema, llámeme. Lo que he<br />

hecho es eficaz en el noventa y nueve por ciento de los casos, pero siempre puede haber un<br />

nido rebelde. Esta vez no lo creo, pero ofrecemos garantía total, así que no dude en llamar.<br />

—Fantástico, gracias —dijo ella mientras le entregaba el dinero—. Es un alivio que ya esté<br />

hecho.<br />

—¿Puedo preguntarle cómo supo de nosotros? ¿Recomendación, Páginas Amarillas, un<br />

anuncio en el periódico? —la miró inquisitivo.<br />

—Un hombre me dio su número —contestó Claire—. El de la floristería que hay más abajo.<br />

Taylor’s.


—Ah, sí, Nate... es un buen tipo. —Oliver sonrió—. Cada vez que hay un nido donde está<br />

trabajando, da mi número. Muchos encargos me llegan gracias a él. —Echó un vistazo al jardín<br />

—. Aquí podría hacer maravillas.<br />

—Me tiene que enviar un presupuesto —explicó Claire—. Todavía no lo he recibido.<br />

—No es típico de él —comentó Oliver—. Es uno de los pocos hombres eficientes que hay.<br />

Siempre en marcha, haciendo algo. Continuamente le digo que tiene que bajar el ritmo, pero<br />

no, lo lleva en la sangre. No es extraño que... —Se calló de repente y sonrió dejando ver unos<br />

perfectos dientes blancos—. Lo siento, hablo demasiado.<br />

—Está bien. —Claire también sonrió.<br />

—Bueno, entonces ya está —dijo Oliver—. Espero que no tengamos que volver a vernos.<br />

—¿Quiere... quiere una taza de té o tomar algo antes de marcharse?<br />

«Maldita sea —pensó—. Menuda mala excusa. Pensará que soy una completa idiota.»<br />

—¿Sabe?, un té estaría muy bien —contestó él—, pero tengo mucho trabajo ahora mismo.<br />

Por eso he tardado tanto en venir para lo de su nido. Tendré que rechazarlo. Lo siento.<br />

—No importa. —Claire se había acercado a la tetera, pero se volvió de nuevo hacia él—.<br />

Gracias otra vez.<br />

—No hay de qué —dijo Oliver—. Como le he dicho, llámeme si tiene cualquier problema.<br />

—Vale —asintió ella.<br />

Estaba llevándose la escalera de la casa cuando Eavan aparcó el coche en la acera. Se<br />

bajó y sacó a Saffy de la sillita. Oliver le sonrió y ella abrió los ojos al percatarse del parecido<br />

con el futbolista más famoso del Manchester. Después cerró el coche y recorrió el camino de<br />

grava.<br />

—¿Quién era ése? —preguntó mientras la furgoneta blanca se alejaba.<br />

—Becks —dijo Claire soñadora—. Estoy teniendo un romance con él.<br />

—¡Claire!<br />

—Ojalá estuvieras protestando envidiosa y no en plan «No seas ridícula» —apuntó su<br />

amiga.<br />

—Bueno, supongo que si tuvieras que tener un romance, Becks sería un buen comienzo,<br />

pero por algún motivo no creo que él viniera a tu casa en mono de trabajo conduciendo una<br />

furgoneta —observó Eavan.<br />

—¿Bebida, Claire? —pidió Saffy mientras tiraba de los vaqueros deshilachados de su<br />

madrina—. Tengo sed.<br />

—Claro que sí, tesoro —dijo ella—. Venga, vamos a la cocina.<br />

—Seven Up para ella, si tienes —pidió Eavan—. Esta mañana ha ido al médico, tenía un<br />

leve trastorno febril. Ahora está bien, pero el Seven Up parece que siempre ayuda.<br />

Claire sacó una botella del armario y sirvió un vaso para Saffy.<br />

—¿Jardín? —preguntó la pequeña.<br />

—Pues, ahora mismo, no —le explicó Claire—. Un hombre ha estado aquí matando las<br />

avispas, y puede que haya algunas fuera que te podrían picar.<br />

—¡Oh! —Los ojos de Saffy se abrieron asombrados.<br />

—¡No me digas que el ídolo del balón era un exterminador de plagas! —Eavan parecía<br />

decepcionada.


—Me temo que sí —confirmó Claire—. Pero ¿estaba bueno o no?<br />

—Si eres fan de Beckham... —Eavan sonrió a Claire—. Y tú siempre lo has sido.<br />

—Sí, me gustaba. —Claire se puso roja—. A pesar de todos los cotilleos sobre sus<br />

amantes siempre me ha parecido atractivo.<br />

Eavan se echó a reír.<br />

—¿Y cuál es la historia con el exterminador?<br />

—Ninguna —respondió Claire—. Tenía un nido, lo llamé, vino, vio y perpetró un asesinato<br />

masivo. Afortunadamente.<br />

—¿Casado? —preguntó Eavan.<br />

—¡Por Dios, Eavan Keating! —Pero el tono de Claire era de broma—. No tengo ni idea.<br />

Además, es un poco joven para mí.<br />

—Oh, yo no pensaría así. —Eavan estaba envalentonada por la risa de Claire—. Glenn me<br />

contó que siempre pensó que la señora Robinson era una de las mujeres más sexys que había<br />

visto jamás en una película. Nunca llegó a comprender por qué Dustin Hoffman huía con<br />

Katherine Ross en lugar de quedarse con Anne Bancroft.<br />

Claire se echó a reír.<br />

—Si la vida real fuera así... Además, creo que nuestro exterminador de avispas debe de<br />

tener más experiencia que el Graduado.<br />

—Es de esperar —convino Eavan—, con un cuerpo así.<br />

—Exacto. —Claire miró a Eavan—. No es que no me alegre de verte ni nada de eso, pero<br />

no sabía que te ibas a pasar por casa hoy. Tu contestador no concertó cita con el mío. —Se<br />

rió entre dientes.<br />

Claire había llamado a Eavan de camino al centro para decirle a su amiga que se había ido<br />

de compras, pero no consiguió hablar con ella y sólo le dejó un mensaje en el contestador<br />

diciéndole que estaría fuera, pero que la llamaría más tarde. Cuando volvió, tenía un mensaje<br />

de respuesta de Eavan.<br />

De repente, a Eavan ya no le brillaban los ojos, y Claire frunció el cejo.<br />

—¿Pasa algo? —preguntó.<br />

—Oh, es una estupidez —dijo Eavan—. Pero cada vez le doy más vueltas y me tiene peor.<br />

Tú... bueno, se te dan bien este tipo de cosas, Claire. Cuando... —Tragó saliva—. Oh, ya<br />

sabes. Puedes ver las cosas con claridad. Siempre has sido capaz.<br />

Claire miró a su amiga preocupada. En ese instante se dio cuenta de que la alegría de<br />

Eavan de momentos antes había parecido un poco forzada. Se volvió hacia Saffy.<br />

—Tengo el vídeo de ha firmita —le preguntó—. ¿Te apetece verlo?<br />

—Sí, por favor —contestó la niña.<br />

Claire la acomodó en el sofá del salón con más Seven Up y una galleta, después volvió a la<br />

cocina, donde Eavan estaba mirando por la ventana el jardín enmarañado. Abrió la nevera,<br />

sirvió zumo en dos vasos y le pasó uno a Eavan.<br />

—He pedido un presupuesto —comentó—. Voy a arreglarlo.<br />

—¿De veras?<br />

—Sí —confirmó Claire—. Bill estaría indignado si viera cómo está, así que... —Se encogió<br />

de hombros—. ¿Cuál es el problema, Eavan?


—En realidad el motivo por el que pensaba pasarme hoy no tiene nada que ver con ningún<br />

problema. —La voz de Eavan intentaba sonar alegre, con decisión—. Quería los detalles de tu<br />

cita con Paul. Antes he hablado con él medio minuto. Me ha dicho que estaba camino de<br />

Galway. Me pregunto si le espantaste.<br />

—No lo creo —dijo Claire—, pero teniendo en cuenta mi experiencia con los hombres, nunca<br />

se sabe. —Sonrió—. En realidad no estuvo mal, pero nunca seremos más que amigos.<br />

—¿Hablasteis sobre ser algo más que amigos? —preguntó Eavan esperanzada.<br />

—No —contesto Claire—, pero aprendí mucho.<br />

—No seguirás con tu plan, ¿verdad? ¿Lo de aprender sobre los hombres?<br />

Claire se encogió de hombros.<br />

—Además no te hace falta —prosiguió Eavan—. Cuando éramos jóvenes, siempre eras tú la<br />

que daba consejos, y a veces no estaban nada mal.<br />

—¿Quieres algún consejo sobre algo ahora? —Claire había notado la tensión que subyacía<br />

en la voz de Eavan—. Puede que en el pasado me lanzara con consejos no requeridos, pero<br />

no estoy segura de si se me daría bien ahora.<br />

—Yo... —Eavan echó un vistazo al salón, pero Saffy estaba absorta con el vídeo.<br />

—¿De qué se trata? —preguntó Claire, y de repente abrió los ojos como platos—. No<br />

estarás embarazada otra vez, ¿es eso?<br />

—No —respondió Eavan—. Y si lo estuviera, esta vez no sería un problema. —Se frotó el<br />

puente de la nariz—. Claire, sabe Dios que un embarazo no planeado ya fue lo bastante<br />

malo...<br />

—Pero te las arreglaste —dijo Claire.<br />

—Aborté —le recordó Eavan tensa—. Y tú eres la única persona que lo sabe.<br />

—Y desde entonces has conocido a Glenn y has tenido un bebé adorable, no te tortures con<br />

eso, Eavan.<br />

—No lo hago. —Su amiga jugueteó con su anillo de compromiso—. No lo hago. No. Yo...<br />

bueno... supongo que todo el mundo se pregunta a veces...<br />

—Fue tu decisión en aquel momento —la cortó Claire—. No veías otra alternativa.<br />

—Pero tal vez la había. Quizá no me esforcé lo suficiente.<br />

—¡Venga! —Claire rodeó a Eavan por los hombros—. Piensa en aquella época, Evs.<br />

Recuerda cómo era. Tu madre tenía una enfermedad crónica, habías perdido a tu padre poco<br />

antes. Era difícil. Estabas encargándote de tu casa. No podías tener un bebé.<br />

—Por supuesto que era posible —apuntó Eavan—. Sólo hubiera sido muy difícil.<br />

—Pero tomaste una decisión —dijo Claire.<br />

—Y tú me ayudaste. —Eavan bebió un sorbo de su zumo—. Bill y tú. Fuisteis maravillosos.<br />

—No te sientas culpable ahora —le aconsejó Claire.<br />

—Nunca dejo de sentirme culpable —confesó Eavan—, Pero no creo que tomara una<br />

decisión equivocada. Sólo que a veces... a veces, cuando las cosas van mal, me pregunto si<br />

estoy siendo castigada por aquello.<br />

—Sabes lo estúpido que es eso, ¿verdad?<br />

Eavan asintió con la cabeza.


—Claro que lo sé, pero eso no me impide pensarlo. Y hoy... —Eavan le contó a Claire que<br />

Glenn se había levantado al oír a Saffy y que lo había encontrado con un vaso de Coca-Cola al<br />

lado. Le explicó su extraño comportamiento de las últimas semanas y que, de hecho, ella<br />

nunca estaba segura de dónde estaba o de qué estaba haciendo. Le dijo que no habían hecho<br />

el amor en siglos, pero que hasta entonces no se había dado cuenta de cuánto tiempo hacía<br />

de veras. Después reconoció que había registrado la casa en busca de botellas de alcohol.<br />

—Bueno, pues a pesar de lo que creas, todo eso no tiene nada que ver con que abortaras<br />

hace quince años —afirmó Claire con firmeza.<br />

—Pero mi vida va mal —exclamó Eavan—. Todo lo que tengo, lo tengo porque aborté.<br />

¿Crees que Glenn y yo estaríamos juntos si hubiera tenido un bebé? ¡Ni siquiera habría llegado<br />

a conocerlo! Y le quiero, Claire. Tú sabes cuánto le quiero. Pero no puedo evitar sentir que<br />

todo está en peligro, y que todo es por mi culpa, porque estoy siendo castigada por lo que hice<br />

hace quince años.<br />

—Eso es una locura, Evs.<br />

—Lo sé, lo sé, pero no puedo evitar pensarlo.<br />

—¿De verdad crees que ha vuelto a beber?<br />

—Eso explicaría muchas cosas. —Eavan se mordió el labio—. Claire, odio pensar mal de él.<br />

Siento como si lo estuviera traicionando sólo por hablar de ello. Y la verdad es que no he<br />

encontrado ninguna bebida en casa. Pero...<br />

—Pero una vez se te ha metido en la cabeza, no puedes sacártelo —acabó Claire la frase<br />

por ella.<br />

—Exacto —confirmó Eavan—. No sé qué hacer.<br />

Claire volvió a pensar en contarle que había visto a Glenn en un bar, pero si Glenn y Eavan<br />

terminaban discutiendo por la bebida y Eavan le decía que Claire se lo había dicho, podría<br />

empeorar las cosas. Además, había sido en un día caluroso y puede que él estuviera tomando<br />

simplemente agua.<br />

—Supongo que lo que necesitas es hablar con él —dijo Claire finalmente.<br />

—Si hablo con él se pondrá a la defensiva —replicó Eavan—. Pensará que desconfío.<br />

—Pero es que desconfías —apuntó Claire.<br />

Eavan suspiró con tristeza.<br />

—No se me ocurre ninguna otra cosa que pudiera hacerle comportarse así. Sé que está<br />

estresado en el trabajo, pero ya ha lidiado con eso antes... —De repente miró a Claire con los<br />

ojos llenos de horror—. ¿No habrás pensado que tiene un lío, verdad?<br />

—¿Glenn? ¡Teniendo un lío! —Claire negó con la cabeza—. Vamos, Eavan, sabes lo mucho<br />

que te quiere. Nunca te engañaría.<br />

—Tú piensas así —dijo Eavan—. A todas las mujeres nos gusta pensar así, pero a fin de<br />

cuentas, ¿quién sabe?<br />

Claire no dijo nada. De repente pensó en su padre y sus aventuras. En especial en la que se<br />

había convertido en una relación duradera con Lacey Dillon.<br />

—Así que es posible, ¿verdad? —Eavan esperó la respuesta de Claire, pero ésta todavía<br />

seguía mirando al infinito—. Claire, ¿puede ser? —insistió.<br />

—Lo siento —contestó al fin. Volvió a concentrarse en Eavan—. ¿Si Glenn no tuviera un<br />

problema con la bebida pensarías que podría estar teniendo un lío?


Eavan frunció el cejo.<br />

—No lo sé —dijo al final—. Pero... bueno... tal vez. —Sus ojos estaban llenos de ansiedad<br />

—. ¡Mierda, Claire! ¡Sí! Todo encaja. Los horarios cambiantes, lo de «llámame sólo al móvil»...<br />

—¿Que sólo lo llames al móvil? ¿Y eso por qué?<br />

—Dice que está mucho tiempo fuera por el trabajo —le explicó Eavan—, y que no le llame a<br />

la oficina porque no estará allí. Tal vez sólo quiere saber si lo estoy buscando. Quizá está<br />

enrollado con alguien de la oficina y está encerrado en una sala con ella y no quiere que le<br />

molesten. ¡Y apuesto a que sé quién es! La ingeniera que trabaja con él. Es la mujer más zorra<br />

que he visto en mi vida.<br />

—¡Eavan!<br />

—Vale, vale, no es una zorra. Pero tiene tetas grandes y se las embute en jerséis que lleva<br />

con la cremallera medio bajada, así parece Pamela Anderson en un puñetero traje de<br />

látex...Ya todos les gusta, sé que les gusta.<br />

—Pero ¿por qué iba Glenn a tener un lío con ella ahora?<br />

—Porque... porque. No lo sé. —Eavan se tapó la cara con las manos—. Lo único que sé es<br />

que algo va mal y se trata de mujeres o de alcohol. O de ambas cosas. —Miró con tristeza a<br />

Claire—. Y no sé qué hacer.<br />

—Tienes que hablar con él.<br />

—No puedo —susurró Eavan—. Porque lo diga como lo diga, le estaré diciendo que algo va<br />

mal.<br />

—Pero es que algo va mal.<br />

—Lo sé, lo sé. Claire, la cuestión es que yo no quiero que haya algo que vaya mal. Todo<br />

era perfecto hasta hace unas semanas. No sé por qué ha cambiado de repente.<br />

—Bill solía decir que no era por los cambios por lo que había que preocuparse, sino por<br />

cómo se enfrentaba uno a ellos —comentó ella irónicamente—. ¡Está claro que yo nunca le he<br />

hecho caso! Mira, Evs, si está pasando algo, tienes que averiguar qué es y entonces<br />

podremos afrontarlo, pero mientras te preocupas, cuestionas y castigas, no podemos hacer<br />

nada.<br />

Eavan la miró fijamente.<br />

—Suenas como la antigua Claire —dijo—. La que arreglaba las cosas por mí cuando<br />

éramos jóvenes.<br />

—Yo no arreglaba las cosas por ti —la contradijo Claire—. Lo hacías tú misma.<br />

—Tú escuchabas, me hablabas. Eras como mi hermana mayor, pero sin juzgar.<br />

Claire le sonrió.<br />

—Éramos amigas, Eavan. Eso es lo que hacen las amigas. Todavía somos amigas. Aunque<br />

yo no me haya esforzado tanto como hubiera debido últimamente.<br />

—Bah, no te preocupes —le quitó importancia Eavan—. Has pasado por un montón de<br />

cosas. He estado preocupada por ti. Supongo que todavía lo estoy.<br />

—Pues ya no hace falta.<br />

—Bueno, lo sé. Tienes a Paul Hanratty invitándote a copas, aunque sólo sea «como amigo»<br />

y a hombres guapísimos rondando por tu casa con la excusa de matar avispas. Y además te<br />

has ido de compras para una excitante noche fuera. De repente tu vida está más y más en


alza.<br />

—Ya te lo he dicho, lo de Paul Hanratty no es nada —insistió Claire—, y lo del tipo de las<br />

avispas tampoco, sólo ha sido un shock por su aspecto. Aunque te aseguro que un shock muy<br />

agradable. Y lo de la Cena a Oscuras... —Se estremeció—. Cada vez que lo pienso quiero<br />

echarme atrás.<br />

—Si todo sale mal entre Glenn y yo, me apunto contigo —dijo Eavan lúgubremente.<br />

—Todo se arreglará —la tranquilizó Claire—. Ya verás como sí.<br />

—Eso espero —suspiró Eavan, y entró en el salón para recoger a Saffy.<br />

La pequeña se había quedado dormida mirando el vídeo. Lavan la levantó y la apoyó en su<br />

hombro.<br />

—Pesa una tonelada —susurró mientras iba hacia la entrada—. No es de extrañar que<br />

tenga un dolor de espalda perpetuo.<br />

—¿Puedes? —preguntó Claire abriendo la puerta—. ¿Quieres que...? ¡Oh!<br />

El hombre que en esa ocasión estaba en la puerta con el dedo a punto de llamar al timbre<br />

era Nate Taylor. Su pelo negro azulado estaba tan alborotado como el de Oliver Ramsey, pero<br />

en lugar de hacerlo parecer masculino, evidenciaba que le hacía falta un corte de pelo. Llevaba<br />

unos pantalones con bolsillos, una camiseta negra suelta y unas zapatillas de deporte viejas.<br />

Claire se dio cuenta de que era más alto y tenía las espaldas más anchas de lo que le había<br />

parecido anteriormente. Cada una de las otras veces que lo había visto estaba sujetando algo<br />

o andando encorvado, así que nunca se había dado cuenta de lo alto que era.<br />

—Hola —dijo—. He traído el presupuesto. Quería disculparme por haber tardado tanto.<br />

Tenemos problemas con el sistema informático y pensé que sólo llevaría un par de horas<br />

arreglarlo, pero ha tardado unos días. Sé que podría haberlo hecho a mano y dejarlo en el<br />

buzón, pero quería que vieras que somos un negocio eficiente. Al final ha sido al revés.<br />

—Gracias. —Claire cogió el sobre mientras Eavan, que todavía llevaba a Saffy en brazos,<br />

salía por la puerta. Enarcó una ceja mientras miraba primero a Nate y luego a Claire.<br />

—Ésta es mi amiga. —Claire no sabía por qué les estaba presentando—. Eavan Keating,<br />

Nate Taylor. Nate me ha traído un presupuesto para arreglar el jardín.<br />

—Era un jardín maravilloso —le contó Eavan a Nate—. Te podías sentar ahí y transportarte<br />

a otra época. El aroma de las flores, el zumbido de las abejas... Fantástico.<br />

—Puedo hacer que sea maravilloso de nuevo —dijo Nate—. Ya me dirás si te parece bien el<br />

precio. —Bajó rápidamente la escalera y salió por la verja delantera.<br />

—¡Claire Hudson! —Eavan se cambió a Saffy de hombro y miró a su amiga—. ¿Otro<br />

hombre en la casa?<br />

—No seas ridícula —replicó Claire—. Ya lo ha dicho él, ha traído el presupuesto para el<br />

jardín.<br />

—¿Cómo te las has arreglado para conseguir que los dos hombres más atractivos del<br />

planeta te presten sus servicios? —preguntó Eavan—. El de las avispas era guapo, pero<br />

también lo es el del jardín.<br />

—¡Oh, no lo creo! —Claire negó con la cabeza—Reconozco que Oliver es un sueño<br />

andante, pero Nate sólo es diferente.<br />

—Pues yo creo que está muy bueno —insistió Eavan firme—.<br />

Y tiene una edad más cercana a la tuya.


—¡Por el amor de Dios! —Claire la miró divertida—. Aunque así fuera, eso no cambiaría<br />

nada. Lo vi por primera vez en el paseo marítimo, Phydough lo tiró al suelo y casi lo mata.<br />

Después choqué con él en su tienda y se le rompió la maceta que estaba llevando.<br />

—¿Y después de todo eso todavía tiene ganas de trabajar en tu jardín? —A Eavan le<br />

brillaban los ojos—. Suena prometedor.<br />

—Está casado —espetó Claire—. Con la chica que lleva la nueva floristería que hay más<br />

abajo.<br />

—Bueno —Eavan sonrió—. Entonces te tendrás que quedar con Becks junior.<br />

—No me quedo con ninguno —replicó Claire.<br />

Eavan se echó a reír.<br />

—¿Sabes?, de repente estás más contenta, ¿verdad?<br />

—Algo así. —Claire se mordió el labio—. Me siento diferente, pero no sé por qué.<br />

—Quizá por todos esos hombres sexys que pasan por aquí.<br />

—Sí, claro. —Claire sonrió.<br />

—Tal vez encuentres a uno en lo de la cena. Quizá conozcas a alguien que te deje<br />

boquiabierta.<br />

—No. —Claire la miró muy seria—. No. Eso no va a pasar. Puedo mirar a los hombres y<br />

pensar que son atractivos. Pero para ser sincera, eso también lo hacía cuando Bill estaba vivo.<br />

Sin embargo no puedo... No puedo conectar con ellos. Y tampoco quiero.<br />

—¿Y si conoces al hombre adecuado?<br />

Claire negó con la cabeza.<br />

—No hay un hombre adecuado. Lo sabría si lo hubiera, pero no es así.<br />

—No puedes estar segura de eso.<br />

—Sólo se tiene una alma gemela —dijo Claire.<br />

—Quizá, pero no deberías negarte posibilidades.<br />

Claire volvió a negar con la cabeza.<br />

—Llámame. Dime qué te dice Glenn. No estás sola en esto, Eavan.<br />

—Gracias. —Eavan besó a su amiga en la mejilla con suavidad.<br />

—Cuídate —dijo Claire—. ¿Necesitas que te eche una mano para meterla en el coche?<br />

Eavan respondió que no.<br />

—Estoy acostumbrada —explicó—, pero me está costando una fortuna en visitas al<br />

quiromasajista.


CAPÍTULO 19<br />

Buddleja (buddleia): flores diminutas de colores variados que<br />

atraen a las mariposas. Si no se poda, los tallos se quedan sin<br />

hojas y muy delgados.<br />

EL VERANO VOLVIÓ el día de la Cena a Oscuras. El cielo estaba despejado y de un azul<br />

celeste, y la temperatura había subido de nuevo. Claire se sintió tentada de llamar a Rosie y<br />

decirle que no se iba a molestar en ir a la cena; era un día demasiado bonito para ir a la<br />

ciudad y meterse en una habitación de hotel, a oscuras. Pero no tenía valor para echarse atrás<br />

a esas alturas. En lugar de eso, se sentó en una peluquería (de repente había decidido que si<br />

de verdad iba en serio lo de asistir tenía que arreglarse el pelo y estuvo de acuerdo con la<br />

estilista en que tal vez había llegado el momento de hacer algo con los cabellos grises que<br />

estaban apareciendo entre sus rizos color canela.<br />

—Tienes suerte —le dijo Avril mientras mezclaba un color—. No tienes muchas canas y<br />

apenas se notan, pero esto te va a dejar mejor. Te lo prometo.<br />

Más tarde, Claire se miró en el espejo y sonrió encantada al ver el color suave que parecía<br />

realmente el suyo, pero al que le habían añadido mechas y brillos que le daban una apariencia<br />

más saludable. Avril le había cortado las puntas de su caprichoso flequillo y también le había<br />

vaciado algunas de las zonas más densas, para que se le vieran más los ojos y su rostro<br />

quedara enmarcado por rizos que caían suavemente.<br />

Siguió mirando su reflejo en los escaparates mientras volvía a casa, encantada con el corte,<br />

pero repitiéndose que estaba siendo realmente tonta por creer que un nuevo color y un corte<br />

más moderno eran importantes en el esquema general de las cosas.<br />

Se concedió una hora para arreglarse y pasó más tiempo del habitual maquillándose. Sin<br />

embargo, nunca se le había dado muy bien lo del maquillaje, y, en cierto modo, tenía la<br />

sensación de que su base de maquillaje prehistórica y una pizca de sombra, además del rímel<br />

(todavía infectado de bacterias) no harían justicia a su maravilloso vestido nuevo y a su<br />

elegante corte de pelo. Lo raro, pensó mientras, sentada en la cama, con su conjunto de ropa<br />

interior de Mark&Spencer luchaba para conseguir pintarse las uñas de los pies, era que estaba<br />

empezando a sentirse un poco excitada con la idea de salir. Por supuesto, sus expectativas no<br />

incluían encontrar a un hombre, pero aun así tenía la ilusión de hacer algo diferente, de salir<br />

con las chicas y el potencial de... bueno, no estaba muy segura de qué había potencial, pero<br />

tal vez pasara algo agradable. Intentó convencerse de que era una insensatez, pero la idea<br />

seguía apareciendo en su cabeza, quizá habría alguien en la cena con quien pudiera conectar.<br />

Un hombre que pudiera convertirse en un amigo. Era posible. Alguien nuevo. Alguien que no la<br />

mirara y siempre recordara que ella era Claire Hudson, una persona a la que le había sucedido<br />

una terrible tragedia.<br />

Y, naturalmente..., se mordió el labio... también estaba el factor competitivo. Claire apenas<br />

podía creer que estuviera pensando así, pero sabía que se sentiría decepcionada si las otras<br />

chicas de Locum Libris conocían a alguien y ella no. Dejó el bote de pinta-uñas ultrarrápido en<br />

la mesita de noche y negó con la cabeza. ¡No era un maldito partido de bádminton! Era una<br />

salida, por Dios. Y más le valía vestirse o llegaría tarde.


El vestido malva estaba colgado en el armario. Abrió las puertas y apartó sus prendas viejas<br />

para sacarlo. Entonces vio el otro vestido. El de seda color ocre que había llevado la última<br />

noche que estuvieron en Jamaica. Había sido su favorito, un vestido que sólo podía ponerse<br />

cuando se sentía más delgada y atractiva que nunca, porque era muy ajustado y no hacía<br />

concesiones. Sin embargo, se lo había puesto aquella noche, aunque estaba un poco hinchada<br />

debido a su embarazo, porque era el vestido favorito de Bill. Deslizó los dedos por la tela<br />

suave y vaporosa, y fue como si estuviera otra vez allí, de pie en el balcón, mirando el mar,<br />

acariciada por la brisa caribeña con la mano de Bill apoyada sobre su hombro.<br />

—Maldita sea —masculló al sentir que las lágrimas le presionaban los ojos—. No puedo<br />

llorar. No ahora. Se me correrá el rímel.<br />

Aquella tarde, a las siete menos cuarto, cuando la mayoría de la gente estaba atrapada en<br />

el atasco de salida de la ciudad, Claire se dirigió a la parada del autobús y cogió el 44A. Llegó<br />

al hotel a las siete y cuarto pasadas, y las chicas de Locum Libris estaban juntas en el hall.<br />

—Pensábamos que te habías rajado —dijo Trinny, que fue la primera que la vio—. ¡Estás<br />

increíble, Claire! Vamos, dan copas de champán en el bar de recepción.<br />

El minúsculo bar ya estaba lleno de gente. Las chicas de Locum Libris se hicieron con sus<br />

copas y observaron a la muchedumbre.<br />

—No creía que fuera a haber tanta gente —comentó Rosie—. Según leí en Internet, se<br />

celebró una reunión de éstas en Nueva York y sólo asistieron unas treinta personas.<br />

—¿Cuánta gente dirías que hay aquí? —preguntó Joanna.<br />

—¿Cincuenta? ¿Sesenta?<br />

—Los bastantes como para que todas atrapemos a alguno —observó Petra—. ¡Eh, mirad,<br />

un tío bueno de verdad! —Indicó con la cabeza hacia un hombre con esmoquin, de pie en la<br />

entrada.<br />

—Creo que es un camarero —dijo Rosie.<br />

—¡Estás de broma!<br />

—Ninguno de los hombres lleva esmoquin —comentó.<br />

—Estupendo. —Petra soltó una risilla—. Entonces, ¡sólo tendré que abalanzarme sobre él<br />

cuando apaguen las luces!<br />

—Se supone que has venido para hablar con la gente, para averiguar cosas sobre su<br />

personalidad —le explicó Rosie—, no para quedarte en lo superficial y fijarte sólo en el<br />

aspecto.<br />

Todas se echaron a reír.<br />

—Espero que todo el mundo piense así —dijo Joanna—, después de todo, soy la impostora<br />

que mintió sobre su edad para poder venir.<br />

Según la página web, la edad máxima para las mujeres era de treinta y cinco (para los<br />

hombres cuarenta y cinco, lo cual, como Petra había farfullado, era ridículamente sexista).<br />

Joanna había decidido que, ya que habitualmente le echaban cinco años menos, no había<br />

motivo para no utilizarlo para la ocasión. Y Claire, que también tenía más de treinta y cinco y<br />

no se había dado cuenta de la restricción de edad al principio, había decidido que, ya que en<br />

realidad no iba por intentar conseguir a ningún hombre, no importaba la edad que tuviera.


—Lo de la edad es tan estúpido —comentó Trinny—. Jo, eres de lejos la más glamurosa de<br />

todas, apuesto lo que sea a que al final de la noche tendrás a algún hombre comiendo en tu<br />

mano.<br />

—Todos estaremos comiendo con las manos —intervino Claire. Tomó un sorbo de su copa<br />

de vino y paseó la vista por la multitud. Como se temía de antemano, las mujeres eran jóvenes,<br />

delgadas y muy, muy atractivas. Muchos de los hombres también eran atractivos, aunque<br />

había unos cuantos que no parecía que se hubieran arreglado mucho, mientras la mayoría de<br />

las mujeres se habían empleado a fondo. Había escotes profundos, vestidos cortísimos y<br />

calzados con los que parecía imposible andar. Aunque tampoco sus sandalias eran mucho<br />

mejores en el capítulo comodidad. Ya le dolían los pies por la falta de costumbre de llevar<br />

tanto tacón.<br />

Sonó una campanilla y un atractivo hombre con esmoquin les dio la bienvenida al evento. Les<br />

dijo que se llamaba Chris y que era el organizador, y que era hora de pasar al comedor. Les<br />

pidió que esperaran a ser acompañados a sus mesas.<br />

Linos camareros vestidos con chaquetas color granate y con gafas de visión nocturna<br />

aparecieron de la nada y comenzaron a conducir a la gente hacia el comedor a oscuras.<br />

—Por Dios —murmuró Celia—. ¡Estamos en una película de la CIA! En cualquier momento<br />

Tom Cruise o Ben Affleck descenderán del techo con fusiles AK47 colgados del hombro.<br />

—Por aquí, señora —dijo un camarero.<br />

—Hasta luego —susurró Trinny mientras se alejaba de ellas.<br />

—Me siento como si fueran a llevarme a la guillotina o algo así —comentó Petra, que fue la<br />

siguiente.<br />

Cinco minutos después acompañaron a Claire a la sala, que estaba totalmente a oscuras,<br />

sin un resquicio de luz. Claire no había esperado que la oscuridad fuera tan absoluta. Puso las<br />

manos delante, temerosa de tropezar con una silla o chocar con una mesa, y todavía más de<br />

tocar a alguien sin querer. El camarero la guió hasta su silla y le dijo a la gente que había<br />

llegado Claire, y que se presentaran.<br />

Ella no podía ver nada. Se sintió totalmente sola cuando la oscuridad la envolvió. A pesar de<br />

que oía el murmullo de las conversaciones a su alrededor, el sonido más alto que percibía era<br />

su corazón martilleándole en el pecho.<br />

—¿Hay alguien ahí? —preguntó con cautela.<br />

—Sí, yo —respondió una voz femenina desde el otro lado de la mesa—. Me llamo Tanya.<br />

—Claire —se presentó ésta.<br />

—Amy —dijo otra voz.<br />

—¿Hay algún hombre? —preguntó Tanya.<br />

Se hizo un silencio absoluto.<br />

—¡Mierda! —exclamó Amy—. ¡Estamos en una mesa de chicas!<br />

—No —se oyó una voz masculina a la izquierda de Claire, y ella estuvo a punto de dar un<br />

bote de dos metros—. Estoy yo.<br />

—Bueno, pues ándate con cuidado —dijo Tanya—, porque si eres el único hombre, estás en<br />

serios apuros.<br />

Hubo un revuelo alrededor de la mesa y Claire se dio cuenta de que en realidad había más<br />

gente.


—Vamos a presentarnos como es debido —propuso Amy—. Empezaré yo y luego<br />

estrecharé la mano a la persona de mi derecha, él puede decir su nombre y seguimos así la<br />

ronda por toda la mesa.<br />

—Richard.<br />

—Stella.<br />

—Cormac.<br />

—Tanya.<br />

—Gary. —Claire sintió que una mano se extendía hacia ella y la cogía por el codo. Ella<br />

palpó en busca de su mano y se la estrechó. Fue un apretón firme y decidido.<br />

—Claire —dijo y se volvió hacia la persona que tenía a su lado. Falló y le metió el dedo en el<br />

ojo.<br />

—Ay —ahogó él un grito—. Ollie.<br />

—Y ya ha dado la vuelta hasta mí —informó Amy.<br />

—Disculpe, señora. —Los camareros habían vuelto con la comida. Claire puso la mano<br />

sobre la mesa y tanteó en busca del plato.<br />

—Esto es absolutamente ridículo —dijo Gary—. No me puedo creer que accediera a venir.<br />

—¡Oh, cálmate! —exclamó Tanya—. Si eres afortunado, una de nosotras podría acabar<br />

desnudándose.<br />

—¡Ahora nos entendemos!<br />

Claire no estaba segura de cuál de los hombres había hecho el comentario.<br />

—Es una lástima que nunca puedas llegar a saberlo —dijo Stella.<br />

—Yo ya lo he hecho. —Claire se aventuró a gastar una broma.<br />

—¿En serio? —Notó que Ollie se volvía hacia ella y alargaba la mano. Ella se apartó un<br />

poco y él se cayó de la silla, agarrándola del brazo mientras caía. Claire lo ayudó a volverse a<br />

sentar.<br />

—Vale, desvestirse en la oscuridad no es tan buena idea —comentó él—; puede provocar<br />

lesiones inesperadas. Perdona, Claire, he estado a punto de matarte.<br />

—Eh, ¡que haya calma por ahí! —gritó Stella.<br />

—Parece que la diversión estará en este lado de la mesa —susurró Gary con una risita<br />

ahogada.<br />

—¿Qué demonios es la comida? —preguntó Amy.<br />

—Gambas —contestó Cormac—. Hay una salsa en el borde del plato —les advirtió—. Yo<br />

ya he metido los dedos.<br />

Claire hizo un nuevo esfuerzo para encontrar su comida. A su lado, Ollie charlaba sobre lo<br />

antinatural que era todo y decía que iba a matar a su hermana, porque ella era la que le había<br />

organizado todo aquello como regalo de cumpleaños y lo había obligado a asistir...<br />

—¿Está intentando emparejarte? —Claire finalmente se las había arreglado para dar con<br />

sus gambas y se metió una en la boca. No estaban mal del todo, notó con placer. De alguna<br />

forma, había esperado que la comida fuera incomestible, pero la verdad era que, a oscuras, el<br />

sabor era mucho mejor de lo que había creído. Lamió la salsa picante que le había goteado<br />

por el brazo.<br />

—Siempre —contestó Ollie—. Pero de lo que no se da cuenta es de que soy un hombre


sensible, y las mujeres que me encuentra son siempre mucho más duras que yo.<br />

—¡Vaya sarta de estupideces! —Stella se echó a reír.<br />

Claire era consciente de los diferentes acentos de la gente de la mesa. Amy, decidió, era<br />

de Cork, con su cadencia suave y lánguida. Richard era del norte de Irlanda, le sonaba a<br />

Belfast, pero no estaba segura. Sin lugar a dudas, Tanya y Cormac eran dublineses, y Stella<br />

tenía el deformado acento de la zona 4 de Dublín, ése en el que la gente sustituía la o por la a.<br />

La mayoría lo hacían a los veinte-pocos o en la universidad, así que Claire se representó a<br />

Stella como una joven y hermosa rubia. Amy tenía voz de gordita y amistosa. Tanya, pensó,<br />

podría ser pelirroja, con pecas. Las imágenes de los hombres le resultaban igual de fáciles.<br />

Richard era delgado, llevaba gafas y parecía anémico. Cormac debía de ser grande y fornido.<br />

Gary, basándose en el apretón de manos, seguramente sería alto y fuerte. Y Ollie, que estaba<br />

a su otro lado... De repente, la amalgama de confusos pensamientos sobre Ollie explotaron<br />

con total claridad en su cabeza. Ollie. Oliver. ¡El exterminador de avispas con cuerpo de dios<br />

griego! Seguramente no, pensó. No en un lugar así. A su lado. A oscuras.<br />

Pero la voz sí lo parecía. Cálida y sensual como la recordaba.<br />

Y tampoco había tanta gente llamada Oliver en Dublín. ¿Sería el mismo hombre? ¿Qué<br />

posibilidades había? Y si era él, ¿la recordaría y le contaría a todo el mundo que era una<br />

impostora, porque de ninguna manera podía tener menos de treinta y cinco años? Él la había<br />

visto en casa, sin maquillaje que le tapara las arrugas. En la oscuridad, sintió que se ponía<br />

roja.<br />

—Bueno —dijo él—. Cuéntame algo de ti.<br />

Claire se dio cuenta de que no tenía por qué contarle la verdad. «Puedo ser quien quiera.»<br />

Sorprendida por su imaginación, le contó que era cazadora de modelos para una agencia y se<br />

inventó anécdotas relacionadas con haber seguido a jóvenes atractivos por las calles.<br />

—Nunca hubiera pensado que necesitaras venir a un sitio como éste —observó él—. Tu vida<br />

debe de estar repleta de hombres atractivos.<br />

—No busco atractivo —respondió ella—, busco a alguien interesante.<br />

—¿Ves?, es exactamente eso. —Su tono de voz se había relajado—. Conozco a un montón<br />

de mujeres que creen que la apariencia lo es todo. La suya o la mía.<br />

—¿Eres guapo? —De repente Claire no pudo contenerse. Se acercó a él y le tocó la cara<br />

con suavidad.<br />

«¿Será así ser ciego? —se preguntó mientras seguía con los dedos la parte inferior de sus<br />

mejillas, la suavidad de su boca y luego seguía hacia el otro lado de su rostro—. No necesito<br />

los ojos para verlo. Seguro que es Oliver Ramsey. Lo sé.»<br />

—Tienes un tacto increíble —susurró él.<br />

—¡Eh, eh! ¿Qué está pasando por ahí? —gritó Tanya.<br />

Claire apartó la mano de la cara de Ollie y fue a coger su copa de vino, pero la tiró y<br />

empapó el mantel.<br />

—Mierda —murmuró—. Disculpadme todos.<br />

En un segundo, un camarero llegó y comenzó a secar el desastre.<br />

—Lo siento —repitió ella.<br />

Se quedó sentada en silencio mientras retiraban los primeros y les ponían enfrente un<br />

sorbete para limpiar el paladar. Claire se dio cuenta de que el corazón le martilleaba. Tocar la


cara de Ollie había despertado emociones contradictorias en su interior. No se trataba de la<br />

posibilidad de que pudiera gustarle, o de que verdaderamente le gustara, sino de volver a tocar<br />

a alguien de ese modo... De repente tuvo un escalofrío a pesar de la calidez de la sala.<br />

La conversación general de la mesa se había dividido en otras más pequeñas. A su<br />

izquierda, oía a Gary y Stella charlando. Ollie parecía estar hablando con Tanya. Claire se<br />

sintió muy sola en la oscuridad, pero entonces notó la mano de Ollie en su pierna. Estuvo a<br />

punto de soltar un chillido, pero no quería armar un escándalo. Contuvo la respiración. Ollie<br />

apartó la mano. Ella volvió a exhalar. Entonces, él susurró:<br />

—Perdona, estaba buscando tu brazo. —Ella comenzó a temblar de risa.<br />

—Es la verdad —insistió él, nervioso—. No quiero que pienses que soy un pervertido.<br />

Charló de nuevo con Ollie durante un rato, y después su atención se desplazó a Gary, que<br />

se había colado en la conversación. Trabajaba en la industria de la construcción, y había<br />

participado en el diseño de algunos de los centros comerciales más conocidos de la ciudad,<br />

pero lo que era más importante, había pasado el año anterior en Kosovo, colaborando en la<br />

reconstrucción de la ciudad. De hecho, Gary era una persona mucho más interesante que<br />

Ollie. Tal vez era un poco de mala suerte que ella supiera cómo era Ollie, por lo que éste le<br />

sacaba ventaja en términos de deseo. Se reprendió a sí misma por pensar de aquella manera.<br />

A los postres, Claire tenía la sensación de que los conocía de toda la vida. Deliberadamente<br />

había evitado preguntarle a Ollie por su trabajo, porque sabía que no hubiera sido capaz de<br />

mantener la farsa de no saber quién era. Se le aceleraba el pulso al pensar que encenderían<br />

las luces en cualquier momento. A pesar de que durante toda la cena había deseado ver a la<br />

gente con la que estaba hablando, de repente tuvo la sensación de que la oscuridad era su<br />

amiga. A oscuras, ella era Claire, la glamurosa cazatalentos. Con luz, era Claire Hudson, la<br />

madre de Georgia, por encima del límite de edad, que una vez había estado casada con Bill.<br />

Cuando las lámparas iluminaron la sala, todo el mundo parpadeó. Claire miró con<br />

asombrada envidia a Tanya, que era prácticamente una doble de Jennifer López; con<br />

admiración a Amy, que no era gordita para nada, sino que tenía el cuerpo de Kate Moss y una<br />

cara de portada de Vogue; y con satisfacción a Stella, que casaba exactamente con la imagen<br />

mental que ella se había hecho. Gary tenía un poco de sobrepeso, pero no era feo; Richard<br />

era delgado, tenía una sonrisa alegre y el pelo muy corto; Cormac era un guapo vikingo; y<br />

Ollie... Ollie era Oliver Ramsey, como ella pensaba.<br />

Él se quedó mirándola completamente alucinado.<br />

—No sabía que eras una cazatalentos —le dijo acusadoramente—. Me dijiste que<br />

trabajabas en casa.<br />

—¿Os conocéis? —preguntó Tanya, con sus enormes ojos marrones muy abiertos—. No<br />

me puedo creer que os conocierais.<br />

—¿Es que hay alguna razón por la que una cazatalentos no pueda trabajar en casa? —<br />

preguntó Claire, que no quería reconocer delante de todo el mundo que había mentido sobre<br />

su trabajo—. Además, Oliver, pensaba que eras tú.<br />

—¡Habías adivinado que era yo! ¿Cómo?<br />

Claire se puso roja. No quería decir que su voz tan sexy era lo que lo había delatado.<br />

—¡Venga, Claire! ¿Cómo sabías que era yo?<br />

«Oh, qué demonios», pensó.<br />

—He reconocido tu voz.


—Sexy —dijo Tanya—. Muy sexy.<br />

—Totalmente —estuvo de acuerdo Amy—. La mejor voz del lugar. Y —añadió mirándole<br />

con malicia— también el mejor cuerpo.<br />

Oliver parecía encantado, mientras que los otros hombres parecían en cambio desalentados<br />

y las chicas se reían.<br />

Era más sencillo charlar con luz, pensó Claire, pero la conversación era también menos<br />

profunda. Por alguna razón, ver a alguien impedía hacerle preguntas sobre sí mismo, pero<br />

siguió disfrutando de la compañía de todos los que estaban en la mesa, y de la diversión que<br />

representaba estar con gente nueva.<br />

—¡Claire! ¡Eh! ¿Cómo lo estáis pasando? —Trinny Armstrong se acercó a la mesa—. Uf,<br />

por aquí os las habéis arreglado para haceros con unos cuantos hombres atractivos. Los<br />

nuestros son horribles. Sin duda, gente adorable, pero no atractivos. —Miró a Oliver Ramsey<br />

con una ceja levantada—. Por Dios, ¿alguna vez te han dicho que eres un calco de David<br />

Beckham?<br />

—Muchas —contestó Oliver.<br />

—Muy atractivo —dijo Trinny y se volvió hacia Claire—. Escucha, Claire, unos cuantos<br />

vamos a ir a tomar algo y a bailar. ¿Te apetece venir? ¡Tráete a Becks si quieres!<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—No creo, Trinny, gracias.<br />

—Oh, ¿por qué no? Petra y Rosie vienen. Pasa la noche con nosotras.<br />

Oliver la miró de manera inquisitiva.<br />

—Podría ser divertido.<br />

«Podría —pensó Claire—. Pero no sería lo mismo con las chicas de Locum Libris. Era<br />

mucho más liberador estar con desconocidos.» Comprobó su reloj. Pasaban de las once. Se<br />

había quedado más tiempo del que esperaba. Súbitamente se sentía cansada y no quería irse<br />

de copas.<br />

—Lo he pasado genial —les dijo— pero me voy a ir ya.<br />

—Bueno, vale —aceptó Trinny—. Llámanos la semana que viene. —Luego le dedicó una<br />

amplia sonrisa a Oliver—. No tienes que quedarte con este grupo, ya lo sabes. Evidentemente<br />

has aterrizado en la mesa aburrida.<br />

Oliver le sonrió.<br />

—Ya veremos.<br />

Claire se levantó.<br />

—Ha sido maravilloso conoceros —dijo—, pero me tengo que ir.<br />

—¡Claire! —Richard la miró desilusionado—. Justo estábamos hablando de ir todos juntos a<br />

tomar algo. Tienes que venir.<br />

—Gracias —contestó ella—. Tal vez en otra ocasión, pero esta noche no.<br />

—¿Por qué no me dais todos vuestros números de teléfono? —dijo Tanya—. Podemos<br />

organizar algo otro día.<br />

Todos menos Claire llevaban sus números apuntados en tarjetitas. Ella escribió el suyo unas<br />

cuantas veces en la parte de atrás de los menús, los cortó, se los pasó a los demás y se<br />

disculpó por ser tan poco previsora. Echó un vistazo a las tarjetas que le habían dado a


cambio.<br />

—Amy Pointer —leyó Claire en voz alta—. Vidente. —Miró a Amy—. ¿En serio?<br />

—Por supuesto.<br />

—¿Así que ya lo sabías todo sobre los demás? —le preguntó Claire—. ¿Podías ver<br />

nuestras auras o lo que sea?<br />

—Sí —respondió Amy.<br />

—Entonces, ¿por qué estás aquí? —intervino Tanya— ¿No puedes hacerle un conjuro a<br />

algún tío o algo así?<br />

—Ojalá —contestó Amy—. Pensé que éste sería un sitio estupendo para ver cómo era la<br />

gente sin tener que mirarles a la cara.<br />

—¿Y lo has hecho? —preguntó Tanya—. ¿Cómo es mi aura?<br />

—La tuya es cálida y satisfecha —dijo Amy—. La de Claire está un poco triste. La de<br />

Richard es vibrante.<br />

Claire parpadeó un par de veces. Una aura triste. Ella no quería tener una aura triste.<br />

Quería una segura de sí misma.<br />

Terminaron de intercambiarse los números de teléfono y Claire cogió su bolso.<br />

—¿Estás segura de que no quieres venir a tomar algo con nosotros?<br />

Claire parecía dudosa. ¿Debería ir con ellos después de haber rechazado la propuesta de<br />

Trinny y las chicas? A fin de cuentas, si había superado todo el rollo de la cena, seguro que<br />

también podría arreglárselas para tomar algo. ¿Qué pasaría si todos se conocían<br />

tremendamente bien y ella era la única que se quedaba fuera?<br />

—No está preparada —explicó Amy.<br />

Claire la miró sorprendida.<br />

—Lo estarás —prosiguió la otra—, pero no esta noche.<br />

De repente, a Claire no le importaba si su aura estaba triste o no, o si el resto de la gente<br />

se lo pasaba súper bien y ella era la única aguafiestas. Quería irse a casa.<br />

—Ha sido estupendo conoceros —repitió—. Nos veremos en otra ocasión.<br />

Salió del comedor y volvió a consultar la hora. Podía llegar al último autobús, aunque le<br />

daba la impresión de que subirse a uno, como hubieran dicho las chicas, sería un bajón<br />

absoluto.<br />

—¡Eh, Claire, espera un segundo!<br />

Oliver Ramsey estaba a su lado.<br />

—Vas en mi dirección, ¿me preguntaba si querrías que te acercara a casa? —sugirió.<br />

—Es muy amable por tu parte —le dijo—, pero no hace falta.<br />

—¿Cómo vas a ir a casa? —preguntó.<br />

—Autobús, taxi, caminando... —Se encogió de hombros—. Son sólo un par de kilómetros.<br />

—No llevo la furgoneta de matar bichos —dijo él—, si es eso lo que te incomoda. Tengo un<br />

coche.<br />

Claire tragó saliva. La furgoneta hubiera sido para ella mejor que un coche, aunque Oliver no<br />

podía saberlo.<br />

—No, de verdad —rechazó de nuevo—. Estaré bien.


—Me gustaría llevarte a casa —insistió Oliver.<br />

—Tu ofrecimiento es muy amable —se lo agradeció ella—. En serio. Pero... prefiero<br />

caminar.<br />

—Mira, si no me aguantas dímelo abiertamente.<br />

—No es eso —replicó Claire—. De verdad. Es sólo que... no sé si...<br />

—Entonces, ¿por qué has venido si ibas a rechazar inocentes ofrecimientos de<br />

acompañarte a casa? —le preguntó con los ojos brillantes.<br />

—No es eso —dijo—. En serio.<br />

—Vamos —propuso Oliver—. Te acompañaré caminando si es lo que quieres.<br />

«Por qué no —pensó—. ¿Por qué demonios negarme? Es un hombre agradable, es<br />

maravilloso mirarlo... ¿No me merezco tener a alguien como él en mi vida?»<br />

Pero cuando giraron por la calle Amiens, Claire vio el autobús doblando la esquina.<br />

—Oh, mira —exclamó—. Tengo que cogerlo. —Besó fugazmente a Oliver en la mejilla—.<br />

Gracias. Gracias por un montón de cosas.<br />

Se quitó las delicadas sandalias que la incomodaban más y más a cada paso y cruzó<br />

corriendo descalza la carretera hacia la parada.<br />

—Claire —gritó Oliver a sus espaldas.<br />

—Ya sé que he dicho que quería caminar —gritó—, pero estas sandalias son<br />

extremadamente incómodas. Tendrías que haberme llevado en brazos.<br />

—¿Me estás dejando plantado antes de que hayamos empezado? —preguntó.<br />

—No. —De repente se rió—. No, Oliver, sólo me estoy haciendo la difícil.<br />

El autobús se detuvo en la parada y Claire subió antes de que él tuviera tiempo de<br />

responder; pero ella llegó a verlo mirando el autobús alejarse lentamente en dirección a su<br />

casa.


CAPÍTULO 20<br />

Brachycome (margarita Swan River): margaritas de colores<br />

sobre un follaje lanceolado capaz de resistir las sequías.<br />

CLAIRE NO SE PODÍA CREER que el mes ya hubiese pasado y que hubiera llegado el<br />

momento de que Georgia volviera. Vivir sola no había sido tan horrible como se temía, aunque<br />

había días que la casa parecía antinaturalmente silenciosa y ella echaba de menos el continuo<br />

deambular de su hija por las habitaciones, dejando un rastro de objetos a su paso. La joven<br />

parecía totalmente incapaz de estar en un sitio sin dejarse algo: una bufanda, un libro,<br />

envoltorios de caramelos, su iPod. Una vez que Georgia había estado en una habitación, la<br />

cambiaba para siempre. Claire no acababa de acostumbrarse a la idea de recoger y que no<br />

hubiese servido para nada unos minutos más tarde.<br />

Pero lo más importante era que se las había arreglado sola. Ya fuera por haber sacado a<br />

Phydough a dar paseos más largos de lo habitual, sobre todo los días más soleados, o por el<br />

hecho de que su vida parecía haber sido más ajetreada y complicada, la cuestión era que el<br />

tiempo había pasado volando.<br />

Aun así, se moría de ganas de volver a ver a Georgia. Había echado de menos su risa y su<br />

conversación, y también saber que estaba allí. El último mes había sido como estar fuera de<br />

su propia vida. Ahora, en parte se alegraba mucho de volver a entrar.<br />

La mañana que tenía que llegar Georgia, Claire fue por toda la casa como una loca<br />

limpiando, ahuecando los cojines, quitando el polvo y limpiando el baño, a pesar de que sabía<br />

que Georgia no notaría si la casa estaba limpia o no. También fue a la clínica de Bill, le había<br />

quitado el polvo y barrido el suelo. Quería hablar con Georgia de la clínica.<br />

Leonie O’Malley se había ofrecido a llevar a Claire a la estación una vez más y ella había<br />

aceptado, aunque cada vez que pensaba en subirse al 4x4 sentía que se le aceleraba el<br />

corazón y le temblaban las piernas. Sabía que antes o después tendría que buscar ayuda para<br />

su fobia a los coches. Había sobrevivido los últimos años sin tener uno, pero su reacción hacia<br />

los coches estaba interfiriendo en su vida. Oliver Ramsey no la había llamado desde que huyó<br />

de él, después de la Cena a Oscuras (no esperaba que lo hiciera). Sabía que debía de haberle<br />

parecido muy brusca, y no lo culpaba por no ponerse en contacto con ella. No obstante, de<br />

cara al futuro, aunque no tuviera intención de tener coche propio, tenía que ser capaz de<br />

subirse en uno sin volverse loca de miedo. Así pues, aceptó la oferta de Leonie aunque no<br />

tenía ningunas ganas de hacer el viaje a la estación.<br />

Faltaba media hora para que llegara la madre de Robyn. Claire miró por la ventana de la<br />

cocina a Nate Taylor y se mordió el labio. No le preocupaba dejarle solo, pensó. Después de<br />

todo, ella sabía dónde trabajaba, pero Bill siempre había sido muy maniático con lo de dejar a<br />

gente sin supervisión en casa. Ponía a todo el mundo en una posición difícil, le explicó Bill una<br />

vez. Si se echaba algo en falta, era natural que el dedo acusador recayera en quien fuera que<br />

hubiese estado solo en la casa. Aunque era improbable que nada fuera a desaparecer, y si<br />

había desaparecido era porque Georgia o Claire lo habían perdido, la verdadera preocupación<br />

de Bill era por los medicamentos y el equipo médico que guardaba en la clínica.<br />

Ahora las cosas habían cambiado, pensó Claire mientras miraba a Nate cavar los parterres


del lado del muro que daba al oeste. En su casa ya no había nada que mereciera la pena<br />

robar. Nate estiró los brazos por encima de su cabeza y Claire no pudo evitar fijarse en lo<br />

fuerte que parecía su cuerpo. Era su primer día de trabajo en el jardín. Ella había aceptado su<br />

más que razonable presupuesto, aunque todavía albergaba reticencias hacia él. Se dijo que Bill<br />

hubiera preferido a cualquiera haciendo el trabajo, antes que dejar crecer el jardín hasta un<br />

estado aún más salvaje.<br />

El sol calentaba ya y estaba subiendo la temperatura. Parecía como si la nueva ola de calor<br />

fuera a ser más abrasadora que la anterior a las tormentas.<br />

Nate se volvió para mirarla cuando ella salió al patio. Llevaba la falda verde lima y un top, y<br />

se había atado sus rizos color canela en una cola floja. Tenía los ojos brillantes y en su boca,<br />

que era como un capullo de rosa, había una sonrisa. Nate sabía, porque ella se lo había<br />

mencionado cuando llamó para aceptar el presupuesto, que tenía una hija de catorce años, por<br />

lo que Claire Hudson debía de rondar los treinta y tantos. No obstante, en ese momento con el<br />

sol reflejándose en su cabello rizado, con una falda desenfadada y unas sandalias planas,<br />

parecía por lo menos diez años más joven. Clavó la pala en la tierra y le sonrió.<br />

—¿Qué tal va? —preguntó ella pisando el césped.<br />

—Bastante bien —respondió él—. Nada de todo esto llevará mucho tiempo. Como te dije<br />

cuando llamaste, si quisieras hacer un cambio en el diseño tendría más personal ayudándome<br />

y trabajaríamos más de prisa. Pero ahora mismo vamos bien.<br />

Claire miró el montón de malas hierbas en la carretilla que Nate tenía a su lado.<br />

—Estaba muy descuidado, ¿verdad?<br />

Él se encogió de hombros.<br />

—Estas cosas pasan cuando no se tiene tiempo.<br />

—Estoy muy contenta de que hayas podido hacerlo.<br />

Esa vez le sonrió él.<br />

—No quería que cambiaras de idea. Es un jardín precioso, y quería devolverle todo su<br />

potencial.<br />

Era tan diferente cuando sonreía, pensó ella. Su cara perdía esa expresión acelerada y<br />

resentida que habitualmente tenía y casi parecía amable.<br />

—Tengo que salir —le dijo—. Voy a recoger a mi hija a la estación. Tardaré alrededor de<br />

una hora.<br />

—Bien —contestó Nate—. Yo seguiré con esto.<br />

—Yo... mmm... bueno, dejo la puerta de la cocina abierta —comentó—, por si te quieres<br />

hacer un té o lo que sea.<br />

—Puedes dejar la casa cerrada si quieres —dijo.<br />

—No. —Claire se ajustó la coleta—. No, está bien así. Puede que quieras utilizar el lavabo...<br />

Nate le dedicó una amplia sonrisa.<br />

—Tengo un gran poder de autocontrol.<br />

—Estoy segura de que sí —replicó—, pero prefiero que tengas opciones.<br />

—No te preocupes. —De repente su voz sonaba muy segura—. No va a hacer falta.<br />

Volvió a coger la pala y la hundió en la tierra.<br />

—Buen suelo —dijo.


—Eso solía decir mi marido —contestó Claire—. Era médico, pero su hobby era la<br />

jardinería.<br />

Nate gruñó mientras tiraba de un enorme diente de león y luego lo lanzaba a la pila de las<br />

malas hierbas de la carretilla.<br />

—¿Os separasteis?<br />

—Murió —respondió Claire con brevedad.<br />

—Lo siento. —Nate volvió a clavar la pala en la tierra—. Ha debido de ser difícil para ti.<br />

—Oh, estoy bien.<br />

—¿Estuvisteis casados mucho tiempo?<br />

—Años —dijo Claire—. Nos casamos jóvenes.<br />

—Yo también —explicó Nate—. Me alegro de que tu relación funcionara.<br />

Claire frunció el cejo. Si Nate tenía treinta y muchos, o incluso cuarenta y pocos (estaba<br />

casi segura), Sarah debía de ser una adolescente cuando se casó con ella.<br />

—No Sarah —añadió al ver la expresión de su cara—, sino mi primera mujer, Felicity. No<br />

duró.<br />

—Ah.<br />

—No se me dan muy bien las mujeres. —Nate sonrió irónico.<br />

El sonido del timbre retumbó en el aire.<br />

—Me vienen a buscar —exclamó Claire en parte aliviada, porque no estaba segura de<br />

querer oír las intimidades de Nate, aunque sentía curiosidad por saber más cosas de él—. Nos<br />

vemos luego.<br />

—Hasta luego —se despidió el hombre.<br />

Se quedó observándola unos instantes y después comenzó a cavar otra vez.<br />

Se sentó en el asiento del acompañante del 4x4 de Leonie, y rodaron entre el serpenteante<br />

y rugiente tráfico. En cuanto Leonie metió la directa, Claire notó cómo se le aceleraba el<br />

corazón y le temblaban las manos. Cerró los ojos.<br />

Leonie no la miraba; iba concentrada en la carretera y mantenía un monólogo fluido sobre lo<br />

bien que parecía haberlo pasado Robyn en el oeste de Irlanda y lo maravilloso que era que<br />

Georgia y ella no hubieran discutido ni se hubieran peleado durante todo el mes.<br />

—Seguro que discutieron por algo —dijo Claire que, con una mano se sujetaba al<br />

apoyabrazos y con la otra se agarraba con fuerza al borde del asiento mientras mantenía los<br />

ojos cerrados—. Es lo que hacen las chicas, ¿no?<br />

—Oh, Robs es muy tranquila —comentó Leonie.<br />

—Supongo que Georgia también —replicó Claire.<br />

—Tu Georgia es una chica fantástica. —Leonie se detuvo en un semáforo en rojo y echó un<br />

vistazo a Claire—. La has educado verdaderamente bien.<br />

—No he sido sólo yo —dijo Claire—. Bill era un padre maravilloso y mis padres siempre han<br />

sido un gran apoyo, como los de él; ahora se han ido a pasar el verano a Nueva Zelanda con el<br />

hermano de Bill, pero mantienen el contacto. Georgey y Jessie se comunican mucho por mail.


—Sé que Bill era increíble, pero la mayoría es obra tuya, Claire. —Leonie arrancó el coche<br />

con cuidado cuando el semáforo se puso en verde—. Seamos claras, él era un hombre muy<br />

ocupado. Un medico excelente, todo el mundo lo decía, pero estaba totalmente centrado en<br />

eso. Y tú trabajabas con él y cuidabas de Georgia... —Nuevamente echó un fugaz vistazo a<br />

Claire, que todavía tenía los ojos cerrados y seguía aferrada al apoyabrazos y al asiento—.<br />

Luego, después del accidente..., ¿sabes?, estuviste fantástica, Claire. De verdad.<br />

—No digas tonterías —espetó Claire secamente.<br />

—Estuviste fantástica —repitió Leonie—. Nunca te quejaste de lo injusto que había sido<br />

todo y reaccionaste muy bien todo el tiempo en que Georgia no hablaba. Si eso me hubiese<br />

pasado a mí con Robyn, estoy segura de que habría tenido un ataque de nervios.<br />

—No lo habrías tenido —la contradijo Claire—. Tú también te las habrías apañado, Leonie,<br />

porque no queda otra opción. Eres madre y tienes a alguien que depende de ti y no puedes...<br />

no puedes rendirte y convertirte en una desquiciada. —Abrió un ojo medio segundo—. Ya sé<br />

que suena ridículo que diga eso ahora mismo.<br />

—Bueno, sólo quiero que sepas que te admiro muchísimo —concluyó Leonie mientras<br />

entraban en el aparcamiento de la estación Heuston.<br />

Una vez que Leonie hubo aparcado, Claire abrió los ojos y le sonrió débilmente.<br />

—¿Me admiras? —preguntó—. ¿A mí, una mujer que tiene que cerrar los ojos para ir en<br />

coche?<br />

—Sí —contestó Leonie—, y sabe Dios que si eso es lo peor que haces, entonces te admiro<br />

aún más.<br />

Claire se echó a reír, aliviada de estar al fin fuera del coche.<br />

—Venga —dijo—. Vamos a recoger a nuestras hijas.<br />

El tren estaba llegando justo cuando entraron en la estación. De repente, el andén estaba<br />

lleno de adolescentes chillones que salían de los vagones, empujándose y bromeando en<br />

general. Claire escrutó la multitud en busca de Georgia, pero al principio no la vio. Entonces la<br />

distinguió caminando hacia las vallas, y se quedó sin aliento.<br />

—¡Mamá! ¡Mamá! —Georgia también la vio y la saludó con la mano. Robyn O’Malley sonrió<br />

al ver a Leonie.<br />

Claire no se lo podía creer. Sólo había pasado un mes, pero parecía que su hija hubiese<br />

crecido de un día para otro. La larga melena de rizos pelirrojos con la que se había ido de<br />

Dublín había desaparecido y había sido reemplazada por un peinado más corto y liso que<br />

destacaba su largo y delicado cuello. Se había cortado las perneras de los pantalones,<br />

siguiendo la moda, y Claire tenía la sensación de que Georgia probablemente había crecido<br />

unos cuantos centímetros, porque aún llevando unas chanclas amarillo chillón (nuevas, se fijó<br />

Claire), parecía sobrepasar en altura a Robyn.<br />

—Fíjate en el pelo —murmuró Leonie.<br />

Al principio, Claire creía que se refería a Georgia, pero se dio cuenta de que Robyn también<br />

se lo había cortado, y además se había hecho mechas de color morado.<br />

—¡Hola, mamá! —Georgia la abrazó—. Qué alegría verte.<br />

—Yo también estoy muy contenta —dijo Claire—. Tienes un aspecto fantástico. Te he<br />

echado de menos.<br />

—Ya tenía ganas de volver a casa —exclamó Georgia—, aunque, para ser sincera, me lo


he pasado súper bien. He hecho muchos amigos y... ¡oh, espera! —El móvil de Georgia había<br />

sonado, avisándole de que tenía un mensaje y Claire vio cómo una sonrisa se extendía en su<br />

cara. Tecleó una respuesta.<br />

—¿Algún nuevo amigo? —preguntó Claire.<br />

—Montones —respondió Georgia.<br />

—Venga, chicas —dijo Leonie—, intentemos salir antes de que el aparcamiento se convierta<br />

en una locura.<br />

Fueron rápidamente hacia el coche y cargaron en él las maletas. Claire se subió a la parte<br />

de atrás con Georgia y se ajustó el cinturón.<br />

—¿Estás bien? —susurró su hija.<br />

Claire asintió con la cabeza y cerró los ojos.<br />

Robyn y Georgia hablaron sin parar durante todo el trayecto. Despotricaron de la casa en la<br />

que habían estado, se lamentaron de la cantidad de trabajo que habían tenido que hacer, se<br />

rieron al recordar anécdotas, se quejaron de los profesores y se partían de risa a cada rato pe<br />

>r cosas que no explicaban. Entonces, después de que Leonie hiciera un comentario sobre sus<br />

nuevos peinados, les contaron que se los habían hecho prácticamente gratis en una escuela de<br />

peluquería en Spiddal.<br />

—Me gusta —dijo Claire, abriendo y cerrando los ojos muy rápido para mirar a Georgia—,<br />

aunque te hace parecer increíblemente mayor.<br />

—¡Por eso me lo hice! —exclamó Georgia—. Los rizos están muy pasados de moda. Tú<br />

también te has cortado el pelo.<br />

—Pero no es un corte tan radical como el tuyo.<br />

Georgia se echó a reír.<br />

—Yo me he hecho mechas porque mi pelo es muy aburrido —explicó Robyn.<br />

—Así que todo el mundo lo ha pasado bien —concluyó Claire cuando finalmente Leonie paró<br />

delante de su casa.<br />

—Sin ninguna duda, señora H —dijo Robyn.<br />

—Gracias por traernos, Leonie —dijo Claire mientras sacaba como podía la maleta de<br />

Georgia—. Dios nos asista, Georgia, pesa más aún que cuando te fuiste.<br />

—No sé por qué —comentó Georgia—. No hay muchas más cosas dentro.<br />

—Nos vemos —se despidió Leonie subiéndose al coche. Robyn bajó la ventanilla y saludó<br />

con la mano a su amiga.<br />

Cuando Claire abrió la puerta, Georgia entró corriendo en la casa.<br />

—He echado muchísimo de menos a Phydough —le dijo a Claire, que estaba a sus<br />

espaldas—. Sé que se acordará de mí, porque los perros siempre recuerdan a sus amos,<br />

pero... ¡Dios!<br />

—¿Qué? —Claire la siguió a la cocina y se detuvo. Georgia había abierto la puerta de atrás<br />

de un tirón y estaba mirando el jardín, donde Nate Taylor seguía cavando en los parterres.<br />

Como había subido la temperatura, Nate se había quitado la camiseta y sólo llevaba los<br />

pantalones de faena y las pesadas botas de jardinería.<br />

—¿Qué coño es esto? —preguntó Georgia.<br />

—¡Georgia Hudson! —Claire miró a su hija enfadada—. No sé qué tipo de vocabulario te


parecía apropiado utilizar mientras estabas fuera, pero si esto es una muestra, te puedes ir<br />

olvidando ya mismo.<br />

—Lo siento —se disculpó Georgia, molesta consigo misma por haber dicho una palabrota<br />

delante de su madre. «Los padres tienen algo patológico con las palabrotas —pensó—. A fin<br />

de cuentas, no es más que una palabra, y no la digo tanto.»<br />

—Hola. —Nate clavó la pala en la tierra y se volvió hacia ellas.<br />

Su torso brillaba por el sudor. Claire podía verle las gotas en el pelo del pecho. Ligeramente<br />

gris, observó, unos mechones alrededor de los pectorales. Pectorales de aspecto fuerte.<br />

Exhaló. No era guapísimo. No era un tío bueno. No era parecido a Beckham, como Oliver<br />

Ramsey. No se parecía a Beckham en nada, pero de repente lo encontró innegablemente<br />

atractivo. De una forma como nunca se lo había parecido un hombre; nunca. Porque cuando te<br />

enamoras a los cinco años es distinto. Con Bill, la atracción sexual simplemente había<br />

aparecido. Aquello en cambio le había caído como un rayo. No sabía por qué. No era su<br />

aspecto. No era su físico (aunque parecía más fuerte y poderoso que sin la camiseta). No era<br />

su personalidad (eso lo que menos), pero había algo en su forma de estar allí, con un pie<br />

apoyado en el borde de la pala, la cabeza ladeada y el sudor cayéndole por la frente (tenía<br />

una cicatriz en la mejilla, notó, más profunda que la suya). Algo que le secaba la boca y le<br />

dejaba la mente en blanco.<br />

—¿Quién demonios eres? —preguntó Georgia—. ¿Mamá, quién es? —Miró<br />

acusadoramente a Claire, que tragó saliva y se humedeció los labios con la punta de la lengua.<br />

—Éste es Nate Taylor —contestó con voz ronca—. Está trabajando en el jardín.<br />

—En el jardín de papá —espetó Georgia bruscamente—. Está arrancando las cosas de<br />

papá.<br />

—Lo estoy limpiando —explicó Nate con suavidad—. No quitaré nada. Es sólo para ayudar<br />

a que crezca otra vez.<br />

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Georgia.<br />

—¿Por qué crees tú? —Claire estaba empezando a recuperar la compostura perdida, a<br />

pesar de que el corazón le martilleaba en el pecho—. Lo he contratado para que se encargue<br />

del jardín. Lo hemos hablado durante siglos.<br />

—¿Y por qué has tenido que esperar a que yo estuviera fuera? —quiso saber Georgia—.<br />

Me hubiera gustado opinar sobre lo que pasa en mi jardín.<br />

—Se presentó la posibilidad de que el señor Taylor lo hiciera y la aproveché.<br />

Las interrumpió un terremoto gris y blanco que emergió como un rayo del jardín y se lanzó<br />

encima de Georgia, casi derribándola.<br />

—¡Phy!—exclamó ella alegre—. ¿Dónde estabas? ¿Cómo estás? ¿Quién es mi perro<br />

favorito? —se arrodilló y hundió la cabeza en el pelo del perro.<br />

Nate y Claire intercambiaron una mirada. Claire desvió la vista tan pronto como pudo y volvió<br />

a centrarse en Georgia.<br />

—Debes disculparte con el señor Taylor —dijo—. Has sido una maleducada, Georgey.<br />

—Bueno, llego a casa y encuentro un hombre medio desnudo en el jardín. Tengo derecho a<br />

ser un poco maleducada —replicó Georgia mientras se ponía de pie.<br />

Nate se echó a reír. «Mierda —pensó Claire—. ¡Ahora también me gusta su risa! ¿Qué<br />

demonios está pasando aquí?»


—Tienes toda la razón —convino Nate—. Yo también estaría molesto si hubiera un hombre<br />

medio desnudo deambulando por mi jardín. —Cogió la camiseta y se la puso.<br />

—Por mí no hace falta —comentó Georgia.<br />

—¡Georgia! —Claire la miró fijamente.<br />

—Bueno, durante el mes pasado he visto un montón de tíos medio desnudos —le explicó<br />

con calma a Claire—. Las primeras semanas hacía un calor increíble, así que ninguno llevaba<br />

camiseta ni nada. En realidad no es justo que los tíos puedan ir por ahí sin nada. Yo tengo un<br />

montón de marcas de tirantes.<br />

—Cierto —asintió Claire débilmente—, es injusto.<br />

—¿Harás que vuelva a estar bien? —Georgia miró directamente a Nate—. ¿Vas a quitar las<br />

malas hierbas y todo lo que ha crecido de más?<br />

—Por supuesto —respondió—. Es mi trabajo.<br />

—Pero no arrancarás nada, ¿verdad?<br />

—Sólo lo podaré —le explicó—. No tocaré nada más. Te prometo que, cuando haya<br />

acabado, será exactamente como tú lo quieres.<br />

Georgia lo estudió detenidamente y luego asintió con la cabeza.<br />

—Entonces vale.<br />

—Bueno, me alegro de que hayamos resuelto esto —intervino Claire—. Señor Taylor, Nate,<br />

siento que Georgia haya sido tan brusca. No he tenido tiempo de explicarle que estarías aquí,<br />

así que imagino que estaba un poco sorprendida.<br />

—No hay problema —contestó él.<br />

—Entonces te dejo que sigas —resolvió Claire enérgica—. Vamos, Georgey, tienes que<br />

deshacer la maleta.<br />

—No tengo por qué hacerlo ahora mismo —protestó su hija—. Deja de alborotar, mamá. Lo<br />

haré en un minuto.<br />

—Vale —estuvo de acuerdo Claire—. Pondré la tetera. Seguro que al señor Taylor le<br />

apetecerá una taza de té.<br />

—En realidad no —dijo Nate—, con agua me bastaría. —Señaló con la cabeza una botella<br />

que tenía en la mesa del jardín—. Te agradecería si pudieras rellenármela.<br />

Claire cogió la botella y la llenó con agua de la jarra con filtro que tenía en la nevera. Le<br />

temblaban las manos. «¿A qué viene todo esto? —se preguntó a sí misma—. ¿Por qué<br />

demonios de repente me siento... me siento...?» No sabía cómo se sentía. Se dejó caer en la<br />

banqueta de la cocina.<br />

Georgia entró un instante después y vio a Claire allí sentada, con la frente apoyada en las<br />

manos.<br />

—¿Estás bien, mamá? —Su voz sonaba nerviosa.<br />

—Oh, sí, claro. —Claire levantó la vista y sonrió—. De repente he tenido calor.<br />

Georgia también sonrió.<br />

—Este tiempo es maravilloso, ¿a que sí? ¿Crees que se volverá a quedar así?<br />

—Eso espero —suspiró Claire.<br />

—El único problema es que cuesta mucho dormir cuando hace calor.


Claire asintió con la cabeza.<br />

—Además Robyn ronca. —Georgia hizo una mueca—. No podía soportarlo. Ya lo sabes,<br />

los ruidos por la noche. No estoy acostumbrada.<br />

—¿Y qué hiciste?<br />

—Bueno, una vez te llamé. —Georgia sonrió—. Y muchas veces me ponía los auriculares y<br />

escuchaba música para ahogar sus ronquidos.<br />

—Bien pensado.<br />

—Por eso estoy deseando irme a la cama esta noche —confesó Georgia—. Estoy un poco<br />

cansada, pero no hecha polvo. Sin embargo, quiero una noche tranquila.<br />

Claire asintió comprensiva.<br />

—¿Se la llevo fuera? —preguntó Georgia.<br />

—¿Eh?<br />

—El agua. ¿Se la llevo al jardinero?<br />

—Claro.<br />

—Me ha impresionado verlo ahí —comentó Georgia al entrar de nuevo en la cocina—.<br />

Naturalmente sabía que no era papá, pero no me cabía en la cabeza que hubiese un hombre<br />

en el jardín. Me ha asustado un poco.<br />

—Lo entiendo —dijo Claire—. Tendría que habértelo contado.<br />

—Es bastante mono. —Los ojos de Georgia brillaron.<br />

—No, no lo es.<br />

—Oh, mamá, claro que lo es. Bueno, para ser un hombre mayor.<br />

—¡Georgia Hudson! No es un hombre mayor. Tiene más o menos la misma edad que yo.<br />

—Exactamente lo que he dicho —sonrió Georgia—. Un anciano.<br />

Claire hizo una mueca.<br />

—¿Te gusta? —preguntó Georgia.<br />

—Por el amor de Dios, Georgey, está trabajando para nosotras, eso es todo. Y está bien,<br />

pero es un poco brusco.<br />

—Me ha parecido que te miraba de una forma extraña —dijo Georgia.<br />

—¿Qué?<br />

—Ya sabes, como si le gustaras.<br />

—Ya vale, Georgia. —Claire se puso de pie—. No sé en qué tipo de mundo hormonal has<br />

estado viviendo mientras estabas fuera, pero sin lugar a dudas, al señor Taylor no le gusto y a<br />

mí no me gusta él. De hecho, está casado. Así que aunque nos gustáramos locamente sería<br />

irrelevante.<br />

—Oh, no sé. —Georgia se encogió de hombros—. La gente tiene líos.<br />

—¡Georgia!<br />

La chica se echó a reír.<br />

—¡Tranquila! —le dijo a Claire—. Sólo te estaba tomando el pelo.<br />

—Bueno, pues no lo hagas —le recomendó Claire—. He tenido un día duro.<br />

—No es cierto.


—Cada día contigo es un día duro. —Pero sonrió para que Georgia supiera que lo decía en<br />

broma.


CAPÍTULO 21<br />

Anaphalis (perla eterna): hojas plateadas que crecen<br />

rápidamente con enormes racimos de pequeñas flores blancas<br />

con forma de estrella. Se puede secar.<br />

MÁS TARDE AQUEL DÍA , después de que Nate se marchara y las dos se pasearan por el<br />

jardín para observar su trabajo, Claire sacó el tema de la clínica de Bill.<br />

—Me preguntaba —dijo lentamente mientras se sentaban a la mesa del patio—, si te<br />

gustaría tenerlo como un espacio para ti.<br />

Georgia la miró fijamente.<br />

—Tu habitación es pequeña —continuó Claire—. Tienes muchísimas cosas, seguramente<br />

estarías mejor con un poco más de espacio.<br />

—Pero... ¿en el piso de abajo? —dijo Georgia despacio—. ¿La clínica y la sala de espera?<br />

Tiene una entrada separada. Sería como tener mi propio piso.<br />

—No estaba pensando exactamente en eso —reconoció Claire—. Creía que tal vez podrías<br />

utilizar la clínica como estudio. Podrías dejar tu habitación como está en el piso de arriba o<br />

trasladarte abajo, a tu gusto. Podríamos transformar la sala de espera en una habitación, no<br />

sería problema. Estarías un poco más apartada de mí, eso es todo.<br />

—Me encanta la idea de tener mi propio espacio —respondió Georgia—. De verdad. Y<br />

también creo que estaría bien convertir la sala de espera en una habitación, pero... —echó una<br />

ojeada a Claire desde su flequillo recién cortado, que todavía le caía sobre los ojos—, pero no<br />

estoy segura sobre lo de dormir allí abajo. Tienes razón. Estaría un poco aislada. —De<br />

repente se le iluminaron los ojos—. ¡Ya sé, mamá! Podríamos convertirlo en una habitación de<br />

invitados con dos camas y si Robs o alguien viene a dormir, podríamos estar allí. Y mientras,<br />

podría seguir durmiendo en mi propia habitación.<br />

—Vale —convino Claire—, si eso es lo que quieres.<br />

—Por supuesto que es lo que quiero. —Georgia le sonrió—. Apuesto a que es un poco de<br />

mal gusto pensar que tu propia madre es guay, pero... bueno, lo eres.<br />

Claire sonrió.<br />

—Me alegro de que lo pienses.<br />

—Uno de los chicos del colegio me estuvo contando cosas de su familia. —Georgia se<br />

ruborizó un poco al decirlo—. Su nombre es Steve. Sus padres se han ido de excursión o algo<br />

así este año. Le mandaron al campamento para librarse de él. Parecían horribles. Le hablé de<br />

d. Dijo que parecías increíble.<br />

—Georgey, pequeña...—Claire se detuvo—. Georgia, gracias —prosiguió—. Hago lo que<br />

puedo. No siempre es maravilloso, pero es lo mejor de que soy capaz.<br />

—Lo sé. —Georgia le sonrió—. Y sé que dentro de una semana estaremos peleándonos<br />

por cualquier cosa, pero esta noche eres increíble.<br />

Claire se echó a reír.<br />

—Bien. —Miró al jardín—. Tengo algo más que decirte.


—¿Qué? —Georgia la miró nerviosa.<br />

—Es sobre los abuelos.<br />

—¿Qué les pasa?<br />

Claire le explicó a Georgia la decisión de Con y Eileen de separarse. También le contó lo de<br />

la relación de Con y Lacey Dillon, aunque no le dijo que su padre había tenido otras amantes<br />

antes. Georgia permaneció en silencio mientras Claire le explicaba que tanto Con como Eileen<br />

pensaban que aquello era lo que debían hacer.<br />

—Pobre abuela —dijo Georgia cuando Claire terminó de hablar—. Y pobre abuelo, también.<br />

No ha debido de ser nada divertido estar juntos todo este tiempo si no se querían.<br />

—No —convino Claire—. Aunque me resulta un poco extraño que se separen ahora, lo<br />

entiendo.<br />

—Bueno, no tiene sentido que sigan juntos porque sí —comentó Georgia, práctica—. Se<br />

merecen un poco de felicidad, ¿no crees?<br />

—Claro —estuvo de acuerdo Claire—. Supongo que cuando me lo dijo tu abuela me cogió<br />

por sorpresa. —Miró a su hija con curiosidad—. Pensaba que te pondría triste.<br />

—¿Por qué? —preguntó Georgia y suspiró—. Bueno, supongo que me da un poco de pena.<br />

Pero si estoy triste es por mí, porque las cosas ya no serán iguales, no estoy triste por ellos.<br />

Ellos quieren hacerlo. Sí me da pena que la abuela venda la casa de Dundalk. Me encantaba ir<br />

allí.<br />

—A mí también me da pena eso —dijo Claire.<br />

—Estoy un poco desconcertada con lo de que el abuelo tenga una nueva pareja—reconoció<br />

Georgia—, porque... ¿cuántos años tiene, mamá? Es un poco obsceno, ¿no?<br />

—Tiene más de sesenta —le aclaró Claire—, pero eso ya no es tanto, hoy en día.<br />

Georgia resopló.<br />

—Aunque supongo que para alguien que piensa que cuarenta es ser viejo, uno de sesenta<br />

debe de ser decrépito. —Claire le sonrió.<br />

—Bueno, si no es viejo, entonces tiene derecho a tener a alguien —aceptó Georgia—. A mí<br />

sesenta y tantos me suenan a bastante mayor, pero creía que tenía más.<br />

—¡Georgia Hudson! —Pero Claire sintió de repente cómo la sobrecogía un ataque de risa.<br />

—¿Qué? —Georgia también se reía.<br />

—Eres... eres... irreprimible.<br />

—Gracias —contestó Georgia—, no sé qué significa, pero gracias.<br />

—Búscalo en el diccionario —dijo Claire poniéndose de pie—. Ahora vamos, cariño. Se está<br />

haciendo tarde y me están devorando los mosquitos. Es hora de entrar.<br />

Ni Claire ni Georgia se levantaron temprano a la mañana siguiente. De hecho, fue el timbre<br />

lo que sacó a Claire de un sueño profundo. Saltó de la cama y se puso una camiseta larga<br />

antes de bajar la escalera para abrir la puerta. Se asomó y echó un vistazo.<br />

Nate Taylor estaba de pie en el umbral, con una camiseta blanca y unos pantalones cortos.<br />

El cielo se veía de un azul intenso y la temperatura ya estaba subiendo.<br />

—Lo siento —se disculpó Nate—. ¿He llegado muy temprano? Quería empezar tan pronto


como pudiera. No me había dado cuenta... —Miró los ojos somnolientos de Claire y su pelo<br />

revuelto— ¿Quieres que vuelva más tarde?<br />

—¿Qué hora es? —preguntó ella.<br />

—Las ocho y media.<br />

Parpadeó atónita. No recordaba la última vez que se había levantado más tarde de las seis<br />

y media. Bostezó y se frotó los ojos.<br />

—Lo siento muchísimo —dijo—. ¡Creía que serían más o menos las siete! Supongo que me<br />

he quedado dormida. Pasa. —Dio un paso atrás y le dejó entrar hasta la cocina—. ¿Quieres<br />

una taza de té u otra cosa? —preguntó mientras abría las puertas de los armarios.<br />

—No, gracias —respondió—. Ya he desayunado. Llevo siglos levantado.<br />

Claire recordó de repente que sólo llevaba una camiseta que ni siquiera le llegaba a las<br />

rodillas.<br />

—Mejor me voy a vestir como es debido —dijo. Su corazón había vuelto a acelerarse y notó<br />

cómo le subían los colores.<br />

—Bueno, por mí no te preocupes —comentó Nate—. Yo voy a trabajar. —Salió al jardín y<br />

ella subió a su habitación.<br />

¿Cómo podía ser que encontrara a aquel hombre tan atractivo? ¿Qué demonios pasaba con<br />

él... o con ella? No le había gustado la primera vez que lo conoció, se había sentido casi<br />

obligada a que hiciera el presupuesto para el jardín, y luego había sido incapaz de rechazarlo<br />

porque era un precio muy razonable, pero en realidad ella no quería que estuviera allí. Sin<br />

embargo, ahora que lo estaba, no podía quitarle los ojos de encima. Tragó saliva. ¿Se<br />

referirían a eso cuando hablaban de lujuria? Ya se lo estaba imaginando sin camiseta, con el<br />

cuerpo reluciente de sudor. ¡Y ella no era de las de tórrido y sudado, por Dios! No le gustaba<br />

el sexo brusco y directo, sino lo sensual, con velas, luz suave y sábanas limpias.<br />

Tembló. Tres años. Tres años sin sentir el más remoto deseo de acostarse con nadie y<br />

ahora estaba pensando en hacerlo con un hombre que ni siquiera le gustaba, y, lo que era<br />

peor, con un hombre que estaba casado. «Debo de estar un poco trastornada —se dijo—.<br />

Seguro.»<br />

Se sentó en la esquina de su cama de matrimonio y miró una foto de Bill que tenía en la<br />

mesita de noche. Era su foto preferida de él, la había sacado en una playa de Dollymount el<br />

año anterior al accidente. Habían ido a pasear una tarde, a principios de otoño. Había sido<br />

maravilloso cuando el cielo se había despejado gracias a la brisa que barrió la bahía y que<br />

levantó olas de espuma blanca frente a ellos. El mar estaba espectacular y Claire había<br />

sacado el teléfono con cámara que Bill le había regalado por su cumpleaños y le había hecho<br />

una foto natural, sin posar, con el mar al fondo. Bill estaba sonriéndole, pero no era la sonrisa<br />

de alguien que sabe que lo están fotografiando, sino la de alguien que está compartiendo una<br />

broma. De repente ya no sentía ninguna lujuria por Nate Taylor.<br />

—Nunca habrá nadie más —susurró suavemente con la foto pegada a la mejilla—. Jamás.<br />

Tres horas más tarde, Georgia salió de su habitación y trotó escalera abajo. Echó un<br />

vistazo a Nate Taylor por la ventana de la cocina y luego frunció el cejo preguntándose dónde<br />

estaría Claire. Los ruidos procedentes de la clínica la hicieron encaminarse hacia la entrada y<br />

bajar al sótano.


Su madre estaba quitando letreros antiguos de las paredes de la sala de espera.<br />

—¿Te echo una mano? —preguntó Georgia.<br />

—Ah, al fin has salido de la cama.<br />

—Te lo dije —comentó Georgia—. En Galway no he podido dormir.<br />

Claire sonrió.<br />

—He ido a verte hace una hora. Estabas totalmente fuera de juego.<br />

—Me lo imagino —dijo Georgia—, pero ahora ya estoy despierta.<br />

—Estaba pensando que podríamos ir a Edge’s Comer y comprar pintura —dijo Claire—.<br />

Las paredes de la consulta y de la sala de espera necesitan una mano.<br />

—¿Quieres decir que tenemos que hacer todo eso antes de que pueda empezar a bajar mis<br />

cosas? —Georgia parecía decepcionada.<br />

—No, si no quieres —respondió Claire—. Pero si vas a tener un estudio, podría ser bonito.<br />

Y si la habitación va a ser de invitados, también querrás que sea bonita, ¿no?<br />

Georgia asintió.<br />

—¿Puedo elegir los colores?<br />

—Por supuesto —contestó Claire, y después miró seria a su hija—. Más o menos. Nada de<br />

negro o púrpuras o algo así.<br />

—Eres una aburrida —le espetó Georgia, pero a la vez le guiñó un ojo.<br />

La tienda de pinturas estaba a quince minutos. Después de que Georgia se arreglara,<br />

dejaron a Nate Taylor trabajando en el jardín y salieron a comprar la pintura. El sol caía sin<br />

piedad desde el cielo despejado y Claire deseó haberse puesto crema protectora. Cuando<br />

pasaron por delante de su cafetería favorita, que tenía mesas en la acera, ocupadas ahora por<br />

gente disfrutando de la temperatura, Claire le propuso a Georgia que a la vuelta tomaran un<br />

desayuno contundente.<br />

Georgia asintió alegre.<br />

—Porque una lata de pintura pesará una tonelada —observó—. Tendremos que parar para<br />

hacer un descanso.<br />

Claire asintió para mostrar su acuerdo. Esa era una de las ocasiones en las que no tener<br />

coche era una molestia, pensó. Para la mayoría de las cosas no importaba. Hacía la compra<br />

por Internet y había muchos autoservicios cerca de la casa, donde podía comprar alguna que<br />

otra cosa; las tiendas de muebles y electrodomésticos siempre hacían entregas a domicilio, y<br />

vivía lo bastante cerca del centro come > para ir sin problemas en autobús o en tren. No<br />

obstante, cargar con latas de pintura de cinco kilos era un poco palo.<br />

—Esa es la floristería donde trabaja nuestro jardinero —le dijo a Georgia cuando pasaron<br />

por delante de Taylor’s. Claire vio a Sarah en el interior, atando unos tallos para poner en el<br />

escaparate. Sintió una punzada de culpabilidad, por haber tenido una fantasía con el marido de<br />

otra mujer. Pero no había hecho ningún daño, pensó, mientras caminaban enérgicamente.<br />

Sarah nunca lo sabría, y Nate tampoco. Además, ya había superado esa crisis de pasión loca.<br />

Georgia eligió un amarillo brillante y Claire, a pesar de que pensó que se marearía cada vez<br />

que entrara en la consulta, aceptó la elección de su hija. Pagaron la pintura y las brochas y<br />

salieron de vuelta a casa.<br />

Cuando llegaron a la cafetería, un par de chicas se levantaron de una mesa, así que Claire


y Georgia se apresuraron a ocuparla. Georgia pidió un desayuno irlandés completo, con<br />

bacón, salchichas, huevos y tomate, mientras que Claire eligió pan tostado con queso cremoso<br />

y salmón. Georgia la miró con curiosidad.<br />

—No te he visto zamparte algo así en siglos —le dijo—. Creía que te habías convertido en<br />

una loca de las frutas.<br />

—Me estoy muriendo de hambre —le explicó Claire—, necesito algo para recuperar<br />

fuerzas. La pintura pesa mucho más de lo que creía.<br />

El móvil de Georgia sonó y ella comprobó que tenía un mensaje. Sonrió y contestó. El móvil<br />

volvió a sonar. Ella volvió a contestar otro mensaje. Volvió a sonar avisando de la respuesta.<br />

—¡Por Dios! —exclamó finalmente Claire—. ¡Habla directamente con quien sea!<br />

—Ya hemos acabado. —Georgia cerró la tapa y sonrió a su madre.<br />

—¿Quién era?<br />

—Un amigo.<br />

—¿Qué amigo?<br />

—Yo no te hago ese tipo de preguntas —dijo Georgia.<br />

Claire se encogió de hombros y volvió a concentrarse en su desayuno. Le había dicho la<br />

verdad a Georgia sobre que tenía hambre. Sentía cómo se le hacía la boca agua cuando se<br />

llevaba el tenedor a la boca.<br />

A pesar de que Georgia había dicho que ayudaría a pintar, a la media hora se aburrió y<br />

decidió sacar a pasear a Phydough, dejando a Claire sola. La consulta no era muy grande; de<br />

hecho, Claire estaba empezando a pensar que aun pintando la consulta y la sala de espera<br />

habían comprado demasiada pintura. La decoración siempre había sido cosa de Bill, no suya.<br />

Estornudó cuando una gota le cayó en la nariz, y decidió tomarse un descanso. En realidad le<br />

hubiera gustado salir al jardín, pero Nate todavía estaba cavando y limpiando y no quería<br />

molestarle. Ni que él la molestase a ella. Lo que hizo en cambio fue subir a la habitación de<br />

Georgia para valorar cuántas cosas había acumulado su hija y si cabrían en el espacio de la<br />

consulta.<br />

El pequeño escritorio de madera de Georgia, que Claire y Bill le habían regalado por su<br />

décimo cumpleaños, tenía encima montañas de libros y papeles. Su ropa, que se suponía que<br />

iba a sacar de la maleta y guardar, estaba esparcida por la habitación. La cajonera estaba<br />

atiborrada de camisetas, tops y ropa interior, y las cremas para los granos y el maquillaje<br />

estaban encima. Claire suspiró hondo. Había ordenado aquella habitación mientras Georgia<br />

estaba en el campamento, pero ya parecía como si su hija nunca se hubiera marchado.<br />

Lo cual, se dijo a sí misma mientras daba media vuelta para salir, no era malo del todo.<br />

Entonces maldijo al chocar contra el escritorio, tirando un libro que hizo caer varios más,<br />

incluido el diario de Georgia. A Claire le pareció extremadamente difícil no echar una ojeada,<br />

sobre todo después de que un papel suelto cayera de dentro.<br />

—No leeré el diario —dijo en voz alta—. De ninguna manera lo haré. —Pero no pudo evitar<br />

abrir el papel y leerlo.<br />

REQUISITOS PARA EL NOVIO DE MAMÁ:


1. Medianamente atractivo (nada de barba/pelo largo/el pecho no demasiado<br />

peludo).<br />

2. Limpio (especialmente las uñas y las orejas).<br />

3. No condescendiente (nada de suspiros cuando yo digo algo).<br />

4. Dinero (no rico, pero lo bastante adinerado como para no volverse loco con<br />

el precio de los CD, DVD y tarjetas de teléfono).<br />

5. Hijos (esto es difícil, pero un hijo atractivo también podría ser interesante).<br />

6. Intereses: música/historia/deportes (pero no el maldito fútbol/moda (pero no<br />

pervertido).<br />

7. Coche: algo llamativo.<br />

Claire se quedó mirando la lista. ¿Pensaría Georgia que tenía un novio? ¿Querría que<br />

tuviera novio? ¿Estaría preocupada porque Claire pudiera empezar a buscar a alguien que<br />

alterara sus vidas? Lo releyó y sonrió levemente. Tal vez era una broma. Pero no era una mala<br />

lista para nada.


CAPÍTULO 22<br />

Pyracantha (espino de fuego): duro y resistente, grupos de<br />

flores pequeñas. Frutos rojos, blancos o amarillos. Utilizar guantes<br />

para podar.<br />

EAVAN TODAVÍA NO HABÍA HABLADO seriamente con Glenn.<br />

No había sido capaz de reunir valor durante el fin de semana. Él había propuesto organizar<br />

una barbacoa el sábado por la tarde e invitar a los vecinos de ambos lados. Había sido<br />

divertido, y Eavan observó que Glenn no bebía nada aparte de agua fría durante todo el día.<br />

De hecho, si alguien se había excedido con el alcohol, habían sido ella y Ruth Gorman, la<br />

vecina de al lado, que se habían acabado dos botellas de Chardonnay entre las dos. Ésa era<br />

la razón por la que no había hablado con su marido el domingo: tenía resaca.<br />

El lunes por la mañana ya se sentía mejor, y fue al supermercado y arrastró el carrito por<br />

los pasillos. Cuando volvió al coche con Saffy, chilló enfadada al ver un nuevo arañazo en la<br />

puerta del acompañante. Era la segunda vez que le rayaban el coche en el aparcamiento del<br />

supermercado y no tenían siquiera la decencia de dejarle una nota.<br />

El arañazo era superficial. Lo comprobó una vez más cuando llegaron a casa. Podría haber<br />

sido peor. Se preguntó si Glenn preferiría que pidiera hora en el taller para que lo retocaran o<br />

si sería igual de rápido y fácil que se lo hiciera un chapista. Frunció el cejo tratando de<br />

recordar si Jim Trench, un amigo de Glenn, hacía trabajos de pintura o de motor. Cogió el<br />

teléfono y presionó la tecla en la que tenía memorizado el número de Glenn.<br />

—Trontec, está hablando con Mary, ¿puedo ayudarle?<br />

Eavan apretó los dientes. Había llamado a la empresa en vez de al móvil, como Glenn le<br />

había dicho. Si la centralita de Trontec hubiera sido automática, como la de tantos lugares hoy<br />

en día (lo que la ponía enferma), Eavan habría colgado, pero ya que la había atendido una<br />

persona de verdad, no lo hizo y preguntó en cambio por Glenn.<br />

—Glenn Keating —repitió la recepcionista con el soniquete que muchas utilizaban—. ¿Qué<br />

departamento?<br />

—Ventas. —Eavan decidió no mencionar que Glenn era el gerente ejecutivo de ventas.<br />

Estaba claro que la chica que estaba al teléfono era nueva en la empresa y no estaba<br />

familiarizada con el personal.<br />

—Disculpe, pero ese nombre no me sale en la pantalla.<br />

—Trabaja con Jarlath O’Connor y Stephen Liddel —amplió Eavan.<br />

—Le paso con Jarlath —dijo la recepcionista, y apretó un botón.<br />

Eavan había estado a punto de decirle que no se molestara, que localizaría a Glenn en el<br />

móvil, pero ya era demasiado tarde.<br />

—Jarlath O’Connor.<br />

—Hola, Jarlath, soy Eavan Keating—dijo—, disculpa que te moleste, pero la recepcionista<br />

me ha pasado directamente. Está claro que es nueva.<br />

—Mmm, sí, cierto. ¿Cómo estás, Eavan? ¿Cómo van las cosas?


—Oh, bien —contestó ella—. Escucha, ¿está Glenn por ahí?<br />

—Mmm, ¿Glenn? ¿Aquí?<br />

—Sí —asintió Eavan—, quería preguntarle una cosa. En realidad no es nada importante, sé<br />

que pasa mucho tiempo fuera y que tendría que haberle llamado al móvil, pero he marcado el<br />

número de Trontec sin darme cuenta.<br />

Jarlath no decía nada.<br />

—¿Jar? ¿Estás ahí?<br />

—Yo... sí, Eavan. Pero ¿por qué llamas aquí preguntando por Glenn?<br />

—¿Y por qué no iba a hacerlo? —preguntó a su vez Eavan—. ¿Ya no pasa nunca por la<br />

oficina?<br />

Hubo otro silencio.<br />

—¿Jar? ¿Pasa algo? —De repente Eavan se sintió nerviosa.<br />

—Bueno, mira, Eavan... —Se le cortó la voz.<br />

—¿Qué? —lo presionó ella.<br />

—Creo que no me corresponde...<br />

—¿Qué? —insistió, con más agresividad—. ¿Qué está sucediendo, Jarlath?<br />

—Eavan, es sólo que... no me puedo creer que todavía no lo sepas.<br />

—¿Saber qué?<br />

—Eh... es que... Glenn ya no trabaja aquí.<br />

—¿Qué? —Eavan pronunció la palabra aturdida—. ¿De qué estás hablando?<br />

—Creía... no sabía... esperaba...<br />

—Jarlath!<br />

—Mira, Eavan, dejaron que Glenn se marchara —explicó Jarlath rápidamente—. Hubo un<br />

problema con los objetivos de ventas. Nos ha dejado.<br />

—¿Quieres decir que le han despedido? —preguntó Eavan incrédula.<br />

—No lo despidieron. Sólo... bueno, dejaron que se fuera. —Jarlath parecía muy incómodo<br />

—. Eavan, lo siento. De verdad. No sabía que no te lo había dicho.<br />

—Pero está yendo a trabajar —objetó ella—. Todos los días.<br />

—Quizá ha conseguido otro trabajo —sugirió Jarlath.<br />

—Entonces, ¿por qué no me lo ha dicho?<br />

—No lo sé.<br />

Eavan tenía náuseas. Sujetó el auricular con fuerza al notar que se tambaleaba.<br />

—Tengo que dejarte —dijo bruscamente, y colgó el teléfono.<br />

Fue a la cocina a trompicones y Saffy la siguió.<br />

—¡Quiero helado! —gritó la pequeña.<br />

—En un minuto. —Eavan se sentó a la mesa de la cocina.<br />

—Ahora. —Saffy tiró de su falda.<br />

—He dicho en un minuto.<br />

—¡Quiero helado!


—¡Basta, Saffy! ¿Es que no me has oído? —gritó Eavan—. Te he dicho en un minuto. Ahora<br />

siéntate y quédate tranquila.<br />

Saffy abrió sus enormes ojos azules ante la dureza de la voz de su madre. Después se le<br />

llenaron de lágrimas.<br />

—Y no te molestes en llorar —espetó Eavan—. Eres una mimada. Siéntate y cállate.<br />

El labio inferior de la pequeña temblaba. Se fue lentamente hacia una esquina y allí se<br />

sentó, abrazada a su osito.<br />

Eavan se frotó la frente. Casi habían desaparecido las náuseas, pero un miedo gélido se<br />

había apoderado de ella. ¿Qué demonios había querido decir Jarlath con eso de que habían<br />

dejado que Glenn se marchara? ¿Por qué Glenn no le había dicho nada? ¿Qué hacía cada<br />

día? Se frotó la cara una y otra vez. No se podía haber quedado sin trabajo. En Trontec lo<br />

admiraban. Era un directivo. No dejaban que la gente se fuera así sin más.<br />

Sin embargo, se reconoció a sí misma, sí lo hacían. Recordaba cuando un par de años<br />

atrás habían trasladado el centro de atención al cliente a la India. Veinte personas se habían<br />

quedado sin trabajo.<br />

Y la división de investigación había sido trasladada a Dublín y poco más tarde volvía a estar<br />

en California. Trontec podía haber decidido trasladar la división de ventas. Aunque eso no tenía<br />

sentido, porque era necesario tener a los vendedores sobre el terreno, visitando a los clientes.<br />

No se podía vender desde la India o California.<br />

¿Por qué Glenn no le había dicho nada? ¿Por qué no le había contado esa maldita<br />

desgracia? Se mordió el labio. Quizá estaba ahogando sus problemas en alcohol. A Eavan se<br />

le había ocurrido que él había vuelto a beber, y había deseado que no fuera así, pero ahora<br />

comprendía por qué podría haberlo hecho. Gimió en voz baja.<br />

—Lo siento. —Saffy se acercó a ella y le puso la mano en el brazo—. No quería ser<br />

pesada.<br />

—Oh, cariño, no pasa nada. —Eavan levantó a su hija y la sentó en su regazo—. Perdona<br />

que te haya gritado.<br />

—¿Estás bien? —preguntó la niña.<br />

—Por supuesto.<br />

—Entonces, ¿puedo tomar helado ya? —Miró a Eavan con confianza.<br />

—Claro —contestó ésta—. Claro que puedes.<br />

—Bueno, Eileen. —Alan Bellew miró a la mujer de cabello plateado que tenía delante—.<br />

Esta es la mejor oferta hasta el momento. ¿Vas a aceptarla o quieres esperar un poco más?<br />

—He hablado con mi marido —respondió Eileen, después sonrió con tristeza a Alan—, mi ex<br />

marido, supongo. Él cree que deberíamos aceptarla.<br />

—Pero yo creía que la decisión era tuya —dijo Alan.<br />

—Y lo es —le explicó ella—. Pero todavía consulto las cosas con él. No puedo evitarlo.<br />

—¿Te ha recomendado que la aceptes?<br />

Eileen asintió con la cabeza.<br />

—Quiere el dinero.


—¿Y tú?<br />

—Yo también quiero el dinero —contestó con sinceridad—. Y marcharme de aquí; pero ha<br />

habido un retraso en la entrega de los apartamentos y...<br />

—Se puede negociar —la tranquilizó Alan—. A menudo la gente quiere hacer una venta o<br />

una compra rápida, pero no siempre funciona así. Tu abogado puede echarte una mano con<br />

esto.<br />

—Seguramente mi abogado no quiere verme ni en pintura —comentó Eileen alegremente—.<br />

Cuando Con y yo decidimos pedir el divorcio yo estaba un poco atacada, para decirlo<br />

suavemente.<br />

Alan la observó con curiosidad.<br />

—¿No querías el divorcio?<br />

—No era eso —contestó ella—. Sencillamente no era capaz de hacerme a la idea de que<br />

tenía que tomar decisiones por mí misma. Estaba tan acostumbrada a que Con las tomara por<br />

mí, que era algo que se me escapaba. Sé que me hace parecer patética, pero es cierto.<br />

—Yo no creo que parezcas patética en absoluto —opinó Alan—. De hecho, creo que eres<br />

una mujer muy decidida que sabe exactamente lo que quiere.<br />

Eileen sonrió.<br />

—Ahora sí lo sé —dijo—, pero no siempre ha sido así.<br />

—Entonces, ¿quieres que acepte la oferta?<br />

Eileen se levantó de la mesa donde habían estado charlando y miró por la ventana de atrás<br />

mientras Alan Bellew se entretenía con folletos de la casa.<br />

Eileen estaba recordando. Se acordaba de un día que Con y Claire habían estado jugando<br />

al escondite con tanta claridad como si los tuviera delante. Claire era muy pequeña en aquella<br />

época y se había escondido detrás de la madreselva que estaba cerca del fondo del jardín.<br />

Estaba a la vista, pero Con se había pasado siglos buscándola detrás de otras flores y<br />

arbustos, preguntándose en voz alta dónde podría estar. Al final se había rendido y había<br />

gritado «Sal, sal de dónde estés», y entonces Claire había salido corriendo de detrás de la<br />

madreselva, chillando de alegría por haber engañado a su padre. Ahora podría esconderse<br />

fácilmente, pensó Eileen. La planta había crecido hasta alcanzar los tres metros, y estaba llena<br />

de hojas preciosas. Eileen se preguntó qué recuerdos tendría el joven matrimonio que había<br />

pedido al banco una exorbitante cantidad de dinero para comprar aquella casa que tardarían<br />

treinta o cuarenta años en pagar.<br />

—¿Eileen? —Las palabras de Alan irrumpieron en sus pensamientos.<br />

—Oh, cosas de anciana —murmuró—. Estaba pensando en el pasado.<br />

Él asintió con la cabeza.<br />

—Imagino que te pasa con mucha gente.<br />

—A veces —convino él—, aunque hoy en día mucha gente piensa en su casa como en una<br />

operación financiera. Invierten dinero en cocinas, baños y jardines, pero no invierten<br />

emociones.<br />

Eileen asintió.<br />

—Creo que mi inversión emocional ya está amortizada —concluyó ella—. Adelante, diles<br />

que aceptamos la oferta. Me pondré en contacto con mi abogado hoy mismo.


—Gracias. —Alan se puso de pie y extendió la mano—. Gracias por todo.<br />

—De nada —dijo Eileen—. Ha sido un verdadero placer.<br />

Georgia y Robyn estaban tomando el sol en el paseo marítimo. Robyn llevaba un top corto<br />

rosa pastel y unos pantalones blancos muy cortos. Georgia llevaba un top parecido de color<br />

verde esmeralda y una de las minifaldas que Claire le había comprado antes de irse.<br />

—¿Has sabido algo de Peadar hoy? —preguntó Georgia mientras se tumbaba sobre la<br />

espalda y miraba una gaviota revolotear.<br />

—Me ha mandado un mensaje esta mañana —dijo Robyn—. Va a intentar que sus padres<br />

vengan a Dublín el fin de semana. ¿Qué tal con Steve?<br />

—Pobre Steve —suspiró Georgia—. Sus padres han vuelto de viaje y le están haciendo la<br />

vida imposible. Quieren que vaya a otro campamento de verano, pero no tiene plaza. Algo<br />

relacionado con el desarrollo interior.<br />

—Están locos.<br />

—Su hijo no les importa —convino Georgia—. Me da mucha pena. Sobre todo desde que he<br />

vuelto a casa y mi madre ha sido tan increíble de querer remodelar la clínica para mí. Ahora<br />

me doy cuenta de la suerte que tengo comparado con otros.<br />

—Sí, lo de la clínica suena guay —exclamó Robyn con entusiasmo—. Tengo muchas ganas<br />

de que esté acabado.<br />

—Ayer fuimos al centro y elegimos las camas —le explicó Georgia—. Tengo que acabar de<br />

decidirlo, pero creo que voy a poner el escritorio de mi padre en el estudio; creo que será<br />

bonito hacerlo.<br />

—¿Y cómo se ha tomado tu madre todo eso?<br />

—Está bien —contestó Georgia—. ¿Sabes, Robs?, parece que está mucho mejor desde<br />

que he vuelto.<br />

—Te ha echado de menos, claro —comentó Robyn.<br />

—No, me refiero a mejor que antes de irme —aclaró Georgia—. Como menos triste o algo<br />

así.<br />

—¿Tiene novio?<br />

—Oh, no seas ridícula —espetó Georgia duramente y después arrugó la nariz—. Aunque<br />

salió con un antiguo compañero de bádminton mientras estábamos fuera. También fue a una<br />

cena con la gente del trabajo.<br />

—Entonces quizá tiene algo que ver con el compañero de bádminton.<br />

—No ha vuelto a salir con él desde entonces —dijo Georgia.<br />

—Sólo hace un par de días que hemos vuelto.<br />

—Ni siquiera lo ha mencionado.<br />

—Bueno, aunque sólo sea que está saliendo un poco más es algo bueno, ¿no?<br />

—Sí. —Georgia asintió—, ¡Y si eso le hace comprarme cosas nuevas, entonces es<br />

absolutamente maravilloso!


CAPÍTULO 23<br />

Canna (canna liliflora): flores brillantes y hojas de colores que<br />

la hacen muy atractiva. Necesita un lugar protegido a pleno sol.<br />

EAVAN PUSO A SAFFY en la sillita del coche y condujo hasta la casa de Claire. Necesitaba<br />

hablar con alguien de la situación de Glenn y la única persona con la que tenía confianza era<br />

ella. Aparcó detrás de una camioneta verde que estaba entre la acera y la carretera delante<br />

de la casa de su amiga. Al salir del coche, vio a Georgia caminando por la calle. Al principio no<br />

la reconoció, porque se había cambiado el corte de pelo, pero cuando la chica llamó a Saffy,<br />

se dio cuenta de quién era aquella alta y elegante adolescente.<br />

Saffy chilló de alegría al ver a Georgia, que la levantó y le dio vueltas en el aire. A<br />

continuación, le hizo una mueca y le dijo que se estaba poniendo muy grande y pesada para<br />

levantarla así. Saffy rió mientras Georgia le revolvía su cabello oscuro.<br />

—¿Está tu madre en casa? —preguntó Eavan.<br />

—Claro —respondió Georgia—. Estaba trabajando cuando la dejé por la mañana.<br />

—Estás guapísima —dijo Eavan—. ¿Lo has pasado bien fuera?<br />

Georgia asintió con la cabeza.<br />

—Ahora se me hace muy raro no tener cada segundo del día programado —confesó—,<br />

pero tengo cosas que hacer. Estamos redecorando la clínica de papá y convirtiéndola en un<br />

estudio para mí.<br />

—¿En serio? —Eavan estaba sorprendida.<br />

—En serio —confirmó Georgia—. Pero mamá es quien tiene que pintar. Yo no puedo<br />

soportar el olor de la pintura.<br />

—Vaga. —Eavan sonrió.<br />

—No le digas que me lo estoy inventando. —Georgia se echó a reír—. Tengo muchas<br />

ganas de tenerlo todo colocado y listo, pero pintar se parece demasiado al trabajo duro.<br />

—Bueno, entonces, ¿podrías entretener a Saffy mientras me paso a ver a tu madre? —<br />

preguntó Eavan esperanzada.<br />

—Claro —contestó Georgia—. Iba a casa a prepararme un sándwich; prepararé otro para<br />

Saffy y luego nos iremos juntas al parque.<br />

—Le encantará —convino Eavan.<br />

Esperó a que Georgia entrara en la casa y le gritara a Claire que había llegado y que tenía<br />

compañía. Un par de segundos más tarde Claire bajó corriendo la escalera.<br />

Estaba diferente, aunque Eavan no sabía en qué consistía exactamente la diferencia.<br />

Llevaba el pelo recogido en un moño suelto en lo alto de la cabeza, lo que hacía que su cara<br />

no estuviera oculta por su cascada de rizos, como solía. Tenía los ojos más brillantes y el color<br />

de sus mejillas era más nítido. Pero también parecía un poco acelerada.<br />

—Hola —dijo, y notó al instante la expresión compungida de Eavan—. Vamos a la cocina.<br />

Las dos amigas se sentaron allí mientras Georgia preparaba una innecesaria y enorme


cantidad de sándwiches, le pasaba uno a Saffy y cogía uno para ella, antes de decirle a Claire<br />

que metería el resto en la nevera para que se conservaran frescos, y que se llevaba a la niña<br />

un rato. Claire asintió.<br />

—¿Quieres tomar algo? —le preguntó a Eavan—. ¿Té, café, zumo?<br />

—Té —contestó Eavan.<br />

Claire llenó la tetera, la encendió y cogió un par de tazas del armario. Eavan no dijo nada<br />

mientras ella hacía todo eso y Claire supo que algo iba muy mal. Cuando el agua hirvió y ella<br />

hubo preparado el té, se sentó al lado de su amiga.<br />

—¿Y? —preguntó.<br />

Eavan le contó lo de su llamada a Trontec y su descubrimiento de que Glenn ya no<br />

trabajaba allí.<br />

—No sé cuándo sucedió —lloró—, pero imagino que fue aquel fin de semana que tuvo que ir<br />

en sábado. Su comportamiento ha sido raro desde entonces.<br />

—Oh, Eavan. —Claire le cogió la mano—. Lo siento. Tiene que ser terrible para ti.<br />

—No me lo ha contado. —A Eavan le temblaba la voz—. Soy su mujer, Claire. Se supone<br />

que soy la persona con la que lo comparte todo, pero no me lo ha contado. —Miró a su amiga<br />

con repentina culpabilidad—. Ya lo sé, lo sé. No siempre lo compartimos todo, pero...<br />

—Quizá esperaba a que le saliera otra cosa —sugirió Claire con suavidad.<br />

—¿Cómo qué? —espetó Eavan—. ¿Cómo pudo imaginar que no me enteraría antes o<br />

después? ¿Qué locura es ésta? ¿Y qué ha estado haciendo cada día durante las últimas<br />

semanas? Sale como si se fuera a trabajar. A veces está fuera hasta tarde. Me cuenta que<br />

tiene reuniones. ¿Qué reuniones? —Una lágrima rodó por su mejilla—. Sabes que yo creía que<br />

estaba bebiendo. Y estoy tan asustada... —Se mordió el labio—. Oh, Claire, tengo tanto<br />

miedo de que lo esté haciendo, porque si está bebiendo quiere decir que vuelve a casa bebido.<br />

Podría matarse, o matar a otra persona. —Enterró la cabeza en sus manos y volvió a llorar—.<br />

La quiero. Quiero ayudarlo, pero no me dejará.<br />

—Claro que te dejará —la tranquilizó Claire—, Escucha, Eavan, esto ha tenido que ser un<br />

golpe muy duro para él. Comprendo que le cueste reconocerlo delante de ti. Probablemente<br />

tenía miedo de tu reacción.<br />

—Pero no debería tenerlo —exclamó Eavan. Le temblaban los hombros por la violencia de<br />

los sollozos.<br />

Claire recordó incómoda la vez que vio a Glenn solo en el bar Bruxelles, pero no le dijo nada<br />

a su amiga. Finalmente, ésta levantó la cabeza y la miró llorosa.<br />

—Lo siento —dijo—. Parece que siempre vengo a ti con mis estúpidos problemas.<br />

—No son estúpidos —replicó Claire—. Y me alegro de que hayas venido, pero tendrás que<br />

hablar con él. Tal vez le resulte un alivio que tú lo sepas.<br />

—Se enfadará conmigo por haber llamado a la empresa —resopló Eavan—. Y no lo culpo<br />

por eso.<br />

—No se va a enfadar contigo —dijo Claire—. Probablemente se sentirá avergonzado. Nada<br />

más. Y tú también tienes que contárselo todo.<br />

—¡No puedo! —exclamó Eavan.<br />

Claire la miró en silencio. Su amiga volvió a meter la cabeza entre las manos.


—Lo sé, lo sé —balbuceó—. Ya sé donde quieres llegar, Claire, pero eso es diferente.<br />

—¿Por qué es diferente?<br />

Eavan no contestó y continuó sollozando. Claire abrazó a su amiga y la sujetó hasta que las<br />

lágrimas remitieron.<br />

—Ya sé que es la misma conversación que tuvimos la última vez —Eavan resopló y la miró<br />

—. Pero ¿qué haré si ha recurrido a la bebida para afrontar esto?<br />

—Eso es algo que tendrás que resolver entonces —contestó Claire—. ¿No tiene un grupo<br />

de apoyo?<br />

—Sí.<br />

—Entonces seguro que lo ayudarán.<br />

—Supongo.<br />

—Eavan, no podemos hacer nada hasta que vosotros dos habléis.<br />

—Lo sé —dijo—. Es sólo que me da miedo.<br />

Se secó los ojos con un pañuelo de la caja que Claire había colocado junto a las tazas de<br />

té. Entonces un movimiento en el jardín llamó su atención. Deseosa de cambiar de tema<br />

aunque fuera un momento, miró a su amiga con cara de sorpresa.<br />

—No me había dado cuenta —comentó—. Tienes a alguien trabajando en el jardín.<br />

Claire asintió.<br />

—Está quedando muy bien.<br />

—Ya tiene mucho mejor aspecto —convino Eavan.<br />

—Está casi acabado —dijo Claire—. Ha arreglado todos los parterres y ha cambiado<br />

algunas plantas. Además está reconstruyendo la tapia del costado y ha añadido otras.<br />

—¿Resulta caro? —preguntó Eavan.<br />

—No demasiado —contestó ella.<br />

—Me alegro de que al fin hayas contratado a alguien —prosiguió Eavan—. Siempre ha sido<br />

un jardín precioso.<br />

Claire asintió con la cabeza.<br />

—Era... era tan reacia a que alguien viniera a hacer las cosas después de Bill —casi<br />

susurró—, pero me estaba comportando como una idiota.<br />

—Oh, lo entiendo —dijo Eavan y lloriqueó; no quería volver al tema de Glenn todavía—. Eh,<br />

¿no fuiste a la cena aquella la semana pasada?<br />

—Sí, y fue divertido. Ya te lo contaré otro día.<br />

—¿Conociste a alguien?<br />

—Sí y no. —Claire le explicó lo que le había pasado con Oliver Ramsey.<br />

—¡Tendrías que haberle dejado venir a casa contigo! —exclamó Eavan—. ¡Era guapísimo!<br />

—Sí, pero le había contado que era una cazatalentos.<br />

—¡Claire Hudson!<br />

—No quería que la gente supiera cosas de mí —explicó—. Y fue increíble. Pero no he<br />

sabido nada de nadie, y tampoco espero que llamen. Fue una noche divertida, eso es todo.<br />

Mira, ahora mismo Glenn y tú sois mucho más importantes que esa estúpida cena.


—No quiero hablar más de Glenn. —A Eavan se le saltaron de nuevo las lágrimas—. Tengo<br />

que sacar el tema esta noche. Ahora que sé lo que pasa, es más sencillo. Pero ¿sabes?, la<br />

verdadera preocupación es el dinero.<br />

—¿El dinero? Yo pensaba que no teníais problemas.<br />

—Renunciamos a mucho cuando yo dejé de trabajar. Supuso mucha presión para él... —<br />

Miró a Claire con cara de aflicción—. Es mi culpa —prosiguió—, él cambió de trabajo porque<br />

yo dejé el mío. Se metió en algo que no le gustaba de verdad. Yo soy la responsable de que lo<br />

hiciera, porque quería la casa en Howth y porque quise quedarme a cuidar a Saffy.<br />

—No seas tonta, Eavan.<br />

—Es cierto. —Eavan se sonó la nariz—. Él prefería la investigación, pero yo le obligué a<br />

pasarse a ventas. Tendría que haberlo sabido.<br />

—No es tu culpa —insistió Claire.<br />

—Probablemente no me lo ha contado porque debió de pensar que me pondría como loca<br />

por la casa —continuó Eavan—, como si eso fuera a importarme. —De repente, su expresión<br />

se endureció—. Es tan idiota.<br />

—Todos los hombres lo son —añadió Claire—. Depende de nosotras mantenerlos en el<br />

buen camino.<br />

—Tendrá que conseguir un trabajo —dijo Eavan—. Estoy segura de que eso es lo que ha<br />

estado haciendo, buscar trabajo. Sólo que todavía no debe de haber encontrado nada. Ya<br />

sabes cómo es, Claire: cuando estás trabajando, cambiar es fácil, pero cuando no... —<br />

Nerviosa, se retorció un mechón de pelo—. ¿Y si lo despidieron por beber?<br />

—Deja de torturarte —le ordenó Claire—. Vete a casa, date un baño y luego habla con él<br />

de todo esto.<br />

Eavan asintió.<br />

—Pero lo del baño es imposible —dijo—. Saffy ya se ocupará de que lo sea.<br />

Claire intentó volver a trabajar después de que Eavan se marchara, pero era incapaz de<br />

tranquilizarse. Georgia asomó la cabeza por la puerta y le dijo que iba a alquilar algo para ver<br />

más tarde. También sugirió esperanzada que, como parte del proyecto de reformas del<br />

estudio, Claire podía comprar un reproductor de DVD para la televisión de Georgia.<br />

—Ya veremos —contestó su madre mientras apagaba el ordenador. Sabía que no le sería<br />

posible seguir trabajando.<br />

Miró por la ventana. Nate Taylor estaba atando unas plantas al fondo del jardín. Iba otra vez<br />

sin camiseta; tenía la piel morena y curtida. Mientras Claire lo observaba, se incorporó y<br />

comprobó la hora. A continuación, estiró los brazos sobre su cabeza, se frotó la espalda y<br />

caminó hacia el patio. Claire ya no podía verlo, pero casi de inmediato Nate volvió al jardín y se<br />

dejó caer bajo el manzano, con una botella de zumo en la mano. Ella se preguntó si habría<br />

comido. No le había visto hacer ninguna pausa.<br />

Bajó y abrió la puerta de la cocina.<br />

—¿Tienes hambre?<br />

Él se encogió de hombros. Claire pensó un momento y recordó los sándwiches que Georgia<br />

había preparado aquella tarde.


—Tengo algunos sándwiches listos —le comentó—. Eres bienvenido si te apetece uno.<br />

Nate se levantó de debajo del árbol, se puso la camiseta y anduvo lentamente hacia ella.<br />

—Gracias —dijo—. Me estaba entrando un poco de apetito, pero hoy no me he traído nada.<br />

Claire sacó la bandeja de sándwiches de la nevera y la depositó en la mesa del patio.<br />

—Georgia se vuelve loca cuando prepara comida —comentó—. Siempre hace demasiada.<br />

Creo que son sobre todo de ensalada.<br />

—Estupendo. —Nate cogió uno del montón y le dio un mordisco mientras Claire volvía a la<br />

cocina a por más zumo.<br />

—Oh, mierda.<br />

Ella oyó sus palabras al abrir la nevera.<br />

—Mier-da. ¡Claire! —llamó.<br />

—¿Qué? ¿Qué pasa? —corrió al exterior.<br />

Nate estaba sentado a la mesa, con la mano en la garganta. Tenía la cara roja.<br />

—¿Te has atragantado? —preguntó.<br />

Negó con la cabeza.<br />

—Entonces, ¿qué?<br />

—Frutos secos —jadeó—. Tiene que ser eso. Soy... alérgico.<br />

—Oh, no. —Claire lo miró aterrorizada—. Mantequilla de cacahuete. Debe de haberles<br />

puesto mantequilla de cacahuete. A ella le encanta.<br />

—Llama a... alguien —le pidió temblando—. Me provoca... una reacción... muy fuerte. —<br />

Nate resollaba con cada respiración.<br />

—Espera —dijo ella—. Espera.<br />

Volvió a la cocina y cogió el botiquín de primeros auxilios. Sacó un objeto cilíndrico que<br />

desenvolvió rápidamente quitándole la tapa de protección mientras salía. La cara de Nate<br />

estaba aún más congestionada. Cuando él vio lo que tenía en la mano se desabrochó los<br />

pantalones y se los bajó. Claire sujetó el EpiPen contra su muslo y lo apretó con fuerza. El<br />

auto-inyector hizo clic. Claire observaba a Nate detenidamente.<br />

—Voy a llamar a una ambulancia —explicó—, masajéate la zona, ¿vale?<br />

Mientras llamaba al servicio de emergencias no le quitaba la vista de encima, aliviada al ver<br />

que su respiración parecía menos agitada que antes.<br />

—No me puedo creer que tuvieras eso —resolló—. He... tenido... mucha suerte.<br />

—Llegarán en seguida —dijo ella mirando el reloj—. No hables.<br />

Él asintió débilmente con la cabeza. Claire continuó vigilándolo.<br />

—¿Te sientes mejor? —le preguntó un par de minutos después.<br />

Nate sonrió fugazmente.<br />

—Creo que sí. Normalmente soy... tan cuidadoso. No creí... —exhaló lentamente; aunque<br />

su respiración todavía era dificultosa, Claire pensó que estaba comenzando a mejorar.<br />

—Lo siento —dijo después de otro par de minutos; su respiración había mejorado<br />

indudablemente y su cara estaba recuperando el color normal—. Esto es ridículo. No me hace<br />

falta una ambulancia. Estaré bien.<br />

—Probablemente —respondió Claire enérgicamente—, pero te tienen que monitorizar por si


vuelves a tener una reacción.<br />

—¿Cómo sabes todo esto? —La voz de Nate estaba recuperando la fuerza.<br />

—Soy la mujer de un médico —contestó Claire—. ¿Lo habías olvidado?<br />

—Me alegro. —Nate sonrió débilmente—. No hubiera sido bueno para el negocio... morir...<br />

en la puerta de tu casa.<br />

Claire le devolvió la sonrisa, pero estaba concentrada en el sonido de su respiración y en<br />

comprobar que no estuviera aumentando los jadeos o desarrollando una erupción. Confiada de<br />

que Nate estaba comenzando a recuperarse fue a la puerta principal. La ambulancia acababa<br />

de aparcar delante y dos paramédicos se apresuraban por la escalera.<br />

—¿Shock anafiláctico? —preguntó uno.<br />

—Está en el jardín de detrás —les indicó Claire—. Le he puesto una dosis de EpiPen y creo<br />

que se está recuperando.<br />

Los paramédicos fueron hacia la cocina y Claire estaba a punto de seguirlos cuando vio a<br />

Georgia corriendo a toda velocidad por la calle.<br />

—No pasa nada, no pasa nada —la tranquilizó Claire mientras la chica subía los escalones<br />

de dos en dos y casi se chocaba contra ella—. Todo está bien.<br />

A Georgia se le veía la cara pálida debajo de sus pecas veraniegas.<br />

—He visto la ambulancia —jadeó—. Creía... creía...<br />

—No ha pasado nada —repitió Claire y abrazó a su hija—. No hay nada por lo que<br />

preocuparse. Nate ha tenido una reacción alérgica a algo que ha comido, pero ya está bien, te<br />

lo prometo.<br />

Georgia se quedó inmóvil, abrazada a su madre hasta que Claire la apartó de la puerta para<br />

dejar pasar a los paramédicos que llevaban a Nate Taylor a la ambulancia.<br />

—Se pondrá bien —le dijo uno de ellos—. Lo llevamos al hospital Beaumont. ¿Quiere venir?<br />

—No, no —contestó Claire rápidamente—. No somos... no soy. —Miró a Nate—. ¿Quieres<br />

que llame a Sarah?<br />

Él negó despacio con la cabeza.<br />

—No, ya lo haré yo desde el hospital —le dijo.<br />

—¿Estás seguro? —le preguntó Claire.<br />

—Sí. —Nate fue firme—. No quiero asustarla. Ya estoy bien.<br />

—Sin duda parece que estás bien —intervino el paramédico—, pero igualmente te llevamos<br />

al hospital, amigo, para que te echen un ojo durante un rato.<br />

—Gracias. —Las palabras de Nate iban dirigidas a la vez a Claire y a los paramédicos.<br />

Cuando lo subieron a la ambulancia, Georgia apretó la mano de Claire.<br />

—¿Podemos entrar? —La voz de Georgia todavía era temblorosa y Claire la miró con<br />

nerviosismo.<br />

—¿Estás bien? —le preguntó mientras cerraba la puerta y la conducía a la cocina.<br />

—Ahora sí —contestó la chica—. Me he llevado un buen susto, mamá. Cuando he visto la<br />

ambulancia, creía... no sabía qué pensar. —Se frotó los ojos con las palmas de las manos—.<br />

Yo...<br />

—Está bien —la cortó Claire y volvió a abrazarla—. Yo también me hubiera asustado.


—Ha sido como el accidente —prosiguió Georgia con voz temblorosa—, aunque en realidad<br />

no puede ser, porque no recuerdo nada. Pero cuando he visto las luces azules ha sido como...<br />

me he acordado... he recordado algo. —Una lágrima rodó por su mejilla—. Estaba tan<br />

asustada.<br />

Claire la apretó contra sí.<br />

—No hay por qué tener miedo —dijo—. Estoy aquí. Yo cuidaré de ti.<br />

Georgia no dijo nada, pero Claire notaba cómo su cuerpo se agitaba con los sollozos.<br />

Después de un momento, levantó la cabeza y resopló con fuerza.<br />

—Lo siento —se disculpó—. Me estoy comportando como un bebé.<br />

—No, no lo estás haciendo —la tranquilizó Claire.<br />

—No puedo ser un bebé —concluyó Georgia—. No puedo llorar.<br />

—¡Por el amor de Dios! —Claire la miró preocupada—. Claro que puedes llorar. Cualquiera<br />

que se lleva un susto puede llorar. Es una reacción perfectamente normal.<br />

—Pero... pero...<br />

—Pero ¿qué?<br />

—Tengo que ser fuerte —dijo Georgia.<br />

—No, no tienes que serlo —la contradijo Claire con firmeza—. Puedes ser tan blanda como<br />

quieras.<br />

Una sonrisa asomó a la boca de Georgia y la chica se secó las lágrimas otra vez.<br />

—Yo nunca he sido una blanda.<br />

—Quizá no. —Claire la besó en la frente—. Pero ¿por qué tienes que ser fuerte? —<br />

preguntó.<br />

Georgia tragó saliva.<br />

—Por ti —contestó al fin—. Necesitas que sea fuerte.<br />

—¡Georgia! —Claire la miró atónita—. ¿Por qué piensas eso?<br />

—Por lo de papá —respondió su hija—, porque tenías el corazón roto. Porque perdiste a la<br />

persona que amabas. Por eso necesitas que yo sea fuerte. Al principio no lo fui. Fui débil y<br />

tonta, con toda aquella insensatez de no hablar. No era mi intención, pero lo fui. Y entonces,<br />

cuando oí hablar de ti y lo duro que te estaba resultando, y lo preocupada que estabas por<br />

mí... me sentí fatal. Fatal.<br />

—¡Oh, Georgey, pequeña! —Claire apretó su abrazo aún más—. No pienses eso ni por un<br />

segundo. No. Por supuesto que perdí a alguien. Las dos lo perdimos. Pero no perdí a la única<br />

persona a la que amaba. Todavía tengo conmigo a quien quiero más que a nadie en el mundo.<br />

Aún te tengo a ti, Georgey.<br />

—Pero no es lo mismo —resopló la chica—. No lo es. Me quieres porque soy tu hija, eso es<br />

todo.<br />

—Georgia Hudson. —Claire estaba más impresionada de lo que lo había estado en toda su<br />

vida—. No me puedo creer que pienses que sólo te quiero por obligación. ¿Cómo has podido<br />

imaginar algo así? —Miró a su hija con el cejo fruncido por la preocupación—. Cariño, tú eres<br />

lo más importante y preciado que hay para mí en el mundo. Y te quiero más que a nadie.<br />

—Pero no más que a papá —espetó Georgia.<br />

Claire se quedó callada. El corazón le latía con fuerza. Estaba destrozada al pensar que su


única hija pensaba que, de alguna manera, no la quería por ella misma, que no la quería con la<br />

misma intensidad que a Bill.<br />

Habló despacio.<br />

—Evidentemente yo quería muchísimo a tu padre, y querer a la persona con quien estás<br />

casado es algo muy profundo y emocional. Pero ¿no has oído hablar de cómo quieren las<br />

madres a sus hijos? ¿De cómo entran en edificios en llamas para salvarlos? ¿De cómo se<br />

matan de hambre para alimentarlos? ¿Que son capaces de cualquier cosa por ellos?<br />

Georgia asintió.<br />

—Claro que he oído ese tipo de cosas, pero no son reales.<br />

—Lo son —dijo Claire agresivamente—. Lo son, Georgey, pequeña. Yo entraría en<br />

cualquier edificio en llamas si creyera que tú estás dentro. Si quien fuese quisiera tocarte un<br />

pelo o hacerte daño, yo le mataría sin pensarlo dos veces. Te quiero, Georgia Hudson. Para<br />

mí eres la persona más importante del mundo. Yo no sería nada sin ti.<br />

Georgia se mordió el labio.<br />

—Pero tú le echas de menos, mamá, y yo no puedo ayudarte.<br />

—Por supuesto que le echo de menos —aceptó Claire—. Le conocía desde hacía mucho<br />

tiempo. Tú también le echas de menos.<br />

Pero nos tenemos la una a la otra. Nos queremos la una a la otra. Tú y yo somos una<br />

familia. Para mí es muy, muy importante que lo comprendas.<br />

—Lo comprendo —aseguró Georgia—, sólo creía que... bueno... —suspiró.<br />

—Tal vez no se me ha dado muy bien superar las cosas —reconoció Claire—. Y no estoy<br />

segura de haberlo hecho aún como debería. Pero lo único que nunca va a cambiar es la parte<br />

tan importante que eres de mi vida, Georgia. Te quiero absoluta e incondicionalmente, y<br />

estuviera Bill aquí o no, mi amor por ti sería exactamente igual.<br />

La sonrisa de Georgia era un poco temblorosa.<br />

—¿Estoy siendo muy idiota? —preguntó.<br />

—Profundamente idiota —contestó Claire—, pero está bien, porque yo también lo he sido<br />

bastante. Y te diré algo más, señorita Hudson, durante los últimos tres años no hubiera sido<br />

capaz de levantarme cada día de la cama de no haber sido por ti.<br />

—¿En serio?<br />

—Naturalmente. —Claire le dedicó una amplia sonrisa—. Reconócelo, necesitas a alguien<br />

que te saque a ti de la tuya. Si yo no lo hiciera, te pasarías todo el día escondida debajo de<br />

las sábanas.<br />

Georgia le hizo una mueca y Claire la volvió a besar. Se quedaron sentadas juntas en<br />

silencio durante un rato.<br />

—¿Y... y qué le ha pasado al señor Taylor? ¿Qué le ha provocado el shock? —preguntó<br />

Georgia finalmente; luego se rió—. ¿No te habrás estado contoneando delante de él, verdad?<br />

—¡Payasa! —Claire se sintió aliviada al oír a Georgia gastar una broma—. Claro que no. Se<br />

comió uno de tus sándwiches, Georgey.<br />

—¡Oh! —Georgia cerró los ojos al caer en la cuenta—. Mantequilla de cacahuete.<br />

Claire asintió con la cabeza.<br />

—Así que he sido yo —dijo la muchacha—. Casi lo mato.


—Bueno, yo le ofrecí el sándwich, cariño. Así que si alguien ha estado a punto de matarlo,<br />

soy yo.<br />

—¡Casi lo matamos! —Georgia tenía los ojos abiertos como platos, y había comenzado a<br />

recuperar el color—. Dios, mamá, podríamos haber sido acusadas de asesinato.<br />

—Vale, vale, ahora estás siendo ridícula —la cortó Claire—, pero sí es verdad que me sentí<br />

muy culpable al ver lo que había pasado.<br />

Y cuando me di cuenta de que estaba entrando en shock...<br />

—¿Tenía una de esas inyecciones? —preguntó Georgia—. Si es alérgico a los frutos secos,<br />

llevará una a todas partes, ¿no?<br />

—No —explicó Claire—. Aquí es donde hemos tenido suerte. Cogí una del botiquín. ¿Te<br />

acuerdas de que tu padre siempre tenía alguna? Había media docena, tres para adultos y tres<br />

para niños.<br />

Georgia asintió.<br />

—¿Se hubiera muerto?<br />

—No lo creo —dijo Claire—. No es la peor reacción que he visto, pero es mejor prevenir que<br />

curar, ¿no crees?<br />

—Pero puede que le hayas salvado la vida.<br />

—Hace un segundo era una asesina.<br />

—Mejor que hayas sido una salvadora, creo —reflexionó Georgia, y sonrió a Claire—. Papá<br />

se habría quedado impresionado.<br />

—¿Tú crees?<br />

—Seguro.<br />

—Te voy a confesar una cosa, Georgey, yo misma me he quedado impresionada.<br />

Georgia se rió.<br />

—¿Crees que terminará el trabajo del jardín? ¿O tendrá miedo de volver?<br />

—Espero que vuelva. —Claire miró por la ventana—. El jardín está mucho mejor.<br />

Georgia asintió. Sonó su teléfono y se lo sacó del bolsillo. Claire se sintió aliviada al ver que<br />

había recuperado lo bastante la compostura como para sonreír antes de enviar un mensaje de<br />

respuesta.


CAPÍTULO 24<br />

Polygonatum (sello de Salomón): flores acampanadas<br />

normalmente blancas o color crema. Las hojas brotan de tallos<br />

arqueados. Crece con fuerza a la sombra de árboles o arbustos.<br />

EAVAN ESTABA SENTADA en el invernadero cuando oyó llegar el coche. Tomó otro trago<br />

de agua. No sabía con exactitud qué le iba a decir a Glenn. En su cabeza había ensayado<br />

diferentes planteamientos una y otra vez, pero tenía la sensación de que, en cuanto él entrara<br />

por la puerta, ella se olvidaría de todos. Quería mostrarse tranquila y comprensiva, pero tenía<br />

el estómago revuelto. Siempre había creído que la única conversación difícil que podría tener<br />

con Glenn ya la había tenido cuando él le confesó su alcoholismo. Pero ahora era consciente<br />

de que había cosas aún más complicadas de las que hablar.<br />

Y estaba asustada.<br />

Oyó que se abría la puerta y escuchó sus pisadas en la entrada. Lo vio dejar el maletín en<br />

la barra de la cocina a través de las puertas de cristal que había entre el invernadero y ésta.<br />

Debía de ser terrible para él fingir cada día, pensó con tristeza. Y también sentir que tenía que<br />

llevar esa carga él solo.<br />

—¡Cariño, estoy en casa!<br />

Era una broma entre ellos que él dijera a veces eso. Cuando lo hacía, ella corría a<br />

saludarle, lo besaba y le preguntaba qué tal le había ido el día con la voz empalagosa de una<br />

de esas amas de casa de los años cincuenta en las edulcoradas películas de Hollywood.<br />

Se levantó de la silla de bambú con cojines y entró en la cocina.<br />

—Hola —dijo ella.<br />

—¿Cómo estás? —Glenn le sonrió, pero ella veía ansiedad en sus ojos. ¿Cómo demonios<br />

no lo había visto antes?<br />

—Estoy muy bien —dijo con suavidad—. ¿Y tú?<br />

—Oh, ocupado, muy ocupado.<br />

Eavan mantuvo la vista clavada en su cara.<br />

—Ocupado, pero no en Trontec.<br />

—¿Cómo? —Él la miró fijamente.<br />

—No era mi intención —le explicó—, pero hoy te he llamado a la oficina.<br />

—¡Eavan! ¡Te dije que no lo hicieras! Te dije...<br />

—Ya sé lo que me dijiste y por qué me lo dijiste —lo cortó ella—. Si ya no trabajas para la<br />

empresa, no tiene mucho sentido que te llame allí, ¿verdad?<br />

—Eavan, deja que te explique...<br />

—Te escucho.<br />

Glenn le contó la reunión con los altos cargos de la empresa y cómo habían decidido que su<br />

estrategia general de ventas se fraguaría desde sus oficinas de Estados Unidos, y que sí, que<br />

los vendedores locales eran necesarios, pero no alguien del calibre de Glenn. Además, le


dijeron, él preferiría la investigación, que era donde había empezado. Desafortunadamente, el<br />

departamento de investigación había sido trasladado a California.<br />

—¡Esos bastardos! —Eavan exclamó furiosa.<br />

—¿Qué podía decirles? —Glenn se encogió de hombros—. Habían aumentado la cuota de<br />

mercado, pero no habíamos obtenido la tasa que querían. Estaban implantando una nueva<br />

estrategia mundial. No ha sido sólo a mí a quien han dejado ir, John Mara, Ken Farell y Sean<br />

Carew también están igual.<br />

—Bastardos —repitió Eavan—. ¿Cómo pueden ser así?<br />

—Ya sabes cómo son las cosas hoy en día —dijo Glenn—. Uno sólo es una mercancía para<br />

ellos.<br />

—¡Tú no eres sólo una mercancía!<br />

—Pero me siento como si lo fuera —respondió con ironía.<br />

—¿Por qué no me lo contaste? —De repente Eavan empezó a llorar—. Te ha pasado una<br />

cosa terrible y no me lo has contado.<br />

—Sabía que llorarías —dijo Glenn.<br />

—Por supuesto que lo haría —replicó—, pero lloro porque me siento inútil para ti. ¿Si no<br />

puedes compartir eso conmigo, qué sentido tiene nada?<br />

La mandíbula de Glenn temblaba mientras observaba a su mujer secarse los ojos con un<br />

trozo de papel de cocina.<br />

—Mira, ya me resulta bastante difícil sin tener que enfrentarme a ti también —explicó él.<br />

—¡Glenn! —Eavan estrujó el papel y lo hizo una bola.<br />

—Quería resolver las cosas a mi manera.<br />

—¿Fingiendo que no habían pasado? —Ella lo miraba incrédula—. Tenías que saber que<br />

me iba a enterar antes o después.<br />

—Creía que primero encontraría un trabajo. Entonces no habría necesidad de que te<br />

hubieras enterado.<br />

—No puedes hacer eso —le dijo—. Soy tu mujer. Tengo derecho a saber. —Su mandíbula<br />

volvió a temblar—. Tenemos que tomar decisiones —prosiguió Eavan—, Decisiones que nos<br />

afectan a Saffy, a ti y a mí. No podías guardártelo para ti.<br />

—Se supone que soy quien gana el pan —respondió Glenn—. Se supone que tengo que<br />

arreglármelas solo.<br />

—Sabes que eso es una auténtica estupidez —protestó Eavan—. Estamos casados. ¡Lo<br />

que se supone es que tienes que compartir las cosas conmigo!<br />

—No estaba preparado para hacerlo —reconoció Glenn.<br />

—Por el amor de Dios, Glenn, no puedes hacerlo todo solo.<br />

—Tú lo querías así —observó él—. Cuando me preguntaste si podías dejar tu trabajo para<br />

quedarte con Saffy, sabía lo importante que era para ti, así que accedí. Pero eso ha supuesto<br />

que yo sea el único responsable de traer dinero a casa. Y ahora es mi responsabilidad<br />

resolverlo.<br />

—No seas ridículo —exclamó ella—. Siempre hemos sido compañeros. Resolvemos las<br />

cosas juntos.<br />

Glenn la miró airado y ella tuvo ganas de llorar de frustración. Cómo había sucedido, se


preguntó a sí misma, cómo habían llegado a un punto en su matrimonio en que él no quería<br />

contarle algo tan importante. Y cómo aquella conversación se había convertido en una<br />

discusión cuando lo que ella había querido era ser compresiva. Eavan le había visualizado<br />

sintiéndose aliviado por compartir al fin el peso con ella, se había imaginado reconfortándolo<br />

por haber perdido su empleo; sin embargo, él estaba allí de pie, rígido, hablándole, pero no<br />

dejándola participar.<br />

—Entonces... ¿has estado buscando otro trabajo? —le preguntó al fin.<br />

—¿Qué demonios crees que he estado haciendo las últimas semanas? —Glenn la miró<br />

fijamente—. Por supuesto que he estado buscando trabajo. No he hecho otra cosa que buscar<br />

trabajo. He enviado mi currículum a todas las malditas empresas que hay en este país. He<br />

pedido trabajos para los que estoy sobre-cualificado. No creerás que he estado sentado sin<br />

hacer nada en todo el día, ¿verdad?<br />

Eavan se dijo que él estaba estresado y triste. Había intentado ocultárselo y ella lo había<br />

averiguado, así que probablemente también se sentía culpable; no era tan sorprendente que<br />

estuviera atacándola verbalmente.<br />

—Estoy segura de que has estado buscando trabajo, claro que sí —dijo rápidamente—.<br />

Sólo me preguntaba cómo te estaba yendo.<br />

—¿Cómo coño crees tú? —le preguntó—. No estoy trabajando, ¿verdad?<br />

—Pero ¿has tenido entrevistas?<br />

—Tengo la edad incorrecta —contestó Glenn severamente—. Tengo cuarenta y un años. Si<br />

tuviera treinta y nueve, tendría más posibilidades, pero miran mi currículum y ven cuarenta y<br />

tantos, entonces consideran que soy demasiado viejo y demasiado estúpido como para saber<br />

lo que estoy haciendo. He tenido una sola entrevista y el niñato que me la hizo tenía unos<br />

veinte años. Ya estoy en el desguace.<br />

—Oh, vamos —dijo ella para animarle—. Son los primeros días, y lo de la edad no es<br />

importante.<br />

—Claro que es importante —la contradijo Glenn—. Lo único que quieren es juventud. Y yo<br />

no tengo el tipo de experiencia en consultoría como para hacer otros trabajos.<br />

—Pero ya has trabajado en consultorías.<br />

—Aquello era basura —espetó Glenn—. No es que precisamente implantara grandes<br />

estrategias. Además...<br />

Eavan sabía lo que era él además. El problema de Glenn con la bebida había sucedido<br />

durante sus años en consultoría. También había perdido aquel trabajo.<br />

Eavan no quería preguntar, pero él la estaba mirando con dureza, retándola a hacerlo, así<br />

que lo hizo.<br />

—¿Estás bebiendo?<br />

—Al final todo se reduce a eso, ¿verdad? —preguntó—. Un pequeño problema y todo el<br />

mundo empieza a preocuparse, ¿recaerá Glenn? ¿Será demasiado para él? ¿Volverá a<br />

sucumbir y no será capaz de reponerse?<br />

El tono de histeria de su voz hizo que Eavan se estremeciera.<br />

—Por supuesto que no estoy bebiendo —continuó secamente—. ¿No crees que las cosas<br />

ya están bastante mal sin eso?<br />

—Te has estado comportando de forma extraña —se defendió ella—. Sé que debe de ser


porque has perdido el trabajo, pero pensé... temía...<br />

—Creía que me conocías mejor. Pensaba que confiabas en mí.<br />

—¡Y confío en ti! —gritó—, pero Dios sabe, Glenn, que si fuera yo la que perdiera mi<br />

trabajo tal vez me daría a la bebida.<br />

—Sí, bueno, pues yo no lo he hecho. Así que no tienes que preocuparte. Puede que sea un<br />

perdedor, pero no soy un perdedor borracho.<br />

—No eres un perdedor —lo contradijo Eavan.<br />

—¿No? ¿De qué otra forma me llamarías? —le preguntó—. Me han despedido de dos<br />

empresas. Tengo un problema con la bebida. A mí me suena a candidato a perdedor.<br />

—Eres un buen marido y un buen padre —contestó ella—. Te has esforzado muchísimo<br />

para darme todo lo que quería, y tal vez te he pedido demasiado. Te presioné para que<br />

compráramos esta casa aunque sabía que era un salto importante. ¿Te acuerdas de cuan do<br />

la compramos? Tú dijiste que tendríamos que trabajar toda la vida para pagar la hipoteca. ¿Y<br />

qué pasa? Que me quedo embarazada y decido que quiero dejar el trabajo. Y tú estás de<br />

acuerdo. Yo tendría que haber sabido que iba a ser demasiado. Dejaste que te cambiaran de<br />

departamento para poder ganar más dinero, aunque no era el área que te interesaba. Tal vez<br />

si te hubieras quedado donde estabas esto no habría pasado jamás.<br />

—Hubiera pasado antes —aseguró él amargamente—. Investigación fue trasladada a<br />

California, ¿recuerdas?, pero por aquella época tú trabajabas. Y ganabas mucho dinero.<br />

Eavan suspiró.<br />

—Podemos afrontar esto juntos. Sabes que podemos hacerlo. ¿Cómo están nuestras<br />

finanzas?<br />

—He hablado con el banco. No está tan mal porque tenemos un seguro para la hipoteca, y<br />

eso cubrirá los pagos durante unos meses. Además nos ampliarán el plazo de la hipoteca, así<br />

que, una vez que se acabe el dinero del seguro, podemos pagar una cuota inferior.<br />

—Entonces, por ese lado está bien, ¿no?<br />

—Es sólo una solución a corto plazo. No tenemos ahorros.<br />

—Eso también es mi culpa. —Eavan levantó sus ojos azules hacia él—. Yo soy la que<br />

insistió en que pidiéramos dinero para el jardín, a la que le gusta comprar en tiendas caras, la<br />

que dice que debemos tener lo mejor de lo mejor. Yo soy la que presiona para que<br />

compremos cosas nuevas constantemente. Soy yo, no tú.<br />

—Todo el mundo quiere lo mejor —dijo Glenn—. Nos lo merecemos.<br />

—No, si no nos lo podemos permitir —negó Eavan—. No necesito ir a la peluquería cada<br />

semana, no necesitamos las marcas más caras de todo. Me gustan, pero no las necesito.<br />

—Bueno, si no consigo algo pronto tendrás que comprar las marcas más baratas de todo —<br />

le dijo Glenn.<br />

—Podemos vender la casa.<br />

Él la miró incrédulo.<br />

—¡Vender la casa! ¿Después de todo lo que hemos hecho para conseguirla? ¿Después de<br />

todo el dinero que hemos invertido en ella? ¿Te has vuelto loca?<br />

—Cariño, es sólo una casa.<br />

Después de eso, él la miró todavía con más incredulidad.


—¡Sólo una casa! Eavan, eso no fue lo que dijiste la primera vez que la viste. Dijiste que era<br />

la casa perfecta para ti. Dijiste que tenías que tenerla. Dijiste que después de haberla visto no<br />

podrías ser feliz en otra parte. No es sólo una casa. Es todo.<br />

—Glenn, es una casa.<br />

—No vamos a venderla —concluyó él.<br />

—Escúchame —le dijo ella con urgencia—. El precio de las casas en Howth se ha disparado<br />

desde que compramos la nuestra. Podemos venderla y comprar algo más pequeño. Tal vez<br />

fuera de la ciudad. De esa manera podríamos ahorrar dinero y no tendríamos que<br />

preocuparnos.<br />

—No seas ridícula —le espetó Glenn—. Hemos trabajado mucho para conseguir esta casa<br />

y vamos a conservarla. Es nuestra mejor inversión. Podemos pedir dinero utilizándola como<br />

aval.<br />

—Y entonces tal vez un día nos la embarguen, con lo que igualmente la perderíamos —<br />

exclamó Eavan.<br />

—No permitiré que eso suceda. —El tono de Glenn se había vuelto severo.<br />

Se quedaron en silencio.<br />

—Vale —aceptó ella al fin—. No tenemos que venderla todavía. Pero creo que lo mejor será<br />

que empiece a buscar trabajo.<br />

—No.<br />

—¿Por qué no? —preguntó—. Sabes que las mujeres tienen mucha más movilidad laboral.<br />

Puedo utilizar un teclado, contestar teléfonos, lo que sea.<br />

—Yo conseguiré un trabajo —dijo él—. Me está llevando tiempo, pero lo conseguiré. Y no<br />

permitiré que tú salgas a buscar un empleo, como si yo fuera un inútil.<br />

—Glenn, sabes que no pienso eso. —Eavan se acercó para abrazarlo, pero él se apartó de<br />

ella hasta que se detuvo, con los brazos en el aire.<br />

—Supongo que tienes más posibilidades —comentó—. Eres más joven.<br />

—Tengo treinta y ocho años —le recordó Eavan—. Tendré que competir por trabajos<br />

mediocres de oficina con niños recién salidos de la universidad. Pero lo haré si es necesario.<br />

—¿Y qué pasará con Saffy mientras tú estás trabajando? —preguntó él.<br />

Ella se encogió de hombros.<br />

—Si tú no has encontrado trabajo, entonces puedes cuidarla tú.<br />

—Lo tenías todo planeado, ¿verdad?<br />

—¡Por supuesto que no! —Lo miró suplicante—. Vamos, Glenn. Deja de ponerte a la<br />

defensiva. Estas cosas pasan. Los tipos de Trontec son unos bastardos, pero no tienen por<br />

qué arruinar nuestras vidas.<br />

—No hace falta —contestó Glenn amargamente—. Me las estoy arreglando para hacerlo yo<br />

solo.<br />

Eavan se mordió el labio. Una lágrima rodó por su mejilla, pero no se molestó en<br />

enjugársela. Cayó sobre una de las pulidas baldosas de granito. Quería ayudarle, quería ser<br />

positiva. Quería acercarse y abrazarle y decirle que no importaba lo que pasara porque se<br />

tenían el uno al otro (y él no estaba bebiendo, ni tenía una amante, aunque, por supuesto,<br />

nunca jamás le permitiría saber que ella había pensado que tuviera una). Pero tenía la horrible


sensación de que intentar ser positiva no estaba ayudando en absoluto. Y de que, de algún<br />

modo, a pesar de sus esfuerzos, sólo estaba empeorando las cosas. Más lágrimas rodaron<br />

por sus mejillas, pero esta vez sí se las secó.<br />

—Oh, mierda, Evs, lo siento.<br />

De repente Glenn fue el que se acercó. Abrazó a Eavan y la estrechó contra él.<br />

—Estoy siendo un auténtico imbécil, pero no puedo evitado.<br />

—No pasa nada. —Su voz sonó acolchada por su abrazo—. Lo entiendo.<br />

Se relajó entre sus brazos, agradecida de que la sostuviera, intentando que se diera cuenta<br />

de que lo necesitaba tanto como él a ella. Lo rodeó a su vez con sus brazos, tiró de él y lo<br />

apretó contra sí.<br />

Glenn sintió la fuerza de su abrazo mientras olía el perfume de su champú. Se permitió<br />

relajarse un poco. Tendría que habérselo dicho antes. Compartir sus preocupaciones con ella<br />

había hecho que la tensión que lo había acongojado durante las últimas semanas al fin hubiese<br />

remitido. Exhaló. Tenía la sensación de haber estado conteniendo la respiración desde que Jim<br />

Smith había convocado la reunión en las oficinas de Trontec y le había dicho que ya no había<br />

sitio para él.<br />

Pero que ya no fuera un secreto entre ellos no resolvía las cosas. Todavía era él quien<br />

ganaba el pan de la familia. Y no iba a permitir que Eavan saliera corriendo a buscar un<br />

empleo para mantener a la familia. No. Tenía que hacer algo. Rápido.<br />

Sintió cómo la tensión lo envolvía nuevamente.


CAPÍTULO 25<br />

Ranunculus (botón de oro): coloridas flores dobles con forma<br />

de balón. Crecen mejor con sol directo.<br />

CLAIRE ACABÓ DE PINTAR el estudio de Georgia y la nueva habitación de invitados la<br />

mañana siguiente. El amarillo brillante era definitivamente un acierto en las habitaciones poco<br />

luminosas del sótano, y Claire tenía que reconocer que la elección de Georgia había sido<br />

perfecta. Ahora, con la tenue luz de última hora de la mañana que entraba por las ventanas, la<br />

consulta de repente había vuelto a formar parte de la casa.<br />

Georgia estaba entusiasmada con su estudio recién decorado. Incluso antes de trasladar<br />

sus cosas, ya parecía su espacio, y no la clínica vacía e inútil que era. No le importaba que<br />

fuera el lugar donde antes trabajaba Bill. De hecho, le gustaba bastante la idea de ir a<br />

ocuparlo. Sabía (o por lo menos creía que sabía) que su madre no había pensado como ella<br />

cuando comenzó a trabajar desde casa. Claire no había querido ver la clínica como despacho,<br />

pero no porque fuera oscura (cualquiera se habría dado cuenta de que una capa de pintura<br />

podía devolverle la claridad), sino porque no quería cambiar nada que hubiera sido de Bill.<br />

Georgia tenía la sensación de que a Claire le había parecido irrespetuoso ocupar un lugar que<br />

había sido de él.<br />

Georgia pensaba de otra manera. No necesitaba que las cosas siguieran como estaban. Al<br />

contrario, ya era hora de que cambiaran. Eso no quería decir que hubiese olvidado a su padre,<br />

o que lo quisiera menos. Si acaso, utilizar su clínica y convertirla en su estudio, se lo hacía más<br />

cercano. No es que fuera a estar pensando en él todo el tiempo cuando se sentara a su<br />

escritorio a hacer los deberes, pero sabía que su presencia estaría allí. Tenía que estarlo,<br />

aunque ella no la sintiera. La reconfortaba saber que tal vez algunos de los pensamientos,<br />

sueños o esperanzas de su padre todavía estaban en la habitación, a su alrededor, formando<br />

parte de ella.<br />

Se rió hacia sus adentros al pensarlo. Georgia no había sido parte de él de la misma forma<br />

que Claire, claro, y por eso perderle había sido distinto para ella. Pero en algunos aspectos,<br />

estaba más cerca de él de lo que Claire nunca podría estarlo, porque ella era realmente,<br />

genéticamente, parte de él. Y lo que su madre no comprendía y Georgia no había sido capaz<br />

de explicarle durante los tres meses que había durado su silencio ni tampoco más tarde, era<br />

que Bill había formado parte de ella toda su vida. Sí, Claire y él se habían conocido cuando<br />

eran pequeños y habían estado el uno en la vida del otro durante mucho, mucho tiempo; pero<br />

había habido un tiempo en que no se conocían. En cambio, jamás había habido ningún tiempo<br />

en que Bill no fuera el padre de Georgia.<br />

Se cruzó de piernas en el puf amarillo y verde que había bajado de su habitación y miró<br />

fijamente las paredes recién pintadas. Ya no quedaban las marcas de donde había estado uno<br />

de los posters del cuerpo humano de Bill hasta hacía un par de días. Estaba sorprendida de<br />

que Claire hubiera sido capaz de retirarlo de la pared antes de nada. Pero las cosas habían<br />

cambiado. Su madre había quitado los carteles, se había metido a fondo con lo de la pintura y<br />

descolgado el indicador de la luz blanca que señalizaba la clínica al otro lado de la puerta; y no<br />

había llorado en absoluto cuando lo tiró a la basura.


En realidad, muchas cosas estaban cambiando, y Georgia estaba contenta de que así<br />

fuera. Se había quedado totalmente alucinada el día anterior cuando (después del susto de ver<br />

a Nate Taylor trasladado en una ambulancia) Claire le había propuesto que fueran juntas al<br />

centro a cenar. «Para calmarnos los nervios», había dicho Claire. Así que habían cogido el<br />

autobús en Temple Bar y habían ido al Elephant & Castle, donde habían devorado un enorme<br />

bol de alitas picantes seguido de una hamburguesa para Georgia y una ensalada César<br />

enorme para Claire. Después, su madre le había contado todos los detalles de la noche de la<br />

Cena a Oscuras y Georgia la había mirado sorprendida ante la idea de Claire sentada a una<br />

mesa con un grupo de extraños comiendo platos no identificados con los dedos.<br />

—¿Qué te pusiste? —preguntó, y se quedó de piedra cuando Claire le contó que se había<br />

ido de compras y que había vuelto con un nuevo vestido de seda y unas sandalias poco<br />

prácticas.<br />

—No he visto nada de esa ropa nueva —se quejó Georgia, pero Claire le explicó que era<br />

porque, desde que ella había vuelto, no se había quitado los vaqueros o los pantalones cortos,<br />

que eran mejores para trabajar en el estudio.<br />

Georgia le preguntó más detalles sobre su cita con Paul Hanratty. A ella le gustaba Paul, a<br />

quien conocía de verlo pasar por casa algunas noches para recoger a Claire para los partidos.<br />

Tenía la sensación de que si su madre iba a empezar a salir con un hombre, todas las<br />

probabilidades apuntaban a que sería con alguien que ya conocía. Ella misma prefería que<br />

saliera con alguien que por lo menos fuera vagamente familiar. La idea de un hombre<br />

desconocido apareciendo de repente en sus vidas se le hacía difícil, por mucho que ella<br />

animara a su madre a salir un poco más. Así que tal vez Paul fuera una buena opción, aunque<br />

Claire dijera que no había ninguna posibilidad.<br />

Y, pensó Georgia, era una perspectiva mucho mejor que pensar que Claire acabara con un<br />

novio encontrado por Internet. Pensaba que su madre ya le había revelado todas las sorpresas<br />

cuando ésta, bastante avergonzada, reconoció que se había registrado en<br />

CómoLoReconoceré.com. Había hecho mucho hincapié en que la razón principal era que se<br />

trataba de un requisito indispensable para poder asistir a la Cena a Oscuras, pero también le<br />

confesó que había enviado un mail a una de las personas de los archivos. Georgia estaba<br />

horrorizada y le dijo que, por lo que ella sabía, la gente que se anunciaba en Internet podían<br />

ser auténticos psicópatas y que podía acabar muerta en cualquier callejón. Claire la vio tan<br />

afectada, que le dijo de inmediato que no tenía intención de contactar con nadie más de<br />

CómoLoReconoceré y que además no había dado sus datos personales; Georgia no tenía de<br />

qué preocuparse.<br />

«Es más fácil decirlo que hacerlo», pensó Georgia. Ya había sido bastante malo estar<br />

preocupada por Claire cuando estaba tan triste por el accidente, pero preocuparse por que<br />

fuera a elegir novios totalmente inadecuados era aún peor.<br />

Su teléfono vibró, interrumpiendo su meditación; lo sacó del bolsillo de sus vaqueros. El<br />

mensaje era de Steve Ó Sé. Desde que habían vuelto del campamento, había empezado a<br />

trabajar en un centro de ocio, ayudando en recepción. Le encantaba el trabajo, le dijo; le<br />

permitía estar fuera de su casa y lejos de sus padres. Steve no se llevaba bien con ellos.<br />

Georgia no era capaz de imaginar cómo sería eso. Sabía que no le contaba a Claire cada<br />

detalle de cómo se sentía o de cómo iba su vida, pero también sabía que, más allá de eso,<br />

podía confiar en su madre, que ésta sólo quería lo mejor para ella. No comprendía cómo los<br />

padres de Steve no se sentían de la misma manera respecto a su único hijo. Por lo que Steve


le había contado, lo consideraban una molestia. Les gustaba hacer sus cosas y él siempre<br />

estaba en medio. Por eso lo mandaban a campamentos, o a visitar familiares, mientras ellos<br />

hacían su vida. Los dos eran académicos, estudiosos de historia celta, y daban clases de<br />

diversos aspectos de la misma por todo el mundo. Steve le había explicado que estaba<br />

orgulloso de su herencia, pero que estaba harto de que se la metieran a la fuerza. Fue<br />

entonces cuando ella dejó de llamarle Stiofán y empezó a llamarlo Steve. Además, le dijo, era<br />

más fácil escribirlo en la agenda del móvil.<br />

Georgia contestó a su mensaje, en el que le preguntaba cómo estaba y le contó que el<br />

estudio era increíble, que tendría una habitación de invitados pronto y que esperaba que<br />

alguna vez fuera a visitarla. No pudo evitar sonrojarse cuando leyó su respuesta, que decía que<br />

ni los caballos salvajes serían capaces de detenerlo. Y había terminado el mensaje con un tq<br />

S, que le produjo un cálido sentimiento.<br />

Las dos camas individuales llegaron aquella tarde, y Georgia y Claire las montaron, de<br />

modo que la sala de espera ya era una habitación de invitados completamente equipada.<br />

Después trasladaron las cosas del colegio de Georgia de su antigua habitación al estudio.<br />

Cuando acabaron, Claire tenía calor, estaba sudada y quería darse un baño, mientras que<br />

Georgia se dejó caer en el puf y le pregunte» si podía invitar a Robyn para que viera cómo<br />

había quedado todo.<br />

—Claro —contestó Claire mientras subía.<br />

Preparó el baño, añadió esencia de rosas en el agua y se metió agradecida en la bañera.<br />

Oyó a Georgia correr escalera arriba y golpear la puerta para decirle que Robyn no podía ir<br />

porque Leonie, su madre, había organizado una cena familiar aquella noche, pero que estaba<br />

bien si ella se pasaba por allí, si no le importaba a Claire.<br />

—En absoluto —respondió ésta a través de la puerta cerrada. Sonrió mientras Georgia<br />

bajaba haciendo un ruido estrepitoso y cerraba de un golpe la puerta al salir. De repente, la<br />

casa se quedó en silencio. Una tranquilidad bienvenida, pensó Claire. Aunque era<br />

absolutamente maravilloso tener a Georgia de vuelta, también era bastante agradable volver a<br />

tener un tiempo a solas de vez en cuando.<br />

Dormitó en el agua tibia, dejando que su mente entrara y saliera de los problemas que la<br />

fastidiaban. Eileen y la venta de la casa. Con y Lacey. Eavan y Glenn... Eavan la había llamado<br />

la noche anterior para decirle que había hablado con Glenn y que habían arreglado las cosas<br />

entre ellos, aunque arreglar las cosas en un sentido general era más complicado. Claire estaba<br />

contenta de que la pareja afrontara el problema juntos. No importaba lo que pasara, pensó, las<br />

cosas siempre son más fáciles cuando tienes a alguien con quien compartir la carga.<br />

Oyó el teléfono en el piso de abajo, pero lo ignoró. Tenía el móvil apoyado en el alféizar. Si<br />

era Georgia, llamaría al móvil. Si era cualquier otra persona... bueno, no le apetecía hablar con<br />

nadie. Estaba relajada, y no lo estaría lo más mínimo si se envolvía en una toalla y corría hacia<br />

el teléfono antes de que éste dejara de sonar. Dejó de hacerlo. Claire se relajó un poco más.<br />

Después cogió el exfoliante corporal que Georgia le había regalado las navidades anteriores y<br />

se lo extendió por todo el cuerpo.<br />

El vello de las piernas, que se había afeitado la noche de la Cena a Oscuras, había vuelto a<br />

crecer. Antes del accidente solía depilarse con cera, pero después, a causa de sus cicatrices,<br />

le daba miedo. Sin embargo, la cuchilla no era tan buena como la cera. Y sus heridas ya<br />

habían sanado. Ahora sólo eran marcas. Salió de la bañera, se envolvió en una toalla y abrió el<br />

armario. Todavía tenía papeles de cera fría. Frunció el cejo y buscó la fecha de caducidad. No


la encontraba.<br />

—Qué demonios —masculló, y abrió el paquete.<br />

Se le humedecieron los ojos al arrancarse la primera tira de la pierna. Se le había olvidado<br />

lo doloroso que podía ser aquello. Pero insistió, pegando y despegando las tiras sin piedad<br />

mientras las lágrimas le rodaban por las mejillas. Por lo que recordaba, la primera vez era la<br />

peor. Y dolía más si utilizabas la cuchilla entre cera y cera. Pero bueno... Dio unos saltitos en<br />

el baño a causa del hormigueo de las piernas. Tenía crema calmante en el armario. Se la<br />

extendió sobre la piel irritada y se preguntó por qué se le habría ocurrido que merecía la pena<br />

volver a hacer aquello.<br />

Georgia llegó a casa a las seis, y se unió a Claire y a Phydough (al que Claire había sacado<br />

a pasear después del baño) en el jardín. El perro ladró para darle la bienvenida, mientras que<br />

Claire dejaba la revista que estaba leyendo y se colocaba las gafas de sol en la cabeza.<br />

—Hay problemas en casa de Robs —comentó Georgia mientras se dejaba caer en una silla<br />

del jardín—. El desgraciado de Pete quiere dejar de pasarle la pensión a su madre.<br />

—No uses esa expresión para referirte al padre de Robyn —la reconvino Claire.<br />

—Ella lo hace.<br />

—Aun así.<br />

—Pero no está bien, ¿verdad? —preguntó—. Porque Robs es su hija, y lo normal sería que<br />

él quisiera asegurarse de que ella está bien; pero no es así.<br />

—No, no está bien. —Claire recordó a Pete Grainger, que había abandonado a Leonie en el<br />

sexto cumpleaños de Robyn. Ella había estado en la fiesta con Georgia por la tarde, y la casa<br />

estaba invadida por hordas de niños gritones. Leonie y sus dos hermanas habían estado<br />

supervisándolo todo, y con el jaleo, nadie se había dado cuenta de que Pete no estaba. De<br />

hecho, hasta que la fiesta no acabó y la mayoría de los niños se fueron a sus casas, Leonie no<br />

notó que su marido no estaba en casa. Entonces subió la escalera, abrió el armario y vio que<br />

faltaba la mayor parte de la ropa, así como todo el dinero de su cuenta común. Y su<br />

pasaporte. Pete estuvo desaparecido seis meses antes de reaparecer con una novia nueva<br />

embarazada y una demanda por la mitad del valor de la casa.<br />

Claire suspiró. ¿Cómo podían algunos hombres ser tan horribles mientras había otros tan<br />

maravillosos ahí fuera? ¿Y cómo se podía saber cuál era cuál? Al final, recordó, Leonie había<br />

conseguido el dinero para pagarle a Pete, pero también había obtenido una pensión de<br />

manutención para Robyn; sin embargo, ahora él ya no quería darle ni eso.<br />

—Robs dice que prefiere que no le dé el dinero —siguió contándole Georgia—, pero su<br />

madre cree que es una cuestión de principios.<br />

Claire asintió.<br />

—Su madre cree que tendrá que acabar llevándolo a los tribunales, aunque podría costarle<br />

más de lo que va a conseguir. Al parecer, Mike está realmente enfadado con todo esto,<br />

porque Pete ha dicho que, ya que Robyn ha adoptado su nombre, él debe pagar por ese<br />

honor.<br />

—¡Vaya! —exclamó Claire.<br />

—¿Por qué la gente complica tanto las cosas? —quiso saber Georgia.


—Me estaba preguntando exactamente lo mismo —le contestó Claire—. No tengo la menor<br />

idea.<br />

Georgia suspiró. Después cogió la revista que Claire estaba leyendo.<br />

—¿Qué es esto? —preguntó—. «Cincuenta formas de dejar a tu amante.» ¿Tienes un<br />

amante? ¿Lo estás leyendo por eso?<br />

—No seas tonta —respondió Claire—. Sólo... bueno... sólo lo estoy leyendo.<br />

—Pero si no tienes un amante ¿para qué lo lees?<br />

—Para informarme —dijo Claire.<br />

—¿Informarte sobre qué?<br />

Claire suspiró.<br />

—Bueno, cuando me llamaste desde la Gaeltacht y me preguntaste por el amor y la vida, y<br />

ese tipo de cosas, me dio la impresión de que no te fui de mucha ayuda. Así que pensé que<br />

intentaría averiguar algo al respecto.<br />

—¿En serio?<br />

Claire asintió con la cabeza y Georgia se rió.<br />

—¿Por eso te apuntaste a la agencia de contactos de Internet y fuiste a la cena?<br />

—Sí —contestó Claire.<br />

—¡Mamá! —Georgia la miró incrédula—. Me estás tomando el pelo, ¿verdad?<br />

—No —replicó Claire—. Me pareció una buena idea.<br />

Georgia rompió a reír a carcajadas.<br />

—Mamá, estás conociendo a... gente más mayor —dijo Georgia—. No es lo mismo.<br />

—Sé que no es lo mismo —se defendió Claire—. Sencillamente pensé que podría ayudar.<br />

Georgia intentó ponerse seria, pero empezó a reírse de nuevo.<br />

—No tienes precio —dijo—. Y no sabes lo mucho que te quiero.<br />

—Vaya, gracias.<br />

—En serio —insistió Georgia—. Te quiero. Pero no tienes que salir con una sarta de<br />

hombres por mí.<br />

—¿Preferirías que no saliera con nadie en absoluto? —quiso saber Claire.<br />

Esa vez a Georgia no le costó nada ponerse seria.<br />

—No lo sé —respondió.<br />

—Bueno, para que lo sepas, la noche que salí me divertí, y, bueno, había un tipo que era<br />

bastante agradable...<br />

—¡Mamá!<br />

—...pero no he sabido nada de él desde entonces, así que creo que podemos tacharlo de la<br />

lista sin problema.<br />

—¿Hay una lista?<br />

—No exactamente —reconoció Claire—. Pero hablando de listas... tengo que confesarte<br />

una cosa.<br />

—Ah.<br />

—Leí tu lista.


—¿Mi lista?<br />

—Los requisitos para mis novios.<br />

—¡Mamá! ¡Eso era personal y privado! ¡Estaba en mi diario! —La cara de Georgia se puso<br />

roja de rabia.<br />

—Se cayó —explicó Claire—. De verdad. No leí tu diario. No lo haría jamás. Pero leí eso.<br />

Georgia clavó la vista en el suelo.<br />

—Era interesante —prosiguió Claire.<br />

—Sí, bueno, era sólo para divertirnos. Robs y yo estuvimos hablando de eso cuando<br />

estábamos fuera y se me ocurrió. No es nada serio.<br />

—Ya me había dado cuenta.<br />

—Y en realidad nunca volverás a tener un novio a pesar de lo que digas, porque todavía<br />

estás enamorada de papá.<br />

—¿Tú quieres que tenga un novio? —preguntó Claire.<br />

—No lo sé. —Georgia volvió a bajar la vista hacia el suelo—. A veces creo que sería bueno<br />

para ti, pero tal vez no para mí. Así que no lo sé a ciencia cierta.<br />

Claire la abrazó.<br />

—Te aseguro que no estoy buscando un novio —la tranquilizó Claire—, pero creo que saldré<br />

un poco más con mis amigos; me parece que es una buena idea. He pasado demasiado<br />

tiempo en casa y eso quizá puede ser un poco asfixiante para ti. Sin embargo, tienes razón,<br />

todavía quiero a tu padre, y nadie puede sustituirle.<br />

—Lo sé. —Georgia le sonrió—. ¿Puedo pedir pizza esta noche? Me estoy muriendo de<br />

hambre.<br />

—Claro —dijo Claire.<br />

Se volvió a sentar en su tumbona y hojeó otra vez la revista mientras Georgia iba a buscar<br />

el teléfono de la pizzería.<br />

—Mamá. —Georgia volvió con una expresión de shock en la cara.<br />

—¿Qué?<br />

—Hay un mensaje para ti en el contestador. Es de un tipo llamado Gary. Quiere saber si te<br />

gustaría ir a ver My Fair Lady con él en el Point Depot el miércoles por la noche.


CAPÍTULO 26<br />

Poncirus (naranjo espinoso): enredada masa de tallos<br />

trenzados. Flores con fragancia afínales de la primavera y<br />

después de otoños cálidos.<br />

HASTA MUCHO MÁS TARDE aquella noche, después de que Georgia se hubiera ido a<br />

dormir, Claire no llamó al número que Gary le había dejado en el contestador. No podía creer<br />

que la hubiera llamado. No creía que nadie fuera a llamarla a pesar de que habían<br />

intercambiado los números de teléfono la noche de la Cena a Oscuras. De hecho, Claire había<br />

tirado todas las tarjetas y los papeles donde había anotado los de ellos, convencida de que no<br />

volvería a verlos nunca más. Y de repente Gary, el hombre alto que daba firmes apretones de<br />

mano, le había pedido una cita. No sabía qué decir.<br />

No se había sentido particularmente atraída por él la noche de la cena, pero sí sentía<br />

curiosidad por los proyectos de reconstrucción de Kosovo y Sudáfrica en los que trabajaba,<br />

era evidente que era una buena persona. Pero ¿salir con él? ¿Iba a hacerlo?<br />

Georgia se había burlado de ella sin piedad. Le había pedido que volviera a contarle la<br />

Cena a Oscuras minuto a minuto. Quería saberlo todo sobre Gary Collins, había asentido con<br />

aprobación cuando Claire le explicó que trabajaba en la construcción (todo el mundo sabía que<br />

los constructores estaban forrados, le había dicho a su madre), y todavía asintió con más<br />

aprobación cuando se enteró de su trabajo en Kosovo y le dijo a Claire que definitivamente<br />

tenía que ir, sobre todo, le recordó a Claire, porque My Fair Lady era uno de sus musicales<br />

preferidos.<br />

Claire sabía que no iba a ser capaz de hablarle a Gary con coherencia si Georgia estaba<br />

rondando cerca, por eso esperó hasta que su hija se hubiese ido a la cama antes de coger,<br />

nerviosa, el teléfono. Después se preocupó, porque las once de la noche era demasiado tarde<br />

para llamar a alguien que había llamado tan temprano. «Si no contesta después de tres tonos,<br />

colgaré», se prometió mientras marcaba el número.<br />

Pero Gary contestó al segundo timbrazo. Claire recordaba su voz con claridad. De hecho,<br />

recordaba mucho mejor su voz que su aspecto; supuso que era el objetivo del ejercicio de<br />

estar a oscuras.<br />

—¡Claire!, qué alegría oírte.<br />

—A mí también me ha alegrado que llamaras —dijo ella—, y gracias por la invitación.<br />

—¿Puedes venir?<br />

Claire notó un punto de nerviosismo en su voz. ¿Por qué estaría nervioso?, se preguntó.<br />

Después de todo, aquella noche había muchas más mujeres a las que podía invitar. De<br />

repente recordó lo nerviosa que se había sentido ella al llamar a Paul Hanratty a pesar de que<br />

era su amigo. Y cómo había deseado que no le dijera que no quería ir a tomar algo, a pesar<br />

de que ella misma estaba aterrorizada con la idea.<br />

—Por supuesto que puedo —contestó—, me encanta ese musical.<br />

—Lo comentaste cuando estuvimos charlando —le recordó Gary.<br />

—Ah. —Claire sintió cómo se sonrojaba, había sido un comentario de pasada, mientras


hablaban de sus gustos. No esperaba que nadie lo recordara.<br />

—Entonces, ¿quieres que te pase a buscar?<br />

—Vives en Dundrum, ¿no? —recordó ella.<br />

—Sí.<br />

—Bueno, no hace falta que vengas hasta aquí para luego volver. Nos veremos allí.<br />

—¿Estás segura?<br />

—Por supuesto —afirmó—. En la puerta.<br />

—Estupendo —respondió Gary, y Claire creyó detectar una nota de alivio en su voz—.<br />

Tengo muchas ganas.<br />

—Y yo —dijo Claire, y pensó que lo estaba diciendo en serio.<br />

El lunes a las ocho y media de la mañana abrió la puerta principal y se volvió a encontrar<br />

con un enorme ramo de flores.<br />

Detrás del ramo, Nate Taylor le sonrió.<br />

—Hola —dijo él.<br />

—Oh, Nate, hola. —Claire abrió la puerta del todo—. En real i dad no esperaba que vinieras<br />

hoy.<br />

—¿Por qué no? —preguntó él mientras entraba—. Ya estoy bien.<br />

—Pero ha sido un trauma para tu cuerpo —replicó ella.<br />

—¡Bah, tonterías! —sonrió Nate—. Las flores son para ti.<br />

Claire buscó una tarjeta en el ramo.<br />

—Son mías —aclaró él—, para darte las gracias.<br />

—Oh. No tendrías que haberte molestado.<br />

—Podría haber muerto de no haber sido por ti —le dijo él.<br />

—Lo dudo —lo contradijo Claire—. Y teniendo en cuenta que fue por mi culpa, lo mínimo<br />

que podía hacer era buscar ayuda.<br />

—Estuviste increíble —comentó—. Tan decidida. Sin duda eres perfecta para enfermera de<br />

hospital.<br />

Claire soltó una risita ahogada.<br />

—No lo creo. A decir verdad, odio los hospitales. —Llevó las flores a la cocina, seguida de<br />

Nate—. ¿Sarah vino a recoger la furgoneta? —preguntó mientras comenzaba a cortar los<br />

tallos con unas tijeras—. Vi que ya no estaba cuando Georgia y yo volvimos por la noche, y<br />

pensé en llamar a la policía, porque lo primero que creí fue que la habían robado. Luego me<br />

dije que debía tranquilizarme.<br />

Nate asintió.<br />

—Sarah llamó a la puerta para decírtelo, pero no estabas.<br />

—Georgey y yo salimos a comer algo —le explicó Claire.<br />

—¿Más sándwiches de mantequilla de cacahuete?<br />

—Alitas de pollo —aclaró Claire, y colocó las flores color rosa y violeta en un jarrón—. Son


preciosas.<br />

—Lo son, ¿verdad? —Nate sonrió—. Bueno, he vuelto para trabajar. Terminaré esta<br />

semana. Ya no queda mucho por hacer.<br />

—El jardín tiene un aspecto fantástico —comentó Claire—. De verdad.<br />

—Es un jardín precioso. —Nate la miró con cautela—. Tu marido debió de pasar muchísimo<br />

tiempo trabajando en él.<br />

—Nunca el suficiente —replicó Claire—. Al menos eso era lo que él solía decir. Le<br />

encantaba de veras estar ahí. Bueno —Claire sonrió alegre—, será mejor que yo también me<br />

ponga en marcha. Tengo que salir a la hora de comer y debo organizarme.<br />

—Yo también me organizaré —dijo Nate.<br />

Claire subió otra vez y volvió a la tarea que se había impuesto de limpiar su armario. Había<br />

desenterrado toda la ropa que le quedaba demasiado ajustada antes del accidente y estaba<br />

muy satisfecha al comprobar que ahora todo le quedaba a la perfección, aunque algunas cosas<br />

estaban un poco pasadas de moda. Volvería a ir de compras pronto, pensó; para animar un<br />

poco el panorama, porque a pesar de las faldas nuevas y el vestido de seda, seguía sin tener<br />

un guardarropa muy extenso. Tal vez Eavan pudiese acompañarla. Ella siempre vestía muy<br />

bien, tenía un ojo inmejorable para la ropa. Podían pasar un día de chicas, eso animaría a su<br />

amiga. Claire aprobó satisfecha la idea.<br />

Georgia había ido de compras con Robyn, Sive y Emma. Habían pasado un día divertido<br />

probándose cosas, experimentando con maquillajes en Boots durante siglos, hasta que la<br />

vendedora les dijo que compraran algo o se marcharan, y después deambulando por Virgin<br />

Megastore, donde Sive se tiró mucho rato decidiendo qué juego de PlayStation comprarle a su<br />

hermano pequeño para su cumpleaños. Las cosas ya no fueron tan bien cuando entraron en<br />

McDonald’s, donde un grupo de chicos adolescentes chocaron con Georgia cuando ella llevaba<br />

una bandeja con Coca-Colas a la mesa. El líquido pegajoso de los vasos extra-grandes se<br />

había esparcido por todas partes y uno de los chicos había hecho un comentario ofensivo<br />

sobre los dedos de Georgia, lo que había puesto a Emma hecha una furia, y les había dicho<br />

adonde se podían ir, hasta que un supervisor apareció para calmar las cosas.<br />

Había acabado con la alegría del día y, aunque las chicas insistieron en que Georgia dejara<br />

de disculparse, porque no había sido culpa de ella que la bandeja se cayera, seguía<br />

sintiéndose incómoda. En realidad no importaba si había sido su culpa o no, había sido quien la<br />

había dejado caer.<br />

Cuando llegó a casa, se sentó un rato en el jardín, rodeando con los brazos a Phydough y<br />

con la cabeza enterrada en su pelaje. Entonces su teléfono sonó, Robyn le había enviado un<br />

mensaje. Le decía que nunca debía olvidar que aunque le faltara un dedo irrelevante no<br />

importaba, porque tenía unas tetas fantásticas, y los tíos siempre caerían rendidos ante las<br />

tetas grandes. Georgia sonrió. Abrazó otra vez a Phydough, entró en la casa y trató de<br />

rebajar en un par de segundos sus mejores tiempos en el juego Gran Turismo.<br />

Claire estaba hablando con Trinny Armstrong en la pequeña oficina de ésta, que sólo<br />

permitía una breve visión de la bahía de Dublín. Estaban organizando el plan de trabajo de


Claire de las siguientes semanas. Como siempre, había mucho trabajo para ella, y estaba<br />

deseando comenzar cosas nuevas. Trinny le preguntó si había hablado últimamente con Eavan<br />

Keating, porque ésta se había puesto en contacto con ella para comentar la posibilidad de<br />

volver a Locum Libris.<br />

Claire no tenía intención de compartir confidencias con Trinny. Además, no tenía ni idea de<br />

lo que Eavan pudiera haberle contado.<br />

—La cuestión es —dijo Trinny— que no tenemos nada en contabilidad ahora mismo y ésa<br />

es la verdadera área de Eavan. Pero ella siempre fue una gran trabajadora. Ambas lo sois —le<br />

sonrió a Claire.<br />

—Creo que tiene algún aprieto económico. —Ésa era toda la información que Claire podía<br />

revelar—. De modo que supongo que si hay cualquier cosa, estoy segura de que estará<br />

interesada.<br />

Trinny asintió con la cabeza.<br />

—Buscaré algo para ella —afirmó.<br />

—Eso sería genial. —Claire se levantó y Trinny le hizo una seña con la mano para que<br />

volviera a sentarse.<br />

—¿Lo pasaste bien en la Cena a Oscuras? —preguntó.<br />

—Estuvo bien —contestó Claire cautelosa—. Aunque tampoco estoy segura de que volviera<br />

a hacerlo.<br />

—Hace un par de días salí con uno de nuestra mesa —le explicó Trinny.<br />

—¿Y eso? —preguntó Claire.<br />

—No sé por qué lo hice —reconoció Trinny—, aunque era un tipo agradable. No era para<br />

mí, pero estaba bien. Lo malo es que Josh se enteró.<br />

—Oh.<br />

—Y se puso como loco —prosiguió Trinny.<br />

Claire escuchó comprensiva mientras su compañera describía exactamente cómo de loco se<br />

había puesto Josh, culminando la historia con que él la había dejado.<br />

—La cuestión es que —dijo Trinny con tristeza—, yo siempre le había pinchado con que me<br />

dejara si no le gustaba cómo iba nuestra relación, pero ahora que lo ha hecho... bueno, ojalá<br />

no lo hubiera hecho.<br />

—Entonces, lo mejor sería que lo llamaras —le aconsejó Claire.<br />

—Ya lo hice —explicó Trinny—. Y me dijo que me perdiera.<br />

—Si te quiere, te perdonará —dijo Claire.<br />

Trinny dejó escapar una breve risa.<br />

—Eres una romántica hasta los tuétanos, ¿verdad?<br />

—¿Yo? ¿Romántica? ¡No lo creo!<br />

—Desde luego que lo eres —insistió Trinny—. Tú crees de verdad que el amor llega como<br />

un rayo cegador y que siempre te acuna y es maravilloso.<br />

—No —negó Claire.<br />

—Tú crees que es para siempre. Crees en el amor.<br />

—¿Acaso no lo hace todo el mundo?


—Madura, Claire —le espetó Trinny—. No, hoy en día. Ahora todo consiste en encontrar a<br />

alguien a quien puedas soportar. —Bajó la vista hacia los impresos que tenía en la mesa—.<br />

¿Qué tal tu vida amorosa? —preguntó de sopetón—. ¿Tuviste suerte en la Cena a Oscuras?<br />

Claire se puso roja.<br />

—Bueno, la verdad es que voy salir con uno de ellos dentro de poco.<br />

—¡Claire Hudson!<br />

Le contó lo de la invitación de Gary Collins.<br />

—¿Cuál era? —preguntó Trinny—. ¿Por casualidad no sería ese tipo guapísimo que se<br />

parecía a Becks? Si me dices que sí me echaré a llorar.<br />

—Por desgracia, no —sonrió Claire.<br />

—Bueno, por lo menos tienes una cita.<br />

—Las citas no son tan importantes —dijo Claire—. No cuando ya tienes a alguien, Trinny.<br />

Llama a Josh, dile que lo quieres. Tienes que averiguar lo que deseas de la vida.<br />

Trinny la miró con ironía.<br />

—Es una locura, ¿verdad? Ayudo a dirigir una empresa de cincuenta empleados, pero no<br />

soy capaz de dirigir mi propia vida. Qué triste.<br />

Georgia ya estaba en casa. Claire oyó el sonido del juego de carreras de la PlayStation al<br />

meter la llave en la cerradura. Georgia era un auténtico genio con ese juego que Bill le había<br />

regalado las navidades anteriores al accidente. Bill y Claire observaban atónitos cómo su hija<br />

daba vueltas en coches de carreras digitales, coches de rally y prototipos alrededor de toda<br />

clase de circuitos, consiguiendo récords de tiempos una y otra vez. Ninguno de los dos era<br />

mínimamente hábil con el juego, lo que divertía a Georgia indeciblemente. Se retorcía de risa<br />

cuando, primero Bill y luego Claire, no eran capaces de tomar una curva sin que el coche diera<br />

trompos, perdiendo valiosos segundos en cada vuelta. El único problema, le había susurrado<br />

ella a Bill una noche, sería cuando Georgia finalmente empezara a conducir de verdad. ¡Sería<br />

una verdadera loca en la carretera!<br />

Claire llamó a la puerta del estudio de Georgia y entró. La habitación estaba totalmente<br />

transformada. Las paredes estaban cubiertas de fotos enmarcadas de Phydough y de posters<br />

de los grupos favoritos de Georgia, mientras que las delicadas campanitas de cristal y nácar<br />

que Bill le había comprado en Jamaica, y que ella guardaba como un tesoro, estaban colgadas<br />

del techo. El resto de la superficie de la habitación estaba cubierta por sus peluches, CD,<br />

juegos de la PlayStation, libros y revistas.<br />

Georgia apartó la vista del juego y sonrió fugazmente a su madre. Después volvió a<br />

concentrarse en la carrera, pero al instante Claire supo que algo iba mal.<br />

—¿Qué ha pasado? —le preguntó.<br />

—¿Eh? —Georgia hizo una mueca de disgusto al calcular mal el borde de la carretera y<br />

salirse del circuito.<br />

—Algo va mal —dijo Claire.<br />

—Nada va mal.<br />

—Vamos, Georgey, estás hablando conmigo.


Georgia suspiró y puso el juego en pausa. Estiró los brazos e hizo crujir los dedos, dejando<br />

los brazos estirados mientras le contaba a su madre el accidente en el McDonald’s.<br />

—... no ha sido nada terrible, pero me he sentido tan... estúpida —concluyó.<br />

—A cualquiera se le podría haber caído la bandeja —observó Claire.<br />

—Lo sé —dijo Georgia—, pero se me ha caído a mí. Así que cualquiera podía echarle la<br />

culpa a lo de mi mano, y no al hecho de que esos tíos chocaran conmigo.<br />

—¿Las chicas han pensado que ha sido por tu mano?<br />

—Bueno, no —reconoció Georgia—. Ellas han insistido en que no ha sido culpa mía.<br />

Siempre se ponen de mi lado. —Se mordió el labio—. Pero no todo el mundo lo hace. Karen<br />

Devlin es una auténtica zorra. Siempre está haciendo comentarios sarcásticos.<br />

Claire miró a su hija, pensativa.<br />

—¿Te molesta?<br />

—Claro que me molesta —reconoció Georgia—, pero todo el mundo sabe que Karen sólo<br />

es una cualquiera.<br />

—Seguramente es una chica insegura —dijo Claire.<br />

La chica resopló.<br />

—No seas tan blandengue, mamá. Es demasiado segura para su propio bien. Es guapa y lo<br />

sabe, y todo mundo quiere ser amigo suyo.<br />

—Pero su popularidad sólo se basa en su aspecto —objetó Claire.<br />

—¡Ya lo sé! —Georgia miró desdeñosamente a su madre—. Pero saberlo no cambia nada,<br />

¿verdad?<br />

—Supongo que no.<br />

Se quedaron sentadas una al lado de la otra en silencio.<br />

—No quiero que la gente sea condescendiente conmigo —dijo Georgia finalmente—. No<br />

quiero que digan «Pobre Georgia Hudson, no tiene padre, no tiene dedo, no tiene<br />

posibilidades».<br />

—Cariño, no dirán eso.<br />

—Te sorprenderías —apuntó Georgia con gravedad.<br />

Claire no sabía qué decir.<br />

Georgia se percató de la cara de preocupación de su madre.<br />

—Se me pasará. Es sólo que no quiero ser diferente. Y si hago algo mal por culpa de mi<br />

mano, no quiero que digan que no ha sido así.<br />

—Pero me has dicho que lo de la bandeja no ha tenido nada que ver con la mano.<br />

—Lo sé.<br />

—Entonces, ¿te estás comportando como una gansa? —preguntó Claire.<br />

—Probablemente —contestó Georgia, y suspiró—. Oh, mamá, tú sabes que en realidad ya<br />

no me importa lo del dedo y las cicatrices; se han convertido en parte de mí. Es sólo que...<br />

estamos hablando de chicos y cosas así, conocemos a tíos, y la mayoría son guays, pero a<br />

veces... —Cogió el mando de la consola y lo miró—. A veces me pregunto si alguna vez<br />

conoceré a alguien que realmente no se fije en mi mano. Me refiero a que, bueno, hay chicos<br />

que dicen que no importa, pero eso significa que han pensado en ello y han decidido que no


importa. Me gustaría conocer a alguien que ni siquiera tuviera que pensarlo.<br />

—Lo conocerás —le aseguró Claire.<br />

—Tal vez.<br />

—Yo creía que te estaba yendo bien —dijo Claire—. ¿Qué pasa con ese chico con el que<br />

intercambias mensajes?<br />

Georgia se puso roja.<br />

—Él no cuenta —contestó—. Él es agradable. Es un amigo. Pero vive en Navan, no es que<br />

podamos quedar muy a menudo precisamente. —Miró de refilón a Claire por debajo del<br />

flequillo—. De hecho, no podemos quedar a menos que venga a la ciudad. Y no es fácil para<br />

él, porque tiene un empleo de verano y trabaja muchísimas horas. Así que sólo nos mandamos<br />

mensajes.<br />

—Al final encontrarás a la persona adecuada —dijo Claire—, pero tienes muchísimo tiempo,<br />

Georgey.<br />

—Oh, lo sé. —Georgia se encogió de hombros—. No me hagas caso. Estoy diciendo<br />

tonterías.<br />

Claire le revolvió el pelo y ella la miró muy seria.<br />

—¡Y no me toques el pelo! —le advirtió a su madre—. ¡Vas a estropearme el peinado!


CAPÍTULO 27<br />

Gladiolus (gladiolo o flor de espada): gran variedad de colores<br />

con flores anchas de altura variable. Regar en climas secos.<br />

A MEDIADOS DÉ SEMANA, Nate había acabado el jardín, e incluso había traído a alguien<br />

para el cableado de las suaves luces verdes que había colocado en la rocalla del muro de<br />

atrás. Georgia y Claire estuvieron de acuerdo en que había hecho un trabajo genial y que el<br />

jardín había quedado absolutamente maravilloso.<br />

—Deberías organizar una barbacoa o algo así —comentó Nate—, para celebrar que ha<br />

vuelto a su antigua gloria.<br />

—¡Es una idea estupenda! —exclamó Georgia—, pero tendrías que habernos construido<br />

también una barbacoa.<br />

—Lo propuse —dijo Nate con timidez.<br />

—¿Sí? Oh, mamá, no me digas que dijiste que no —lloriqueó Georgia.<br />

—Claro que dije que no. —Claire hizo una mueca—. Puede que éste haya sido el mejor<br />

verano de la década, pero ¿cuántas veces organizaremos barbacoas? Incluso cuando tu padre<br />

estaba vivo probablemente sólo hicimos una. Y sólo porque quería hacer las típicas cosas de<br />

los hombres, con el carbón caliente y los filetes.<br />

—Pues yo creo que es una pena —insistió Georgia—. El jardín pide a gritos una barbacoa.<br />

—Ya lo pensaré —le aseguró Claire.<br />

—Ahora ya es tarde —replicó Georgia—. Mamá, en serio, tendrías que haberlo consultado<br />

conmigo.<br />

Claire se echó a reír.<br />

—Compraré una de gas —dijo.<br />

—No es lo mismo.<br />

—Tendrá que servir.<br />

Entró en la cocina y extendió un cheque para Nate, agradeciéndole otra vez todos sus<br />

esfuerzos y asegurándole que no podía estar más contenta con cómo había quedado todo.<br />

—He disfrutado haciéndolo —le aseguró él—. Hacía tiempo que no hacía algo así solo. Ha<br />

sido muy terapéutico.<br />

—Para mí también —dijo Claire suavemente. Miró por la ventana el césped perfectamente<br />

cortado, la rocalla restaurada, los setos rebajados y la colorida manta en que se habían<br />

convertido sus parterres.<br />

—Antes me sentía triste cuando lo miraba. Ahora me anima.<br />

—Eso es lo que todos los jardines deben hacer. —Nate sonrió.<br />

Sus ojos, uno azul y otro verde, captaron la atención de Claire. Se había acostumbrado a su<br />

extraño color y, en lugar de sentirse incómoda al mirarlos, se quedaba hipnotizada por la<br />

profundidad del azul y el brillo del verde. No podía evitar pensar que hacían el rostro de Nate<br />

fuerte y determinado más que severo y enfadado, como una vez había pensado. Era


consciente de su proximidad, y del calor que desprendía su cuerpo, de su aroma. No era a<br />

sudor, debido al calor y el trabajo realizado, sino que olía a almizcle mezclado con el olor a<br />

hierba recién cortada y a tierra caliente. Se preguntó cómo se habría hecho la cicatriz de la<br />

mejilla. Quería tocarla, reseguirla en toda su longitud hasta el hueso de su mandíbula. Tuvo<br />

que apretar los puños para evitar extender la mano y acariciársela.<br />

Le entregó el cheque sin decir palabra, preguntándose si sus dedos se rozarían cuando él lo<br />

cogiera, perdida en su intento de comprender sus propios sentimientos. Lujuria, había pensado<br />

anteriormente, y sí, todavía había lujuria. Pero también un dolor. El dolor de querer a alguien,<br />

de querer algo y no saber exactamente qué era.<br />

Y también por saber que, de todas formas, Nate Taylor no podía dárselo.<br />

Él no dejó de mirarla mientras doblaba el cheque y se lo guardaba en el bolsillo trasero de<br />

los pantalones. Claire tenía la boca seca.<br />

—¡Eh, mamá! —Georgia entró de repente en la cocina—, ¿te parece bien si voy con Robs<br />

al cine esta tarde? Me ha enviado un mensaje para ver si podía. Pero volveremos aquí, así<br />

podré recoger mis cosas y su madre pasará luego a buscarnos.<br />

Claire sintió cómo explotaba la burbuja en la que había estado flotando. Parpadeó y miró a<br />

su hija.<br />

—¿Cómo?<br />

—Esta noche. Quedarme a dormir en casa de Robs. Así puedes estar hasta tarde con tu<br />

gran cita. ¡No te habrás olvidado! —Puso los ojos en blanco echando la cabeza hacia atrás.<br />

—Por supuesto que no me he olvidado —replicó Claire—. Y sí, puedes ir al cine si quieres.<br />

—¡Estupendo! —dijo Georgia que ya estaba tecleando el mensaje de respuesta a su amiga.<br />

Claire se aclaró la garganta.<br />

—¿Estás segura de qué no quieres llevarte ya tus cosas e ir directamente a casa de<br />

Robyn?<br />

—¿Estás loca? —le preguntó Georgia—. No voy a arrastrar todo eso conmigo al cine.<br />

Además... —miró a Claire con malicia—, quiero venir para ver qué te pones.<br />

—¡Oh, por el amor de Dios! Soy perfectamente capaz de vestirme sola.<br />

Nate las miró a las dos.<br />

—Mi madre tiene una cita esta noche —le confió Georgia—, con un tipo al que conoció en<br />

una fiesta.<br />

—Qué afortunada —comentó Nate—. Yo en cambio me quedaré en casa con una pizza y<br />

una cerveza.<br />

—A mí eso me suena bien —dijo Claire tensa, y le sonrió brevemente—. En cualquier caso,<br />

gracias por todo otra vez.<br />

—No te olvides de que volveré para encargarme de los árboles —le recordó él—. Estaba<br />

incluido en el precio.<br />

—Tendrás que volver constantemente —intervino Georgia—. Ya nos hemos acostumbrado<br />

a tenerte en casa. Podrías ser nuestro jardinero.<br />

—¡Georgia! Ése no es el trabajo del señor Taylor.<br />

—Podría serlo —dijo Nate—. Si quisieras, podría venir cada dos semanas más o menos.<br />

—Ya veremos. —Claire se había puesto nerviosa.


—Bueno, me voy ya.<br />

—Gracias por todo.<br />

Él volvió a salir y recogió sus cosas, después las metió en la carretilla y las llevó a la parte<br />

de delante de la casa.<br />

—Hasta pronto —se despidió mientras lo cargaba todo en la parte de atrás de su furgoneta<br />

verde.<br />

—Hasta pronto —contestó Claire, y entró en la casa.<br />

Después de que Georgia también se hubo marchado, Claire se sentó en el jardín,<br />

disfrutando del aroma de las flores y del brillo del colorido, pero sintiéndose desolada al pensar<br />

que Nate Taylor no volvería a la mañana siguiente, a las ocho y media. «Estoy siendo ridícula<br />

—se dijo a sí misma—. Totalmente ridícula, de forma estúpida e infantil. Y no sé por qué,<br />

seguramente porque tengo esos pensamientos lujuriosos cuando lo veo, porque en realidad no<br />

lo conozco de nada.»<br />

Cerró los ojos y se quedó dormida. Al principio empezó a soñar con Jamaica; una parte de<br />

ella sabía que sería el horrible sueño, y no quería tenerlo en ese momento. Pero en lugar de<br />

desvanecerse en el terrible instante en que ella estaba con Bill en el balcón, de repente estaba<br />

caminando por el sendero del jardín del hotel. Y el jardinero que estaba trasteando con el<br />

enorme y frondoso cocotero que había fuera de su habitación era Nate Taylor. Cuando<br />

pasaron a su lado, él le dio una orquídea, que Bill le colocó a ella detrás de la oreja.<br />

Una diminuta mosca se posó en su mejilla. Claire la espantó y se despertó. El corazón le<br />

latía con fuerza, pero no con el habitual horror que le producía el sueño de Jamaica, sino que<br />

daba saltos porque no sabía qué habría pasado después. «¿Y cómo demonios era posible que<br />

Nate tuviera una orquídea en la mano —masculló para sus adentros mientras se frotaba los<br />

ojos—, si se suponía que estaba podando un cocotero?»<br />

Eran las cinco en punto. Entró en la cocina y se preparó una infusión de té de pera.<br />

Después se sentó a la mesa y abrió el periódico. Apenas había leído la primera página cuando<br />

oyó la llave de Georgia en la cerradura, y las dos chicas aparecieron en la cocina.<br />

—¡Hola, mamá! ¡La película ha estado súper bien! —exclamó Georgia con entusiasmo.<br />

—Ha sido realmente muy buena —convino Robyn.<br />

—Me alegro de que os hayáis divertido. ¿Queréis tomar algo? ¿U os habéis pasado con la<br />

Coca-Cola, las palomitas y otras porquerías? —preguntó mientras doblaba el periódico.<br />

—¿Queda zumo en la nevera? —Georgia ya estaba abriéndola y cogiendo dos cartones. Le<br />

pasó uno a Robyn—. ¿A qué hora llega tu madre?<br />

—A las seis —respondió Robyn.<br />

Georgia consultó la hora y después se dirigió a Claire.<br />

—¿A qué hora te vas? —preguntó.<br />

—He quedado con Gary a las siete —contestó Claire.<br />

—Entonces debería empezar a moverse —la presionó Robyn.<br />

—Queda tiempo de sobra —le dijo Claire.<br />

—¿Qué te vas a poner? —quiso saber Georgia.


—Todavía no lo he decidido.<br />

—¡Mamá! —Georgia parecía nerviosa—. Llegarás tarde, sabes que tengo razón. ¿Cómo<br />

vas a ir al Point?<br />

—Con el autobús hasta la calle Amiens y luego andando —explicó Claire.<br />

—Pero ¡eso es una caminata! —exclamó Georgia—. Si no sales pronto no llegarás puntual.<br />

—No me iré hasta que no venga Leonie a buscaros.<br />

—Le enviaré un mensaje —dijo Robyn— para asegurarme de que llega con tiempo de<br />

sobra.<br />

—Entretanto sería mejor que te cambiaras —comentó Georgia.<br />

—Vale, vale. —Claire se terminó su infusión y subió a su cuarto.<br />

La verdad, pensó, Georgia se estaba poniendo demasiado mandona para su propio bien.<br />

Cogió del armario su falda azul de flores recientemente recuperada (nunca se la había puesto<br />

mucho porque siempre le pareció un poco ajustada, pero ahora le quedaba perfecta), un top<br />

blanco y una chaqueta azul, y lo colocó todo encima de la cama. Después entró al baño, se<br />

lavó la cara, los dientes y se aplicó una crema hidratante con color. Se puso la falda y la<br />

chaqueta, se roció con Kenzo y volvió a bajar.<br />

—¿Está bien? —preguntó Claire.<br />

Georgia la miró con desolación.<br />

—¿Vas a llevar eso?<br />

—¿Qué tiene de malo? —replicó Claire a la defensiva.<br />

—Bueno, parece que vayas a una reunión —exclamó Georgia.<br />

—Es que voy a reunirme con un hombre —confirmó Claire.<br />

—Se refiere a una reunión de trabajo, señora H —dijo Robyn—. Es un poco aburrido, y el<br />

color no es muy guay.<br />

Claire frunció el cejo.<br />

—Es una falda más que pasable —contraatacó ella—. Y tú me compraste el top, Georgey,<br />

así que no puedes protestar por eso.<br />

—Está bien —dijo Georgia—, sólo que no es muy sexy, y está absolutamente pasada de<br />

moda.<br />

—No quiero estar sexy —exclamó su madre.<br />

—Claro que sí —objetó Georgia—. Tienes una cita.<br />

—Estoy seriamente preocupada por lo que pensáis que constituye el modelo apropiado<br />

para una cita —espetó Claire, seca—. Y, además, no es ese tipo de cita.<br />

—Bueno, entonces, ¿qué tipo de cita es? —preguntó Georgia—. Has quedado con un<br />

hombre, mamá. Un hombre al que no conoces mucho. Te ha invitado a salir.<br />

—Sí, pero eso no significa que tenga que vestirme como Christina Aguilera, ¡por el amor de<br />

Dios!<br />

Georgia y Robyn rompieron a reír a carcajadas.<br />

—Vale, ha sido un mal ejemplo —concedió Claire—. Nadie sale vestida a la calle como<br />

Christina por ningún motivo.<br />

—Sé que no es lo mismo cuando la gente normal va a una cita —dijo Georgia seria—, lo


único que digo, mamá, es que debería parecer que has hecho un esfuerzo.<br />

Claire recordó la noche en que salió con Paul y que todos los hombres y mujeres del<br />

autobús le parecía que habían hecho un esfuerzo.<br />

Y también Paul se había esforzado por ella. Supuso que llevar una falda de hacía cinco<br />

años y una chaqueta, aunque no se la hubiera puesto en tres años, no era exactamente hacer<br />

un verdadero esfuerzo.<br />

—¿Y qué requeriría haber hecho un esfuerzo? —preguntó.<br />

—Algo más animado —contestó Robyn—. Ya sabe, algo que diga «estoy libre, soltera y<br />

disponible».<br />

—¡Robyn O’Malley!<br />

Robyn y Georgia comenzaron a reírse otra vez.<br />

—No es divertido —las regañó Claire, aunque su boca empezó a temblar de risa.<br />

—Lo único que queremos decir —le explicó Georgia—, es que no hace falta que parezcas<br />

una monja a la que han dejado salir por un día del convento.<br />

—¡No lo parezco! —protestó Claire.<br />

—Tal vez si se pusiera un poco más de pintalabios, señora H... —sugirió Robyn.<br />

—Eso es —convino Georgia—. Ese azul te hace parecer muy pálida y poco interesante.<br />

Más colorete y pintalabios podría arreglarte.<br />

—No necesito que me arreglen. —Claire se mantuvo firme—. Voy bien.<br />

Las dos chicas no parecían convencidas.<br />

—¿Y qué pasa con tus faldas nuevas? —preguntó Georgia.<br />

—Son demasiado informales —protestó Claire.<br />

—Vale, lo que tú digas —respondió su hija, se encogió de hombros y después le guiñó un<br />

ojo a Robyn—. Venga Robs, vamos a mi estudio hasta que llegue tu madre.<br />

—Vale. —Robyn asintió con la cabeza y las dos chicas salieron trotando de la cocina.<br />

Claire volvió a desdoblar el periódico.<br />

Leonie O’Malley las recogió a la hora convenida y las hizo chillar de alegría cuando les dijo<br />

que pararían en su restaurante chino favorito de camino a casa, porque a ella no le apetecía<br />

cocinar. Saludó a Claire con la mano y le deseó que lo pasara bien. Después desapareció en<br />

la noche.<br />

Cuando se hubieron marchado, Claire subió a su habitación y se miró en el espejo. No<br />

parecía pálida y poco interesante. Parecía una mujer normal que iba a salir por la noche. No<br />

una mujer de treinta y tantos intentando parecer que tenía veintitantos. Bueno... sólo... normal.<br />

Pero quizá, concedió, un poco aburrida. Tal vez por eso había metido la falda y la chaqueta en<br />

el fondo del armario; no porque le quedaran pequeños, sino porque eran demasiado aburridos<br />

para ella.<br />

Se sentó en el borde de la cama y pensó un momento. Cuando salía con Bill (no demasiado<br />

a menudo, claro, porque él siempre estaba hecho polvo después de un día de consulta)<br />

normalmente llevaba vaqueros y una camiseta. O vaqueros y un top bonito. Si se arreglaba, se<br />

ponía una de sus faldas floreadas en lugar de los vaqueros o, dependiendo de cuánto quisiera


esforzarse, uno de sus vestidos ajustados. Cuando hacía eso también se arreglaba el pelo,<br />

algo que a Bill siempre le había gustado. Los vestidos, por supuesto, también dependían de lo<br />

gorda que se sintiera en esa época. A veces se sentía como una versión del muñeco de<br />

Michelin, con flotadores de grasa que podrían hacer reventar la tela, de modo que le era<br />

imposible ponerse los vestidos. Si había estado haciendo una dieta enfermiza entonces se<br />

sentía lo bastante delgada como para atreverse a lucirlos. Normalmente, se compraba los<br />

vestidos cuando comenzaba una dieta, para así animarse a continuar. Aunque realmente no la<br />

animaban mucho; en realidad, era más habitual que la hicieran desesperarse. Pero las veces<br />

en que le cabían, se sentía de maravilla.<br />

Se mordió el labio y miró su ropa. No tenía nada que fuera arreglado y a la vez no<br />

demasiado formal. Lo más cercano era el vestido de seda color ocre con el estampado<br />

decorado con abalorios en forma de zafiros que se había puesto en Jamaica y las otras veces<br />

que se sentía lo bastante delgada como para meterse dentro. Era antiguo, pero muy bonito, y<br />

podía ser muy arreglado o no dependiendo de los accesorios.<br />

Se quitó la falda y el top y se puso el vestido. Naturalmente, ahora le quedaba perfecto. Los<br />

huesos de las caderas se marcaban por debajo de la seda.<br />

El recuerdo volvió como una flecha. La cena de aniversario. Cork. Incheydony. Bill la había<br />

sorprendido llevándola al célebre spa, donde la habían masajeado, amasado, envuelto y<br />

frotado hasta que estuvo reluciente. Habían cenado en el restaurante con vistas al océano<br />

Atlántico y ella se había puesto el vestido de seda color ocre.<br />

Se retorció para quitárselo y lo colgó de nuevo. Después sacó sus vaqueros favoritos del<br />

armario y se los puso con una camiseta blanca y una chaqueta negra de cuero. Volvió a<br />

mirarse. No era del todo sexy, pensó, pero gracias a Dios por los vaqueros y las camisetas,<br />

que nunca pasaban de moda.


CAPÍTULO 28<br />

Cheiranthus (alhelí): flores normalmente amarillas, naranjas y<br />

rojas en varas rectas. Plantar con firmeza.<br />

UNA MULTITUD SE AREMOLINABA delante del Point y, al principio, Claire temió no<br />

encontrar a Gary. De hecho, estaba preocupada porque no sabía si lo reconocería; después<br />

de todo, recordaba mejor su voz que su cara. Pero entonces lo vio, de pie justo al lado de las<br />

puertas, vestido con pantalones informales, una camisa de algodón y un jersey azul marino<br />

sobre los hombros. «Se ha esforzado mucho para tener un aspecto informal», pensó Claire.<br />

De repente se sintió mal por haber elegido los vaqueros y la camiseta, a pesar de que sabía<br />

que le quedaban bien. Después de todo, tal vez debería haberse puesto el vestido de seda.<br />

«Dios —pensó—, esto de arreglarse para salir es una verdadera pesadilla.»<br />

Cuando la vio, Gary sonrió al reconocerla, después la besó suavemente en la mejilla y le<br />

puso la mano en la espalda para conducirla entre la cola. Se sintió madura de una forma<br />

agradable al estar a su lado; como nunca se había sentido con Bill. Cuando salía con su<br />

marido, siempre habían sido iguales, amigos por supuesto, amantes sin duda, pero ninguno<br />

dominaba sobre el otro. Sin embargo, Gary se hizo con el mando de la noche, la condujo a su<br />

asiento, mimándola y asegurándose de que estuviera absolutamente a gusto. «Es agradable<br />

que te cuiden —pensó Claire—, aunque no estoy segura de que pudiera llevarme bien con<br />

alguien que fuera tan atento todo el tiempo. Aunque eso —se dijo a sí misma— es sólo porque<br />

se trata de nuestra primera cita.» Supuso que si saliera habitualmente con Gary, lo más<br />

probable era que acabara haciendo que ella fuera a la entrada a buscar los programas, o a<br />

comprar las bebidas. Sonrió para sus adentros mientras tomaba nota para Georgia en su<br />

cabeza. Pueden ser muy, muy agradables, pero tienes que preguntarte a ti misma, ¿durará?<br />

¿Es real?<br />

Gary charló con ella mientras esperaban que comenzara el espectáculo, le contó el<br />

proyecto en el que estaba trabajando su empresa y los problemas que estaban teniendo para<br />

contratar trabajadores y encontrar materiales. Claire escuchó atentamente, tenía la sensación<br />

de que para él era importante que a ella le interesara su trabajo, sin embargo, se alegró<br />

cuando la música comenzó. Su necesidad de saber cosas sobre las paredes prefabricadas y la<br />

profundidad de los cimientos era limitada.<br />

La producción fue magnífica. Claire lloró cuando al final Eliza volvía con el profesor Higgings,<br />

a pesar de que sabía que en la obra de George Bernard Shaw, en la que estaba basada,<br />

acababa de otra forma, probablemente mucho más realista, pensó con ironía mientras se<br />

enjugaba las lágrimas con la mano. Gary le sonrió y le ofreció un pañuelo.<br />

—Tengo yo —dijo ella rebuscando en el bolso.<br />

—No importa —le dijo él—, sólo tengo un pañuelo de seda y nunca ha sido utilizado.<br />

Se rieron. Claire se estaba divirtiendo. Salieron al exterior con el resto de la gente.<br />

—Gracias —le dijo una vez que salieron al cálido aire nocturno—. Ha sido verdaderamente<br />

estupendo.<br />

—Oh, hay más cosas.


Ella le miró interrogante.<br />

—Champán —le explicó— y fresas. En mi apartamento.<br />

Entonces ella lo miró fijamente.<br />

—Es un ático —le contó—. El mejor en Dublín. Construimos el edificio. Tengo unas vistas<br />

maravillosas de la ciudad.<br />

—Suena muy atractivo —dijo Claire—, me refiero a tu apartamento. Pero no puedo ir.<br />

—¿Por qué no?<br />

Claire no sabía qué razón darle. Que pensaba que lo del champán frío esperándoles en su<br />

apartamento estaba fuera de lugar; que implicaba que se acostarían, algo que no iba a pasar,<br />

porque, aunque quisiera, que no quería, tenía que estar de vuelta en casa a la mañana<br />

siguiente por Georgia; que no había forma de que llegara a Dundrum porque eso significaría ir<br />

en coche y volver...<br />

—Es muy amable por tu parte —empezó—, pero yo no... no estoy preparada para ir a tu<br />

apartamento.<br />

—¡Oh, venga, Claire! —se rió él—. Claro que quieres venir.<br />

—No —insistió ella—. No quiero.<br />

Él la miró fijamente.<br />

—Los dos somos adultos —dijo—. Aquí no hay problemas morales.<br />

—No tiene nada que ver con la moral —le explicó—. Sencillamente no quiero ir a tu casa<br />

esta noche.<br />

—Claire, creo que eres una mujer realmente atractiva. Me gustaría que vinieras.<br />

—Yo también creo que eres atractivo —dijo ella—, pero de ninguna de las maneras.<br />

—¡De ninguna de las maneras! —Gary la miró asombrado—. ¿Hemos pasado una noche<br />

fantástica juntos y me dices que de ninguna de las maneras?<br />

—¿Estoy obligada a ir a tu casa contigo por eso? —Ella frunció el cejo—. ¿Lo estoy? ¿Es<br />

una regla?<br />

—Parece que lo he entendido todo mal —dijo Gary—. Estabas en la Cena a Oscuras. En la<br />

mesa nos dimos la mano. ¡Hablaste de desnudarte! Y ahora... ¿ahora no quieres venir<br />

conmigo?<br />

—¡Tampoco me fui contigo a tu casa aquella noche! —exclamó exaltada.<br />

—He comprado las mejores entradas que había —dijo Gary.<br />

—Sí, bueno, pero no me has comprado a mí. —Claire se alejó de él y comenzó a caminar<br />

de prisa hacia las puertas.<br />

—¡Claire! ¡Claire! —Gary la alcanzó—. Espera.<br />

Ella se volvió hacia él.<br />

—Lo siento. Tal vez he sido un poco insensible. No quería decir que tuvieras que venir a mi<br />

casa conmigo. Simplemente creí... creí que querrías.<br />

—No —replicó ella—. No quiero. Lo he pasado muy bien contigo, pero... —Se mordió el<br />

labio—. Lo siento, Gary. De verdad. Quizá es culpa mía. Si no estoy preparada para beber<br />

champán y saltar a la cama con la gente, tal vez no debería aceptar sus invitaciones.<br />

—Me estás haciendo parecer un maldito chulo —contestó él enfadado—. No creo que haya


nada malo en dar por sentado que una mujer querrá... decidirá... por decirlo claro, ¡es sólo<br />

sexo!<br />

Un grupo de gente que le había oído levantar la voz se volvió para mirarlos. Claire sintió<br />

cómo se ruborizaba.<br />

—Tal vez lo sea —dijo ella—, pero no para mí. No quiero acostarme contigo, Gary. Me<br />

caes bien. Me lo he pasado de maravilla esta noche, pero no me voy a ir á la cama contigo.<br />

—No me puedo creer que todavía haya mujeres como tú —espetó él—. ¡Con Amy no hubo<br />

ningún problema!<br />

Claire se llevó la mano a la boca y lo miró con los ojos abiertos como platos.<br />

—¿Te has acostado con Amy?<br />

—Claro que sí —asintió él—. Y nos lo pasamos en grande. Le encantó el champán, le<br />

encantaron las fresas y le encantó mi apartamento.<br />

—Bueno, ¿y por qué demonios no la has invitado a ella esta noche? —preguntó Claire.<br />

—Porque tú también me gustas —respondió Gary—. Creí que sería divertido. Tú fuiste<br />

divertida en la cena.<br />

—Dios mío.<br />

«Los tiempos han cambiado —pensó Claire—. La gente ya no tiene relaciones exclusivas.»<br />

No había nada de malo en que Gary quisiera salir con Amy, con Claire y con cualquier otra<br />

persona que escogiera, aunque la idea de que él se acostara con todas le molestaba. «Tal vez<br />

soy demasiado anticuada», pensó con ironía.<br />

—¿Crees que hay algo de malo en eso?<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—La verdad, supongo que no. Somos adultos y todo eso. Lo siento, Gary. Está claro que<br />

no soy tan madura.<br />

—No me extraña que tu marido te dejara —dijo él seco.<br />

Claire no le contestó. En la Cena a Oscuras les había contado que había estado casada, y<br />

dejó pasar el comentario de Cormac de que todavía llevaba el anillo de casada. No les había<br />

explicado lo del accidente de Bill, y cuando todos supusieron que estaba divorciada o<br />

separada, ella no lo aclaró. Pero en ese momento deseó haber dicho la verdad, para que Gary<br />

no pudiera pensar que Bill la había dejado.<br />

—Me voy —concluyó ella mientras abría el bolso y sacaba dinero—. Aquí está mi parte de<br />

esta noche.<br />

—Oh, no seas tonta —dijo él, resignado.<br />

—No, en serio —insistió ella ofreciéndole los billetes—. Odio pensar que sales perdiendo.<br />

—Olvídalo —le pidió él—. He malinterpretado la situación. Pensé que tú también estarías<br />

dispuesta, Claire. Está bien. No hay problema. —Se volvió y caminó hacia la hilera de coches<br />

aparcados.<br />

Claire volvió a guardarse el dinero en la cartera. Ella también había malinterpretado la<br />

situación. En parte había aceptado la invitación porque, tras haberse dado cuenta de lo difícil<br />

que era invitar a alguien a salir, no se sentía capaz de decir que no, y también porque creyó<br />

que podría averiguar más cosas útiles para Georgia, además de querer que ésta la viera como<br />

una persona fuerte, capaz de salir con gente nueva. La había impresionado la confesión de


Georgia de que ella creía que tenía que mostrarse fuerte por el bien de Claire. Si salía con<br />

otros hombres, pensó Claire, Georgia pensaría que había superado lo de Bill, y dejaría de<br />

sentir que tenía que cuidarla.<br />

Suspiró profundamente. Le daba la impresión de que, aunque hacía las cosas con la mejor<br />

intención, nunca salían como ella esperaba. ¡Y quién hubiera pensado que Gary,<br />

probablemente el hombre menos atractivo de la mesa, ya se había acostado con Amy! Claire<br />

se preguntó si Gary estaría intentándolo con todas las chicas que conoció aquella noche. Se<br />

rió. Cuando lo pensaba en abstracto le parecía divertido, aunque no tanto cuando ella formaba<br />

parte de la lista.<br />

El camino de vuelta a la estación se le hizo más largo que el de la ida. Por suerte, había un<br />

montón de gente caminando en la misma dirección, porque Claire se había dado cuenta de<br />

repente que esa zona de la ciudad estaba desierta cuando caía la noche. Claire avanzaba junto<br />

los muelles, observando el reflejo de las antiguas farolas en las aguas turbias del río Liffey.<br />

«Dios —pensó—, soy tan idiota. Y Eavan tiene razón. No puedo salir con hombres sólo<br />

porque quiero ver cómo es. O porque quiero parecer fuerte y resistente frente a mi hija. Ellos<br />

quieren más. Y aunque no todos quieran que nos acostemos como Gary, tampoco es justo que<br />

salga con ellos por motivos poco honestos.»<br />

Se mordió el labio. ¿Salir con Gary había sido salir con alguien por motivos poco honestos?<br />

¿Lo había hecho para averiguar cosas sobre los hombres por el bien de Georgia, como se<br />

había prometido a sí misma, o porque se había sentido halagada y secretamente complacida<br />

de que la hubiera invitado? ¡Aunque él ya había invitado a otra persona! Había invitado a Amy,<br />

y ella se había acostado con él, que era lo que Gary quería desde el principio.<br />

Tal vez se habría sentido de otra forma si Oliver la hubiera invitado a salir. No podía evitar<br />

querer conocer mejor a Oliver; era tremendamente guapo, aunque ella se hubiera asustado y<br />

hubiera cogido el autobús después de la cena. Claire tenía la impresión de que, en realidad, ya<br />

no tenía ningún control sobre cómo se sentía. Por un lado no soportaba la idea de que nadie<br />

ocupara el lugar de Bill en su vida, por el otro... por el otro, parecía que su cuerpo le estaba<br />

diciendo que no era ningún crimen desear querer a alguien más.<br />

Tal vez se trataba de una necesidad física que había estado dormida durante los últimos<br />

tres años. Quizá, sin que ella lo supiera, se estaba convirtiendo en una ninfómana.<br />

¿Su cuerpo o su mente? Ojalá supiera con certeza cuál de los dos tenía razón.<br />

—Contrólate —masculló para sí misma—. No eras una ninfómana con Bill. Tenías una vida<br />

sexual saludable. Satisfactoria. ¡Y no saltabas encima de él cada día! Ahora no tienes<br />

necesidad de hacerlo con extraños porque sí.<br />

En la parada del autobús no había nadie. Echó un vistazo a su reloj y se preguntó si habría<br />

perdido el último. Eran las once y media pasadas. No recordaba hasta qué hora circulaban.<br />

Miró a su alrededor, insegura. La idea de ir a pie a casa no le molestaba, pero estaba<br />

cansada.<br />

Pasó un taxi libre por su lado. Tragó saliva. ¿Sería capaz de hacerlo? ¿Podría coger un taxi<br />

sola? Si se sentía más despreocupada por la vida en general, si las cosas ya no le parecían<br />

tan terribles, seguramente podría coger un taxi. Pero el primer ataque de pánico había tenido<br />

lugar en un taxi. Todavía los tenía en los coches. ¿Qué haría si le volvía a pasar? A esa hora


de la noche, era un viaje de menos de diez minutos. Estaría en casa antes de darse cuenta.<br />

Pasó otro taxi. Y otro.<br />

«Vamos, Claire —se instó a sí misma—. Si Georgia puede aguantar que la insulten chicos<br />

idiotas, tú puedes coger un maldito taxi.» Levantó un brazo y el siguiente taxi que pasó se<br />

detuvo a su lado. Abrió la puerta. La asaltó una oleada de fragancia de pino. En el taxi de<br />

Jamaica también olía a ambientador de pino. Notó unas gotas de sudor en la nuca. Menos de<br />

diez minutos, se dijo a sí misma. Quizá sólo cinco. Cinco minutos no eran nada.<br />

Se subió a la parte de atrás y le dio su dirección al taxista. Cerró la puerta. El olor era<br />

insoportable. Parecía que se le adhiriese. Sintió que se le aceleraba el corazón. Cerró los ojos<br />

y se agarró con fuerza al apoyabrazos.<br />

Oyó que el taxista le decía algo, pero no tenía ni idea de qué. Pensó que tendría que haber<br />

farfullado algo a modo de respuesta, pero no estaba segura. El sudor le bajaba por la espalda<br />

y por el escote. Tenía las manos húmedas. «No puedo seguir aquí dentro —pensó de golpe—.<br />

¡Simplemente, no puedo!»<br />

—Hemos llegado.<br />

Se dio cuenta de que habían parado. Abrió los ojos. Estaban delante de su casa.<br />

—Gracias. —Abrió la puerta y se quedó en la acera mientras hurgaba en su bolso.<br />

—La hubiera matado si llega a vomitar en mi taxi —le dijo el taxista—; por el amor de Dios,<br />

señora, tendría que ser más sensata.<br />

El hombre pensaba que estaba borracha. Casi se echó a reír ante la idea.<br />

—Todas esas juergas con alcohol... —refunfuñó el taxista. Cogió los billetes y rebuscó entre<br />

las monedas para entregarle el cambio.<br />

—Está bien —dijo ella—. No hace falta.<br />

—Gracias.<br />

Sabía que le había dado una propina excesiva, pero no le importaba. Se apresuró hacia el<br />

camino del jardín y entró en su casa. Ojalá Georgia no se hubiera quedado en casa de Robyn<br />

aquella noche. Le hubiera gustado tener a alguien con ella, alguien que le dijera que no era una<br />

estúpida que no sabía nada de la vida.<br />

Entró en la cocina y se preparó una taza de té. Phydough, que estaba durmiendo en su<br />

cesta, abrió un ojo y volvió a cerrarlo. Pobre Gary, pensó Claire, mientras los latidos de su<br />

corazón se tranquilizaban y se le pasaba el mareo. ¡Una botella de champán esperando en<br />

casa y nadie con quien bebería! Aunque en realidad tampoco era pobre Gary. Seguramente<br />

llamaría a Amy o a Stella.<br />

Vació los posos del té en el fregadero y enjuagó la taza antes de dejarla en el<br />

escurreplatos. Fue a la entrada y activó la alarma. Mientras tecleaba los números, se dio<br />

cuenta de que la luz del contestador parpadeaba.<br />

«Demonios —pensó—, espero que Georgia no me estuviera buscando.» Pero Georgia la<br />

habría llamado al móvil y, aunque lo había puesto en silencio en el teatro, se hubiese enterado<br />

de que la llamaban.<br />

Pulsó la tecla de reproducción del contestador.<br />

—Hola, Claire —dijo la voz—, soy Oliver Ramsey. Me preguntaba si... si te gustaría venir al<br />

teatro conmigo. Tengo entradas para ver My Fair Lady la semana que viene. Mencionaste que<br />

te gustaban los musicales. Dime si te apetece. Gracias. Adiós.


CAPÍTULO 29<br />

Cerastium (nieve de verano): una alfombra de flores blancas<br />

que se extienden rápidamente y pueden llegar a ahogar a las<br />

plantas que las rodean.<br />

EL MARTES SIGUIENTE, Glenn y Saffy estaban tumbados en el sofá, viendo los dibujos<br />

cuando Eavan entró por la puerta. Glenn levantó la vista y su mujer le sonrió insegura.<br />

—¿Qué tal ha ido? —preguntó.<br />

—Bueno... bastante bien —contestó.<br />

—Oh.<br />

—Me han ofrecido un trabajo. —El tono de voz de Eavan era de disculpa—. No es un<br />

trabajo increíble, ni nada de eso, Glenn; se trata de llevar los libros de contabilidad y esas<br />

cosas; el sueldo tampoco es para tirar cohetes, pero es un comienzo.<br />

Glenn no dijo nada. Eavan contuvo el aliento.<br />

Había recibido una llamada esa mañana en respuesta a un currículum que había enviado por<br />

mail a una tienda de bricolaje, en un polígono industrial cercano. Había visto el anuncio en una<br />

página de búsqueda de trabajo por Internet y le pareció una buena idea contestar. Había<br />

esperado que la respuesta de Locum Libris fuera positiva, pero Claire la había llamado ese fin<br />

de semana para contarle que, por el momento, parecía que no había nada en su antigua<br />

empresa. Eavan se guardó la decepción para sí misma, trabajar para Locum Libris desde casa<br />

hubiera sido lo ideal.<br />

Oír que no tenían nada la había alterado, porque, desde el momento en que Glenn le había<br />

contado lo de su despido de Trontec, ella había confiado en poder arreglarlo todo volviendo a<br />

trabajar para Trinny Joe. Como había pasado con Claire. Saber que no podía volver al trabajo<br />

la había desconcertado. Así que había buscado otros trabajos por Internet, diciéndose a sí<br />

misma que cualquier cosa valdría. A la vez, esperaba que le saliera algo a Glenn; él le había<br />

enseñado la lista de sitios que tenían su currículum y se quedó enormemente sorprendida<br />

(aunque trató de ocultarlo) de ver con cuántas empresas había contactado y cuántas le habían<br />

contestado que no tenían nada para él.<br />

La tienda de bricolaje era la primera entrevista que Eavan había hecho. Al ver la expresión<br />

de Glenn, se sintió culpable de que le hubieran ofrecido el trabajo.<br />

—¿Jornada completa? —preguntó él.<br />

Ella asintió.<br />

—Horario de oficina.<br />

—¿Y qué pasa con Saffy? —preguntó Glenn.<br />

—¿Qué pasa conmigo? —La niña se puso de pie en el sofá y sonrió a Eavan.<br />

Esta le dio la piruleta que le había comprado cuando salía de la tienda (no le gustaba nada<br />

que pusieran caramelos en las salidas, era una pesadilla para los padres) y Saffy la cogió<br />

encantada.<br />

—Mientras estés en casa puedes cuidar de ella —contestó Eavan—. En cuanto encuentres


algo, ya veremos.<br />

—¿Cuándo empiezas?<br />

—La semana que viene —dijo ella.<br />

—¿Cuál es el sueldo?<br />

Eavan se lo dijo y él la miró pensativo.<br />

—No está tan mal, ¿no?<br />

—Bueno, imagino que necesitaban a alguien rápido y que estaban dispuestos a pagar un<br />

poco más...<br />

—Tenías un cargo bastante importante cuando dejaste tu trabajo anterior —recordó él—.<br />

Te pagaban bien.<br />

—Oh, en Locum Libris fue fácil ascender —replicó Eavan quitándole importancia—. Estuve<br />

allí durante años.<br />

—Aunque fuiste tú quien quiso dejarlo, ¿no? Fuiste tú quien lo propuso aunque siempre<br />

decías que tenías un trabajo interesante.<br />

Eavan suspiró.<br />

—Esto es un trabajo completamente distinto. No es de directivo, no es tan interesante.<br />

Además estoy segura de que sólo será temporal.<br />

—Pero tienes que hacerlo por mi culpa.<br />

—¡Oh, por Dios! —Eavan trató de ocultar su exasperación—. Glenn, estas cosas pasan. De<br />

verdad. A todo el mundo. Así que por favor, deja de sufrir por ello. Conseguirás otro trabajo.<br />

Sé que lo harás.<br />

Se sentó en el sillón que estaba enfrente de él.<br />

—Entretanto... —se humedeció los labios—, entretanto, mañana vendrá un agente<br />

inmobiliario a ver la casa.<br />

Glenn la miró atónito mientras Eavan le repetía una vez más que por lo que a ella concernía<br />

no podría volver a sentir lo mismo por la casa nunca más, y que era mucho mejor coger el<br />

dinero que les dieran por ella y mudarse antes que matarse por conservarla. Le dijo que para<br />

ella eran compañeros, no rivales, que no quería que se obsesionara porque ella hubiese<br />

conseguido un trabajo y él no; porque él era un especialista, mientras que ella había vuelto a lo<br />

que hacía antes. Era, le dijo, uno de los grandes beneficios de ser mujer. La gente te ofrecía<br />

empleos y no temía que intentaras robarles los suyos una vez que entrabas a trabajar. Cuando<br />

terminó de hablar, lo miró desafiante.<br />

—Tienes razón —le dijo Glenn finalmente—. Tienes razón en todo. Lo que me molesta más<br />

aún, porque siempre quieres tener razón.<br />

Eavan no dijo nada.<br />

—Y si tú eres la que se tiene que levantar al alba e ir a trabajar durante unos meses<br />

mientras yo disfruto de mi hija, a mí me parece bien. De verdad.<br />

—Sé que no es fácil —dijo ella.<br />

—No es fácil porque tengo el ego deshecho —reconoció Glenn—, pero tienes razón. No<br />

puedo pensar sólo en mí. Tengo que pensar en nosotros. Y si esto funciona para todos... —Se<br />

encogió de hombros.<br />

—Estupendo. —Se levantó del sofá y besó a su marido. Después subió a la habitación, se


quitó la chaqueta y se apoyó contra la pared. «Por favor —rezó en silencio—. Por favor, haz<br />

que consiga algo pronto.»<br />

Georgia y Claire habían ido a visitar a Eileen a Dundalk. La casa tenía un aire descuidado,<br />

porque Eileen había comenzado a prepararse para la mudanza, aunque todavía faltaban unas<br />

semanas para que los contratos estuvieran firmados.<br />

—No la estoy descuidando —respondió Eileen al comentario de Claire—. Sencillamente, no<br />

me mato para mantenerla reluciente. Es raro, pero ya no la siento como si fuera mi casa y, la<br />

verdad, se me hace bastante extraño estar todavía aquí cuando sé que hay otra gente<br />

planeando cambiar las cosas.<br />

Claire asintió comprensiva.<br />

—¿Por qué no te mudas ya? —preguntó Georgia.<br />

—Porque mi apartamento no está listo todavía —le explicó Eileen—. La verdad es que todo<br />

está yendo muy ajustado; ellos se mudan casi el mismo día en que yo me voy. —Hizo una<br />

mueca—. Lo peor es que no dejan de venir para tomar medidas y cosas así. Me están<br />

volviendo loca.<br />

—Bueno ¿y por qué no te quedas con nosotras durante un tiempo? —preguntó Georgia.<br />

Eileen miró a Claire.<br />

—Realmente, no creo que tu madre y yo pudiéramos vivir bajo el mismo techo mucho<br />

tiempo.<br />

—¿Por qué no? —preguntó Georgia—. No os odiáis ni nada así, ¿no?<br />

—No —confirmó Eileen—, pero es diferente cuando dos adultos viven bajo un mismo techo.<br />

Tu madre tiene su manera de hacer las cosas, y yo la mía; nos atacaríamos los nervios<br />

mutuamente.<br />

—No pondrías de los nervios a nadie —afirmó Georgia.<br />

Eileen se echó a reír.<br />

—Tiene razón —confirmó Claire—. Ven y quédate una temporada. No tienes que estar allí<br />

hasta que todo esto acabe si no quieres. Estamos hablando de unas pocas semanas como<br />

mucho. ¿Qué te hace pensar que no puedo aguantarte unas semanas?<br />

—Sí, abuela, podrías quedarte en mi cuarto y yo me trasladaría al estudio —dijo Georgia—.<br />

Normalmente no duermo allí abajo sola, porque es el sótano, y mamá duerme en la parte más<br />

alta de la casa y parece que estemos a kilómetros aunque no sea cierto, pero si tú vienes es<br />

distinto.<br />

—Ya veremos —contestó Eileen—. Gracias, Claire. Y a ti también, Georgia.<br />

—Además, Robyn podría quedarse a dormir más veces si estoy en el sótano —dijo Georgia<br />

—. Nos lo pasamos súper bien el último sábado. Estuvimos viendo películas hasta las tantas.<br />

—Lo sé —dijo Claire—. Se suponía que estabais en la cama.<br />

—Sí, claro. —Georgia se rió y Claire también.<br />

Eileen miró a su hija y a su nieta con cariño. Las dos tenían buen aspecto, pensó. A Georgia<br />

sobre todo, con su nuevo corte de pelo y el bronceado veraniego, se la veía saludable y<br />

atractiva. Claire también parecía mucho más sana que la última vez que la había visto. Y


menos estresada. Aunque todavía había un destello de dolor en sus ojos. Eileen se preguntó si<br />

alguna vez la abandonaría.<br />

—¿Te ha contado mamá lo de su cita? —preguntó maliciosamente Georgia.<br />

—Ah, ¿fuiste? —Eileen miró a Claire—. Un viejo amigo, me dijiste.<br />

—Oh, abuela, estás muy atrasada —aclaró Georgia—. Estás hablando de Paul, ¿no?<br />

—¿Hay más?<br />

—Muchos más. —A Georgia le brillaban los ojos—. ¡No tienes ni idea!<br />

—¿Claire?<br />

—Georgia, en serio, eres una liosa. —Claire se colocó un rizo detrás de la oreja y le hizo<br />

una mueca—. Salí con las chicas del trabajo, mamá. Y después un hombre me invitó a salir y<br />

acepté.<br />

—¡Claire!<br />

—No te lo ha contado todo —intervino Georgia—. Vamos, mamá.<br />

Así que Claire le explicó a Eileen lo de la Cena a Oscuras y su consiguiente cita con Gary.<br />

Sin embargo, no le mencionó el champán y las fresas, simplemente le dijo a su madre (como<br />

ya le había dicho a Georgia) que lo pasó bien, pero que dudaba que volviera a verle porque no<br />

era su tipo.<br />

—¿Y has sabido algo de los otros? —En primer lugar, Eileen estaba completamente<br />

asombrada de que hubiera ido a la cena, nunca se hubiera imaginado que su hija haría algo<br />

así.<br />

—¡Eso es lo más alucinante! —exclamó Georgia antes de que Claire pudiera hablar—.<br />

¡Mañana por la noche tiene otra cita! ¿Te lo puedes creer, abuela? A ver, se supone que yo<br />

soy la que debería tener un montón de chicos, sin embargo, es mamá quien los atrae como la<br />

miel a las abejas.<br />

—¡Georgia! —Claire se puso muy roja.<br />

—¿Y crees que este hombre es más tu tipo? —preguntó Eileen—. ¿Cómo se llama?<br />

—Oliver —contestó Claire.<br />

—Ya le conocía de antes —explicó Georgia—. Vino a casa a exterminar el nido de avispas<br />

mientras yo estaba en Galway. ¡Mamá dice que es muy guapo!<br />

—¿Lo es?<br />

Claire se removió incómoda.<br />

—Es muy atractivo —reconoció—, pero de verdad, es una coincidencia que me haya pedido<br />

una cita.<br />

—¡Sí, claro! —exclamó Georgia—. Yo creo que se los está ligando a todos.<br />

«Como Gary», pensó Claire.<br />

—¿Y qué pasa contigo? —le preguntó Eileen a Georgia—. ¿Cómo va tu vida amorosa?<br />

Ahora le tocó a la chica sonrojarse, y Claire se echó a reír.<br />

—Cómo va su vida de mensajes, sería más apropiado preguntar. Aunque, ¿quiénes eran los<br />

chicos con los que os vi a Robyn y a ti el domingo por la tarde?<br />

—Son de su clase de música —respondió Georgia—, sólo son chicos. —Y volvió a<br />

sonrojarse.


No se había dado cuenta de que Claire les hubiese visto el domingo. Sam y Denzil eran<br />

chicos agradables, pero sólo eran amigos. No como Steve. Steve. Cerró los ojos y evocó su<br />

cara.<br />

Su último mensaje había sido sobre lo mal que iba su vida en casa. Su padre se había ido a<br />

Inglaterra durante un par de semanas, y su madre estaba ocupada escribiendo un libro sobre<br />

mitología celta. Ni siquiera se había dado cuenta de que su hijo estaba trabajando en el turno<br />

de noche del centro de ocio. En realidad ella no se daba cuenta ni de que existía. Steve estaba<br />

deseando que empezara el colegio. Estaba harto de las vacaciones. Dos meses era una<br />

cantidad de tiempo ridícula. Nadie en el mundo tenía unas vacaciones de dos meses.<br />

Georgia le había contestado proponiéndole que fuera a Dublín en su próximo día libre.<br />

Podían quedar para tomar un café, le dijo. Pasar el día juntos. Él le contestó que no tenía<br />

ningún día libre pronto, pero que lo estaba considerando en serio. Lo que hacía que Georgia<br />

sintiera algo cálido en su interior.


CAPÍTULO 30<br />

Alchemilla (pie de león): ramilletes de pequeñas flores,<br />

generalmente amarillo verdoso. La autorreproducción puede ser<br />

problemática.<br />

GEORGIA ESTABA SENTADA en la cama de matrimonio y observaba cómo Claire se<br />

maquillaba para su segunda incursión en My Fair Lady. Se había muerto de risa cuando Claire<br />

le dijo adonde irían, y le había dicho que era tonta de remate por haberle ocultado a Oliver que<br />

ya había visto la obra. Entonces había mirado a Claire con los ojos muy abiertos y se preguntó<br />

en voz alta si no le importaba volver a verla porque Oliver era tan guapo que le daba lo mismo<br />

adonde fuera con él.<br />

—No es eso para nada —replicó Claire mientras se peinaba—. No quería que se sintiera<br />

mal porque ya la he visto. Temía que pensara que le estaba poniendo una excusa.<br />

—Siempre había creído que había que ser sincera con los chicos —dijo Georgia.<br />

—La sinceridad es mejor —reconoció Claire—, pero...<br />

—¿Tú siempre fuiste sincera con papá?<br />

Claire dejó el cepillo en la cómoda y consideró la pregunta de su hija.<br />

—Era sincera con él en las cosas importantes —respondió después de un momento—.<br />

Siempre fui honesta sobre cómo me sentía o lo que creía que era mejor para nosotros como<br />

familia.<br />

—Pero ¿no lo eras en todo?<br />

—Bueno...<br />

—¿Qué? —A Georgia le brillaban los ojos—. Vamos, mamá, ¿qué mentirijillas le contaste?<br />

—Tonterías sin la menor importancia —corrigió Claire—. Sobre... bueno, ¿recuerdas que le<br />

encantaba llevar gorras de béisbol con la visera hacia atrás? Él pensaba que era muy guay,<br />

pero parecía un loco. Siempre le dije que me encantaban los bombones de licor que me<br />

regalaba por mi cumpleaños, pero la verdad era que los odiaba. Una vez nos los regaló un<br />

colega médico y yo le dije al hombre que eran deliciosos, así que, cuando tu padre me los<br />

regaló, no podía decirle que los odiaba, después de lo que se había esforzado para<br />

conseguirlos. —Hizo una pausa durante un momento y luego continuó—. Yo fingía que me<br />

gustaban las películas de ciencia ficción porque a él le encantaban, y no hubiera ido solo a<br />

verlas, pero ¿cuántas veces se puede ver a alguien salvar al mundo de la destrucción total? Y<br />

le dejaba que siguiera comprándome todas esas cosas de Dior para el baño que creía que<br />

iban muy bien con mi perfume Chanel; no se había dado cuenta de que ya no me lo ponía y yo<br />

no me molesté en decírselo.<br />

—¡Mamá! —Georgia la miró atónita—. ¡Se suponía que erais almas gemelas! Se suponía<br />

que lo sabíais todo el uno del otro.<br />

—Y lo sabíamos, las cosas importantes —insistió Claire—. Sabíamos lo que hacía feliz o<br />

infeliz al otro, cuándo hablar y cuándo callar, sabíamos cómo disfrutar de la compañía del otro.<br />

Ésas eran las cosas en las que éramos almas gemelas. El resto era accidental.


—No lo sabía. —Georgia parecía escéptica—. Creo que los tíos tienen que saber si llevas<br />

perfume y, si lo haces, cuál llevas.<br />

Claire se echó a reír.<br />

—Yo llevé Dior durante años. Pero los hombres son animales de costumbres, Georgey.<br />

Descubren lo que te gusta y siguen regalándotelo siempre. Descubren algo que les gusta a<br />

ellos y siguen haciéndolo hasta que quieres pegarles. Pero eso no hace que les quieras<br />

menos.<br />

—¡Suena como si hubieras tenido que acostumbrarte a él! —exclamó Georgia.<br />

—Me encantaba acostumbrarme a él. —Claire le sonrió a través del espejo—. Y esas<br />

cosas son tan nimias que no importan. Te adaptas, supongo. A mí me encanta el pepino, pero<br />

tu padre lo odiaba, así que nunca lo ponía en las ensaladas. A él le gustaba la comida un poco<br />

más picante que a mí, pero aceptó que, si yo hacía el curry, no iban a salirle llamas de la<br />

boca. Eso pasa cuando te casas con alguien.<br />

—¿Y qué hay del tal Oliver? —preguntó Georgia—. ¿Qué piensas de él?<br />

Claire miró a su hija avergonzada.<br />

—Quiero salir con él porque es un hombre atractivo —reconoció—, y porque fue bastante<br />

agradable en la cena.<br />

Georgia clavó la mirada en el suelo.<br />

—Fue todo muy natural. —A Claire le dio la impresión de que su hija no estaba satisfecha<br />

del todo con su respuesta.<br />

—¿Y si te enamoras de él?<br />

—¿Te importaría?<br />

—No lo sé. —Georgia se enrolló con furia un mechón de pelo entre los dedos—. No lo<br />

conozco.<br />

—Pasarían siglos antes de que me enamorara de él —dijo Claire—, y él también tendría<br />

que enamorarse de mí, algo que, honestamente, considero poco probable. —Se abrochó el<br />

collar—. ¡Oh, Georgey, no lo sé! Lo que sí sé es que nadie reemplazará nunca a tu padre.<br />

Pero ahora entiendo que la gente tiene algo de razón cuando dice que no salgo lo suficiente.<br />

Así que, si tengo que salir, imagino que puedo hacerlo con alguien atractivo.<br />

Georgia se sacó un pedazo de papel del bolsillo.<br />

—¿Qué tal parado sale en mi lista de novios? —preguntó.<br />

——¡Él no es un novio!<br />

Georgia la miró apenada.<br />

—Vuelve a leerme los requisitos —le pidió Claire con resignación.<br />

—Medianamente atractivo (nada de barba/pelo largo/el pecho no demasiado peludo).<br />

—¿Tienes algún problema con los hombres peludos? —preguntó Claire.<br />

—No me gustan los hombres con pelo en la espalda. —Georgia se estremeció—. Es<br />

desagradable. Pero tú ya me has dicho que Oliver es atractivo, así que esa parte está bien.<br />

—Te dije que se parece a Becks —le recordó Claire—. Y no lleva barba.<br />

—Becks lleva pelusilla de vez en cuando.<br />

—Oliver definitivamente no —confirmó Claire.


—Limpio —prosiguió Georgia—. Especialmente las uñas y las orejas.<br />

—No lo sé —dijo Claire—. A mí me pareció bastante limpio.<br />

—No condescendiente conmigo. —Georgia levantó la vista—. No puedes contestar a ésta<br />

porque todavía no lo conozco. Pero si es uno de esos tíos que da un suspiro cada vez que<br />

alguien más joven que él puntualiza algo, entonces olvídalo.<br />

—He tomado nota de eso —replicó Claire, seria.<br />

—¿Dinero? —Georgia la miró esperanzada.<br />

—Ha sido un año productivo para los eliminadores de nidos de avispas —le explicó Claire—.<br />

Pasaron siglos antes de que pudiera venir a casa porque tenía mucho trabajo. Pero con<br />

sinceridad, no veo claro que sea un negocio como para hacerse millonario.<br />

—Vale —convino Georgia—. Dejaremos de lado lo del dinero. —Frunció el cejo y volvió a<br />

mirar a Claire—. ¿Hijos?<br />

—No lo sé —respondió su madre—. No hemos tenido esa conversación.<br />

—Supongo que no —consideró Georgia—. ¿Querrías tener más hijos, mamá?<br />

Claire parpadeó un par de veces. Georgia no sabía que ella había perdido un hermano o<br />

una hermana suyos en el accidente. En su momento, Claire creyó que no era algo que pudiera<br />

comprender. Sabía que ocultarle cosas no era lo idóneo, pero Georgia ya había farfullado algo<br />

sobre que todo era por su culpa y Claire no quería que pensara que haber perdido al bebé<br />

también era su responsabilidad.<br />

—Tu padre y yo queríamos más niños —dijo finalmente.<br />

—Pero ¿saldrías con un hombre que los tiene? —preguntó Georgia—. ¿Te casarías con un<br />

hombre que tenga hijos?<br />

—Georgey, cariño, yo no quiero casarme con nadie —exclamó Claire—. Voy a salir para<br />

relacionarme un poco, eso es todo. No tengo intenciones de casarme o crear una nueva<br />

familia.<br />

—Es que no sé, el tema de los hijos... —reflexionó Georgia—. A ver, pongamos que te<br />

casas y él tiene dos o tres hijos, serían más que yo, ¿no? Así que yo siempre me quedaría<br />

sola.<br />

Claire observó la cara de nerviosismo de su hija. Se acercó a ella, se sentó a su lado en la<br />

cama y la abrazó.<br />

—Eres una tonta —dijo.<br />

—Lo sé —balbuceó Georgia y se apoyó en el hombro de Claire.<br />

—Además —añadió su madre—, dudo que Oliver tenga hijos.<br />

—Intereses. —Georgia se apartó de Claire y volvió a fijarse en la lista.<br />

—Comida —contestó Claire—. Habló un montón sobre comida durante la cena.<br />

Evidentemente, música, porque me lleva a un musical. Y el teatro también, imagino.<br />

—Aburrido —opinó Georgia—. ¿No será un poco gay?<br />

—¿Un poco gay? —Claire se echó a reír—. ¿Cómo se puede ser un poco gay?<br />

—Ya sabes, teatral y exagerado.<br />

—No lo creo. —Claire ahogó una risita.<br />

—¿Le gusta el deporte?


—No lo sé.<br />

—Le tendrá que gustar para que él te guste a ti —dijo Georgia—. Ves más deporte que<br />

otra cosa en televisión. Robs dice que eso es raro para una madre, que normalmente son los<br />

padres los que están pegados al Grandstand y todo eso.<br />

—Me gusta el deporte —replicó Claire—. Me gusta la competición.<br />

—Mmm. —Georgia repasó la lista y volvió a mirar a su madre—. ¿Coche? —preguntó<br />

dubitativa.<br />

—Tiene, pero no sé cuál.<br />

—Pero tampoco subirás nunca —dijo Georgia.<br />

—Estoy intentándolo —le aseguró Claire—. En serio. Cogí un taxi para venir a casa la<br />

noche en que salí con Gary.<br />

—¿En serio? —Georgia la miró asombrada—. No lo sabía. Pensé que habías vuelto en el<br />

último autobús.<br />

Claire negó con la cabeza.<br />

—Entonces Oliver ¿vendrá a buscarte?<br />

—No —contestó Claire—. Le dije que nos encontraríamos allí. No quería llegar hecha un<br />

manojo de nervios.<br />

—Pobre mamá. —Ahora fue Georgia la que abrazó a Claire.<br />

—Bah, estoy bien —i a tranquilizó ésta—. Y será mejor que me marche. ¿A qué hora llega<br />

Robyn?<br />

Georgia echó un vistazo a su reloj.<br />

—Llegará en cualquier momento.<br />

—Bueno, quiero que os comportéis —le advirtió Claire—. Estaré en casa hacia las doce<br />

como muy tarde.<br />

—Seremos buenas —prometió Georgia—. No asaltaremos tu alijo de sustancias ilegales ni<br />

nada de eso.<br />

—Muy graciosa —replicó su madre—, vamos, señorita Hudson, será mejor que termine de<br />

maquillarme.<br />

—Tendrías que ponerte un pintalabios más oscuro —le dijo la chica mientras la observaba.<br />

—Siempre lo llevo de color rosa —objetó Claire.<br />

—Pero es muy apagado. Espera un minuto.<br />

Se levantó de la cama, fue a su habitación y regresó con un pinta-labios.<br />

—Pruébatelo.<br />

Claire se lo aplicó y se miró al espejo.<br />

—Mucho mejor —le aseguró Georgia—. Definitivamente.<br />

Sonó el timbre.<br />

—¡Robs! —Georgia trotó escalera abajo.<br />

Claire volvió a mirar su imagen en el espejo. Después añadió otra capa del pintalabios de<br />

Georgia.<br />

Oliver Ramsey cuidó cada detalle tanto como Gary. Y el espectáculo fue igual de bueno,<br />

aunque menos fascinante al ser la segunda vez. Pero Claire volvió a lloriquear cuando Eliza


egresaba, aunque Oliver no pareció notarlo. Aunque la gente sí notaba que él estaba allí.<br />

Claire vio cómo lo miraba la gente y luego reaccionaban al darse cuenta de su gran parecido<br />

con la estrella de fútbol. Claire llegó a la conclusión de que debía de suponer mucho esfuerzo<br />

ser famoso y tener siempre buen aspecto. Sería imposible para alguien conocido y observado<br />

salir con alguien que no fuera igualmente atractivo, pensó; podría tener un colapso nervioso a<br />

causa del estrés.<br />

Oliver le había preguntado que si le gustaría pasarse por el hotel a tomar algo después de<br />

la representación. Apenas habían tenido tiempo de charlar antes porque Claire había perdido<br />

el autobús y había llegado con el tiempo justo; además, estaba roja y jadeante por la carrera<br />

que se había dado.<br />

—Tendrá que ser algo rápido —le dijo mirando el reloj—. Le dije a mi hija y a su amiga que<br />

llegaría antes de medianoche.<br />

—No hay problema —contestó él.<br />

Oliver enlazó el brazo de ella en el de él. Mucho mejor que cogerse de la mano, pensó<br />

Claire. Pero aun así se le hacía raro. Sugería una proximidad que no existía, aunque era<br />

agradable caminar por el muelle con alguien. Era agradable formar parte de una pareja en<br />

lugar de ser una mujer sola apresurándose para volver a casa. Lo único malo era que no se<br />

sentía lo bastante glamurosa como para estar con alguien como Oliver, a pesar de sus<br />

esfuerzos con el pintalabios. En realidad, él podría llevar del brazo a una supermodelo.<br />

Entraron al hotel del bar y Claire se sentó en una silla moderna pero poco confortable. Pidió<br />

una copa de vino y Oliver una cerveza.<br />

—Gracias otra vez por esta noche —dijo ella—. Lo he pasado muy bien.<br />

Él se colocó el pelo detrás de la oreja.<br />

—Yo también —afirmó.<br />

Se quedaron sentados en silencio. Raro, pensó. El silencio en la Cena a Oscuras había sido<br />

medianamente erótico, pero en ese momento resultaba un tanto tenso.<br />

—¿Cómo están las avispas? —preguntó ella.<br />

—Ahí siguen —contestó Oliver—. Hay un montón de nidos enormes.<br />

—¿Cómo te metiste en ese negocio? —preguntó.<br />

—Familia—contestó sucintamente—. Estudié horticultura en la universidad y trabajé en ello<br />

durante un tiempo, pero el negocio estaba allí, así que...<br />

Ella asintió.<br />

—Por supuesto, he pensado en el mundo de los parecidos con famosos —prosiguió, con<br />

voz animada—. En la posibilidad de mudarme a Inglaterra y ganar dinero inaugurando<br />

supermercados y cosas por el estilo.<br />

Ella lo miró escéptica.<br />

—No lo dices en serio, ¿verdad?<br />

—Si pagaran bien, sí. El negocio de exterminar plagas siempre estará ahí. Mi hermano<br />

también está metido en él.<br />

—¿Tu hermano también se parece al jugador de fútbol?<br />

Oliver negó con la cabeza.<br />

—Pero es bastante guapo. Cuando era pequeño, le cogieron para la campaña publicitaria


de una cadena de tiendas. Allí donde miraras, había fotos suyas con un jersey de lana verde y<br />

saltando sobre una pila de hojas.<br />

—¿Fuiste modelo de pequeño? —preguntó Claire.<br />

—No —respondió Oliver—. Creían que mi cara no tenía mucho de especial.<br />

—Ah.<br />

—No creo que Becks tenga una cara particularmente impactante —comentó él.<br />

—Tal vez no, pero desde luego le saca el máximo partido. —Claire sonrió—. Y tú haces lo<br />

mismo. Me gusta cómo llevas el pelo.<br />

—Me enorgullezco de mi apariencia —replicó Oliver—. Muchos dos no, pero yo creo que es<br />

importante tener buen aspecto.<br />

Ella asintió.<br />

—Entonces, ¿crees que podría conseguirlo?<br />

Claire lo miró fijamente.<br />

—¿Conseguir qué?<br />

—Entrar en el mundo de los modelos.<br />

—¿Perdona?<br />

—Dijiste que eras una cazatalentos. —Él la miró acusadoramente—. ¿De verdad te estabas<br />

burlando de todos nosotros?<br />

—Oh, Dios, Oliver... no creí que nadie se lo fuera a tomar en serio.<br />

—Me advirtieron que no me lo tomara en serio, pero no pude evitar preguntarme...<br />

—Lo siento —dijo ella—. No tenía intención de engañarte.<br />

—Me encantaría tener una oportunidad. —Su voz era soñadora—. Sólo para ver cómo<br />

sería. Sólo por cambiar y dejar de ponerme ese maldito traje espacial y fumigar con productos<br />

químicos por todas partes.<br />

—Lo siento —repitió Claire.<br />

—¿Y no conoces a nadie en la industria? —La miró esperanzado.<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—Estaba bromeando —le explicó—. Ésa es la verdad.<br />

—Bueno —suspiró él—. Nate me dijo que estaba llamando a la puerta equivocada, pero le<br />

dije que tenía que asegurarme.<br />

Claire lo miró fijamente.<br />

—¿Le hablaste a Nate Taylor sobre mí? ¿Por qué?<br />

—Porque me llamaste por él —le recordó Oliver—. Así que pensé que él podía saber algo<br />

más sobre ti. Además, él estaba trabajando en tu jardín. Le pregunté si creía que era posible.<br />

—¿Y qué te dijo él? —La voz de Claire era de incredulidad.<br />

—Me dijo que trabajabas desde casa, pero que no sabía qué hacías. Que pasabas mucho<br />

tiempo encerrada en tu despacho. Que paseabas al perro todos los días y que eso era todo.<br />

Añadió que tal vez fueras una cazatalentos, pero que él no lo creía. Me contó que habías<br />

estado casada con un médico, y que le parecía muy poco probable que el mundo de los<br />

medios de comunicación y la medicina se hubieran unido.<br />

—Me cuesta creer que hayas estado hablando sobre mí con Nate. —Claire se puso roja al


pensarlo.<br />

—Mira, si te hace sentir incómoda, te pido disculpas. Era una manera de averiguar más<br />

cosas sobre ti, eso es todo. Me dejaste intrigado en la cena.<br />

—¿Porque pensaste que era una cazatalentos?<br />

—Sí. —La miró avergonzado.<br />

—¿Y lo de esta noche era para asegurarte?<br />

—Bueno... —él pareció aún más avergonzado—, supongo que sí.<br />

—¿Y por qué demonios no me lo preguntaste por teléfono?<br />

—Porque podrías haberme mentido. Podrías haber sido una cazatalentos de verdad, pero<br />

que opinaras que no tengo la imagen adecuada. Entonces pensarías que te estaba acosando.<br />

—Oliver, ¿eres consciente de que te estás comportando de una forma absolutamente<br />

ridícula? —Claire se terminó su vino—. Si fuera una cazatalentos buscando caras nuevas o<br />

caras parecidas a estrellas del fútbol actuales o pasadas, no hubiera fingido. Te habría dado<br />

una tarjeta y te habría citado para una sesión de fotos.<br />

—Podrías haber querido examinarme —objetó él.<br />

—Tal vez sea así como funcionan las cosas de verdad en el mundo de la farándula —<br />

convino—. No tengo ni puñetera idea. —Se puso de pie—. Será mejor que me vaya.<br />

—Espera, Claire —dijo él—. No te vayas enfadada.<br />

—No estoy enfadada —replicó ella—. Sólo alucinada. Y un poco picada, supongo, pero no<br />

pasa nada. No te preocupes.<br />

—Te llevaré a casa —sugirió él.<br />

—No te preocupes —repitió Claire—. Volveré por mis propios medios.<br />

—Oh, Claire, no quería ofenderte.<br />

—No estoy ofendida —le aseguró ella—. De verdad. Sinceramente. Ni lo más mínimo.<br />

Espero que consigas encontrar fama y fortuna, si eso es lo que buscas. Y si no, que el negocio<br />

de las plagas siga boyante.<br />

Salió del hotel al aire fresco de la noche. A pesar de sus palabras, sí estaba un poco<br />

ofendida. Eavan le había advertido sobre utilizar a los hombres, pero no le había dicho nada<br />

sobre que la fueran a utilizar a ella. Y, a fin de cuentas, en las dos citas que le habían salido de<br />

la Cena a Oscuras eso era lo que había sucedido. Un tío que quería sexo. Otro que quería ser<br />

famoso. Ninguno de los dos la quería realmente a ella. «O tal vez —pensó con tristeza—, tal<br />

vez sabían que yo tampoco los quería de veras a ellos, a pesar de lo mucho que haya<br />

intentado convencerme a mí misma.»


CAPÍTULO 31<br />

Helianthus (girasol): flores amarillas, naranjas o rojas. Puede<br />

alcanzar los tres metros de altura. Regar cada semana.<br />

DOS SEMANAS MÁS TARDE y unos días antes de que Georgia comenzara otra vez el<br />

colegio, Eileen se mudó a casa de Claire.<br />

—Será sólo una noche o algo así —le aseguró a Claire—, después no me verás el pelo.<br />

—Quédate el tiempo que haga falta —le dijo su hija, aunque no estaba segura del todo de<br />

cómo resultaría aquello. De repente, con su madre en casa, se sentía otra vez como una hija,<br />

como si Eileen fuera la persona a la que debía dirigirse antes de tomar cualquier decisión. Le<br />

parecía como si su madre la observara todo el tiempo, mirando cómo hacía las cosas y<br />

juzgando su capacidad para llevar su casa y ser madre. Sabía que no era verdad, pero no<br />

podía evitar sentirse como si estuviera pasando un examen de maternidad con Eileen como<br />

examinadora.<br />

El tercer día estaba abordando una de sus montañas de ropa para planchar (se preguntaba<br />

cómo era posible que la pila siguiera creciendo) cuando sonó el timbre. Eileen, que había<br />

estado sentada en el jardín, disfrutando del buen tiempo que era increíblemente cálido, se<br />

levantó para abrir.<br />

—Ya estaba yendo yo —protestó Claire.<br />

—Tonterías —dijo Eileen—. Tú estás ocupada.<br />

Ése era otro tema, pensó. Eileen sentía que tenía que hacer cosas, como llenar el<br />

lavavajillas o ir a buscar el periódico (sin caer en la cuenta de que se lo entregaban en la<br />

puerta cada día) o vaciar los cubos de basura. Claire deseaba que su madre se limitara a<br />

sentarse y relajarse, pero imaginaba que a la mujer le costaba. Después de todo, había<br />

llevado su propia casa durante toda su vida adulta. Quizá no supiera relajarse.<br />

—Una visita para ti. —Eileen miró a Claire con interés mientras Nate Taylor la seguía a la<br />

cocina. Phydough, que estaba dormido en su cesta, ladró para saludarle, y Nate le hizo<br />

cosquillas bajo la barbilla.<br />

—Oh, Nate, hola. —Claire sintió cómo se le subían los colores—. Qué agradable volver a<br />

verte. ¿Qué puedo hacer por ti?<br />

—Te he traído un regalo —dijo Nate.<br />

—¿Un regalo? —Claire lo miró confundida—. ¿Qué tipo de regalo?<br />

—¿Te acuerdas que estabas buscando un termómetro para la pared pero que no te<br />

gustaban los de hierro forjado?<br />

Ella lo recordaba, pero tampoco era nada importante. Lo había comentado de pasada,<br />

como algo que compraría en algún momento. Sin embargo asintió.<br />

—Estos llegaron el otro día y pensé que podían gustarte. —Nate le entregó una caja; el<br />

termómetro tenía forma de girasol y el mercurio subía por el tallo.<br />

—Es precioso —dijo—, realmente bonito. ¿Cuánto te debo?<br />

—Es un regalo —le recordó Nate—. No me debes nada.


—No puedo aceptarlo —objetó Claire—. No estaría bien.<br />

—Me pagaste mucho por arreglar el jardín —contestó Nate—. Es lo menos que podía<br />

hacer.<br />

—Oh, pero...<br />

—Claire —la interrumpió él suavemente—, ¡déjalo! Es un regalo. De parte de Sarah y de mí.<br />

Por salvarme la vida.<br />

—Oh, bueno... —Claire se encogió de hombros—. Supongo que... bueno, gracias.<br />

—¿Quieres que lo cuelgue ahora?<br />

—Si quieres...<br />

—Sal y observa cómo lo pone —dijo Eileen—. Yo terminaré de planchar.<br />

—No seas tonta, mamá —protestó Claire—. Puedo hacerlo yo.<br />

—Oh, venga. —Eileen parecía impaciente—. Además, estoy aburrida.<br />

Claire frunció el cejo y miró a su madre, que se encogió de hombros y sonrió<br />

amigablemente.<br />

—Entonces, vamos —le dijo Nate—. Veamos dónde ponerlo.<br />

»Este lugar sigue siendo una trampa para el sol —comentó él mientras salían al patio—. Ha<br />

hecho un verano tan bueno que es una lástima pensar que se va a acabar.<br />

—Puede que así trabaje un poco más —observó Claire—. Me cuesta mucho quedarme<br />

dentro cuando brilla el sol. Mmm. Creo que aquí estaría bien. —Claire señaló un punto en la<br />

pared.<br />

—Vale. —Nate sacó un taladro de la caja de herramientas que había traído—. ¿Cómo<br />

estás?<br />

—Bien —contestó Claire. Era consciente de que su corazón había vuelto a latir más de<br />

prisa. Y también de que Nate Taylor, que ese día llevaba un polo verde Con un bordado que<br />

decía «Taylor’s Flores y Jardines», estaba más atractivo que nunca. «¿Por qué? —se<br />

preguntó—. ¿Por qué me siento así con él? ¿Por qué sólo pienso en acostarme con él?»<br />

En cuanto pensó eso, se mareó. ¡No quería acostarse con él! ¿Cómo podía haber pensado<br />

algo así? ¡Ella no quería acostarse con nadie! No podía ser, lo único que de verdad quería era<br />

volver a hacer el amor una vez más con Bill Hudson. Acostarse con alguien era distinto. Y no<br />

estaba entre sus planes. En absoluto. Y mucho menos con e! marido de otra mujer.<br />

—¿Qué tal está Sarah? —le salió una voz ronca.<br />

—No está mal. —Nate hizo dos agujeros con precisión—. Muy, muy ocupada, lo cual es<br />

fantástico.<br />

—¿Y tú? —preguntó ella—. ¿No has tenido más shocks anafilácticos?<br />

Él sonrió.<br />

—Afortunadamente no. Me mantengo bien alejado de la mantequilla de cacahuete.<br />

Claire también sonrió. «La cuestión es —pensó— que resulta fácil conocerle.» Se preguntó<br />

por qué le habría parecido tan difícil al principio. Maleducado, desagradable y no muy amable.<br />

Pero desde que había empezado a trabajar en su casa, había sido un encanto. Tal vez era<br />

eso. Quizá el hecho de estar ganando dinero con ella lo obligaba a ser amable.<br />

—Estuve hablando con Ollie el otro día —dijo, de forma casual.<br />

—¿Ollie? —Claire lo preguntó antes de caer en la cuenta de a quién se refería, y entonces


se puso roja.<br />

—Sí, el tipo de las avispas.<br />

—Oliver. Sí. Bueno... —Sabía que ahora su voz había salido aún más ronca—. Al parecer<br />

pensaba que yo era una cazatalentos.<br />

—Me dijo que coincidió contigo en un rollo de citas para solteros y que tú le dijiste que te<br />

dedicabas a eso, pero que después le dijiste que no. Así que no estaba seguro.<br />

—Lo sé —contestó Claire—. Lo hablamos. Y al parecer vosotros también. —Entrecerró los<br />

ojos—. No estoy segura de cómo me siento al haber sido vuestro tema de conversación.<br />

—Se lo dije. —Nate enroscó un tornillo en el taco de la pared—. Le dije que se estaba<br />

equivocando.<br />

Claire no dijo nada. El gesto de Nate con el tornillo le había traído un recuerdo. De Bill,<br />

haciendo exactamente lo mismo, pero dentro de casa. Estaba colocando una estantería y ella<br />

estaba sentada en el borde de la mesa, hablando con él. La imagen, enterrada en su memoria,<br />

había surgido tan clara como si acabara de suceder. La invadió una súbita sensación de<br />

pérdida, tan profunda y dolorosa que le costó no echarse a llorar. Todo era tan diferente<br />

entonces, cuando ella sabía exactamente dónde estaba, cuando no tenía que preocuparse por<br />

quién estaba usando a quién, cuando no importaba qué aspecto tuvieran los otros hombres,<br />

porque ni siquiera se fijaba en ellos.<br />

—¿Claire? —La voz de Nate parecía procedente de otro mundo—. Claire, ¿estás bien?<br />

Parpadeó un par de veces y se arrastró de vuelta al presente.<br />

—Claro. Sí. Disculpa.<br />

Nate la miró preocupado.<br />

—¿He dicho algo? ¿He hecho algo? Estás muy pálida.<br />

—No —dijo ella—. No. Sólo... he recordado... tengo que...<br />

Bruscamente se alejó de él y fue hacia la casa. Empujó la puerta de la cocina, cogió un vaso<br />

del escurreplatos y lo llenó con agua del grifo. Estaba tibia e insípida, pero se la bebió en dos<br />

tragos.<br />

—¿Estás bien? —Eileen levantó la vista de la tabla de planchar.<br />

—Por supuesto que sí —contestó Claire secamente. Se quedó de pie al lado del fregadero<br />

un momento, mirando el jardín donde Nate estaba terminando de colocar el termómetro. Sus<br />

ojos siguieron sus movimientos. No se parecía a Bill en nada, pensó mientras lo observaba. Ni<br />

remotamente. Era una persona por completo distinta, con un estilo de vida distinto y una<br />

personalidad totalmente distinta. Era tan diferente de Bill como era posible serlo. Así que,<br />

¿cómo era posible que, por una milésima de segundo, le hubiera hecho recordar como era<br />

todo antes?<br />

Oyó que se abría la puerta de la entrada y Georgia apareció en la cocina.<br />

—¡Hola, mamá! ¿Hay algo para comer? Me muero de hambre.<br />

—Todavía falta mucho para la hora de comer —dijo Claire.<br />

—¿Me puedo preparar un sándwich?<br />

—Claro.<br />

Georgia abrió la nevera y cogió los tomates. Se estiró y miró por la ventana.<br />

—Eh —exclamó—. Ha vuelto. ¿Para qué?


—Está poniendo un termómetro.<br />

—¿Ha encontrado uno? ¿Uno bueno? —Georgia no esperó la respuesta, sino que salió y se<br />

quedó de pie, al lado de Nate.<br />

—Ey —dijo—, ¿qué tal va?<br />

—Casi he acabado —le contestó él.<br />

—¿Hace calor? —preguntó entornando los ojos para ver la línea de mercurio.<br />

—No tanto como ha hecho.<br />

—Dentro de poco vuelvo al colegio —le explicó—, así que tampoco me importa mucho.<br />

—Egoísta —rió él.<br />

—¿Has convencido ya a mamá de que ponga la barbacoa? —preguntó Georgia.<br />

—No lo he intentado —contestó Nate, y recogiendo la bolsa de plástico en la que venía el<br />

termómetro, se la metió en el bolsillo.<br />

—Se lo he suplicado una y otra vez, pero ella dice que el buen tiempo se acaba y que no<br />

tiene sentido.<br />

Nate enarcó las cejas en dirección a Claire, que había salido de detrás de Georgia.<br />

—Todavía no se ha acabado. Y no olvides que siempre hace unos días preciosos en<br />

septiembre.<br />

—Si supiera de antemano cuándo serán.<br />

—Según el pronóstico del tiempo, podemos esperar otra semana o más de este tiempo —la<br />

informó Nate.<br />

—¡Lo ves! —Georgia miró apasionada a Claire—. Sólo otra semana. Además, luego estaré<br />

otra vez en el colegio. ¡Oh, mamá, venga! Sería muy divertido, sobre todo porque la abuela<br />

también está aquí. Podría invitar a mis amigos, sabes que siempre voy a las cosas que<br />

organizan sus padres. Hay épocas en que prácticamente vivo en casa de Robyn. Y la madre<br />

de Sive le organizó una súper fiesta de cumpleaños el año pasado, ¿te acuerdas? Fue tan<br />

guay. Podrías convidar a Eavan y a Glenn, ya sabes que siempre te están invitando a sitios...<br />

—Georgey, es una idea maravillosa, pero...<br />

—Pero ¿por qué no? —interrumpió Georgia—. Podríamos invitar a todo el mundo.<br />

Podríamos divertirnos.<br />

Nate guardó el taladro en la caja.<br />

—Será mejor que me marche ya —le dijo a Claire—. Pero estoy de acuerdo con Georgia.<br />

Tenéis un jardín precioso otra vez, deberíais lucirlo.<br />

—¡Lo ves! —repitió Georgia sonriéndole a Nate y después a Claire—. Nuestro jardinero<br />

cree que es una buena idea, ¿cómo no iba a pensarlo? ¿Acaso no ha sido él quien ha hecho<br />

que el jardín esté tan precioso?<br />

—¡Por el amor de Dios! —Claire miró a Nate—. ¿Por qué la estás animando?<br />

—No lo estoy haciendo. —Levantó las manos—. Lo siento. Esto no tiene nada que ver<br />

conmigo.<br />

—Tú también podrías venir—le dijo Georgia—. Oh, mamá, porfaaaaaaa.<br />

De repente, Claire se echó a reír.<br />

—Eres imposible, lo sabes, ¿verdad? Quieres que haga todo en cuanto se te ocurre. Si


organizamos una barbacoa, tendré que invitar a la gente en seguida, porque puede que el buen<br />

tiempo se acabe y entonces ¿qué haremos? Pero si intentamos organizaría para la semana<br />

que viene hay poco tiempo para avisar y tal vez la gente no pueda venir...<br />

—Oh, venga. —El tono de voz de Georgia era persuasivo—. No tiene por qué ser<br />

multitudinaria. Sólo algunas de las personas que conocemos. Y si no vienen, qué más da.<br />

—Yo vendré —se apuntó Nate.<br />

—¡Lo ves! —Georgia miró a Claire con aire triunfal—. En el peor de los casos, seremos la<br />

abuela, Nate, tú y yo.<br />

Claire suspiró.<br />

—Nate y Sarah. Y no podemos dejar de invitar a tu abuelo, pero si lo invitamos, tenemos<br />

que invitar también a Lacey.<br />

Georgia abrió unos ojos como platos.<br />

—Ah, sí. Tengo que conocerla. ¿Tú crees que vendrá?<br />

—Tal vez la abuela no quiera que venga aquí.<br />

—Mamá, no te enteras de lo de la abuela y Lacey. A ella no le importa.<br />

Nate las miró.<br />

—La lista de invitados suena de lo más intrigante —dijo—, pero tengo que marcharme.<br />

Claire y Georgia lo siguieron al interior de la casa.<br />

—Gracias otra vez por el termómetro —dijo Claire—. Es realmente precioso.<br />

—De nada —contestó Nate.<br />

—Estaremos en contacto por lo de la barbacoa —intervino Georgia.<br />

Él le sonrió y asintió con la cabeza.<br />

Claire se volvió hacia su hija.<br />

—Vamos, señorita, prometiste que harías algunas tareas en casa. Así que, a ello.<br />

—Disculpa si te he retrasado —comentó Nate.<br />

—Por mí no importa —exclamó Georgia—. ¡Quiere que limpie las ventanas!<br />

Nate se echó a reír.<br />

—Explotadora.<br />

—Te avisaré si al final organizamos la barbacoa —dijo Claire de repente.<br />

—¿Es una promesa? —Nate le sostuvo la mirada durante un segundo.<br />

—Claro —contestó ella quedamente—. Por supuesto. Ahora vamos, Georgey, tenemos<br />

cosas que hacer.<br />

Hizo entrar a Georgia y cerró la puerta.<br />

—Mamá, en serio —comentó ésta—, cualquiera diría que estabas intentando librarte de él.<br />

Y a mí me cae bien.<br />

—Por lo que yo recuerdo, casi lo matas —dijo Claire mientras volvían a la cocina, donde<br />

Eileen seguía planchando.<br />

—¿Casi mataste a quién? —preguntó.<br />

Georgia le explicó lo de Nate y el sándwich con mantequilla de cacahuete, además de la<br />

intervención de Claire con el EpiPen.


—Por eso ha sido tan amable con nosotras desde entonces —añadió Georgia—, aunque<br />

siempre lo ha sido. Personalmente, yo opino que le gusta mamá, pero por desgracia está<br />

casado.<br />

—¡Georgia Hudson! —Claire la miró enfadada—. Deja de decir tonterías y vete a hacer tus<br />

tareas.<br />

—Yo sólo...<br />

—Ahora —la cortó Claire de una forma que no admitía objeción alguna.<br />

Más tarde, esa noche, cuando Claire y ella estaban sentadas viendo la televisión, Eileen le<br />

preguntó de forma casual por Nate Taylor. Pero Claire desvió cuidadosamente el asunto<br />

diciendo que su idea de organizar una barbacoa era buena, y le preguntó a Eileen qué opinaba.<br />

Eileen estaba tan sorprendida de que Claire considerara la posibilidad de invitar a gente a su<br />

casa para una fiesta, aunque fuera algo tan informal como una barbacoa, que se olvidó de que<br />

su objetivo principal era averiguar si Claire albergaba sentimientos hacia el atractivo (y,<br />

desafortunadamente, casado) jardinero.<br />

—¿En serio vas a organizar una barbacoa? —preguntó.<br />

—Por Georgia —contestó Claire—. Me ha dado un buen argumento al decir que siempre<br />

recibe atenciones sociales por parte de los padres de sus amigas y que nosotras no hacemos<br />

nada. Sería agradable para ella invitarlas a algo.<br />

—Me parece una buena idea —dijo Eileen—. ¿Te importaría si yo también invito a algunas<br />

personas?<br />

—Por supuesto que no.<br />

—Porque creo que a Alan Bellew le gustaría venir.<br />

—¿A quién?<br />

—El agente inmobiliario que se ocupó de la casa.<br />

Claire la miró con curiosidad.<br />

—Tu padre no es el único que tiene amigos del otro sexo —añadió Eileen mientras se<br />

ruborizaba.<br />

De hecho, después de que Eileen, Georgia y Claire se sentaran juntas y repasaran los<br />

nombres de la gente que cada una quería invitar, la lista de invitados era mucho más amplia de<br />

lo que Claire había imaginado en un primer momento. Georgia, naturalmente, quería invitar a<br />

todas sus amigas, a pesar de que Claire le advirtió que habría un montón de adultos aburridos<br />

y que seguramente una pandilla de adolescentes preferiría estar haciendo otra cosa.<br />

—¿No quieres que tenga amigas? —preguntó Georgia.<br />

—Claro que sí. Y, por supuesto, prefiero que estén aquí contigo en lugar de por ahí,<br />

aterrorizando a las dependientas, o lo que sea que hacéis cuando os volvéis delincuentes —<br />

respondió Claire—. Sólo me preocupa que os aburráis.<br />

—No nos aburriremos —la tranquilizó Georgia—. ¿Puedo invitar a uno de mis amigos de<br />

Galway?


—¡Galway! —Claire la miró asombrada—. No creo que nadie de Galway vaya a venir por un<br />

día. ¿Cómo volverían?<br />

—Mamá, no seas absurda —exclamó Georgia—. No vendrá desde Galway. Es una persona<br />

que conocí en el campamento.<br />

—Bueno, naturalmente puedes invitarlo —dijo Claire.<br />

Georgia le sonrió.<br />

—Gracias.<br />

—Espero que sea divertido. —Claire parecía preocupada—. Aquí tenemos tres<br />

generaciones de mujeres Shanahan, queriendo invitar a un montón de gente para que se<br />

diviertan, cuando lo más probable es que todos queramos cosas distintas.<br />

—No lo había pensado antes —dijo Eileen—, pero estoy segura de que lo pasaremos bien.<br />

Además, en realidad no somos mujeres Shanahan, ésa es la familia de tu padre. Nosotros<br />

somos mujeres Nelligan, y procedemos de una antigua estirpe de juerguistas.<br />

Claire se rió.<br />

—¿Ah, sí? —preguntó Georgia—. ¿Tú fuiste una juerguista en tu día, abuela?<br />

—Yo era la rara de la familia —reconoció Eileen—. Era de las que se quedaba en casa<br />

tejiendo, que ya sé que suena un poco patético, pero mi madre, que es tu bisabuela, Kate, era<br />

considerada una de las bellezas de su época, y le encantaba salir. Al parecer, cuando tenía<br />

unos dieciséis años, se escapó por la ventana de su habitación para ir a una fiesta a la que su<br />

padre le había prohibido expresamente asistir.<br />

—Dios —exclamó Georgia—. Bien por ella.<br />

—En realidad no creo que fuera bueno para ella —dijo Claire severa—. Probablemente su<br />

padre tendría alguna buena razón para no dejarla ir.<br />

—¿La tenía? —Georgia miró interrogante a Eileen.<br />

—Oh, claro —le aseguró su abuela—. La fiesta se celebraba en casa de uno de sus más<br />

acérrimos enemigos, James Murphy. Los Nelligan y los Murphy no se llevaban bien, pero Kate<br />

y Peig, la hija de James, eran amigas en secreto. Al parecer, hubo un escándalo cuando su<br />

padre se enteró de esa amistad, pero ella dijo que no le importaba. Se hizo un vestido en<br />

secreto, uno precioso, de seda naranja, parecido a ese tuyo tan bonito, Claire, aunque Dios<br />

sabrá cómo se las ingenió para conseguir la tela... Fuera como fuese, todo el asunto fue un<br />

poco escandaloso en nuestra familia, y la pobre Kate estuvo encerrada durante semanas.<br />

—Así que ya ves —le dijo Claire a Georgia—. ¡Tú lo tienes todo muy fácil!<br />

Georgia le hizo una mueca.<br />

—Otro día tienes que contarme más cosas, abuela —le pidió a Eileen—, cuando mamá no<br />

esté delante.<br />

—Exacto.<br />

—Bueno, pero aun así, tres generaciones de Nelligan dispuestas a pasarlo de muerte, es<br />

algo genial.<br />

Claire la miró. No estaba muy segura de lo que había dicho su hija, pero no tenía fuerzas<br />

para preguntar. No cuando su madre y su hija la miraban con los ojos iluminados y alegres de<br />

las Nelligan juerguistas.


Después de que todo el mundo se hubo ido a la cama, Georgia le mandó un mensaje a<br />

Steve Ó Sé contándole que posiblemente organizarían una barbacoa en su casa. Él sería<br />

bienvenido, le dijo, aunque habría un montón de adultos. Pero no sería excesivamente aburrido.<br />

Las chicas también irían, y algunos de sus otros amigos también. Siempre que su madre no se<br />

rajara y decidiera suspender la barbacoa.<br />

Era uno de los mensajes más largos que había mandado nunca, y casi de inmediato deseó<br />

no haberlo hecho. Sonaba patética y triste, pensó, contándole algo que no era definitivo.<br />

Invitándole a una barbacoa que en realidad era para su madre y sus amigos. Tal vez ninguna<br />

de sus amigas se molestara en asistir, y ella se quedaría sola, deambulando por el jardín<br />

como una alma en pena hasta que lograra escapar. Estaba muy bien hablar de generaciones<br />

de juerguistas Nelligan reunidas, pero ¿qué posibilidades reales había de que todos lo pasaran<br />

bien? Quizá su madre tenía razón en eso. E invitar a Steve, bueno, sería totalmente estúpido.<br />

Si tenía el mínimo deseo de verla no sería en su casa, delante de su madre. «Mierda —pensó<br />

—. No soy tan guay en algunas cosas. Se supone que las chicas de catorce años no se llevan<br />

bien con sus madres. Mamá tenía razón, debería vagabundear por ahí, enfurruñada, diciéndole<br />

a todo el mundo lo pesada que es mi madre, y no animarla a que organizara estúpidas<br />

barbacoas.» Su teléfono sonó. Un mensaje.<br />

Dim cdo. Intntr ir.<br />

Lo leyó y la excitación bulló en su interior. Puede que fuera una estúpida barbacoa, pero si<br />

él venía... si él venía, entonces no sería estúpida en absoluto.


CAPÍTULO 32<br />

Sempervivum (siempreviva): flores amarillas rojizas y púrpuras,<br />

conforma de escarapela. La escarapela madre muere cuando<br />

termina la floración.<br />

EAVAN TERMINÓ DE IMPRIMIR los informes de ventas y los grapó antes de llevarlos a la<br />

oficina de su jefe.<br />

Ken Casey, o Ken Crazy {12} como le llamaba el resto de la gente de la oficina, estaba<br />

sentado en su sillón de cuero (una versión montada de los productos embalados que tenían a<br />

la venta en el piso de abajo) con los pies encima de la mesa (también disponible en la tienda, y<br />

rebajada esa semana en uno de los días de Precios Locos).<br />

—Gracias —dijo él—. ¿Te va bien?<br />

—Sí, muy bien —contestó ella.<br />

—¿Estás aprendiendo cómo funciona todo?<br />

—Por supuesto.<br />

—Graham dice que eres muy inteligente. Y rápida. Dispuesta a aprender. —La miraba<br />

calculador, con sus ojos grises.<br />

—Tampoco es física cuántica —contestó ella—. Cualquiera podría hacerlo.<br />

Él levantó una ceja y bajó los pies de la mesa, se sentó erguido en la silla sin dejar de<br />

observarla.<br />

—Todo está codificado, todo es coherente, no es a prueba de tontos, pero tampoco es<br />

difícil —prosiguió ella.<br />

—¿Sabes?, el resto de la gente me cuenta lo difícil que es su trabajo y el estrés que tienen<br />

que soportar —comentó su jefe.<br />

—Bueno, todo el mundo dice esas cosas. —Eavan sonrió ligeramente—. Y no es que no<br />

estemos estresados, Ken, porque estamos muy ocupados ahí fuera, pero una vez que tienes<br />

un sistema, no está tan mal.<br />

—¿Y tú tienes un sistema?<br />

—Desde luego.<br />

Entonces su mirada fue aún más curiosa.<br />

—Creía que habías vuelto a trabajar después de unos años de baja —dijo él—. No me<br />

había dado cuenta de que estabas tan al día.<br />

—No lo estoy —aclaró ella—. Los programas han cambiado un poco desde la última vez<br />

que estuve en una oficina, pero lo básico sigue igual. Y sí, no he trabajado durante una época,<br />

pero llevaba una casa. Si llevas la economía doméstica, definitivamente tienes un sistema.<br />

Él se echó a reír.<br />

—Mary me dijo que estuviste muy animada en la entrevista —le comentó.<br />

—No soy animada —dijo Eavan.<br />

—Oh sí, sí lo eres.


—No —insistió ella—, estoy hecha polvo. Ha sido un día largo y tengo ganas de llegar a<br />

casa.<br />

—¿Te gustaría venir a tomar algo conmigo? —Consultó su reloj—. Yo ya he terminado por<br />

aquí.<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—Tengo un marido y una hija de tres años esperándome en casa. No estoy disponible para<br />

ir a tomar nada.<br />

Él se encogió de hombros.<br />

—No estoy ligando contigo —le dijo—. Sencillamente había pensado que, bueno, eres nueva<br />

y que te podía apetecer relacionarte un poco con nosotros.<br />

—Gracias por haberlo pensado, pero no puedo —insistió Eavan.<br />

—Tal vez otro día —dijo Ken.<br />

—Tal vez. —Eavan se dio media vuelta y salió de la oficina.<br />

»No habrá ningún tal vez —farfulló en voz baja—. ¡De ninguna manera!<br />

No quería ni imaginarse cómo reaccionaría Glenn si se iba a tomar algo, por inocente que<br />

fuera, con su nuevo jefe.<br />

Fue a su mesa y cogió su chaqueta del respaldo de su silla. Después se apresuró escalera<br />

abajo hacia el parking.<br />

El tráfico de Baldoyle a Howth era horroroso. Veinte minutos después de haber salido de la<br />

tienda de bricolaje, Eavan estaba atrapada en una larga cola de coches, entre un camión y una<br />

enorme furgoneta. «Éste es el problema de trabajar en un polígono industrial —pensó—, todos<br />

los vehículos son mucho más grandes que el tuyo, aunque conduzcas un coche más que<br />

decente.»<br />

Levantó el pie del embrague y su Audi avanzó unos centímetros. Habían hablado de<br />

venderlo antes de que ella encontrara aquel empleo. Cuando Trontec había despedido a<br />

Glenn, él les había comprado el coche, pero sólo para evitar que Eavan descubriera que ya no<br />

tenía trabajo. Estuvieron de acuerdo en que no tenía mucho sentido tener dos coches que<br />

costaban un dineral de mantener, pero cuando le ofrecieron a Eavan el puesto en la tienda de<br />

bricolaje, les pareció más razonable que fuera en coche que intentar coger los autobuses, que<br />

hacían recorridos menos convenientes. Así que otra vez necesitaban dos coches. Además,<br />

como Glenn había comentado, los impuestos y el seguro del Audi estaban pagados hasta<br />

finales de año. Por lo tanto, él había pasado a conducir el Miera, que ya tenía todas las cosas<br />

de Saffy, mientras que Eavan iba y venía de trabajar con el Audi. Sonrió compasiva al pensar<br />

en Glenn metiéndose como podía en el coche pequeño, mientras ella iba, en comparación, en<br />

un auto de lujo. Aunque hubiese preferido estar en cualquier otro sitio que en aquella frustrante<br />

e interminable cola de tráfico lento.<br />

El trabajo en cambio no estaba mal. La gente de la oficina era agradable, además de<br />

Caroline y Delia, estaba Graham, el director de contabilidad; Mary, la gerente, que le había<br />

hecho la entrevista, y, por supuesto, el propio Ken Crazy y su asistente, Lucinda.<br />

Caroline y Delia pasaban horas hablando sobre Ken y sus relaciones, además de sus<br />

complicadas vidas amorosas (Caroline había roto con su novio porque a ella le gustaba el<br />

mejor amigo de él y Delia acababa de empezar a salir con alguien nuevo, aunque su ex novio la<br />

llamaba todos los días) y aunque al principio Eavan se había mantenido al margen de esas<br />

conversaciones, después de una semana estaba tan atrapada en ellas como los demás.


Caroline y Delia se las habían arreglado para sonsacarle que había vuelto a trabajar porque su<br />

marido se había quedado sin empleo, a pesar de que Eavan había procurado no hablar mucho<br />

sobre Glenn. Ellas habían sido comprensivas y la habían apoyado diciendo que todas esas<br />

grandes corporaciones eran una mierda, y que nadie podía sentirse seguro trabajando para<br />

ellos. Simplemente, eras otra pieza del engranaje, dijo Caroline, que había estado en una<br />

empresa de tecnología punta que quebró unas cuantas semanas después de que ella<br />

empezara a trabajar. Quisieron saberlo todo sobre Saffy, y Eavan sacó una foto del bolso para<br />

enseñársela. Entonces Delia se había escapado al piso de abajo y había comprado un marco<br />

para la foto, así que la cara de Saffy le sonreía a Eavan enmarcada en una pantalla de<br />

televisión en miniatura en su escritorio. Se prometió a sí misma que se llevaría una foto de<br />

Glenn para tenerla también sobre su mesa.<br />

El tráfico volvió a avanzar y ella bostezó. Estaba agotada. Pero era un cansancio diferente a<br />

estar con Saffy. Era el agotamiento de hacer algo nuevo, de pensar de una forma diferente, de<br />

interactuar con adultos todo el tiempo. Le había resultado más o menos divertido, pero se<br />

alegraba de haber acabado por esa semana.<br />

Había escuchado el CD de Dido casi entero cuando entró en el garaje. El enorme cartel de<br />

se vende la hizo estremecer. Cuando se habían mudado, ella pensó que estarían allí para<br />

siempre. Tal vez había sido una idea estúpida, se dijo a sí misma, mientras apagaba el motor.<br />

Pero era indicativo de cómo se sentía ahora respecto a su vida. Había sido sincera con Glenn<br />

cuando le dijo que la casa ya nunca significaría lo mismo para ella, que en muchos sentidos se<br />

había convertido en el símbolo de la desmesura, pero sabía que se le partiría el corazón el día<br />

en que salieran por la puerta por última vez.<br />

La televisión del salón estaba encendida. Eavan oyó los sonidos familiares de Toy Story por<br />

enésima vez. Abrió la puerta.<br />

—¡Estás en casa! —Saffy saltó del sofá y voló hasta las piernas de su madre—. Léeme<br />

Cenicienta. Papá no lo hace bien.<br />

—Estoy segura de que papá lo hace de maravilla —dijo Eavan mientras la cogía en brazos<br />

—. ¿Sabes que pesas una tonelada?<br />

—Sí —contestó Saffy alegre—. Papá me lo ha dicho.<br />

—Entonces debemos tener razón. —Eavan la besó en su suave mejilla sonrosada—. ¿Qué<br />

tal te ha ido el día? —le preguntó a Glenn.<br />

—Hemos ido a pasear por el puerto —contestó él entrando en la habitación—. Estaba<br />

precioso. Hemos estado mirando los barcos y contamos... Saffy, ¿cuántos contamos con velas<br />

rojas?<br />

—Diez —respondió la pequeña, orgullosa—. Había diez con velas rojas.<br />

—Qué lista —exclamó Eavan admirada mientras Saffy contaba hasta diez para enseñarle lo<br />

que sabía.<br />

Dejó a la pequeña en el suelo y sonrió a Glenn.<br />

—¿Qué tal estás?<br />

—Muy bien —dijo él—. Hay lasaña en el horno y un vino tinto oxigenándose en la cocina<br />

para ti.<br />

—¿Celebramos algo? —Intentó ocultar la esperanza de su voz.<br />

—No un trabajo. —El tono de Glenn era cuidadosamente neutral—. Pero nosotros hemos


pasado un día agradable, y sé que ha sido una semana larga para ti. Así que... celebramos el<br />

fin de semana.<br />

—Estupendo —exclamó ella. Se quitó la chaqueta y la colgó en el respaldo de la silla. Entró<br />

en la cocina y abrió el horno. Salió una bocanada de olor a albahaca, orégano y queso fundido.<br />

—No está tan mal, ¿eh? —Glenn estaba apoyado en la encimera—. Estará listo en cinco<br />

minutos.<br />

—¿Pan de ajo? —preguntó ella.<br />

—Mierda. —Frunció el cejo—. Se me ha olvidado el pan de ajo.<br />

—Hay en el congelador. —Eavan avanzó hacia allí.<br />

—Yo lo haré —dijo él—. Tú siéntate.<br />

—Pero...<br />

—Soy yo quien está haciendo la cena —espetó él cortante.<br />

—El pan de ajo tarda unos quince minutos.<br />

—Bueno, la lasaña puede estar en el horno un poco más.<br />

—Entonces se quemará el queso.<br />

—¡Por el amor de Dios, Eavan! —La miró enfadado—. Déjame hacer. Me las he arreglado<br />

perfectamente sin ti por el momento.<br />

—¡Sólo estaba intentando ayudar! —Salió de la cocina, atravesó el invernadero y fue al<br />

jardín. Las lágrimas se acumularon en sus ojos. No tenía por qué hablarle así. Estaba<br />

cansada, había sido una semana dura, y lo único que había hecho había sido darle un consejo.<br />

Además, tampoco es que quisiera el pan de ajo, en realidad era a él a quien le gustaba.<br />

Caminó por el jardín recogiendo los trastos de Saffy, muñecas abandonadas, pelotas de<br />

colores, legos y muñecos de peluche. Los metió en la casa, pasando por la cocina, donde<br />

Glenn estaba desenvolviendo el pan de ajo congelado. Subió a la habitación de Saffy. Colocó<br />

los muñecos de peluche y las muñecas en la cama decorada con una colcha de la Princesita y<br />

guardó las pelotas y los legos en una caja roja y amarilla de la esquina de la habitación.<br />

En realidad, la habitación estaba muy ordenada. Había veces en que Eavan entraba en la<br />

habitación de Saffy y le daba la impresión de que se trataba de una tienda de juguetes<br />

abandonada. Pero aquel día todo estaba en su sitio. Seguramente porque Glenn la había<br />

llevado al puerto, pensó Eavan, y Saffy no había tenido tiempo de desordenarlo todo.<br />

Después entró en su habitación. También estaba limpia y ordenada, sus botes y cremas<br />

estaban alineados en el lado incorrecto del tocador y sus joyas cuidadosamente colocadas al<br />

otro lado. Era evidente que habían limpiado el polvo del mueble. Se mordió el labio y se apretó<br />

el puente de la nariz. Se cambió de ropa y se puso unos pantalones sueltos y una camiseta<br />

antes de volver a bajar.<br />

—Cinco minutos —anunció Glenn.<br />

Estaba a punto de decir algo cuando sonó el teléfono. Contestó su marido.<br />

—Oh, hola, sí. Está aquí. —Glenn le pasó el teléfono—. Claire —le dijo.<br />

—Hola, Claire. —Eavan mantuvo la voz animada.<br />

—Hola, ¿estás bien? —preguntó su amiga.<br />

—Claro.<br />

—¿He llamado en un mal momento?


—Estamos a punto de cenar —contestó Eavan.<br />

Claire notó la tensión en su voz.<br />

—No es nada urgente —dijo rápidamente—. Llámame luego.<br />

Eavan colgó el teléfono mientras Glenn sacaba la lasaña y el pan de ajo del horno. La parte<br />

de arriba de la lasaña estaba un poco quemada. Glenn la sirvió en los platos y colocó el pan en<br />

una cesta grande.<br />

—¿Quieres que comamos aquí? —preguntó él.<br />

—Sí, por mí está bien.<br />

—¡Saffy! —llamó Glenn en voz alta—. ¿Vas comer un poco de lasaña con nosotros?<br />

—¿No ha cenado ya? —Eavan deseó no haber abierto la boca. La cara de él estaba rígida.<br />

—Sí —contestó—, pero me ha dicho que quería un poco de lasaña.<br />

Saffy apareció por la cocina y trepó hasta la mesa.<br />

—Sin queso de ese negro —le dijo a Glenn.<br />

Él le sirvió un poco de carne y salsa en su plato de Winnie-the-Pooh y se lo puso delante.<br />

—Está caliente —le advirtió Eavan—. Sopla fuerte antes de comértelo.<br />

—Ya lo sé —Saffy la miró ofendida—. No soy un bebé.<br />

—Mamá cree que los dos somos bebés —deslizó Glenn mientras ponía en la mesa otros<br />

dos platos humeantes.<br />

—No, yo no lo soy.<br />

—Cree que no nos las podemos arreglar sin ella.<br />

—Sí podemos.<br />

—Ella cree que es la única que lo sabe todo.<br />

Eavan se metió un tenedor de lasaña caliente en la boca y se le humedecieron los ojos.<br />

—¿Vino? —preguntó Glenn.<br />

—Gracias. —Se secó los ojos con la servilleta mientras él le llenaba la copa.<br />

—¿Mañana podemos ver barcos otra vez? —le preguntó Saffy a Glenn.<br />

—Mañana no podemos ir —contestó Eavan—. Papá y yo vamos a ir a ver a la tía Claire.<br />

Saffy frunció la boca.<br />

—Tu madre nos organizará el día —dijo Glenn—. Estoy seguro de que lo tiene todo<br />

planeado para nosotros, Saffy.<br />

—¡Por el amor de Dios! —Eavan dejó el tenedor—. ¡Dame un respiro!<br />

—¿De qué estás hablando? —Él la miró con frialdad.<br />

—Yo no te organizo. No te quiero organizar el día.<br />

—Pero es fin de semana —observó él—. Estás de vuelta en casa, estás otra vez al mando.<br />

Mañana haremos lo que tú quieras, iremos a casa de Claire. Y también haremos lo que tú<br />

quieras el domingo.<br />

—Es lo que nosotros queremos, no lo quejo quiero.<br />

—Pero ahora tú eres la que gana el pan —insistió Glenn—. Tú eres la que tiene más<br />

derecho a decidir.<br />

—Y tú estás siendo increíblemente estúpido. —Eavan apartó la silla de la mesa y salió de la


cocina; volvió al jardín. Saffy observó la escena con los ojos muy abiertos.<br />

—Simplemente está siendo tonta —le explicó Glenn hundiendo el tenedor en su lasaña.<br />

—¿Voy a que se ponga mejor? —Saffy se bajó de su silla y corrió hacia el jardín.<br />

Glenn vio cómo se colgaba de los pantalones de Eavan y cómo su mujer la cogía en brazos.<br />

Apartó su plato casi intacto.<br />

Eavan abrazó a Saffy y enterró la cabeza en los oscuros rizos de su hija. «Como una<br />

fotografía de una virgen y el niño», pensó enfadado. Las dos unidas mientras él estaba<br />

sentado solo. I in realidad no le necesitaban.<br />

Se levantó de la mesa y tiró los restos de lasaña a la basura. Miró con deseo la copa de<br />

vino de Eavan. El sol del atardecer se colaba por las ventanas de la cocina y hacía que el<br />

líquido brillara atractivo e in citador. Casi podía volver a saborearlo. El sabor frutal explotando<br />

en su paladar. Cálido mientras fluía por su cuerpo. Confortante. Levantó la copa. Volvió a mirar<br />

por la ventana. Eavan todavía tenía a Saffy en brazos, dándole la espalda.<br />

—Maldita sea —gritó con voz estrangulada—. A la puta mierda. —Dejó caer la copa en el<br />

suelo. El vino le salpicó los zapatos y formó un charco de color rojo a su alrededor. Se quedó<br />

allí de pie y lloró.<br />

Con y Lacey estaban terminando de cenar cuando Claire les llamó. Ésta se hubiese<br />

quedado asombrada de haber sabido que Con (que nunca levantó un dedo en casa cuando ella<br />

era pequeña, dejando cualquier cosa doméstica para Eileen) había asado un pollo con patatas<br />

y que había coordinado todo a la perfección para que la comida estuviera casi lista cuando<br />

Lacey llegara a casa del trabajo; había dejado tiempo para que se tomaran una copa de vino<br />

blanco juntos antes de cenar, para que Lacey se sentara con los pies en su regazo y le dejara<br />

masajearle los tobillos mientras le contaba con satisfacción qué nuevo contrato había<br />

conseguido la empresa y el alivio que sentía al haber colocado a un cliente difícil en una<br />

empresa igualmente difícil.<br />

—Hola, papá —dijo Claire—. ¿Puedes hablar?<br />

—Por supuesto —contestó—. ¿Va todo bien?<br />

—Claro. Sólo quería confirmar que Lacey y tú vendréis mañana.<br />

—Te dije que sí. —Aquella semana, Con se había quedado totalmente asombrado al recibir<br />

la tarjeta, evidentemente hecha con el ordenador de Claire, invitándoles a Lacey y a él a una<br />

barbacoa en su casa. Estaba tan sorprendido que había esperado todo un día para llamarla y<br />

decirle que estarían encantados de ir, sólo por si recibía otra tarjeta diciendo que todo había<br />

sido un error.<br />

—Estoy haciendo una ronda de llamadas de confirmación —le explicó Claire—, quiero estar<br />

segura del número de invitados.<br />

—Allí estaremos —le prometió Con—. Tenemos muchas ganas, y me alegro mucho de que<br />

nos hayas invitado a los dos.<br />

—Sí, bueno. —El tono de Claire era seco—. Probablemente no es la situación ideal, pero<br />

sé que para ti lo es y... y quiero que estés contento, papá.<br />

—Gracias —respondió él—Yo también quiero que estés contenta. Espero que la decisión<br />

de organizar la barbacoa sea una señal de que tal vez lo estés logrando.


—Es una señal de que Georgia y mamá se han confabulado contra mí —replicó Claire con<br />

pesar—. No me dejaron decir que no.<br />

—Esa es tu madre —dijo Con.<br />

—¿Papá?<br />

—¿Sí?<br />

—¿Estás seguro de que mamá y tú vais a estar a gusto en esta situación?<br />

—¿Qué dice ella?<br />

—Naturalmente dice que no hay problema. Y por su parte también ha invitado a algunos<br />

amigos. Pero quería asegurarme. Yo... bueno... esto es algo que no había hecho antes, y no<br />

quiero que salga mal. No quiero un escándalo familiar en el jardín.<br />

—Nada saldrá mal —le prometió Con—. Tu madre y yo estaremos bien. Y a Lacey le<br />

apetece mucho.<br />

—Bien —dijo Claire.<br />

—Así que nos veremos mañana —concluyó Con—. ¿Quieres que lleve algo?<br />

—No, gracias —contestó Claire—. Creo que lo tengo todo bajo control.<br />

Colgó el teléfono y se frotó la nuca. Apenas podía creer que hubiese seguido adelante con<br />

el plan de la barbacoa y que todo estuviese sucediendo tan de prisa. Eileen y Georgia<br />

(comportándose como niñas, pensó) la habían convencido, urgiéndola a que no esperara,<br />

porque si no el tiempo empeoraría. Estaba sorprendida de cuánta gente había respondido a<br />

sus invitaciones, enviadas por mail, mensa je de móvil y correo. La barbacoa, en lugar de un<br />

encuentro discreto, se había convertido en un evento de envergadura. Entre la montaña de<br />

respuestas a la invitación había una tarjeta preciosa, con una brillante dalia roja, de Sarah<br />

Taylor, que le confirmaba que Sarah y Nate estarían encantados de asistir y en la que añadía<br />

que estaba impaciente por ver cómo había quedado el jardín, porque Nate le había hablado<br />

muchísimo de él.<br />

Tal vez sería mucho más fácil con Sarah por allí, pensó Claire con la mirada perdida en el<br />

infinito. Quizá se permitía sentirse de aquella manera respecto a Nate, porque era seguro y<br />

fácil fantasear con un hombre que estaba comprometido. Puede que, cuando viera a esa otra<br />

persona con él, esos sentimientos desaparecieran como si nunca hubieran existido. Esperaba<br />

que así fuera. No quería tenerlos.<br />

Apoyó la barbilla en las manos mientras analizaba sus emociones una vez más. Cada vez<br />

que pensaba en Nate Taylor se le hacía un nudo en la boca del estómago, y luego sentía un<br />

millón de mariposas revoloteando en su interior. El corazón se le aceleraba al recordarle<br />

cavando en el jardín, cargando las piedras de la rocalla, podando los arbustos o sentado,<br />

fuerte y alto, con el pecho descubierto, bajo el manzano. Era una sensación placentera, pero<br />

unida a una cierta desesperación, porque a pesar de lo mucho que disfrutaba al pensar en él,<br />

él pertenecía a otra persona. Al final, le dejaba un dolor que se unía al que sentía por la<br />

pérdida de Bill, y le hacía preguntarse si en realidad lo que le gustaba era estar triste, si había<br />

algo en ella que le impedía desear ser feliz.<br />

Tal vez, reflexionó mientras luchaba por controlar sus sentimientos, pudiera contarle a<br />

Georgia cómo era el dolor de un amor no correspondido, porque, aunque no quería a Nate<br />

Taylor, quería algo que él no podía darle. Y lo más extraño era que, por primera vez en años,<br />

sus sentimientos de desgracia no se debían por completo a que Bill ya no estuviera con ella.<br />

Subió a su habitación. Eileen estaba en el salón viendo la televisión. Georgia estaba


encerrada en su estudio, jugando a sus carreras de coches. Phydough dormía en su cesta, al<br />

lado de la puerta de la cocina.<br />

Claire se sentó en el borde de la cama y cogió la foto enmarcada de Bill.<br />

—No quiero a Nate —susurró mientras observaba la foto—. Me gusta, que es distinto. Pero<br />

también me siento un poco culpable por ello. Porque siempre has sido la única persona que me<br />

ha gustado. Bueno, excepto George Michael. ¡Y Becks, naturalmente! —Cerró los ojos, se<br />

recordó bailando con Bill en una fiesta, aunque no se acordaba ni dónde ni cuándo, y la voz de<br />

George cantando «Careless Whisper» mientras ella apoyaba la cabeza en el hombro su<br />

marido y él le decía que nunca jamás la traicionaría con otra persona, porque ella era, y<br />

siempre lo sería, la única mujer de su vida.<br />

«No quiero a otra persona. —Abrió los ojos y miró al sonriente Bill, despeinado por el viento<br />

—. Ni siquiera me gusta otra persona. No es real. Sólo estoy fingiendo para poder volver a<br />

sentir algo diferente; algo que no sea echarte de menos. Algo que no sea sentirme culpable<br />

porque yo estoy aquí y tú no.»<br />

Eran más de las nueve y media cuando Eavan le devolvió la llamada.<br />

—Por supuesto que vamos a ir—le dijo tensa a Claire—. ¿No has recibido el mail que te<br />

mandé? Bueno, yo seguro que voy. Candida vendrá a cuidar a Saffy mañana, pero no estoy<br />

segura de que vayamos los dos; puede que haya un problema con Glenn.<br />

—He recibido tu mail —confirmó Claire—. Sólo estaba haden do una ronda de<br />

comprobación. Espero que Glenn pueda venir.<br />

—Yo también lo espero —dijo Eavan.<br />

—¿Va todo bien? —preguntó Claire.<br />

—Claro.<br />

—Pareces un poco... rara.<br />

—Sólo estoy cansada —la tranquilizó Eavan—. Ha sido una semana muy larga.<br />

—Lo sé, por eso no te he llamado antes —dijo Claire—. Imaginaba que estarías hecha<br />

polvo. Siento haber llamado a la hora de cenar. Ha sido una estupidez. ¿Cómo te va el<br />

trabajo?<br />

—Oh, bien —contestó Eavan con cautela—. Nada especial.<br />

—¿La gente es agradable?<br />

—Ya sabes. —Eavan soltó una risita—. Estoy segura de que hay todo tipo de tramas de las<br />

que todavía no me he percatado. El jefe me ha invitado a tomar una copa esta noche, pero por<br />

lo visto es lo habitual con los nuevos.<br />

Claire también se echó a reír.<br />

—Uf, Evs, acabas de volver y ya estás metida al cien por cien.<br />

—Preferiría no estarlo.<br />

—Estoy segura de que le has rechazado de maravilla. Bueno, al grano, ¿estás destrozada<br />

después de tu primera semana entera de trabajo?<br />

—Absolutamente —reconoció Eavan—. Lo de arrastrarme fuera de la cama y estar<br />

presentable se me hace difícil. Y, por supuesto, el tráfico. Soy otra vez la reina de la carretera.


—¿Qué tal va lo de Glenn?<br />

Eavan no contestó.<br />

—¿No hay nada todavía? —insistió Claire.<br />

—No.<br />

—¿Cómo lleva que tú estés trabajando?<br />

Su amiga se quedó callada otra vez.<br />

—¿Eavan? ¿Es un problema?<br />

—Yo... bueno... más o menos.<br />

—Lo superará —la tranquilizó Claire—. Estoy segura de que le saldrá algo.<br />

—Eso espero.<br />

—¿No has conseguido que se lo tome como una temporada para estar con Saffy?<br />

—Ojalá pudiera. —La voz de Eavan se quebró ligeramente.<br />

—¿Es grave? —preguntó Claire—. Si tienes problemas no hace falta que vengas, quédate<br />

en casa.<br />

—Quiero ir —respondió Eavan agresiva—. Quiero salir y ser una persona normal durante un<br />

rato.<br />

—Ojalá pudiera hacer algo —suspiró Claire.<br />

—No te preocupes por mí —dijo Eavan—. Nos vemos mañana. Seguro que al final todo se<br />

arregla.<br />

—Por supuesto que sí —convino Claire con seguridad—. ¿Alguna novedad con la casa?<br />

—Ya está a la venta —le explicó Eavan—. Esta semana han venido dos personas a verla,<br />

pero todavía no tenemos ninguna oferta.<br />

—Las tendréis.<br />

—Lo sé. —Eavan suspiró—. Una parte de mí quiere que las haya, pero otra no. Ya sé que<br />

he dicho que quiero irme, y es verdad que quiero hacerlo, pero...<br />

—Sólo es una casa —la cortó Claire.<br />

—Lo sé, lo sé.<br />

—Bueno, no pienses en eso ahora. Recuerda que tienes que estar en forma para mañana.<br />

Tengo muchas ganas de verte.<br />

—Me he enterado de que has invitado a gente del club —comentó Eavan—. Amanda me<br />

mandó un mensaje preguntándome por la barbacoa. Estás botando el barco de verdad.<br />

—Bueno, supongo que, ya que lo hago, lo mejor es hacerlo bien.<br />

—Estoy segura de que así será —la animó su amiga.<br />

—¿Eavan? —La voz de Claire era insegura.<br />

—¿Qué?<br />

—¿No crees... mira, ya sé que es tonto, pero... no crees que es un poco irrespetuoso hacia<br />

Bill organizar una barbacoa aquí?<br />

—¡Claire! Por supuesto que no. Es tu casa, ¿dónde ibas a hacerla si no?<br />

—Lo sé. La idea surgió porque Georgia quería celebrar que el jardín está otra vez<br />

fantástico, así que, evidentemente, tenía que ser aquí. Es sólo... que me siento un poco... un


poco rara al respecto.<br />

—Pues no te sientas así —le ordenó Eavan—. Siéntete bien. —Suavizó la voz—. Estoy muy<br />

contenta de que hayas arreglado el jardín. Siempre ha sido un sitio precioso donde estar.<br />

—Lo sé.<br />

—Así pues, nos vemos mañana.<br />

—Sólo si te viene bien —insistió Claire—. No te sientas obligada a venir si no te apetece,<br />

por favor.<br />

—Quiero ir —repitió Eavan con firmeza—, pase lo que pase.<br />

Cuando acabó de hablar con Eavan, Claire se tumbó en la cama y cerró los ojos. Estaba<br />

agotada por la súbita tarea de la organización: pedir toneladas de comida y bebida, hablar con<br />

gente con la que no había hablado desde hacía meses, ser agradable con todo el mundo. Dejó<br />

que su mente se quedara en blanco, hasta que se quedó dormida. Seguía dormida cuando<br />

Eileen subió la escalera, dos horas más tarde, y la tapó con una sábana hasta los hombros.


CAPÍTULO 33<br />

Impatiens (alegría de la casa): muchos y variados colores,<br />

puede florecer durante largas temporadas en las condiciones<br />

adecuadas. Difícil de cultivara partir de la semilla.<br />

EL SÁBADO, LA ÚNICA NUBE que había en el cielo a la hora de comer era el rastro que<br />

había dejado un avión a su paso. Claire estaba en el jardín, con un vaso de zumo de naranja en<br />

la mano, mientras trataba de imaginar cómo estaría todo al cabo de unas horas. Hacía mucho<br />

que no organizaba ninguna fiesta o evento en su casa, y ya no era capaz de visualizarlo.<br />

Phydough trotó a su lado mientras caminaba por el patio y miraba el termómetro-girasol.<br />

Veintiún grados a la sombra y todavía no eran ni las doce del mediodía. Tal vez debiera tener<br />

sombrillas. Volvió a mirar la barbacoa de gas que Mike O’Malley había traído aquella mañana<br />

temprano. Uno de sus muchos juguetes para chicos, le había dicho Leonie cuando la había<br />

llamado para avisarla de que Mike estaba en camino. Y, le había advertido, iban a llegar<br />

absolutamente puntuales a la hora convenida porque Mike no dejaba de insistir en que él haría<br />

las hamburguesas y las salchichas. Fingiría que estaba ayudando, prosiguió Leonie, pero se<br />

pondría como una fiera si alguien se acercaba a la barbacoa.<br />

Claire sonrió al pensarlo.<br />

—¿De qué te ríes? —Georgia también había salido al patio.<br />

—Hombres y barbacoas —contestó Claire.<br />

—A papá le encantaba —recordó Georgia—. Me acuerdo de que él siempre decía que<br />

compraría una grande, ¿verdad?<br />

—Él quería —asintió Claire—. Yo opinaba que era un gasto inútil.<br />

—Pero organizarías es algo divertido.<br />

—Mmm. —Claire volvió a sonreír—. Hicimos una, ¿sabes?<br />

—¿Una barbacoa?<br />

—Sí, como ahora. Una fiesta. Pero mucho más pequeña.<br />

—¿Ah, sí? No lo recuerdo.<br />

—Tenías sólo tres o cuatro años. —Claire frunció el cejo—. Tu padre compró una barbacoa<br />

eléctrica totalmente inútil en una tienda de bricolaje. Se moría de ganas de probarla, así que,<br />

el siguiente día con buen tiempo, invitó a unas cuantas personas y se lució dándole a todo el<br />

mundo comida envenenada, quemada por fuera y cruda por dentro.<br />

—Uf.<br />

Claire se echó a reír.<br />

—Lo había olvidado hasta hoy. Creo que deliberadamente lo había apartado de mis<br />

recuerdos. —Reflexionó durante un momento—. ] ,a gente vino bastante tarde y tu padre puso<br />

unas luces por el jardín.<br />

—¡Oh, sí! —Georgia abrió los ojos—. Podríamos hacer eso, mamá. Sería precioso.<br />

—Pero no tenemos luces —le aclaró Claire.


—¿Qué pasó con las que utilizasteis aquel día?<br />

—Cariño, podrían estar en cualquier sitio. Y estoy segura de que a estas alturas ya no<br />

funcionan.<br />

—Podríamos buscarlas —propuso Georgia—. A lo mejor están en el desván.<br />

Claire hizo una mueca.<br />

—Yo no voy al desván —le dijo—. Está demasiado oscuro y lleno de polvo.<br />

—¿Puedo ir yo? —le suplicó Georgia.<br />

Claire parecía insegura.<br />

—Por favor.<br />

—Oh, vale —contestó Claire—. Pero ten cuidado con la escalera y no... —Pero estaba<br />

hablándole al aire. Georgia ya había desaparecido.<br />

—El camión de entrega de Tesco ya está aquí —gritó Eileen desde la cocina, y Claire y ella<br />

vaciaron las bolsas y llenaron la nevera de hamburguesas, salchichas, alitas de pollo y<br />

ensaladas.<br />

—La verdad es que todo esto es muy emocionante —dijo Eileen mientras investigaba entre<br />

las estanterías llenas—. No he ido a una fiesta en años.<br />

—No es una fiesta —matizó Claire.<br />

—Sí lo es —la contradijo Eileen—. Y me apetece muchísimo.<br />

Y a Josie también. Tiene muchas ganas de verte, Claire; no te ha visto desde el funeral de<br />

Bill.<br />

—En cualquier caso, nunca he visto a Josie con regularidad. —Claire mantuvo el mismo tono<br />

de voz animado de su madre—. ¿Estás segura de que vendrá?<br />

—Sí, por supuesto.<br />

—¿Y qué pasa con el tal Alan Bellew? —preguntó Claire—. ¿Tu galante agente inmobiliario<br />

para poner a papá celoso? ¿Es algo más de lo que parece?<br />

—No estoy intentando poner celoso a tu padre —replicó Eileen a la defensiva—.<br />

Sencillamente, no quiero parecer un vejestorio cuando él tiene una nueva pareja.<br />

—Tienes un aspecto estupendo —le dijo Claire cálidamente.<br />

—No. —Eileen negó con la cabeza—. Mira lo que soy. Una abuelita.<br />

—¿Quieres tener un aspecto diferente?<br />

Eileen suspiró.<br />

—No puedo.<br />

—Claro que puedes —exclamó Claire—, si eso es lo que quieres.<br />

—Soy demasiado vieja para preocuparme por algo así —objetó Eileen.<br />

—Nadie es demasiado mayor para preocuparse por ello —replicó Claire.<br />

—No quiero competir con Lacey —reconoció Eileen—. Ella siempre va muy chic y<br />

sofisticada. Si empezara a teñirme el pelo y maquillarme la gente diría que lo hago por<br />

emularla.<br />

—Nadie diría eso.<br />

—Sí lo harían.


—Mamá, si hubieras hecho todas esas cosas mientras papá y tú todavía estabais juntos<br />

puede que la gente hubiera creído eso, pero os vais a divorciar. Piensa en todas las mujeres<br />

que cambian de estilo después de divorciarse, y lo bien que están.<br />

—Siempre me ha parecido un poco patético —comentó Eileen.<br />

—¡Tonterías! —exclamó Claire—. Es una forma de decir que están entrando en una nueva<br />

etapa, y que quieren estar listas para afrontarla. Y, mientras, no hay nada de malo en ponerse<br />

un poco de maquillaje y usar un nuevo pintalabios.<br />

Eileen se echó a reír.<br />

—Tal vez, pero no es algo que estés haciendo tú.<br />

Claire le hizo una mueca.<br />

—Yo estoy en otro momento de mi vida.<br />

—Pero ¿estás preparada para dar un paso adelante? —preguntó Eileen.<br />

—He organizado esta maldita barbacoa —espetó Claire—. Si esto no es dar un paso<br />

adelante, no sé qué demonios lo es.<br />

Georgia se sentó en el oscuro desván y se acercó unas viejas cajas de cartón. Sabía que<br />

no podía esperar desenterrar recuerdos enmohecidos o tesoros antiguos, Claire tenía una<br />

tendencia implacable a tirar cosas. Nunca guardaba periódicos viejos o regalos y juguetes no<br />

deseados; los papeles iban al cubo del reciclaje y los juguetes viejos de Georgia habían sido<br />

donados a tiendas de caridad. Todos los documentos importantes de la familia estaban<br />

guardados en el archivador del despacho de Claire, junto con otros menos importantes pero<br />

más sentimentales (como todas las notas de Georgia, cuidadosamente ordenadas). Los únicos<br />

objetos que guardaban en el desván eran los adornos de Navidad, por eso Georgia creía que<br />

podría encontrar también las luces del jardín.<br />

Estaba curioseando a la luz de un rayo de sol cuando sonó su teléfono. Le dio tal susto que<br />

se golpeó con la cabeza contra el techo.<br />

Tenía los ojos llorosos cuando se sacó el móvil del bolsillo de sus pantalones cortos y miró<br />

el mensaje.<br />

Str allí oy. Tng mchs gns. Tq. S.<br />

Sintió cómo se le aceleraba el corazón en el pecho. ¡Steve iba a ir! Apenas se lo podía<br />

creer. Ella le había enviado un mensaje con la fecha, diciéndole que no pasaba nada si no<br />

podía escaparse del trabajo. Pero iba a ir. Sive, Emma y Robyn podrían ver que ella le<br />

gustaba lo bastante como para haber pedido un día libre en el trabajo, y ella estaría allí, entre<br />

sus amigas, con un chico que se había tomado la molestia de desplazarse desde Navan a<br />

pesar de que ella no era la más guapa, ni la más guay ni nada de eso. A pesar de que tenía<br />

cicatrices en los brazos y las piernas. A pesar de que le faltaba un dedo. A pesar de todo, él<br />

iba a ir a verla.<br />

Naturalmente, había invitado a otros chicos a la barbacoa; después de todo, Denzil y Sam,<br />

que iban a su colegio, también eran sus amigos. Para ella, ellos eran unas personas más, pero<br />

no eran sus novios. Steve sí lo era.<br />

Le escribió un mensaje de respuesta para decirle lo increíble que era que pudiera ir,<br />

después siguió husmeando entre las cajas de cartón hasta que encontró una bolsa de plástico


con una etiqueta pegada y algo escrito en ella con la caligrafía ilegible de médico de Bill<br />

Hudson. Echó un vistazo y vio las luces. Dio un grito de triunfo y las sacó de la bolsa, después<br />

apagó la bombilla del desván y bajó a toda velocidad.<br />

Phydough se estaba volviendo loco por la competencia de los olores a hamburguesa,<br />

salchichas y pollo. También estaba nervioso porque en la casa había una actividad frenética y<br />

las cosas no eran como siempre, algo que no le gustaba. Se echó debajo de la mesa de la<br />

cocina, mirando esperanzado la nevera cada vez que Claire, Georgia o Eileen pasaban. Pero<br />

la nevera seguía cerrada, y todas habían salido al jardín con la bolsa que Georgia había<br />

bajado del desván. Suspiró profundamente y las siguió.<br />

—La gente no llegará lo bastante tarde como para que las luces se vean —observó Claire<br />

mientras extendía las luces sobre el césped y las miraba.<br />

—Claro que se verán —la contradijo Georgia—. La gente no empezará a llegar hasta la<br />

cinco, por Dios.<br />

—Sí, y probablemente se habrán ido todos a las nueve.<br />

—A esa hora ya está bastante oscuro —dijo Eileen—. A mí me gusta la idea de las luces,<br />

Claire.<br />

—Ya sé, ya sé. Vosotras dos no hacéis otra cosa que poneros en contra de mí. —Claire<br />

ajustó los tornillos del conector que estaba comprobando antes de enchufarlo en el jardín. La<br />

cadena de luces se encendió de inmediato y Georgia aplaudió encantada.<br />

—Parecerá una gruta de hadas.<br />

Claire parecía escéptica.<br />

—¿Dónde las pongo?<br />

—¿Dónde las puso papá? —preguntó Georgia.<br />

—En aquella época había un par de arbustos pequeños en la pared lateral —recordó Claire<br />

—, pero los arrancó.<br />

—¿Qué os parece en el primer manzano? —propuso Eileen—. ¿Llegarán?<br />

—Seguro que sí —dijo Georgia—. El cable es larguísimo. ¿Las pongo allí, mamá?<br />

—Como quieras.<br />

Claire y Eileen observaron a Georgia trepar al árbol llevando las luces. Claire intentó no<br />

parecer nerviosa mientras su hija se colgaba de las ramas sin ninguna consideración por su<br />

seguridad o las leyes de la gravedad, a la vez que enrollaba el cable entre las hojas.<br />

—Prueba ahora —gritó cuando hubo terminado.<br />

Era difícil ver las débiles luces con la claridad del sol, pero todas estuvieron de acuerdo en<br />

que quedaría precioso a última hora de la tarde.<br />

—Eso si no hacen saltar los fusibles de toda la casa —dijo Claire—. Estoy segura de que<br />

deben de tener alguna fecha de caducidad.<br />

—Sí, pero no las has usado casi nunca —comentó Georgia—, así que seguramente están<br />

como si fueran nuevas.<br />

—Lo que hubiera sido una buena idea son esas antorchas que espantan los mosquitos. —<br />

Eileen apartó una mosca que se había posado en su brazo—. Ya sabes cómo se pone esto de


mosquitos al atardecer.<br />

—¡Tendríamos que haberlo pensado! —Georgia parecía angustiada—, Estoy segura de que<br />

las vi en la página web de Tesco.<br />

—Ya es demasiado tarde —dijo Claire.<br />

—Quizá en la ferretería tengan —sugirió Georgia—. ¿Voy a ver?<br />

—Si quieres... —Claire se sentía bastante aliviada ante la idea de que Georgia se fuera de<br />

casa un rato. Estaba agotada por los esfuerzos de su hija para asegurarse de que la barbacoa<br />

fuera el acontecimiento social más exitoso que habían organizado en sus vidas.<br />

—¿Tienes dinero? —preguntó Georgia.<br />

—Mi bolso está en la mesa de la cocina —respondió Claire—. Intenta no gastártelo todo.<br />

—No te preocupes, estoy limitada por lo que puedo acarrear de vuelta —contestó Georgia<br />

alegremente, y se marchó al trote.<br />

Claire y Eileen intercambiaron una mirada.<br />

—¿Qué te parece una taza de té? —sugirió Eileen.<br />

—Maravilloso —convino Claire.<br />

Acababan de beber su segunda taza, y Claire estaba preguntándose cuánto tiempo podía<br />

tardar Georgia en ir y volver de la ferretería, cuando ésta regresó, tambaleándose bajo media<br />

docena de antorchas de dos metros de alto.<br />

—Tienes que estar hecha polvo. —Claire se las cogió de los brazos—, ¿Cómo te las has<br />

arreglado para traer todo esto?<br />

—Ha sido más fácil de lo que crees. —Georgia se dejó caer en la silla—. Me han traído a<br />

casa.<br />

—¿Eh?<br />

—De camino a la ferretería me pasé por Taylor’s —explicó—, porque creí que tal vez ellos<br />

tuvieran antorchas.<br />

—Georgia, es una floristería, por amor de Dios.<br />

—Pero también se dedican a los jardines —observó Georgia—. Y me hubiera ahorrado<br />

mucho esfuerzo, pero no las tenían. Nate me ha explicado que tienen algunas cosas para el<br />

jardín, como el termómetro, pero que no disponen de mucho en stock. Sin duda nada<br />

demasiado grande, porque la tienda es bastante pequeña.<br />

—¿Así que al final fuiste a la ferretería?<br />

—Sí, pero me llevó Nate.<br />

—¿Que él qué? —preguntó Claire consternada.<br />

—A mí no me importa ir en coche —respondió Georgia con naturalidad—, y cuando le dije<br />

qué era lo que iba a hacer, se ofreció a llevarme a Tesco, porque sabía que allí estaban de<br />

oferta.<br />

—Pero ¡bueno, Georgia! —Claire la miró enfadada—. No deberías haber permitido que<br />

hiciera eso.<br />

—Se ofreció —repitió Georgia.<br />

—Lo sé, pero sigue siendo un extraño, y te he dicho miles de veces que no debes subirte a<br />

coches con desconocidos.


—¡Mamá, por el amor de Dios! —Los ojos de Georgia brillaban de fastidio—. Estamos<br />

hablando de Nate. Ha estado aquí cada día durante siglos. Él es bueno. Sé que lo es.<br />

—No importa lo bueno que parezca —dijo Claire—. No lo conoces y no sabes nada de él.<br />

—Sé que es agradable —protestó Georgia—. Nos regaló el termómetro, ¿no? Y nunca ha<br />

hecho nada que te haga pensar que no es agradable... Estás fastidiando porque sí, y estás<br />

siendo mezquina. Sé que hay tíos raros y pervertidos ahí fuera, nos dieron una charla en el<br />

colegio sobre eso el año pasado, pero sin duda Nate no es uno de ellos.<br />

—Quizá estás reaccionando de una forma un poco exagerada, Claire —intervino Eileen<br />

suavemente.<br />

—Tal vez. —Claire exhaló sonoramente—. Pero aun así, estoy segura de que él tiene otras<br />

cosas que hacer que llevarte a Tesco.<br />

—Sólo fueron unos minutos —dijo Georgia—. Y había un dos por uno en antorchas. No<br />

hubiera podido traer seis de la ferretería. Sabes que habría sido imposible.<br />

Eileen miró a su hija y luego a su nieta, y después sugirió que tal vez sería mejor que ella<br />

empezara a arreglarse y que Georgia podía ayudarla.<br />

—Por supuesto. —La joven parecía encantada—. Puedo peinarte.<br />

—Claro. —Eileen trató de ocultar su turbación.<br />

—No te preocupes, te voy a convertir en una sex symbol—le aseguró su nieta—. Así<br />

estarás fantástica cuando llegue la mujer nueva.<br />

—Bueno...<br />

—A mí me gustaría estarlo —dijo Georgia con decisión.<br />

—¿Te gustaría? —preguntó Claire mirándola con curiosidad.<br />

—¡Por supuesto! —exclamó Georgia—. Seamos sinceras, mamá, no importa lo que haya<br />

pasado, una siempre quiere parecerle deseable a los tíos con los que ha salido.<br />

—¿Cómo sabes eso? —preguntó Claire—. No sabía que tuvieras una colección de ex<br />

novios en tu historial.<br />

—Y no la tengo —reconoció Georgia—, pero es de sentido común, ¿no?<br />

—Sí —asintió Eileen—. Lo es. Y estoy de acuerdo, Georgey, puedes peinarme.<br />

—También te peinaré a ti si quieres, mamá. —Georgia miró interrogante a Claire.<br />

—Gracias, pero me las puedo arreglar sola —dijo Claire.<br />

—Bueno, de todas formas no te olvides de ponerte guapa —le aconsejó Georgia.<br />

—Haré todo lo que pueda —contestó Claire secamente—. En serio.<br />

Quince minutos antes de que los invitados comenzaran a llegar, Eileen, Claire y Georgia<br />

estaban de pie en la cocina. Claire estaba destapando una botella de vino blanco. Sacó el<br />

corcho con cuidado y llenó dos copas, y una tercera hasta la mitad, que le pasó a Georgia.<br />

—Nada de robar bebidas cuando crees que no estoy mirando —le advirtió.<br />

—No eres nada divertida. —Pero los ojos de Georgia brillaban.<br />

—¡Salud! —Eileen levantó su copa, y Claire y Georgia brindaron con las suyas.<br />

—¡Por la fiesta de las Nelligan! —dijo la chica—, y, abuela, aun que esté elogiando mi


trabajo, estás absolutamente fantástica.<br />

—Tiene razón —estuvo de acuerdo Claire.<br />

—Gracias. —Baleen se sonrojó un poco mientras se miraba (por enésima vez) en el<br />

pequeño espejo de la cocina—. Has hecho un trabajo increíble, Georgia.<br />

—Lo sé. —Ésta parecía satisfecha al mirar a su abuela.<br />

El cabello normalmente ondulado y entreverado de canas de Eileen había sido domado en<br />

un elegante peinado, que se mantenía gracias al gel fijador favorito de Georgia. El cambio de<br />

estilo le quitaba unos diez años y, a pesar de que seguía llevando gafas (le había dicho a<br />

Georgia que no podía quitárselas o iría chocando con todo), su cara estaba mucho más<br />

despejada, sin el pelo cayéndole alrededor. Georgia se había sorprendido al descubrir que<br />

Eileen también tenía motas color ámbar en sus ojos relativamente oscuros; con la ayuda de la<br />

base de maquillaje que Claire le había prestado, casi parecía continental.<br />

—Estás muy chic —le dijo a Eileen—, como una parisiense de mediana edad.<br />

Eileen se echó a reír.<br />

—Como una anciana parisiense tal vez.<br />

—No, lo digo de verdad. —Georgia estaba seria—. El maquillaje te sienta bien. Tendrías<br />

que ponértelo más a menudo.<br />

—Normalmente no me tomo la molestia —reconoció Eileen.<br />

—Mamá y tú, vaya par. —Georgia suspiró teatralmente—. Yo hago lo que puedo, pero de<br />

qué me sirve si las dos hacéis oídos sordos a mis consejos.<br />

—Por lo menos yo llevo maquillaje —dijo Eileen mirando acusadoramente a Claire.<br />

—Y yo llevo crema hidratante con color —exclamo ésta—. ¡Y colorete!<br />

—Mamá no se maquilla —le explicó Georgia a Eileen—Aunque siempre le digo que un<br />

pintalabios más oscuro le quedaría bien.<br />

—Oh, calla de una vez. —Pero Claire sonrió al decirlo.<br />

Ella también se miró al espejo. Aunque se había maquillado con discreción, sabía que el sol<br />

había dado un brillo saludable a su cara y a su cuerpo. Llevaba el vestido verde de algodón<br />

que se había puesto para la comida con Lacey y Con, porque sabía que el verde le sentaba<br />

bien, y se había recogido el cabello, color canela, en una cola floja sujeta con una goma verde<br />

brillante. Creía que estaba bien. Tal vez un poco mejor que bien, porque aunque una parte de<br />

ella sentía aprensión por el acontecimiento, otra estaba claramente animada. Y esa parte le<br />

confería brillo a sus ojos.<br />

Apartó la vista de su reflejo y observó a su hija. Tuvo que reprimir con firmeza su reacción<br />

inicial al ver que Georgia se había puesto una falda anaranjada imposiblemente corta, y un top<br />

por encima del ombligo estampado con una pareja abrazada en color amarillo. No cabía duda<br />

de que Georgia tenía cuerpo para llevar aquel modelo sin concesiones. De hecho, había<br />

pensado Claire horrorizada, Georgia estaba increíblemente sexy y mayor, con el pelo<br />

engominado y pintada de modo que sus ojos grisáceos parecían los de una cantante de rock, y<br />

sus labios, deseables y carnosos. ¿Cómo demonios se había transformado en esa criatura<br />

que tenía delante de los ojos?, se preguntó. «¿Qué le ha pasado a mi hijita? ¿Y cómo<br />

demonios la voy a mantener alejada de los predadores durante los próximos años siendo tan<br />

guapa?»<br />

—La verdad, no estoy segura de que me guste el vino. —Georgia dejó la copa en la mesa


—. Según la hermana de Sive, los alcopops {13} están muchísimo más buenos.<br />

Claire sintió una punzada de miedo en el corazón.<br />

—No quiero que bebas esas cosas—dijo con toda la tranquilidad de que fue capaz.<br />

—No sé. —Georgia se encogió de hombros.<br />

—Por favor, por favor, no salgas y bebas alcopops —le suplicó Claire—. Si quieres<br />

probarlos, podemos prepararlos en casa.<br />

—¡Claire! ¡Georgia es sólo una niña! —Eileen estaba escandaliza da ante la idea de su hija<br />

y su nieta sentadas en casa bebiendo alcopops.<br />

—No soy una niña —espetó Georgia cortante—. No soy una adulta, pero tampoco una niña.<br />

El sonido de la puerta de un coche cerrándose fue bien recibido. Georgia salió disparada<br />

hacia la puerta y la abrió. Saludó excitada a Robyn, que se bajó del 4x4, con Leonie y Mike<br />

siguiéndola. Leonie llevaba una falda parecida a la de Georgia, pero en color rosa chillón.<br />

—¡Entrad por el lado! —gritó Georgia—. Todo está preparado.<br />

Eileen y Claire intercambiaron una mirada.<br />

—Allá vamos —dijo Claire mientras salía al jardín.


CAPÍTULO 34<br />

Dictamnus (hierbagitanera): flores blancas o rosa pálido, los<br />

aceites superficiales son irritantes y puede prenderse si se coloca<br />

una cerilla cerca de ellas en un día soleado y cálido.<br />

EAVAN KEATING SALIÓ DEL BAÑO y entró en la habitación. Los vaqueros y la camisa<br />

informal de Glenn seguían en la cama. Abrió la puerta del armario y se puso su vestido de<br />

tirantes azul antes de elegir unos pendientes de oro y colocarse una gargantilla a juego.<br />

Oyó el timbre y el grito de bienvenida de Saffy mientras Glenn abría la puerta para que<br />

Candida entrase. Sus voces llegaban amortiguadas desde el salón. Eavan consultó su reloj.<br />

Eran las cinco pasadas. Bajó la escalera.<br />

Glenn la miró de reojo cuando entró en la sala y después volvió a centrar su atención en<br />

Saffy.<br />

—Hola, Candida —saludó Eavan animada—. ¿Cómo estás?<br />

—Muy bien, gracias.<br />

—No tardaremos en irnos —le explicó ella—. En cuanto Glenn esté listo.<br />

Él se puso de pie sin decir nada y salió de la habitación. Eavan lo siguió con la mirada<br />

mientras Candida fruncía el cejo ligeramente.<br />

—Hace un día precioso para una barbacoa —comentó finalmente la canguro.<br />

Eavan asintió con la cabeza.<br />

—Cuando le dije a mi padre que os ibais a una barbacoa, se entusiasmó él también con la<br />

idea de organizar una —le contó Candida—. Así que se pasó por el B and Q y compró una de<br />

esas desechables.<br />

—Yo quiero ir a la barbacoa contigo. —Saffy estaba haciendo pucheros.<br />

—Nosotros organizaremos la nuestra —le prometió Candida—. Solas tú y yo. —Le sonrió a<br />

Eavan—. ¿Alguna novedad con la venta de la casa?<br />

—Todavía no —contestó Eavan tensa—, pero aún es pronto. —Oyó las pisadas de Glenn<br />

en la escalera y lo vio aparecer con los vaqueros y la camisa; llevaba el pelo revuelto y<br />

despeinado. Le favorecía, pensó Eavan, diferente de su estilo habitual. Pero por algún motivo,<br />

no creyó que él pretendiera estar favorecido.<br />

—¿Lista? —le preguntó brevemente.<br />

—Claro. —Sonrió a Saffy y le dio un beso en la cabeza—. Sé buena —dijo.<br />

—Siempre lo soy.<br />

—Hasta luego. —Las palabras de Eavan fueron simultáneas a las de Candida y Saffy<br />

mientras seguía a Glenn al exterior de la casa.<br />

Él se dirigió hacia el lado del acompañante.<br />

—¿Quieres que conduzca yo? —Ella lo miró desconcertada.<br />

—Está colocado a tu altura, ¿no? —dijo él.<br />

—Claro, pero...


—Entonces puedes conducir tú.<br />

Eavan apretó el mando y desbloqueó las puertas. Glenn se sentó a su lado. Ella arrancó y<br />

maniobró para salir de la casa. Condujeron en un silencio que se iba haciendo más incómodo a<br />

cada segundo. A pesar de que, para Eavan, era un misterio cómo podrían empeorar las<br />

cosas. Después de todo, pensó con tristeza, habían pasado las últimas veinticuatro horas sin<br />

hablarse, y se preguntó si eso cambiaría alguna vez. Porque lo que pasaba era algo más que<br />

el que Glenn se hubiera quedado sin trabajo. Era algo más que su empleo a jornada completa.<br />

Desde la noche anterior, las cosas entre ellos habían cambiado de manera irrevocable.<br />

Después de su encontronazo, ella se había quedado en el jardín, de espaldas a la casa, con<br />

la esperanza de que él fuera y la abrazara, como siempre había hecho antes cuando discutían.<br />

Pero Glenn no había salido, y después había oído el sonido de un cristal rompiéndose. El<br />

corazón le dio un brinco en el pecho, y la invadió el miedo de que tal vez estuviera destrozando<br />

la casa debido a la frustración. Una parte de ella hubiera comprendido esa reacción. Había<br />

dudado, pero al final había entrado y lo había visto recogiendo vino del suelo de la cocina. Lo<br />

miró, enmudecida al ver el alcohol derramado, insegura de qué había sucedido.<br />

—Se me ha caído —explicó él abruptamente—. No te asustes. No he bebido. No me<br />

atrevería. Hubiera sido un reconocimiento, ¿verdad?<br />

—¿Un reconocimiento de qué? —Su voz tembló.<br />

—Un reconocimiento de que soy incapaz de atender tus demandas de perfección —contestó<br />

él bruscamente—. Un reconocimiento de que soy un perdedor, un padre y marido alcohólico.<br />

—Pero tú no eres ninguna de esas cosas —dijo ella en voz baja.<br />

—Soy todas esas cosas —replicó—. Nunca debería haberme casado contigo, Eavan. No<br />

puedo darte lo que quieres.<br />

—Siempre me has dado todo lo que he querido —exclamó ella.<br />

—Entonces tienes unas expectativas muy bajas —replicó él—. Y yo no estoy a la altura de<br />

tus ideales.<br />

—¡Por el amor de Dios! —Eavan lo miró fijamente, con los ojos ardiendo por las lágrimas sin<br />

derramar—. ¡Yo no tengo ideales! ¡Yo tampoco te merezco!<br />

—No, claro que no —convino él—. Te mereces a alguien sin un pasado como el mío.<br />

Alguien en quien pudieras confiar. ¡Alguien que no creyeras que va a sucumbir a la menor<br />

provocación!<br />

—No —gritó ella—. Yo necesito a alguien como tú.<br />

Él le dio la espalda y ella se quedó observándolo desesperada, apretando y abriendo los<br />

puños mientras una serie de pensamientos contradictorios cruzaban por su cabeza. Sabía que<br />

era importante decir algo apropiado. No hacer que se sintiera peor de lo que ya se sentía.<br />

—¡Glenn, venga! —dijo, intentando mantener la voz relajada—. Siempre hemos sido buenos<br />

compañeros. Hemos sido felices juntos. No podemos dejar que esta situación nos destroce.<br />

Esto no significa nada en el marco general de las cosas.<br />

—Puede que fuéramos compañeros, pero ahora todo el peso está en un solo lado —afirmó<br />

Glenn, que seguía dándole la espalda. Y si de verdad crees que esto no es nada, entonces es<br />

que no me en tiendes en absoluto.<br />

—¡Claro que te entiendo! —exclamó—. Glenn...<br />

—Puede que sea estúpido e inmaduro por mi parte enfadarme por que seas tú quien todo lo


hace ahora —prosiguió tenso—, pero no lo puedo evitar. No puedo evitar estar resentido<br />

porque tú tienes un pasado intachable y aun así eres la que tiene que hacer los sacrificios en<br />

estos momentos; la que se ha arremangado y se ha puesto manos a la obra.<br />

Eavan tragó saliva.<br />

—No tengo un pasado intachable —dijo ella.<br />

—Pero tampoco tienes secretos oscuros —insistió él, serio—. No has tenido problemas<br />

personales que tiñan todo lo que te sucede. La gente no te mira y piensa que hay algo<br />

desagradable en tu vida.<br />

—El alcoholismo no es algo desagradable —objetó ella—. Es una enfermedad.<br />

—Sí, sí. Ya me sé toda la mierda esa.<br />

—Glenn... —Se mordió el labio—. Yo... hay algo más...<br />

—Oh, dejemos de hablar de esto. —Se volvió y la miró—. Estoy cansado del tema.<br />

—Escúchame —dijo ella con urgencia, mirando al jardín, donde Saffy estaba sentada en la<br />

zona de arena, ajena a todo—. No eres el único que tiene problemas o se equivoca. De verdad<br />

que no.<br />

Él resopló mientras ella apretaba tanto los puños que notaba cómo las uñas se le hundían<br />

en las palmas.<br />

—No soy la persona que crees —continuó casi sin aliento—. Tú me has hecho ser otro tipo<br />

de mujer que yo no era. Yo... —Lo miró y tragó saliva—. Yo también he cometido errores.<br />

Errores terribles.<br />

—¿Como cuáles? —le espetó bruscamente—. ¿Comprarte unas cortinas de un azul<br />

inapropiado para el salón?<br />

Tenía que contárselo, pero era realmente difícil. No quería contárselo. Pero si no lo hacía<br />

entonces..., además, él merecía saberlo. Sin embargo, quizá aquél no era el momento.<br />

«Mierda —pensó—, nunca será el momento apropiado.» Tragó saliva y se apretó las sienes<br />

con los dedos.<br />

—Aborté —le soltó sin rodeos—. Antes de conocerte.<br />

Glenn la miró en silencio, incrédulo. Las lágrimas que ella había estado conteniendo, de<br />

repente, rodaban por sus mejillas.<br />

Le contó el resto de la historia. El lío de una noche con un hombre del que no sabía ni su<br />

nombre. La imposibilidad de tener un hijo con su madre enferma. Cómo se portaron Bill y<br />

Claire, que fueron las únicas personas que en aquel momento no la juzgaron y la ayudaron.<br />

—Claire Hudson —murmuró Glenn—. Tendría que haberlo imaginado. Por eso has<br />

mantenido tu amistad aunque ella te haya vuelto loca desde que Bill murió.<br />

—Ella fue buena conmigo cuando necesité a alguien —confirmó Eavan—. No tienes ni idea<br />

de cómo fue.<br />

—Parece que no —comentó Glenn amargamente—. Parece que no sé tanto de la persona<br />

con la que me casé como creía. Parece que todo eso de ser sincero con el otro no rige para<br />

ambas partes. Parece que me han tomado por un idiota.<br />

—¡Oh, Glenn! —Eavan lo miró con tristeza.<br />

—Necesito estar solo un rato —dijo él.<br />

Salió de la cocina y subió la escalera. Se quedó en el piso de arriba todo el resto de la


noche, y cuando finalmente Eavan se fue a la cama, se dio cuenta de que él se había acostado<br />

en la habitación de invitados.<br />

Desde ese momento, habían estado jugando al ratón y al gato. Cada vez que ella entraba<br />

en una habitación, Glenn salía. Eavan había decidido que no sería la primera en ceder y<br />

hablar, aunque lo único que quería era que Glenn comprendiera por qué se lo había ocultado y<br />

que la perdonara. Pero tenía miedo. Sabía que debería volver a hablar con él. Pero por<br />

primera vez desde que se habían casado, no tenía ni idea de qué decir.<br />

En realidad a ella tampoco le apetecía ir a la barbacoa de Claire, pero no quería quedarse<br />

en casa. Así que al final rompió el silencio y le preguntó a Glenn si quería que fuesen o no.<br />

—He dicho que iría. —Su voz era tensa—. No puedo permitir que Claire crea que es la única<br />

que se preocupa y comprende a mi mujer.<br />

Eavan se tragó las ganas de llorar otra vez y agarró con más fuerza el volante. Quería estar<br />

en cualquier parte menos en el coche con él, en cualquier otra situación que en una reunión<br />

social, donde se suponía que debía ser divertida y animada. La verdad era que no había<br />

creído que fueran a ir, pero no sabía qué hacer.<br />

—¡Mierda! —Frenó de golpe cuando un coche se le coló delante.<br />

—Ibas muy despacio —dijo Glenn—. Por eso te ha adelantado así.<br />

—No iba despacio.<br />

—Es verdad, perdona, lo había olvidado. —Él la miró de reojo—. Tú eres perfecta. No<br />

haces nada mal. Ah, no, perdona otra vez, me había olvidado. Está ese capítulo del aborto, del<br />

que yo no sabía nada.<br />

—¡Por Dios! —Clavó los frenos y los coches de detrás le pitaron. Aparcó en el arcén y<br />

conectó los intermitentes de parada. Después se volvió hacia Glenn—. No puedo soportarlo<br />

más. De verdad que no. Cuando me sometí al aborto, tuve que tomar una decisión horrible, y<br />

hay una parte de mí que todavía no sabe si fue la decisión correcta. Te lo he ocultado porque<br />

creí que me despreciarías por ello.<br />

Y así es, me desprecias, ¿verdad?<br />

—No sé qué siento por ti —respondió Glenn—. Ya no sé qué siento por ti, por mí ni nada.<br />

Porque creía que estábamos viviendo una vida y resulta que todo está basado en mentiras.<br />

—¡No, claro que no! Vale, reconozco que te he ocultado algo, pero no te he mentido. A fin<br />

de cuentas, tú también me has ocultado algo. Así que digamos que estamos en paz.<br />

—No es precisamente lo mismo. Yo no te cuento que me he quedado sin trabajo, tú no me<br />

cuentas...<br />

—Glenn, por favor —suplicó Eavan mientras apoyaba la cabeza en el volante—. Por favor,<br />

por favor, compréndelo.<br />

Glenn abrió la puerta del coche. Ella levantó la cabeza nerviosa.<br />

—¿Adónde vas?<br />

—Necesito caminar.<br />

—¿Qué pasa con Claire?<br />

—Ve para allá —dijo él—. Nos encontraremos en su casa.<br />

Eavan se mordió el labio.<br />

—Está a kilómetros.


—¿Y?<br />

—Pero... —Ella dudó—. Mira, ¿por qué no aparco el coche en algún sitio y voy andando<br />

contigo?<br />

—Porque quiero estar solo.<br />

—Glenn...<br />

—Quiero estar solo —repinó con firmeza.<br />

—Te quiero —dijo ella—. Y esto me está volviendo loca.<br />

Él se apoyó en el coche.<br />

—A mí también.<br />

Cerró la puerta del coche y caminó hacia la playa. Eavan miró cómo su figura se alejaba de<br />

ella. Después arrancó el motor y se fue.<br />

Georgia estaba pendiente de Steve Ó Sé. Todavía no había llegado y ella había empezado<br />

a preguntarse si lo haría. No les había dicho nada a las chicas porque quería sorprenderlas<br />

cuando él llegara; quería parecer distante y natural. Pero se estaba poniendo más y más<br />

nerviosa, tanto, que Robyn al final le preguntó qué demonios le pasaba.<br />

—Nada —dijo ella mirando hacia un grupo de personas que llegaban entonces y deseando<br />

que Steve apareciera de repente entre ellos. Pero se trataba de unas mujeres que imaginaba<br />

que serían de Locum Libris. Chillaron entusiasmadas cuando vieron a Claire y se abrieron paso<br />

hasta ella para abrazarla.<br />

Georgia las observó con detenimiento. Por algún motivo, siempre había creído que los que<br />

trabajaban con su madre serían gente parecida a ella. O por lo menos a aquello en lo que se<br />

había convertido. Tranquila y seria. Pero en cambio, sus compañeras de Locum Libris eran<br />

animadas y enérgicas, y con ellas, Claire también parecía ser así. Georgia miró asombrada<br />

cómo su madre chocaba los cinco con Trinny Armstromg. «Tal vez se trate de su papel<br />

materno cuando está conmigo —pensó Georgia—. Tal vez crea que tiene que mostrarse seria<br />

y tranquila ante mí.» Sabía que ella necesitaba que Claire fuera seria a veces. Tenía que<br />

confiar en que su madre siempre haría lo correcto. Pero también era agradable verla reír y ser<br />

poco consciente de sí misma.<br />

—No está nada mal, ¿verdad? —Robyn cogió una alita de pollo, ajena a los pensamientos<br />

de Georgia—. Aunque ojalá tu madre no hubiera puesto tanta comida. Después de esto, voy a<br />

tener que ponerme a dieta. —Se agarró un michelín de la cintura—. Desagradable, ¿eh?<br />

—No necesitas hacer dieta —dijo Georgia leal, a pesar de que sabía que Robyn había<br />

ganado muchísimo peso durante el verano, debido a la gran cantidad de comida que les ponían<br />

en el colegio. Ella misma habría engordado, pensó, de no ser porque, evidentemente, había<br />

heredado los genes de su padre. Él siempre había sido esbelto. Ella también lo era.<br />

—A ti te queda mucho mejor que a mí ese top —añadió Robyn—. Además, se te han<br />

puesto las tetas aún más grandes.<br />

—¿Tú crees? —Georgia se miró el pecho, ansiosa—. Esperaba que fuera cosa de mi<br />

imaginación.<br />

—No. —Robyn se limpió la barbilla de salsa barbacoa—. Te lo aseguro, Georgia Hudson,<br />

podrías hacerte millonaria como modelo de lencería.


—¡Piérdete! —Georgia le dio un codazo en las costillas a su amiga y después se quedó sin<br />

aliento—. ¡Oh!<br />

—¿Oh, qué?<br />

—Oh —repitió Georgia—. Ha venido. Ha venido de verdad. —Una amplia sonrisa se<br />

extendió por su cara mientras miraba a Steve Ó Sé avanzar por el jardín.<br />

Eileen Shanahan estaba discutiendo el alza de los precios de las casas con Alan Bellew, que<br />

(para su sorpresa) había llegado a las cinco en punto y fue, por lo tanto, uno de los primeros<br />

invitados en llegar. A pesar del sol y la naturaleza informal de la barbacoa, Alan llevaba un<br />

elegante traje, con camisa blanca y una corbata rojo oscuro. Su pelo blanco estaba<br />

cuidadosamente peinado y sus zapatos relucían. (Eileen siempre se fijaba en los zapatos de<br />

los hombres, los zapatos bien pulidos siempre habían sido uno de los estándares de Kate<br />

Nelligan para los hombres respetables.)<br />

«Es atractivo —pensó Eileen—. Realmente lo es. Y me alegro de haberme arriesgado y<br />

haberlo invitado. Ha merecido la pena. No es que tenga muchas expectativas sobre lo que<br />

pueda pasar, pero es agradable tener a alguien atractivo a mi lado. A alguien que quiere estar<br />

conmigo.» Le sonrió y se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.<br />

—Me gusta —dijo él.<br />

Ella le miró desconcertada.<br />

—Lo que te has hecho en el pelo. Es distinto. Te queda bien.<br />

—Gracias. —Se dio cuenta de que se estaba sonrojando—. Mi nieta se ha encargado de<br />

ello. Es la jovencita de la falda corta. Bueno, ella lo llama falda. Para mí es más como una<br />

diadema de goma que se ha puesto en la cintura.<br />

Alan siguió la mirada de Eileen hacia donde estaban Georgia y Robyn de pie, mirando en<br />

dirección a Steve.<br />

—Es muy guapa —comentó Alan.<br />

—¿Verdad? —El tono de Eileen era irónico—. En un año o dos le dará muchos problemas a<br />

su madre.<br />

—Tal vez no. —Pero Alan sonaba dudoso.<br />

—No lo hará a propósito —añadió Eileen—, es una buena chica. Simplemente no se da<br />

cuenta de lo guapa que es.<br />

—Creía que las mujeres bellas siempre eran conscientes de que lo eran.<br />

—En realidad ha cambiado en los últimos meses —explicó Eileen—, y, naturalmente, están<br />

las heridas.<br />

Alan frunció el cejo y Eileen le explicó lo del accidente en Jamaica.<br />

—Qué horrible —exclamó—, debe de ser muy duro pasar por algo así.<br />

—Espero que finalmente logren superarlo —dijo Eileen.<br />

—Si se parecen a ti, lo conseguirán sin problemas.<br />

Eileen se percató de que los ojos azules de Alan la miraban con cariño. Volvió a sonrojarse.<br />

Él sonrió y la estrechó con un brazo. A Eileen le pareció de lo más natural apoyar la cabeza en<br />

su hombro durante un segundo antes de levantar la mirada. Justo entonces, vio a Con y Lacey


acercándose a ella.<br />

Con abrió los ojos como platos cuando vio a Eileen mirar al hombre que tenía al lado. Tenía<br />

una expresión en el rostro que él no había visto en mucho tiempo. Se trataba de la forma<br />

cómo, en su día, lo había mirado a él. Fijó la vista en ambos, quedándose detrás de Lacey,<br />

que caminaba directa hacia ellos.<br />

—Hola, Eileen —saludó ésta—. Tienes muy buen aspecto.<br />

—Gracias —dijo Eileen—. Tú también. —Observó el caro vestido color cereza, los zapatos<br />

multicolor y el bolso a juego. Su característico complemento de joyas era de plata y su cabello<br />

dorado brillaba a la luz del atardecer—. Me gustan tus zapatos.<br />

Lacey sonrió.<br />

—Son bonitos para mirarlos, pero una cruz para llevarlos puestos. Tendría que ser más<br />

sensata. —Se volvió hacia Alan y extendió la mano—. Lacey Dillon.<br />

—Alan Bellew —contestó él.<br />

Eileen sintió cómo se le aceleraba el corazón al notar cómo la vista de Alan recorría el<br />

cuerpo perfecto y tonificado de Lacey. Le horrorizó darse cuenta de que le molestaba la<br />

evidente aprobación del aspecto de la otra mujer.<br />

—Hola, cariño. —Con casi besó a Eileen en la mejilla—. Estás increíble.<br />

—Tú estás bien, ¿verdad? —A Eileen se le hacía raro mantener conversaciones informales<br />

con él. Ya no lo quería. Era completamente feliz por el hecho de que él estuviera viviendo su<br />

vida con Lacey, pero no lograba sentirse del todo a gusto en su compañía. Y no podía estar a<br />

su lado sin recordar la noche de pasión desenfrenada que había tenido a Claire como fruto y<br />

que había desembocado en un matrimonio que ella nunca había querido en realidad.<br />

—Sí, estoy bien. —Se ajustó la cintura de los pantalones. Eran unos pantalones informales,<br />

color arena. Pantalón de raya, los hubiera llamado Eileen, pero seguro que hoy en día tenían<br />

otro nombre. La camisa era de rayas y suelta. Tenía buen aspecto, pensó, pero no estaba ni<br />

la mitad de elegante que Alan. Sin embargo, para ser justos, Alan iba más vestido para una<br />

fiesta de jardín en Dublín 4 que para una barbacoa de sábado. No obstante, no podía evitar la<br />

satisfacción de estar al lado de un hombre tan atractivo en ese momento. La excitación que<br />

sentía hacía que sus ojos y su piel brillaran.<br />

—Alan, éste es mi ex marido, Con —dijo ella.<br />

—Encantado de conocerte —saludó Alan—. Ha sido un placer trabajar para Eileen.<br />

Con parecía sorprendido.<br />

—Alan ha sido el principal negociador de la venta de Ambleside —explicó Eileen.<br />

—Ah.<br />

—Me ha sido de gran ayuda.<br />

—Ya veo.<br />

—¡Allí está Claire! —De repente, Lacey la había visto entre la multitud—. Voy a saludarla.<br />

—Yo iré a por algo de beber —dijo Eileen y sonrió a Al.in y a Con—. ¿Os traigo algo? —<br />

Los dos negaron con la cabeza, y ella alejó dejándolos juntos.<br />

—¿Lacey Dillon? ¿De la empresa de selección de personal? preguntó Alan.


Con asintió.<br />

—Es increíblemente exitosa.<br />

—Sí —respondió Con.<br />

—Debe de tener mucho dinero.<br />

Con se encogió de hombros.<br />

—No tengo ni idea. Supongo que sí, pero nunca hemos hablado mucho del tema. Lo que es<br />

suyo es suyo y lo mío, mío.<br />

—¿Te corresponde la mitad de los beneficios de la casa de Eileen?<br />

—Era la casa familiar —contestó Con, seco—. Y no es asunto tuyo.<br />

—Por supuesto que no —convino Alan.<br />

Con lo miró especulativo.<br />

—¿No estarás pensando en mudarte a vivir con ella? —preguntó agresivo.<br />

Alan se echó a reír.<br />

—¿Mudarme con ella?<br />

—Con Eileen. Es una mujer muy sensible, ¿sabes? No quiero que juegues con sus<br />

sentimientos.<br />

—Creo que ella sabe cómo cuidar sus propios sentimientos —replicó Alan.<br />

—No creerás que, porque ahora tenga algo de dinero de la casa, puedas enamorarla para<br />

quitárselo delante de sus narices.<br />

Alan volvió a reír.<br />

—Te estás equivocando por completo —respondió—. No tengo intención de hacer una cosa<br />

así. Pero me gusta Eileen. Es una buena persona, y también es atractiva.<br />

—Atractiva... bueno...<br />

—¿Acaso no lo crees así? —Alan miró hacia donde Eileen se había detenido para hablar<br />

con otra mujer—Yo creo que es muy atractiva. Sobre todo hoy.<br />

—Hoy tiene muy buen aspecto —convino Con, y observó a Eileen. Sin lugar a dudas el<br />

nuevo peinado le quitaba años, pero todavía era una mujer maternal y gordita, con una falda de<br />

flores y una camisa sencilla, aunque estuviera sonriendo más de lo que la había visto hacerlo<br />

antes, y le brillaran los ojos a la luz del atardecer. Después miró hacia donde estaba Lacey,<br />

charlando con Leonie O’Malley. Mientras la observaba, Lacey sacó el pie de uno de sus<br />

zapatos de tacón y se frotó el tobillo.<br />

—Ella también es muy atractiva —comentó Alan al seguir la mirada de Con—, de una forma<br />

diferente.<br />

—Creo que, después de todo, sí iré a por una bebida —dijo Con—. Discúlpame un minuto<br />

—se fue hacia la barra y se detuvo a hablar con Eileen de camino hacia allí.<br />

—¡No dijiste nada de que vendría! —exclamó Robyn—. ¡Ni siquiera me habías contado que<br />

lo hubieses invitado!<br />

—No estaba segura de que pudiera venir. —Los ojos de Georgia brillaban por la emoción.<br />

—No me había dado cuenta de que te gustaba tanto.


Georgia miró a su amiga y se rió.<br />

—Yo tampoco —dijo.<br />

Claire había visto llegar a Con y Lacey, pero la había distraído Joanna Gregory, que la paró<br />

para preguntarle quién era el hombre atractivo del traje. Claire, bastante distraída, le dijo que<br />

Alan era un amigo de su madre. La cara ilusionada de Joanna desapareció al oírlo.<br />

—¿Hay algún hombre soltero? —preguntó, justo cuando Frank Maddox, del club Smash and<br />

Grab, pasaba por allí.<br />

—Pues la verdad es que sí —contestó Claire—. Frank, Joanna. Joanna, Frank. Los dos<br />

sois solteros. Charlad un minuto.<br />

Les dejó a los dos sumidos en el silencio que les había causad» > la sorprendente<br />

presentación mientras ella se lanzaba a los brazos de Con.<br />

—¡Papá!<br />

—Cariño. —Él la abrazó y la besó—. Esto es maravilloso. Nunca pensé que volvería a ver<br />

algo como esto sucediendo aquí.<br />

—Es un poco una pesadilla —confesó ella—. Parece que tengo un montón de amigas<br />

solteras buscando hombres y por aquí no hay los bastantes.<br />

—Veo que te las has arreglado para encontrar uno para tu madre.<br />

—Yo no. —Claire miró calculadora a su padre—. Lo encontró ella sola. Es agradable,<br />

¿verdad?<br />

—Si te gusta ese tipo de hombre —respondió Con—. Es un poco estirado, ¿no te parece?<br />

—Al principio—reconoció Claire despreocupadamente—, pero una vez lo conoces es<br />

realmente amable. Creo que mamá le gusta un montón.<br />

—¿En serio?<br />

—Por supuesto —afirmó Claire—. Ella dice que no hay nada entre ellos, pero...<br />

—Claro que no —la cortó Con—. Es totalmente inadecuado para ella.<br />

—¿Disculpa? —Claire miró a su padre con ironía—. Tú eres el hombre completamente<br />

inadecuado para ella, ¿no crees?<br />

—Oh, por Dios. —Con señaló en dirección a Alan—. Mírale. Traje, corbata y zapatos<br />

relucientes. No es un tipo de hombre para Eileen.<br />

—Me parece que eso ya no depende de ti, papá —le recordó Claire—. Además, tú estás<br />

con Lacey. Y ella tampoco es el tipo de mujer que yo hubiera imaginado para ti. No te olvides<br />

de que yo era la que creía que mamá y tú erais la pareja perfecta.<br />

—Es sólo que... —Con se rascó la cabeza—. No veo a tu madre como el tipo de mujer que<br />

pudiera encontrar a otra persona.<br />

—Bueno, pues lo ha hecho —replicó Claire con impertinencia—.<br />

Y yo estoy muy contenta por ella.<br />

—Todavía me echas la culpa —dijo Con.<br />

—Oh, papá, no. —De repente, Claire lo rodeó con el brazo—. No te culpo. Y sé que me<br />

comporté de forma infantil, pero no te equivocaste al decir que se me pasaría. Y de verdad


espero que Lacey y tú seáis muy felices juntos.<br />

—Gracias —respondió Con—. Quiero presentársela a Georgia. Si te parece bien, claro.<br />

—Por supuesto... Georgey está... —Claire miró a su alrededor—. No tengo ni idea de<br />

dónde está Georgey. Hace un minuto estaba aquí... Hay un pequeño grupo de amigas suyas<br />

en la parte de atrás del jardín, que evidentemente no se quieren mezclar con los carcamales<br />

de por aquí. Pero no veo a Georgia...<br />

Georgia y Steve estaban sentados en el césped del fondo del jardín, fuera de la vista<br />

gracias al manzano y un arbusto de escalonia. A Georgia le había sorprendido lo delgado que<br />

parecía Steve en comparación con el chico que recordaba de Galway, y también la cantidad<br />

de granos que le habían salido de repente. (Se dijo rápidamente que los granos no eran un<br />

problema, porque ella también los tenía cada dos por tres, pero aun así, su pobre piel parecía<br />

tener erupciones por todas partes.) Era agradable verlo, pero en su cabeza se había hecho<br />

una imagen de él como de un chico más alto y atlético. El Steve real no era tan guapo como<br />

ella recordaba.<br />

—¡No me puedo creer que hayas venido! —dijo Georgia.<br />

—Me invitaste —le recordó él.<br />

—Lo sé.<br />

—Es genial tener algo que hacer un sábado, para variar.<br />

—Gracias por todos tus mensajes —dijo ella.<br />

—Me gustan—respondió—. Me ayudan a mantenerme cuerdo.<br />

—¿Cómo van las cosas en casa?<br />

—Como siempre.<br />

Se quedaron sentados en silencio, rodeados por los sonidos de las conversaciones y las<br />

risas del resto de la gente que estaba en la barbacoa. Cómo era posible, se preguntó Georgia,<br />

que hubieran sido capaces de mantener conversaciones mediante mensajes que habían<br />

acabado con su saldo de móvil en una tarde y que ahora fuera tan difícil hablar con él cara a<br />

cara. Georgia no quería decir nada estúpido que le hiciera arrepentirse de haber ido, pero él<br />

tampoco estaba ayudando en absoluto, allí sentado, sin abrir la boca a menos que ella hablara<br />

primero. Había imaginado que cuando finalmente volvieran a encontrarse, habría otra vez<br />

chispa entre ellos. De algún modo, se había hecho a la idea de que todo encajaría, y él se<br />

daría cuenta de lo mucho que ella le importaba. Y Georgia sabría cuánto le importaba él. Ella<br />

había creído que los dos se darían cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Almas<br />

gemelas. Cogió una brizna de hierba y la frotó entre los dedos. ¿Qué tipo de tontería era<br />

aquélla? No eran almas gemelas. Eran simplemente amigos.<br />

—¿Estás bien? —preguntó él de repente.<br />

—Sí, claro.<br />

—Creía que a lo mejor te estabas arrepintiendo de haberme invitado.<br />

—Yo creía que tú te estabas arrepintiendo de haber venido.<br />

Él sonrió. Era su sonrisa, recordó, lo que le había parecido tan atractivo en Galway. Le<br />

arrugaba la cara y los ojos y le hacía parecer aún más atractivo. A pesar de los granos.


—No se me da bien tratar con chicas —dijo él—. Es más fácil con los mensajes.<br />

Ella asintió con sentido acuerdo. Entonces comenzaron a hablar otra vez, las palabras<br />

bullían entre ellos, se interrumpían, completaban los vacíos que habían dejado en los<br />

mensajes.<br />

Cuando finalmente pararon por un momento, Georgia echó un vistazo hacia el jardín. Robyn,<br />

Sive y Emma estaban de pie al lado del jazmín, mirándolos. Denzil y Sam estaban ayudando a<br />

Mike O’Malley con la barbacoa.<br />

—Será mejor que vuelva con mis amigas —le dijo a Steve.<br />

—¿Yo no soy un amigo?<br />

Ella le hizo una mueca burlona.<br />

—Ya sabes que lo eres. Pero no puedo dejarlas tiradas con los mayores. Además, estoy<br />

segura de que ellas también quieren hablar contigo.<br />

—Quizá, pero tengo que hacer esto primero. No lo hice muy bien en Galway y no he dejado<br />

de pensar en ello desde entonces.<br />

La rodeó con el brazo y la atrajo hacia sí. Georgia podía oler su aftershave (o tal vez no era<br />

aftershave, pensó mientras él acercaba su cara a la de ella y ella se daba cuenta de que su<br />

vello facial era suave. Quizá era su olor. Pero era agradable. Un olor a madera y almizcle. Un<br />

olor a aire libre). Cerró los ojos y sintió los labios de Steve sobre los suyos.<br />

Era tan diferente de Galway. Allí todo había sido apresurado y furtivo, detrás del pabellón<br />

de deportes el día en que se iban a casa. Sus dientes habían chocado y Steve se había<br />

avergonzado tanto que se había apartado y bromeado al respecto. Y mientras ella pensaba,<br />

insegura, en cómo reaccionaría Steve si le daba otra oportunidad, el señor Ó Cinnéide había<br />

aparecido por una esquina, los había mirado y les había ordenado que volvieran al edificio<br />

principal, donde había hordas de estudiantes dando vueltas esperando los autobuses que los<br />

llevarían a la estación.<br />

Pero esa vez les salió bien. Georgia se había entregado al placer de su beso, consciente<br />

del mundo de nuevas sensaciones que recorrían su cuerpo. «Lo estoy haciendo bien —pensó<br />

—. Yo, Georgia Hudson, la chica de la mano mutilada y las cicatrices. Este tío me está<br />

besando y mis amigas pueden verlo, y me gusta.» Deslizó sus brazos alrededor de su cuerpo y<br />

lo abrazó con fuerza. De repente, recordó una frase que había leído en una revista: «Besar<br />

con hambre». Pensó que, probablemente, estaba besando a Steve Ó Sé con hambre, pero era<br />

como si su cuerpo estuviera separado de su mente. Estaba haciendo las cosas según su<br />

propio dictado. Sus labios funcionaban solos.<br />

—Hola, Georgia.<br />

El sonido de la voz de su abuelo la trajo de vuelta a la realidad. Se apartó de Steve y miró a<br />

Con. No le gustaba nada de nada la expresión de su cara.<br />

Nate y Sarah Taylor todavía no habían dado señales de vida. Claire estaba molesta consigo<br />

misma por no haber dejado de buscarles constantemente por todas partes. El resto de la<br />

gente parecía haber llegado: el grupo de Locum Libris, los del club Smash and Grab (incluido<br />

Paul, que ya había vuelto de su viaje a Galway y que había pasado la mayor parte del tiempo<br />

en compañía de Petra; en ese momento estaban sentados en el banco del jardín y él le estaba


dando alitas de pollo), los vecinos (con los que sólo había cruzado algunas palabras, pero que<br />

parecían amables y amigables, lo que la hizo sentirse culpable por haber sido tan descuidada<br />

con ellos...). Eavan, cayó de repente en la cuenta. Eavan y Glenn tampoco habían llegado.<br />

Pero en cuanto pensó en ello, vio a Eavan entrar en el jardín y mirar hacia ella insegura.<br />

—¡Ey, hola! —Claire se abrió paso hacia su amiga—. Creía que no podrías venir.<br />

—Yo pensaba lo mismo.<br />

—¿Estás bien? —Claire la miró preocupada—. ¿Dónde está Glenn?<br />

—Caminando —dijo Eavan—. ¿Puedo beber algo?<br />

—Por supuesto. —Claire cogió la botella de vino blanco que estaba en la cubitera y le sirvió<br />

un vaso a su amiga. Para asombro de Claire, Eavan se lo tomó en un par de tragos. Le rellenó<br />

el vaso sin decir nada.<br />

—Nunca había sabido por qué la gente bebía así —dijo Eavan—. Siempre me ha gustado<br />

tomar alcohol al final de la jornada. Socialmente. No como un apoyo. Pero ahora entiendo por<br />

qué puede ser así.<br />

—¿Qué pasa? —preguntó Claire.<br />

Eavan le contó que le había confesado a Glenn lo del aborto y que parecía que no se lo<br />

había tomado nada bien.<br />

—No debería habérselo contado. No en este momento. No puede ni verme porque soy yo la<br />

que está ganando dinero, pero tampoco es capaz de decirme que me desprecia. —Tragó<br />

saliva—. Creo que las cosas van mal entre nosotros —dijo temblorosa—. No sé si tiene<br />

arreglo.<br />

—Oh, Eavan. —Claire rodeó con el brazo a su amiga—. No pienses así. Vosotros dos os<br />

queréis. Tenéis un buen matrimonio.<br />

Eavan negó con la cabeza.<br />

—Nos queríamos cuando todo iba bien. —Las palabras salieron de sopetón de su boca—.<br />

Ahora que las cosas van mal...<br />

—¿Todavía lo quieres? —preguntó Claire.<br />

—Eso le he dicho hoy. —Eavan parpadeó un par de veces—. Después me he preguntado si<br />

era así. Lo quiero, pero no sé si lo quiero lo suficiente como para vivir así mucho más tiempo.<br />

—Es una mala época —dijo Claire—. Todo el mundo las tiene.<br />

—¿Tú y Bill también? —preguntó con ironía.<br />

—Por supuesto.<br />

—¿Cuándo?<br />

Claire reflexionó. Hubo aquella temporada, poco después de que Georgia hubiera nacido,<br />

cuando Bill trabajaba a todas horas y parecía tener que salir todas las noches con llamadas de<br />

emergencia, ninguno de los dos dormía nada... atravesaron un período de contestarse mal y<br />

de estar irritables en general. Hubo unos días en que Claire se preguntó si podrían seguir<br />

adelante. Era la única vez en que ella había dudado del amor del uno por el otro. Pero lo<br />

habían superado. Claire se había disculpado por gritarle que era el hombre más egoísta del<br />

planeta y que lo único que le importaba era la maldita gente pero no las personas que tenía<br />

más cerca. Bill se había disculpado por dejar que las cosas llegaran a ese punto, porque había<br />

dado por hecho que ella le querría por encima de todo.


—Te quiero por encima de todo —le había dicho ella aquella no che, cuando se acostaron.<br />

—No deberías hacerlo —le contestó él.<br />

Desde aquel día se asoció con otro médico para atender las urgencias.<br />

—¿Claire? —La voz de Eavan irrumpió en sus pensamientos.<br />

—Nos disculpábamos el uno con el otro —dijo Claire—. Cada vez que algo iba mal, el uno o<br />

el otro decía lo siento.<br />

—¿Aunque no lo sintierais?<br />

—Imagino que eso no importaba. Lo que contaba era hacer el esfuerzo.<br />

—Tengo la sensación de que soy la que hace la mayor parte de los esfuerzos —comentó<br />

Eavan vaciando su segunda copa de vino—.<br />

Y todavía no estoy segura de que merezca la pena.<br />

Claire observó a su amiga con ojos llenos de preocupación.<br />

—Oh, mira —dijo Eavan de repente con fingida excitación—. Tu jardinero cañón está aquí.<br />

—¿Qué demonios creéis que estáis haciendo? —Con Shanahan miró enfadado a Georgia y<br />

a Steve, mientras la chica se bajaba su minúscula falda a toda velocidad y se recolocaba el<br />

top. Nunca se había sentido tan avergonzada en toda su vida. Que su abuelo la hubiera pillado<br />

abrazándose apasionadamente con un chico ya la mortificaba, pero tenía el terrible<br />

presentimiento de que él creía que estaba pasando algo más que eso. Se aclaró la garganta y<br />

se mordió el labio.<br />

—Éste es Steve —dijo ella—. Steve, éste es mi abuelo.<br />

—Encantado de conocerle —saludó el chico mientras se ponía de pie.<br />

Georgia se rió. No pudo evitarlo. Steve sonaba tan serio y tan maduro, y no estaba<br />

intimidado en absoluto por la figura enfurecida que le sacaba varias cabezas.<br />

—No veo qué motivos tienes para reírte —la riñó Con furioso—, ¡comportándote como una<br />

cualquiera!<br />

En ese instante, Georgia sintió cómo se le llenaban los ojos de lágrimas. Sintió una oleada<br />

de calor, luego de frío, mientras su abuelo irradiaba furia.<br />

—No se estaba comportando como una cualquiera en absoluto —contestó Steve indignado<br />

—. Sólo nos estábamos besando.<br />

—¡Tenías las manos por todo el cuerpo de mi nieta! ¡En su casa!<br />

—Abuelo, por favor. —Georgia lo miró suplicante—. No montes un número.<br />

—¿Yo? —Con resopló—. Yo no estoy montando nada. Eres tú. Tú sí que estabas<br />

montando más que un número. No sé lo que tendrá que decir tu madre sobre esto.<br />

—Oh, abuelo.<br />

—Mire, señor... Shanahan, ¿verdad? —La voz de Steve era serena—. Conozco bien a<br />

Georgia. Somos buenos amigos. Me preocupo por ella. —Estiró la mano y agarró la de<br />

Georgia, apretándosela precisamente donde en su día había estado su meñique—. Yo no<br />

haría nada malo con ella.<br />

—¿Acaso no crees que rodar bajo un seto esté mal? —preguntó Con.


—Tal vez con toda esa gente alrededor sí —reconoció Steve.<br />

Los dos se miraron, Steve joven y desafiante, Con mayor y enfadado. Georgia se sentía<br />

latir el corazón en la garganta. Se preguntó si vomitaría.<br />

—Tendré que hablar con tu madre, jovencita. —La furia había desaparecido de la voz de<br />

Con.<br />

—No lo había visto en siglos —explicó Georgia—. Nos conocimos en Galway. Nos<br />

estábamos poniendo al día.<br />

—¡Espero que no hicierais estas cosas en Galway!<br />

—Por supuesto que no. —Georgia se mordió el labio—. Abuelo, tú sabes cómo es ser<br />

joven. Lo que quiero decir, abuelo, es que tú y la abuela... y ahora Lacey y tú... —Su voz se<br />

apagó.<br />

—Nosotros somos adultos —dijo Con.<br />

—Sí, pero me apuesto lo que sea a que os besáis. —La voz de Georgia era desafiante.<br />

De repente, Con se echó a reír.<br />

—Sí, lo hacemos.<br />

—¿Lo ves? —dijo Georgia.<br />

—Pero tú tienes catorce años —replicó Con—. Y la verdad, no creo que...<br />

—Sólo nos estábamos besando —repitió Steve.<br />

—Vale, vale. —Con negó con la cabeza—. Os habéis besado. Ahora volved a la barbacoa<br />

conmigo. Georgia, quiero presentarte a Lacey. Se muere de ganas de conocerte.<br />

—Claro, abuelo.<br />

Entonces, Con recibió un beso de Georgia, un suave beso en la mejilla antes de que se<br />

apresurara a volver al césped con él, con Steve siguiéndoles.<br />

—Hola, Claire. —Nate estaba de pie, en el patio, con un plato de comida lleno en la mano<br />

—. Es una fiesta fantástica. El jardín está precioso.<br />

—Realmente increíble —convino Sarah, que estaba a su lado. Le sonrió a Claire mientras<br />

pinchaba una salchicha del plato de Nate—. Hizo un buen trabajo, ¿verdad?<br />

—Sí —contestó Claire—, aunque el diseño es de mi marido.<br />

—Nate me lo contó —explicó Sarah—. Tenía buen ojo para los jardines.<br />

—Era su gran afición.<br />

—Falleció ¿no es así? —Los ojos azules de Sarah se mostraban comprensivos.<br />

—Así es —confirmó Claire brevemente—En un accidente. Cuando estábamos de<br />

vacaciones.<br />

Nate y Sarah intercambiaron una mirada.<br />

—Lo siento —dijo Sarah.<br />

—La vida sigue adelante. —Claire era consciente de que su tono de voz era artificialmente<br />

animado. Y de que nunca había hablado del accidente de una forma tan frívola. Sintió como si<br />

se fuera a desmayar. Todavía le gustaba Nate. Le gustaba de verdad. Incluso con su hermosa<br />

mujer al lado. Eso estaba realmente mal. No tendría que haberles invitado.


—Eh, Claire, ¡todavía no has probado mi comida! —le gritó Mike O’Malley desde detrás de<br />

la barbacoa—. Dentro de poco no quedará nada.<br />

Nunca en la vida le había apetecido menos comer, pero se volvió agradecida hacia él.<br />

—Tiene razón —les dijo a los Taylor—. Disculpadme, voy a por una hamburguesa.<br />

Alan Bellew consultó su reloj y después miró con cara de disculpa a Eileen.<br />

—Me tengo que ir —le dijo.<br />

—Lo sé —contestó ella—. La cena de aniversario. A la que no podías faltar.<br />

—La dan mi hermana melliza y su marido —explicó Alan—. Llevan cuarenta años juntos. No<br />

me hago a la idea, para ser sincero.<br />

—¿Por qué nunca te has casado? —preguntó Eileen—. Entendería que lo hubieses hecho y<br />

no hubiera funcionado, o tal vez que hubieses perdido a tu mujer... pero eres un hombre<br />

atractivo, Alan, me sorprende que te hayas librado.<br />

Él se echó a reír. Una risa generosa, de corazón. Eileen nunca le había oído reír de aquella<br />

manera.<br />

—Me rompieron el corazón —le contó—. Cuando tenía veintiún años. La chica a la que<br />

quería, con la que esperaba casarme, me dejó por otro.<br />

—¿Y eso te dejó marcado de por vida? —Eileen lo miró escéptica.<br />

—Decidí que había otras cosas en la vida —respondió.<br />

—En eso tienes razón.<br />

—Pero tal vez no son tan importantes como a veces creemos. —Él le sonrió—. Gracias por<br />

invitarme. Veo que tu hija está muy metida en una conversación y no quiero molestarla, pero<br />

dale las gracias de mi parte a ella también.<br />

—De nada —dijo Eileen—. Y gracias por lo de la casa otra vez.<br />

—Quizá podrías invitarme alguna vez a tu apartamento.<br />

—Quizá.<br />

—Me gustaría volver a verte —añadió él.<br />

Eileen notó cómo se ponía roja.<br />

—Eso me gustaría mucho —contestó.<br />

Él la besó en la mejilla y se marchó.<br />

—¡Me he puesto como un pimiento! —le susurró Georgia a Robyn después de haber<br />

saludado a Lacey y haberle dicho a su abuelo que esperaba que fueran muy felices juntos—.<br />

¡Mi abuelo se ha puesto como loco!<br />

—¿Qué estabais haciendo cuando os pillo?<br />

—Sólo nos estábamos besando —explicó Georgia como si nada.<br />

—¿Ha sido bonito?<br />

Georgia consideró la pregunta de Robyn mientras revivía el beso una y otra vez en su


cabeza.<br />

—Ha sido como besar a chicos distintos —meditó mientras Robyn la miraba interrogante—.<br />

Ha sido increíble. —Hizo una pausa, tratando de explicárselo a su amiga—. Increíble, pero no<br />

porque esté enamorada de él. Estaba enamorada de la idea que me había hecho de él, pero<br />

ahora que está aquí y que le he besado como es debido... es distinto. Es un amigo. Siempre<br />

será un amigo. Y supongo que besa bien, aunque al único chico al que he besado en la vida es<br />

al idiota de Jamesie O’Sullivan. Con Steve ha sido bonito, pero quizá es aún más espectacular<br />

si estás enamorada de verdad.<br />

—No te comprendo —dijo Robyn—. Todo el mundo sabe que estabas loca por él desde que<br />

volvimos de Galway.<br />

—No, no es cierto.<br />

—¡Venga! —rió Robyn—. Siempre estás hablando de él, bueno, eso si no le estás enviado<br />

mensajes.<br />

—¿Sí?<br />

—Sí.<br />

—Me gusta un montón —aceptó Georgia—. Y quiero volver a besarle, pero no es mi alma<br />

gemela.<br />

Claire sacó más cervezas del frigorífico y las llevó a las neveras portátiles del patio. La<br />

fiesta había adquirido vida propia, la gente deambulaba por el jardín y se mezclaba entre sí.<br />

Rosie y Celia estaban charlando con un par de chicas del club Smash and Grab, Paul y Petra<br />

seguían juntos, en ese momento compartiendo una botella de vino.<br />

Georgia y sus amigos, incluido un chico al que Claire no reconoció, pero que evidentemente<br />

estaba interesado en su hija (de tanto en tanto, cogía a Georgia de la mano) se habían<br />

sentado en círculo en el césped y estaban comiendo hamburguesas. Phydough se había unido<br />

a ellos, mirando con tristeza cómo desaparecía la comida.<br />

Con estaba hablando con su vecina de al lado. Eileen y sus amigas habían ocupado la mesa<br />

del patio. Joanna todavía seguía de cháchara con Frank Maddox. Lacey estaba descalza en el<br />

césped, charlando con Trinny Armstrong. Claire se dio cuenta de que Lacey y Trinny eran<br />

parecidas. Las dos eran mujeres fuertes y seguras de sí mismas, y ambas habían triunfado en<br />

los negocios. Pero a las dos se les daban mal los hombres. El pensamiento le vino a la mente<br />

de repente. Trinny no era consciente de lo bueno que era lo que tenía con Josh, siempre<br />

estaba buscando algo o alguien más, nunca estaba satisfecha. Y Lacey, bueno, Lacey había<br />

encontrado a su padre, pero después de relaciones desastrosas con los padres de sus hijos.<br />

Tal vez no se pudiera ser bueno en todo, pensó Claire, aunque era una idea poco edificante.<br />

Eavan Keating y Nate Taylor estaban de pie, el uno al lado del otro. Claire se preguntaba<br />

incómoda de qué hablarían. Nate le dijo algo a Eavan y ella sonrió levemente. Entonces él se<br />

alejó de Eavan y atravesó el jardín. Todavía no había señales de Glenn, que debería haber<br />

llegado ya. Claire sabía que Eavan estaba preocupada por él, porque veía la frente de su<br />

amiga, normalmente lisa, fruncida, y por la forma en que no dejaba de mirar la entrada. Contra<br />

toda esperanza, Claire deseaba que las cosas se arreglaran entre ellos. Eavan intentaba ser<br />

fuerte, Claire lo sabía, pero en realidad no lo era. Muchos años atrás, se sintió destrozada por<br />

la decisión de abortar, cosa que tuvo que hacer, aunque más adelante insistiera en que no


tenía sentido preguntarse cómo habría sido. Era imposible que hubiera tenido el bebé en<br />

aquella época. Había tomado la decisión correcta. Pero tratar de enterrarlo en su mente, tal<br />

vez no había sido lo mejor. Quizá debería habérselo contado antes a Glenn, entonces él no la<br />

habría puesto en el pedestal al que la había subido.<br />

«¿Por qué los hombres son tan estúpidos? —se preguntó Claire mientras cerraba las tapas<br />

de las neveras—. ¿Por qué no entienden mejor las cosas?»<br />

—Está yendo muy bien. —La voz de Nate la sacó de sus meditaciones.<br />

—Gracias. —¿Cómo se las arreglaba para acercarse siempre sigilosamente? Ella creía<br />

que, cuando se había alejado de Eavan, había ido a por algo de comer.<br />

—A este jardín le gusta la gente —le dijo—. Le gusta la vida.<br />

—En un momento dado, pensé en un jardín zen —le explicó ella—. Cuando me di cuenta de<br />

cuánta falta hacía que alguien cuidara éste. Pensé que quizá con arena blanca y unas cuantas<br />

piedras pudiera dar el pego.<br />

Él sonrió.<br />

—Demasiada arena y demasiadas piedras.<br />

—Quizá.<br />

—Y no habría sitio para que viniese gente.<br />

—En realidad yo no quería que viniese gente —confesó ella—. Ni siquiera hoy.<br />

—¿Por qué no?<br />

Claire no quería tener esa conversación con él. Las preguntas espontáneas. La sensación<br />

de que estar con él sería fácil. No quería. No podía soportarlo.<br />

—Lo siento —dijo abruptamente—. Tengo que ir a por más bebidas a la nevera.<br />

Sonrió brevemente y se alejó. Pero no fue a la nevera, sino que subió a su habitación.<br />

Abrió el cajón de la mesita de noche de Bill. Sacó un vídeo. No lo había visto en tres años.<br />

Y antes, sólo una vez.<br />

La televisión y el vídeo estaban en un mueble de la esquina de la habitación. Metió la cinta y<br />

apretó el play.<br />

Los cielos azules de Jamaica llenaron la pantalla. Después se oía un grito de Georgia y la<br />

cámara se dirigía a ella, que estaba de pie en el balcón de su habitación. Claire se dio cuenta<br />

de que era una Georgia mucho más pequeña. Una Georgia infantil y despreocupada que la<br />

saludaba con las manos intactas y hacía muecas a la cámara. Su cabello pelirrojo dorado le<br />

llegaba casi hasta la cintura. Claire había olvidado lo largo que había llegado a llevarlo.<br />

Entonces Bill enfocaba a Claire, aumentando el zoom sobre su rostro pálido y con ojeras. Ella<br />

le suplicaba que parara, que esperara a que tomara un poco de sol antes de grabarla.<br />

Las siguientes imágenes eran de la playa. Georgia y ella descansando en tumbonas al sol.<br />

Luego sentadas en sillas en la orilla, bebiendo cócteles exóticos. Las dos el mismo, recordó<br />

Claire. Sin alcohol, por el bebé. Se apretó los dedos contra el estómago y se mordió el labio<br />

hasta hacerse sangre.<br />

Entonces llegó la parte que recordaba con más claridad, la parte que había recordado una y<br />

otra vez a pesar de que sólo había visto una vez el vídeo. Había decidido apartarlo porque<br />

creía que revivir el pasado no la ayudaba, pero ahora necesitaba volver a verlo. Georgia había<br />

cogido la cámara aquella noche. Había grabado a Claire ya Bill en la pista de baile del hotel.<br />

Bailaban muy juntos. Se sonreían el uno al otro. Bill la miraba, bromeando, aunque no oía lo


que le estaba diciendo por la música y las conversaciones de la grabación.<br />

Esa noche, ella llevaba el vestido de seda color ocre y le había dicho a Bill, riendo, que no<br />

se acercara mucho porque podría reventarlo. Ella atribuía la tirantez del vestido al embarazo,<br />

no al hecho de que se hubiese pasado la semana comiendo todo lo que estaba a la vista.<br />

—Yo siempre te querré. —Claire lo veía pronunciando las palabras; lo sabía porque las<br />

cantaba al compás de la música. Entonces ella lo besaba. Oía la voz de Georgia murmurar<br />

«qué vergüenza, qué vergüenza»; a continuación, la cámara se apartaba de ellos y grababa<br />

escenas de la escultural cantante jamaicana.<br />

Paró el vídeo. No había más imágenes de Bill y ella juntos. Sólo ese trozo. El resto eran de<br />

ella o de Georgia.<br />

Se quedó sentada delante de la pantalla en negro durante un momento. Rebobinó la cinta<br />

hasta que la escena del baile volvió a aparecer.<br />

—Siempre te querré. —Apretó el botón de pausa y contempló el momento, congelado en el<br />

tiempo, ajena al sonido de las risas en el jardín que entraban por la ventana abierta.


CAPÍTULO 35<br />

Prunella (Bruneta): flores malvas, rosas o blancas. Regar<br />

en climas secos.<br />

CUANDO CLAIRE FINALMENTE BAJÓ otra vez, se encontró a Lacey Dillon en la cocina,<br />

sentada en la vieja mecedora. Claire la miró sorprendida.<br />

—Lo siento —dijo Lacey—, pero tenía que sentarme. Los pies me están matando. —Miró<br />

con pesar los zapatos de tacón que estaban a su lado—. Tengo los talones en carne viva.<br />

Claire sacó el botiquín y le dio a Lacey un par de tiritas para las ampollas.<br />

—Siempre tengo un montón—le explicó—. Normalmente llevo deportivas, así que, cada vez<br />

que me pongo zapatos como Dios manda, me salen ampollas.<br />

—Gracias. —Lacey retiró los papeles y se pegó las tiritas a los talones—. Seguro que<br />

creías que nos volvemos más sensatas con la edad.<br />

—Oh, no sé —Claire echó un vistazo por la ventana hacia Paul y Petra, sentados tan cerca<br />

en el banco de madera, que Petra prácticamente estaba en el regazo de Paul. Mientras ella<br />

los observaba, se besaron.<br />

Después de todo, parece que Paul no me va a necesitar como plan B, pensó divertida. De<br />

repente sintió una punzada de envidia por Paul y por el hecho de que finalmente hubiese<br />

superado su pena. Durante una milésima de segundo se preguntó qué hubiera pasado si ella le<br />

hubiera devuelto el beso que él le había dado en el bar, con la pasión que Petra estaba<br />

poniendo en ese momento. Negó con la cabeza, sorprendida de que se le hubiera ocurrido algo<br />

así.<br />

—Será mejor que busque a tu padre —dijo Lacey poniéndose de pie.<br />

—Me alegro mucho por vosotros —soltó Claire de sopetón, y Lacey abrió los ojos<br />

sorprendida.<br />

—De verdad —añadió Claire—. Sé que no estuve precisamente cordial durante la comida,<br />

pero imagino que todavía estaba bajo el impacto de todo el asunto. Encontrar a alguien que te<br />

quiere y a quien quieres es bueno. Así que me alegro por vosotros.<br />

—¿No estás enfadada por tu madre?<br />

Claire sonrió lentamente.<br />

—Creo que me inclino a pensar que mi madre está saliendo adelante.<br />

—¿Con el hombre del traje?<br />

Claire asintió con la cabeza.<br />

—A Con le ha sorprendido bastante —dijo Lacey con ironía—. Ha estado haciendo<br />

comentarios sobre él toda la tarde. Le ha preguntado todo tipo de cosas excepto si sus<br />

intenciones eran honradas.<br />

—¡Estás de broma! —Claire se rió.<br />

Lacey también se rió.<br />

—Supongo que siempre cuidará de tu madre —le explicó a Claire—, pero me quiere. Lo sé.


Y yo también lo quiero. Y Claire, adoro a tu hija —añadió—, es muy dulce e increíblemente<br />

guapa.<br />

—Hoy está fantástica —convino Claire—. Y estoy aterrorizada, porque nunca me había<br />

dado cuenta de lo impactante que puede ser. Además, hay un chico al que no conozco que no<br />

deja de cogerla de la mano...<br />

—Steve —la informó Lacey, y le dio los detalles del encuentro de Con con ellos.<br />

—¡Oh, demonios! —La voz de Claire estaba llena de preocupación.<br />

—Yo no me preocuparía —le aconsejó Lacey—. Georgia le ha contado a Con más tarde<br />

que él era absolutamente maravilloso y que le gustaba mucho, pero que no era su alma<br />

gemela.<br />

Claire se mordió el labio al oír la expresión. Georgia no debería estar buscando almas<br />

gemelas. No a los catorce años. Si su hija estaba buscando a míster perfecto tan pronto, su<br />

vida sería un infierno de decepciones. Tenía que haber algún consejo que Claire pudiera darle,<br />

algo inteligente y profundo que decirle respecto a diferenciar cuándo era el momento adecuado<br />

para divertirse y cuándo había llegado la hora de enamorarse.<br />

En ese momento, Georgia, con un capullo de rosa a medio abrir del rosal rojo prendido en el<br />

pelo, entró en la cocina y sugirió que encendieran las antorchas del jardín, ofreciéndose a<br />

hacerlo ella misma si Claire quería.<br />

—Ten cuidado —le advirtió su madre, y Georgia le devolvió una mirada condescendiente.<br />

Lacey sonrió.<br />

—Exactamente igual que Solange —dijo, y comenzó a hablar de su hija, pero Claire sólo la<br />

escuchaba a medias. Claire sabía que las historias no eran importantes. Lo que era importante<br />

era cómo Lacey hablaba de Solange. Con el mismo orgullo con que Claire hablaba de Georgia.<br />

Eavan, que miró con ansiedad desde el otro lado de la puerta, cortó la conversación con su<br />

presencia.<br />

—Oh, perdonad —dijo al verlas—. No pretendía interrumpir.<br />

—No interrumpes. —Claire sacó una botella de vino de la nevera—. ¿Quieres una copa?<br />

Eavan negó con la cabeza.<br />

—Tengo que conducir —dijo ella—. Ya he superado mi límite. Claro que tampoco esperaba<br />

tener que conducir. Normalmente lo hace Glenn, pero todavía no ha llegado.<br />

—Estoy segura de que... —Claire vaciló. No podía estar segura de nada. Si Eavan había<br />

dejado a Glenn donde le había dicho antes, ya tendría que haber llegado. De hecho,<br />

prácticamente había tenido tiempo para llegar andando desde Hawth.<br />

—No sé qué hacer. —La voz de Eavan era muy triste—. Oh, odio a esos malditos<br />

bastardos de Trontec.<br />

—¿Trontec? ¿Trontec, la empresa de telecomunicaciones? —Lacey la miró con curiosidad.<br />

—Sí —gimió Eavan—. Mi marido trabajaba allí, pero lo despidieron.<br />

—Antes llevaba su cuenta, pero lo dejé —dijo Lacey— Mucha de la gente que coloqué allí<br />

se fue. Al parecer era un entorno laboral muy difícil.<br />

—¿En serio? —Una expresión de esperanza cruzó la cara de Eavan—. ¿No era un buen<br />

lugar para trabajar? ¿Es mejor que esté fuera?<br />

Lacey asintió.


—Objetivos imposibles, directivos incompetentes —amplió Lacey.<br />

—Quizá Lacey sepa de algo que sea apropiado para Glenn. —Claire miró indecisa a Eavan<br />

y a Lacey.<br />

—Estoy segura de que Glenn ya te ha enviado su currículum —comentó Eavan abatida—.<br />

Lo ha enviado prácticamente a todas partes.<br />

—Lo comprobaré —dijo Lacey—. Si no lo ha enviado, entonces pídele que lo haga.<br />

Trabajamos mucho en el sector, pero no somos de las primeras empresas que le vienen a la<br />

gente a la cabeza.<br />

—Glenn Keating. —Eavan le dio su nombre, y también su dirección.<br />

—Lo comprobaré —le aseguró Lacey—. Ahora, será mejor que vuelva con Con. —Se calzó<br />

los zapatos e hizo una mueca de dolor—. Las tiritas ayudan —dijo—, pero algún día recordaré<br />

que tengo que llevar zapatos planos.<br />

Volvió al jardín mientras Claire intentaba convencer a Eavan de que tener a Lacey de su<br />

lado era positivo, y que sólo sería cuestión de tiempo que saliera algo.<br />

—Tal vez tengas razón. —Eavan suspiró profundamente—. Mira, ¿te importa si me voy a<br />

casa? No puedo llegar tarde porque Candida tiene que irse. Si Glenn aparece... —Eavan tragó<br />

saliva—. No lo hará. Pero si lo hace, dile que lo veré en casa.<br />

Claire asintió y acompañó a su amiga a la puerta. Deseaba poder hacer algo por ella, pero<br />

no sabía cómo ayudarla. Seguir diciéndole que todo saldría bien era peor. ¿Cómo demonios<br />

podía decir nadie si algo saldría bien o no?, pero la idea de que Glenn y Eavan, que habían<br />

sido tan felices juntos, pudieran perderlo todo, era sencillamente terrible.<br />

Volvió al jardín. Las llamas de las antorchas iluminaban el crepúsculo y las luces que<br />

Georgia había colgado en el árbol brillaban con todos los colores del arcoíris. Las luces que<br />

había puesto Nate en la rocalla eran verdes y blancas. El aroma a carne y carbón flotaba en el<br />

ambiente, pero era agradable, olía a aire libre. Phydough estaba tumbado en el patio,<br />

meneando la cola suavemente, satisfecho porque, al final, los amigos de Georgia se habían<br />

compadecido de él y le habían dado un plato de salchichas. Estos estaban sentados bajo el<br />

manzano. Por lo que Claire podía ver, parecían muy contentos. Georgia era el centro del grupo<br />

y hablaba animadamente, mientras bebía una botella de agua.<br />

—Es todavía más bonito por la noche —comentó Sarah Taylor, que estaba a su lado.<br />

—Sí —convino Claire incómoda. No quería hablar con Sarah. No había forma de que<br />

supiera que Claire había estado fantaseando con su marido, pero ella se sentía como si Sarah<br />

pudiera averiguarlo si estaban juntas el tiempo suficiente.<br />

—Nate ha disfrutado mucho trabajando aquí —prosiguió Sarah—. No le había visto tan<br />

entusiasmado con un trabajo desde hacía años.<br />

—Ha trabajado duro.<br />

—Se iba silbando por las mañanas. —Sarah sonrió a Claire en la penumbra—. No lo había<br />

oído silbar desde antes de Felicity.<br />

Claire se puso tensa.<br />

—Ella le rompió el corazón, ¿sabes? —le contó Sarah—. Él solía ser un tipo increíble, tan<br />

extrovertido y entusiasta. Entonces se casó con ella y, bang, todo fue horriblemente mal.<br />

—¿Lo conocías antes de su primer matrimonio?<br />

—Naturalmente —respondió Sarah—. Lo conozco desde que era pequeña. Somos primos.


En realidad, no cercanos. Creo que el término es primos segundos, pero nuestras familias<br />

estaban bastante unidas, así que lo conozco desde siempre. Lo idolatraba a la distancia, claro,<br />

él era mucho más mayor y guay que yo. Los demás se reían de mí por la forma en que lo<br />

miraba. Yo solía decir que era mi alma gemela.<br />

Claire se preguntó si su cuerpo se podría tensar más, mientras se imaginaba una versión en<br />

miniatura igualmente hermosa de Sarah persiguiendo a un Nate más joven por todas partes.<br />

—Le dije a todo el mundo que un día me casaría con él —siguió contando Sarah—. Durante<br />

siglos lo creí así. Y entonces se fue a Estados Unidos y conoció a Felicity.<br />

—Me la mencionó una vez —dejó caer Claire de forma casual.<br />

—Supongo que no te dijo qué tipo de zorra es —dijo Sarah, y Claire no pudo evitar<br />

percatarse de la amargura de su voz.<br />

—¿Zorra?<br />

—Es la versión original de Supergirl, y está encantada de serlo. Alta, delgada, rubia, natural<br />

por supuesto, chic, con estilo... todas las cosas que Nate no es. Él es sensato y tranquilo,<br />

aunque se apasione tanto con sus jardines, pero ella siempre estaba por ahí, haciendo<br />

contactos, ya sabes de qué tipo de persona te hablo. Nunca jamás hubiera imaginado que él<br />

se enamoraría de alguien así, pero ella lo hipnotizó. Remodeló el jardín del bufete del que ella<br />

era socia. La conoció cuando ella se tomó un descanso para fumar. A Nate le parece bien que<br />

la gente fume, pero en cualquier caso fue amor, lujuria, o lo que quieras, a primera vista. Se<br />

casaron. A veces me pregunto cómo pudo ser tan estúpido como para casarse con ella. Él no<br />

quería convertirse en un diseñador de jardines de moda y montar numeritos ñoños para sus<br />

amigos de Seattle o Los Ángeles, pero ella quería convertirlo en una especie de jardinero<br />

célebre. Felicity decía que sus diseños eran increíbles y que su aspecto era cool. Tenía<br />

mercado, solía decirle. Cuando él le dijo que estaba loca, ella lo acusó de falta de ambición y<br />

falta de voluntad para sobrevivir a las necesidades de su familia. Así que cedió e hizo ese<br />

estúpido DVD sobre cómo cuidar jardines, y vendió muchísimo. Como si la gente de Los<br />

Ángeles fuera a hacerse sus propios jardines. Pero rechazó seguir por ese camino, y discutían<br />

por eso sin cesar, así que ella se divorció.<br />

—No es muy agradable —comentó Claire.<br />

—Él entonces todavía la quería —prosiguió Sarah—. Me contó que ella se estaba<br />

esforzando al máximo por ellos como familia. Él es un estúpido blandengue, así que permitió<br />

que ella se quedara hasta el último centavo, cada centavo que él había ganado trabajando<br />

duro, porque odiaba lo del vídeo y era lo único de lo que había obtenido una cantidad<br />

respetable. En realidad, ella no necesitaba el dinero, siendo como era una abogada<br />

chupasangre, pero por supuesto, había que tener en cuenta a su hija Hoshi. Felicity hacía<br />

todas las peticiones en nombre de Hoshi. Se hizo pasar por una madre abnegada, que criaba<br />

sola a su hija. A decir verdad, y si me lo preguntas a mí, ensuciando el nombre de todas las<br />

madres solteras.<br />

—¡Tiene una hija! —Claire estaba impresionada.<br />

Sarah asintió.<br />

—Ahora tiene dieciséis años. Es increíblemente buena, aunque él apenas tiene ocasión de<br />

verla, porque viven en Estados Unidos. Él quería la custodia. Prácticamente la había criado él,<br />

por supuesto, porque Felicity siempre estaba en convenciones o cualquier otra cosa. Aunque<br />

pedirla provocó la carcajada histérica de todo el mundo. No tenía ninguna oportunidad. ¿Cómo


hubiera podido tenerla? Felicity se inventó que era un marido agresivo y un mal padre, aunque<br />

todo el mundo sabía que no era cierto. Al final, Nate no pudo soportarlo más y volvió a casa.<br />

Sigue en contacto con Hoshi, aunque cuando era más pequeña no podía hablar con él. Pero<br />

las cosas han cambiado en los últimos años y ahora sí tienen contacto. Sin embargo,<br />

últimamente ha pasado una mala época, porque Hoshi también quiere ser jardinera. Tiene un<br />

proyecto para construir jardines en el interior de las ciudades para niños con pocos recursos y,<br />

como te puedes imaginar, Felicity opina que eso es un verdadero desperdicio de su talento...<br />

Al parecer tiene un cociente intelectual altísimo y Felicity quiere que Hoshi estudie derecho.<br />

Llama a Nate en mitad de la noche para convencerle de que «hable con ella», algo que, natural<br />

mente, él no hace. Espera llegar a un acuerdo para que Hoshi se pueda tomar un año libre<br />

para hacer lo que quiera antes de tomar una decisión final. Así que tal vez todo se resuelva.<br />

—Suena terrible.<br />

—Bueno, estresante, supongo —convino Sarah—. Porque él quiere lo mejor para Hoshi,<br />

aunque le preocupa un poco que ella quiera hacer jardinería sólo para molestar a Felicity.<br />

Además, resulta muy duro por lo lejos que lo tiene. ¡Pobre Nate! Es demasiado intenso para su<br />

propio bien, aunque en el fondo sea fácil de manejar. Se quedó destrozado después del<br />

divorcio.<br />

—Supongo que todo el mundo se queda destrozado cuando las cosas salen mal —dijo<br />

Claire.<br />

—Así que vino a mí. —Sarah dirigió la mirada al jardín, donde Nate y Mike charlaban<br />

animadamente.<br />

Claire no dijo nada.<br />

—Y me casé con él. Como dije que haría.<br />

Nate y Mike se estaban riendo. Mike pasó el brazo por el hombro de Nate y los dos<br />

caminaron hasta una de las neveras y cogieron un par de latas de cerveza. Claire observó<br />

cómo Nate abría la suya y se la llevaba a la boca, echando la cabeza hacia atrás. Aquella<br />

noche tenía aún mejor aspecto que habitualmente, con su camisa vaquera azul y unos<br />

pantalones color arena. Parecía relajado e informal. ¿Y por qué no habría de estarlo?, se<br />

preguntó a sí misma. Había tenido una relación complicada, pero había acabado recuperando<br />

su amor de la infancia.<br />

—Claro que aquello fue un gran error.<br />

Las palabras de Sarah tardaron un rato en penetrar en la mente de Claire. Cuando ésta se<br />

dio cuenta de lo que acababa de decir la otra mujer, se volvió hacia ella y frunció el cejo.<br />

—¿Un error?<br />

—¡Venga! —Sarah sonó impaciente—. Él era mi héroe. Nunca tienes que casarte con tus<br />

héroes. Hay que mantener el sueño, es lo que yo digo.<br />

—Entonces... ¿las cosas no os van bien? —Claire no sabía por qué, pero sentía un<br />

espasmo de terror en la boca del estómago.<br />

—Nunca nos fueron bien —reconoció Sarah con resignación—. Es raro, ¿sabes? Antes de<br />

casarnos, Nate y yo nos acostábamos y no había ningún problema, pero en cuanto tuvimos los<br />

anillos en los dedos... bueno, fue como estar durmiendo con mi propio hermano. No sé por qué<br />

sucedió, pero fue así. Y a él también le pasó. Fue horrible.<br />

—Pero... pero os lleváis bien. —Claire estaba sorprendida por la intimidad de las<br />

confidencias de Sarah.


—Oh, claro —contestó ella—. Somos muy buenos amigos. Lo somos de verdad —esbozó<br />

una leve sonrisa—. Pero desde luego no somos almas gemelas. Aun así todavía mantenemos<br />

buena amistad.<br />

—¿Y qué vais a hacer? ¿Crees que cambiarán las cosas entre vosotros?<br />

—Espero que no —dijo Sarah—. Trabajar con él es fácil, y el divorcio no tiene nada que ver<br />

con el negocio —sonrió—. De hecho, supongo que la tienda fue el regalo que Nate me hizo al<br />

divorciarnos. Quería tener mi propia floristería; estudié horticultura, supongo que llevamos lo<br />

de las plantas en la sangre, y Nate estuvo de acuerdo en asociarse conmigo para la parte de<br />

jardinería. Nos funciona bastante bien.<br />

—¡Estáis divorciados! —La voz de Claire fue casi un grito.<br />

—Claro que sí. —Sarah la miró asombrada—. No creerías que todavía estábamos<br />

casados, ¿verdad?<br />

—Yo... llevas un anillo. Corréis juntos. Un día os vi abrazándoos en la tienda. Yo di por<br />

sentado...<br />

Sarah echó un vistazo a su mano izquierda.<br />

—Supongo que debería dejar de llevarlo —comentó—, pero es un buen mecanismo de<br />

defensa. Todavía no estoy preparada para que se me acerquen los hombres. Por raro que<br />

parezca, soy mucho más feliz trabajando con Nate que viviendo con él. Y ahora mismo, sólo<br />

quiero trabajar. Un día de éstos llegará el hombre adecuado.<br />

Claire asintió con la cabeza, enmudecida.<br />

—¿Él no te lo había contado? —Sarah parecía sorprendida.<br />

Claire negó con la cabeza.<br />

—No sé por qué no te lo ha dicho —dijo Sarah y frunció el cejo—. Creí... la verdad, que<br />

pensé... bueno... él silbaba, ¿sabes?<br />

—¿Eh?<br />

—Como te he dicho antes, no le había oído silbar desde hace años. Ni siquiera cuando<br />

estaba conmigo, aunque en aquella época no me importaba. Pero cuando empezó a silbar otra<br />

vez...<br />

—No sé por qué tendría que significar nada que silbara antes de venir a trabajar aquí —se<br />

extrañó Claire.<br />

—Silbar es lo que hace cuando está contento —le aclaró Sarah.<br />

—Yo... yo... pero no tiene nada que ver conmigo —dijo Claire.<br />

—Claro que sí —la contradijo Sarah—. Él venía aquí, contigo, y aunque todo el asunto de<br />

Hoshi lo está volviendo loco y aunque Felicity lo pone muy nervioso, seguía silbando. Estaba<br />

contento, y hacía años que no estaba contento.<br />

—Sarah, esto es ridículo.<br />

—¿Tú crees que podrías darle una oportunidad?<br />

—¿Una oportunidad de qué?<br />

—Se quedó hecho polvo cuando se enteró de que habías salido con Oliver Ramsey —le<br />

explicó Sarah—. Me lo contó. Me dijo que Oliver estaba totalmente equivocado contigo, y que<br />

te estaba invitando con falsas intenciones; aunque no importaba, porque tú le encantarías de<br />

todas formas.


—¿Cómo?<br />

—Eso es lo que él dijo. Y yo le pregunté si no le gustabas un poco, y en lugar de enfadarse,<br />

sólo sonrió. Con complicidad.<br />

—Sarah, estás malinterpretándolo todo. Estoy segura de que Nate no siente ningún interés<br />

por mí. Todo esto es una insensatez. —Claire sentía que el corazón le latía a mil por hora.<br />

Nate y Sarah no estaban casados. No tenía que sentirse culpable por sus fantasías. De hecho,<br />

si quisiera, podría salir con él. Sarah prácticamente estaba empujándola a hacerlo. Él era un<br />

hombre perfectamente disponible.<br />

Una ráfaga de frío la envolvió. ¿Salir con él? Si todo lo que Sarah estaba diciendo era<br />

cierto, si él quería salir con ella, sería una cita de verdad. No una cita por Georgia. Ni una cita<br />

con un viejo amigo, como Paul. Tampoco una cita porque un tipo quería que le ayudara en su<br />

carrera. Ni porque otra persona quería añadirla a su lista de gente con la que se había<br />

acostado (al menos, no lo creía). Si salía con Nate, sencillamente sería porque los dos querían<br />

estar juntos.<br />

Las fantasías habían sido una diversión mezclada con culpabilidad. Pero la realidad, incluso<br />

una realidad no dominada por la culpabilidad, no era algo que pudiera afrontar en ese<br />

momento. Asombrada, se dio cuenta de que le había parecido bien salir con Paul, Oliver y<br />

Gary porque realmente no le importaban. Pero con Nate... tenía la horrible sensación de que él<br />

sí podía importarle. Y no quería. Porque en algún momento podía ir mal. Y no era capaz de<br />

soportar el pensamiento de volver a enamorarse de alguien y perderlo otra vez. Dolía<br />

demasiado.<br />

—Nate me cae bien —dijo finalmente—. Y siento mucho que haya pasado por cosas tan<br />

duras. Pero no podría salir con él.<br />

Se alejó de Sarah, dándole la espalda a la barbacoa que, en esos momentos, ya se estaba<br />

enfriando. Estuvo a punto de chocar con Glenn Keating, que venía en dirección contraria.<br />

—¿Dónde está Eavan? —preguntó.<br />

Claire frunció el cejo. La forma brusca en que se le había dirigido era tan impropia de él,<br />

que al instante comprendió por qué Eavan estaba tan preocupada. El propio Glenn parecía<br />

desorientado.<br />

—Mierda —masculló en voz baja mientras trataba de reordenar sus pensamientos<br />

revolucionados. Eavan tenía razón. Todo les estaba saliendo mal.<br />

—Se ha ido a casa —dijo ella—. Pensó que no vendrías.<br />

—Ella ya no confía en mí para nada. —Las palabras de Glenn eran amargas—. Ya no le<br />

sirvo para nada. Soy el hombre sin trabajo.<br />

—Oh, por el amor de Dios, Glenn. —No pudo evitar contestarle con brusquedad, aunque su<br />

intención era ser comprensiva—. Vuelve al mundo real, ¿quieres? La gente se queda sin<br />

trabajo todo el rato. Así son las cosas. No eres un inútil. Tú sabes que no lo eres y sabes que<br />

Eavan tampoco lo piensa.<br />

—Todos sois iguales —dijo Glenn enfadado—. Lo decís, pero no lo creéis.<br />

—Yo nunca digo cosas por decirlas —exclamó Claire—. Eavan se ha ido a casa porque se<br />

estaba haciendo tarde y no quería que Candida se tuviera que quedar más tiempo. Eso es<br />

todo.<br />

Glenn suspiró profundamente.


—La estoy perdiendo.<br />

—Si sigues comportándote así, sí, la perderás —convino Claire—. Es difícil para los dos. —<br />

Se mordió el labio—. Ayer te contó algo que fue muy duro para ella, y tú lo único que hiciste<br />

fue darle la espalda.<br />

—Tú lo sabías —le espetó Glenn con frialdad—. Tú lo sabías, pero nunca dijiste nada. Dios<br />

sabrá qué más me habrá ocultado.<br />

—Nada —contestó Claire—. Sabes perfectamente que no te oculta nada. Pero ahora cree<br />

que la desprecias.<br />

—¡Es ella la que me desprecia a mí!<br />

—Eso no es cierto.<br />

—Pues debería.<br />

—Si te desprecias a ti mismo entonces quizá ella no pueda evitar hacer lo mismo —replicó<br />

Claire—. Antes estaba muy triste, pero me ha dicho que todavía te quería. —Claire no añadió<br />

que Eavan también le había dicho que no estaba segura de si lo seguía queriendo lo suficiente.<br />

Glenn se quedó de pie delante de ella, en silencio. Claire estaba impresionada por lo<br />

pequeño que parecía a pesar de que era un hombre alto. Parecía haberse replegado en sí<br />

mismo, tenía los hombros encogidos y las manos hundidas en los bolsillos, de forma que<br />

resultaba imposible ver la anchura de su pecho.<br />

—Glenn... —vaciló, insegura de cómo preguntárselo, pero entonces lo soltó de golpe—.<br />

¿Estás bebiendo otra vez?<br />

Él la miró fijamente, apretando la mandíbula enfadado.<br />

—¿Por qué todo el mundo piensa eso? —preguntó—. Eavan igual. Es lo único que le<br />

importa. Lo único que le importa a todo el mundo, preocuparse por si estaré bebiendo otra vez.<br />

—Eso no es cierto —replicó Claire—. Nos preocupamos por ti. No porque bebas.<br />

—Sí, claro. —Glenn volvió a encoger los hombros y se alejó de ella.<br />

—¿Adónde vas? —gritó Claire.<br />

Pero Glenn no le contestó.<br />

Claire llamó a Eavan por teléfono para decirle que Glenn había aparecido, pero que se<br />

había vuelto a marchar. Su amiga también le preguntó si había bebido. Súbitamente Claire<br />

comprendió qué era lo que le molestaba tanto a Glenn de ese asunto. Parecía que el beber<br />

fuese el rasgo que lo definía, lo único por lo que se preocupaba la gente. Intentó hacérselo<br />

entender a Eavan, pero ella no dejaba de repetir que esperaba que no estuviera bebiendo, y<br />

que si estaba haciéndolo, no sabía si sería capaz de afrontarlo. Después de colgar, Claire se<br />

quedó en el pasillo, con el teléfono en la mano, insegura sobre qué hacer a continuación.<br />

Todavía seguía allí, perdida en sus pensamientos, cuando Nate Taylor entró.<br />

—Disculpa —dijo él—, estaba buscando el lavabo.<br />

—Ya sabes dónde está. —Se lo indicó con la mano vagamente, sin fijarse en él por una vez.<br />

Se apoyó contra la pared y se preguntó cómo demonios podía hacer para ayudar a Glenn y a<br />

Eavan, a la vez que era consciente de que era algo que no tenía nada que ver con ella, que se<br />

trataba de un problema de ellos. Pero cuando la gente que te importa tiene problemas, pensó


con tristeza, se los quiere ayudar. Era un deseo irrealizable. No estaba segura de que hubiese<br />

nada que pudiera hacer por los Keating, excepto esperar que fueran capaces de ayudarse el<br />

uno al otro.<br />

—¿Sigues aquí? —preguntó Nate al volver del baño. ¿Va todo bien?<br />

Nate no se parecía en nada a Bill. Era más alto, más ancho de espaldas, más oscuro... y<br />

aquellos ojos, uno azul y el otro verde, se guían siendo lo más inusual que había visto en su<br />

vida. Tampoco parecía tan abierto como Bill, aunque había algo fuerte y confiable en él. Tal<br />

vez era ilusión de fuerza y protección lo que ella encontraba tan atractivo. Quizá la idea de que<br />

él era alguien que podría cuidar de ella.<br />

Aunque al parecer, no se las había arreglado demasiado bien para cuidar a sus dos<br />

mujeres, a pesar de que no hubiera sido culpa suya. Nate le había dicho la verdad aquel día<br />

que le comentó que no se le daban bien las mujeres. Así que ¿por qué iba a ser distinto con<br />

ella? Podría amarla y dejarla, y entonces volvería a estar sola. Qué sentido tenía entonces.<br />

—¿Estás bien? —preguntó él de nuevo. Su voz era más suave de lo que la recordaba<br />

cuando trabajaba en el jardín.<br />

—Claro —contestó ella.<br />

—Pareces un poco triste.<br />

Claire negó con la cabeza.<br />

—Estaba pensando en problemas de otras personas —le contó—, pero ya está.<br />

—La gente está bailando en el jardín —le dijo él—. Alguien ha puesto el CD de Norah<br />

Jones. Ahí fuera se está muy bien, con la luz de las antorchas, bajo las estrellas. ¿Quieres<br />

bailar?<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—Soy un caso perdido.<br />

—Georgia dice que bailas bien.<br />

—¿Eso dice?<br />

—He bailado con ella —dijo Nate—. Me ha dicho que sería bueno para su popularidad, pero<br />

personalmente yo creo que era para poner celoso a su novio. Aunque tampoco hay muchas<br />

posibilidades de que eso pase con un vejestorio como yo, pero...<br />

Él sonrió.<br />

En eso también era diferente de Bill. La sonrisa de su marido era amplia y generosa. La de<br />

Nate fácil y relajada. Lo que era extraño, meditó, porque en realidad él no era fácil ni relajado.<br />

Recordó su primer encuentro. Entonces lo encontró desagradable y odioso. Debía intentar<br />

recordar eso. Probablemente había sido desagradable y odioso con Felicity. Ella no podía ser<br />

tan zorra. Y quizá también había sido horrible con Sarah en algún momento.<br />

—Creía que Sarah y tú todavía estabais casados. —Las palabras habían salido de su boca<br />

antes de que pudiera detenerlas—. Ella no entiende por qué no me habías contado que no lo<br />

estabais.<br />

—No surgió la oportunidad —respondió él—. No teníamos ese tipo de conversaciones en el<br />

jardín.<br />

—Estabais enamorados desde la infancia.<br />

Nate negó con la cabeza.


—Ella solía seguirme a todas partes. Una especie de idolatría que en esa época me<br />

resultaba irritante. Pero entonces, después de que rompí con Felicity, que sin duda no me<br />

idolatraba, necesitaba un poco de atención del tipo que podía sentir una persona que creía que<br />

yo era como el sol.<br />

—Tienes una hija —dijo Claire.<br />

—Hoshi. —Nate sacó su cartera del bolsillo de detrás de sus pantalones y cogió una<br />

fotografía. Se la dio a Claire. La chica de la foto estaba sentada en una roca, mirando a la<br />

cámara. Nadie podría negar que era hija de Nate. Su rostro era fuerte, como el de él, y había<br />

un matiz de desafío en sus ojos, medio escondidos por un largo mechón de pelo oscuro que el<br />

viento echaba sobre su cara.<br />

—Es guapa.<br />

—Más atractiva que guapa, es lo que siempre he pensado yo —matizó Nate—. Y también<br />

preferible, espero. Quiere estudiar horticultura, como yo. —Ahogó una risita—. Está volviendo<br />

loca a Felicity. Ella quería que fuera abogada. Hemos discutido por eso. Yo esperaba que<br />

nuestros días de discusiones hubieran acabado, pero uno al final hace lo que sea por sus hijos.<br />

Bueno, tú ya lo sabes. Te he visto con Georgia. Eres increíble con ella.<br />

—Tu hija no se parece en nada a Georgia —dijo Claire.<br />

—No esperaría que así fuera—respondió Nate—. Felicity no parece en nada a ti.<br />

—Ya sabes a lo que me refiero —replicó ella—. Georgia no es una hija sustitutoria para ti.<br />

Nate frunció el cejo.<br />

—¿Quién ha dicho que lo fuera? Ella es una chica magnífica, pero tiene su propia<br />

personalidad. —Entonces sonrió—. ¿Qué? ¿Le con cedes un baile a un hombre que se las ha<br />

arreglado para divorciarse dos veces en una sola vida?<br />

No quería. Pero a la vez sí. Su mente era un remolino de emociones contradictorias.<br />

—Venga —la urgió con suavidad—. Sólo uno.<br />

—Quizá. Sea como sea, salgamos.<br />

Él extendió la mano para coger la de Claire, pero ella la apartó y se arregló el pelo.<br />

Después lo siguió al jardín.


CAPÍTULO 36<br />

Indigofera (índigo): altas y estilizadas flores de color púrpura<br />

desde mediados del verano hasta el otoño. Los tallos pueden<br />

marchitarse por las heladas invernales, pero vuelven a brotar.<br />

TODAVÍA SEQUÍA SONANDO Norah Jones. Claire reconoció el ritmo sencillo de «Shoot the<br />

Moon» al salir al patio, donde la mayoría de sus invitados, incluidos Georgia y Steve, se<br />

movían lentamente, al ritmo de la música.<br />

—¿Y bien? —preguntó Nate. Le ofreció la mano y ella la cogió. Su corazón latía más de<br />

prisa ahora que él la había acercado hacia sí. Claire mantuvo el cuerpo rígido, sin adaptarse al<br />

suyo, con la cara a una distancia suficiente como para conversar.<br />

—Has hecho un trabajo magnífico en el jardín —le comentó forzadamente.<br />

—Me lo has dicho un millón de veces.<br />

—Tenía miedo de que no me gustase cuando terminaras —dijo ella—. De perderlo.<br />

—No hubiera permitido que eso sucediera. —Apretó los dedos sobre los de ella.<br />

Georgia, que tenía la mejilla apoyada en el hombro de Steve, levantó los ojos y miró a su<br />

madre y a Nate. «Parece como si llevara un bloque de hielo en la cabeza —pensó Georgia—.<br />

No quiere bailar con él.» Georgia suspiró y Steve la atrajo con más fuerza hacia él.<br />

—Me estás ahogando —murmuró, y sintió cómo Steve se reía, levantó la cabeza del<br />

hombro de Steve—. ¿Qué es tan divertido?<br />

—Hay música agradable para bailar —dijo él—. Y tú estás preocupada por si te ahogas.<br />

—Supongo que no soy una chica de bailes.<br />

—Supongo que no. —Él la besó en los labios.<br />

—Mi madre nos verá —susurró ella—. Y no te quiero, ya lo sabes.<br />

—¿Quién dice que tengas que quererme?<br />

Claire vio el fugaz beso y, por imposible que pareciera, su cuerpo se tensó aún más.<br />

—¿Qué pasa? —preguntó Nate.<br />

—Georgia —susurró—. Y ese chico. Besándose. Otra vez.<br />

—Son las cosas que hacen.<br />

«Ya sé que es lo que hacen —pensó Claire—. Pero no me puedo sacar de la cabeza el<br />

hecho de que es ella quien lo hace. ¡Ni siquiera me lo ha presentado como es debido! ¿Y qué<br />

hago si se convierte en su novio? Según papá, ella no cree que sea su alma gemela, ¿así que,<br />

por qué le está besando?»<br />

Cerró los ojos. «Él le va a hacer daño. Y espero ser capaz de poder ayudarla cuando eso<br />

suceda.»<br />

La música pasó suavemente a «Come Away With Me».<br />

—Suena apetecible.<br />

—¿Eh?


—Caminar contigo sobre hierba amarilla.<br />

—Me sorprende que apruebes el césped amarillo —le dijo ella—. Evidentemente es césped<br />

que no está lo bastante regado.<br />

Él se echó a reír y la abrazó. Ella se quedó boquiabierta.<br />

—Sabes que quiero salir contigo, ¿verdad? —preguntó él.<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—¡Tenías que saberlo!<br />

—¿Por qué? —inquirió.<br />

—Creía que era muy evidente —contestó él.<br />

Claire volvió a negar con la cabeza.<br />

—Sé que lo has pasado realmente mal con lo del accidente de tu marido —dijo Nate con<br />

suavidad.<br />

Ella se volvió a tensar.<br />

—No quiero hablar sobre eso.<br />

Él no dijo nada más. Siguieron bailando.<br />

—Ven conmigo —susurró él la letra de la canción.<br />

—Sin duda no lo haré.<br />

—Entonces sal conmigo —dijo él.<br />

—Oh, Nate. No sé.<br />

—¿Por qué no?<br />

—Yo... simplemente no sé.<br />

—¿Es por lo de los dos divorcios? —Se rió un poco al decirlo—. Soy consciente de que me<br />

hace parecer poco de fiar.<br />

—No sabía lo de los dos divorcios —le aclaró ella—. Yo creía que todavía estabas casado<br />

con Sarah.<br />

—Ah. —Él intentó sostenerle la mirada—. Supongo que nunca me había dado cuenta de que<br />

podías pensar... Ahora lo veo, claro. Pero... —sonrió—, eso hace que puedas salir conmigo,<br />

¿no?<br />

—¿Por qué querrías salir conmigo? —preguntó ella.<br />

—Me gustas —contestó él. La música volvió a cambiar—. Estar cerca de ti —concluyó.<br />

—Deja de hablarme con títulos de canciones.<br />

—¡Qué poco romántica eres!<br />

—Sí —dijo seca—. No soy romántica. Dejas de serlo cuando tu marido es decapitado.<br />

—Oh, Dios. —La miró horrorizado.<br />

—Murió en un accidente. Al principio me dijeron que se había roto el cuello. —Tragó saliva<br />

con dificultad—. Eso ya era bastante horrible, pero estaban protegiendo mis sentimientos.<br />

Creyeron que no podría afrontarlo.<br />

—Lo siento tanto... —dijo él.<br />

—Georgia no lo sabe —prosiguió ella rápidamente—. No puedo... no se lo diré.<br />

—Claire... —La abrazó acercándola a él.


—Estoy bien. —Su voz sonaba amortiguada contra su hombro—. Ya está bien.<br />

—Lo sé. Saliste con Oliver.<br />

—Eso fue diferente.<br />

—¿Por qué?<br />

Ella no contestó.<br />

—Eres demasiado buena para Oliver.<br />

—No estoy en el mercado, no estoy preparada para salir con hombres —dijo ella—.<br />

Además, tengo que tener en cuenta a Georgia.<br />

—Georgia parece estar bastante bien por su cuenta. —Nate echó una ojeada hacia Georgia<br />

y Steve, que ahora estaban sentados uno junto a otro en la puerta de la cocina.<br />

—Tal vez. Pero yo... bueno, no sé.<br />

—¿Cena? —propuso Nate—. Recojo bien, ya lo sabes.<br />

—Lo pensaré. —La música terminó y Claire se apartó de él—. Ahora mismo estoy bien<br />

como estoy, pero gracias de todas formas.<br />

Los invitados comenzaron a marcharse alrededor de las diez de la noche. Paul Hanratty se<br />

acercó a Claire y le contó que Petra y él se iban juntos a un pub a tomar algo. Claire lo miró<br />

con curiosidad y él le contó que Petra era una chica realmente muy agradable y que de algún<br />

modo conectaban, que tal vez ella era La Persona.<br />

—¿Y has decidido eso esta noche? —preguntó Claire escéptica.<br />

Él negó con la cabeza.<br />

—Pero estoy preparado para darle una oportunidad. Ella es la primera mujer desde... —Se<br />

encogió de hombros y sonrió—. Gracias por invitarme, Claire. Nunca lo hubiese esperado de ti.<br />

—Eh, sólo porque tú y yo no vayamos a ser nunca motivo de cotilleo no quiere decir que no<br />

pueda permitirte salir con mis amigas —le dijo juguetona.<br />

—Tú parecías estar convirtiéndote en motivo de cotilleo con el tal Nate —le soltó Paul.<br />

—En realidad no. —El tono de Claire era desdeñoso.<br />

Al irse, Petra también dio las gracias a Claire.<br />

—Hemos conectado —murmuró mientras besaba a su amiga en la mejilla—. Hemos<br />

conectado del todo.<br />

Mike y Leonie fueron los siguientes en marcharse, prometiendo pasar a recoger la barbacoa<br />

en un par de días. Ambos le dijeron que había sido una noche fantástica y que habían tenido<br />

mucha suerte de que hubiese hecho tan buen tiempo. Uno perfecto para una barbacoa, dijo<br />

Mike. Lástima que nunca estuviera así cuando él quería chamuscar unas cuantas<br />

hamburguesas. Robyn, Sive y Emma se fueron con ellos, bostezando exageradamente y<br />

guiñándole el ojo sin parar a Georgia, susurrándole cosas a medida que salían.<br />

—Venga, chicas —dijo Leonie—. Si queréis que os llevemos a casa, daos prisa.<br />

—¿Dónde están el resto de tus amigos? —preguntó Claire mientras las miraba marcharse.<br />

—Sam y Denzel se han ido caminando hace un rato —dijo Georgia—. Los padres de Maeve<br />

y Lilith las han recogido hace diez minutos. No te has dado cuenta.


—¿Y Steve? —preguntó Claire.<br />

—Ya se han ido todos —respondió Georgia quitándole importancia—. Oh, mira, aquí está<br />

Trinny.<br />

Y se escabulló mientras Claire continuaba despidiéndose de la gente. Nate y Sarah fueron<br />

de los últimos en marcharse.<br />

—Gracias por esta velada maravillosa —dijo Sarah al besar a Claire en la mejilla—. Nos<br />

vemos.<br />

—Claro.<br />

—Nos vemos —repitió Nate—. Pronto, espero. Te llamaré.<br />

Claire asintió imperceptiblemente.<br />

—¿Os vais? —De repente Georgia se apresuró hacia ellos—. Gracias por venir, Nate y<br />

Sarah. Y gracias por llevarme hoy a Tesco, Nate. Las antorchas han estado súper bien.<br />

—Lo he hecho encantado —dijo Nate.<br />

—Me gusta cómo me hablas —comentó Georgia entre risas—. Como si fuera una adulta de<br />

verdad, ¿a que sí, mamá?<br />

—Yo también te trato como a una adulta —replicó Claire tensa—. Pero ya está bien, seguro<br />

que Nate y Sarah quieren irse. Es tarde.<br />

—Por lo menos mañana podemos dormir hasta tarde —comentó Sarah—. Yo no soy nada<br />

madrugadora.<br />

—Mi madre tampoco —les informó Georgia—, pero solía fingirlo por mi padre.<br />

—Cállate, Georgey—espetó Claire—. Sarah y Nate no necesitan saberlo todo sobre<br />

nosotras.<br />

—Pero les interesa —dijo Georgia, y miró a Nate—. ¿O no?<br />

—Mucho. —Nate le devolvió una amplia sonrisa.<br />

—Buena noches. —Claire le extendió la mano. Él la miró divertido y se la estrechó. La mano<br />

de Nate estaba caliente y seca.<br />

—Te llamaré —repitió él.<br />

La tenue luz de la mesita de noche de Saffy brillaba con suavidad. La pequeña estaba<br />

durmiendo con los brazos abiertos ocupando todo lo ancho de la cama; tenía los dos brazos y<br />

una pierna fuera de la manta azul y rosa. Su cara quedaba en la sombra, pero Eavan podía ver<br />

sus oscuras pestañas sobre sus mejillas ligeramente coloradas. Saffy estaba dormida cuando<br />

Eavan llegó a casa, así que Candida le dijo que no se molestara en llevarla en coche a casa,<br />

que se iría paseando. La canguro no comentó nada sobre la ausencia de Glenn, y a Eavan no<br />

se le ocurrió nada sensato que decir, así que le dijo sin más que Glenn también había decidido<br />

volver paseando.<br />

—Hace bueno —había respondido Candida alegremente—. Es agradable estar al aire libre.<br />

Apuesto a que la barbacoa ha ido estupenda.<br />

Después, Candida se fue a su casa y Eavan dio una vuelta por el piso de abajo recogiendo<br />

cosas que ya estaban ordenadas y ahuecando cojines; luego vació el lavavajillas, una tarea<br />

que detestaba.


Más tarde se acomodó en la silla que había al lado de la cama de Saffy y observó dormir a<br />

su hija. «¿Qué pasará contigo? —pensó mientras miraba cómo bajaba y subía su pecho al<br />

respirar—. ¿Conocerás a alguien que te gustará y te hará feliz? ¿Lograrás no cometer errores<br />

terribles en tu vida? ¿Te saldrá todo bien o te irá mal?» Sintió un arrebato protector hacia su<br />

hija. Quería que todo le fuera perfecto. Pero la vida no era así. Eavan estaba segura de que<br />

su madre también quería lo mismo para ella, pero no había podido impedir que se quedara<br />

embarazada en la misma época en que la mujer estaba atravesando una profunda depresión y<br />

necesitaba cuidados especiales. Eavan nunca le había contado nada del aborto. No quería que<br />

se sintiera responsable de ninguna manera. A fin de cuentas, había sido su decisión.<br />

¿Dónde estaría Glenn? Exhaló y se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento.<br />

¿Dónde estaría, qué estaría haciendo, cuándo volvería a casa? Claire la había llamado para<br />

decirle que había aparecido por la barbacoa, y que parecía algo triste. Y también que no creía<br />

que estuviera borracho.<br />

Eavan se abrazó las rodillas y se las acercó a la barbilla. Recordó su primera cita con<br />

Glenn, en un pub, donde él pidió una agua con gas y le contó su problema con la bebida. Y se<br />

acordó de cómo se sintió aquella noche después de despedirse, convencida de que era el<br />

hombre de su vida. Había estado en lo cierto. Era un marido maravilloso y un padre entregado.<br />

Sabía lo mucho que él la quería. Y lo mucho que quería a Saffy.<br />

—Y yo también te quiero —susurró mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla—. No<br />

importa nada de lo que ha sucedido. Te quiero y quiero que vuelvas a casa.<br />

Para sorpresa de Claire, Georgia había bajado al estudio tan pronto como el último invitado<br />

se fue, diciendo que iba a jugar una partida rápida al Gran Turismo antes de acostarse. Claire<br />

había imaginado que querría quedarse levantada hasta tarde, comentando sobre la velada,<br />

pero Eileen le había dicho que probablemente la chica estuviera cansada. Le recordó que<br />

había pasado todo el día en marcha.<br />

Así que fueron Eileen y Claire quienes apagaron las antorchas casi consumidas y recogieron<br />

lo principal de los desperdicios del patio y el jardín. Fueron Eileen y Claire quienes se sentaron<br />

a la mesa de la cocina y se tomaron unas tazas de chocolate caliente que Claire preparó<br />

cuando acabaron.<br />

—Creo que papá estaba un poquitín celoso —comentó Claire mientras soplaba en su taza<br />

para enfriar el chocolate.<br />

Eileen sonrió.<br />

—Sólo un poco. Y en realidad eso era lo que pretendía.<br />

—¡Creo que hay un punto de maldad en ti, Eileen Shanahan! —Claire le sonrió.<br />

—¿El espíritu Nelligan, tal vez? —Eileen se echó a reír—. Tu padre es feliz, Lacey es feliz,<br />

yo también lo soy, pero si puedo echarle un poco de picante...<br />

Claire ahogó una risita.<br />

—¿Y qué pasa contigo y ese hombre? —Eileen entrecerró los ojos—. Dijiste que estaba<br />

casado con la chica, pero aun así has pasado un montón de tiempo con él. Y Georgey tiene<br />

razón, le gustas. He visto cómo te miraba. Y cómo te abrazaba cuando estabais bailando. No<br />

quiero entrometerme, Claire, pero cuando tu padre estaba con otras, eso me hacía muy infeliz.<br />

No quiero que otra persona pase por eso, y que mi hija tenga algo que ver en ello.


Claire apoyó su taza en la mesa y le explicó la accidentada vida matrimonial de Nate.<br />

—¿Y tú quieres salir con él? —preguntó Eileen.<br />

—No lo sé —contestó Claire—. Lo encuentro atractivo, pero no estoy buscando a nadie.<br />

Estoy bien como estoy.<br />

—Diviértete un poco —le sugirió Eileen—. Ya has pasado por un montón de cosas.<br />

—Ojalá la gente dejara de decir eso —replicó Claire irritada.<br />

—Es cierto.<br />

—Todo el mundo pasa por cosas. —Claire se levantó y lavó su taza en el fregadero—.<br />

Cuando estás casada con un médico, te das cuenta de que a las personas les pasan todo tipo<br />

de cosas. He sido más afortunada que mucha gente.<br />

—Aun así, te mereces un poco de diversión —insistió Eileen.<br />

—Ya veremos —dijo Claire—. Ahora me voy a la cama. Estoy exhausta.<br />

—Yo también —confesó Eileen—. Bueno, cariño, nos vemos por la mañana.<br />

—Buenas noches, mamá. —Claire se detuvo antes de salir de la cocina y abrazó a Eileen.<br />

Se quedaron abrazadas por lo menos un minuto antes de que ella subiera.<br />

Cuando Eavan se despertó, había comenzado a clarear por el este. Se quedó inmóvil en la<br />

silla mientras se preguntaba qué la habría despertado. Después pensó que habría sido la<br />

incomodidad de la postura en la que se había dormido; sentía el cuello acalambrado y las<br />

piernas rígidas. Se estiró y sus músculos protestaron. Oyó unos pasos amortiguados en la<br />

escalera y cómo se abría la puerta de la habitación de Glenn y de ella. Tras un momento de<br />

silencio, Glenn fue al cuarto de Saffy.<br />

Eavan observó a través de sus párpados entrecerrados la silueta que había en el vano de la<br />

puerta. Alta, angulosa, con una mano apoyada en el marco y la otra en el pomo.<br />

Glenn entró despacio en la habitación y ella oyó su respiración mientras permanecía un<br />

momento junto a la cama de Saffy. De repente, se estremeció.<br />

Entonces se volvió hacia ella. Eavan cerró los ojos, esperando que se fuera. Su respiración<br />

parecía llenar toda la habitación. Entonces sintió cómo las manos de Glenn se deslizaban por<br />

su cuerpo y la levantaban de la silla. Permitió que sus párpados se abrieran.<br />

—Vuelve a dormirte. —Sus palabras fueron claras, y ella se movió entre sus brazos.<br />

—Glenn...<br />

—Chis... —Le dio un beso en la punta de la nariz—. Más tarde. Ahora descansa.<br />

Iba a protestar pero no lo hizo. Le permitió llevarla hasta la cama de matrimonio y cubrirla<br />

con las mantas, a pesar de que estaba completamente despierta. Escuchó cómo él se<br />

desvestía, colgando su ropa en el armario, como siempre hacía.<br />

Después se metió en la cama con ella. Eavan tuvo la sensación de que era importante hacer<br />

que no notara su presencia, dejarle creer que seguía dormida. Él bostezó y se volvió hacia ella.<br />

Por primera vez desde que le había contado que se había quedado sin trabajo la rodeó con los<br />

brazos. Y aunque le estaba clavando el codo en las costillas y estaba muy incómoda, Eavan no<br />

se movió.


Claire no podía dormir. Intentó todos sus viejos trucos, pero todos le fallaron. Las ovejas<br />

que trató de contar se negaron rotundamente a saltar la valla indispensable y se acurrucaban<br />

delante de ésta, balando enfadadas. Su otro truco, caminar por un enorme cielo estrellado,<br />

diciéndose que se quedaba más y más dormida a cada paso (una técnica que Bill le había<br />

enseñado y que en general era bastante eficaz), fracasó también cuando se enredó con la<br />

alfombra de estrellas y mentalmente cayó sobre ellas. La cuenta atrás tampoco la ayudó. Se<br />

sentó, golpeó las almohadas y las recolocó antes de volver a tumbarse.<br />

Quería salir con él. Quería ver cómo sería. Si sus citas con Gary y Oliver, e incluso con<br />

Paul, le habían enseñado algo, era que estar con un adulto del otro sexo era agradable. Pero<br />

con Nate sería diferente. Lo sabía. Y no quería tener que superarlo cuando todo saliera<br />

inevitablemente mal y él la dejara, y ella tuviera que volver a curar su corazón roto. Siempre en<br />

el caso de que llegara a enamorarse de él de verdad. Tal vez salieran juntos y odiara cada<br />

segundo de la cita. Al fin y al cabo, quizá eso fuera lo mejor que le podía pasar.<br />

Como solía suceder cuando no podía dormir, el accidente se repetía en su mente. Intentaba<br />

evitarlo, pero las imágenes eran demasiado intensas. Ella nadando, alejándose de la<br />

plataforma. Los reflejos en el agua azul. El calor del sol en su piel bronceada. La sensación de<br />

plenitud que tenía al saber que estaba embarazada otra vez. Y el momento en que ella se<br />

cogía del borde de la plataforma, esperaba un segundo y saltaba al agua... El último momento<br />

en que las cosas en su vida habían ido bien.<br />

—No es justo —susurró—. Sencillamente no es justo.<br />

Exhaló agitada. Nunca antes lo había dicho en voz alta. Eileen le había dicho una vez que la<br />

vida no era justa y le había hablado de niños muriéndose de hambre, de guerras, de la<br />

injusticia del reparto de la riqueza y la pobreza en el mundo, le había dicho que a todo el<br />

mundo le sucedían cosas malas y que, simplemente, tenías que aguantar tu lote. Claire se<br />

había esforzado al máximo para hacerlo. «Pero sigue sin ser justo», pensó con tristeza.<br />

De repente se quedó dormida. Le pareció que sólo habían pasado un par de minutos<br />

cuando se despertó de golpe por la estridencia de la alarma de la casa irrumpiendo en la<br />

noche. Saltó de la cama, cogió una camiseta de la percha de detrás de la puerta, porque, una<br />

noche más, había decidido dormir desnuda, y bajó corriendo la escalera, pensando sólo en<br />

Georgia (que estaba durmiendo en el estudio), casi segura de que se trataba de una falsa<br />

alarma, pero deseando comprobar que su hija estaba bien.<br />

—¿Claire? —Eileen abrió la puerta de la habitación y salió al descansillo.<br />

—Lo estoy comprobando —dijo Claire desde la mitad de la escalera—. Seguro que no es<br />

nada.<br />

Estaba preocupada porque Georgia no había salido de su estudio al oír la alarma. Giró el<br />

pomo y vio que no cedía. La puerta no podía estar cerrada. Nunca lo estaba. ¿Qué demonios<br />

había pasado? Claire sintió que el terror se apoderaba de ella. Manipuló otra vez el pomo y<br />

llamó a Georgia, intentando no sonar tan preocupada como se sentía. Entonces oyó el ruido<br />

de una llave en la cerradura y Georgia abrió la puerta. Ella también llevaba una camiseta, tenía<br />

el pelo revuelto y todavía se veían restos de sombra color gris en sus ojos.<br />

—¿Estás bien? —preguntó Claire.<br />

—Claro —contestó Georgia—. Seguro que ha sido el viento o algo lo que la ha activado.<br />

—Georgia, no hace nada de viento esta noche —apuntó Claire—. A lo mejor era el gato del


vecino.<br />

—Probablemente. —Georgia estaba de pie en la puerta, sujetándola medio abierta.<br />

—¿Puedo comprobar la ventana de tu habitación? —preguntó Claire—. Siempre me<br />

preocupa un poco que dé a la calle... Ya sé que es estúpido, pero sólo quiero estar segura de<br />

que todo está bien.<br />

—Ya la he comprobado yo —le aseguró Georgia—. Está bien.<br />

—Aun así, quiero verlo. —Claire empujó la puerta.<br />

—¡Mamá! —protestó Georgia—. Te he dicho que estaba bien...<br />

Se calló cuando Claire se metió dentro, después miró nerviosa a su madre y a Steve Ó Sé,<br />

que estaba sentado en la cama de invitados, con una camiseta verde y unos calzoncillos Calvin<br />

Klein.<br />

A Claire no se le ocurría nada que decir. Miró al chico... al joven (no sabía bien cómo<br />

llamarle) sentado en la cama de la habitación de su hija de catorce años. «¿Cómo demonios<br />

había sucedido algo así? —se preguntó desesperada—. Y... ¿qué demonios era lo que había<br />

pasado?»<br />

—¿Va todo bien, Claire? —Eileen la había seguido hasta la habitación. Ella también se paró<br />

en seco y se quedó mirando a Steve. Después se volvió para mirar a Georgia, que tenía la<br />

cara roja—. ¿Qué demonios está pasando aquí?<br />

—Nada—exclamó Georgia—. ¡Nada!<br />

—¿Nada? —Claire no podía apartar los ojos del chico pelirrojo (ya había decidido que la<br />

palabra adecuada era chico) sentado en la cama, enfrente de ella.<br />

—De verdad, señora Hudson, no hemos hecho nada. —Él parecía asustado.<br />

—Tú eres al que Con encontró besándola debajo del manzano —constató Eileen.<br />

—Sí, bueno, aquello fue diferente —empezó Steve.<br />

—Sí —dijo Claire sarcástica—, entonces llevabais ropa.<br />

—¡Mamá! —suplicó Georgia—. Tienes que creernos. No es en absoluto lo que piensas.<br />

Claire miró a su hija. Los ojos moteados de ámbar de Georgia estaban nublados por<br />

lágrimas de ansiedad sin derramar. Se pasó las manos por el cabello despeinado.<br />

—¿Y entonces? —preguntó Claire lo más calmada que pudo—. Si no es lo que yo pienso,<br />

¿qué es?<br />

—Steve ha venido de Navan —le explicó Georgia rápidamente—. Pero ya era tarde cuando<br />

todo el mundo se estaba yendo. Perdió el autobús y no tenía dinero suficiente para un taxi. Así<br />

que le dije que podía pasar la noche aquí.<br />

—¿Tú le dijiste eso? ¿No pensaste en preguntarme? Sabes que debes hacerlo si quieres<br />

que alguien se quede en casa.<br />

—Podrías haber dicho que no —contestó Georgia—. Te podrías haber puesto en plan<br />

madre y creímos que sería más sencillo si él venía al estudio y me esperaba aquí.<br />

—No me lo puedo creer, Georgia Hudson. —Claire la miraba fijamente—. Cómo te puede<br />

parecer normal invitar a un extraño a pasar la noche en tu habitación.<br />

—Estás presentándolo como si le hubiera pedido que se quedara para acostarme con él. —


El tono de Georgia era desafiante—. Y no lo he hecho. No lo hemos hecho. Eso no formaba<br />

parte del plan.<br />

—Estoy encantada de saberlo —respondió Claire enfadada—, pero aprovecharé para<br />

recordarte que es ilegal que cualquier persona de tu edad se acueste con otra persona, a<br />

pesar de que creas que eres lo bastante madura como para hacerlo.<br />

—Lo sé —dijo Georgia—. Por supuesto que lo sé. Y Steve también lo sabe. Hemos hablado<br />

de ello.<br />

—Entonces no entiendo por qué pensaste que era una buena idea que se quedara a pasar<br />

la noche —dijo Claire bruscamente—. Según el abuelo, estabais comiéndoos el uno al otro<br />

bajo el manzano.<br />

—¡Eso no es cierto! —exclamó Georgia pálida—. Nos besábamos. Era agradable. Steve es<br />

agradable. Pero no quiero acostarme con él, y él tampoco quiere hacerlo conmigo.<br />

Claire echó un vistazo a Steve, cuya cara estaba casi tan roja como su pelo.<br />

—Lo que quieres con la cabeza y lo que te dice el cuerpo a ven son cosas diferentes —le<br />

dijo.<br />

—Pero no en nuestro caso —replicó Georgia—. Vale, tal vez, antes un poco, cuando nos<br />

estábamos besando. Pero no ahora. Siempre me has dicho que soy una persona sensata, y lo<br />

soy. He tenido que serlo, ¿verdad? —Agitó su mano herida delante de Claire—. Tengo que<br />

serlo porque me sucedió esto, y porque las cosas son distintas para mí, aunque no deberían<br />

serlo. Así que entiendo la diferencia entre lo que sientes y lo que haces. A veces creo que lo<br />

tengo mucho claro que tú, mamá.<br />

—¡Georgia Hudson! —intervino Eileen—. No le hables así a tu madre.<br />

—Está bien —dijo Claire, y miró a su hija que estaba parpadeando para reprimir las<br />

lágrimas—. Me sorprende que ni siquiera me lo preguntaras —insistió, ya con la voz más<br />

calmada—. Siempre has podido preguntarme las cosas. Lo sabes.<br />

—Iba a hacerlo —Georgia tragó saliva—, pero estabas hablando con Nate Taylor y no<br />

quería interrumpirte. Parecía que os estabais entendiendo y creí... bueno... y entonces, lo<br />

pensé un poco más y me di cuenta de que quizá no te parecería bien.<br />

Claire se volvió para mirar a Steve. Se estaba mordiendo las uñas, evitando de forma<br />

deliberada los ojos de las mujeres de la habitación.<br />

—¿Cuándo decidiste venir a pasar el día tenías intención de que darte a dormir? —le<br />

preguntó Claire.<br />

Él siguió absorto en sus uñas unos segundos más y luego levantó la vista hacia ella.<br />

—En realidad no lo pensé en absoluto —dijo incómodo.<br />

—¿Y qué pasa con tus padres? —preguntó ella—. ¿No podían venir a recogerte?<br />

—¡Los padres de Steve! —La voz de Georgia era desdeñosa—. No se dan cuenta de si él<br />

está en casa o no.<br />

—Quizá sería mejor que lo averiguáramos —dijo Claire—. Estoy segura de que sí se dan<br />

cuenta. Y me apuesto lo que sea a que están preocupadísimos.<br />

—Por favor, no les llame. —De repente, Steve parecía mucho más niño y asustado—. Van<br />

a alucinar. Es probable que no sepan dónde estoy, pero estoy seguro de que se volverán locos<br />

si les llama a las cinco de la mañana.<br />

El teléfono sonó, sobresaltándolos a todos.


—Son los de la empresa de seguridad —explicó Claire—, para comprobar si era una falsa<br />

alarma o no.<br />

—Fui yo. —La voz de Steve ya era asustada y culpable—. Abrí la ventana. Hacía mucho<br />

calor. Saltó al instante.<br />

Claire no sabía por qué de repente tenía ganas de reírse. No había nada de gracioso en la<br />

situación, pero había algo en el tono aterrorizado de Steve y en la mirada de ansiedad de<br />

Georgia que le daba ganas de partirse de risa. Fue al teléfono y confirmó a la empresa de<br />

seguridad que todo estaba bien. En la otra habitación, Eileen, Georgia y Steve esperaban en<br />

silencio a que Claire volviera.<br />

—Tengo que llamar a tus padres —le repitió a Steve—. Tienen que saber dónde estás.<br />

—Se lo digo en serio, no les importa —contestó el chico—. Si hubieran querido saberlo me<br />

habrían llamado al móvil, cosa que no han hecho. —Sacó un Nokia verde brillante del bolsillo<br />

de sus pantalones, que estaban en la silla—. ¿Lo ve?<br />

No había llamadas perdidas ni mensajes en el móvil.<br />

—No les importa una mierda —soltó Steve.<br />

—Tal vez creen que estás en casa —sugirió Claire.<br />

—¿Sabes qué?, Clair —intervino Eileen—, ¿por qué no preparo una taza de té? Después<br />

podrás llamar a los padres de Steve.<br />

Georgia miró esperanzada a su madre.<br />

—Bueno, vale —dijo Claire—, pero primero vamos a vestirnos.


CAPÍTULO 37<br />

Cobaea (cobea): flores violetas o amarillo verdoso. Crecen<br />

rápido. Aclimatarla antes de plantarla.<br />

A LAS OCHO DE LA MAÑANA, Eavan se deshizo del abrazo de Glenn.<br />

—¿Adónde vas? —preguntó él.<br />

—Creía que no estabas despierto.<br />

Glenn se incorporó.<br />

—No he dormido.<br />

—Yo tampoco.<br />

—Un tiempo desperdiciado, entonces. Los dos despiertos y ninguno de los dos ha hecho<br />

nada para remediarlo.<br />

—¿Qué podíamos hacer? —Eavan le miró—. Tú ya no confías en mí, y crees que yo no<br />

confío en ti.<br />

—Lo siento —dijo.<br />

Eavan se mordió el labio.<br />

Glenn estiró la mano para alcanzarla y atraerla nuevamente a la cama. Ella lo miró insegura.<br />

—Por favor —le pidió él—. Ven a la cama. Sólo unos minutos.<br />

Ella volvió a meterse debajo de las mantas.<br />

—Soy un idiota —dijo Glenn.<br />

Eavan se encogió de hombros.<br />

—Tienes que entenderme, me volví un poco loco cuando me quedé sin trabajo.<br />

La mujer no dijo nada.<br />

—Mira, yo soy un tío, así que no me analizo mucho. Naturalmente lo hice con el tema de la<br />

bebida, pero no me gusta pensar mucho las cosas. Sin embargo, sé que gran parte de mi<br />

autoestima... —hizo una mueca al decir el término—... gran parte de ella estaba ligada al<br />

trabajo. Después de dejar la bebida, tuve que hacer que otras cosas fueran importantes para<br />

mí. Y el trabajo era una de ellas. Sobre todo porque, después de comprar esta casa y tener a<br />

Saffy, se hizo esencial. Perder mi empleo me hizo sentir que perdía una parte de mí mismo. Y<br />

todas las cosas que me decía sobre ser importante y una buena persona, y todas esas<br />

sensiblerías, no me servían de nada.<br />

Eavan se mordió el labio con más fuerza, pero permaneció callada.<br />

—Y no podía contártelo... Me quedé hecho polvo cuando te enteraste, a pesar de que<br />

sabía que en algún momento tendrías que saberlo... Y cuando te pusiste tan práctica y<br />

decidiste que debíamos vender la casa y que tenías que conseguir un trabajo..., bueno, eso<br />

me hizo sentir aún peor. Tú estabas comportándote de manera increíble y lo único que yo<br />

quería era beber.<br />

—Tú te quedaste con Saffy, y la llevaste al puerto, y a ella le encantó. —La voz de Eavan<br />

se quebró.


—Y preparé la cena, pero se me olvidó el pan de ajo y quemé la lasaña.<br />

—¿Y qué? A mí se me queman un montón de cosas —dijo Eavan—, pero sé que te molestó<br />

que te dijera que lo estabas haciendo mal.<br />

—Sí, me molestó. Entonces, cuando me contaste... —Abrió y cerró la boca—. No me lo<br />

podía creer. Pensaba que lo sabía todo sobre ti, en mi mente siempre habías sido perfecta<br />

porque me diste una oportunidad. Y de repente me estabas diciendo que no lo eras.<br />

Y que lo habías mantenido en secreto.<br />

—Fue una decisión realmente difícil para mí —explicó Eavan—.<br />

Y tenía que vivir con ello. Sólo fui capaz enterrándolo en mi mente. Quería decírtelo. Pero<br />

cuanto más tiempo pasaba sin hacerlo, más me costaba.<br />

—Nunca lo has intentado.<br />

—Tenía miedo. —Eavan se enjugó una lágrima—. Tú siempre decías que yo era perfecta. Y<br />

yo sabía que aquello estaba tan lejos de la perfección...<br />

—Estaba impresionado y enfadado—dijo Glenn—. Y también estaba dolido, Evs. Pero en<br />

cuanto a lo de la perfección, bueno, en cualquier caso, si enterarme hizo algo, fue ayudar.<br />

Saber que no lo habías hecho todo bien siempre, después de todo.<br />

—Pero me diste la espalda—se quejó Eavan—. Y después cuando íbamos a casa de<br />

Claire...<br />

—No tenía nada que ver contigo —la interrumpió Glenn—. De repente no podía asumirlo. No<br />

en ese momento. Que toda esa gente que conocemos tuviera que enterarse de que no tengo<br />

trabajo. No quería verla. No quería su maldita compasión.<br />

—Claire dice eso a veces. —Eavan sacó una pluma del edredón—. Ése es el motivo por el<br />

que no va a muchos sitios. Porque la gente es demasiado compasiva.<br />

—A veces uno no está preparado para la compasión —convino Glenn.<br />

—Pero fuiste —le recordó Eavan—. Claire me llamó para decírmelo. Y me contó que no<br />

parecías... que no parecías tú mismo.<br />

—¿Pensaste que estaba borracho?<br />

Eavan suspiró.<br />

—No quiero mentirte. Sí. Sí lo pensé.<br />

Entonces fue Glenn quien no dijo nada. Paseó la mirada por la habitación antes de volverse<br />

hacia Eavan y cogerle la mano.<br />

—Te juro que no había bebido. Fui a un pub. Me senté. Miré a la gente bebiendo y pedí un<br />

brandy. —Tragó saliva—. Lo olí. Y fue maravilloso. Tenía tantas ganas de bebérmelo. De la<br />

misma manera que tenía ganas de beberme el vino el día que discutimos. Llamé a uno de mis<br />

compañeros de Alcohólicos Anónimos. Él me soltó el discurso. No lo estaba escuchando. No<br />

quería escuchar. Estaba mirando por la ventana del pub y pensando que lo único que quería<br />

era volver a la barra y tomarme la puñetera copa. Entonces entró una mujer. Iba con dos<br />

niños. Una de la edad de Saffy más o menos. El otro más pequeño. No se parecía en nada a<br />

ti, pero de repente pensé en ti y en Saffy, en los niños que no tenemos todavía. Y supe que no<br />

quería perder todo eso. Pero si me tomaba el brandy... sabía que lo perdería, porque no sería<br />

sólo uno. Nunca fue una sola copa. Así que salí. Continué caminando. Terminé yendo al otro<br />

lado del río, hasta Sandymount. Y estuve allí sentado durante siglos, pensando que era un<br />

imbécil. Te lo juro, no bebí. Finalmente empezó a oscurecer y me di cuenta de que debía ir a


casa de Claire. Cogí un taxi y le dije que se diera prisa. Pero era mucho más tarde de lo que<br />

yo creía. Tú ya te habías marchado.<br />

—Pero no has llegado a casa hasta el amanecer —le recordó ella.<br />

—Bueno, es que decidí volver caminando —dijo él—. Desde casa de Claire hay quince<br />

malditos kilómetros, y ya había caminado otros quince esa noche. Estaba destrozado, las<br />

piernas me iban solas. Tuve que parar un par de veces por el camino. Pero por alguna razón<br />

me había convencido de que caminar era importante, no debía rendirme y coger un taxi. Ya sé<br />

que te parecerá una locura, pero la verdad es que a estas alturas me he hecho adicto a<br />

caminar...<br />

—Yo creí que lo estabas utilizando como una excusa —le explicó Eavan—. Pensaba que tal<br />

vez estabas enfadado conmigo, enfadado por lo del aborto.<br />

—Oh, Dios, no. —La rodeó con los brazos y la abrazó con fiereza—. Hiciste lo que tenías<br />

que hacer. Eres una madre maravillosa con Saffy y la mejor persona que conozco. No lo<br />

hubieras hecho si no hubiera sido la única alternativa.<br />

Eavan comenzó a llorar.<br />

—A veces tengo la sensación de que debería haber tomado otra decisión. Y cuando las<br />

cosas van mal, siempre pienso que es un castigo por lo que hice.<br />

—No pienses eso —dijo él—. Nunca pienses eso.<br />

Glenn la acostó en la cama, a su lado. Ella se puso de costado para mirarle y él la besó.<br />

Entonces ella lo abrazó y lo atrajo hacia sí, acariciándole el cuerpo.<br />

«Casi nos perdemos el uno al otro —pensó mientras él la volvía a besar—. Hemos llegado<br />

al límite de lo mal que podían ir las cosas y hemos logrado superarlo juntos. Va a ser duro, lo<br />

sé, pero nos tenemos el uno al otro. Juntos podemos hacer que funcione. Tenemos que<br />

hacerlo.»<br />

El sol asomaba por el horizonte, pero el cielo estaba nublado, y mientras Claire, Eileen,<br />

Georgia y Steve estaban sentados en la cocina, comenzó a llover, suavemente al principio y<br />

después en un crescendo de perdigones que golpeaban las ventanas.<br />

—Menos mal que organizamos la barbacoa ayer —dijo Georgia—. Hoy habría sido un<br />

fracaso.<br />

Claire asintió distraídamente. Estaba intentando pensar cómo les explicaría la situación a los<br />

padres de Steve. A pesar de lo que él había dicho sobre el desinterés de éstos, ella no se<br />

creía que no estuvieran pasándolo fatal. En ese momento deseaba no haber dicho que sí a las<br />

tazas de té que Eileen había propuesto y que ahora estaba lavando con entusiasmo.<br />

—¿Cuál es tu número de teléfono? —le preguntó a Steve bruscamente, alejando su taza de<br />

té medio llena y cogiendo el teléfono inalámbrico. Este sonó durante un minuto antes de que<br />

una voz somnolienta contestara. Claire preguntó si estaba hablando con la señora Ó Sé, y<br />

después de que la mujer le confirmara que así era, y le dijera que si no se había dado cuenta<br />

de que era muy temprano, y la increpara preguntándole qué demonios estaba haciendo<br />

molestando a la gente a esa hora de la madrugada, Claire le contó lo de Steve.<br />

—¿Qué? —La voz de Gráinne Ó Sé era de absoluta sorpresa—. No la creo.<br />

—Pues créame —dijo Claire malhumorada—. Está en mi cocina. Y, para decirle la verdad,


me cuesta aceptar la idea de que usted no supiera que su hijo de quince años ha estado fuera<br />

toda la noche.<br />

—Él me contó que estaba trabajando en un club nocturno —se defendió Gráinne—. A veces<br />

lo hace, ayuda en el espectáculo de láser.<br />

—Pues anoche no estuvo allí —replicó Claire.<br />

—Será mejor que lo mande de vuelta en el primer autobús —le dijo Gráinne.<br />

—En realidad, esperaba que usted o su marido vinieran a recogerle —contestó Claire.<br />

—No podemos —respondió Gráinne—. No ahora mismo. Myles tiene que hacer un<br />

programa en la radio por la mañana y necesita el coche para ir allí.<br />

—Estoy segura de que tiene tiempo de sobra para recoger a Steve antes de ir al programa<br />

—insistió Claire.<br />

—No —contestó Gráinne—. Es un programa a primera hora. No le daría tiempo de ir y<br />

volver.<br />

—¿Sabe? No puedo evitar pensar que el bienestar de su hijo es mucho más importante que<br />

un programa de radio —espetó Claire secamente—, pero naturalmente eso depende de usted.<br />

En cualquier caso, yo no lo voy a meter en un autobús.<br />

—Tal vez pudiera acompañarlo usted —sugirió Gráinne—. Le pagaremos los gastos.<br />

Claire apretó el teléfono. No se podía creer lo poco que le preocupaba a esa mujer todo el<br />

asunto. «O tal vez —pensó—, yo estoy exagerando.» Aunque no lo creía.<br />

—Yo no tengo coche —respondió—. Se quedará aquí hasta que puedan venir a buscarle.<br />

—Estupendo. —Gráinne suspiró aliviada—. Myles la llamará después del programa. Irá<br />

directo a su casa.<br />

Claire le dio la dirección y después colgó. Sonrió brevemente a Steve y a Georgia, que la<br />

estaban observando nerviosos.<br />

—Bueno —dijo ella—. Te quedarás un rato más, Steve. Así que tal vez quieras darte una<br />

ducha y vestirte mientras esperas a que tus padres te vengan a buscar.<br />

—Gracias —dijo él, levantándose de la mesa. Un segundo más tarde volvió a asomar la<br />

cabeza por la puerta de la cocina.<br />

—Sube la escalera y a la derecha —le indicó Claire antes de que a él le diera tiempo a<br />

hablar.<br />

—Gracias —repitió.<br />

—Sí, mamá, gracias —dijo Georgia.<br />

—No me parece bien lo que has hecho —replicó Claire severa Puede que creyeras que lo<br />

tenías todo bajo control, pero a veces las cosas se descontrolan, y antes de darte cuenta<br />

puedes haber hecho algo que después lamentarás.<br />

—Pero las cosas no se descontrolaron —observó Georgia.<br />

—Supongo que no. —Claire creía a su hija.<br />

—Sin embargo, me alegro de que te pusieras un poco como una loca —añadió Georgia—.<br />

Prefiero tener una madre que se preocupa demasiado a una como la de Steve, a la que todo le<br />

da igual.<br />

—¡Pelota! —Pero Claire sonrió mientras le revolvía el pelo ya despeinado. Y volvió a sonreír<br />

cuando Georgia le dio un abrazo de oso en agradecimiento.


A pesar del penoso comienzo, Claire se dio cuenta de que Steve Ó Sé le caía bien. Tenía<br />

un ácido y atractivo sentido del humor, y cuando se abrió y comenzó a hablar de su vida en<br />

casa, no pudo evitar sentir un poco de pena por él. Era evidente que el chico quería el calor y<br />

la aprobación de sus padres, pensó, pero ellos parecían demasiado absortos en su mundo<br />

como para darse cuenta.<br />

Esa impresión quedó confirmada cuando, finalmente, Myles Ó Sé llegó a recogerlo. Fue<br />

abrupto e impaciente con el chico, farfullando que tenía cosas más importantes que hacer que<br />

ir a Dublín por tonterías. Claire tenía un deseo incontrolable de echarle un rapapolvo a Myles<br />

por no tener ni idea de qué hacía su hijo. Quería decirle que podría haber estado bebiendo o<br />

tomando drogas, en lugar de pasar la noche en casa de su novia, a pesar de que eso tampoco<br />

estaba entre las cosas que Steve debería estar haciendo.<br />

Cuando se despidió, Steve alargó la mano para estrechar la de Claire y ella sonrió para sus<br />

adentros por la seriedad con la que él se despedía y le daba las gracias por haber sido tan<br />

amable con él. Steve besó rápidamente a Georgia en la mejilla, susurró que le mandaría un<br />

mensaje, y después siguió a su padre al coche.<br />

Georgia y Claire se quedaron en la puerta hasta que el vehículo desapareció de su vista.<br />

—Lo siento —dijo Georgia—. Sé que no tendríamos que habernos comportado así.<br />

—No, no tendríais que haberlo hecho —convino Claire—. Pero no hay daños que lamentar.<br />

Y él es un buen chico.<br />

—Lo es, ¿verdad? —Los ojos de Georgia brillaban y su voz era cálida—. Sé que no es La<br />

Persona, ni nada de eso. Pero me gusta conocerle.<br />

—Tal vez podrías invitarle a quedarse como es debido alguna vez —sugirió Claire—. Pero<br />

en habitaciones separadas, por supuesto.<br />

—Te quiero, mamá. —Georgia la abrazó.<br />

Claire ahogó una risa.<br />

—Anoche nos lo pasamos bien, ¿eh? —Georgia entró en la casa y cerró la puerta—. Y tú<br />

bailaste con Nate. No quiero estropearte las cosas, mamá, ni ser súper crítica ni nada, pero no<br />

creo que sea una buena idea que sigas viéndolo.<br />

—Ah.<br />

—Estaría mal. Sarah es agradable. Está muy bien decir que Nate y tú podéis ser amigos,<br />

pero no podréis si a Nate le gustas, aunque sea un poquito. No mientras él esté casado con<br />

ella.<br />

Claire no tenía pensado contarle a Georgia que Nate estaba divorciado, pero no pudo<br />

evitarlo.<br />

—Pero eso es fantástico. —A Georgia se le escaparon las palabras—. Podéis salir juntos.<br />

—No sé por qué tienes tantas ganas de que salga con él —dijo Claire.<br />

—¡Oh, venga! —exclamó Georgia—. Desde el primer momento en que le conocí me cayó<br />

bien. Le gustas y a ti también te gusta.<br />

—Todo es mucho más complicado que eso —replicó Claire.<br />

—No veo por qué.


—La gente no entra y sale de las relaciones así sin más. Todo tiene consecuencias. Hay<br />

que tener en cuenta a otras personas.<br />

—¡Sí, pero él está divorciado!<br />

—Dos veces —le contó Claire—. Y tiene una hija.<br />

—Ah.<br />

—Me gusta —reconoció Claire—, pero tenemos que vivir en el mundo real, Georgey.<br />

—¿Cuántos años?<br />

—¿Eh?<br />

—¿Cuántos años tiene su hija?<br />

—Dieciséis.<br />

—¿Está con él?<br />

—Georgey, cariño, no lo sé. No vive con él porque su madre tiene la custodia. Pero Sarah<br />

dice que se ven. Él está muy triste por ese tema.<br />

—Pero ¿no fue como el desgraciado de Pete?<br />

—No creo que Nate vaya a ser nunca como el desgraciado de Pete —respondió Claire.<br />

Georgia sonrió de repente.<br />

—¡Me dijiste que no le llamara así!<br />

—¡Eres imposible! —Claire la abrazó.<br />

—Me voy al estudio —dijo Georgia—. Tengo que pensar sobre algunas cosas.<br />

Ya en su estudio, Georgia sacó su diario y comenzó a escribir. Llenó una página con el día<br />

anterior y las cosas que habían pasado en la barbacoa, con los recuerdos del beso de Steve.<br />

Fue mágico, escribió. Sus labios eran mucho más suaves de lo que había imaginado. Es la<br />

persona más agradable que conozco. Miró su caligrafía inclinada y dibujó un pequeño corazón<br />

al final de la frase. Después sacó la hoja de papel con los requisitos para el novio de Claire.<br />

Reescribió la lista en una columna y escribió el nombre de Nate en otra columna, al otro lado.<br />

Después de examinarlo todo comenzó a escribir otra vez. Cuando hubo acabado, observó<br />

ambas listas pensativa.<br />

REQUISITOS PARA EL NOVIO DE MAMÁ:<br />

1. Medianamente atractivo (nada de barba/pelo largo/no demasiado peludo).<br />

2. Limpio (especialmente las uñas y las orejas).<br />

3. No condescendiente (nada de suspiros cuando yo digo algo).<br />

4. Dinero (no rico, pero lo bastante adinerado como para no volverse loco con<br />

el precio de los CD, DVD y tarjetas de teléfono).<br />

5. Hijos (esto es difícil, pero un hijo atractivo también podría ser interesante).<br />

6. Intereses: música/historia/deportes (pero no el maldito fútbol/moda (pero no<br />

pervertido).<br />

7. Coche: algo llamativo.


NATE:<br />

1. Está bien para su edad. Tiene buen aspecto sin camiseta.<br />

2. Se asea como debe, aunque suele acabar bastante marrano.<br />

3. Me trata como a una adulta. Charla interesante sobre mamá cuando me llevó<br />

a Tesco.<br />

4. No lo sé, me imagino que no mucho, pero el dinero no lo es todo.<br />

5. Una hija de dieciséis años. ¿Será una zorra total o me dará consejos sobre<br />

los chicos? ¿Llegaré a conocerla?<br />

6. Jardines (bien), no baila mal (da un poco de vergüenza, pero podría ser<br />

peor), le deben de gustar un poco los deportes, porque está en buena forma.<br />

7. Conduce una furgoneta. Ay, Dios.


CAPÍTULO 38<br />

Veronica (verónica): flores blancas, acules, púrpuras y rosas de<br />

tallos altos y delgados. Normalmente no dan problemas, pero el<br />

exceso de agua en invierno puede acabar con ellas.<br />

—TE LLAMARÉ.<br />

Eso era lo que él había dicho. Claire estaba segura de que eso era lo que había dicho. Pero<br />

casi una semana después aún no la había llamado, y Claire comenzó a sentir que ya podía<br />

soltar el aliento que había estado conteniendo desde la noche de la barbacoa. Estaba bien,<br />

reflexionó. Él lo había pensado mejor y eso era algo bueno. Sobre todo porque ella estaba<br />

convencida de que ya se le había pasado lo que denominaba su enamoramiento de instituto.<br />

Con un poco de suerte, se dijo mientras bajaba una de las maletas de Eileen, nuestras vidas<br />

volverán a la antigua rutina, y eso me parece perfecto.<br />

Colocó la maleta cerca de la puerta. Aquél era el día en que Eileen se mudaba a su nuevo<br />

apartamento, y Alan se había ofrecido a llevarla en coche hasta allí. Sus muebles y cositas,<br />

que habían estado en un guardamuebles, le serían entregados por la tarde en el apartamento.<br />

Alan había llamado por teléfono a casa de Claire el día después de la barbacoa, volviéndole<br />

a dar las gracias por su hospitalidad, y después preguntó por Eileen. Fue entonces cuando<br />

quedaron en que él la llevaría a su nueva casa. Las mejillas de Eileen estaban ligeramente<br />

arreboladas después de la conversación y sus ojos brillaban.<br />

—Creía que él sólo era un apaño temporal —comentó Claire cuando Eileen colgó. Fue<br />

recompensada con un aumento del sonrojo de su madre.<br />

Alan aparcó su Mercedes granate delante de la puerta y atravesó el jardín de la entrada.<br />

Como siempre, iba impecablemente vestido. Claire no podía evitar preguntarse si tendría ropa<br />

informal. De repente, Claire se dio cuenta de que Eileen también le había dedicado un tiempo a<br />

su aspecto aquel día. Desde que Georgia le había cambiado el estilo, Eileen había conservado<br />

su nuevo look. Llevaba una elegante falda azul y una chaqueta que resaltaba sus curvas.<br />

—¿Lo tienes todo? —Alan había terminado de colocar sus cosas en el coche.<br />

—Creo que sí —contestó Eileen.<br />

—Entonces, vamos.<br />

Él esperó en el coche mientras Eileen, Claire y Georgia se despedían.<br />

—Ha sido una delicia tenerte en casa —dijo Claire—. No estaba segura de cómo iría, pero<br />

ha sido fantástico.<br />

—Sí, abuela, vuelve pronto a visitarnos —intervino Georgia—. Haces que sea más fácil<br />

enfrentarse a ella.<br />

Claire le hizo una mueca a Georgia, que ahogó una risita.<br />

—¿Estás segura de que quieres hacer todo esto sola? —preguntó Claire—, porque<br />

podemos ir en el tren más tarde si...<br />

—Está bien así —la interrumpió Eileen—. He disfrutado mucho estando con vosotras, pero<br />

quiero un poco de tiempo para mí. Y, para ser sincera, estoy muy emocionada ante la


perspectiva de que me vayan a traer ya mis cosas. Pero espero que vengáis muy pronto a<br />

verme.<br />

—Por supuesto —contestó Claire.<br />

El móvil de Georgia sonó y Claire se sobresaltó.<br />

—Es Robs —le dijo Georgia—. ¿Puedo ir a su casa un rato?<br />

—Claro —respondió Claire—. Pero no regreses tarde.<br />

La verdad, pensó cuando Eileen y Georgia se hubieron ido, era agradable volver a estar<br />

sola en casa. Se quedó de pie en la cocina gozando del silencio. Parecía que hubiesen pasado<br />

siglos desde que la casa había estado así de tranquila. Phydough salió de su cesta y le ladró.<br />

Ella abrió un paquete de comida para perros y le llenó el plato.<br />

—Ahora iré a trabajar un poco —le dijo—. Me he retrasado muchísimo, porque ha sido<br />

imposible hacer algo con mamá aquí. Nunca pensé que llegaría el día en que tendría ganas de<br />

encerrarme en el despacho con el ordenador, pero ahora tengo la sensación de que me<br />

apetece.<br />

Phydough la ignoró y siguió con la cabeza metida en su plato.<br />

Se acababa de sentar a su mesa y de conectar el ordenador cuando sonó el teléfono.<br />

—Hola —saludó Nate con naturalidad—. Perdona que no te haya llamado antes.<br />

Ella clavó la mirada en la pantalla del ordenador.<br />

—Claro —contestó ella—, por supuesto.<br />

—He estado liado con unas cuantas cosas.<br />

—Está bien. —Hizo clic sobre un documento de Word y delante de ella se abrió un tratado<br />

incomprensible sobre retrovirus.<br />

—Me preguntaba si te gustaría salir conmigo el próximo martes.<br />

—Yo... en realidad... no estoy segura.<br />

—Me han invitado a la inauguración de una exposición —le contó él—. Una amiga mía dirige<br />

la galería y en una ocasión conocí al artista. Parece un tipo agradable. Los cuadros son de<br />

jardines. Verónica dice que son realmente preciosos.<br />

—Bueno...<br />

—No llegarás tarde a casa—la tranquilizó Nate—. La exposición empieza a las seis y media.<br />

Estaremos allí como mucho una hora. Después podemos picar algo. O no.<br />

—¿Cómo... dónde es? —preguntó. «No voy a ir —se dijo a sí misma—. Digamos que voy y<br />

nos llevamos bien, entonces ¿qué? ¿Volver a salir? ¿Tener una relación? ¿Decirnos cosas que<br />

realmente no creemos sólo porque no me he acostado con nadie en siglos y quizá él tampoco?<br />

¿O empezar a gustarnos, pero no lo bastante y entonces comenzar a hacernos infelices? ¿O<br />

que él me guste más a mí de lo que yo le gusto a él, y que yo sea la única infeliz? No quiero<br />

nada de eso. No quiero nada de eso en absoluto.»<br />

—Glasthule —contestó él en seguida—. Es una zona preciosa, cerca de la estación.<br />

Podemos coger el tren si quieres.<br />

Cerró el documento de Word sin haber hecho nada. Todo había sido tan distinto cuando sus<br />

pensamientos sobre él eran fantasías inalcanzables. Eran placenteras, aunque le producían<br />

culpabilidad porque creía que él estaba casado. Aquello era completamente diferente.<br />

—De verdad creo que te puede gustar —insistió él—. Y a mí me encantaría llevar a alguien


conmigo. Es tan horrible ir a sitios en los que no conoces a nadie.<br />

—Conoces a la dueña —observó ella—. Y al artista.<br />

—Como te he comentado, sólo lo he visto una vez y, en cualquier caso, ellos tendrán que<br />

atender a la gente. No me atrae nada la idea de pasar horas hablando con algún esnob sobre<br />

la pátina o la energía o lo que sea que se les ocurra.<br />

Claire rió entre dientes involuntariamente.<br />

—¿Vendrás?<br />

Ella tragó saliva.<br />

—Bueno, vale. Pero sólo si no te importa ir en tren.<br />

«¿Estás loca? —se preguntó a sí misma—. Te estás metiendo en problemas.»<br />

—No hay problema. —Él parecía aliviado—. Te pasaré a buscar sobre las seis.<br />

—Vale —repitió. «Te dejará y te dormirás llorando.»<br />

—Me apetece mucho.<br />

—Bien —dijo ella.<br />

Colgó el teléfono y volvió a enfrentarse al ordenador. No era capaz de concentrarse en el<br />

trabajo. Lo único en lo que podía pensar era en estar sola con Nate Taylor. ¿Qué demonios le<br />

diría? ¿Qué querría él de ella? ¿Esperaría que se acostara con él? ¿Y qué se iba a poner?<br />

Georgia era una fuente inagotable de consejos sobre cómo debía comportarse Claire con<br />

Nate.<br />

—Tienes que tratarle bien —le dijo a Claire seria—. Nada de ser descuidada con él. Tienes<br />

que mostrarte interesada en lo que a él le interesa. —Salió corriendo de la cocina, donde<br />

habían estado hablando, hacia su estudio, y regresó un minuto más tarde con una nueva<br />

revista—. ¿Ves? Lo dice aquí. Mostrar interés.<br />

Claire echó un vistazo a la revista. No había leído ninguna desde que Georgia había vuelto<br />

del campamento. Seguían llenas de métodos para encontrar al hombre adecuado.<br />

—Haré todo lo que pueda —le dijo a Georgia—. Pero solo vamos a una exposición. No hay<br />

para tanto.<br />

—Suena supersofisticado—comentó Georgia—, aunque supongo que también será<br />

aburridísimo, la verdad. Y tal vez los cuadros sean horribles. Ya sabes, esos del estilo de lo<br />

que yo dibujaba cuando tenía cuatro años.<br />

Claire sonrió.<br />

—Filistea.<br />

—Nunca hubiera dicho que a Nate le interesara el arte —prosiguió Georgia—. Claro que<br />

tampoco sé nada realmente de sus horribles, así que es difícil saber si él encaja.<br />

—¿Eh?<br />

—En mis requisitos. Para tu novio, ¿recuerdas? Leíste mi lisia —Las últimas palabras de<br />

Georgia contenían un ligero reproche.<br />

—Te expliqué que fue sin querer—se defendió Claire—. ¿En qué parte no encaja?<br />

—Conducir un coche guay —contestó Georgia de inmediato—. El novio de la abuela es


mucho más prometedor en ese apartado. No me veo feliz y contenta subida a una furgoneta de<br />

floristería para ir a todas partes.<br />

Claire se echó a reír.<br />

—Tener un hijo guapo —añadió Georgia—. No sé qué pensar de lo de que tenga una hija,<br />

aunque viva en el extranjero con su madre. ¿Y si en algún momento decide venir aquí? ¿Qué<br />

pasará si me odia?<br />

—La verdad, no creo que eso sea un problema —respondió Claire tranquila—. Sólo vamos<br />

a una exposición. Ni él ni su hija ni nadie se van a mudar a vivir con nosotras.<br />

—Supongo que no. Tener dinero —continuó Georgia—. Me da la sensación de que no está<br />

precisamente forrado, y estaría bien tener a alguien que tuviera dinero para lo que surgiera.<br />

Siento decírtelo, mamá, pero la abuela también te gana en ese punto. Cualquiera puede ver<br />

que Alan tiene dinero.<br />

—No seas tan superficial —la regañó Claire.<br />

Georgia se rió.<br />

—Me gusta que de repente lo estés defendiendo.<br />

—¡No lo estoy defendiendo! —exclamó Claire—, pero no creo que los coches ni el dinero<br />

sean lo único importante.<br />

—Claro, supongo que para ti sería lo mismo que tuviera un automóvil de lujo, si te sigue<br />

dando miedo subirte a los coches —convino Georgia.<br />

—Volví a casa en taxi —le recordó Claire.<br />

—Pero desde entonces no te has subido a ningún otro coche.<br />

—No —reconoció Claire—. Quizá algún día.<br />

De repente, Georgia la abrazó.<br />

—Cuando apruebe el carné de conducir te podrás subir conmigo —le dijo—. Seré tan buena<br />

conductora que no podrás negarte.<br />

El sábado por la tarde, Claire y Georgia se fueron de compras al centro. Claire siguió<br />

insistiendo en que no estaba buscando nada especial para salir con Nate, pero Georgia se<br />

tomó el comentario con las reservas que le merecía. Arrastró a Claire a Zara, donde protestó<br />

porque modelos tan a la moda eran demasiado para ella pero, para alegría de Georgia, le<br />

compró a su hija una falda, dos pares de pantalones modernos, unos cuantos tops y una<br />

chaqueta con ribetes de piel con la que Georgia se volvió loca, insistiéndole a Claire que ésa<br />

era la prenda de moda ese otoño, y que Robyn O’Malley se pondría verde de envidia.<br />

Después fueron a Debenhams, donde Georgia hizo que Claire se probara docenas de<br />

vestidos antes de decidirse por el primero que había elegido, uno de seda entallado, de color<br />

verde oscuro, que sin duda era el mejor.<br />

—El verde es tu color —le dijo Georgia a Claire—. Queda bien con tus ojos. Te hace<br />

parecer enigmática.<br />

—¿Y tú crees que debo parecerlo?<br />

—Por supuesto —contestó Georgia—. ¡Mamá, mira! —Señaló otra estantería—. ¡Ese es el<br />

fular perfecto para el vestido! —Cogió el pañuelo de gasa color teja con delicados abalorios


verdes y se lo puse > a Claire en el cuello—. ¡Te queda increíble!<br />

—Gracias —dijo Claire—, pero no necesito un fular.<br />

—¡Mamá! —exclamó Georgia—. Por supuesto que lo necesitas. Es el toque que completa<br />

el modelo.<br />

Claire se dejó convencer para comprarlo, pero se negó a adquirir los elegantes zapatos de<br />

piel verde que Georgia le sugirió, tras ver la exorbitante cifra que marcaba la etiqueta.<br />

—Tengo un montón de zapatos en casa —le dijo a su hija—. Con esos me basta, porque<br />

casi no me los pongo.<br />

Sin embargo llevó a Georgia a la peluquería, donde las dos se lavaron el pelo y se<br />

repasaron el corte. Después tomaron café y tarta en una de las muchas cafeterías que había,<br />

antes de dirigirse a la parada del autobús cargadas de bolsas.<br />

—Ha sido un día fantástico —dijo Georgia mientras subían en el autobús—. Además, el<br />

martes estarás de muerte.<br />

—No quiero estar de muerte —replicó Claire—. Sólo quiero ser yo misma.<br />

El martes llegó increíblemente rápido. Claire había pasado el fin de semana poniéndose al<br />

día con el trabajo, mientras que Georgia se preparaba para el nuevo curso. El sábado por la<br />

noche, Eavan la llamó para contarle que habían recibido una muy buena oferta por la casa y<br />

que iban a aceptarla. A pesar de que, añadió Eavan, Glenn había ido a una entrevista que le<br />

había concertado Lacey con una empresa llamada Hexagon y le habían ofrecido un trabajo con<br />

el mismo sueldo que tenía en Trontec. Glenn iba a empezar a finales de mes, e iban a emplear<br />

el tiempo hasta entonces en buscar una nueva casa. Una que les supusiera menos esfuerzo<br />

económico, le dijo Eavan. Todos los malos recuerdos habían quedado ligados a la casa de<br />

Howth y ya no era recuperable. Se había convertido en el símbolo de la ocultación mutua. Una<br />

casa nueva significaría una nueva sinceridad y una nueva forma de proceder entre ellos.<br />

Claire se quedó encantada de oír a su amiga tan positiva otra vez, y estaba realmente<br />

aliviada de que Glenn y ella hubieran superado el bache. Eavan también le contó que, aunque<br />

iba a dejar el trabajo en la tienda de bricolaje cuando Glenn comenzara a trabajar, iba a seguir<br />

haciendo algo fuera de casa. Trinny Armstrong la había llamado para decirle que había una<br />

vacante de tres mañanas por semana en Locum Libris, y Eavan había decidido aceptar. Le<br />

confesó a Claire que tenía la necesidad de hacerlo. Tanto para que Glenn no tuviera la<br />

impresión de que los dos dependían de él, como también para tener intereses más allá de la<br />

decoración y de Saffy. Añadió que tenía la sensación de que parte de la presión que había<br />

padecido Glenn procedía de su obsesión por ser una madre y una esposa perfecta y tener un<br />

hogar perfecto. A él le encantaba la idea y Eavan también desprendía entusiasmo.<br />

—¿Y qué pasa contigo? —preguntó entonces Eavan—. ¿Qué pasa contigo y el adorable<br />

Nate?<br />

—¿El adorable Nate? —Claire mantuvo la voz tan tranquila como pudo.<br />

—Me gustó —dijo Eavan—. Me preguntó por ti. Le dije que debía intentarlo.<br />

—¡Hiciste eso! —Claire agarró con fuerza el teléfono, así que de eso era de lo que habían<br />

estado charlando en la barbacoa, ¡de ella!, se preguntaba cuánta información le habría dado<br />

Eavan.


—Oh, venga, Claire. En estas últimas semanas has cambiado. Estás preparada.<br />

—No lo estoy —la contradijo Claire—. Puede que creas que he cambiado, pero no es así. Y<br />

aunque voy a salir con él... —La voz le falló.<br />

—Pero ¡eso es fantástico!<br />

—Eavan... Eavan, si Glenn te hubiera dejado, ¿tú correrías a buscar a otra persona?<br />

Eavan suspiró profundamente.<br />

—Por supuesto que no.<br />

—¿Lo ves?<br />

—Pero han pasado tres años. Y vas a salir con él.<br />

—Porque no supe cómo decirle que no.<br />

—No puedes estar siempre congelada, Claire.<br />

—No estoy congelada en absoluto —replicó, y colgó.<br />

Eavan la llamó de inmediato y le dijo que no hiciera nada que no quisiera, que sentía haber<br />

sido manipuladora y haberla presionado demasiado, que no tenía derecho a dar lecciones a<br />

nadie sobre sus vidas teniendo en cuenta que ella había estado a punto de echar a perder la<br />

suya.<br />

—Eres una buena amiga —dijo Claire—. A ver si quedamos pronto. Podríamos ir de<br />

compras.<br />

—En grandes almacenes —convino Eavan—. De ahora en adelante, voy a dejar la ropa de<br />

diseñador.<br />

Después de colgar Eavan clavó la mirada en la pared, pensativa. Claire iba a salir de verdad<br />

con aquel hombre, y ella sabía que aquello era diferente de sus locuras de los contactos por<br />

Internet o de quedar con gente por Georgia. Se trataba de su amiga, volviéndolo a intentar y,<br />

aunque Eavan deseaba que sucediera, había estado tan convencida de la devoción de Claire<br />

por el recuerdo de Bill, que en realidad pensaba que nunca sucedería. Deseó fervientemente<br />

que Claire no hiciera nada estúpido que lo echara todo a perder. Ya era hora de que Claire<br />

dejara a Bill que se fuera. Quizá pudiera hacerlo al fin.<br />

Claire miró la hora en su reloj. Las cinco. Faltaba una hora... Abrió su correo electrónico<br />

para enviar un archivo que había terminado. Tenía cuatro mensajes nuevos en la bandeja de<br />

entrada. El asunto de uno de ellos era «Soft Cell».<br />

Lo abrió.<br />

«Hola, Soft Cell —leyó—. Soy Danno. Tengo treinta y seis años. Como sabes por mi perfil<br />

me gustan los deportes y la vida al aire libre. También me gusta la buena mesa (y se me da<br />

muy bien cocinar) y las películas de Guy Ritchie. Tengo entradas para su última película y me<br />

preguntaba si te interesaría. Podríamos quedar para tomar algo antes y si no me encuentras<br />

demasiado repulsivo podríamos intentarlo. Las entradas son para el viernes por la noche.<br />

¿Qué te parece? Danno.»<br />

Claire miró fijamente el mensaje. Casi había olvidado por completo a Danno y a Guru. Sin<br />

duda no esperaba saber nada cié ellos. Abrió la página de CómoLoReconoceré y volvió a mirar<br />

la foto de Danno. Parecía un tipo agradable y abierto, y sin duda aficionado al aire libre. Cerró


los ojos y trató de imaginarse conociéndolo. Pero no le venía ninguna imagen a la cabeza.<br />

Maldita sea, pensó mientras comenzaba a escribir la respuesta. ¡No tendría que haber hecho<br />

esto!<br />

«Hola, Danno. Lo siento muchísimo. En estos momentos estoy saliendo con alguien. Tendría<br />

que haberte enviado un mail para decírtelo, pero era la primera vez que utilizaba la página y no<br />

lo pensé. Muchas gracias por ponerte en contacto conmigo. Espero que encuentres a alguien<br />

mucho mejor que yo. No será muy difícil. Soft Cell.»<br />

Envió el mail y cerró el correo. Después volvió a abrirlo y borró el mensaje y su respuesta<br />

de la bandeja de entrada y de la carpeta de enviados. Aunque Georgia tenía su ordenador, a<br />

veces también usaba su Apple y Claire no quería que viera que le había mentido a un posible<br />

candidato diciéndole que estaba viendo a otra persona cuando no era cierto. Porque no lo era.<br />

Se levantó y fue a su habitación. Georgia ya estaba allí, alisando el ajustado vestido verde.<br />

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Claire.<br />

—Asegurándome de que tienes todo lo que necesitas —contestó Georgia—. Ojalá te<br />

hubieras comprado los zapatos. No tienes nada que pegue del todo.<br />

—No importa —dijo Claire—. La verdad es que creo que este vestido puede ser un poco<br />

demasiado para esta noche.<br />

—¿Qué quieres decir? —preguntó Georgia—. ¿Es que esas cosas del mundo del arte no<br />

son absolutamente glamurosas con un montón de celebridades?<br />

—Quizá en Manhattan —replicó Claire—, pero no en el centro de Dublín. Por lo que sé, se<br />

trata de un evento para los amigos del artista y unos cuantos periodistas. Es sabido que los<br />

artistas van muy desaliñados, así que tal vez debería llevar unos vaqueros o algo así.<br />

—¡No te atreverás! —exclamó Georgia—. Con este vestido pareces una modelo.<br />

—Es una exposición, no un desfile —le recordó Claire.<br />

—En realidad, éste es tu único vestido sexy —prosiguió Georgia, sacando el vestido de<br />

seda color ocre del armario—, pero creo que es demasiado escotado.<br />

—¿Eso crees?<br />

—Para esta ocasión —aclaró Georgia—, para otros planes sería distinto.<br />

Claire ocultó su sonrisa. Su hija se lo estaba tomando muy en serio.<br />

—He decidido que te voy a prestar mi nueva sombra de ojos —le comunicó Georgia—.<br />

Dorado león. A mí me queda bien, así que a ti también te quedará bien.<br />

—¿Sí?<br />

—Por supuesto —afirmó—. Apuesto a que Nate se quedará impresionado contigo. Le<br />

molabas en la barbacoa aquel día y apenas te habías arreglado.<br />

—Si fuera cierto que yo le molaba, y aprovecho para decirte que detesto esa expresión,<br />

señorita Hudson, si era cierto que le gustaba en la barbacoa y yo iba informal, ¿por qué<br />

demonios crees que debería arreglarme hoy?<br />

—¡Porque esto es diferente! —exclamó su hija—. Te ha invitado a salir. No me puedo creer<br />

que no lo entiendas.<br />

Claire suspiró.<br />

—Lo entiendo, de verdad. Vale, usaré la sombra Dorado león. ¿Qué zapatos crees que<br />

debo ponerme?


Cinco minutos antes de que llegara Nate, Claire estaba de pie frente al espejo, llena de<br />

dudas. El vestido verde le quedaba de maravilla. La sombra iba con ella, le hacía los ojos más<br />

grandes y resaltaba sus motas color ámbar. Llevaba el pelo suelto, Georgia se había pasado<br />

diez minutos alisándoselo con la plancha, y le rodeaba la cara sofisticadamente (tenía que<br />

reconocerlo), lo que la hacía más elegante que los rizos. No era un estilo que se molestara en<br />

llevar cada día, pero sin duda era muy adecuado para salir de noche. Apenas podía caminar<br />

con los zapatos de tacón sin talón que Georgia había recuperado de su armario y había<br />

insistido en que se pusiera.<br />

—Ha llegado. —Georgia había estado vigilando desde la ventana de su estudio—. Y<br />

adivina, conduce un coche, no la furgoneta. Y es un coche guay, un Lexus. ¡Se debe de ganar<br />

pasta plantando plantas! —Se volvió hacia su madre—. Ultima comprobación. —Evaluó el<br />

aspecto de Claire y luego silbó con aprobación—. Lo conseguirás —le dijo.<br />

—¿Tienes todas tus cosas preparadas?<br />

Georgia asintió. Iba a pasar la noche en casa de Robyn y se llevaba unos cuantos juegos de<br />

la PlayStation. Claire le había prometido llamarla a la vuelta y pasar a recogerla o dejar que<br />

Leonie la llevara a casa, pero cuando Leonie se enteró de que Claire tenía una cita, le ofreció<br />

que Georgia se quedara a dormir. No obstante, Claire había insistido en que Georgia estuviera<br />

de vuelta aquella noche.<br />

—Bueno —dijo cuando Nate llamó al timbre—. Allá vamos.<br />

Él iba con su estilo informal de siempre, pero estaba atractivo con los pantalones anchos y<br />

la chaqueta suelta. Todavía tenía el pelo húmedo de la ducha.<br />

—Voy con vosotros hasta la estación —le informó Georgia—. Luego me quedo en casa de<br />

Robs.<br />

—¿Y qué tal tu novio? —preguntó Nate con naturalidad mientras ella se adaptaba a su<br />

paso; iban a un ritmo más lento del habitual para adaptarse a la falta de costumbre de Claire<br />

de andar con soltura y a pasos largos con tacones.<br />

—Está bien. —Georgia se sonrojó. Naturalmente, Nate no sabía nada del drama que se<br />

había montado después de que Steve se quedara en su habitación, y sin duda ella no iba a<br />

contárselo.<br />

Su pregunta fue toda la conversación que tuvieron hasta llegar a la estación. El tren de<br />

Georgia llegó primero y les saludó con la mano mientras se subía a él para bajarse en la<br />

próxima estación.<br />

Claire y Nate esperaron en la parte cubierta del andén otros diez minutos hasta que su tren<br />

llegó. Claire estaba preocupada por el efecto que el viento estaría teniendo sobre su nuevo<br />

estilo de pelo. Se lo tocó para asegurarse de que no se había convertido en un nido de<br />

pájaros.<br />

—Estás bien —le dijo Nate al notar lo que estaba haciendo.<br />

—No estoy acostumbrada a llevarlo tan liso —le confesó Claire—. Georgia se ha vuelto loca<br />

con la plancha.<br />

Nate hizo una mueca.<br />

—Felicity tenía una. Se pasaba horas con ella delante del espejo. Creo que la quería más


de lo que nunca me quiso a mí.<br />

Claire no estaba segura de cómo debía reaccionar a eso. Entonces vio que Nate le estaba<br />

sonriendo y ella sonrió dudosa.<br />

Viajaron prácticamente en silencio hasta Glasthule. A solas con él y una vez acabada la<br />

conversación sobre el pelo, a Claire no se le ocurría nada más que decir. Nate parecía<br />

cómodo con el silencio. Algo que podría ser bueno, pensó Claire, pero ¿a esas alturas de la<br />

relación no deberían estar charlando de algo? ¿De lo que fuera? Después se estremeció por<br />

haber pensado en ellos en términos de pareja. Dos personas, se recordó a sí misma. Eran dos<br />

personas independientes. No eran una pareja para nada.<br />

La galería Purple Rain estaba justo al final de la calle principal, situada en un pequeño jardín<br />

de grava, en cuyo centro había una escultura de bronce de una mujer con un paraguas, y un<br />

montón de bolsas de la compra junto a los pies. La escultura era tan suave y real, que Claire<br />

tenía ganas de tocarla. Pero supuso que la gente que iba a galerías de arte no se molestaba<br />

en tocar esculturas. Quizá sabían cómo eran sólo con mirarlas.<br />

—Es fantástica, ¿verdad? —dijo Nate—. Yo siempre tengo ganas de darle un abrazo. No<br />

puedo evitar preguntarme qué hace bajo la lluvia.<br />

—Supongo que esperar a que alguien la ayude con la compra —dijo Claire secamente.<br />

Nate se echó a reír y la condujo hacia la galería. Le presentó a Veronica, la elegante<br />

propietaria que rápidamente les dio unas copas de vino tinto y los invitó a que dieran una<br />

vuelta.<br />

Los cuadros eran bonitos. Cuando Nate le dijo que era una exposición sobre jardines, Claire<br />

se había imaginado los típicos cuadros deconstruidos de jardines de otra época salpicados de<br />

rosa y malva. Pero las pinturas eran en cambio de jardines salvajes, de jardines de campo, de<br />

soleados jardines mediterráneos, y de otros lluviosos del norte de Europa... Incluso, se percató<br />

Claire, de tranquilos jardines zen. Algunos de los cuadros estaban cubiertos con un cristal y<br />

otros eran lienzos sin más. Todos eran maravillosos, los vivos colores saltaban de las paredes,<br />

creando la sensación de que con un paso se podría entrar en cada uno de ellos.<br />

Claire merodeó por la galería mientras Nate se quedó atrás, atrapado en conversaciones<br />

con la gente. Pero no se sintió abandonada. Disfrutaba observando las pinturas. Especialmente<br />

una. Se titulaba Jardín jamaicano y era un cuadro de una casa color rosa pastel con un techo<br />

ondulado, situada en un barranco cubierto de hojas. A un lado de la casa, se veía una hamaca<br />

colgada entre dos palmeras inclinadas. Un cuerpo, imposible averiguar si era un hombre o una<br />

mujer, estaba tumbado en ella con un sombrero sobre la cara. En el suelo había una pala, una<br />

azada y una guadaña abandonadas. Alrededor de la casa se veían parterres rebosantes de<br />

plantas tropicales de todos los colores. En contraste con el tono pastel de la casa, las flores<br />

eran una llamarada de rosa, naranja, rojo y púrpura brillantes.<br />

El cuadro era más impresionista que detallista. Pero mientras lo miraba, Claire sentía el<br />

calor del sol caribeño cayendo sobre la escena y la languidez de la persona en la hamaca.<br />

Recordó el jardín del hotel de Jamaica, donde un ejército de jardineros trabajaba para<br />

mantenerlo bonito y colorido, y donde había una hamaca parecida a aquélla para los<br />

huéspedes. Una tarde, Bill se quedó dormido en ella y le contó luego que era una de las cosas<br />

más cómodas que había probado en su vida.<br />

—Cuando volvamos a casa —le había dicho él—, voy a comprar una.<br />

Había olvidado aquello por completo. Hasta aquel instante.


Se alejó del Jardín jamaicano y miró otros cuadros. Pero aquél fue el que se le quedó<br />

grabado en la mente, a pesar de estar observando un lienzo mucho más grande llamado Jardín<br />

escocés, que se dio cuenta de que costaba unos cuantos miles de euros. «Dios —pensó—.<br />

Quizá debería pintar en lugar de editar.»<br />

Siguió paseando por la galería, hasta que los pies comenzaron a dolerle a causa de los<br />

tacones. «Ojalá no hubiera dejado que Georgia me convenciera para llevarlos —pensó de mal<br />

humor—. Estaban en el fondo del armario por un buen motivo.»<br />

Buscó a Nate con la mirada. Estaba hablando con Veronica y con un hombre bajito, calvo y<br />

regordete que tenía cara de luna. Otro hombre, tan alto como Nate, pero más delgado y algo<br />

más joven, estaba a su lado. Mientras les observaba, Veronica dio unas palmadas y anunció<br />

que la exposición iba a ser formalmente inaugurada por Duncan Barrett, el conocido poeta y<br />

músico.<br />

«Tengo una sobredosis de cultura —pensó Claire—. Artistas, poetas, músicos...» De<br />

repente se sintió fuera de lugar.<br />

El hombre alto y delgado era Duncan Barrett. Hablaba con facilidad y bien del talento de<br />

Eamonn Pearse, el artista. Claire se encontró asintiendo cuando Duncan sugirió que los<br />

cuadros eran como portales a otros mundos. Aquello era lo que había sentido delante del<br />

Jardín jamaicano. Le había producido la sensación de que otro mundo estaba a un paso.<br />

Cuando Duncan terminó, el hombre regordete se adelantó un poco. A Claire le costaba<br />

creer que un hombre de aspecto tan normal pudiera haber pintado cuadros tan hermosos.<br />

Sabía que era una tontería pensar así, pero esperaba que el artista fuera el tipo de hombre<br />

desaliñado que le había comentado a Georgia, no alguien que parecía un banquero o un<br />

vendedor de seguros.<br />

Eamonn les agradeció la asistencia, esperaba que disfrutaran mirando los cuadros y les<br />

mencionó que, aunque odiaba la idea de vender algunos de ellos, tenía que pagar las facturas.<br />

La gente que estaba allí congregada se echó a reír. Claire había observado que había unas<br />

cuantas pegatinas rojas al lado de los cuadros indicando que estaban vendidos. No creía que<br />

Eamonn tuviera que preocuparse mucho por las facturas.<br />

Otro hombre, alto, moreno y guapo a la manera clásica, entregó a Eamonn un ramo de<br />

flores, y lo besó en la mejilla.<br />

—Es su pareja, Redmond —le susurró Nate, que estaba de pie detrás de Claire—. Son una<br />

pareja maravillosa, llevan juntos un montón de años.<br />

La multitud se volvió a dispersar. Un camarero llenó de nuevo la copa de Claire antes de que<br />

ella pudiera negarse. Buscó a Nate con la vista. Estaba de pie frente al Jardín jamaicano.<br />

Como si hubiera notado su mirada a través de la sala repleta de gente, se volvió hacia ella y<br />

sonrió.<br />

Ella también le sonrió y se dirigió hacia él. No estaba segura de si pisó algo resbaladizo en<br />

el suelo de madera, o si fue por la manera en que caminó hacia Nate, pero de repente lo único<br />

que supo es que estaba cayendo hacia adelante, y chillando al ver que su copa de vino, llena<br />

hasta arriba, salía despedida de su mano en un arco perfecto que fue a aterrizar delante del<br />

Jardín jamaicano haciéndose añicos. No sin antes vaciar su contenido en el lienzo sin<br />

protección.<br />

En la galería se hizo un silencio conmocionado. Claire se puso de rodillas. La parte<br />

delantera de su precioso vestido estaba salpicada de vino. El pelo le caía sobre la cara. Su


elegante fular se había deslizado de su cuello y había acabado en el charco de vino del suelo.<br />

—¡Zorra! —gritó Redmond furioso mientras Eamonn seguía mudo por el shock—. ¡Zorra<br />

filistea!<br />

—Lo siento muchísimo —jadeó Claire—. Ha sido un accidente. Lo siento de verdad. ¿Hay<br />

algo que pueda hacer?<br />

—¡Vete! —gritó—. ¡Vete! Has arruinado su trabajo. Meses y meses de trabajo. Has<br />

destruido la inauguración y el trabajo de Eamonn.<br />

De repente, destelló el flash de alguien que había sacado una foto. Claire parpadeó ante la<br />

luz inesperada.<br />

—Vamos, Claire. —Nate estaba a su lado, ayudándola a levantarse.<br />

—¡Ese cuadro vale millones! —exclamó Redmond—. No me lo puedo creer. De verdad que<br />

no.<br />

Veronica se acercó a ella.<br />

—¿Estás bien? —Su voz era gélida.<br />

—Sí. Estoy bien. —Claire estaba agradecida de sentir la mano de Nate en su brazo. Sabía<br />

que estaba temblando.<br />

—No vale millones —dijo él—. Por lo que pone en la etiqueta, vale seiscientos.<br />

—Oh, pero aun así... —Claire estaba horrorizada.<br />

—Ha sido un accidente —le recordó Nate, y miró a Veronica—. ¿Se puede limpiar?<br />

—Todo se puede restaurar —respondió ella—. Es sólo cuestión de tiempo y dinero.<br />

—Lo siento muchísimo —repitió Claire.<br />

—Vámonos —dijo Nate—. Ronnie, ya hablaremos del cuadro.<br />

Nate la guió por la galería, recogió sus zapatos y la condujo hasta el jardín. Claire sentía las<br />

miradas de acero de los otros invitados clavadas en ella y oía a Redmond despotricar furioso,<br />

contándole a todo el mundo que la maravillosísima inauguración de Eamonn había sido echada<br />

a perder por la estupidez de aquella mujer.<br />

Nate le dio los zapatos y Claire se los puso temblorosa.<br />

—¿Estás bien? —le preguntó.<br />

—¿Estás loco? —le soltó como respuesta—. Acabo de estropear el trabajo de alguien. He<br />

hecho el ridículo delante de cientos de personas. Mi ropa está empapada de vino tinto y llevo<br />

unos zapatos con los que no puedo caminar. No. No estoy bien para nada.<br />

La boca de él esbozó una sonrisa.<br />

—¡Y no es gracioso!<br />

—Ya lo sé. —Pero vio cómo Nate se estaba esforzando para no reírse.<br />

Se alejó de él, salió del jardín de grava y alcanzó la calle. Cuando salía por la puerta de<br />

hierro forjado tropezó otra vez y casi se torció el tobillo.<br />

—¡Mierda! —exclamó mientras trataba de mantenerse erguida.<br />

Nate la cogió.<br />

—No estás a salvo con esos zapatos —comentó.<br />

Claire se mordió el labio. Todo estaba saliendo mal. En realidad, ella no quería citas con<br />

nadie, pero le había dicho que sí a él, y ahora estaba quedando como una idiota. Una idiota


que ni siquiera podía caminar con zapatos de tacón. Nunca le había pasado nada así en la<br />

vida. No le había pasado con Bill.<br />

No pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla.<br />

—Eh, venga. —Él le pasó el brazo por los hombros—. No hay necesidad de eso.<br />

—Lo siento —gimió ella.<br />

—No ha sido tu culpa —dijo él—. Y la pintura se puede arreglar. Sé que se puede.<br />

—Sí —farfulló Claire frotándose los ojos y haciendo que se le corriera la sombra dorada y el<br />

rímel color moca por las mejillas—, pero costará casi lo mismo que volver a pintarla.<br />

—No te preocupes —la tranquilizó él—. Estoy seguro de que se puede arreglar.<br />

—Las cosas no se arreglan solas —objetó ella—. Hay que trabajar para que eso suceda. Y<br />

no hay nada que yo pueda hacer.<br />

—Tú no puedes arreglarlo todo —le dijo él—. Otra gente puede hacerlo. Deja que lo hagan.<br />

—¿Y qué pasará cuando reciba un factura por Dios sabe cuánto? —preguntó ella—. No<br />

estoy en la ruina, Nate, pero tampoco me puedo permitir gastar miles de euros en cuadros<br />

empapados en vino.<br />

Él se echó a reír.<br />

—No costará miles de euros. Por favor deja de preocuparte. —Le apretó el hombro—.<br />

Venga. Vamos a comer algo y a olvidar todo esto por un rato.<br />

Ella negó con la cabeza.<br />

—No tengo hambre.<br />

—¿Quieres pues que vayamos a tomar algo?<br />

—No —contestó ella—, para ser sincera, sólo quiero irme a casa.<br />

—Por supuesto —dijo Nate—. Vamos a coger un taxi.<br />

—No —negó ella otra vez.<br />

Él se frotó la nariz.<br />

—No me gustan los taxis —explicó Claire—. No me gusta ir en coche. Es... que yo... —Se<br />

estremeció bajo su abrazo—. No puedo.<br />

Comenzó a llorar de nuevo, pero esa vez con fuertes sollozos.<br />

—Mira, ha sido muy amable por tu parte invitarme a salir, pero... pero... soy la persona<br />

equivocada. No cojo taxis y no salgo con gente.<br />

Él no dijo nada, pero la dejó llorar sin restricciones. Nate le apartó el brazo de los hombros<br />

mientras ella hurgaba en su bolso en busca de un pañuelo, que utilizó para restregarse los ojos<br />

y sonarse la nariz.<br />

—A pesar de todo —le dijo— tenemos que volver a casa. Cojamos otra vez el tren. No hay<br />

problema.<br />

Ella asintió. Caminaron juntos hasta la estación y esperaron en silencio los cinco minutos que<br />

tardó en llegar el tren. Bajo la agresiva luz blanca del vagón, las manchas del vestido de Claire<br />

parecían aún peores. Se vio reflejada en la ventanilla, se le habían corrido la sombra y el rímel.<br />

Intentó restregárselo con el pañuelo, pero sólo consiguió extenderlo más.<br />

Cuando se bajaron del tren, Nate fue caminando hacia su casa con ella. Una vez más iban<br />

en silencio. Claire agradeció que comprendiera que no quería hablar. Que tratar de mantener


una conversación ligera no la haría sentirse mejor. Los días después del accidente de Bill, la<br />

gente hablaba sin cesar cuando estaban con ella, como si parloteando sobre trivialidades<br />

pudieran hacer que ella dejara de pensar en lo que había sucedido. Les asustaba el silencio,<br />

pero a ella empezó a gustarle, además de la seguridad de que no había que llenar cada<br />

momento del mismo con charlas inconsecuentes.<br />

Cuando llegaron a la puerta, ella levantó la vista hacia él.<br />

—Siento haber arruinado tu noche —le dijo—. También siento haber estropeado el cuadro.<br />

Cuando averigües cuánto ha costado, házmelo saber.<br />

—Probablemente lo cubrirá el seguro —la consoló Nate—. Y estoy convencido de que<br />

arreglarlo no costará nada.<br />

—Tal vez no, pero ése no es el tema. He estropeado algo que él creó. Tenía derecho a<br />

estar enfadado.<br />

—Vale —respondió Nate—. Te lo diré.<br />

—Gracias —dijo ella—. Mira, ya sé que me has invitado a salir, y que quizá lo apropiado<br />

sería que te invitara a pasar a tomar un café, pero ahora mismo no me siento capaz. Quiero<br />

entrar, quitarme este vestido que huele como una maldita bodega, y estar sola.<br />

—Claro —asintió Nate.<br />

—Así que... mmm... buenas noches.<br />

—Buenas noches —dijo él. Le sonrió fugazmente, se subió a su coche y se fue.


CAPÍTULO 39<br />

Catanache (flecha de Cupido): flores similares a las margaritas<br />

en blanco y azul, que tienen capullos plateados. Crece con fuerza<br />

en suelo seco.<br />

ARROJÓ SU VESTIDO empapado de vino a la cesta de la ropa sucia, aunque estaba<br />

bastante segura de que estaba estropeado más allá de las capacidades del jabón más<br />

potente. Se puso su pijama de algodón y una vieja bata roja. No hacía frío, pero estaba<br />

temblando. Tonta, pensó mientras llenaba la tetera de agua. Tonta, tonta, tonta.<br />

Se preparó una taza de té y llamó a Leonie para decirle que ya estaba en casa. La otra<br />

mujer sé sorprendió al oír su voz.<br />

—Son sólo las nueve —le dijo incrédula—. Creía que llegarías mucho más tarde, Claire.<br />

—No, sólo iba a ese rollo de la galería —comentó Claire tan despreocupadamente como<br />

pudo—. Mira, ¿te molesta mucho si te pido que traigas a Georgia a casa?<br />

—Por supuesto que no. —La voz de Leonie destilaba curiosidad—. ¿No lo has pasado bien?<br />

—Ha estado bien —dijo Claire—, pero en realidad no era mi estilo.<br />

Colgó el teléfono y se sentó en el salón, calentándose las manos con la enorme taza azul.<br />

Cada vez que se acordaba de sí misma volando por el suelo pulido de la galería, enrojecía de<br />

vergüenza. Su humillación había sido absoluta, pensó deprimida, con todos aquellos buitres del<br />

mundo de la cultura mirándola como si fuera un trozo de estiércol que Nate hubiese llevado<br />

pegado al zapato. También debió de ser mortificante para él. El hombre de la novia tonta y<br />

patosa.<br />

—Sólo que no soy su novia —dijo en voz alta. «Tenía razón al mantenerme alejada del<br />

mundo de las citas. No ha sido nada más que una vergüenza detrás de la otra. Nada de lo que<br />

yo esperaba. Y esta noche, quizá eso ha sido lo mejor que podía pasar. Por lo menos de esta<br />

forma ya se ha acabado, y nunca tendrá ocasión de dejarme y romperme el corazón.»<br />

Oyó la llave de Georgia en la cerradura y dejó su taza medio vacía en la mesa. Georgia<br />

abrió la puerta del salón.<br />

—¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Por qué has vuelto tan temprano a casa? —Entrecerró<br />

los ojos al observar que Claire llevaba su bata y se llevó las manos a la boca—. ¿Está aquí?<br />

—jadeó—. ¿Te está esperando arriba? Mamá, yo...<br />

—Por supuesto que no está aquí —la interrumpió Claire—. No seas tonta.<br />

Georgia se sonrojó.<br />

—Lo siento. Ya sé que tú no... tú no... no aquí... —Hizo una mueca. Le gustaba Nate y no le<br />

importaba la idea de que Claire saliera con él, pero que Claire lo llevara a casa y se acostase<br />

con él, era algo que todavía no estaba preparada para aceptar.<br />

—Entonces, ¿por qué estás aquí? —preguntó—. Es pronto. Leonie estaba realmente<br />

sorprendida. Justo estábamos viendo el final de un DVD que habíamos puesto.<br />

—Las cosas no han salido del todo como estaban planeadas —dijo Claire—. Así que nos<br />

hemos ido pronto y yo me he venido a casa.<br />

—Pero ¿no querías estar con él un rato? —Georgia la miró con curiosidad—. Creía que te


gustaba.<br />

—Y me gusta, pero no estoy segura de cuánto le gusto a él.<br />

—Le gustas —le aseguró Georgia sin dudarlo—. Es evidente que le gustas, mamá. Y él es<br />

agradable. —Se mordió el labio—. A mí me cae bien. Es... es como fuerte y silencioso.<br />

La risa de Claire era un poco forzada.<br />

—Ya sé que es agradable —dijo—, pero cariño, en realidad yo no quiero salir con nadie,<br />

por muy agradable que sea. Ya fue suficiente tener a tu padre. Estoy bien así. Sin duda saldré<br />

un poco más, pero no en este plan.<br />

—¿Qué ha pasado? —volvió a preguntar Georgia.<br />

Entonces Claire, mientras a Georgia los ojos se le abrían como platos, le explicó que había<br />

resbalado en el suelo pulido y que había mojado el cuadro Jardín jamaicano con vino tinto.<br />

—Uau —exclamó su hija cuando Claire hubo terminado—. Ya entiendo por qué os fuisteis.<br />

—Se rió—. Una cita muy cara, si tienes que pagar el cuadro.<br />

—Supongo que tendré que pagar algo —dijo Claire—. Sólo espero que no sea demasiado.<br />

—Bah, si pueden restaurar los cuadros de los grandes maestros estoy segura de que<br />

pueden quitar unas cuantas manchas de vino —comentó Georgia despreocupada—. No te<br />

obsesiones con eso.<br />

—Me alegro de que estés tan tranquila.<br />

—Estoy tranquila por el cuadro —aclaró Georgia—, no porque tu cita haya sido un<br />

desastre. '<br />

—Como te he dicho, no soy de citas —insistió Claire—. No me interesa, Georgey, ésa es la<br />

verdad.<br />

—¿Ni siquiera Nate?<br />

—Ni siquiera Nate.<br />

—Oh, bueno —suspiró Georgia—. Aunque haya sido un fracaso, por lo menos lo has hecho.<br />

¡Y también con los otros! Y... estás diferente. Haces más cosas, como la barbacoa. Así que si<br />

has sido capaz de eso, tal vez pudiéramos organizar una fiesta de Navidad o algo así este<br />

año...<br />

—¿Para que puedas invitar a chicos a dormir?<br />

—¡Mamá! —Georgia hizo una mueca y se echó a reír—. Por lo menos yo no me caí de<br />

bruces delante de él.<br />

—Tal vez soy yo la que debería pedirte consejos a ti —dijo Claire con resignación—. Porque<br />

estaba intentando hacerlo por ti, pero la verdad es que tú lo dominas más que yo.<br />

—En realidad no lo creo. —De repente Georgia se repantigó en el sofá y abrazó a Claire—.<br />

Pero tengo un poco más de experiencia. Porque voy a un colegio mixto, porque he ido al<br />

campamento y porque Robs y las chicas comparten toda la información.<br />

Claire miró los ojos brillantes y la cara sincera de su adorable hija de catorce años. «Tengo<br />

tanta suerte con ella —pensó—. Pero está creciendo mucho más de prisa de lo que yo lo hice.<br />

Y no necesita mis consejos. Por lo menos no sobre chicos. Puede que necesite mi apoyo<br />

cuando finalmente Steve y ella rompan, como sin duda harán. Pero es fuerte. Y eso me<br />

alegra.» Sonrió a Georgia y le devolvió el abrazo.<br />

—He ido escribiendo algunas cosas —le explicó a su hija—. Todas las que he aprendido y


creí que te podían ser útiles.<br />

—¿Sí? —se interesó Georgia—. Enséñamelas.<br />

Claire se levantó y fue a buscar su cuaderno.<br />

—En realidad son tonterías —comentó mientras Georgia hojeaba las páginas.<br />

—No lo son. —Georgia miró el punto 3 de la lista de Claire—. Ser rechazado duele. Tienes<br />

razón. Duele. —Se mordió el labio—. Cuando Jamesie O’Sullivan me ignoró en el céili creí que<br />

se me iba a romper el corazón.<br />

Claire sintió una oleada protectora hacia su hija, exactamente igual a la de la noche en que<br />

Georgia la llamó para preguntarle por el amor verdadero.<br />

—Pero no se me rompió —prosiguió Georgia—. E hice lo que me dijiste. Me recuperé y<br />

empecé otra vez. —Miró a su madre—. Eso es lo que tú también tienes que hacer, mamá. Es<br />

lo que la abuela está haciendo con su amigo de la inmobiliaria.<br />

—Estoy encantada por tu abuela. Y yo estoy bien —la tranquilizó Claire—. Me he<br />

recuperado. Me levanté del suelo de la galería y vine directa a casa.<br />

—No se trata de eso —la cortó Georgia impaciente—. No me malinterpretes. Se trata de<br />

papá.<br />

Claire se quedó callada un minuto.<br />

—También me he recuperado de lo de tu padre —dijo al fin—. He salido con hombres, ¿o<br />

no?<br />

Georgia negó con la cabeza.<br />

—No, no lo has hecho. No de verdad. Saliste con todos esos tíos por mí, no por ti. Y no te<br />

has recuperado en absoluto. Estás fingiendo. Y tú dijiste que no hay que fingir.<br />

Claire no dijo nada.<br />

—Y sobre lo de los hombres extraordinarios —continuó Georgia—. En parte tienes razón.<br />

Conocí a Steve en un sitio normal. Y es un chico extraordinario. Es decente, amable y mono...<br />

—Sus ojos parpadearon justo cuando su móvil sonó—. Y envía mensajes estupendos. —Leyó<br />

el mensaje y lo contestó al instante.<br />

—¿No os estaréis enviando mensajes obscenos? —preguntó Claire, de repente<br />

preocupada.<br />

Georgia le paso el móvil, Claire desentrañó el mensaje sin vocales y leyó la frase que decía:<br />

«Acabo de terminar los deberes de economía. Ojalá estuviera contigo. Besos. Steve».<br />

Claire le devolvió el móvil.<br />

—Lo siento —dijo.<br />

—Bah, no pasa nada —le sonrió Georgia—. Eres una madre. Lees los periódicos y ves las<br />

noticias, vives atemorizada por lo que pueda pasarme. Por el momento todo ha salido bastante<br />

bien.<br />

—Afortunadamente para mí —dijo Claire—Creí volverme loca cuando lo encontré en tu<br />

habitación, pero tenías razón, es un buen chico.<br />

—Y cumple el punto seis —añadió Georgia.<br />

—Los hombres también tienen sentimientos —leyó Claire en voz alta.<br />

—A veces creo que las chicas no se dan cuenta de lo tristes que se ponen los chicos por las<br />

cosas —comentó Georgia—. A veces pensamos demasiado en lo tristes que estamos


nosotras y nos olvidamos de ellos.<br />

Claire asintió.<br />

—Bien dicho.<br />

—Como tú —prosiguió Georgia sin piedad—. A ti en realidad no te importa Nate en<br />

absoluto, ¿verdad? No te importa cómo se siente, sólo cómo te afecta a ti.<br />

—¡Georgia Hudson! —Claire la miró enfadada—. Claro que me importa.<br />

—¿Ah, sí?<br />

—Por supuesto. Nate... bueno, Nate es un buen hombre. Y no quiero que crea que yo<br />

pienso lo contrario.<br />

—Pero no lo quieres.<br />

—Georgey, naturalmente que no lo quiero. Apenas lo conozco.<br />

—La cuestión es que no me importa que salgas con él —soltó Georgia con sentimiento—. A<br />

mí también me gusta.<br />

—Escucha, celestina, aunque fuera lo que más quisiera en el mundo, las probabilidades de<br />

que él volviera a salir conmigo son mínimas —dijo Claire con convicción—. Puede que los<br />

hombres no sean las criaturas superficiales y vacías que a veces creemos que son, pero<br />

prefieren salir con gente que no les deja en ridículo en público.<br />

—En parte es culpa mía —se lamentó Georgia con pesar—. No tendría que haberte hecho<br />

llevar esos zapatos.<br />

—Fue más culpa mía —añadió Claire—. No tendría que haber pedido vino tinto.<br />

Más tarde, aquella noche, cuando Georgia se había ido a la cama y estaba profundamente<br />

dormida, Claire deambuló por el jardín una vez más. Las luces que Nate había instalado en los<br />

parterres brillaban delicadamente, con una suave luz. Las luces de colores de la rocalla<br />

también brillaban detrás de las ramas del manzano. La fuente de la rocalla gorgoteaba<br />

mientras el agua reciclada caía sobre las rocas.<br />

Era un lugar lleno de paz otra vez. Si lo único que Nate hubiera hecho hubiese sido arreglar<br />

el jardín, ya habría merecido la pena conocerlo. Distraídamente, arrancó el capullo de una<br />

campanita. Tal vez algún día, en un futuro lejano, cuando estuviera lista de verdad, encontrara<br />

a alguien. Alguien que no ocuparía el lugar de Bill, pero alguien a quien ella permitiera entrar en<br />

su vida.<br />

El sonido del timbre resonó en el aire nocturno. Claire dejó caer la flor que tenía en la mano<br />

y se apresuró hacia la casa, con el corazón acelerado. Nadie llamaba a esa hora de la noche<br />

con buenas noticias. Le temblaban los dedos cuando abrió la puerta.<br />

—Hola —saludó Nate. Miró su pijama y su bata y frunció el cejo—. Lo siento, no quería<br />

sacarte de la cama.<br />

—No estaba en la cama. —El corazón le seguía latiendo de prisa—. Pero es tarde. ¿Qué<br />

quieres?<br />

Él la observó pensativo, con sus ojos de extraños colores.<br />

—Quería hablar contigo, pero no debería haber venido a estas horas. No me había dado<br />

cuenta de lo tarde que era.


—No pasa nada. —Abrió la puerta del todo—. Está bien. Lo siento. Es que me he asustado<br />

al oír el timbre.<br />

—Disculpa —dijo él, y la siguió hasta la cocina. Phydough, que había permanecido en su<br />

cesta mientras Claire deambulaba por el jardín, salió de ella y se estiró. Trotó hasta Nate, que<br />

le rascó detrás de las orejas.<br />

—Te he traído algo.<br />

Por primera vez, Claire se percató de que Nate llevaba un paquete alargado. Lo puso sobre<br />

la mesa. Ella sacó las tijeras del cajón y cortó el celo que sujetaba el envoltorio.<br />

—Oh.<br />

Era Jardín jamaicano. Estaba perfecto.<br />

—Es un cuadro al óleo —explicó Nate—. En cuanto nos fuimos, se pusieron a trabajar en él.<br />

No fue nada difícil. Tenía peor aspecto de lo que realmente era.<br />

—¿Por qué lo has traído aquí? —preguntó ella.<br />

—Es un regalo —contestó él.<br />

Claire lo miró fijamente.<br />

—No puedo aceptarlo. ¡Vale seiscientos euros!<br />

—Una nadería en el mundo del arte —exclamó Nate alegremente.<br />

—Tal vez, pero no es una nadería para ti ni para mí. Nate, es precioso y un gesto realmente<br />

bonito, pero...<br />

—Te pasaste horas mirándolo. —La interrumpió—. Te estaba observando. Lo mirabas<br />

como si estuvieras en ese jardín.<br />

—Es un cuadro precioso —reconoció ella—, y me recuerda las últimas vacaciones que pasé<br />

con mi marido y con Georgia. —Tragó saliva—. Las vacaciones en las que murió.<br />

—Tuvo que ser lo más horrible del mundo —dijo Nate—. Georgia me contó un montón de<br />

cosas el día de la barbacoa, cuando la acerqué en la furgoneta. Me explicó lo terrible que fue<br />

para ti, y que ella dejó de hablar después... Me dijo lo increíble que fuiste y lo duro que has<br />

luchado...<br />

—Georgia habla demasiado —lo cortó Claire.<br />

—También me contó que te daban miedo los coches —prosiguió Nate—. Antes no debería<br />

haberte propuesto que cogiéramos un taxi, pero he pensado que tal vez estabas tan mal por lo<br />

de la pintura que quizá ni siquiera te darías cuenta de que estabas en un coche. Creía que<br />

podía ayudar. Supongo que soy un estúpido. Y puede que traerte un cuadro ambientado en<br />

Jamaica no sea la cosa más sensible que pudiera haber hecho... pero parecía gustarte tanto.<br />

—Oh, ha sido algo precioso por tu parte —exclamó ella—, pero aun así no puedo aceptarlo.<br />

—Vale. —Nate volvió a rascar a Phydough detrás de las orejas.<br />

—Lo siento —se disculpó ella tras un momento de silencio—. Debe de parecer de lo más<br />

maleducado por mi parte no aceptarlo. Y también siento haber hecho el ridículo esta noche en<br />

la galería.<br />

Él sonrió.<br />

—Nada de eso es un problema. Si tú no quieres el cuadro me lo quedaré yo. Eamonn tiene<br />

muy buenas críticas. Será una inversión. Y en cuanto a lo de hacer el ridículo, bueno, lo único<br />

que puedo decir es que ha sido la mejor inauguración en la que he estado en toda mi vida.


Ella le hizo una mueca.<br />

—En cuanto a mí, ha sido mi primera y última experiencia en el mundo del arte.<br />

Phydough salió al trote al jardín por la puerta de la cocina.<br />

—Tiene buena pinta por la noche —comentó Nate.<br />

—Sí —convino ella—. Todos los que vinieron a la barbacoa dijeron que era maravilloso. —<br />

Ella se volvió hacia él—. Es maravilloso. Me encanta.<br />

—¿Te importa si echo un vistazo otra vez? —preguntó Nate.<br />

Ella negó con la cabeza. Él salió a la oscuridad de la noche. Claire dudó y luego lo siguió.<br />

Nate paseó por el jardín, deteniéndose de vez en cuando para examinar varios arbustos y<br />

flores. Claire se sentó en el banco de madera y lo observó. Georgia había dicho que era fuerte<br />

y silencioso. Tenía razón. Era fuerte, y entendía el valor del silencio.<br />

Claire se imaginó que los brazos de Nate la rodeaban. Pero no informalmente, como había<br />

hecho antes, sino con pasión. Cerró los ojos y se permitió pensar cómo sería dejar que la<br />

abrazara y la besara. Pensó cómo sería que él la dejara para siempre. Su corazón se había<br />

acelerado una vez más.<br />

—¿Estás bien? —Él se sentó a su lado y ella abrió los ojos de golpe.<br />

—Claro.<br />

—No sé si preguntarlo, pero ¿te gustaría volver a salir conmigo alguna vez?<br />

—No sé qué sentido tendría. ¿Y tú?<br />

—Yo disfruto de tu compañía —contestó él.<br />

Claire se levantó del banco. Todavía quería que él la besara. Pero no iba a permitir que eso<br />

pasara. Podía besarla, abrazarla y decir todas las cosas adecuadas, pero ¿cómo sabría ella<br />

si lo decía de verdad<br />

o no? Y si era en serio, no quería decir que fuera a sentirlo así para siempre.<br />

Lo notó a su espalda y su cuerpo se tensó. Esperaba sentir el tacto de su mano en el<br />

hombro, pero no pasó nada. En cambio le oyó decir que se estaba haciendo tarde, y que sería<br />

mejor que se marchara. Una parte de ella quería decirle que se quedara. Aunque lo que hizo<br />

fue asentir con la cabeza.<br />

—No te olvides del cuadro —dijo ella.<br />

—No lo haré.<br />

—Ha sido un gesto precioso.<br />

Él se encogió de hombros.<br />

—Se me dan bien los gestos, pero como ya te había dicho, no tanto las mujeres.<br />

Recorrió el jardín a largas zancadas y pasó delante de ella. Al subir rápidamente la escalera<br />

hacia la cocina chocó con Phydough, que saltó sobre él juguetón. Claire miró horrorizada cómo<br />

Nate se tambaleaba, recuperaba el equilibrio y después, con un grito de sorpresa, se caía por<br />

la escalera y aterrizaba con estruendo en el patio.<br />

—¡Dios mío! ¿Estás bien? —Ella corrió por el jardín mientras Phydough seguía encima de<br />

él, lamiéndole la cara.<br />

—¡Apártate de mí! —Nate empujó al perro—. Te dije que eras un elefante y es lo que eres.<br />

—Hizo un esfuerzo por sentarse y se quejó.


Claire se agachó a su lado y lo miró con ansiedad.<br />

—Lo siento muchísimo —dijo—. No ha sido culpa de Phy. Lo ha hecho sin querer.<br />

—¿Lo entrenas para que haga esto? —preguntó Nate—. Yo he vivido con perros, y éste es<br />

el único que me ha tirado al suelo. Dos veces. Aunque seguro que lo ha aprendido de ti. Tú<br />

también lo hiciste una vez. Estoy empezando a pensar que os traéis una conspiración entre<br />

manos.<br />

—Lo siento —repitió ella.<br />

Phydough volvió a lamer la cara de Nate como disculpa.<br />

—¡Oh! ¡No hagas eso! —exclamó él, e hizo una mueca de dolor al tocarse el tobillo—. Ay.<br />

—¡Phydough, siéntate! —ordenó Claire. El perro la miró pesaroso, se dejó caer junto a<br />

Nate y le lamió rápidamente la mano.<br />

—¿Te has hecho daño? —preguntó Claire.<br />

—Sí —respondió Nate irritado.<br />

—¿Dónde?<br />

—En el tobillo. —Volvió a hacer una mueca de dolor—. Me lo he torcido al caerme.<br />

Claire le subió los vaqueros y le pasó las manos por el tobillo. Estaba empezando a<br />

inflamarse.<br />

—Espera —dijo. Entró en la cocina y salió con una bolsa de guisantes congelados y dos<br />

cojines. Lo ayudó a sentarse en una de las sillas del patio y puso los cojines en otra—. Ahora<br />

pon el pie sobre los cojines —le dijo.<br />

Él hizo lo que ella le indicaba, y Claire le colocó la bolsa de guisantes en el tobillo. Nate la<br />

miró con recelo.<br />

—¿Y esto ayudará?<br />

—Por supuesto —contestó—. Detendrá la inflamación. En un tobillo torcido siempre hay que<br />

poner hielo.<br />

—¿Y cuánto tiempo se supone que tengo que estar así?<br />

—Durante un rato —dijo ella—. ¿Preparo una taza de té?<br />

—¿Sabes?, tengo la sensación de que ya hemos hecho esto —comentó Nate—. Tú viniendo<br />

a mí como un ángel salvador.<br />

Ella rió entre dientes.<br />

—Eso parece. ¿Quieres el té?<br />

—Ya sé que es bueno para el susto, pero ¿por casualidad no tienes algo más fuerte?<br />

—¿Whisky? —preguntó dudosa—. Creo que tengo en algún armario de por ahí. ¿O brandy?<br />

—Lo que sea —respondió él.<br />

Claire desapareció en el interior de la casa y volvió a salir al cabo de un momento.<br />

—Lo siento de verdad —se disculpó—. Sólo tengo cerveza. No es exactamente lo que<br />

recomiendan para recuperarse.<br />

—La cerveza está bien —dijo él.<br />

Ella le pasó una lata de Budweisser que él cogió agradecido. Claire se conformó con un<br />

vaso de agua con gas.<br />

—Tal vez algo va mal cuando estamos juntos —comentó ella después de tomar un trago de


agua—. Cada vez que nos encontramos, parece que se produce algún desastre. Entre<br />

Phydough y yo te hemos tirado al suelo tres veces. Georgia casi te mata con los sándwiches<br />

de mantequilla de cacahuete. Y esta tarde yo también he terminado en el suelo. Está claro que<br />

está actuando alguna fuerza maligna.<br />

Él le sonrió y luego hizo una mueca de dolor al mover un poco el pie.<br />

—No tiene por qué ser una fuerza maligna. ¿Nunca has oído la expresión caer rendido de<br />

amor?<br />

—No creo que se refiera a algo literal —observó ella.<br />

—No, pero está sucediendo.<br />

Ella lo miró fijamente.<br />

—No te preocupes, todavía no estoy enamorado —le aseguró él—, pero... yo... me<br />

gustaría averiguar si podría enamorarme de ti.<br />

—Oh, Nate...<br />

—Ya sé que hay un millón de problemas —la interrumpió él—. Todo el mundo dice que tu<br />

marido y tú erais la pareja perfecta, así que has tenido esa relación fantástica y cualquier otra<br />

cosa podría ser una decepción. Por otro lado, Felicity y yo éramos un infierno viviente. Sarah y<br />

yo podríamos haber estado muy bien, pero fue un desastre absoluto. No estoy diciendo que tú<br />

y yo pudiéramos ser nada. Sin embargo, nunca lo sabremos si no lo intentamos. —Y la miró<br />

esperanzado.<br />

—Tengo más problemas de los que puedes imaginar —respondió Claire rápidamente—.<br />

Todavía echo de menos a Bill. A veces estoy haciendo algo y pienso en él, y es como si todo<br />

hubiera pasado hace nada. Tengo ataques de pánico cada vez que me subo a un coche,<br />

porque hacerlo me trae el recuerdo de todo, aunque el accidente no pasara en un coche. Soy<br />

una madre sola y trabajadora que está tan preocupada por su hija que intenté salir con<br />

hombres para aprender sobre ellos y poder darle consejos, y tengo miedo... tengo miedo de<br />

que me dejen sola otra vez... Nate ésas no son las cosas que quisieras ver en la mujer con la<br />

que deseas salir.<br />

—Claro que sí —afirmó él rotundo—. ¿Por qué no deberías seguir echando de menos a tu<br />

marido? ¿Por qué no habrías de preocuparte por Georgia? ¿Por qué no puedes tener miedo<br />

de las cosas?<br />

Ella se quedó sentada en silencio, con los codos apoyados en la mesa del patio y la cara<br />

enterrada en las manos. Él quería volver a salir con ella. Quería que tuvieran una relación.<br />

Quería saber si había algo más. Él estaba hablando de enamorarse. ¿Cómo demonios iba a<br />

enamorarse ella? Ella todavía estaba enamorada de otra persona, ¿o no?<br />

—No puedo sustituirle. —La voz de Nate parecía llegar desde kilómetros de distancia—. No<br />

quiero ser otro Bill. No quiero ser ninguna otra persona. Yo soy yo, y puede que no<br />

consigamos llegar a ninguna parte. Lo sé, pero ¿qué hay de malo en intentarlo?<br />

Claire lo miró. Él no era Bill. Bill nunca le había dicho esas cosas. Pero a Bill tampoco le<br />

había hecho falta.<br />

—¿Está mejor tu tobillo? —preguntó ella.<br />

—No —contestó él.<br />

Ella recolocó los guisantes y de repente se echó a reír.<br />

—¿Claire?


—Nunca nadie me había hablado del amor así —le explicó—. Y mucho menos haciendo<br />

equilibrios con una bolsa de guisantes congelados con un veinticinco por ciento de regalo sobre<br />

el pie.<br />

Él sonrió.<br />

—No soy de la media.<br />

—No.<br />

—Y lo siento si te he avergonzado o te he hecho sentir incómoda —añadió—, pero<br />

necesitaba decírtelo. Ahora está totalmente claro. Me gustas. Quiero salir contigo, pero si no<br />

quieres lo entenderé.<br />

Claire se mordió el labio.<br />

—Sigo pensando en cómo reaccionaré cuando haya terminado —dijo ella—. Cómo me<br />

sentiré cuando alguien más se vaya de mi vida.<br />

—Desde mi punto de vista, estaré saliendo con una mujer capaz de ponerme una inyección<br />

en el muslo o guisantes congelados en la pierna sin pensarlo —dijo él—. No tendría el valor de<br />

dejar a alguien así.<br />

Ella sonrió débilmente.<br />

—Pero quizá no funcione. Y los dos lo dejemos.<br />

—No puedes dejar de correr riesgos —replicó suavemente—. No puedes decirte que nunca<br />

harás algo otra vez porque fue doloroso en el pasado.<br />

—Pero es que fue tan doloroso. —Cerró los ojos—. Cuando sucedió. Cuando le vi. Habían<br />

hecho todo lo posible para que tuviera un aspecto normal, pero ¿cómo hubieran podido? Y<br />

cuando vine a casa y Bill no estaba...<br />

—Tampoco puedes sentirte culpable para siempre —añadió Nate.<br />

Ella tragó saliva con dificultad. No sabía si alguna vez dejaría de sentirse culpable. Y salir<br />

con otra persona... bueno, era difícil no sentirse culpable por eso también. Pero si dejaba<br />

escapar a Nate ahora, ¿cómo se sentiría?<br />

Carraspeó.<br />

—Para mí sólo ha existido Bill. No sé cómo sería con otra persona. Nate... de verdad me<br />

gustas, pero no estoy segura...<br />

Estiró la mano por encima de la mesa y la cerró sobre la suya. Su apretón era fuerte.<br />

—Nadie lo sabe hasta que lo intenta —le dijo él.<br />

Claire se levantó de la silla y se puso a su lado. Se inclinó y miró sus extraños ojos.<br />

Después, con lentitud e inseguridad lo besó en los labios.<br />

Regla número 8, un beso es sólo un beso, se dijo a sí misma mientras sentía que él la<br />

rodeaba con los brazos. No tiene por qué significar nada más. Nate la atrajo hacía sí. Ninguno<br />

de los dos se dio cuenta de que la bolsa de guisantes se había deslizado silenciosamente<br />

hasta el suelo.<br />

A la mañana siguiente, Claire durmió hasta que Georgia entró en su habitación y le preguntó<br />

qué demonios hacía Nate Taylor en la casa. Había pasado la noche en el cuarto de invitados,<br />

su cuarto de invitados, le recordó Georgia a Claire. Así que había que consultarle a ella antes


de que nadie durmiera allí. ¿Qué demonios estaba pasando?<br />

Claire se apartó el pelo de los ojos y se quedó atónita al darse cuenta de que eran más de<br />

las diez. Pero era muy tarde cuando finalmente se había ido a la cama, porque Nate y ella<br />

estuvieron en el jardín hasta el amanecer. Habían pasado parte del tiempo besándose. Claire<br />

ya había decidido que un beso no siempre era sólo un beso. Pero la mayor parte de la noche<br />

habían estado hablando. No todo había sido profundo y significativo. Había habido un montón<br />

de bromas fáciles, y Claire se había dado cuenta de lo mucho que echaba en falta ese tipo de<br />

conversación con alguien especial. Sin embargo, no estaba lista para acostarse con él. Se dio<br />

cuenta cuando entraron en la casa y ella le explicó que, si alguna vez lo hacía, no sería cuando<br />

Georgia estuviera allí. Él había sonreído y asentido con la cabeza, y después le había<br />

explicado que no se le daría nada bien si pensaba que había la más mínima posibilidad de que<br />

Georgia los oyera. Le contó que era ruidoso y lujurioso en la cama. Cuando dijo aquello, ella se<br />

echó a reír.<br />

En ese momento, Claire le explicó a Georgia que Nate había vuelto con el cuadro, y que<br />

Phydough lo había tirado por la escalera y él había torcido el tobillo.<br />

—Dios, mamá, vosotros dos juntos sois zona catastrófica.<br />

—Nosotros también hemos llegado a esa conclusión —convino Claire mientras salía de la<br />

cama y se volvía a poner la bata sobre el pijama.<br />

Nate estaba sentado a la mesa de la cocina cuando las dos bajaron juntas.<br />

—He puesto la tetera—comentó—. Espero que no te importe.<br />

Claire negó con la cabeza.<br />

—Llamaré a Sarah y le pediré que me venga a buscar —dijo Nate—. Me puede llevar a mi<br />

casa. Está a cinco minutos en coche. Aunque probablemente podría ir a la pata coja si me lo<br />

propusiera.<br />

—¿No vivís juntos? —preguntó Georgia.<br />

—Por supuesto que no. —Él parecía horrorizado—. Trabajamos juntos. Eso es suficiente.<br />

Casi nos matamos cuando vivimos juntos. Somos demasiado diferentes como para que<br />

funcione.<br />

—Mamá y tú también tenéis muchas probabilidades de mataros el uno al otro —dijo Georgia<br />

animada.<br />

—Lo sé. —Los ojos de Nate brillaron al mirarla—. Pero estamos dispuestos a correr el<br />

riesgo.<br />

—Me alegro —exclamó Georgia—. ¿Ya te ha dado mi lista?<br />

—¿Qué lista?<br />

—Los requisitos para cualquier hombre que salga con ella.<br />

Nate la miró asustado.<br />

—No me ha dicho nada de ninguna lista.<br />

—No quería aterrorizarte más de lo que ya lo había hecho —explicó Claire—, pero no te<br />

preocupes, te la daré.<br />

—¿Acaso vosotras dos siempre os vais a aliar contra mí? —preguntó él.<br />

—Siempre —le confirmó Georgia—, pero como te has lesionado el tobillo te pasaré el<br />

teléfono para que puedas llamar a Sarah. Que nadie diga que no me preocupo por los


inválidos.<br />

Nate se echó a reír y ella le guiñó un ojo.<br />

—Yo te llevaré. —Las palabras salieron de la boca de Claire antes de que ésta pudiera<br />

detenerlas.<br />

Nate y Georgia la miraron fijamente.<br />

—Yo te llevaré —repitió más segura esa vez—. Si tienes un seguro que lo cubra todo, claro.<br />

Tengo carné de conducir. Puedo hacerlo.<br />

—Vine en coche, no en la furgoneta —dijo Nate.<br />

—Lo sé —contestó Claire.<br />

—Mamá, ¿estás segura? —Georgia parecía nerviosa.<br />

—¿Quieres venir con nosotros también? —preguntó Claire—. Así me puedes vigilar.<br />

—Vale.<br />

Claire se echó a reír. Entonces fue Georgia la que la miró atónita.<br />

No era capaz de recordar la última vez que había visto a Claire reír de aquella manera. Una<br />

risa libre y natural. Una risa que le recordaba a otra Claire de otra época.<br />

—Pero primero vamos a desayunar —dijo su madre—, después llevaré a Nate a casa.<br />

Después de los bollos y el café, con Nate en el asiento del pasajero y Georgia detrás, eso<br />

fue exactamente lo que Claire hizo.<br />

FIN


{1} «College Cian» en gaélico en el original. (N. de la t.)<br />

{2} «Y.» (N. de la t.)<br />

{3} «Bienvenidas.» (N. de la t.)<br />

{4} «Daos prisa.» (N. de la t.)<br />

{5} «¿En gaélico?» (N. de la t.)<br />

{6} Goldie es la abreviatura de Goldfish, nombre genérico para los peces de colores en inglés. (N. de la t.)<br />

{7} Nombre coloquial que se utiliza en inglés para referirse a Australia, puesto que la primera sílaba en inglés tiene un sonido muy<br />

similar. (N. de la t.)<br />

{8} En gaélico en el original. «En inglés.» (N. de la t.)<br />

{9} En gaélico en el original. Significa reunión o fiesta. (N. de la t.)<br />

{10} Observador de estrellas. (N. de la t.)<br />

{11} En gaélico en el original. Significa «adiós». (N. de la t.)<br />

{12} Juego de palabras fonético. Crazy significa «loco». (N. de la t.)<br />

{13} Denominación genérica para combinados de alcohol y refrescos, que en general tienen presentaciones de diseño y están<br />

dirigidas al público joven. Se trata de bebidas muy populares en el Reino Unido, Suecia y otros países de Europa. (N. de la t.)

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