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—Paul Hanratty y yo ganamos los dobles mixtos de bádminton antes del accidente —la<br />

cortó Claire secamente—. Ahora ya no me puedo mover como debería en la pista. Lo sabes.<br />

No puedo correr y no estoy lo suficientemente en forma.<br />

—Pero Claire, ¡tú siempre estuviste en buena forma!<br />

—Eso era entonces —dijo Claire.<br />

Eavan tomó un sorbo de su té y no dijo nada.<br />

—Haré todo lo que pueda por ir —aseguró Claire finalmente—. Pero no quiero que me<br />

presiones.<br />

—Yo nunca te presiono —la tranquilizó Eavan—. Nunca. Pero venga, Claire... tienes todo un<br />

mes para vivir un poco. Y ya es hora.<br />

—No me digas cosas así —replicó fieramente Claire—. Tengo una buena vida, Eavan<br />

Keating. Georgey y yo nos hemos esforzado por superarlo. No me paso las noches sentada en<br />

casa, llorando, con un whisky en la mano. Entro y salgo. Asisto a los actos de Georgia, saco a<br />

Phydough a pasear, voy a Locum Libris. Tengo una vida completa y ocupada, y que no la pase<br />

en clubes y bares con la gente que solía frecuentar no quiere decir que no haya conseguido<br />

rehacerla.<br />

Eavan la miró fijamente.<br />

—Claire, todo eso está bien. Pero te falta salir con las chicas, sentarte a no hacer nada o<br />

cualquiera de las cosas que hacen que la vida merezca la pena.<br />

—He perdido a la persona que hacía que mi vida mereciera la pena —la atajó Claire<br />

enfadada—. Y no ha sido fácil superarlo, lo sabes. Pero lo he hecho. A mi manera. Y la<br />

verdad, no necesito que vengas a echarte encima de mí tan pronto como me quedo sin<br />

Georgia medio minuto, sólo porque creas que no puedo funcionar como una persona normal<br />

cuando me quedo sola.<br />

—¡Yo no pienso eso! —se defendió Eavan.<br />

—Sí, sí lo haces. Todo el mundo lo hace. Crees que me voy a desmontar en pedacitos,<br />

pero no es así. ¡Por el amor de Dios! Era la mujer de un médico, sé lo del duelo, el sufrimiento<br />

y todo lo demás. No puedes decirme nada que no haya oído ya.<br />

—Pero es diferente cuando se trata de ti y no de un paciente —dijo Eavan.<br />

—Por favor, dame un respiro.<br />

—¿Has ido a ver a alguien por lo de la fobia?<br />

—Pues para que lo sepas, esta mañana Leonie O’Malley nos ha llevado a Georgia y a mí a<br />

la estación Houston —le espetó Claire—. Así que si crees que todavía soy incapaz de subirme<br />

a un coche, te equivocas por completo.<br />

—Leonie me ha llamado —dijo Eavan—. Me ha contado que no la has dejado acompañarte<br />

a casa y que has tenido los ojos cerrados durante todo el trayecto.<br />

—¿Quién demonios se cree Leonie que es para meterse en mi vida? —gritó Claire—. Vale,<br />

sí, tenía los ojos cerrados. Hay gente que cierra los ojos en los aviones, ¿no?, pues yo lo hago<br />

en los coches. ¿Y qué, Eavan? Y no acepté su oferta de acercarme a casa porque quería ir a<br />

comprar unas cosas.<br />

Eavan llevó su taza medio llena al fregadero y la enjuagó.<br />

—No se te puede decir nada, ¿verdad?

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