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Cuando llegó a casa vio que tenía dos llamadas perdidas en el móvil. Se había olvidado de<br />

llevárselo (lo que la sorprendió, porque se había acostumbrado a ir con él a cuestas a<br />

cualquier lado, a pesar de que a una parte de sí misma le molestaba estar siempre<br />

localizable). También había dos mensajes en el contestador de la casa. El primero era de su<br />

madre, preguntándole cómo estaba. El segundo era de Eavan, preguntándole exactamente lo<br />

mismo. Las dos sonaban un poco nerviosas y sorprendidas de que no estuviera allí. Miró con<br />

más detenimiento el móvil y se dio cuenta de que las llamadas también eran de ellas. ¿Por qué<br />

demonios no podían dejarla en paz cinco minutos?<br />

No le había importado tanto después de la desgraciada muerte de Bill, de hecho la<br />

reconfortaba que se preocuparan tanto, pero ahora la estaban volviendo loca. «Ni que fuera a<br />

hacer alguna estupidez porque esté sola —farfulló en voz baja—. Aunque estar sin Bill sea<br />

como estar sin una parte de mí misma.»<br />

Georgia le había contado una vez que lo más duro de haber perdido el dedo era que a<br />

veces no se daba cuenta de que ya no lo terna. A veces incluso le picaba, aunque no había<br />

nada que rascar.<br />

—Tengo que mirar y comprobar que verdaderamente no está —le había explicado a Claire<br />

—. Es difícil creer que algo que no está pueda ser tan real.<br />

Claire cogió el teléfono y marcó el número de su madre. Como suponía, ésta estaba<br />

preocupada porque antes no la había encontrado.<br />

—Estaba paseando a Phydough —le dijo—. Antes de eso he ido a la editorial a entregar<br />

unos trabajos, y me he quedado a tomar una copa con las chicas.<br />

—¿Que qué? —Eileen parecía totalmente sorprendida.<br />

—Todavía hago cosas de las que hacen los seres humanos —le aclaró Claire—. No es<br />

precisamente que no vaya nunca a ningún sitio.<br />

El silencio de Eileen le reveló a Claire que su madre no la creía del todo.<br />

—¿Por qué no me acerco la semana que viene a veros a ti y a papá? —preguntó Claire de<br />

repente—. Hace siglos que no voy a Dundalk.<br />

—¿La semana que viene? —Eileen sonaba ligeramente distraída—. ¿Tú... Yo...? Bueno, sí,<br />

por qué no. Sí, Claire, ven cuando quieras.<br />

Claire frunció el cejo. La confusión de su madre ante algo tan sencillo no era habitual.<br />

—¿Va todo bien? —preguntó—. ¿Estás segura de que quieres que vaya?<br />

—Claire, cariño, por supuesto —exclamó Eileen—. Y mucho más con este tiempo tan<br />

maravilloso. Podremos sentarnos en el jardín.<br />

—Estupendo. Entonces quedamos así —confirmó Claire.<br />

—¿Por qué no te quedas a pasar la noche? —le sugirió Eileen.<br />

—Lo siento, mamá, no puedo —contestó Claire—. Phy se volvería loco si lo dejo solo.<br />

—Claro, claro. —Eileen no quería discutir con su hija, sin embargo no creía que fuera a<br />

pasar nada si Claire dejaba al perro solo una noche—. Te veo la semana que viene. —Suavizó<br />

la voz y añadió—: Tengo muchas ganas de verte.<br />

—Y yo —dijo Claire.<br />

Después de colgar de hablar con su madre llamó a Eavan.<br />

—¿Dónde estabas? —la interrogó su amiga.

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