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Ella le hizo una mueca.
—En cuanto a mí, ha sido mi primera y última experiencia en el mundo del arte.
Phydough salió al trote al jardín por la puerta de la cocina.
—Tiene buena pinta por la noche —comentó Nate.
—Sí —convino ella—. Todos los que vinieron a la barbacoa dijeron que era maravilloso. —
Ella se volvió hacia él—. Es maravilloso. Me encanta.
—¿Te importa si echo un vistazo otra vez? —preguntó Nate.
Ella negó con la cabeza. Él salió a la oscuridad de la noche. Claire dudó y luego lo siguió.
Nate paseó por el jardín, deteniéndose de vez en cuando para examinar varios arbustos y
flores. Claire se sentó en el banco de madera y lo observó. Georgia había dicho que era fuerte
y silencioso. Tenía razón. Era fuerte, y entendía el valor del silencio.
Claire se imaginó que los brazos de Nate la rodeaban. Pero no informalmente, como había
hecho antes, sino con pasión. Cerró los ojos y se permitió pensar cómo sería dejar que la
abrazara y la besara. Pensó cómo sería que él la dejara para siempre. Su corazón se había
acelerado una vez más.
—¿Estás bien? —Él se sentó a su lado y ella abrió los ojos de golpe.
—Claro.
—No sé si preguntarlo, pero ¿te gustaría volver a salir conmigo alguna vez?
—No sé qué sentido tendría. ¿Y tú?
—Yo disfruto de tu compañía —contestó él.
Claire se levantó del banco. Todavía quería que él la besara. Pero no iba a permitir que eso
pasara. Podía besarla, abrazarla y decir todas las cosas adecuadas, pero ¿cómo sabría ella
si lo decía de verdad
o no? Y si era en serio, no quería decir que fuera a sentirlo así para siempre.
Lo notó a su espalda y su cuerpo se tensó. Esperaba sentir el tacto de su mano en el
hombro, pero no pasó nada. En cambio le oyó decir que se estaba haciendo tarde, y que sería
mejor que se marchara. Una parte de ella quería decirle que se quedara. Aunque lo que hizo
fue asentir con la cabeza.
—No te olvides del cuadro —dijo ella.
—No lo haré.
—Ha sido un gesto precioso.
Él se encogió de hombros.
—Se me dan bien los gestos, pero como ya te había dicho, no tanto las mujeres.
Recorrió el jardín a largas zancadas y pasó delante de ella. Al subir rápidamente la escalera
hacia la cocina chocó con Phydough, que saltó sobre él juguetón. Claire miró horrorizada cómo
Nate se tambaleaba, recuperaba el equilibrio y después, con un grito de sorpresa, se caía por
la escalera y aterrizaba con estruendo en el patio.
—¡Dios mío! ¿Estás bien? —Ella corrió por el jardín mientras Phydough seguía encima de
él, lamiéndole la cara.
—¡Apártate de mí! —Nate empujó al perro—. Te dije que eras un elefante y es lo que eres.
—Hizo un esfuerzo por sentarse y se quejó.