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hablaban de sus gustos. No esperaba que nadie lo recordara.
—Entonces, ¿quieres que te pase a buscar?
—Vives en Dundrum, ¿no? —recordó ella.
—Sí.
—Bueno, no hace falta que vengas hasta aquí para luego volver. Nos veremos allí.
—¿Estás segura?
—Por supuesto —afirmó—. En la puerta.
—Estupendo —respondió Gary, y Claire creyó detectar una nota de alivio en su voz—.
Tengo muchas ganas.
—Y yo —dijo Claire, y pensó que lo estaba diciendo en serio.
El lunes a las ocho y media de la mañana abrió la puerta principal y se volvió a encontrar
con un enorme ramo de flores.
Detrás del ramo, Nate Taylor le sonrió.
—Hola —dijo él.
—Oh, Nate, hola. —Claire abrió la puerta del todo—. En real i dad no esperaba que vinieras
hoy.
—¿Por qué no? —preguntó él mientras entraba—. Ya estoy bien.
—Pero ha sido un trauma para tu cuerpo —replicó ella.
—¡Bah, tonterías! —sonrió Nate—. Las flores son para ti.
Claire buscó una tarjeta en el ramo.
—Son mías —aclaró él—, para darte las gracias.
—Oh. No tendrías que haberte molestado.
—Podría haber muerto de no haber sido por ti —le dijo él.
—Lo dudo —lo contradijo Claire—. Y teniendo en cuenta que fue por mi culpa, lo mínimo
que podía hacer era buscar ayuda.
—Estuviste increíble —comentó—. Tan decidida. Sin duda eres perfecta para enfermera de
hospital.
Claire soltó una risita ahogada.
—No lo creo. A decir verdad, odio los hospitales. —Llevó las flores a la cocina, seguida de
Nate—. ¿Sarah vino a recoger la furgoneta? —preguntó mientras comenzaba a cortar los
tallos con unas tijeras—. Vi que ya no estaba cuando Georgia y yo volvimos por la noche, y
pensé en llamar a la policía, porque lo primero que creí fue que la habían robado. Luego me
dije que debía tranquilizarme.
Nate asintió.
—Sarah llamó a la puerta para decírtelo, pero no estabas.
—Georgey y yo salimos a comer algo —le explicó Claire.
—¿Más sándwiches de mantequilla de cacahuete?
—Alitas de pollo —aclaró Claire, y colocó las flores color rosa y violeta en un jarrón—. Son