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—Supongo que no es ninguna desgracia —comentó, a pesar de que su tono implicaba lo<br />

contrario—. Estoy seguro de que al laurel no le ha pasado nada, y tenemos muchas macetas.<br />

Bueno, ¿estabas pensando realmente en entrar en la tienda de verdad o tu plan era quedarte<br />

fuera y atacar a los clientes?<br />

Frunció el cejo.<br />

—¿No quieres entrar tú también y que le pongan una maceta nueva? —preguntó Claire.<br />

—Lo haré yo mismo —contestó él.<br />

—Vale, pero ¿cómo te lo llevarás a casa?<br />

La cara de Nate reflejó que acababa de caer en la cuenta de algo.<br />

—Trabajo aquí —dijo—. Estaba sacando la planta fuera para decorar la entrada.<br />

—Ah. —Claire se sintió como una tonta.<br />

Él siguió mirándola; su mirada era desconcertante.<br />

—¿Estabas buscando algo? —preguntó.<br />

—Yo... mmm... yo.<br />

El hombre pareció impacientarse.<br />

—Jardinería —contestó ella finalmente—. Quería preguntar por servicios de jardinería.<br />

Tenéis un anuncio en el escaparate que dice que os dedicáis también a eso y yo necesito a<br />

alguien que haga algunos trabajos en mi casa.<br />

—Doy por hecho que te refieres a tu jardín —quiso asegurarse él—, no a tu casa. No<br />

estaremos hablando de jardinería interior, ¿verdad?<br />

—No, no. Claro que no. —Lo miró malhumorada. Era un hombre extremadamente<br />

fastidioso, y aquellos extraños mirándola tan fijamente la ponían nerviosa.<br />

—Entonces, ¿en qué habías pensado? —preguntó.<br />

—Alguien que cuide el jardín. Que lo limpie.<br />

—¿Nada de diseño? —Su tono sonó decepcionado.<br />

—No —dijo ella—. Está bien como está. Sólo que está crecido.<br />

—Ya veo.<br />

—¿Lo hacéis o no? —preguntó impaciente—. En el anuncio dice jardinería, ¡míralo! —Lo<br />

señaló—. Así que supongo que eso quiere decir que podáis árboles y arbustos, sembráis<br />

parterres y cortáis el césped. Si no es así, no pasa nada, dilo y ya está.<br />

—Puedo hacer esas cosas —respondió el hombre.<br />

A Claire de repente se le cayó el alma a los pies. Si finalmente lo contrataba para hacer el<br />

trabajo, un hombre que no le caía bien estaría paseándose por el jardín de Bill, utilizando las<br />

cosas de Bill, cortando los árboles y setos de Bill. La idea ya no le parecía tan buena.<br />

—Pasa —le pidió él—. Déjame mirar nuestra agenda.<br />

No tuvo más remedio que seguirlo al interior de la colorida tienda. Las flores abarrotaban<br />

cada hueco libre, el sombrío local estaba iluminado por enormes girasoles amarillos y naranjas,<br />

por preciosas margaritas rojas y blancas, por increíbles amapolas negras y rojas y una enorme<br />

selección de rosas.<br />

Detrás del mostrador estaba sentada su bellísima mujer. Llevaba sus espléndidos rizos<br />

pelirrojos recogidos sobre la cabeza con un montón de horquillas de colores decoradas con

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