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CAPÍTULO 05
Ligularia (rayos dorados): flores amarillas y naranjas. Necesita
espacio y sombra. Regar abundantemente en climas secos.
LAS ESPONJOSAS NUBES BLANCAS que moteaban el cielo por la mañana habían
desaparecido gradualmente durante el día dejando una vasta extensión de azul impoluto.
Eavan Keating y el resto de la gente del club Smash and Grab que habían quedado para tomar
algo decidieron llegar al pub tan pronto como pudieran para asegurarse sillas en la terraza, que
sabían que estaría hasta los topes. Eavan y Glenn (que no jugaban al tenis ni al bádminton,
pero que acudían regularmente al club, que quedaba cerca de Sutton Cross) llegaron primero y
se hicieron con una mesa.
—Espero que Saffy no le dé mucha guerra a Candida esta noche —comentó Eavan
mientras comprobaba que no tenía ningún mensaje de su canguro de dieciocho años—. Se ha
portado como un diablo todo el día.
—Como su madre —dijo Glenn—, es una lucha.
—Cállate. —Eavan le dio un suave empujón—. Yo no soy difícil en absoluto. Al contrario,
soy una persona maravillosa para convivir.
Glenn se echó a reír y fue a la barra a buscar unas bebidas. Regresó con una copa de vino
blanco para Eavan y agua con gas para él.
—Estaba pensando en dedicarme al agua esta noche —le comentó al sentarse de nuevo a
su lado—. Te dan dos por cualquier agua con sabor.
—¿De qué sabor es ésa? —preguntó Eavan señalando con la cabeza la bebida que él tenía
delante.
—Normal —contestó—. La he pedido antes de ver lo de la oferta.
—¿Así que te vas a meter una sobredosis de arándanos y manzana? —le preguntó
divertida.
—Tal vez.
Glenn tomó un sorbo de su agua con gas y Eavan le sonrió. Cuando empezó a salir con él,
le sorprendía que no tomara nada de alcohol, pero más adelante él le explicó que era
alcohólico, y que algunos de los peores momentos de su vida habían tenido lugar en los pubs.
Por entonces, llevaba cinco años sin beber.
Al saberlo, Eavan se alarmó porque ella había propuesto quedar en un pub, pero Glenn la
tranquilizó diciéndole que le seguían gustando la atmósfera y la naturaleza social de los pubs, y
que no había dejado de ir aunque ya no bebiese. Al principio ella tenía sus dudas, pero
después de cinco años de matrimonio sabía que le había dicho la verdad. Por otra parte,
Glenn no era de esos abstemios conversos que dan lecciones a todo el mundo sobre los males
del alcohol, aunque, como él le había explicado, a veces era difícil mantener el tipo cuando
toda la gente a su alrededor se emborrachaba.
—¿Y nunca te apetece beber? —le había preguntado ella.
—Uf, a veces me muero de ganas —reconoció con sinceridad—. A veces pienso que nada