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hace ahora —prosiguió tenso—, pero no lo puedo evitar. No puedo evitar estar resentido
porque tú tienes un pasado intachable y aun así eres la que tiene que hacer los sacrificios en
estos momentos; la que se ha arremangado y se ha puesto manos a la obra.
Eavan tragó saliva.
—No tengo un pasado intachable —dijo ella.
—Pero tampoco tienes secretos oscuros —insistió él, serio—. No has tenido problemas
personales que tiñan todo lo que te sucede. La gente no te mira y piensa que hay algo
desagradable en tu vida.
—El alcoholismo no es algo desagradable —objetó ella—. Es una enfermedad.
—Sí, sí. Ya me sé toda la mierda esa.
—Glenn... —Se mordió el labio—. Yo... hay algo más...
—Oh, dejemos de hablar de esto. —Se volvió y la miró—. Estoy cansado del tema.
—Escúchame —dijo ella con urgencia, mirando al jardín, donde Saffy estaba sentada en la
zona de arena, ajena a todo—. No eres el único que tiene problemas o se equivoca. De verdad
que no.
Él resopló mientras ella apretaba tanto los puños que notaba cómo las uñas se le hundían
en las palmas.
—No soy la persona que crees —continuó casi sin aliento—. Tú me has hecho ser otro tipo
de mujer que yo no era. Yo... —Lo miró y tragó saliva—. Yo también he cometido errores.
Errores terribles.
—¿Como cuáles? —le espetó bruscamente—. ¿Comprarte unas cortinas de un azul
inapropiado para el salón?
Tenía que contárselo, pero era realmente difícil. No quería contárselo. Pero si no lo hacía
entonces..., además, él merecía saberlo. Sin embargo, quizá aquél no era el momento.
«Mierda —pensó—, nunca será el momento apropiado.» Tragó saliva y se apretó las sienes
con los dedos.
—Aborté —le soltó sin rodeos—. Antes de conocerte.
Glenn la miró en silencio, incrédulo. Las lágrimas que ella había estado conteniendo, de
repente, rodaban por sus mejillas.
Le contó el resto de la historia. El lío de una noche con un hombre del que no sabía ni su
nombre. La imposibilidad de tener un hijo con su madre enferma. Cómo se portaron Bill y
Claire, que fueron las únicas personas que en aquel momento no la juzgaron y la ayudaron.
—Claire Hudson —murmuró Glenn—. Tendría que haberlo imaginado. Por eso has
mantenido tu amistad aunque ella te haya vuelto loca desde que Bill murió.
—Ella fue buena conmigo cuando necesité a alguien —confirmó Eavan—. No tienes ni idea
de cómo fue.
—Parece que no —comentó Glenn amargamente—. Parece que no sé tanto de la persona
con la que me casé como creía. Parece que todo eso de ser sincero con el otro no rige para
ambas partes. Parece que me han tomado por un idiota.
—¡Oh, Glenn! —Eavan lo miró con tristeza.
—Necesito estar solo un rato —dijo él.
Salió de la cocina y subió la escalera. Se quedó en el piso de arriba todo el resto de la