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—Ah, sí, Nate... es un buen tipo. —Oliver sonrió—. Cada vez que hay un nido donde está
trabajando, da mi número. Muchos encargos me llegan gracias a él. —Echó un vistazo al jardín
—. Aquí podría hacer maravillas.
—Me tiene que enviar un presupuesto —explicó Claire—. Todavía no lo he recibido.
—No es típico de él —comentó Oliver—. Es uno de los pocos hombres eficientes que hay.
Siempre en marcha, haciendo algo. Continuamente le digo que tiene que bajar el ritmo, pero
no, lo lleva en la sangre. No es extraño que... —Se calló de repente y sonrió dejando ver unos
perfectos dientes blancos—. Lo siento, hablo demasiado.
—Está bien. —Claire también sonrió.
—Bueno, entonces ya está —dijo Oliver—. Espero que no tengamos que volver a vernos.
—¿Quiere... quiere una taza de té o tomar algo antes de marcharse?
«Maldita sea —pensó—. Menuda mala excusa. Pensará que soy una completa idiota.»
—¿Sabe?, un té estaría muy bien —contestó él—, pero tengo mucho trabajo ahora mismo.
Por eso he tardado tanto en venir para lo de su nido. Tendré que rechazarlo. Lo siento.
—No importa. —Claire se había acercado a la tetera, pero se volvió de nuevo hacia él—.
Gracias otra vez.
—No hay de qué —dijo Oliver—. Como le he dicho, llámeme si tiene cualquier problema.
—Vale —asintió ella.
Estaba llevándose la escalera de la casa cuando Eavan aparcó el coche en la acera. Se
bajó y sacó a Saffy de la sillita. Oliver le sonrió y ella abrió los ojos al percatarse del parecido
con el futbolista más famoso del Manchester. Después cerró el coche y recorrió el camino de
grava.
—¿Quién era ése? —preguntó mientras la furgoneta blanca se alejaba.
—Becks —dijo Claire soñadora—. Estoy teniendo un romance con él.
—¡Claire!
—Ojalá estuvieras protestando envidiosa y no en plan «No seas ridícula» —apuntó su
amiga.
—Bueno, supongo que si tuvieras que tener un romance, Becks sería un buen comienzo,
pero por algún motivo no creo que él viniera a tu casa en mono de trabajo conduciendo una
furgoneta —observó Eavan.
—¿Bebida, Claire? —pidió Saffy mientras tiraba de los vaqueros deshilachados de su
madrina—. Tengo sed.
—Claro que sí, tesoro —dijo ella—. Venga, vamos a la cocina.
—Seven Up para ella, si tienes —pidió Eavan—. Esta mañana ha ido al médico, tenía un
leve trastorno febril. Ahora está bien, pero el Seven Up parece que siempre ayuda.
Claire sacó una botella del armario y sirvió un vaso para Saffy.
—¿Jardín? —preguntó la pequeña.
—Pues, ahora mismo, no —le explicó Claire—. Un hombre ha estado aquí matando las
avispas, y puede que haya algunas fuera que te podrían picar.
—¡Oh! —Los ojos de Saffy se abrieron asombrados.
—¡No me digas que el ídolo del balón era un exterminador de plagas! —Eavan parecía
decepcionada.