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Steve se rió a carcajadas.
—Y eres sincera —añadió—. Eso también me gusta.
—Me alegro de haber pasado tu examen —le contestó.
—No se trata de eso... No quiero que pienses... —La miró de forma extraña—. No es un
examen, Georgia. Sólo quería decir que me gustas, y que estoy a gusto contigo.
—Bien —dijo ella.
Steve miró a su alrededor.
—¿Puedo besarte? —preguntó.
—¿Aquí? ¿Ahora? —Georgia levantó una ceja—. Francamente, creo que no, Steve Ó Sé.
El señor O Murchu viene hacia nosotros, y no me parece una buena idea. Pero tal vez antes de
que nos vayamos a casa. —Se separó del muro mientras el profesor se acercaba—. Slán {11}
—le dijo a Steve, y le guiñó un ojo.
Después de que Glenn se marchó al trabajo, Eavan llevó a Saffy al médico. La pequeña
seguía enferma al despertarse y todavía estaba febril e irritable. Eavan pensó en darle un
antitérmico, pero estaba un poco preocupada por su apatía, así que la llevó a la clínica a
primera hora, encontrándola llena, sobre todo de madres con niños. Para cuando Eavan y
Saffy entraron en la consulta, ésta ya tenía mejor aspecto y se sentía mucho mejor.
—Es mejor prevenir que curar —dijo la doctora McCormack mientras escribía algunas notas
en el historial de Saffy—. Por cierto, ¿cómo está usted?
—¿Yo? —preguntó Eavan—. Yo estoy bien.
—¿No necesita que le haga una revisión ya que está aquí? —preguntó la doctora.
—¡No! —Eavan la miró nerviosa—. No tengo mal aspecto, ¿no?
La doctora McCormack se echó a reír.
—Claro que no. Sencillamente creí que le podría interesar una revisión dos por uno.
—Estoy bien —insistió Eavan—. De verdad.
—¿Y su marido? —le preguntó la doctora McCormack—. ¿Qué tal está él?
—También está bien —le confirmó Eavan.
—¿Se las arregla sin problemas?
—Por supuesto.
—Estupendo —comentó la doctora—. Es agradable tener una familia con un historial médico
limpio. El virus de Saffy remitirá pronto, si es que no lo ha hecho ya.
—Gracias —se despidió Eavan.
Salió de la clínica con Saffy y después sujetó a su hija a la sillita infantil. Se dirigieron a casa
y, por el camino, la charla de la pequeña se iba animando segundo a segundo. «Tendría que
haber hecho caso a mi instinto, que me decía que Saffy estaba bien, y me habría ahorrado la
clínica, que siempre son horas de espera —pensó Eavan con desánimo—. Ahora me he
retrasado muchísimo con la colada y la plancha.» Además, se reconoció a sí misma, quería
terminar aquel novelón que había comprado la semana anterior en el supermercado. Estaba
totalmente enganchada. Iba sobre una mujer cuyo marido la engañaba con su mejor amiga. Si
Glenn hacía algo así lo mataría, pensó, lo haría sin ninguna duda.