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CAPÍTULO 24<br />

Polygonatum (sello de Salomón): flores acampanadas<br />

normalmente blancas o color crema. Las hojas brotan de tallos<br />

arqueados. Crece con fuerza a la sombra de árboles o arbustos.<br />

EAVAN ESTABA SENTADA en el invernadero cuando oyó llegar el coche. Tomó otro trago<br />

de agua. No sabía con exactitud qué le iba a decir a Glenn. En su cabeza había ensayado<br />

diferentes planteamientos una y otra vez, pero tenía la sensación de que, en cuanto él entrara<br />

por la puerta, ella se olvidaría de todos. Quería mostrarse tranquila y comprensiva, pero tenía<br />

el estómago revuelto. Siempre había creído que la única conversación difícil que podría tener<br />

con Glenn ya la había tenido cuando él le confesó su alcoholismo. Pero ahora era consciente<br />

de que había cosas aún más complicadas de las que hablar.<br />

Y estaba asustada.<br />

Oyó que se abría la puerta y escuchó sus pisadas en la entrada. Lo vio dejar el maletín en<br />

la barra de la cocina a través de las puertas de cristal que había entre el invernadero y ésta.<br />

Debía de ser terrible para él fingir cada día, pensó con tristeza. Y también sentir que tenía que<br />

llevar esa carga él solo.<br />

—¡Cariño, estoy en casa!<br />

Era una broma entre ellos que él dijera a veces eso. Cuando lo hacía, ella corría a<br />

saludarle, lo besaba y le preguntaba qué tal le había ido el día con la voz empalagosa de una<br />

de esas amas de casa de los años cincuenta en las edulcoradas películas de Hollywood.<br />

Se levantó de la silla de bambú con cojines y entró en la cocina.<br />

—Hola —dijo ella.<br />

—¿Cómo estás? —Glenn le sonrió, pero ella veía ansiedad en sus ojos. ¿Cómo demonios<br />

no lo había visto antes?<br />

—Estoy muy bien —dijo con suavidad—. ¿Y tú?<br />

—Oh, ocupado, muy ocupado.<br />

Eavan mantuvo la vista clavada en su cara.<br />

—Ocupado, pero no en Trontec.<br />

—¿Cómo? —Él la miró fijamente.<br />

—No era mi intención —le explicó—, pero hoy te he llamado a la oficina.<br />

—¡Eavan! ¡Te dije que no lo hicieras! Te dije...<br />

—Ya sé lo que me dijiste y por qué me lo dijiste —lo cortó ella—. Si ya no trabajas para la<br />

empresa, no tiene mucho sentido que te llame allí, ¿verdad?<br />

—Eavan, deja que te explique...<br />

—Te escucho.<br />

Glenn le contó la reunión con los altos cargos de la empresa y cómo habían decidido que su<br />

estrategia general de ventas se fraguaría desde sus oficinas de Estados Unidos, y que sí, que<br />

los vendedores locales eran necesarios, pero no alguien del calibre de Glenn. Además, le

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