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—Me casé con tu padre porque estaba embarazada —dijo Eileen.
—De mí. Sí. Lo sé —replicó Claire—. No es que hayáis tratado de ocultármelo
precisamente, pero también me contaste que papá se esforzó mucho por que vuestro
matrimonio funcionara. Cuando yo era pequeña no parabais de dar la lata con eso,
explicándome que en la vida todo era un toma y daca.
—Tal vez eso era para convencerme a mí misma —le dijo Eileen irónicamente.
—No.
—Nunca he querido a tu padre —afirmó su madre—. Y él nunca me ha querido a mí.
—¡Mamá! —En ese momento, Claire estaba verdaderamente en estado de shock. Podría
obligarse a creer que de alguna forma sus padres se habían distanciado con el paso de los
años, pero le resultaba imposible aceptar que nunca se habían querido. ¿No le habían dicho
siempre que era una hija de amor, producto de lo que sentían el uno por el otro?
—Naturalmente que te dijimos eso —dijo Eileen irritada cuando Claire se lo recordó—. ¿Qué
otra cosa podíamos decirte? Tenías trece años. No quería que pensaras que eras el resultado
de un polvo rápido detrás de una estación eléctrica.
—¡Mamá!
—Lo siento —suspiró Eileen—. Es una expresión horrible; se me ha pegado de esos
programas espantosos, como «Ibiza al descubierto», en la tele. Son auténtica telebasura, pero
cuando los pongo no puedo evitar mirarlos. No sé por qué...
—Mamá —interrumpió Claire los pensamientos digresivos de Eileen—. Papá y tú ¿nunca os
habéis querido? ¿Nada de nada?
Eileen jugueteó con el tenedor que tenía en la mano.
—Mmm, supongo que decir que no he querido a tu padre y que él no me ha querido a mí tal
vez no sea muy exacto. Nosotros... estábamos bien juntos. Ya me entiendes.
Claire se removió incómoda en la silla al pensar en la vida sexual de sus padres. «Eso es
más información de la que necesito», se dijo a sí misma. Pero no le dijo nada a su madre.
—De modo que pensé que lo quería. —Las palabras salían a borbotones de la boca de
Eileen—. Quizá no a largo plazo, pero entonces descubrí que estaba embarazada. —Se
encogió de hombros—. En aquella época no había elección, Claire. Nos casamos.
—Pero a mí me parecía que todo os iba bien —protestó Claire—. Porque, por ejemplo, los
padres de Jacinta O’Brien se casaron por su hermano mayor, ¿verdad?, pero estaban siempre
discutiendo. Se gritaban. En un momento dado, el señor O’Brien llegó incluso a pegar a la
madre de Jacinta, ¿no?
Eileen asintió con la cabeza.
—Entre tu padre y yo las cosas no eran así —dijo—, por supuesto que no. Tu padre no es
un hombre violento, Claire. No era en absoluto así. Al principio nos dijimos mutuamente que
estábamos enamorados. Después de que tú nacieras... bueno, sin duda entonces pensamos
que lo estábamos...
—Por tanto tenéis que haberlo estado —la interrumpió Claire—. ¡Eso no se puede fingir, por
el amor de Dios!
—Deseábamos amarnos —continuó Eileen—. Y también queríamos que el matrimonio
funcionase, sobre todo por ti. Así que seguimos. Pero éramos personas muy diferentes,
cariño.