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—Bien —concluyó Nate—. Ahora tengo que irme. —Se encaminó hacia la casa y luego se<br />

volvió a mirar de nuevo el jardín—. Me encanta el jazmín —dijo.<br />

Claire se mordió el labio. El jazmín había sido la planta favorita de Bill. Sonrió a Nate<br />

fugazmente.<br />

—A mí también.<br />

Entrecerró los ojos.<br />

—¿Algún problema? —preguntó—. ¿Estás segura de que quieres el presupuesto?<br />

—Desde luego —contestó con entereza—. Hay que hacerlo.<br />

—Es una pena que lo hayas dejado crecer tanto —observó Nate—. Pero no costará mucho<br />

devolverlo a su máximo esplendor. También puedo cambiar el parterre de atrás si quieres.<br />

—Puedes incluirlo en el presupuesto.<br />

—Claro. —Antes de irse, volvió a mirar de pasada el ramo que estaba en la mesa de la<br />

cocina—. Ese tal Paul te tiene en gran estima —repitió—. Ha sido uno de los encargos más<br />

caros que hemos hecho.<br />

Claire se había quedado sin jarrones para las flores, así que puso algunos de los claveles<br />

de Bill en los botes de cristal que tenía para reciclar. El ramo de Paul era verdaderamente<br />

bonito, pero la avergonzaba su esplendor. Cogió el móvil y le envió un mensaje de<br />

agradecimiento. A Claire le encantaba poder enviar mensajes. La liberaban de tener que hablar<br />

con la gente.<br />

Su teléfono sonó y ella sonrió mientras leía la respuesta de Paul, diciéndole que no había de<br />

qué y que se verían pronto, pero que estaría en Galway unos días. Claire le contestó que<br />

esperaba que lo pasara bien y que tal vez conociera allí a alguna mujer. Su respuesta fue un<br />

simple Jaja.<br />

Cogió los tallos y las hojas que había quitado de las flores y los llevó al montón de<br />

compostaje que tenía en la parte de atrás del jardín. Cuando volvía hacia la casa se detuvo en<br />

el jazmín y frotó una de sus flores amarillas entre los dedos. La vida con Bill había sido tan<br />

sencilla...<br />

Una avispa chocó contra ella y Claire se encaminó a la casa decidida. Había dejado la<br />

tarjeta del exterminador en la mesa. La empresa se llamaba Erradicar. Los llamó.<br />

—¿Un nido de avispas? —preguntó el hombre en respuesta a su pregunta—. Claro. No hay<br />

problema, pero tardaremos un par de días porque estamos hasta arriba de trabajo. El país<br />

está plagado este año. ¿Puedo llamarla mañana para darle una hora? Estoy de camino a una<br />

casa en Deansgrange y no puedo mirar la agenda.<br />

—Bien —contestó ella, y le dio su número.<br />

«Vale —pensó al colgar el teléfono—. Al fin me estoy organizando. Un presupuesto para el<br />

jardín y alguien para ocuparse del nido. ¡No está nada mal!»<br />

Volvió al piso de arriba y cogió una revista. «Cómo reconocer al hombre de tus sueños»,<br />

decía el titular. Se sentó y rellenó el cuestionario que había al final del artículo. Según el<br />

resultado, ella era muy exigente. Una perfeccionista. La revista decía que no debía plantearle a<br />

la gente objetivos imposibles.<br />

—Basura —dijo en voz alta, y apartó la revista—. Venga, Phy. Vamos a dar nuestro paseo.

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