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noche, y cuando finalmente Eavan se fue a la cama, se dio cuenta de que él se había acostado
en la habitación de invitados.
Desde ese momento, habían estado jugando al ratón y al gato. Cada vez que ella entraba
en una habitación, Glenn salía. Eavan había decidido que no sería la primera en ceder y
hablar, aunque lo único que quería era que Glenn comprendiera por qué se lo había ocultado y
que la perdonara. Pero tenía miedo. Sabía que debería volver a hablar con él. Pero por
primera vez desde que se habían casado, no tenía ni idea de qué decir.
En realidad a ella tampoco le apetecía ir a la barbacoa de Claire, pero no quería quedarse
en casa. Así que al final rompió el silencio y le preguntó a Glenn si quería que fuesen o no.
—He dicho que iría. —Su voz era tensa—. No puedo permitir que Claire crea que es la única
que se preocupa y comprende a mi mujer.
Eavan se tragó las ganas de llorar otra vez y agarró con más fuerza el volante. Quería estar
en cualquier parte menos en el coche con él, en cualquier otra situación que en una reunión
social, donde se suponía que debía ser divertida y animada. La verdad era que no había
creído que fueran a ir, pero no sabía qué hacer.
—¡Mierda! —Frenó de golpe cuando un coche se le coló delante.
—Ibas muy despacio —dijo Glenn—. Por eso te ha adelantado así.
—No iba despacio.
—Es verdad, perdona, lo había olvidado. —Él la miró de reojo—. Tú eres perfecta. No
haces nada mal. Ah, no, perdona otra vez, me había olvidado. Está ese capítulo del aborto, del
que yo no sabía nada.
—¡Por Dios! —Clavó los frenos y los coches de detrás le pitaron. Aparcó en el arcén y
conectó los intermitentes de parada. Después se volvió hacia Glenn—. No puedo soportarlo
más. De verdad que no. Cuando me sometí al aborto, tuve que tomar una decisión horrible, y
hay una parte de mí que todavía no sabe si fue la decisión correcta. Te lo he ocultado porque
creí que me despreciarías por ello.
Y así es, me desprecias, ¿verdad?
—No sé qué siento por ti —respondió Glenn—. Ya no sé qué siento por ti, por mí ni nada.
Porque creía que estábamos viviendo una vida y resulta que todo está basado en mentiras.
—¡No, claro que no! Vale, reconozco que te he ocultado algo, pero no te he mentido. A fin
de cuentas, tú también me has ocultado algo. Así que digamos que estamos en paz.
—No es precisamente lo mismo. Yo no te cuento que me he quedado sin trabajo, tú no me
cuentas...
—Glenn, por favor —suplicó Eavan mientras apoyaba la cabeza en el volante—. Por favor,
por favor, compréndelo.
Glenn abrió la puerta del coche. Ella levantó la cabeza nerviosa.
—¿Adónde vas?
—Necesito caminar.
—¿Qué pasa con Claire?
—Ve para allá —dijo él—. Nos encontraremos en su casa.
Eavan se mordió el labio.
—Está a kilómetros.