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personal.
—Pero...
—Ha sido beneficiosa para él —continuó Eileen—. Gracias a ella, tu padre es un hombre
diferente.
—¡Es tu marido! —protestó Claire—. Mi padre. No es posible que él...
—¿Por qué no?
Miró a su madre fijamente.
—Mira, ya sé que es un poco impactante —dijo ésta—, pero tenía que contártelo.
Claire permanecía muda.
—No quiero seguir viviendo con él —prosiguió—. Antes de Lacey era distinto. Había otras
mujeres, pero nada serio.
—¡Otras mujeres! —Claire había vuelto a encontrar su voz—. Mamá, no me puedo creer lo
que estoy escuchando.
—Bueno, ¿y qué quieres? —preguntó—. Yo ya no estaba interesada, y él... él sí.
—Dios mío.
—Yo habría seguido interesada si hubiera aparecido el hombre adecuado —dijo su madre
suavemente—. Pero no fue así. De haberlo sido, tal vez hubiera sido yo la que diera el paso.
Las cosas han venido de esta manera, por lo que es tu padre quien toma la iniciativa.
—Entonces, ¿se muda para estar con la tal Lacey?
—La verdad es que es bastante agradable —replicó Eileen.
—Simple y llanamente no me lo puedo creer. —Claire por fin espantó bruscamente la avispa
de su plato—. ¿Por qué ahora? ¿Por qué cuando lleva cuatro años con ella? ¿Por qué no
pueden seguir como estaban?
—Porque yo no quiero que la situación siga igual —replicó Eileen, mirando pensativa a
Claire—. Además, lo habían hablado hace tiempo. Todos lo hicimos. Íbamos a decírtelo, pero
entonces... pasó lo del accidente. No nos pareció oportuno que tuvieras que lidiar también con
eso en aquel momento.
Claire levantó sus ojos moteados de ámbar para mirar a su madre.
—¿Me estás diciendo que seguisteis juntos para protegerme, que siempre habéis estado
juntos para protegerme?
—No siempre —contestó Eileen—. Cuando eras joven sí. Después podría haberle dejado,
pero no quise. En realidad me estaba protegiendo a mí misma. Pero ya no tiene sentido.
Tengo que seguir adelante.
Claire apoyó la cabeza en las manos.
—No me lo esperaba —dijo lentamente—. De todas las cosas que me podrías haber
dicho... esto es... increíble.
—Siempre creí que lo descubrirías —comentó Eileen—. Por ejemplo, cuando yo me pasaba
a visitaros a Bill y a ti sin tu padre, o cuando llamabas y él no estaba. Me sorprendía que
nunca preguntaras.
—Nunca se me ocurrió siquiera. —Claire levantó la cabeza—. Estaba tan convencida de que
vuestro matrimonio funcionaba. Hoy mismo... —Se mordió el labio—. Hoy mismo, estaba
pensando que sería una suerte que Georgey tuviera el tipo de matrimonio que yo tuve. O el