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—No se me da bien tratar con chicas —dijo él—. Es más fácil con los mensajes.<br />
Ella asintió con sentido acuerdo. Entonces comenzaron a hablar otra vez, las palabras<br />
bullían entre ellos, se interrumpían, completaban los vacíos que habían dejado en los<br />
mensajes.<br />
Cuando finalmente pararon por un momento, Georgia echó un vistazo hacia el jardín. Robyn,<br />
Sive y Emma estaban de pie al lado del jazmín, mirándolos. Denzil y Sam estaban ayudando a<br />
Mike O’Malley con la barbacoa.<br />
—Será mejor que vuelva con mis amigas —le dijo a Steve.<br />
—¿Yo no soy un amigo?<br />
Ella le hizo una mueca burlona.<br />
—Ya sabes que lo eres. Pero no puedo dejarlas tiradas con los mayores. Además, estoy<br />
segura de que ellas también quieren hablar contigo.<br />
—Quizá, pero tengo que hacer esto primero. No lo hice muy bien en Galway y no he dejado<br />
de pensar en ello desde entonces.<br />
La rodeó con el brazo y la atrajo hacia sí. Georgia podía oler su aftershave (o tal vez no era<br />
aftershave, pensó mientras él acercaba su cara a la de ella y ella se daba cuenta de que su<br />
vello facial era suave. Quizá era su olor. Pero era agradable. Un olor a madera y almizcle. Un<br />
olor a aire libre). Cerró los ojos y sintió los labios de Steve sobre los suyos.<br />
Era tan diferente de Galway. Allí todo había sido apresurado y furtivo, detrás del pabellón<br />
de deportes el día en que se iban a casa. Sus dientes habían chocado y Steve se había<br />
avergonzado tanto que se había apartado y bromeado al respecto. Y mientras ella pensaba,<br />
insegura, en cómo reaccionaría Steve si le daba otra oportunidad, el señor Ó Cinnéide había<br />
aparecido por una esquina, los había mirado y les había ordenado que volvieran al edificio<br />
principal, donde había hordas de estudiantes dando vueltas esperando los autobuses que los<br />
llevarían a la estación.<br />
Pero esa vez les salió bien. Georgia se había entregado al placer de su beso, consciente<br />
del mundo de nuevas sensaciones que recorrían su cuerpo. «Lo estoy haciendo bien —pensó<br />
—. Yo, Georgia Hudson, la chica de la mano mutilada y las cicatrices. Este tío me está<br />
besando y mis amigas pueden verlo, y me gusta.» Deslizó sus brazos alrededor de su cuerpo y<br />
lo abrazó con fuerza. De repente, recordó una frase que había leído en una revista: «Besar<br />
con hambre». Pensó que, probablemente, estaba besando a Steve Ó Sé con hambre, pero era<br />
como si su cuerpo estuviera separado de su mente. Estaba haciendo las cosas según su<br />
propio dictado. Sus labios funcionaban solos.<br />
—Hola, Georgia.<br />
El sonido de la voz de su abuelo la trajo de vuelta a la realidad. Se apartó de Steve y miró a<br />
Con. No le gustaba nada de nada la expresión de su cara.<br />
Nate y Sarah Taylor todavía no habían dado señales de vida. Claire estaba molesta consigo<br />
misma por no haber dejado de buscarles constantemente por todas partes. El resto de la<br />
gente parecía haber llegado: el grupo de Locum Libris, los del club Smash and Grab (incluido<br />
Paul, que ya había vuelto de su viaje a Galway y que había pasado la mayor parte del tiempo<br />
en compañía de Petra; en ese momento estaban sentados en el banco del jardín y él le estaba