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conociera a hombres poco apropiados, pero era una broma, Robs. No estoy segura de que
quiera que se case de nuevo.
—¿Cómo te sentirías si lo hiciera? —preguntó Robyn.
—¿Cómo te sentiste tú cuando tu madre se volvió a casar?
—Aquello fue diferente —contestó Robyn—. Ella está divorciada. Y Mike es bastante guay.
Me cae bien.
—Así que supongo que depende del hombre —comentó Georgia—. Pero para ser sincera,
no me imagino a nadie a la altura de mi padre. No para mi madre. Ella estaba loca por él.
Estaban enamorados desde que eran niños. —Hizo una mueca—. Siempre he dicho que era un
poco de mal gusto, pero ellos no estaban de acuerdo. Eran la pareja más acaramelada que he
visto.
Robyn asintió con la cabeza.
—Supongo que es distinto —concedió—. Ya sabes que mi padre era de lo más
desagradable. Cualquiera hubiera sido mejor que él para mi madre. Pero tu padre...
—Lo sé. —Georgia volvió a morderse el labio—. Él estaba bien.
Robyn volvió a asentir.
—Tu padre era una buena persona, no como el desagradable de Pete.
—Por eso creo que será realmente difícil para mi madre encontrar a otra persona. Además,
Robs, es demasiado mayor como para conocer hombres.
—Sin embargo sería bueno que conociera a alguien, ¿no?
—Sí, entonces dejaría de mirarme todo el rato como si fuera una delicada figurita de
porcelana —concedió Georgia.
—Siempre hay esperanza —prosiguió Robyn—. ¿Te acuerdas de cuando mi tía Kathy se
casó? Tenía cuarenta años. ¡Cuarenta! Cualquiera hubiera pensado que ya se habría rendido,
¿verdad?
Georgia asintió.
—Así que supongo que nunca se sabe.
—Pero él tendría que ser un hombre adecuado para ella —dijo Georgia pensativa—. Le
tienen que gustar los perros. Y los deportes. Ella ve mucho deporte en televisión, aunque ya no
practica ninguno.
—Deberías hacer una lista con los requisitos —le sugirió Robyn—. Así tu madre sabría lo
que piensas.
—Pero, Robs, eso sería por si hubiese alguien. Y no lo hay.
—Prepárate para la posibilidad, por remota que sea —le aconsejó Robyn muy seria—. Tal
vez alguien increíblemente rico —continuó—, que intentará comprar tu cariño.
—Alguien que tuviera además un hijo atractivo —sonrió Georgia. —Desde luego —rió Robyn
—. Y con otro hermano para mí. —Le dio un empujón en broma a su amiga. Georgia se lo
devolvió.
Y las dos se echaron a reír como las niñas que ya no creían ser.
Más tarde, aquel mismo día, cuando se suponía que estaban escribiendo un trabajo sobre